Jesús permaneció en la cruz

Viernes 2 Junio
(Un malhechor crucificado al lado de Jesús le dijo:) Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Lucas 23:42-43

Jesús permaneció en la cruz
Leer Lucas 23:39-43

El evangelio según Lucas afirma que uno de los dos malhechores crucificados con Jesús lo injurió diciéndole: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Quería salvarse de las consecuencias de sus malas acciones mediante una intervención milagrosa, sin juzgar el motivo de su desgracia, es decir, su rebelión contra Dios. Lo mismo sucede con la humanidad, quiere ser librada de las consecuencias del pecado, sin juzgar su corazón, sin un verdadero arrepentimiento.

Pero Jesús no vino para efectuar una liberación física e inmediata de estos dos ladrones. Él vino con un propósito mucho más grande: morir en la cruz para pagar nuestra deuda con Dios, para sufrir la condena en nuestro lugar, para quitar el pecado del mundo, para borrar los pecados de todos los que le piden perdón y creen en él. Así lo entendió el segundo malhechor: reconoció su culpa, y al mismo tiempo reconoció la inocencia de Jesús. Por ello recibió la maravillosa certeza de una salvación total: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. ¡Qué fe en este hombre, y qué consuelo para Jesús en esos momentos de intenso dolor!

Al recordar las perversas y odiosas provocaciones hechas contra Jesús, admiramos la perfecta paciencia de nuestro Señor, que podría haber movilizado a todos los ángeles del cielo para librarle de sus enemigos. Pero sabemos que si permaneció en la cruz, fue por amor a los que quería salvar.

2 Reyes 4:1-24 – Romanos 9 – Salmo 66:16-20 – Proverbios 16:19-20

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Salvados bajo las bombas

Miércoles 31 Mayo
Así ha dicho el Señor: Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado… Y los príncipes… y el rey se humillaron, y dijeron: Justo es el Señor. Y cuando el Señor vio que se habían humillado… (dijo): Se han humillado; no los destruiré; antes los salvaré en breve.
2 Crónicas 12:5-7
Salvados bajo las bombas
Una vez más una joven estudiante alemana había oído el Evangelio, pero había permanecido indiferente. Ella quería vivir su vida y lo estaba haciendo, hasta el terrible día del gran bombardeo de Hamburgo, Alemania, durante la segunda guerra mundial. En pocas horas, en julio de 1943, la ciudad se convirtió en una hoguera.

En su huida halló refugio con otras personas en una iglesia de la aldea vecina. Esta pobre gente lo había perdido todo, lloraba y se lamentaba. Un cristiano fue a verlos, escuchó sus quejas y comprendió su angustia. Luego pidió silencio y dijo: «Queridos amigos, al pasar entre ustedes oí en medio de sus quejas, las cuales comprendo, una frase de la que quisiera hablarles. Alguien dijo: -Dios nos ha abandonado. Esto no es cierto. Ustedes se equivocan. ¡La verdad es que somos nosotros quienes hemos abandonado a Dios!».

Al contarnos este episodio, cincuenta años más tarde, la señora que lo vivió cuando era joven agregó: «Es todo lo que recuerdo de las palabras de ese cristiano. Pero esta frase fue como una flecha que alcanzó mi corazón. Por encima del estruendo de las bombas, la voz de Dios se dirigía a mí, quizá por última vez. Respondí a su llamado y nunca más me aparté de él».

“Yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia” (Salmo 59:16).

“En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio” (Salmo 62:7).

2 Reyes 2 – Romanos 8:18-27 – Salmo 66:1-7 – Proverbios 16:15-16

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La ascensión del Señor

Jueves 18 Mayo
(Jesús) los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
Lucas 24:50-51

La ascensión del Señor
La actitud de Jesús frente a sus discípulos, en el momento de Su ascensión, conmueve el corazón. En este momento de separación, antes de dejar a sus amados en el mundo, una vez más los bendijo a todos.

Una maravillosa transformación se había efectuado en los discípulos gracias a todo lo que Jesús les había comunicado. A pesar de la partida de su Maestro muy amado, sus corazones desbordaban de gozo, mientras que antes de Su muerte, y después, estaban decepcionados y entristecidos. Cualesquiera que fueran las circunstancias que atravesaran los muy amados del Señor, ellos estaban llenos de acciones de gracias y de gozo porque lo conocían no solo a él, sino también Sus palabras inmutables. Pero esperaban el hermoso momento en que solo él llenaría los corazones, en un mundo nuevo, donde no existirá separación ni motivo de tristeza.

Llenos de este gozo, los discípulos esperaron la llegada del Espíritu Santo, que sucedió el día de Pentecostés. Desde entonces, en la abundancia de la vida divina y bajo la poderosa acción del Espíritu Santo, ellos cumplieron su servicio, haciendo, como Jesús se lo había dicho en Juan 14:12, obras mayores que él mismo, a excepción de la redención, que solo él pudo cumplir.

El conocimiento del Señor debe producir en nosotros el deseo de aprender cada vez más de él, hasta el día en que nuestro conocimiento sea perfecto; porque seremos semejantes a él y le veremos tal como es (1 Juan 3:2).

1 Reyes 14 – Marcos 14:26-52 – Salmo 59:8-17 – Proverbios 15:23-24

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Identidad en Cristo

Miércoles 17 Mayo
A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Juan 1:12

Identidad en Cristo

A lo largo de la historia, algunos regímenes políticos han tratado de privar de su identidad personal a sus opositores o a aquellos de quienes querían deshacerse. Personas rescatadas de cárceles o de campos de concentración describieron procesos de desequilibrio de la personalidad y de deshumanización escalofriantes.

Pero existe una identidad indestructible: la que poseen todos aquellos a quienes Dios llama sus hijos. El apóstol Juan empieza su evangelio afirmando que todos los que reciben a Jesús como su Salvador tienen un derecho nuevo otorgado por Dios: el de ser sus hijos. Y el apóstol Pablo añade: Habiendo creído en Jesús, “fuisteis sellados con el Espíritu Santo” (Efesios 1:13). El sello que Dios pone en los suyos es inviolable; la salvación mediante la fe en Jesucristo nos da de manera definitiva la posición de hijos de Dios. ¡Nadie nos puede robar esta identidad! Ni siquiera el mismo diablo puede quitárnosla. ¡Esta seguridad nos da una paz interior inmensa! Pablo también afirma: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39). Seamos de aquellos que tienen la certeza de que su identidad es inalterable y que pertenecen a la familia de Dios durante su vida terrenal y por toda la eternidad.

“Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:9-10).

1 Reyes 13 – Marcos 14:1-25 – Salmo 59:1-7 – Proverbios 15:21-22

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¿Podemos creer en el hombre?

Martes 16 Mayo
Dejaos del hombre… porque ¿de qué es él estimado?
Isaías 2:22

Jesús mismo no se fiaba de ellos… pues él sabía lo que había en el hombre.
Juan 2:24-25

(El apóstol Pablo dijo:) Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
1 Corintios 11:1

¿Podemos creer en el hombre?

Después de los terribles genocidios de la segunda guerra mundial (1939-1945), se le preguntó a un rabino si todavía podía creer en Dios.

–Esa no es la pregunta correcta, respondió el rabino. La verdadera pregunta es: ¿Cómo podemos creer todavía en el hombre?

Creer en el hombre es pensar que él puede mejorarse. Es creer que la paz es posible en la tierra gracias a los esfuerzos humanos. Desde siempre, el hombre cuenta consigo mismo para hacer frente a todos sus problemas. Pero a pesar de su inteligencia y su buena voluntad, por sus propios medios no ha podido llegar a la satisfacción, a la paz, a la felicidad. Cada uno puede constatarlo: el hombre es egoísta, frecuentemente da prioridad a sus intereses personales; quiere vivir sin Dios, quien lo creó… Es triste comprobarlo: el mal forma parte de la naturaleza humana, está en cada uno de nosotros.

Estamos afectados por esta enfermedad que la Biblia llama “pecado”, y nunca podremos curarnos mediante nuestros propios esfuerzos. Aceptemos pues el remedio dado por Dios. Jesús, el Hijo de Dios, vino a la tierra como hombre perfecto para salvar a su criatura y darle perdón, paz y vida eterna. ¡Creer en Jesús, quien murió en la cruz por mí, es el paso obligatorio e individual que debo dar para ser totalmente perdonado del pecado y recibir la vida eterna!

Si la vida de Jesús, quien murió en la cruz por usted, anima desde ahora sus pensamientos, sus acciones y sus relaciones, también verá que todo hombre puede convertirse en imitador “de Cristo”. ¡Él le dará la fuerza!

1 Reyes 12 – Marcos 13 – Salmo 58:6-11 – Proverbios 15:19-20

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En un bar (2)

Lunes 15 Mayo
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros…
Este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Lucas 15:18-24

En un bar (2)
Al salir del bar, los amigos de Esteban lo felicitaron. Cuando se iban a separar, el hombre musculoso se acercó y preguntó:

–¿Podría verle mañana?

Esteban dudó.

–Sí, pero, ¿para qué?

–Su predicación me conmovió. Me gustaría hablar con usted; confío en usted.

Esteban aceptó, pero esperaba que el hombre olvidase el asunto. Sin embargo, al día siguiente llegó. Esteban lo hizo entrar:

–¿Qué me quería preguntar?

–Es una historia triste: mi mujer y yo estamos endeudados hasta el cuello. No paramos de pelear, soy adicto al alcohol… ¡Es una miseria! Desesperado, pidió:

–Por favor, ¡ore por mí ahora!

¡Qué sorpresa se llevó Esteban! ¿Debía confesar su engaño? Si lo hacía, aquel hombre perdería toda esperanza. Entonces, como pudo, tartamudeó unas palabras piadosas… El visitante le dio las gracias y le preguntó si podía volver. Esteban aceptó. Pero, ¿dónde iba a buscar palabras de aliento si él mismo también las necesitaba? Esta situación lo hacía sentir cada vez más incómodo. ¿Dónde encontrar ayuda? Quizá su vecino podría ayudarle.

Este último lo recibió gozoso. Esteban y su compañero visitaron frecuentemente la casa de aquel creyente, y a medida que leían la Biblia, abrían su corazón al amor de Dios que los buscaba. Pronto reconocieron su pasado miserable, culpable, y recibieron el perdón de Dios. Así encontraron la paz del corazón y la felicidad de la presencia divina.

1 Reyes 11:23-43 – Marcos 12:28-44 – Salmo 58:1-5 – Proverbios 15:17-18

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En un bar (1)

Domingo 14 Mayo

El hijo menor se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

Lucas 15:13

Y volviendo en sí, dijo:… Me levantaré e iré a mi padre.

Lucas 15:17-18

En un bar (1)

Según las costumbres anglosajonas, algunos cristianos entraron en un bar, distribuyeron tratados y empezaron a cantar un himno. Esteban y dos de sus amigos reaccionaron violentamente y arrugaron los tratados antes de tirarlos. Al salir, Esteban tuvo una idea:

–¡Eh, chicos, vamos a hacer como si fuésemos religiosos! Daré un gran sermón sobre el hijo pródigo, y ustedes cantarán. Los tres amigos decidieron llevar a cabo su plan en un bar donde no eran conocidos. Necesitaban una Biblia, por ello Esteban le pidió una a su vecino quien, muy contento de ver su repentino interés por ese libro, le dijo que podía conservarla.

Encontrar la parábola del hijo pródigo no fue fácil, por ello Esteban recorrió todo un evangelio. Algunos pasajes le trajeron recuerdos, pero otros eran completamente nuevos para él. De repente se preguntó: ¿y si me hacen preguntas después del sermón?

La tarde señalada los amigos se encontraron en el bar. El ambiente era el mismo: olor a licor, risas fuertes… Desde su llegada empezaron a cantar: «Si supiera qué Salvador tengo…». Después de algunos instantes de sorpresa, les lanzaron todo tipo de artefactos. Dos hombres se les acercaron mostrando sus puños, pero un hombre fornido se levantó y empujó a los agresores.

–¡Déjenlos cantar!

Nadie se atrevía a contradecirlo. Sus manos de boxeador y su apariencia amenazante imponían el respeto. Esteban predicó y ese hombre lo escuchó atentamente. Los demás continuaron jugando a las cartas. Después del sermón los tres amigos salieron.

(mañana continuará)

1 Reyes 11:1-22 – Marcos 12:1-27 – Salmo 57:6-11 – Proverbios 15:15-16

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El fruto del Espíritu (3)

Sábado 13 Mayo

El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer.

Romanos 15:13

El gozo del Señor es vuestra fuerza.

Nehemías 8:10

El fruto del Espíritu (3)

El gozo

El gozo y la paz, que forman parte del fruto del Espíritu Santo, embellecen la vida del cristiano y son portadores de esperanza. Son rasgos poco comunes en nuestro mundo que a menudo vive amargado y atormentado…

El gozo, como cualquier emoción, puede ser por una buena o una mala razón. Si es mala, “vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza”, dice el apóstol (Santiago 4:9). Pero en la Biblia la mayoría de las veces el gozo es algo positivo, señal de un vínculo estrecho con Dios (Hechos 8:39).

Algunos cristianos piensan que el gozo no es primordial en la vida cristiana. Sin embargo, este ocupa el segundo lugar en la lista que describe el fruto del Espíritu. Es verdad que en medio de las circunstancias difíciles de la vida puede parecer imposible regocijarse. Pero para cada creyente, el Espíritu Santo es un intercesor y un consolador: permite que el gozo fluya, incluso donde la tristeza reina (Hechos 16:22-25), algo parecido a los rayos solares que penetran a través de la niebla en un día de invierno.

Este es el testimonio de muchos cristianos prisioneros por su fe. Experimentaron angustias, sufrimientos, pero también un gozo interior profundo, el “gozo del Espíritu Santo” (1 Tesalonicenses 1:6). Uno de ellos escribió poco antes de morir en la cárcel: «En mi enfermedad, siempre conservo el gozo en mi corazón».

Amigos cristianos, no nos dejemos robar el gozo que Dios nos da. Este puede conducir a quienes nos rodean a ir a la fuente de ese gozo: Jesús mismo, quien lo renueva en nosotros mediante la acción de su Espíritu.

(continuará el próximo sábado)

1 Reyes 10 – Marcos 11:20-33 – Salmo 57:1-5 – Proverbios 15:13-14

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Cantad al Señor de todo corazón

Viernes 12 Mayo

Cantad al Señor cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Salmo 98:1
Su alabanza sea en la congregación de los santos.
Salmo 149:1

Cantad al Señor de todo corazón

Cada uno de los 150 salmos de la Biblia fue compuesto por un autor en una etapa particular de su vida. Los pensamientos y las reflexiones expresadas en ellos nos ayudan a comprender las situaciones que atravesamos hoy. También nos llevan a tener confianza en Dios y a alabarlo. Pero a veces leemos muy superficialmente expresiones como: “Señor, la habitación de tu casa he amado” (Salmo 26:8), o “Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado” (Salmo 16:1).

De hecho, muchos salmos o incluso partes de salmos expresan los pensamientos del hombre perfecto: Jesucristo. Si bien es cierto que solo él puede expresarlos y vivirlos absolutamente, cada uno de nosotros puede leerlos ante Dios con una actitud de adoración. Pero ante estos absolutos, ante estas expresiones que sobrepasan nuestra vida de fe, detengámonos para escuchar a Jesús, el Único. Guardemos silencio, apartemos la mirada de nosotros mismos y volvámonos a lo que Jesús sentía en lo profundo de su ser, especialmente en sus sufrimientos, pero también en su vida de hombre y de adorador perfecto.

Seguramente ciertos salmos puestos en su boca resonarán entonces de forma nueva, más fuerte y más real. Retomemos cada salmo, lentamente, redescubriéndolos uno a uno a la luz de Cristo, y cantemos a Dios de todo corazón. Cantemos su alabanza (Salmo 149:1). Así Jesús nos invita a entrar en sus pensamientos, en sus oraciones e intercesiones.

¡Sin duda alguna, los salmos también son para nosotros!

1 Reyes 9 – Marcos 11:1-19 – Salmo 56:8-13 – Proverbios 15:11-12

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Saulo de Tarso

Jueves 11 Mayo

(Saulo) oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.

Hechos 9:4-5

En seguida (Saulo) predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que este era el Hijo de Dios.

Hechos 9:20

Saulo de Tarso

Para Saulo de Tarso la situación era clara: los que hablaban de Jesús formaban una secta peligrosa. Había que detenerlos, aunque fuese con violencia. Saulo pensó que había encontrado la solución, pero no había previsto un punto muy importante: Jesús estaba vivo. Saulo había oído a Esteban, el primer mártir, afirmar que veía a Jesús en el cielo, pero no había comprendido y seguía persiguiendo a los cristianos.

Un día, cuando iba camino a Damasco para arrestar a los cristianos, repentinamente se vio rodeado por un resplandor de luz del cielo, y cayó a tierra. Entonces una voz lo interpeló: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. En ese instante comprendió y aceptó que Jesús estaba vivo y que era el Señor (ver Hechos 25:19). ¡Toda su vida fue transformada inmediatamente!

Sin tardar anunció que Jesús era el Mesías anunciado por los profetas, el Hijo de Dios. Luego, progresivamente, se apropió el mensaje cristiano y, sobre todo, comprendió que Jesús había muerto para llevar sus pecados.

Amigo lector, ¿está convencido de que Jesús vive? Él no le ha hablado directamente, como a Pablo, pero le interpela mediante este mensaje bíblico. Lo que vivió Saulo, quien se convirtió en el apóstol Pablo, está escrito en la Biblia, para que usted aprenda de su experiencia y crea. ¿Qué hizo Saulo? Oró al Señor. Esto es lo que usted puede hacer, y así, teniendo un encuentro con el Salvador, nacerá a la fe. Luego su voz se añadirá a la de los testigos de Jesús.

1 Reyes 8:31-66 – Marcos 10:32-52 – Salmo 56:1-7 – Proverbios 15:9-10

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