Qué hacer cuando tu hijo es adicto a los videojuegos | Melanie Hempe

Qué hacer cuando tu hijo es adicto a los videojuegos

Melanie Hempe

Estábamos en la carretera, llevando a nuestro hijo mayor de vuelta de su primer año en la universidad, cuando el momento de claridad llegó.

«Mamá, he estado en la cama durante la última semana», dijo Adam. «No salí de mi dormitorio. No terminé mis clases. Ese videojuego me hizo algo».

Nunca olvidaré el shock que sentí. ¿Qué quieres decir con «ese juego me hizo algo»?

En ese momento, seis años de conflicto de repente tenían sentido. Por fin me di cuenta: nuestro hijo estaba atrapado en su mundo virtual y no podía salir.

Problema
Debí haberme dado cuenta de las señales de advertencia en la escuela secundaria, cuando Adam empezó a dejar los deportes y los pasatiempos para jugar más a los videojuegos. También empezó a preferir su mundo de juegos a pasar tiempo con nosotros o ir a la iglesia. Yo odiaba mi nuevo trabajo como mamá policía de los videojuegos, poniendo el temporizador de la cocina y lidiando con constantes conflictos sobre su tiempo de juego.

¿Era normal que un adolescente estuviera horas y horas felizmente encorvado sobre una pantalla en el oscuro sótano? Mis amigas me decían: «Al menos no se mete en problemas. Al menos siempre sabes dónde está». Recuerdo pensar que era un estándar muy bajo. Pero era mi primer hijo, y parecía estar aprendiendo mucho en esa pantalla; al menos, eso es lo que él me decía.

Si sientes que algo va mal en la relación de tu hijo con las pantallas, no ignores esa persistente advertencia interior

Sus hábitos frente a la pantalla empeoraron en noveno grado, cuando su escuela, como muchas otras, dio un computador portátil a cada estudiante. Ese fue un punto de inflexión para nuestra familia, porque perdimos toda capacidad de ayudarle a controlar su tiempo frente a la pantalla. Un día, mientras caminaba por el pasillo de la escuela para reunirme con el consejero y hablar del problema, me crucé con una fila de chicos que jugaban a Call of Duty en sus portátiles regaladas. Me pregunté cómo lo estarían afrontando otros padres.

El resto del tiempo que Adam pasó en la secundaria estuvo lleno de conflictos: el tira y afloja de intentar manejar la vida con su inmanejable obsesión por los juegos. Nos alegramos de que fuera a la universidad; suponíamos que superaría su hábito juvenil y por fin empezaría su vida. Pero nos equivocamos. En el viaje de vuelta a casa, me di cuenta de que nos enfrentábamos a algo más serio que un mal hábito. Tenía todos los síntomas de una adicción.

Investigación
Mi formación es en enfermería, así que me sumergí a fondo en la investigación cerebral relacionada con el uso de videojuegos. Hablé con médicos y neurocientíficos de todo el país y aprendí que la adicción a los videojuegos incluye un componente neuroquímico bien definido. Las resonancias magnéticas muestran que la adicción a los videojuegos es neurológicamente similar a cualquier otra adicción. Al igual que las apuestas y las drogas, el juego secuestra la vía de recompensa de la dopamina. La sobreproducción de dopamina durante el juego desencadena una serie de acontecimientos neuroquímicos que conducen a un anhelo por más. Esto, a su vez, provoca un deterioro del autocontrol y disfunciones en las actividades cotidianas y las relaciones interpersonales, factores determinantes de cualquier adicción.

Adam no exageraba: el juego le había «hecho algo» a su cerebro.

Pasé de pensar en términos de límites parentales —como fijar un toque de queda o no permitir películas de clasificación R— a comprender las implicaciones emocionales y espirituales más profundas de un niño perdido en el mundo virtual. El juego no era un rito de iniciación neutral. Por el contrario, como todas las actividades adictivas, podría potencialmente arrastrar a un niño lejos de los cimientos de su vida familiar y espiritual. Se convierte en el dios de su propio universo en su escapada diaria. Con el tiempo, el mundo virtual puede llegar a ser tan auténtico y tan inmersivo que la necesidad de su familia, de Dios y del gozo natural disminuye.

Redención
Incluso cuando los tiempos eran oscuros y me sentía aislada en esta lucha, sabía que en el fondo había un propósito mayor. 2 Corintios 1:3-5 nos dice que Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que podamos consolar a los que están en cualquier tribulación con el consuelo que hemos recibido de Dios. Me prometí a mí misma que nunca olvidaría el dolor de esta etapa de mi vida para poder ayudar a otras familias a evitar lo que le ocurrió a mi hijo mayor.

Gracias a Dios, nuestra historia está llena de redención. En primer lugar, casi doce años después, a Adam le va bien: sirvió cinco años en el ejército estadounidense y se graduó de la licenciatura. Ahora está terminando la carrera de Derecho y es portavoz de ScreenStrong, una organización sin ánimo de lucro que creamos para salvar a los niños del camino que él tomó. Adam les cuenta que desearía poder recuperar las más de diez mil horas que pasó jugando y perdiéndose en el mundo virtual.

En segundo lugar, a raíz de lo que vivió Adam, mi esposo y yo cambiamos la forma de abordar la tecnología con su hermana y sus hermanos gemelos más pequeños, creando para ellos una infancia libre de videojuegos y teléfonos inteligentes.

¿Radical? Sí. Pero nuestra hija se desenvolvió bien en la escuela secundaria sin teléfonos inteligentes ni redes sociales. Nunca se vio arrastrada al drama de las guerras de mensajes de texto de secundaria ni a las tentaciones de los adolescentes mayores en las redes sociales. Los gemelos están progresando en la escuela secundaria, manteniendo relaciones cara a cara con muchos grupos de amigos, entrenadores y profesores. En lugar de jugar a Fortnite durante cuatro horas diarias, compiten en béisbol y en carreras a campo traviesa, forman parte del consejo estudiantil y disfrutan tocando el violín y el piano. Todas estas son actividades que Adam perdió por el tiempo que invirtió mirando una pantalla con el control del juego en la mano.

A menudo me preguntan si ellos se sienten excluidos. No, mis hijos están muy unidos a sus amigos y a nuestra familia. Este camino ha dado lugar a mucha alegría en nuestro hogar.

En tercer lugar, Dios ha usado la historia de Adam para llegar a muchas familias. Ahora paso mi tiempo ayudando a otras madres y padres que están luchando con problemas de tiempo de pantalla en sus hogares. La educación sobre los efectos de las pantallas en el cerebro se convierte en la luz que brilla en los lugares oscuros. Los padres pueden comprender los efectos del uso excesivo de las pantallas en el desarrollo del niño y tomar las mejores decisiones para su familia. A través de la comunidad, los padres dejan de sentirse aislados y avergonzados. ¿Cuál es el resultado? Se restablecen las relaciones.

Sigamos avanzando
No hay que avergonzarse de cometer errores; nosotros cometimos muchos. Como padres, luchamos por vivir en la tensión entre la soberanía de Dios sobre cada centímetro cuadrado de la creación (citando a Abraham Kuyper) y nuestra responsabilidad de ser fieles administradores de nuestras vidas y guardianes de nuestros hijos.

¿Cómo podemos hacer esto bien? Los elementos adictivos y provocativos de los videojuegos son tan poderosos que creo que es peligroso permitir que entren en nuestros hogares como una actividad valorada durante la infancia y luego esperar que nuestros hijos prosperen. Preparar a nuestros hijos para el fracaso no es protegerlos, no es sabio y no honra a nuestro Creador.

La solución no consiste en privar a nuestros hijos de la diversión, sino en devolverles el gozo profundo de la vida real

Nuestra responsabilidad como padres es proteger a nuestros hijos de los elementos adictivos de la cultura que les hacen daño. Hazte algunas preguntas: ¿Está aumentando el uso de juegos en tu casa con el paso del tiempo? ¿El tiempo dedicado a los juegos está desplazando a los deportes y las aficiones sanas? ¿Están empeorando las notas y las relaciones de su hijo? ¿Su juego lo está distanciando de Dios y de su familia?

Si sientes que algo va mal en la relación de tu hijo con las pantallas, no ignores esa persistente advertencia interior, como hice yo durante mucho tiempo.

Adam me dijo una vez: «Mamá, nunca herirás mis sentimientos si compartes mi historia. Por favor, advierte a todas las familias que puedas».

Todas las familias se enfrentan al maremoto de la tecnología digital en la infancia, pero no todas tienen por qué verse arrastradas por ella. No podemos inmunizar a nuestros adolescentes con controles parentales o más conversaciones. No podemos cambiar el proceso de desarrollo infantil: son inteligentes pero no maduros. No podemos obligar a los niños a ser «sabios» con el tiempo de pantalla, ya que no son adultos con un córtex frontal totalmente conectado.

Pero podemos estar más informados y ser más diligentes a la hora de alinear las actividades de nuestros hijos con nuestros valores. Podemos evitar proactivamente las luchas frente a la pantalla y centrarnos en relaciones sanas. La solución no consiste en privar a nuestros hijos de la diversión, sino en devolverles el gozo profundo en el compromiso con la vida real. Dios creó un mundo para que lo exploren y aventuras para que las vivan en la vida real. Apuntemos hacia Su dirección.

Mantengamos allí también nuestra mirada. Recordemos que Dios es quien nos da nuevas misericordias cada mañana (Lm 3:22-23), sabiduría cuando se la pedimos (Stg. 1:5) y resistencia y ánimo que podemos compartir con otros (Ro 15:5).

La adicción a los videojuegos es real; no tengas miedo de buscar ayuda de padres que han salido del otro lado de sus luchas contra las pantallas. Hay esperanza. Por la gracia de Dios, puedes recuperar a tus hijos y reconectar a tu familia.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
Nota del editor:
Amy C. Eytchison contribuyó a este artículo.

Melanie Hempe (BSN, Emory University) es la fundadora de ScreenStrong, una organización nacional sin ánimo de lucro que trabaja con las familias para eliminar la dependencia infantil de las pantallas. Ha escrito tres libros para padres y presenta un podcast semanal, ScreenStrong Families. Su trabajo ha aparecido en Psychology Today, The Wall Street Journal, Thrive-Global, A&E Network, CBS, NPR, CNN, el documental Screened Out y diversos medios de comunicación y televisión. Vive en Carolina del Norte con su esposo y sus cuatro hijos.

Cómo entender el sermón impactante de Pedro en Pentecostés | Albert Mohler

Nota del editor: Este es un fragmento adaptado del libro Hechos 1 – 12 para ti (Poiema Publicaciones, 2022), por Albert Mohler Jr.

La llegada del Espíritu Santo en los acontecimientos de Pentecostés en Hechos 2:1-13 prepara el escenario para el sermón de Pedro en los versículos 14-36. En este punto, es importante resaltar que este sermón marca el inicio del testimonio de la iglesia en cumplimiento de la comisión dada a los apóstoles en Hechos 1:8.

Con el sermón en Pentecostés, Pedro presenta el testimonio de la iglesia cristiana al mundo, el cual declara que Jesucristo es el Señor crucificado y resucitado. El mensaje comenzará aquí en Jerusalén, pero, así como lo deja en claro el libro de Hechos, continuará extendiéndose al resto del mundo.

El hombre
La porción de Hechos 2:14-36 contiene uno de los sermones más asombrosos que se han predicado. Pero antes de ver lo que se dijo, o incluso cómo se dijo, date cuenta quién habló a la multitud de Jerusalén en este día extraordinario.

El versículo 14 revela que Pedro fue el predicador de ese día y que estaba junto a los otros apóstoles. Puede que este hecho no nos sorprenda, pero debemos considerar nuevamente cuán impactante es en la historia bíblica el hecho de que Pedro estuviera siquiera presente, y ¡cuanto más hablando!

Pedro actuó de manera cobarde, incluso negando a Jesús en los últimos momentos de Su vida (Lc 22:54-62), por lo que la presencia de Pedro en el día de Pentecostés es testimonio de la voluntad de Cristo para perdonar incluso al peor de los pecadores. La osadía de Pedro en el día de Pentecostés solo puede ser explicada por el poder del Espíritu obrando en él. Solo unas semanas antes, Pedro estaba dándole la espalda a Cristo. Ahora está proclamándolo con confianza, e incluso confrontando a los judíos con su pecado y necesidad de arrepentirse.

Con el sermón en Pentecostés, Pedro presenta el testimonio de la iglesia cristiana al mundo, el cual declara que Jesucristo es el Señor crucificado y resucitado

Debemos reflexionar sobre el denuedo y el liderazgo de Pedro en el día de Pentecostés. La gracia que recibió de Cristo en el momento de su restauración después de su negación le permitió predicar el evangelio y hacerlo con osadía. El Señor sabía que Pedro lo negaría (Lc 22:34). Esa tarde, Pedro, de hecho, negó al Señor y hacer eso lo quebrantó emocionalmente (Lc 22:54-62).

El apóstol Juan completa los detalles de lo que sucedió después de la negación de Pedro. A la luz de su triple negación, Cristo le extendió misericordia al otorgarle una triple redención (Jn 21:15-19). Pedro ha sentido el dolor de su pecado y la redención por la gracia de Cristo. La razón por la cual esto es importante es que la historia de Pedro es la historia de cada cristiano. La misericordia del Señor puede restaurar a cualquiera. Ahora Pedro extiende esa misma misericordia a la multitud que se ha reunido ese día de Pentecostés.

El método
Lo segundo que debemos notar acerca del sermón de Pedro es el método que utilizó para presentarlo. Observa que de inmediato Pedro dirige su audiencia a las Escrituras: «esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel» (Hch 2:16). De hecho, Pedro apela a las Escrituras en repetidas ocasiones. En el transcurso de su sermón, entrelaza grandes pasajes del Antiguo Testamento que hablan sobre Cristo como Joel 2 y los Salmos 16 y 110.

El sermón de Pedro es un ejemplo maravilloso para nosotros de lo que debería ser la predicación: acudir al texto bíblico, explicarlo, aplicarlo y pedir una respuesta. En otras palabras, Pedro muestra aquí en los primeros capítulos de Hechos que los apóstoles del primer siglo se dedicaron a la predicación expositiva. Su proclamación se enfoca en la persona y la obra de Jesucristo. Su enfoque es apropiado dada la importancia del momento que acaba de ocurrir. Con demasiada frecuencia, los sermones se entrelazan alrededor de historias o temas no relacionados, sin centrarse en Jesús. Pedro no hace esto. Su sermón es directo y demuestra el cumplimiento de las promesas de Dios en la persona y obra de Jesucristo.

El mensaje
En Hechos 2:17-21, Pedro explica y defiende las acciones de los apóstoles en el aposento alto en Pentecostés. Algunos judíos en la multitud creían que los apóstoles estaban borrachos (v. 13), pero Pedro explica que el profeta Joel había predicho los desconcertantes acontecimientos de Pentecostés y que, por lo tanto, los apóstoles estaban cumpliendo así la profecía del Antiguo Testamento.

Pedro dice que Joel 2 profetizó que señales milagrosas acompañarían al derramamiento del Espíritu en los «últimos días» y de acuerdo con el Antiguo Testamento, los «últimos días» fueron los días del nuevo pacto y la nueva creación (Hch 2:17). Esencialmente, el apóstol está enseñando a la multitud que todas las promesas del Antiguo Testamento acerca de la nueva creación han sido ya inauguradas por la obra de Jesucristo.

Pedro continúa su sermón enfatizando la soberanía de Dios sobre los eventos alrededor de la muerte y la resurrección de Jesús. Como señala, la muerte de Jesucristo fue parte del «determinado propósito» de Dios desde toda la eternidad (Hch 2:22-24).

Algunas tradiciones teológicas tienen la noción equivocada de que la historia se desarrolla como un proyecto cooperativo entre Dios y el hombre, es decir que Dios está esperando a ver cómo nuestras acciones darán forma a la historia y luego responderá de acuerdo con ellas. Sin embargo, este punto de vista no es congruente con la Biblia. Jesús no terminó en la cruz por un fracaso en Su ministerio. Pedro declaró que Jesús fue entregado por Dios el Padre según el plan predeterminado de Dios (v. 23). Dios no envió a Jesucristo para ver cómo Su creación, en su naturaleza pecaminosa, respondería a Él. Ni tampoco consideró la crucifixión como una mera posibilidad. Jesucristo fue el Cordero de Dios, enviado a morir.

Pedro llama a su audiencia a reconocer las Escrituras y su clara enseñanza con respecto a la identidad de Jesús: el mayor hijo de David, el Mesías de Israel. Esta gran verdad debería dar a los cristianos de todo el mundo una firme certeza de que Dios tiene realmente el control de la historia del mundo y el control de nuestras vidas. Nuestro Dios no está esperando a ver cómo se desarrolla la historia. El Dios de las Escrituras es el Dios que dispone todas las cosas de acuerdo con el designio de Su voluntad (Ef 1:11). Él es el Dios que actúa en la historia. Él es el Dios trascendente, eterno, soberano, omnipotente y omnisciente. Esto no significa que los hombres responsables de la crucifixión estén excusados; los que estaban presentes en la crucifixión son llamados «impíos» y son culpables de su pecado (Hch 2:23). Pero la Biblia contiene ambos hechos aparentemente contradictorios —la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre— como verdades armoniosas.

Por supuesto, la historia no termina con la crucifixión. Pedro continúa su sermón señalando: «Este [Jesús]… ustedes lo clavaron en una cruz por manos de impíos y lo mataron. Pero Dios lo resucitó» (v. 23-24). La gente impía o malvada había tratado de matar a Jesús, pero Dios lo levantó de los muertos. Toda la redención es iniciada por Dios.

Los seres humanos habían llegado a un punto de absoluta rebelión. Simplemente ya no había nada más que pudiéramos hacer por nosotros mismos. Pero Dios tomó la iniciativa y nos salvó mediante la obra de Cristo. Pedro está enseñando que, sin que los malvados que mataron a Jesús supieran, Dios siempre había planeado entregar a Su Hijo para que fuera asesinado, y luego resucitarlo de entre los muertos. Fue en esta victoria que Dios demostró Su sabiduría y poder sobre la muerte. Argumentando a partir de las Escrituras, el apóstol continúa enfatizando el señorío de Cristo, que se da a conocer ahora a través de la resurrección.

Finalmente, Pedro hace un llamado a su audiencia a reconocer las Escrituras y la clara enseñanza del Antiguo Testamento con respecto a la identidad de Jesús (Hch 2:36). El argumento de Pedro está saturado de las Escrituras. Está razonando a partir del Antiguo Testamento para demostrar que Jesús es en realidad el mayor hijo de David, el Mesías de Israel.

​El Dr. R. Albert Mohler Jr. es el presidente del Southern Baptist Theological Seminary (Lousville, Kentucky) y una de las voces de mayor influencia en el panorama evangélico de los Estados Unidos actualmente. El Dr. Mohler es conocido por su firme y clara defensa del evangelio y por su fidelidad a las Escrituras. Puedes seguir sus publicaciones mediante su sitio web, Twitter y Facebook.

El origen del pecado | Richard Phillips

DEFINICIÓN
La pregunta del origen del pecado indaga cuál fue la causa del pecado de Adán, por la que el género humano cayó de la justicia a la condenación, y contempla la relación de la venida del pecado al mundo con la voluntad del Creador bueno y santo, quien es soberano sobre todo.

SUMARIO
La enseñanza bíblica sobre el pecado comienza en el jardín, donde Adán violó la prohibición de Dios de comer del árbol prohibido. Allí descubrimos que, antes de la caída del hombre, el pecado existía en la forma de la serpiente tentadora: Satanás. Sin embargo, como Dios creó todas las cosas buenas, incluidos los ángeles que después cayeron, inevitablemente debemos enfrentarnos a la soberanía, omnisciencia y omnipotencia de Dios con respecto al origen del pecado. Una enseñanza bíblica equilibrada mostrará que Dios no es el autor del pecado, ya que, en Su santidad, Dios no tiene pecado ni maldad. Por otra parte, una cuidadosa reflexión bíblica enseña que Dios permitió el pecado de tal manera que Él permanece moralmente perfecto: Dios nunca es la causa principal, sino solo la secundaria en el pecado humano. El intento de dar un sentido racional al pecado siempre se tropezarán con la irracionalidad inherente al mismo. Sin embargo, en la cruz de Jesucristo, donde Dios quiso que Su Hijo fuera entregado a la muerte por manos de pecadores culpables, descubrimos la mejor respuesta a las preguntas sobre el origen del pecado en la gracia soberana de Dios, que le trae gloria por medio de la redención de los pecadores.

¿Cuál es la causa del pecado humano?
La pregunta sobre el origen del pecado tiene importancia por lo que nos dice tanto del hombre como de Dios. Según las teorías modernas, el pecado del hombre se origina en sus orígenes evolutivos. Se dice que la historia implica un ascenso desde unos comienzos salvajes, de modo que el pecado se considera simplemente como algo innato de la naturaleza humana. El efecto de una visión evolutiva del hombre es normalizar lo que la Biblia llama pecado como una simple necesidad de nuestra existencia.

Este enfoque moderno del origen del pecado entra en conflicto de manera radical con la Biblia al negar una justicia original a Adán. Génesis 1:27 afirma que «Dios creó al hombre a imagen Suya», y esta imagen implica santidad personal, rectitud y, por lo tanto, la liberación de la necesidad de pecar. Donald Macleod escribe: «Según la Biblia, el hombre, tal como fue hecho por Dios, era recto. Fue hecho a la imagen de Dios. Estaba sin pecado alguno».1 Sin embargo, el hombre se convirtió en pecador cuando Adán sucumbió a la tentación en el jardín. En este importante sentido, el hombre pecó cuando Adán quiso pecar en su corazón. Aunque Dios le prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn 2:17-18), Adán comió el fruto y cayó en el pecado (Gn 3:6). Por lo tanto, el pecado no se originó en la naturaleza humana tal y como Dios la creó, sino que resultó cuando Adán fue tentado por la serpiente maligna por medio de su mujer. Una vez que Adán pecó, toda la raza humana cayó con él, perdieron la justicia original de la creación hecha a imagen de Dios (Gn 6:4), comparten la culpa de Adán (Ro 5:12, 18) y se corrompieron con el pecado, de modo que de ahí en adelante cada ser humano nace como pecador (Sal 51:5).

Aunque podemos rastrear la entrada del pecado humano hasta la tentación y la caída de Adán, observamos que la caída de Adán fue precedida por la caída de los ángeles malvados, de los cuales el principal es Satanás, quien se disfrazó en el jardín como la serpiente., pues cuando Adán pecó, ya había un ángel pecador presente en el jardín. La Biblia no define con claridad la manera o el momento en que tuvo lugar la caída de los ángeles. Pero Jesús dice que Satanás «fue un asesino desde el principio» (Jn 8:44; ver 1 Jn 3:8), lo que muy probablemente se refiere al principio del relato de la creación. Pablo advierte a los líderes de la iglesia de que no se envanezcan y caigan en «la condenación en que cayó el diablo» (1 Ti 3:6), lo que sugiere que el pecado originario de Satanás fue un orgullo que resentía la creación del hombre a imagen de Dios. Es lógico que Satanás tentara a Adán y Eva para que fueran «como Dios» (Gn 3:5), porque esta misma rebeldía descontenta ocasionó su propia caída.

El pecado y la voluntad de Dios
Estos datos bíblicos nos llevan al asunto de la relación de Dios con el origen del pecado. Herman Bavinck comenta: «Sobre la base de la Escritura, es seguro que el pecado no comenzó en la tierra, sino en el cielo, a los pies del trono de Dios, en Su presencia inmediata».2 ¿Significa esto que el pecado tiene su origen en Dios o en Su voluntad?

Dados los atributos divinos de la omnisciencia y omnipotencia, es inconcebible que el pecado, ya sea como acto o como poder, pueda haberse originado separado de la voluntad de Dios. Algunos pensadores han tratado de eximir a Dios de las implicaciones de esta realidad. Por ejemplo, Immanuel Kant argumentó que era la voluntad de Dios que existiera el pecado porque era necesario para la posibilidad del bien en el mundo. Al igual que los pájaros solo pueden volar gracias a la resistencia contraria del viento, también la presión del pecado es necesaria para la perfección moral humana.3 Otros han argumentado que el pecado era necesario para la creación de Dios a fin de que el hombre ejerciera el libre albedrío. El problema de estos puntos de vista es que el pecado se convierte así en algo normativo para la condición humana y puede incluso considerarse como una especie de bien. Este punto de vista contrasta con la insistencia de la Biblia en que el pecado es siempre «malo ante los ojos del Señor» (2 Cr 29:6).

La Biblia enseña uniformemente la soberanía de Dios sobre todas las cosas (Mt 10:9; Sal 33:11), lo que incluiría el origen del pecado, pero las Escrituras niegan explícitamente que Dios sea en Sí mismo la fuente del mal. Santiago 1:13 afirma que Dios no es el autor del pecado: «Que nadie diga cuando es tentado: “Soy tentado por Dios”. Porque Dios no puede ser tentado por el mal». 1 Juan 1:5 insiste: «Dios es Luz, y en Él no hay ninguna tiniebla», por lo que el pecado no se origina en la naturaleza o el ser de Dios. Tampoco nada de lo hecho por Dios fue malo en modo alguno, como declara Génesis: «Dios vio todo lo que había hecho; y era bueno en gran manera» (1:31). Job 34:10 declara: «Lejos esté de Dios la iniquidad, / Y del Todopoderoso la maldad». Además, la Biblia declara explícitamente el odio de Dios por el pecado (Sal 5:4; Lc 16:15).

¿Muestran estos versículos que Dios simplemente permitió el pecado, sin que fuera Su voluntad? La respuesta debe ser que «no», si por permiso excluimos la voluntad positiva de Dios. Fred G. Zaspel escribe: «La relación de Dios con los actos pecaminosos no es puramente pasiva: Su participación no es la de una mera autorización».4 Podemos decir con razón que Dios tuvo la voluntad de permitir el pecado, pero al hacerlo se afirma Su gobierno providencial sobre el pecado. Los teólogos abordan esta situación afirmando que el papel de Dios en el origen del pecado no implica una causalidad primaria sino secundaria. Fue la voluntad de Satanás la que pecó al dirigir la rebelión de los ángeles, así como fue la voluntad de Adán la que pecó al tomar el fruto prohibido. En última instancia, estos fueron según la voluntad decretada por Dios, pero Satanás y el hombre siguen siendo responsables de su pecado. Zaspel explica que «todo lo que sucede, bueno o malo, proviene de la ordenación positiva de Dios; pero la calidad moral del hecho en sí mismo está enraizada en el carácter moral de la persona que lo hace».5 Al mismo tiempo, debemos notar una diferencia entre la voluntad de Dios sobre el bien y el mal, la primera implica una habilitación positiva y la segunda un permiso positivo. Bavinck escribe: «La luz no puede por sí misma producir oscuridad; la oscuridad solo surge cuando la luz se retira».6

Aunque debemos negar cualquier bondad en el pecado mismo, sigue siendo cierto que Dios ha ordenado el pecado —de hecho, Dios utiliza el pecado sin pecar— para la alabanza de Su gloria. Puesto que «Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas», Dios quiso utilizar el pecado, en última instancia, para mostrar la perfección de Sus atributos, de modo que «a Él sea la gloria para siempre» (Ro 11:36). Por lo tanto, podemos llegar a decir que, aunque el pecado es malo, es bueno que haya pecado, pues de lo contrario Dios no habría sido la voluntad de Dios que existiera.

La enseñanza más clara de las Escrituras que afirma tanto la voluntad de Dios sobre el pecado como la responsabilidad del hombre sobre el mismo formó parte del sermón de Pedro el día de Pentecostés. Al condenar al pueblo de Jerusalén por su pecado contra el Salvador, Pedro declaró: «ustedes lo clavaron en una cruz por manos de impíos y lo mataron» (Hch 2:23). El pecado fue cometido por el pueblo que clamó por la crucifixión de Jesús, por Poncio Pilato en su error judicial, por los soldados romanos que clavaron a Cristo en la cruz, y por los sacerdotes y otros líderes religiosos que se burlaron del Hijo de Dios en Su tormento. Sin embargo, Pedro también atribuye a Dios la plena soberanía sobre todos estos perversos acontecimientos. Él añade en ese versículo que Jesús fue «entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios» (Hch 2:23). Dios no solo sabía que Su Hijo sería torturado, escarnecido y asesinado, sino que fue de acuerdo con Su «plan definitivo» y eterno para la historia que estos eventos tuvieron lugar.

El «enigma» del origen del pecado
Al responder a las preguntas sobre el origen del pecado, si bien podemos afirmar muchas verdades importantes, nos encontramos ante lo que Herman Bavinck llamó «el mayor enigma de la vida y la cruz más pesada que debe soportar el intelecto».7 Cuando se considera como una explicación del mundo tal como lo conocemos, el pecado tiene perfecto sentido: de hecho, sin una doctrina de la caída de la humanidad, la historia del mundo es incomprensible. Sin embargo, considerando los datos bíblicos sobre el pecado en sí, cuando nos preguntamos cómo es que seres creados totalmente buenos por Dios —tal como el ángel Satanás y el hombre Adán— pudieron querer pecar, se nos escapan todas las respuestas. Los intentos de racionalizar el origen del pecado tropiezan con la irracionalidad esencial de la criatura que se rebela contra el Creador. Esta irracionalidad aflige no solo a los pecados originarios de la historia antigua, sino también a cada pecado que cometemos hoy. Cuando el cristiano se pregunta amargamente: «¿Por qué pequé?», hay descripciones —por la tentación, por permanecer en el pecado interno, etc.—, pero no hay explicaciones verdaderas del origen de ningún pecado.

Es por esta razón que los cristianos pueden estar agradecidos por la pregunta «¿Por qué?» cuando se trata del pecado. Al no tener una respuesta verdadera en el lado humano de la ecuación, encuentra satisfacción en la gracia de la voluntad soberana de Dios. Romanos 11:32 afirma: «Porque Dios ha encerrado a todos en desobediencia para mostrar misericordia a todos». Solo a la luz de la gloria de la gracia de Dios empieza a tener sentido el pecado. Dios ha escogido salvar a Su pueblo, como pecadores, por medio de la sangre de Su Hijo como muestra de misericordia soberana. Los cristianos se dan cuenta así de que, porque nos convertimos del pecado que fue lavado mediante la sangre expiatoria, Dios es glorificado en Su Hijo. Lejos de minimizar la importancia de nuestros pecados continuos, los cristianos también se dan cuenta de que Dios es glorificado ahora en el poder que Su gracia proporciona permitiéndonos no pecar. El enigma del origen del pecado, pues, permite a los creyentes en Cristo percibir con gloriosa claridad el asombroso amor y la misericordia de Dios en Su Hijo, «para alabanza de la gloria de Su gracia» (Ef 1:6).

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Camilo Patiño.

Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

NOTAS AL PIE
1Donald Macleod, A Faith to Live By: Understanding Christian Doctrine [Una fe para vivir: Comprendiendo la doctrina cristiana] (Ross-shire, UK: Christian Focus, 1998), p. 110.
2Herman Bavinck, Reformed Dogmatics (Dogmática reformada), 4 vols., trad. John Vriend (Grand Rapids, MI: Baker, 2006), 3:36.
3Ibid., 3:56.
4Fred G. Zaspel, The Theology of B. B. Warfield: A Systematic Summary [La teología de B. B. Warfield: Un resumen sistemático] (Wheaton, IL: Crossway, 2010), p. 205.
5 Ibid.
6Bavinck, Reformed Dogmatics [Dogmática reformada], 3:63.
7 Ibid., 53.


LECTURAS ADICIONALES
Berkhof, Louis. Teología sistemática (Libros Desafío, 1995). Berkhof ofrece una consideración breve y legible, pero completa, de este tema.
Bavinck, Herman. Reformed Dogmatics, Volume Three: Sin and Salvation in Christ [Dogmática reformada, edición condensada en un solo volumen: Pecado y salvación en Cristo]. Trad. John Vriend (Grand Rapids, MI: Baker, 2006). Es el tratamiento más completo y maduro que existe sobre el tema. La sección correspondiente está disponible en línea aquí (en inglés).
Bowers, Johnathan. «Seven Things the Bible Says about Evil [Siete cosas que dice la Biblia sobre el mal]» (Desiring God, 18 de octubre de 2011). Este artículo es especialmente útil para conectar las respuestas al asunto del mal con la cruz de Cristo.
Piper, John. «God Planned Sin! [¡Dios planeó el pecado!]». Extracto del sermón en video que argumenta a partir de las Escrituras que el mayor de todos los pecados, el grotesco asesinato de Jesucristo, fue el plan de Dios que reveló Su voluntad para salvar a los pecadores.
Piper, John. «Is God Sovereign Over Sin? [¿Es Dios soberano sobre el pecado?]». Extracto del sermón en video que explica la voluntad soberana de Dios y Su control sobre todo pecado.
Warfield, B. B. Works [Obras] (10 vols. Grand Rapids, MI: Baker, 2003) 2:20-22.
———. Selected Shorter Works [Obras breves selectas] (Phillipsburg, NJ: P&R, 1970) 2:310-13. Warfield ofrece una perspectiva perspicaz sobre la visión ortodoxa del origen del pecado, destacando especialmente las enormes contribuciones de Agustín.
«What is the origin of sin? [¿Cuál es el origen del pecado?]» ¿Preguntas sobre Dios? Breve y útil resumen del tema.

Timothy Keller (1950-2023)

Timothy Keller (1950 – 2023), reconocido pastor, teólogo y autor cristiano, y uno de los cofundadores de The Gospel Coalition (Coalición por el Evangelio), ha partido a la presencia del Señor el día de hoy luego de años de lucha con el cáncer de páncreas.

Keller nació y creció en Pennsylvania, en el contexto de una familia luterana. Se educó en Bucknell University (B.A.) Gordon-Conwell Theological Seminary (MDiv.) y Westminster Theological Seminary (DMin.)

Se convirtió al cristianismo en Bucknell University, durante su segundo año de estudio, luego tener algunas luchas internas sobre su identidad. Autores cristianos como C. S. Lewis y F. F. Bruce fueron su puerta de entrada para conocer el cristianismo de forma seria. Encontró en el cristianismo una respuesta a sus conflictos internos y esto fue para él como dar un «paso racional».

Al terminar sus años en Bucknell, entró a estudiar teología en Gordon-Cronwell, donde conoció a su futura esposa, Kathy. Se casaron en 1975, un semestre antes de su graduación. Ella obtuvo una maestría en dicha universidad y juntos han escrito El significado del matrimonio y Los cánticos de Jesús, entre otros libros.

Con veinticuatro años, Tim Keller se convirtió en pastor en West Hopewell Presbyterian Church, en una ciudad pequeña de clase trabajadora en Virginia. Allí sirvió por nueve años, donde aprendió la importancia del ministerio pastoral en la predicación. En 1989 fue reclutado por su denominación para iniciar una nueva congregación, tarea que inició junto a su esposa Kathy y tres hijos pequeños.

Fue plantador de la iglesia Redeemer en Nueva York, donde sirvió como pastor por 28 años. Esta llegó a ser una congregación presbiteriana vibrante con una asistencia de varios miles de personas por semana. Keller también es fundador de Redeemer City to City, una organización que entrena a pastores en todo el mundo y busca plantar iglesias saludables que impacten a sus comunidades.

De manera especial, lo reconocemos como uno de los fundadores de The Gospel Coalition, donde desempeñó un papel fundamental en la redacción de la confesión y la visión teológica para el ministerio.

La visión de TGC y su anhelo de contribuir con la proclamación del evangelio y la profundización en la sana doctrina ha crecido hasta convertirse en un grupo de coaliciones en diferentes idiomas y regiones que hoy proclaman la Palabra de Dios alrededor del mundo. Solo Coalición por el Evangelio, el sitio en español, comparte sus artículos, podcasts y demás contenido con más de un millón de hispanohablantes al mes.

Keller también es conocido ampliamente por sus números libros, entre los que destacan sus éxitos de ventas del New York Times, ahora traducidos al español: El Dios pródigo: El redescubrimiento de la esencia de la fe cristiana, La oración: Experimentando asombro e intimidad con Dios, y La razón de Dios: Creer en una época de escepticismo.

Durante su ministerio, y de manera especial en las últimas dos décadas, Keller —con su apologética persuasiva y predicación centrada en el evangelio— ha sido uno de los líderes más influyentes en el despertar a la doctrina reformada que está en crecimiento en muchos países, incluyendo el mundo hispano.

Al mismo tiempo, su énfasis en la importancia de expresar nuestra fe en obras de misericordia y la búsqueda de lo que llamó «justicia generosa» ha inspirado a incontables creyentes a buscar impactar —mediante sus vocaciones y con excelencia— la sociedad y las ciudades a nuestro alrededor con el evangelio sin negociar la verdad.

Asimismo, tanto en enseñanzas como en libros —entre los que destacan Iglesia centrada: Cómo ejercer un ministerio equilibrado y centrado en el evangelio en su ciudad— Keller invirtió su vida no solo en motivar a la plantación de iglesias, sino también en enseñar a otros líderes a cultivar la centralidad del evangelio en sus congregaciones, a fin de edificar a los creyentes y formarlos para reflejar a Cristo en la sociedad.

Keller fue diagnosticado con cáncer pancreático hace tres años. Desde el principio, los doctores mostraron pocas esperanzas de recuperación. Cuando compartió las noticias del mal que padecía, Keller mostró una fe indoblegable y llegó a decir que su confianza en el Señor se había fortalecido en vez de decaer con la enfermedad. Él testificó de que ha descubierto que el Señor está presente y es suficiente en medio de su enfermedad. Al igual que David, Tim Keller también reconoció: «Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo…» (Sal 23:4a).

Las palabras con las que dio a conocer su mal nos muestran el carácter y la fe de este hombre de Dios:

Tengo cáncer pancreático… Pero es infinitamente reconfortante tener un Dios que es infinitamente más sabio y más amoroso que yo. Él tiene muchas buenas razones para todo lo que hace y admito que yo no puedo saberlo, y allí está mi esperanza y mi fortaleza (Fuente).

En Coalición por el Evangelio damos gloria y gracias a Dios por la vida y el legado de Keller, un hombre que nos animó incansablemente a tener a Cristo y su evangelio en el centro.

El cristiano y la política | Otto Sánchez

¿Puede un creyente participar en política?

¿Cuál debe ser la reacción de la iglesia frente al involucramiento del cristiano en el ruedo político?

A través de los años, y aun hoy en día, la iglesia ha reaccionado de diversas formas, principalmente con estas tres posiciones: el activismo social, el fundamentalismo recalcitrante y la perspectiva bíblica balanceada.

La iglesia activista social es aquella que tiene como propósito los cambios sociales que mejoren la vida de la población. Fue esta visión que llevó a muchas iglesias a abrazar la Teología de la Liberación y seguir a teólogos católicos como el brasileño Leonardo Boff, el sacerdote peruano Gustavo Gutierrez y el sacerdote y guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo. Muchas iglesias al ver las víctimas de la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades, la injusticia, etc., abrazaron el activismo social y sus diferentes manifestaciones como método de lucha.

El activismo social y su manifestación a través la Teología de la Liberación no es una alternativa teológica que encuentre apoyo en las Escrituras, aunque se usen algunos textos fuera de contexto.

La Teología de la Liberación pierde de vista la naturaleza y propósito de la iglesia. Si bien es cierto que los males de la sociedad nos afectan, la manera que tiene la iglesia de combatirlo es por medio de la predicación del evangelio, y no por medio de la lucha armada. El mensaje del evangelio busca transformar al ser humano por medio de la gracia de Cristo y no por medio de la superación de los males sociales. La Biblia promueve el progreso, el trabajo, la dignidad y la redención integral del ser humano, pero a través de la obra redentora de Cristo en nosotros.

La iglesia fundamentalista recalcitrante en repudio al activismo social se desconectó de sus responsabilidades civiles y de todo lo que tuviera que ver con su participación en la búsqueda de soluciones a los males que aquejan la sociedad. John Stott[1] da su versión sobre el abandono de la iglesia a su misión integral y señala que los principales elementos que han influido son el surgimiento del fundamentalismo, la reacción al evangelio social (1910-1915) de Walter Raushenbuschs, la desesperanza en el período de las dos grandes guerras, entre otros.

La perspectiva bíblica balanceada nos da el estándar de lo que debe ser el creyente y sus responsabilidades civiles incluyendo la política. Las Escrituras nos enseñan que nuestra manera de actuar no se separa de lo que somos delante de Dios y de lo que debemos ser delante de los hombres.

¿Puede un creyente participar de la política partidista organizada?

Ante esta pregunta, mi respuesta podría ser arriesgada para algunos. Es un absoluto ¡sí!, pero bajo ciertas condiciones. Un creyente puede participar en política bajo los estándares que la palabra de Dios establece de lo que debe ser el comportamiento ético de un discípulo de Cristo.

Sal de la tierra y luz del mundo (Mateo 5: 13-16)

En el Sermón del Monte, Cristo le dice a sus discípulos que ellos son sal y luz de la tierra. Ellos saben muy bien qué significan estas metáforas, al conocer las grandes salinas del Mar Muerto. Entendieron que al igual que la sal debían influenciar al mundo, dándole sabor y preservando el evangelio. Había corrupción en las cortes herodianas (Mateo 14:1-12); transigencias de poder por los saduceos; esfuerzo moral serio pero equivocado de algunos fariseos; visiones revolucionarias de los rebeldes zelotes y los experimentos de la llamada pureza moral de los separatistas de Qumrán y los esenios[2]. Es en ese contexto que el Señor les dice a sus discípulos que son la sal de la tierra.

La luz en este pasaje tiene dos imágenes particulares:

En ambos casos Jesús enseña que la luz penetra la oscuridad y no puede ni debe esconderse. De otra manera la luz pierde su propósito. El creyente, en el cumplimiento de sus responsabilidades civiles incluyendo la política, no debe olvidar que primero él es un representante de Cristo y después es todo lo demás. Somos compromisarios del reino de Dios: por lo tanto, todos los roles que asumamos están subordinados a nuestros roles como servidores de la causa de Cristo.

El creyente en su rol de político

John Stott[3] traza una diferencia entre política y político. Esta diferencia es a partir de la etimología del término:

  • Sentido amplio

En el sentido amplio, política es un sustantivo, que viene del griego polis (ciudad). Y quiere significar la vida de la ciudad. En ese sentido amplio tenemos el adjetivo político que viene del griego polités (ciudadano) que denota las responsabilidades de este con la (polis) ciudad.

  • Sentido restringido

En el sentido restringido política es el arte de gobernar. Este término está relacionado con la elaboración y la adopción de medidas específicas con vistas a que se perpetúen en el marco de la ley.

Trazadas esas diferencias que Stott establece debemos preguntarnos si Jesús participó en política. La respuesta, es que en el sentido amplio sí; pero en el sentido restringido es evidente que no:

  • No participó en ningunas de las opciones de poder político de su época.
  • No fundó ningún partido político.
  • No adoptó ningún programa político vigente en su tiempo.
  • No dirigió una protesta política.
  • No dio ningún paso para influir en las políticas del César, de Pilato, ni de Herodes.

Sin embargo, su mensaje afectó la vida política y social de su época, llegando hasta el día de hoy. Trajo un nuevo paradigma de justicia y libertad a partir del servicio, la justicia y el amor. Los cristianos que participan o quieren participar en la política en su sentido restringido deben tomar en cuenta los siguientes elementos:

  1. Prioridad. Aunque la iglesia somos los creyentes, y algunos creyentes están en el campo político, el mensaje central de la iglesia debe ser el evangelio y sigue siendo la cruz de Cristo como esperanza integral del ser humano.
  2. Llamado confirmado. El cristiano que participa en política debe tener un llamado especial de Dios que debe ser confirmado por hombres de Dios sabios, preparados y experimentados. José, Daniel, David fueron servidores de Dios en las diferentes plataformas del poder político de su tiempo. Su éxito fue congruente con el llamado que Dios lo hiciera.
  3. Preparación adecuada. Los creyentes que participan en la política no deben ser improvisados ni aficionados. Deben ser profesionales de la política. Personas que hayan recibido instrucción formal o informal sostenida del quehacer político.
  4. Perspectiva correcta. Debemos evitar lo que Chuck Colson llamó la “ilusión política”[4]. El cristiano que hace política debe estar consciente de la depravación del ser humano y que un mundo de total justicia no puede ser posible.
  5. Pureza de la iglesia. El creyente llamado por Dios al quehacer político debe combatir la politización de la iglesia.
  6. Honestidad. Que las gestiones del creyente en cargos públicos sean como consecuencias de su honestidad y capacidad técnica, y no de su sagacidad partidista.
  7. La verdad de Dios. Dios y Su Palabra es su norma de fe y conducta, y no las circunstancias del momento.

5 principios a tomar en cuenta a la hora de votar, hacer política o afiliarnos a un partido o candidato.

  1. Evaluar el compromiso del partido político con la libertad de expresión del pensamiento, sea religioso, político o filosófico.
  2. La protección de la vida como sagrada.
  3. La provisión de justicia para todos.
  4. La preservación de la familia tradicional según los valores bíblicos.
  5. Gobernar con excelencia inspirado en un Dios que así lo espera(Deut. 17:14–20).

Los evangélicos en el mundo de la política, principalmente en el siglo XX  van desde la ultra derecha recalcitrante de algunos sectores del “Bible Belt” del Sur norteamericano, los escándalos de corrupción, misticismo y crueldad en África y Asia, el liberalismo europeo, hasta la suma de todo lo anterior en Latinoamérica, lo cual deja un balance no muy positivo. Sin embargo, por todo esto no debemos dejar de dar respuestas a los males de la cultura desde una cosmovisión cristiana. Wilberforce y the Claphman Sect en Inglaterra, o Abraham Kuyper en Holanda son buenos precedentes de lo que podemos hacer como evangélicos y tener buenos resultados. Debemos apoyar a creyentes piadosos, preparados y llamados por Dios al ruedo político para glorificar Su nombre en estas delicadas funciones y salir bien en esa arena movediza de la política, tal como lo hicieron José, Daniel o Ester.

[1] John Stott, La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. Libros Desafío ©1999

[2] Stassen y Gushee. La ética del reino. Editorial Mundo Hispano ©2007

[3] John Stott. La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. Libros desafíos ©1999

[4] Norman Giesler. Ética cristiana. UNILIT ©2002

​Otto Sánchez es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Es pastor de la Iglesia Bautista Ozama (IBO) en Santo Domingo, República Dominicana. Es además director del Seminario Teológico Bautista Dominicano. Está casado con Susana Almánzar, y tienen dos hijas. Puedes encontrarlo en Twitter.

El doctor Jekyll y la devastadora realidad de nuestro hombre interior   | DAVID RIAÑO

H. G. Wells dijo alguna vez que El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert L. Stevenson, es «una novela fascinante y aterradora que nos obliga a cuestionar nuestra propia naturaleza». Considero que esta obra es una novela de terror, no porque los sucesos sean espantosos, sino porque nos encara con nuestro aterrador ser interior.

Esta novela narra la travesía del abogado Gabriel Utterson para comprender y ayudar a su amigo amable, el Dr. Jekyll. Con la aparición del siniestro Mr. Hyde, el protagonista Jekyll parece correr un grave peligro. Sin embargo, a medida que avanza la narración, la relación entre estos dos personajes deja de ser un misterio: Jekyll y Hyde son la misma persona. Entonces, poco a poco, aparece una pregunta por resolver: ¿cuál es la verdadera composición del ser humano?

En casi cien páginas, Stevenson hace una brillante exploración de la lucha entre el bien y el mal al interior de cada persona. Este no es un tema extraño para el cristiano, pues la Biblia nos invita a pensar en la guerra que existe en nosotros por causa del pecado. Pero El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde logra, con su tensa narración y con su técnica de terror psicológico, hacer evidentes dos aspectos desesperanzadores de nuestro ser interior; dos aspectos para los cuales la única solución es el evangelio.

La maldad presente en el ser humano
El protagonista admite que tiene deseos malignos, cuando confiesa sobre sí mismo: «Jekyll, de naturaleza compuesta, participaba a veces con las más vivas aprensiones y a veces con ávido deseo en los placeres y aventuras de Hyde» (cap. 10). Si bien el protagonista quisiera ser solamente bondad, tiene que reconocer que sus deseos hacia el mal son muy poderosos.

Jekyll cree que la vida sería ideal si, por medio de la ciencia, la parte de maldad y la de bondad pudieran separarse: «Si estos, me decía, pudiesen encarnarse en dos identidades separadas, la vida se haría mucho más soportable. El injusto se iría por su camino, libre de las aspiraciones y de los remordimientos de su más austero gemelo; y el justo podría continuar seguro y voluntarioso por el recto camino» (cap. 10).

Jekyll realmente no tenía dos naturalezas opuestas entre ellas, sino una sola naturaleza que se oponía por completo a Dios

Pero ¿es posible? Ni siquiera por medio de los ingeniosos experimentos de Jekyll se logró dicha separación de forma exitosa. Incluso si se hubiera logrado, ¿cómo definimos «lo que es bueno»?

La Escritura presenta las obras justas del hombre como «trapos de inmundicia» (Is 64:6). La gloria de Dios es la medida perfecta que determina lo que es bueno y lo que no. Además, Dios examina la motivación del corazón y nos enseña que el pecado en nuestras vidas es más profundo de lo que suponemos.

En ese sentido, Jekyll realmente no tenía dos naturalezas opuestas entre ellas, sino una sola naturaleza que se oponía por completo a Dios. Sin embargo, incluso dentro de la completa hostilidad del ser humano hacia la gloria de Dios, hay diferentes niveles y manifestaciones de la maldad, al punto de que Jekyll mismo se siente horrorizado ante su parte abiertamente maligna.

Nuestra incapacidad de cambiarnos a nosotros mismos
El segundo aspecto desesperanzador sobre nuestro ser interior, y que se aborda a lo largo de la novela, es la idea de que el predominio del mal en nosotros es inevitable, si lo encaramos en nuestras propias fuerzas.

El testamento del Dr. Jekyll dice: «en el caso de desaparición o ausencia inexplicable del Dr. Jekyll, durante un período de tiempo superior a los tres meses, el antedicho Edward Hyde pasaría a disfrutar de todas las pertenencias de Henry Jekyll» (cap. 1). En el siguiente capítulo, Utterson revisa la correspondencia que recibió de su amigo Lanyon. Adentro había otro sobre que tenía la siguiente inscripción: «No abrir hasta después del fallecimiento o desaparición de Henry Jekyll» (cap. 2).

Desde el comienzo hay señales de que Jekyll pronto desaparecerá, dejando que su parte malvada tome completa posesión de la persona. De hecho, hay un punto en el que Jekyll reconoce su derrota ante el mal: «A menos que suceda un milagro, esta será, pues, la última vez que Henry Jekyll pueda expresar sus pensamientos» (cap. 9).

La novela El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es un recuerdo de la doctrina de la depravación total

La novela es un recuerdo de la doctrina de la depravación total, la cual afirma que el hombre, además de haber caído en pecado y estar bajo la ira de Dios, no puede ni quiere verdaderamente cambiar su condición. Además, como lo dice el apóstol Pablo, Dios en Su justicia ha decidido entregar al ser humano a sus perversiones para que caiga más hondo y sufra las consecuencias (Ro 1:28). El juicio de Dios comienza por no detener al hombre en su pecado, como cuando el mal en Jekyll toma completa posesión de su persona.

¿Qué hacer ante el horror?
En la novela, no fue posible que Jekyll y Mr. Hyde coexistieran en paz ni que fueran separados. Sin embargo, los cristianos podemos dar gloria a Dios por la cruz de Cristo, en la cual hemos muerto a los deseos carnales y hemos resucitado a una nueva creación que anhela la gloria de Dios (cp. Ro 6:1-11).

La única solución ante la realidad devastadora de nuestro ser interior es que Dios obre en nosotros el nuevo nacimiento y así seamos una nueva criatura en Cristo (Jn 3:3; 2 Co 5:17). Como dice la Escritura: «Mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí» (Gá 2:19-20).

Al ser nuevas criaturas en Cristo, tenemos hoy la capacidad de crecer a Su imagen y un día seremos glorificados con Él

Así, en Cristo, hemos sido librados del destino del mal triunfante. Admitimos que en el presente aún existe un conflicto interno en todo creyente, debido a que «el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al otro» (Gá 5:17). No obstante, los creyentes sabemos que seremos resucitados en gloria, obteniendo por fin la victoria definitiva sobre el pecado que todavía está en nosotros (1 Jn 3:2).

Ya no somos como Jekyll, quien desea desarrollar su lado de bondad, pero no puede hacerlo. Al ser nuevas criaturas en Cristo, tenemos hoy la capacidad de crecer a Su imagen y un día seremos glorificados con Él, librados completamente del pecado.

Me pregunto cómo alguien que no ha creído en Cristo podría leer El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde y no ser consumido por el horror de su propia naturaleza. Ante un corazón que en lo más profundo solo desea hacer el mal (Ro 3:11-18) y ante la inevitable desaparición de todo lo que es bueno, ¿qué opción nos queda para vivir? Solo dos: o abrazamos por completo esa aparente dualidad hasta el momento en que el mal nos destruya, o vamos a Cristo en busca de una nueva humanidad. Por la obra del Espíritu en mí, prefiero la segunda.

Para mí, esta novela de terror ha sido un dulce recordatorio de la obra del Espíritu de Dios en el creyente.

David Riaño sirve como coordinador de las iniciativas de (un)adopted, un ministerio de Lifeline Children’s Services, para Colombia. Ha servido en la Iglesia Bautista Renacer en Bogotá por más de una década en ministerios de traducción, enseñanza, liderazgo y viajes misioneros. Trabajó como docente de idiomas y traductor por varios años antes de unirse al equipo de Lifeline. Es parte del departamento editorial de BITE, en donde también escribe artículos sobre cultura cristiana. Tiene un título de Licenciatura en Filología Inglesa de la Universidad Nacional de Colombia y está haciendo una maestría en Estudios Literarios en la misma institución. Le encanta tomar café con su esposa Laura.

Cómo la ideología de género está dañando la academia – Ana Ávila

Lucía es amante de la ciencia,1 pero sobre todo del Señor de la ciencia. Desde pequeña ha disfrutado conocer cómo funciona el cosmos y hoy pasa sus días mirando el cielo con asombro. Disfruta contemplar la gloria de Dios, a veces a través de la ventana (Sal 19:1) y a veces en una hoja de cálculo. Hace poco recibió su magíster en una de las casas académicas más importantes de Chile y tiene el deseo de continuar con su educación. Pero no está segura.

Su amor por el saber no ha disminuido; dejar de aprender no es una opción. La pregunta es cómo seguir. ¿Valdrá la pena invertir los siguientes cinco años de su vida en un doctorado o será mejor dedicarse al estudio independiente? Si yo tuviera la opción, sin duda me matricularía en el doctorado, pensé. Pero luego escuché una de sus razones para dudar y me dejó helada: «Mi universidad crea monstruos».

Hay un conjunto de ideas que han capturado el alma mater de Lucía, así como a muchas otras instituciones en Latinoamérica y en el resto del mundo. Sus defensores pregonan que la identidad de género es algo separado del sexo. Afirman que ser hombre o mujer no se determina por la biología, sino por el sentir interno de ser hombre o mujer. En la mayoría de personas, se dice, ese sentimiento interno corresponde con las características biológicas que uno esperaría encontrar en un hombre o en una mujer, pero en algunas no. La conclusión «lógica» de todo esto es que cualquier ser humano es mujer por el simple hecho de sentirse mujer y hombre por el simple hecho de sentirse hombre, independientemente de su biología.

Un pensador necesita a otros pensadores que respondan a sus ideas extrañas, refutándolas en el error y afirmándolas en la verdad

Las ideas extrañas no son algo nuevo en la academia. Siempre han existido pensadores que intentan romper el statu quo para promover una nueva manera de concebir el mundo. Con todo, si un pensador desea ser fiel en el avance del conocimiento, el cual en teoría es el propósito de la academia, necesita a otros pensadores que respondan a sus ideas extrañas, refutándolas en el error y afirmándolas en la verdad.

Pero hoy, cuando de «género» se trata, eso es prácticamente imposible.

La presión para callar
«No puedes decir nada en contra», me dijo Lucía. «Conozco a varios profesores que no están de acuerdo con esas ideas, pero prefieren evitar dar a conocer su postura para no meterse en problemas». ¿De qué temen? De los «monstruos», es decir, los jóvenes activistas iracundos, fanáticos y agresivos dedicados a la propagación por medio de la violencia de esta manera de concebir el género. Ante cualquier objeción, disparan sus armas —manifestaciones, vandalismo o turbas de redes sociales— para humillar al disidente, tachándolo de transfóbico y promotor de un «discurso de odio».

Para ver las consecuencias de todo esto solo tenemos que mirar lo que sucede en el llamado «mundo desarrollado». Los avances económicos de estos países los convierten en punta de lanza, para bien y para mal, y el resto de las naciones solemos seguir sus pasos en materia política y social sin hacer demasiadas preguntas. La buena noticia es que no tenemos que hacerlo. Debemos examinarlo todo con cuidado, reteniendo lo bueno mientras nos abstenemos de toda forma de mal (1 Ts 5:21-22).

Latinoamérica puede decidir seguir a los países «desarrollados» o mirar las consecuencias de sus ideas y decidir cambiar el rumbo

Evaluemos, por ejemplo, el caso del Dr. Jordan Peterson, profesor y psicólogo clínico canadiense. Peterson saltó a la fama en 2016, tras oponerse en público a una ley que podría ser usada para obligar a las personas a referirse a otros usando sus pronombres de preferencia (hablar de una mujer biológica usando «él» o de un hombre biológico usando «ella»). Desde entonces, Peterson ha argumentado abiertamente en contra del discurso popular sobre el género, a veces de maneras que podrían caracterizarse como abrasivas.2 A nadie le sorprenderá saber que Jordan Peterson es una figura pública polémica, amado por muchos y odiado por tantos más.

Tras múltiples «cancelaciones» en Internet, la situación se puso difícil para Peterson en enero de 2023. «El Colegio de Psicólogos de Ontario quiere retenerme para que me comporte correctamente. Esto debería preocupar a todos», escribió en un editorial (en inglés). Sus críticas en Twitter sobre transexualidad, política y el COVID, ocasionaron que el Colegio le ordenara llevar un curso de comunicación en redes sociales. Peterson explicó:

Debo pagarlo yo (unos cientos de dólares por hora) y durante un periodo de tiempo que determinarán únicamente quienes me reentrenarán y se beneficien de ello. ¿Cómo se determinará esto? Cuando esos mismos reeducadores —esos expertos— se hayan convencido de que he aprendido la lección y me comportaré correctamente en el futuro.

Peterson se rehusó a acatar la orden del Colegio. Mientras escribo esto, está por verse si eso representa que su licencia para practicar psicología clínica en Ontario sea removida.

Un hombre que ha vendido millones de copias de sus libros y que llena teatros alrededor del mundo puede darse el lujo de perder su licencia. Si llega a suceder, el impacto emocional será duro, pero al final del día Peterson estará bien. ¿Pero qué pasa con el resto de los profesionales de su campo en Canadá? Ellos han aprendido la lección: «di lo que el Colegio quiera o no digas nada».

Si no estás de acuerdo con que las personas «transicionen», usando operaciones u hormonas para modificar su cuerpo de manera permanente, no digas nada.

Si no crees que una mujer transgénero es exactamente lo mismo que una mujer biológica, no digas nada.

Si crees que alguien puede aprender a sentirse más cómodo en su cuerpo, a pesar de que siente que es del sexo opuesto, no digas nada.

Los profesionales de la salud en Canadá ya no tienen la libertad de decir algo que vaya contra la narrativa central del nuevo discurso de género. Hacerlo es arriesgarse a perder su carrera profesional y a dejar de llevar alimento a su familia. Sí, Jordan Peterson estará bien, pero el resto de Canadá sufrió una pérdida terrible.

¿Esperaremos a que eso nos suceda también?

La esperanza de permanecer
Las ideologías surgen cuando las cosmovisiones se imponen sobre otros a través de la violencia o la coerción. Enfrentarse a ellas siempre representa un costo.

Alice von Hildebrand, por ejemplo, fue profesora de filosofía durante treinta y siete años, a partir de 1947, en Hunter College, Estados Unidos: desde el principio de su carrera se opuso al relativismo y pagó el precio por ello. Fue rechazada por sus colegas, relegada a enseñar por las noches las clases que nadie más quería impartir y recibió la titularidad académica solo después de catorce años de enseñanza.

En su libro Memorias de un feliz fracaso, la Dra. Von Hildebrand relata sus luchas en el mundo académico, mostrando que no es nuevo que este sea un campo de batalla: «La libertad académica se limitó a los relativistas, subjetivistas y ateos», escribió. «Aquí no hay “pluralismo sano”» (loc. 715).

Lucía entiende esto, pero no pierde la esperanza. «Cuando hablamos en privado, con una o dos personas, podemos tener buenos intercambios acerca del tema», me dijo. «Muchas personas están dispuestas a escuchar. Es cuando se reúne la turba que las cosas se ponen difíciles».

Oremos para que Dios levante académicos valientes para examinarlo todo, retener lo bueno y desechar la maldad

Latinoamérica puede decidir seguir a los países «desarrollados» o mirar las consecuencias de sus ideas y decidir cambiar el rumbo. Oremos para que muchos ojos sean abiertos; para que los que restringen la verdad (como nosotros lo hacíamos antes) corran a Cristo en arrepentimiento.

Oremos para que Dios levante académicos valientes para examinarlo todo, retener lo bueno y desechar la maldad. Apoyemos a quienes ya lo están haciendo o quieren equiparse para entrar en esta lucha. Nuestros hijos lo necesitan. En las palabras de la Dra. Von Hildebrand:

Religiosa, moral, humana y políticamente, [nuestras naciones] solo puede[n] esperar sobrevivir si se mantiene[n] firme[s] en el terreno de la verdad y da[n] a sus hijos el pan del que están hambrientos. Esta es la gran tarea de la educación (loc. 2047).

1 Nombre ficticio, para proteger la identidad de la entrevistada.
2 En junio de 2022, por ejemplo, como respuesta al titular «Elliot Page está “orgulloso” de introducir un personaje trans en Umbrella Academy», Peterson tuiteó: «¿Recuerdan cuando el orgullo era un pecado? Y a Ellen Page un médico criminal simplemente le quitó los pechos» (pues Elliot Page es una persona transgénero: mujer biológica que se presenta ante la sociedad como varón. Hasta 2020, su nombre era Ellen Page).


Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel y sus dos hijos. Puedes encontrarla en YouTube, Instagram y Twitter.

Expongamos la idolatría detrás de la ideología | Josué Barrios

Expongamos la idolatría detrás de la ideología

Josué Barrios

Debemos ser compasivos con las personas que sufren disforia de género. Sin embargo, es clave reconocer que ellas son bombardeadas por un engaño llamado «ideología de género», que no les brindará la paz que anhelan. También nuestros hijos son parte del objetivo de la agenda de esta ideología que invade nuestros países. Si amamos la verdad y a las personas, hablaremos la verdad en amor a las personas.

Ahora bien, cuando se trata de responder a la ideología de género, debemos reconocer que ella tiene en su bolsillo el cianuro para su suicidio intelectual, por decirlo de alguna manera. Esta es una razón para encarar con seguridad cualquier diálogo con personas que abracen esta ideología. Tan solo considera algunas de las contradicciones en sus doctrinas:

«No hay diferencias significativas entre el hombre y la mujer», pero la misma idea de ser transgénero y «cambiar de sexo» saca a relucir que sí hay diferencias profundas entre el hombre y la mujer.
«El género es independiente de la biología», pero se espera que las personas con disforia alteren su biología para «cambiar de género» mediante el uso de hormonas y mutilaciones irreversibles sobre cuerpos sanos.
Siguiendo el posmodernismo, se afirma que «toda afirmación de verdad (como los conceptos “hombre” y “mujer”) es solo una construcción social», promovida por algunos para mantener su poder en la sociedad mientras las minorías son oprimidas. Pero si toda afirmación de verdad es una construcción social con este fin… ¿No lo son también los postulados de la ideología de género?
El espacio aquí no basta para hablar de más contradicciones en esta ideología, ni para mencionar cuán absurdas pueden llegar a ser sus conclusiones a nivel público. Tan solo mira, por ejemplo, la lista creciente de «géneros» que puedes escoger en la configuración de tu perfil en Facebook, o piensa en el hecho de que «en un mundo donde millones de personas carecen de cuidados de salud básicos, hay naciones ricas que gastan dinero en la “construcción de vaginas” para hombres saludables».1

Más aún, si puedes definir tu género, ¿por qué no definir también tu edad o color de piel? ¿Qué hacemos con alguien que afirma ser de otra edad, raza o especie? Además, si toda identidad y orientación sexual debe ser afirmada, ¿qué hacemos con los intentos de las minorías que buscan justificar la pedofilia y hasta la bestialidad bajo el lenguaje del «amor»? ¿Cuál es el límite a las implicaciones de esta ideología?

Sí, podemos hablar mucho más sobre las contradicciones y los peligros evidentes de la ideología de género. Es necesario que lo hagamos. Sin embargo, el objetivo de este escrito no es hablar principalmente sobre eso. Quiero invitarte a reflexionar con la Biblia en lo que hay detrás de esta ideología.

Si este conjunto de dogmas es tan irracional y tóxico, ¿por qué tantas personas lo aceptan con fanatismo? Además, ¿cómo entender esa propensión nos ayuda a hablar la verdad en amor frente al engaño ideológico?

La ideología como religión
La Biblia enseña que la razón por la que podemos llegar a abrazar ideas irracionales es que no somos criaturas muy racionales después de todo. Debido a nuestro pecado e idolatría —que consiste en poner a otras cosas en el primer lugar que solo Dios merece y creer que eso nos saciará (Ro 1:21-25; Jer 2:13)—, el Señor en Su justicia nos dejó seguir nuestra mente separada de Él, como una forma de juicio: «Y así como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada» (v. 29). Es por eso que no pensamos tan bien como debiéramos.

Además, un punto clave sobre nuestra humanidad es que Dios no nos hizo seres puramente racionales. Él nos hizo para que seamos más que simples calculadoras. Dios nos creó en amor para compartir Su deleite con nosotros, para que le adoremos y disfrutemos de comunión con Él para siempre. Por eso nos dio la capacidad de tener deseos, pues la adoración sin afectos sería mera hipocresía. Fuimos hechos para amar y adorar a Dios con todo lo que somos (Mt 22:37), lo que implica ser gobernados por el deseo por Dios.

Nuestros anhelos son capaces de sobreponerse a la razón. De hecho, tendemos a justificar y racionalizar las cosas que deseamos

Como fuimos hechos para adorar, se nos hace imposible no adorar algo. Si Dios no está en el centro de nuestras vidas, no podemos evitar desear algo más que llegue a ocupar el primer lugar y que elevemos como dios. Por eso la esencia del pecado es cambiar la gloria de Dios por algo más y convertirlo en lo más importante y deseable.

En palabras de Santiago, «cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte» (1:14-15). Esto significa que el pecado no surge de la nada, sino que tiene su origen en nuestros deseos desordenados (el significado de la palabra griega traducida como «pasión»)

Somos criaturas más orientadas por nuestros deseos que por la mera razón. Es por eso que saber que codiciar está mal no necesariamente acaba con nuestra codicia (cp. Ro 7:7-8). Nuestros anhelos son capaces de sobreponerse a la razón, de manera que «los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne» (Ro 8:5). De hecho, tendemos a justificar y racionalizar las cosas que deseamos. Nuestros ídolos nos gobiernan, estemos conscientes de eso o no. Por eso Jesús habla del pecado como algo esclavizante (Jn 8:34).

En resumen, todo pecado es idolatría. Por tanto, debajo de toda ideología que pone ideas falsas por encima de la verdad también hay idolatría.

Cuando reconocemos esto, no es difícil detectar cuál es el ídolo detrás de la ideología de género: el yo que quiere definir su identidad y elevar sus deseos desordenados por encima de la verdad, asumiendo el lugar de dios en su vida y pretendiendo que eso lo hará feliz. En este sentido, la ideología de género —como toda ideología en realidad— es una forma de religión basada en una fe mal dirigida (¡y vaya que se requiere mucha fe ante tantas contradicciones en sus doctrinas!).

Debajo de toda ideología que pone ideas falsas por encima de la verdad también hay idolatría

Es por este individualismo que, como Tim Keller ha señalado, mientras que en el mundo romano antiguo acusaban a los creyentes: «Ustedes los cristianos son muy exclusivistas; amenazan el orden social porque no honran a todas las deidades», hoy el mundo occidental posmodernista e individualista nos acusa: «Ustedes los cristianos son muy exclusivistas; amenazan el orden social porque no honran todas las identidades».

Por eso el debate sobre la ideología de género se trata en realidad de una guerra espiritual por los corazones de las personas, contra las fuerzas espirituales que mantienen a las personas cautivas voluntariamente a la esclavitud de la idolatría (cp. Ef 6:12, 2 Co 4:3-4; 2 Ti 2:25-26). No podemos librar esta guerra sin tener en cuenta su dimensión espiritual y sin prepararnos con la armadura que Dios nos provee (Ef 6:10-18).

Aquí es donde aparecen las buenas noticias: nuestro Dios es poderoso y lleno de gracia para librar a las personas de la idolatría y traerlas a Él (1 Ts 1:9; 2 Co 4:6). Lo hizo en quienes hemos creído el evangelio; lo puede hacer también en los demás.

Respondamos ante la idolatría
Los activistas de la ideología de género dicen que el debate al respecto en la esfera pública debe estar exento de dogmas de fe y religión; sin embargo, como vimos, su ideología es una forma de religión y tiene dogmas que abraza por fe. No temamos señalar esto en la medida que sea posible. Identifiquemos la idolatría subyacente debajo de la ideología, en vez de enfocarnos solo en conversar sobre lo irracional y dañina que resulta, pues esto nos permite ir a la verdadera raíz del problema y apuntar a la solución que solo está en Jesús.

Nuestro Señor es el Hijo de Dios que vino a este mundo para vivir perfectamente en nuestro lugar, morir en una cruz por nuestros pecados y resucitar victorioso para traer libertad y vida eterna a todo el que cree en Él. En Cristo podemos tener comunión con Dios y empezar a vivir satisfechos en Él para siempre, de manera que podamos decir junto a Pablo que el vivir es Cristo (porque Él es lo más valioso y precioso que tenemos) y el morir es ganancia (porque la muerte solo nos acerca más a Él; Fil 1:21).

Expongamos la idolatría detrás de la ideología de género. Al hacerlo, expongamos también al Salvador que nos hace libres en verdad

Entonces, no nos conformemos con solo señalar las inconsistencias y consecuencias de la ideología de género. Cavemos más profundo. Esta ideología está mal no solo porque es ilógica y hace daño a las personas, sino primeramente porque nos esclaviza como lo hace todo pecado y porque es una forma de rechazar al Dios para el que fuimos hechos y el diseño con el que nos creó en Su voluntad perfecta. Solo Él es el Dios que puede saciarnos en verdad.

Hermanos, expongamos la idolatría detrás de la ideología. Al hacerlo, expongamos también al Salvador que nos hace libres en verdad (Jn 8:34). Esto no es opcional si queremos hablar la verdad en amor a las personas.

1 Sharon James, Gender Ideology: What Do Christians Need to Know? [Ideología de género: ¿Qué necesitan saber los cristianos?] (Christian Focus, 2019), p. 20.


Josué Barrios

Sirve como Director Editorial en Coalición por el Evangelio. Ha contribuido en varios libros y es el autor de Espiritual y conectado: Cómo usar y entender las redes sociales con sabiduría bíblica. Es licenciado en comunicación y cursa una maestría de estudios teológicos en el Southern Baptist Theological Seminary. Vive con su esposa Arianny y su hijo Josías en Córdoba, Argentina, y sirve en la Iglesia Bíblica Bautista Crecer como líder de jóvenes. Puedes leerlo en josuebarrios.com, donde su blog es leído por decenas de miles de lectores todos los meses. También puedes seguirlo en Youtube, Instagram, Twitter y Facebook, y suscribirte gratis a su newsletter con contenido exclusivo.

No perdamos de vista al que sufre | ​Otto Sánchez

Una o dos personas que asistían a nuestra iglesia dejaron de hacerlo hace un tiempo. Ellos decían que yo había dejado de predicar el evangelio de Cristo por predicar un «evangelio de justicia social». Como pastor con unos treinta años en el ministerio, he podido comprobar la cantidad de alegatos que una persona puede elaborar como mecanismo de defensa para que su conciencia no la mortifique. La tendencia es que, si hay algo que no le gusta o con lo que no está de acuerdo, simplemente lo descarta con malos argumentos que no resisten el análisis.

Todo comenzó cuando empecé a enseñar a la iglesia sobre algunos problemas éticos de actualidad que estaban relacionados con el hambre, la corrupción política, la compasión, la sexualidad, la educación, entre otros. Sé que algunos pueden sentirse incómodos con estos temas. Sin embargo, por encima de la opinión de unos pocos, no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.

Debo reconocer que hay predicadores, sermones, libros e incluso iglesias que son más activistas sociales que embajadores de Cristo. Entienden que la mayor necesidad que tiene el ser humano se circunscribe a sus problemas materiales y al impacto que estos generan en la sociedad. Piensan como los pensadores de la Ilustración del siglo XVIII, que un ser humano educado y socialmente realizado es la esperanza de la humanidad. Sin embargo, todas esas expectativas quedaron pulverizadas con dos grandes guerras en la primera mitad del siglo XX, generadas por esos personajes ilustrados, lo que dejó un saldo de aproximadamente 60 millones de muertos.

Puedo entender que la falta de compasión caracterice el mundo de hoy, pero no a la iglesia de Cristo

En la antípoda de esta posición están los que ven el mundo actual desde una perspectiva que llamo «escatología fatalista». Han divorciado el evangelio de la compasión, el trabajo, el servicio al prójimo y la esperanza, porque Cristo viene y no hay nada que podamos hacer para arreglar este mundo. Padecen del «síndrome tesalónico» fundamentado en una mala concepción de los roles de la iglesia en estos últimos tiempos, lo que los ha llevado a ser indiferentes, espectadores sin alma ni sentimientos de los males que aquejan a nuestro mundo contemporáneo.

No puedes separar el evangelio de la compasión
Puedo entender que la falta de compasión caracterice el mundo de hoy, pero no a la iglesia de Cristo. No hay forma de que podamos separar la piedad y todas las virtudes que tienen que ver con restaurar el imago Dei en los seres humanos. Es urgente que vivamos el evangelio como Cristo nos lo modela, porque este apremio no solo lo encontramos en las Escrituras, sino también en el mundo caído y sin Dios que lo pide a gritos. Una sociedad que clama por justicia y por misericordia; pide pan y tiene sed; tiene dolor y está de luto; está llorosa y perturbada y no hay que la consuele entre todos sus amantes porque necesita de Cristo y, por ende, recobrar su dignidad.

El periodista y escritor español Pedro Cuartango, en una publicación del diario ABC del 2018, hace una dramática descripción del sufrimiento, la maldad y el dolor instalados en nuestros días: «Lo vemos en la calle, en un hospital, en una pantalla, en la casa de un vecino. Está en todos los sitios y en ninguno. A veces, miramos para otro lado para no verlo, pero acaba por mostrarse cuando menos lo esperamos. Desgraciadamente, el mal no se puede erradicar con las armas ni los ejércitos… es algo esencialmente individual, es un proceso de corrupción del espíritu, una enfermedad del alma cuando se pierden los valores». El tormento y la angustia están en todas partes. No hacen acepción de personas. Viven en los palacetes y en los arrabales; se visten de frac y de harapos. Sufre el millonario y sufre el indigente por igual, con la diferencia de que el rico puede disimularlo, el pobre no.

La compasión nace en el corazón de Dios
La Biblia está repleta de acciones compasivas: desde una princesa egipcia que tuvo compasión de un niño hebreo dentro una canastilla a la deriva (Éx 2:6), hasta el clamor de un hombre devoto a sus amigos para que tuvieran compasión de él (Job 19:21). Dios dice por medio de uno de sus profetas que Él se inclina al perdón y le dice a Israel: «Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión» (Os 11:8). En el Nuevo Testamento, la palabra «compasión» aparece 25 veces; la mitad de estas se encuentran en los evangelios y siempre relacionadas con el ministerio de nuestro Señor Jesucristo. Con algunas variantes, la distribución es básicamente la siguiente: En Mateo, cinco veces (9:36; 14:14; 15:32; 18:37 y 20:34); en Marcos, tres veces (6:34; 8:2 y 9:22); y en Lucas, cuatro veces (1:78; 7:13; 10:33 y 15:20).

El tormento y la angustia están en todas partes. No hacen acepción de personas. Viven en los palacetes y en los arrabales; se visten de frac y de harapos

El vocablo empleado, por ejemplo, por Mateo («viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas») es especialmente fuerte. Deriva de la palabra «entrañas» y se refiere a aquellos sentimientos que se sienten vivamente y hasta nos conmueven físicamente. Se trata, pues, de una compasión entrañable que conmovía a Jesús hasta lo más profundo de su ser.[1]

Examinaremos de forma concisa tres pasajes que, de alguna manera u otra, representan el alcance de nuestro Señor y las grandes áreas de atención de la compasión cristiana hacia los seres humanos:

Compasión por la condición espiritual (Mt 9:35-38).
Compasión por la condición emocional (Lc 7:11-14).
Compasión por la condición material (Mt 15:32).
Estos tres pasajes nos muestran que Cristo combatía la maldad y las consecuencias del pecado con la predicación del evangelio, sin descuidar las condiciones puramente humanas del individuo. Su propósito no era erradicar la pobreza y las injusticias de su época (Mt 26:11), sino mostrar a sus discípulos y a nosotros la compasión y el servicio a los demás para que sea imitado (Mt 13:15).

No podemos pensar que, porque hay algunos que han hecho del evangelio una causa puramente social, debemos concluir que ayudar al menesteroso no es una opción que le haga justicia a las Escrituras. Mostrar compasión y ayudar al necesitado es algo que debemos procurar como resultado de nuestra fe y amor por Dios, que se muestra en amor por nuestro prójimo (Mt 22:36-40).

Compasión por la necesidad espiritual
«Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor» (Mateo 9:36).

El problema fundamental del ser humano es su necesidad de Dios. El vacío, la agonía, la amargura, el orgullo, la envidia, el rencor, el egoísmo y el estado de perdición del ser humano tienen su origen en la ausencia de Dios en los corazones. Por eso es que Cristo vino a este mundo. La Biblia enseña claramente:

«Jesús les respondió: “Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que Yo predique también allí, porque para eso he venido”» (Marcos 1:38).

«Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10).

Mostrar compasión y ayudar al necesitado es algo que debemos procurar como resultado de nuestra fe y amor por Dios, que se muestra en amor por nuestro prójimo

La predicación del evangelio fue y es la prioridad operativa de Cristo —y, por lo tanto, de su iglesia— para alcanzar a personas para que vivan y cumplan con el propósito para el cual fueron creados: la adoración sublime y reverente de nuestro Dios.

Compasión por la necesidad emocional
«Al verla, el Señor tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y Jesús dijo: Joven, a ti te digo: ¡Levántate!» (Lucas 7:13-14).

Entre los momentos más conmovedores en la vida de nuestro Señor está su reacción ante el dominio tenebroso de la muerte. Él se cruza con una mujer que llora desconsolada por la muerte de su hijo. Solo un padre o una madre comprende lo que se quiere un hijo. El pasaje no menciona si tenía más hijos, pero independientemente de eso, ella llora por la pérdida. Una vez más, vemos a Jesús teniendo compasión. Sabiendo que va a resucitar al joven, tiene compasión. El dolor de esta madre por el cuerpo sin vida de su hijo es intenso. Cristo, que no es ajeno al dolor humano, se conmueve teniendo compasión de ella. Lo mismo frente a la tumba de Lázaro. Allí llora (aunque no con sollozos) sabiendo que iba a resucitar a su amigo (Jn 11:35).

Compasión por la necesidad material
«Entonces Jesús, llamando junto a sí a sus discípulos, les dijo: “Tengo compasión de la multitud, porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino”» (Mateo 15:32).

Aquí vemos a Jesús siendo compasivo por los hambrientos. «Tengo compasión porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer…». ¡Qué drama! No es que las personas tengan tres días sin comer, sino más bien que se les acabó el alimento. Se han quedado sin provisiones. La compasión de Cristo no tiene en cuenta las distintas clases de personas que hay en ese lugar. No todas se convirtieron en seguidores de Cristo, pero aún así, Él proveyó para todos como hizo con los diez leprosos (Lc 17:11-19).

La importancia que Jesús le da al tema de la compasión en sus acciones es evidente. Además, también resalta este asunto a través de sus enseñanzas, con parábolas muy memorables como la de los dos deudores (Mt 18:2), el buen samaritano (Lc 10:33) y el hijo pródigo (Lc 15:20). La congruencia entre sus enseñanzas y su carácter refleja por completo quién es Él. Él mostró mediante ejemplos al Dios del Antiguo Testamento que es presentado como un padre piadoso (Sal 103:13) y con gran compasión por otros. Jesús no pidió nada para Él mismo, ni en la agonía del huerto, ni tampoco ante los sufrimientos de la cruz. Él no manifestó autocompasión, sino que se entregó por completo a los demás.

Como Jesús
«Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, hagan completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito» (Filipenses 2:1-2).

Estas palabras del apóstol Pablo nos hablan de nuestro llamado a imitar a nuestro Señor. De igual forma, Pedro concluye en su epístola de manera magistral, diciendo: «En conclusión, sean todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos, y de espíritu humilde» (1 P 3:8). Al igual que Cristo, debemos predicar el evangelio, recordando que el evangelio sin compasión no es evangelio. Ser más como Cristo es ser más compasivos para gloria de Él y para bendición de todos los que vivimos en este lado de la eternidad.

Como escribió John Stott: «Si tuviéramos que resumir en una oración breve y sencilla en qué consiste la vida, el porqué Jesucristo vino a este mundo a vivir, morir y resucitar, y lo que Dios busca en este largo proceso histórico, sería difícil hallar una explicación más sucinta que ésta: Dios está haciendo a los seres humanos más humanos por medio de hacerles más como Cristo».[2]

[1] Barclay, W. The Gospel of Matthew, p. 116.
[2] Citado por Salvador Gómez Dickson en Citas Edificantes, p. 162.


​Otto Sánchez es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Es pastor de la Iglesia Bautista Ozama (IBO) en Santo Domingo, República Dominicana. Es además director del Seminario Teológico Bautista Dominicano. Está casado con Susana Almánzar, y tienen dos hijas. Puedes encontrarlo en Twitter.

La respuesta del evangelio frente al humanismo | Juan Carlos de la Cruz

La respuesta del evangelio frente al humanismo

Juan Carlos de la Cruz

¿Por qué el humanismo, con su énfasis en colocar al hombre como centro del universo, no ha dado con la solución a los problemas del corazón humano?

Para responder a esto, y a riesgo de simplificar demasiado, necesitamos ver que hay dos errores básicos que el humanismo comete en sus diversas corrientes.

El primer error es creer que el hombre es altruista y bueno por naturaleza. Más bien, en realidad, tenemos un corazón malo. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). Esto no debe sorprendernos si somos honestos ante la historia de la existencia humana, llena de maldades y horrores.

Luego de eso, el segundo error de los humanistas es no dar crédito a la Palabra de Dios, que es viva y eficaz (He. 4:12). Ella no nos provee solo de un comentario cabal sobre la miserable y depravada condición humana, sino que principalmente nos ofrece la única solución definitiva para la desgracia de nuestra maldad: el evangelio.

Cómo podemos cambiar en verdad

La única manera en el universo en que podemos cambiar en realidad es por medio de aceptar y creer la verdad de Dios y su plan de redención en Jesucristo. Así lo enseña Juan 1:10-13.

“El estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de El, y el mundo no Lo conoció. A lo Suyo vino, y los Suyos no Lo recibieron. Pero a todos los que Lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios”.

Solo así, por la gracia de Dios, podremos ver el mundo y la vida de otra manera, y esto como resultado de haber renacido espiritualmente. El amor a Dios, el mismo que se requiere para amar al prójimo, no es algo que tenemos por naturaleza. El Señor tiene que realizar una obra en nuestro interior para que seamos investidos con tal amor, que es fruto del Espíritu Santo cuando viene a morar en nosotros (Ro. 5.5; Gá. 5.22; Ef. 5.1-2).

Entonces, para que podamos amar, necesitamos que Dios transforme nuestros corazones. Moisés escribió de esto cuando dijo: “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Dt. 30:6; ver también Jer. 9.26, Hch. 7:51; Jer. 44:7,9; y Lv. 26.41).

Esta promesa fue comprada por Jesús en la cruz para nosotros. Esto es lo que necesita la humanidad para cambiar en lo más profundo. Solo Dios puede transformarnos realmente.

El humanismo no es suficiente

Recibiremos oposición por ser creyentes. Aun así, no dejemos la verdad de Dios para abrazar ideas opuestas a nuestra fe, o tratar de reconciliar lo que dice la Biblia con ellas. En el fondo, las propuestas humanistas son irreconciliables con la verdad.

Ni la Ilustración, ni las propuestas políticas, ni las propuestas sociales humanistas han funcionado jamás para cambiar el corazón de los hombres. El humanismo no es suficiente; la gracia de Dios revelada en Cristo sí lo es.

Esto debe conducirnos a no desmayar en nuestra comisión de predicar el evangelio de Jesús en un entorno actual lleno de humanismo. Cada vez que se arrepiente un pecador, hay regocijo en el cielo y una nueva vida transformada en la tierra. Todo por gracia, para la gloria de Dios.

Juan Carlos de la Cruz es pastor en la Iglesia Bautista Nueva Jerusalén, en Bonao, República Dominicana, y director de Southern Baptist School for Biblical Studies.