Tratando la depresión

Autor: Adams, J.

a1Aunque la depresión es algo muy debilitante, y bastante común entre los cristianos y los no —cristianos, no es un problema tan difícil como de primeras aparenta ser. Lo que usted debe reconocer es que la depresión es el resultado de una falla en su dominio propio y la disciplina personal. Un fruto del Espíritu Santo es la disciplina personal de buscar obedecer la Palabra de Dios, buscando agradar a Dios en vez de cumplir sus propios deseos (Gálatas 5:23). Este es el meollo del asunto. “Pues, no entiendo. Si espera que yo capte todo eso, tiene que explicarse mejor”. Por supuesto. Yo estaba definiendo los términos generales antes de llegar a lo específico, porque quiero que entienda lo más básico antes de proceder.

Pero hablemos concretamente. Los que son especialmente vulnerables a la depresión son las personas que deben fijar su propio horario, como por ejemplo las amas de casa, los predicadores, y los que trabajan en lo propio. Las personas que tienen trabajos con horarios fijos, y tienen sus tareas más o menos programadas, rara vez caen en depresión. La razón de esto es que su trabajo no depende del dominio propio ni de la disciplina personal a tal grado como sí se necesita en las otras vocaciones. Los que tienen horarios fijos y tareas programadas rara vez se atrasan en su trabajo.

Pero la persona que debe fijar su propio horario, y debe ejercer el dominio propio, enfrenta otro desafío. Vivimos en una cultura que no enfatiza el dominio propio. De modo que es fácil atrasarse en el trabajo, y comenzar el descenso a la desesperación y depresión al obsesionarse con los atrasos, y al olvidarse de sus obligaciones. Al desorganizarse su horario, se atrasa más en sus obligaciones, las cuales se acumulan, y rápidamente va rumbo al camino que lleva a la depresión. Si le agregamos algún otro factor tal como los siguientes, obtiene la receta perfecta para una olla espesa de depresión:
Factores adicionales que pueden producir la depresión cuando acompañan la falta del dominio propio

* Una enfermedad.

* Algún pecado no confesado.

* Alguna decepción fuerte en la vida.

* La falta de manejar estos atrasos de la forma que Dios manda.

* Una tendencia de seguir las emociones o los sentimientos en lugar de cumplir las obligaciones.

* La participación con otras personas que alimentan el sentido de ser víctima.

Dios nos ha hecho de manera que cuando fallamos en el manejo de nuestras responsabilidades, nuestra consciencia dispara emociones negativas. Si no le hacemos caso inmediatamente, tarde que temprano llevará a la depresión. David miraba la depresión como una advertencia de Dios cuyo propósito era llevarlo al arrepentimiento y hacia un cambio de actitud o de conducta: “Día y noche se agravó sobre mí tu mano” (Salmo 32:4).
La culpa que acompaña la depresión proviene de la falta de manejar el problema de la forma que Dios especifica. Si intentamos suprimir nuestra conciencia o este sentido de culpa por algún otro método, sólo empeoramos nuestra culpa y los sentimientos dolorosos, y el ciclo se hace peor y peor. Algunos métodos modernos para acallar nuestros sentimientos de culpa son los siguientes:

* Métodos comunes para silenciar nuestra conciencia

* Pastillas para controlar la depresión

* Terapia que incluye golpes eléctricos

* Yoga

* Expulsión del “demonio” de depresión

Adams, J. (2012). Cómo salir de la Depressión (pp. 14–20). Guadalupe, Costa Rica: CLIR.

Necesidad del Evangelio

Autor: Antonio Cruz

a1El ser humano siempre ha tenido necesidad del mensaje evangélico. Sin embargo, en nuestros días lo precisa con más intensidad que nunca, aunque no sea consciente de ello. El ambiente de secularismo que ha forjado el mundo occidental, y que se vislumbraba como el marco ideal de la sociedad moderna, ha contribuido a desarraigar a las personas, porque ha provocado que éstas se olviden de su origen y que su destino individual o colectivo se disuelva en un mar de dudas e incertidumbres. Cuando no se cree en la existencia del Dios creador que está detrás del tiempo histórico y del espacio cósmico; cuando no se acepta que el universo tuvo un principio y tendrá un fin en el momento en que este Sumo Hacedor lo decida, el sentido profundo de la vida humana empieza a perderse poco a poco.

De manera que el secularismo, robándole al hombre su origen y su destino, le despoja de las principales coordenadas de referencia y le empuja al vacío infinito de la nada. Por el contrario, el Evangelio provee de identidad, arraiga a las criaturas en el mundo dando sentido y finalidad a su existencia.

De ahí que hoy, en los albores del siglo XXI, los seres humanos continúen necesitando a Dios a pesar de todas las apariencias. Como escribe González-Carvajal: “tal vez sea necesario ahondar un poco bajo la superficie, pero al final descubriremos que también el hombre actual tiene sed de Dios y languidece lejos de sus fuentes” porque, en realidad, las grandes preguntas de la condición humana siguen ahí sin que nadie aporte soluciones satisfactorias.

El hombre es por naturaleza un ser religioso porque, tal como se deduce de la revelación, fue diseñado así desde el principio. No ha existido nunca una gran civilización que no haya sido religiosa. Esto hace que cualquier experimento que pretenda mutilar la dimensión espiritual esté, de antemano, condenado al fracaso. La sociedad moderna intentó realizar la vieja utopía de crear la “ciudad secular”, en la que no tuviese cabida la fe ni la inquietud religiosa, pero tal ensayo se malogró. Harvey Cox, el profesor de teología de la Harvard Divinity School, escribió en 1965 un libro titulado: “La Ciudad Secular”3 en el que sostenía que la religión había dejado de ser necesaria para el habitante de las modernas tecnópolis. Si a Dios se le necesitaba en la tribu e incluso en la ciudad ahora, en el seno de las complejas tecnópolis, Dios había muerto para el hombre.

Sin embargo, casi veinte años más tarde, Cox se vio obligado a rectificar su opinión y escribir: “… el mundo de la religión en decadencia, al que se dirigía mi primer libro, ha empezado a cambiar de un modo que muy pocas personas podían prever.

Ha comenzado a hacer su aparición una nueva era que algunos llaman “postmoderna”. Nadie está absolutamente seguro de cómo será esta era postmoderna, pero una cosa parece estar clara: más que de una era de secularización rampante y decadencia religiosa, parece tratarse de una era de resurgimiento religioso y de retorno de lo sacro.”

La sinceridad de Cox viene a confirmar que la idea de la muerte de Dios es como una pesada carga que el ser humano no puede soportar. El hombre no puede vivir sólo de pan sino que necesita también la Palabra que le acerca a Dios.

Cruz, A. (1996). Postmodernidad: El Evangelio ante el desafío del bienestar (pp. 186–188). TERRASSA (Barcelona), España: Editorial CLIE.

El espejo de Elí en una sociedad cristiana de padres confiados.

Autor: Henry, M.

a1—Elí evitaba los problemas y el esfuerzo, cosa que lo llevó a educar mal a sus hijos y no usó la autoridad paternal para restringirlos y corregirlos cuando eran niños. Hacía la vista gorda ante los abusos del servicio del santuario hasta que se le volvió costumbre, lo que condujo a abominaciones; sus hijos, que debieron ser ejemplo de lo que era bueno a quienes estaban dedicados al servicio del santuario, los llevaban a la maldad.La ofensa alcanzaba aun a la ofrenda de los sacrificios por los pecados, ¡que eran un tipo de la expiación hecha por el Salvador! Los pecados contra el remedio, la expiación misma, son los más peligrosos, porque pisotean la sangre del pacto.

—La reprensión de Elí era demasiado suave y amable. En general, nadie más abandonado que los hijos degenerados de las personas santas cuando rompen todos los frenos.

Quienes permiten que sus hijos anden en todo camino malo sin usar su autoridad para refrenarlos y castigarlos, en realidad los honran a ellos más que a Dios. Que el ejemplo de Elí anime a los padres a luchar fervientemente contra los primeros indicios de maldad, y a educar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor.

—En medio de la condena sentenciada contra la casa de Elí, se promete misericordia a Israel.

La obra de Dios nunca caerá al suelo por falta de manos para ejecutarla. —Cristo es el Sumo Sacerdote misericordioso y fiel a quien Dios levantó cuando el sacerdocio levítico fue depuesto, y es quien en todas las cosas hizo la voluntad de su Padre y para quien Dios edificará una casa segura, cimentada sobre una roca de modo que el infierno no pueda prevalecer contra ella.

Henry, M. (2003). Comentario de la Biblia Matthew Henry en un tomo (228). Miami: Editorial Unilit.