Existe falta de piedad intensa en muchas de las iglesias | Charles Spurgeon

Existe falta de piedad intensa en muchas de las iglesias

Charles Spurgeon

Otra de nuestras dificultades estriba en la falta de piedad intensa en muchas de las iglesias. Gran número de hermanos y hermanas viven hoy día, en alto grado, para la gloria de Dios. Doy gracias a Dios de que hay actualmente tanta actividad santificada y consagración del corazón como en cualquier período anterior de la historia de la Iglesia cristiana. Entre nosotros hay hombres y mujeres cuyos nombres pasarán a la posteridad como ejemplos de devoción. Dios no se ha dejado a sí mismo sin testimonio.

Pero, ¿os dais cuenta de cuán superficial es la religión de la casa de los que la profesan? ¿Cuántos siervos podrían vivir en familias que se llaman cristianas sin percibir diferencia alguna entre estas casas y las de los del mundo? ¿No es cierto que la oración en familia se descuida en muchos casos? ¿No es cierto que tenemos miembros que jamás son vistos en las reuniones de oración? Al hacer preguntas, ¿no descubrís que los acomodados no pudieron asistir porque la hora de la cena es la misma que la de la reunión de oración? Sin duda serán más cuidadosos en adorar a su dios favorito. En otros casos, descubriréis que las personas ocupadas, que no pudieron ir a orar, no tuvieron dificultades para asistir a un concierto.

Las cenas en restaurantes y las reuniones musicales son ceremonias más importantes para muchos que la ofrenda de oración a Dios. ¿Acaso no nos encontramos con oficiales de iglesia que dicen abiertamente no sentir interés por algo tan anticuado como las reuniones de oración?Éste es un lamentable signo de decadencia, y se observa frecuentemente. Nuestras iglesias podrán causar muchas penas a sus pastores; pero, en la mayor parte de los casos, los pastores mismos se han rebelado tanto que no les importa tampoco.

En cuanto a los ministros, muchos miembros de iglesia son indiferentes tocante a la piedad personal del predicador; lo que desean es talento o inteligencia. Ya no importa lo que predica; ha de atraer una multitud, o complacer a la élite, y eso basta. La inteligencia es lo principal. Se diría que buscaban un prestidigitador y no un pastor. Tanto si predica la verdad como el error, el hombrees admirado en tanto que sepa hablar con locuacidad y conservar la reputación de orador. Si tuviéramos piedad más genuina en los miembros y los diáconos, los farsantes pronto se llevarían sus mercaderías a otros mercados.

Pero me temo que ha habido gran relajación en la admisión de miembros, y la calidad de nuestras iglesias se ha mancillado y quedado sin buenos fundamentos a causa de las «multitudes mixtas», en medio de las cuales toda clase de males encuentra asilo acogedor. ¡Desdichado el líder en cuyo campamento hay un Acán! ¡Mejor fuera que Demas nos abandonase, y no que viviera con nosotros, e importara el mundo a la iglesia! ¡Cuántos ministros son débiles para la guerra por no estar sostenidos por una congregación piadosa, y sus manos no pueden ser ayudadas por hermanos que oran!

Fragmentos tomados del libro “Un ministerio ideal” p. 313 – 314 el cual recopila varios sermones del pastor Spurgeon dictados en la Conferencia Anual de ministros.

¡Fuera, pájaros de maligno vuelo! | Charles Spurgeon

31 de marzo
«Entonces Rispa hija de Aja tomó una tela de cilicio, y la tendió para sí sobre el peñasco, desde el principio de la siega hasta que llovió sobre ellos agua del cielo; y no dejó que ninguna ave del cielo se posase sobre ellos de día, ni fieras del campo de noche».
2 Samuel 21:10

Si el amor de una mujer hacia sus hijos muertos pudo hacer que ella prolongase su triste vigilia por tan largo tiempo, ¿nos cansaremos nosotros de considerar los sufrimientos de nuestro bendito Señor? Ella ahuyentó las aves de rapiña. ¿No disiparemos nosotros de nuestras meditaciones los pensamientos mundanos y pecaminosos que manchan nuestras mentes y los sagrados temas en los cuales estamos ocupados? ¡Fuera, pájaros de maligno vuelo! ¡Dejad el sacrificio! Rispa soportó sola y sin refugio los calores del verano, el rocío de la noche y las lluvias. El sueño había huido de sus humedecidos ojos; su corazón estaba demasiado lleno como para dormitar. ¡Ved cómo amaba a sus hijos! ¡Así resistió Rispa! ¿Y nos retiraremos nosotros ante el primer inconveniente o la primera prueba? ¿Somos tan cobardes que no podemos resignarnos a sufrir con nuestro Señor? Rispa ahuyentó aun a las fieras con un coraje nada común para su sexo. ¿Y no estaremos nosotros prontos a hacer frente a cualquier enemigo por amor de Jesús? A estos hijos de Rispa los mataron manos extrañas, sin embargo ella lloró y veló. ¿Qué deberíamos entonces hacer nosotros, ya que por causa de nuestros pecados se crucificó a nuestro Señor? Nuestras obligaciones son ilimitadas: nuestro amor debiera ser ferviente y nuestro arrepentimiento completo. Velar con Jesús tendría que ser nuestra ocupación; permanecer cerca de la cruz, nuestro solaz.

Aquellos horribles cadáveres bien podían espantar a Rispa, especialmente por la noche; pero en nuestro Señor, al pie de cuya cruz estamos sentados, no hay nada repugnante, sino que todo es atractivo. Nunca hubo una belleza viviente tan encantadora como la del Salvador agonizante. Jesús, nosotros velaremos contigo aún un poco más, y tú revélate benignamente a nosotros: entonces sobre nuestras cabezas no habrá tela de cilicio, sino que estaremos sentados en un pabellón real.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 99). Editorial Peregrino.

Lo llamé, y no me respondió | Charles Spurgeon

29 de marzo
«Lo llamé, y no me respondió».
Cantares 5:6
La oración a veces aguarda, a semejanza de un peticionario que está a la puerta, hasta que el Rey sale a colmar su seno de las bendiciones que busca. Cuando el Señor ha dado una gran fe, por lo general la ha probado con grandes demoras y permitido que las palabras de sus siervos volvieran a sus propios oídos como si estuvieran llamando a un Cielo de bronce. Sus siervos han golpeado en la puerta de oro, pero esta ha permanecido cerrada, como si sus goznes se hubiesen aherrumbrado; y, al igual que Jeremías, han clamado: «Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra» (Lm. 3:44). Así, los verdaderos santos han continuado por mucho tiempo en paciente espera, sin recibir contestación, no porque sus oraciones no fuesen fervorosas, ni porque fuesen inaceptables, sino porque así le agradó a él, que es soberano y da según su voluntad. Si a él le place ordenar que nuestra paciencia sea ejercitada, ¿no hará como guste con los suyos? Los mendigos no deben elegir el momento, el lugar o la forma en que se les concederá el favor. Sin embargo, debemos tener cuidado de no considerar las demoras en la oración como negativas: los cheques de Dios con fechas atrasadas se pagarán puntualmente. No podemos permitir que Satanás debilite nuestra confianza en el Dios de la verdad, señalando nuestras oraciones no contestadas. Las peticiones no contestadas no indican que no hayan sido oídas. Dios tiene nuestras oraciones en un archivo: no se las llevará el viento, sino que están bien guardadas en los archivos del Rey. Es este un registro en la corte celestial donde cada oración queda asentada. Creyente que has sido probado, tu Señor tiene una redoma en la cual guarda las costosas lágrimas de dolor sagrado, y un libro en donde tus santos gemidos quedan recogidos. Pronto tu súplica prevalecerá. ¿No puedes conformarte con esperar un poco? ¿No será el tiempo del Señor mejor que el tuyo? Él aparecerá pronto para gozo de tu alma, te quitará el cilicio y la ceniza de tu larga espera, y te vestirá con el lino escarlata y fino del deleite pleno.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 97). Editorial Peregrino.

No puedes ser aceptado sin Cristo | Charles Spurgeon

28 de marzo
«Como incienso agradable os aceptaré».
Ezequiel 20:41
Los méritos de nuestro gran Redentor son como olor suave para el Altísimo. Ya sea que hablemos de la justicia activa de Cristo o de su justicia pasiva, hay en ellas la misma fragancia.

Su vida activa, por la cual honró la ley de Dios e hizo que cada precepto brillase como preciosa joya en el puro engaste de su propia persona, desprende un suave olor. Así es también con su obediencia pasiva: cuando soportó con callada sumisión hambre y sed, frío y desnudez y, al fin, sudor de grandes gotas de sangre en Getsemaní; cuando dio su espalda a los heridores y sus mejillas a los que le mesaban la barba, y fue colgado en el cruel madero para que sufriese la ira de Dios en nuestro lugar.

Estas son dos cosas fragantes delante del Altísimo; y, en consideración de sus obras y de su muerte, de sus sufrimientos en lugar del pecador y de su obediencia vicaria, el Señor nuestro Dios nos acepta.

¡Qué dulce aroma debe de haber en él para superar nuestra carencia de aroma! ¡Qué suave olor para quitar toda nuestra hediondez! ¡Qué poder purificador en su sangre para borrar pecados como los nuestros! ¡Y qué gloria en su justicia para hacer que criaturas tan inaceptables como nosotros fuesen aceptas en el Amado! ¡Observa, creyente, cuán segura e inmutable debe de ser nuestra aceptación cuando se encuentra en él! Cuídate y no dudes nunca de tu aceptación en Jesús. No puedes ser aceptado sin Cristo; pero una vez que has recibido sus méritos no puedes dejar de serlo.

A pesar de todas tus dudas, temores y pecados, el ojo bondadoso del Señor nunca te mirará con ira. Aunque él vea pecado en ti —en ti mismo—, sin embargo, cuando te mira a través de Cristo, no descubre ninguno. Siempre eres acepto en Cristo; siempre eres bendito y amado para el corazón del Padre. Eleva un cántico, pues, y a medida que veas el humeante incienso de los méritos del Salvador subir delante del Trono de zafiro en esta noche, deja que el incienso de tu alabanza ascienda también con él.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 96). Editorial Peregrino.

Maridos, amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia | Charles Surgeon

20 de marzo
«Maridos, amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia».
Efesios 5:25

¡Qué precioso ejemplo da Cristo a sus discípulos! Pocos maestros se atreverían a decir: «Si quieres practicar mi doctrina, imita mi vida». No obstante, como la vida de Cristo es una transcripción exacta de la perfecta virtud, él puede señalarse a sí mismo como modelo de santidad y como maestro de ella. El cristiano debiera tomar como modelo solo a Cristo. No hemos de estar satisfechos hasta que reflejemos la gracia que había en él. Como esposo, el cristiano debe fijarse en Cristo y actuar según ese modelo. El verdadero cristiano tiene que ser un esposo como Cristo lo fue para su Iglesia. El amor de un esposo es especial. El Señor abriga para con su Iglesia un afecto peculiar, que la eleva sobre el resto de la Humanidad. «Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo». La Iglesia elegida es la favorita del Cielo, el tesoro de Cristo, la corona de su cabeza, el brazalete de su brazo, el pectoral de su corazón, el mismo centro y esencia de su amor. Un esposo debiera amar a su esposa con un amor constante, pues así ama Jesús a su Iglesia. Él no varía en su afecto. Él puede cambiar la forma de manifestar su cariño, pero el cariño en sí es siempre el mismo. Un esposo debiera amar a su esposa con un amor permanente, porque nada «podrá apartarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro». Un verdadero esposo ama a su esposa con un amor de corazón, ferviente e intenso. No es un mero culto de labios. ¡Ah!, querido amigo, ¿qué más podía Cristo hacer en prueba de su amor que aquello que hizo? Jesús tiene un amor deleitoso para con su Esposa. Él estima el amor de esta y se deleita gratamente con ella. Creyente, tú te maravillas del amor de Jesús, te admiras de él, ¿pero lo estás imitando? En tus relaciones familiares, ¿es «como Cristo amó a la Iglesia» la regla y la medida de tu amor?

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 88). Editorial Peregrino.

Y comió hasta que se sació y le sobró | Charles Spurgeon

19 de marzo
«Y comió hasta que se sació y le sobró».
Rut 2:14
Cuando tenemos el privilegio de comer del pan que da Jesús, nos sentimos, como Rut, satisfechos con el abundante y sabroso alimento. Cuando Jesús es el anfitrión, ningún convidado se levanta vacío de su mesa. Nuestra mente se siente satisfecha con la preciosa verdad que Cristo revela; nuestro corazón está contento con Jesús, el tan deseado objeto del amor; nuestra esperanza se siente satisfecha, porque ¿a quién tenemos en el Cielo sino a Jesús?; nuestro deseo queda saciado, ya que ¿qué podemos desear nosotros más que conocer a Cristo y ser hallados en él? (cf. Fil. 3:9, 10). Jesús llena nuestra conciencia hasta dejarla en perfecta paz. Llena nuestro juicio con la persuasión de la certeza de sus enseñanzas, nuestra memoria con los recuerdos de lo que él ha hecho y nuestra imaginación con la esperanza de aquello que aún ha de hacer. Así como Rut «se sació y le sobró», lo mismo pasa con nosotros. Hemos tomado profundos tragos, hemos pensado que podíamos ingerir todo lo que Cristo nos daba; pero, tras hacer cuanto pudimos, tuvimos que dejar un gran sobrante. Nos hemos sentado a la mesa del amor del Señor y dicho: «Nada sino lo infinito podrá alguna vez satisfacerme; soy un pecador tan grande que tengo que tener méritos infinitos para lavar mis pecados». Sin embargo, alcanzamos el perdón de nuestros pecados y vimos que había méritos de sobra. Nuestra hambre quedó satisfecha en la fiesta del amor sagrado, y vimos que sobraba una superabundancia de alimento. Hay ciertas cosas hermosas en la Palabra de Dios que aún no hemos gustado y que estamos obligados a dejar por ahora, porque somos semejantes a aquellos discípulos a quienes Jesús dijo: «Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar» (Jn. 16:12). Sí, hay virtudes que no hemos obtenido, lugares de compañerismo más estrecho con Cristo que no hemos alcanzado, y alturas de comunión que nuestros pies no han escalado. En ese mismo banquete de amor hay muchos cestos con pedazos sobrantes. Magnifiquemos la liberalidad de nuestro glorioso Booz.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 87). Editorial Peregrino.

«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios» | Charles Spurgeon

17 de marzo
«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios».
Mateo 5:9
Es esta la séptima de las bienaventuranzas, y el número siete, entre los hebreos, era el número de la perfección. Puede ser que el Salvador colocara al pacificador en el séptimo lugar porque este se parece más al hombre perfecto en Cristo Jesús. El que desee tener perfecta felicidad, hasta donde esta puede gozarse en la tierra, deberá alcanzar esta séptima bienaventuranza y convertirse en pacificador. Hay también un significado en la posición que ocupa el texto. El versículo que lo precede habla de la bienaventuranza de «los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios». Es bueno que entendamos que primero debemos ser «limpios», y después «pacificadores». Ser pacificador no significa tener un pacto con el pecado o tolerar el mal. Debemos poner nuestros rostros como pedernales contra todo lo que es contrario a Dios y a su santidad. Si la pureza está arraigada en nuestras almas, entonces podemos pasar a ser pacificadores. Aun el versículo que sigue parece haber sido puesto allí con un propósito. Por más que seamos pacíficos en este mundo, seremos, no obstante, calumniados y malentendidos, y no hay que sorprenderse por ello, pues hasta el Príncipe de Paz trajo fuego sobre la tierra. Él mismo, aunque amó a la Humanidad y no hizo maldad alguna, fue despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto». Por eso, para que los pacíficos de corazón no se sorprendan cuando se topen con enemigos, se dice en el siguiente versículo: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos». Así, no se declara solo bienaventurados a los pacificadores, sino que también se los rodea de bendiciones. ¡Señor, danos gracia para ascender hasta esta séptima bienaventuranza! Purifica nuestras mentes a fin de que podamos tener esa sabiduría que es «primeramente pura, después pacífica» (Stg. 3:17), y fortalece nuestras almas para que nuestra condición de pacíficos no nos conduzca a la cobardía y a la desesperación cuando por tu causa seamos perseguidos.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 85). Editorial Peregrino.

Preserva también a tu siervo de las soberbias | Charles Spurgeon

16 de marzo
«Preserva también a tu siervo de las soberbias».
Salmo 19:13

Tal era la oración del «hombre según el corazón de Dios». ¿Necesitaba el santo David orar así? ¡Cuán necesaria debe ser entonces esa oración para nosotros, que somos niños en la gracia! Es como si dijese: «Presérvame o de lo contrario caeré de cabeza al precipicio del pecado».

Nuestra naturaleza pecaminosa, semejante a un indómito caballo, está propensa a desbocarse. Que la gracia de Dios le ponga la brida para frenarla, a fin de que no caiga en el mal. ¡Qué podríamos hacer, aun los mejores de nosotros, si no fuera por los frenos que el Señor nos pone en su providencia y en su gracia! La oración del Salmista va dirigida contra la peor forma de pecado: el que se comete deliberada e intencionadamente. Aun el más santo de nosotros necesita ser «preservado» de las transgresiones más viles. Resulta solemne ver al apóstol Pablo exhortar a los santos contra los más repugnantes pecados: «Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría» (Col. 3:5). ¡Qué! ¿Los santos necesitan que se los exhorte contra pecados como estos? Sí, lo necesitan. Las vestiduras más blancas se verán ensuciadas por las más negras manchas si la gracia divina no preserva su pureza. ¡Cristiano experimentado, no te gloríes en tu experiencia, pues tropezarás si apartas la mirada de Aquel que es poderoso para guardarte sin caída! Vosotros, cuyo amor es ferviente, cuya fe es constante y cuyas esperanzas son luminosas, no digáis: «Nunca pecaremos»; decid más bien: «No nos metas en tentación».

Hay suficiente estopa en el corazón de los mejores hombres como para encender un fuego que abrase hasta lo más bajo del Infierno, si Dios no apaga las chispas a medida que van cayendo. ¿Quién hubiese imaginado que el justo Lot podía ser hallado borracho y cometiendo impurezas? Hazael dijo: «¿Es tu siervo perro, que hará esta gran cosa?» (2 R. 8:13, RV1909). Y nosotros somos muy propensos a hacer esa misma pregunta de justicia propia. Que la sabiduría infinita nos cure de la locura de la confianza en nosotros mismos.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 84). Editorial Peregrino.

Lo hizo de todo corazón, y fue prosperado | Charles Spurgeon

15 de marzo
«Lo hizo de todo corazón, y fue prosperado».
2 Crónicas 31:21

Esto ocurre con frecuencia: es una norma del universo moral el que prosperen los hombres que hacen sus obras de todo corazón; mientras que resulta casi seguro que aquellos otros que van a sus labores con solo la mitad de sus corazones, fracasarán.

Dios no da cosechas a los ociosos: salvo cosechas de espinos. Ni se complace en enviar riqueza a quienes que no cavan el campo en busca de sus tesoros escondidos. Es un principio admitido en todo lugar que el que quiere prosperar debe ser diligente en su trabajo. Y lo mismo pasa con la religión: si deseas prosperar en tu trabajo para Jesús, procura que sea un trabajo de corazón y efectuado con todo el corazón. Pon en la religión tanta fuerza, energía, sinceridad y pasión como jamás hayas puesto en tus negocios; pues la religión las merece mucho más. El Espíritu Santo nos ayuda en nuestras flaquezas, pero no estimula nuestra ociosidad. Él ama a los creyentes activos. ¿Quiénes son los hombres más útiles en la Iglesia cristiana? Aquellos que llevan a cabo las obras que emprenden por la causa de Dios con todo su corazón. ¿Cuáles son los instructores de la Escuela Dominical que tienen más éxito? ¿Los más dotados? No: los más celosos. Los hombres cuyo corazón está sobre el fuego son aquellos que ven a su Señor cabalgar prósperamente en la majestad de la salvación. La sinceridad se muestra en la perseverancia. Tal vez haya fracaso al principio; pero el obrero diligente dirá: «Esta es la obra del Señor; debe, por tanto, llevarse a cabo. Mi Señor me ha ordenado hacerla y con su poder la haré». Cristiano, ¿estás sirviendo a tu Maestro con todo el corazón? Recuerda el celo de Jesús: piensa en su trabajo de corazón.

Él podía decir: «El celo de tu casa me consume». Cuando sudaba grandes gotas de sangre, no era liviana la carga que llevaba sobre sus benditos hombros; y cuando derramaba su corazón, no era un débil esfuerzo el que estaba haciendo por la salvación de su pueblo. ¿Somos nosotros fríos cuando Jesús era ferviente?

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 83). Editorial Peregrino.

Atenderé a mis caminos | Charles Spurgeon

14 de marzo
«Atenderé a mis caminos».
Salmo 39:1

Compañero de peregrinación, no digas en tu corazón: «Yo iré aquí y allá y no pecaré», porque nunca estarás tan lejos del peligro de pecar como para alardear de seguridad. El camino es muy fangoso: será difícil que limpies tu senda de manera que tus vestidos no se ensucien. Este es un mundo de betún; debes, por tanto, velar constantemente si al rozarte con él quieres conservar tus manos limpias. Hay un ladrón en cada recodo del camino para robar tus joyas; hay una tentación en cada virtud; hay una trampa en cada alegría; y, si alguna vez llegas al Cielo, será por un milagro de la gracia divina que debe atribuirse exclusivamente al poder de tu Padre. Está, pues, vigilante. Cuando alguien lleva una bomba en la mano, debe intentar no acercarse a una vela; tú también has de tener cuidado de no entrar en tentación. Aun tus actos corrientes son instrumentos afilados; debes, pues, pensar en cómo manejarlos. No hay nada en el mundo que estimule la piedad de un cristiano; en cambio hay muchas cosas que la destruyen. ¡Cuán deseoso debieras estar de recurrir a Dios para que él te guarde! Tu oración debería ser: «Sostenme y estaré seguro». Después de haber orado, debes velar, cuidando cada pensamiento, palabra y obra con celo santo. No te expongas, si no tienes necesidad; pero si eres llamado a exponerte, si se te ordena ir adonde los dardos vuelan, nunca te aventures a salir sin tu escudo. Porque si el diablo te encuentra alguna vez sin el mismo, se alegrará de que su hora de triunfo haya llegado, y de que pronto te hará caer herido por sus flechas. Aunque no te puede matar, sí le es posible herirte. Sé sobrio, sé vigilante; el peligro se puede presentar en un momento cuando todo te parezca seguro. Por tanto, atiende a tus caminos y vela en oración. Ninguno cae en el error por ser demasiado vigilante. Que el Espíritu Santo nos guíe en todos nuestros caminos, para que estos siempre agraden al Señor.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 82). Editorial Peregrino.