2 Crónicas 36 | Apocalipsis 22 | Malaquías 4 | Juan 21

31 DICIEMBRE

2 Crónicas 36 | Apocalipsis 22 | Malaquías 4 | Juan 21

Las dos lecturas principales para este último día del año expresan esperanza.

La primera, 2 Crónicas 36, reproduce la destrucción final de Jerusalén. Los babilonios arrasaron la ciudad y trasladaron a los ciudadanos principales lejos de su hogar, a unos 1.200 kilómetros de distancia. Pero los versículos finales susurran esperanza. Babilonia no tiene la última palabra. Décadas más tarde, el imperio persa dominó la región y se convirtió en la nueva superpotencia. El rey Ciro autorizó el regreso de los exiliados a Jerusalén y la construcción de un nuevo templo. Claro, históricamente los persas establecieron esta política para los pueblos que los babilonios habían desplazado: a todos se les permitió regresar a casa. Pero el cronista ve correctamente que la aplicación de esta política a Israel es evidencia suprema de la mano de Dios e inicia una nueva etapa en la historia de la redención que traerá el cumplimiento de todas las promesas de Dios.

La esperanza reflejada en la segunda lectura, Apocalipsis 22, es de un orden superior. Los primeros versículos completan la visión del capítulo 21. La bendición de la consumación gira sobre asuntos como los siguientes: el agua de vida fluye libremente del trono de Dios y del Cordero; todos los resultados de la maldición son eliminados; el pueblo de Dios verá constantemente su rostro, es decir, estarán por siempre en su presencia; ya no hay ciclos de noche y día (una vez más, el hecho es moral, no astronómico; es decir, que ya no habrá ciclos de bien y mal, luz y oscuridad, pues todos vivirán en la luz de Dios).

Dada la pura belleza y gloria de esta visión prolongada y simbólica de la consumación y el triunfo de la redención, el resto del capítulo se dedica principalmente a asegurar al lector la total confiabilidad de esta visión y, por ello, la absoluta importancia de estar entre “los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para poder entrar por las puertas de la ciudad” (22:14). Aquí, entonces, se encuentra la máxima esperanza, de manera que si uno se aleja esta vez, ya no habrá esperanza. Sólo quedará una expectativa aterradora de la ira final. No hemos llegado a ese punto todavía, dice el autor, pero el clímax ya no está lejos y cuando llegue, será muy tarde.

El Jesús resucitado y exaltado, el que es la raíz y la descendencia de David, la brillante estrella de la mañana (22:16), declara solemnemente: “¡Vengo pronto!, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin” (22:12–13).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 365). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Crónicas 35 | Apocalipsis 21 | Malaquías 3 | Juan 20

30 DICIEMBRE

2 Crónicas 35 | Apocalipsis 21 | Malaquías 3 | Juan 20

Finalmente, llegamos a la cúspide de la redención (Apocalipsis 21). En su visión final, Juan ve “un cielo nuevo y una tierra nueva” (21:1). Algunas anotaciones:

(1) La ausencia del mar (21:1) no establece los principios hidrológicos del cielo nuevo y la tierra nueva. El mar, como hemos visto anteriormente, es símbolo del caos, del viejo orden, de la muerte. De manera que el mar ya no está.

(2) Juan también ve “la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios” (21:2). No debemos ubicar esta nueva Jerusalén dentro del nuevo cielo y la nueva tierra. Son dos imágenes muy distintas de la realidad final, dos formas de presentar una verdad. Es parecido al León y el Cordero de Apocalipsis 5, en el cual aunque hay dos animales, ambos se refieren a un mismo Jesús. Una forma de pensar sobre la gloria consumada es concebirla como un nuevo universo, un nuevo cielo y tierra; otra manera de pensarlo es como la nueva Jerusalén, con las muchas implicaciones que supone esta última imagen.

(3) Una tercera manera de ver la consumación es centrarse en las bodas del Cordero (21:2, 9; cf. 19:9) y aquí la novia es la nueva Jerusalén. Las metáforas se han mezclado de manera admirable. Pero todos pueden ver que la consumación implicará una intimidad perfecta entre el Señor Jesús y el pueblo que él ha redimido.

(4) No hay duda de que las perfecciones de la nueva Jerusalén están tan lejos de nuestra experiencia, que es difícil imaginarlas. Pero una manera de llegar a ellas es mediante la negación: debemos entender qué cosas feas conectadas con el pecado y la corrupción no estarán allí: “ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (21:4).

(5) La ciudad es una realidad inherentemente social. La consumación no es un lugar de espiritualidad de llanero solitario. Tampoco son malas todas las ciudades, como Babilonia, la madre de las prostitutas (capítulo 17; ver meditación del 26 de diciembre). Esta ciudad, la nueva Jerusalén, se describe de muchas maneras llenas de símbolos para ilustrar su maravilla y su gloria, tantas que no se pueden tratar todas aquí. Pero notemos que está construida como un cubo perfecto. Esto no se refiere a su arquitectura, al igual que la falta de mar no se refiere a los aspectos hidrológicos del fin. El cubo es simbólico: sólo hay un cubo en el Antiguo Testamento y es el Lugar Santísimo del templo, donde únicamente el sacerdote podía entrar, una vez al año, llevando sangre por sus propios pecados y por los pecados del pueblo. Ahora la ciudad entera es el Lugar Santísimo: en la consumación, todo el pueblo de Dios se encuentra perennemente en el esplendor ilimitado de su gloriosa presencia.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 364). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Crónicas 34 | Apocalipsis 20 | Malaquías 2 | Juan 19

29 DICIEMBRE

2 Crónicas 34 | Apocalipsis 20 | Malaquías 2 | Juan 19

En la meditación del 9 de noviembre, reflexioné brevemente sobre el celo reformador de Josías, quien dirigió el último intento por realizar una reforma a gran escala en Judá (2 Reyes 22). Ya habían pasado tres cuartos de siglo desde la muerte de Ezequías, pero mucho de esto fue presidido por Manasés, cuyo reino de más de medio siglo estuvo casi enteramente dedicado a la maldad pagana. Ahora, regresamos al mismo evento, esta vez registrado en 2 Crónicas 34. Aquí podríamos aprender algunas lecciones adicionales y complementarias.

(1) El redescubrimiento del libro de la ley (probablemente Deuteronomio) entre los escombros del templo le revela a Josías el peligro de la posición de Judá: la ira de Dios pende sobre su cabeza. Josías se rasga las vestiduras, se arrepiente y ordena una reforma. Además, instruye a sus asistentes a consultar a la profetisa Hulda (34:22) sobre la inminencia de estos peligros. La respuesta de Dios es que el desastre y el juicio sobre Jerusalén ya son inevitables: “todas las maldiciones que están escritas en el libro que leyeron delante del rey de Judá” (34:24). El patrón de desobediencia deliberada y recurrente al pacto se ha vuelto tan constante y horrendo, que el juicio tiene que llegar. No obstante, el Señor añade: “Como te has conmovido y humillado ante mí al escuchar lo que he anunciado contra este lugar y sus habitantes, y te has rasgado las vestiduras y has llorado en mi presencia, yo te he escuchado” (34:27). Le asegura a Josías que el desastre inminente no ocurrirá mientras él esté vivo.

Aquí hay dos lecciones obvias. Primero, se nos permite vislumbrar a lo que Dios espera de nosotros si vivimos en una época de declive catastrófico: no filosofar, sino humillación, arrepentimiento sincero, lágrimas, contrición. Segundo, como suele suceder en la Biblia, precisamente porque Dios es lento para la ira y tan paciente, él está más ansioso por suspender y retrasar el juicio que es el correlativo necesario de su santidad, que lo que estamos nosotros por pedirle misericordia.

(2) La imagen del propio rey juntando a los ancianos de Judá y leyéndoles solemnemente las Escrituras (34:29–31) es profundamente conmovedora. No hay nada que nuestra generación precise más que escuchar la palabra de Dios, esto en una época en la cual el analfabetismo bíblico está aumentando muy velozmente. Además, necesita escuchar a líderes cristianos que se sometan personalmente a la Biblia, que lean directamente las Escrituras y las enseñen. Esto, no mediante formas oscuras que meramente asumen alguna especie de herencia de enseñanza cristiana mientras en realidad se centran en cualquier otra cosa, sino de manera reverente, ejemplar, comprensiva, insistente y persistente. Nada—nada en absoluto—es más urgente.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 363). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Crónicas 33 | Apocalipsis 19 | Malaquías 1 | Juan 18

28 DICIEMBRE

2 Crónicas 33 | Apocalipsis 19 | Malaquías 1 | Juan 18

Apocalipsis 19 se divide en dos partes. En la primera, Juan oye el bullicio de una gran multitud en el cielo que exclamaba varias líneas de alabanza desenfrenada, a quien se le unen otros en unidad antifonal. La primera estrofa de adoración (19:1–3) alaba a Dios porque ha condenado a la gran prostituta (ver meditaciones del 26 y 27 de diciembre), demostrando así la verdad y la justicia de sus juicios (19:2). Esta estrofa provoca un coro: “¡Aleluya! El humo de ella sube por los siglos de los siglos” (19:3) y los ancianos alrededor del trono se unen en adoración y aprobación (19:4). Una voz desde el trono exhorta a todos los siervos de Dios a sumarse a la alabanza—“los que le teméis, así pequeños como grandes” (19:5) — y nuevamente Juan escucha a una multitud inmensa en el estruendo de la adoración. Ahora, el enfoque no es tanto en la justicia de Dios al condenar a la prostituta, sino más bien en la pura gloria del reinado de “nuestro Dios Todopoderoso” y en las inminentes “bodas del Cordero” (19:6–8).

La segunda parte del capítulo presenta a Jesús con categorías extremadamente simbólicas. Nuevamente, es importante recordar que el Apocalipsis mezcla sus metáforas. Aquel a quien, desde el capítulo 5 en adelante, se le conoce como el Cordero (designación que todavía es muy común en los capítulos 21–22) ahora se presenta como un guerrero montado en un caballo blanco. Este guerrero se llama “Fiel y Verdadero” (19:11), su nombre es “la Palabra de Dios” (19:13; comparar con Juan 1:1, 14) y su título es “Rey de reyes y Señor de señores” (19:16). Dirige a los ejércitos en el ataque final sobre las dos bestias (es decir, la bestia y el falso profeta) y sobre todos los que lleven su marca. Su arma es una espada afilada que sale de su boca: para ganar, sólo tiene que hablar. Es él quien “exprime uvas en el lagar del furor del castigo que viene de Dios Todopoderoso” (19:15), lo cual nos remonta a la terrible imagen de 14:19–20.

En un sentido, el capítulo 19 no adelanta la trama del libro de Apocalipsis ni lo intenta. Ya se nos ha dicho que Dios destruye a la gran prostituta, que aquellos que tengan la marca de la bestia habrán de enfrentarse a la ira de Dios y todo lo demás. Lo que añade—y esto es vital—es el recordatorio enteramente saludable de que Dios tiene el control total, que es digno de ser alabado por su justo juicio sobre todo lo malo y que el agente que destruye toda la oposición al final es nada más y nada menos que Jesucristo. Más aún, esto se presenta, no sólo en el lenguaje espectacular apocalíptico, sino con la lengua gozosa de la alabanza entusiasmada. A los lectores, se nos invita implícitamente a unirnos, aunque en esta etapa sólo lo hagamos por fe y no por vista.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 362). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Crónicas 32 | Apocalipsis 18 | Zacarías 14 | Juan 17

27 DICIEMBRE

2 Crónicas 32 | Apocalipsis 18 | Zacarías 14 | Juan 17

Si Apocalipsis 17 expone las abominaciones de “Babilonia”, Apocalipsis 18 anuncia su inminente destrucción. Gran parte del lenguaje surge de pasajes del Antiguo Testamento que predicen la destrucción de la Babilonia histórica o de alguna otra ciudad pagana que se caracterizara por la corrupción, violencia e idolatría.

Lee el capítulo otra vez, lentamente, y reflexiona. Vale la pena recordar que, si bien Roma se enfrentó a varios contratiempos durante los trescientos años siguientes, la ciudad no fue completamente saqueada por los bárbaros del norte hasta la época de Agustín. Así que mucha de la descripción de este capítulo se cumplió de manera muy brutal y literal. Pero, para ese entonces, el cristianismo ya se había convertido en la religión del Estado y a muchos cristianos, por tanto, les costó aceptar el saqueo y explicarlo.

Fue Agustín quien escribió un libro enmarcando el saqueo de Roma en un contexto teológico que ayudó a los cristianos a entenderlo todo. Su volumen Ciudad de Dios retrata dos ciudades: la de Dios y la del hombre. (Ver la meditación del 9 de enero.) Estas categorías se convirtieron para él en la tipología principal, no sólo para su repaso veloz de la historia bíblica, sino para su análisis del bien y el mal dentro de la historia. Es una obra maestra y merece una lectura cuidadosa aun hoy día.

Sobre todo, Agustín nos advierte en contra de asociar demasiado la iglesia y el evangelio con las ciudades y reinos de este mundo, ciudades que son todas temporales y destinadas a la destrucción, que han cedido sin esperanza. Como contraste, los cristianos deberían identificarse con la nueva Jerusalén, la ciudad del gran Rey, la Jerusalén que viene de arriba, cuyo edificador y hacedor es Dios.

Evaluar correctamente estos asuntos nunca es fácil ni sencillo. “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis cómplices de sus pecados, ni os alcance ninguna de sus plagas” (18:4). En el contexto del libro de Apocalipsis, esto es una exhortación convincente a no alinearse con ninguna de las riquezas que corroen y los valores pervertidos de Babilonia. Uno debe “salir” y abandonar esta ciudad maldita que está bajo el juicio del Dios Todopoderoso. Pero estas palabras se han usado para justificar separaciones de segundo y tercer grado, como si eso fuera lo que Apocalipsis enseña. Mientras algunos disfrutan tanto de Babilonia, que acaban siendo destruidos junto con ella, otros esperan construir sus propios centros, totalmente alejados de la influencia corruptora de Babilonia. No se dan cuenta de que, hasta que Jesús regrese, el pueblo de Dios estará constantemente atraído en direcciones diferentes por la ciudad de Dios y por la ciudad de los rebeldes portadores de la imagen de Dios. Nuestra esperanza máxima está en Dios mismo, quien no sólo introduce la nueva Jerusalén (Apocalipsis 21–22), sino que acaba con esta “madre de las prostitutas” en su propio juicio soberano.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 361). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Crónicas 31 | Apocalipsis 17 | Zacarías 13:2–9 | Juan 16

26 DICIEMBRE

2 Crónicas 31 | Apocalipsis 17 | Zacarías 13:2–9 | Juan 16

La visión de la prostituta en Apocalipsis 17 está repleta de un lenguaje colorido que ha confundido a muchos intérpretes. No obstante, las líneas principales son razonablemente claras e incluso los puntos más debatidos no son del todo oscuros. Aquí podemos reflexionar sobre tres materias:

(1) Para cualquier lector del primer siglo, la identificación básica de la ramera no ofrecería ninguna duda. La referencia a las siete colinas sobre las cuales está sentada (17:9), junto con la afirmación explícita de que la mujer “es aquella gran ciudad que tiene poder de gobernar sobre los reyes de la tierra” (17:18), la señalarían como Roma.

(2) Formalmente, se le identifica en términos algo oscuros: “misterio: Babilonia la Grande, la Madre de las Rameras y de las Abominaciones de la Tierra” (17:5). La Babilonia histórica en esta época era ya un lugar en ruinas, un centro relativamente pequeño y ciertamente debilitado, sin una influencia significativa. No obstante, en la época del Antiguo Testamento, Babilonia había representado todo lo pagano, poderoso, vil o lo que se promueve a sí mismo. Babilonia era la ciudad que había provocado el exilio de Judá y de Jerusalén (independientemente de que el pueblo de Dios se hubiera ganado el juicio). Ahora, el nombre de la ciudad antigua se le transfiere a Roma, el nuevo centro geopolítico. La palabra prostitutas no se refiere a prostitutas humanas ordinarias, sino a una prostitución espiritual (una vez más, tomado del Antiguo Testamento). “La madre de las X” es una manera semita de decir algo como “el arquetipo de todas las X”. Y en esa época, Roma ciertamente era, en este sentido, la madre de toda la prostitución espiritual, la fuente de las abominaciones de la tierra. Se merecía el título, no sólo por su paganismo, corrupción política, violencia, perversión interminable, extraordinarias riquezas y desgraciada pobreza, sino también porque este era el lugar donde al césar (un mero ser humano) se le refería en las monedas como “nuestro Señor y Dios”. Además, era el centro del cual emanaba la voluntad política que cada vez más iba en contra del pueblo de Dios.

(3) Las siete cabezas de esta prostituta apuntan hacia dos direcciones. Por un lado, miran hacia las siete colinas de Roma. También señalan a siete reyes, cinco de los cuales ya han caído, “uno está gobernando, el otro no ha llegado todavía” (17:10). Es extremadamente difícil relacionar esta lista con los césares conocidos del primer siglo. Se han identificado varias conexiones; pero no estoy seguro de cuál es la correcta. Pero la bestia sobre la que estaba montada la mujer, que se identifica claramente con la bestia que surgió del mar en el capítulo 13, la que recibe una herida mortal y luego es curada, “es el octavo rey” (17:11). Esto sugiere a muchos (correctamente, me parece) una manifestación del mal más allá del imperio romano.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 360). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Crónicas 30 | Apocalipsis 16 | Zacarías 12:1–13:1 | Juan 15

25 DICIEMBRE

2 Crónicas 30 | Apocalipsis 16 | Zacarías 12:1–13:1 | Juan 15

Las siete copas de la ira de Dios (Apocalipsis 16) que contienen las últimas siete plagas (ver también Apocalipsis 15) se derraman sobre la tierra. Sin duda alguna, mucho del lenguaje está cargado de símbolos; algunos de ellos, transparentes, y otros más difíciles de entender. Aquí quisiera concentrarme en una frase que se repite. Cuando el cuarto ángel derramó su copa, las personas “blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria” (16:9, énfasis añadido). Sucede igualmente tras la quinta copa: “La gente se mordía la lengua de do lor y, por causa de sus padecimientos y de sus llagas, maldecían al Dios del cielo, pero no se arrepintieron de sus malas obras” (16:10–11, énfasis añadido).

Debemos reflexionar sobre estos sombríos pasajes.

(1) Ocurren inmediatamente después de las líneas semipoéticas de los versículos anteriores: “Justo eres tú, el Santo, que eres y que eras, porque juzgas así: ellos derramaron la sangre de santos y de profetas, y tú les has dado a beber sangre, como se lo merecen… Así es, Señor, Dios Todopoderoso; verdaderos y justos son tus juicios” (16:5–7). Hemos visto este tema anteriormente. Si Dios ignora los ataques persistentes en contra de su pueblo del pacto, si pasa por alto los enormes males que han sido perpetrados en el mundo, él mismo se empequeñece: en el mejor de los casos, sería amoral, tal vez inmoral.

(2) En cierta forma, las terribles palabras de 16:9, 11 explican un poco sobre el infierno mismo. El infierno no está lleno de personas que han aprendido su lección, sino de las que todavía rehúsan arrepentirse. Como los que padecen estas plagas, sufren y maldicen a Dios por su sufrimiento, pero se niegan a arrepentirse de lo que han hecho. Así es el infierno: un ciclo constante de pecado, rebelión, juicio, pecado, rebelión, juicio, un mundo sin fin.

(3) Tenemos que ver estos pasajes de juicio horrendo dentro del marco de todo el libro de Apocalipsis. Ya el capítulo 5 ha resaltado al León/Cordero cuyo sufrimiento triunfante ha rescatado a hombres y mujeres de toda tribu y lengua y pueblo y nación. Apocalipsis termina con una invitación: el Espíritu y la Novia (otra palabra que se refiere a la iglesia, al pueblo de Dios) todavía claman “¡Ven! Y el que escuche diga: « ¡Ven!» El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (22:17).

Escrito está: “Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga santificándose” (22:11).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 359). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Crónicas 29 | Apocalipsis 15 | Zacarías 11 | Juan 14

24 DICIEMBRE

2 Crónicas 29 | Apocalipsis 15 | Zacarías 11 | Juan 14

Con la excepción de unos pocos versículos, la mayoría del material de 2 Crónicas 29–31 no tiene paralelo en 2 Reyes. Estos capítulos ofrecen un relato detallado de la manera en que el rey Ezequías reinstauró una adoración en el templo que se conformaba a la ley que Dios entregó por medio de Moisés. Luego, el rey congregó al pueblo del pacto, no sólo de Judá, sino incluso de partes de Israel para celebrar la Pascua como hacía tiempo que no se realizaba.

Aquí, podemos centrarnos en 2 Crónicas 29. El paganismo había logrado seducir de tal manera al pueblo, que el servicio del templo había caído en desuso. El templo se había convertido en un almacén de basura; hasta las puertas necesitaban reparación. Con sólo veinticinco años de edad, el rey Ezequías, en el primer mes de su reinado (29:3), abrió las puertas y las arregló. Encontró algunos sacerdotes y levitas, y les instruyó para consagrarse conforme a los ritos establecidos en la ley, y luego limpiar, reparar y volver a consagrar el templo. Más aún, Ezequías reconoció que los fracasos pasados en este aspecto habían provocado la ira de Dios (29:6). No fue tan necio como para pensar que los fracasos fueron meramente un tema de ritual. Tuvo gran visión porque percibió correctamente que el abandono total del ritual demostraba que los corazones de los sacerdotes, levitas, el pueblo y el rey estaban todos enteramente enajenados de Dios. Su intención expresa era modificar este patrón e inaugurar un pacto con el Señor (29:10).

El resto del capítulo narra detalladamente lo que hizo. Más sacerdotes y levitas se unieron. Los instrumentos musicales que David había establecido se restauraron para su uso. Hasta se registraron las desviaciones leves de la ley, como el permiso que se les dio a los levitas para que ayudaran a desollar a los animales de los sacrificios, debido al hecho de que en este momento había muy pocos sacerdotes consagrados (29:32–34).

Así fue como se restableció el culto en el templo del Señor. Y Ezequías y todo el pueblo se regocijaron de que Dios hubiera preparado al pueblo para hacerlo todo con rapidez” (29:35–36).

Así sucede cuando llega un avivamiento de proporciones considerables. Inevitablemente, Dios levanta un líder cuya insistencia profética resulte irresistible, primero a unos pocos y luego a una gran multitud. Y en las mejores instancias, no pasa mucho tiempo antes de que las personas miren hacia atrás y se maravillen por la rapidez con que ha ocurrido un cambio extraordinario en el estado de las cosas. Concluyen correctamente que la única explicación es que Dios mismo lo ha hecho; es decir, que la transformación finalmente no se le puede atribuir al celo reformador o a las destrezas de organización, sino a un Dios que ha cambiado los corazones de la gente.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 358). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Crónicas 27–28 | Apocalipsis 14 | Zacarías 10 | Juan 13

23 DICIEMBRE

2 Crónicas 27–28 | Apocalipsis 14 | Zacarías 10 | Juan 13

En Apocalipsis 13, descubrimos que todos los que estuvieran bajo la autoridad del triunvirato impío tienen una marca en su frente. Esto significa que pueden participar en el orden mundial del dragón y sus bestias, y ser librados de la ira de Satanás. Aquí en Apocalipsis 14, descubrimos que el pueblo de Dios también tiene algo en su frente: el nombre del Cordero y del Padre (14:1). Estas personas están de pie en el monte Sión con el Cordero y todas son libradas de la ira del Cordero. Por otro lado, los que llevan la marca de la bestia se enfrentan ahora a la ira del Cordero, bebiendo “el vino del furor de Dios, que en la copa de su ira está puro, no diluido” (14:10–11).

Las imágenes provienen de una visión muy distinta en Ezequiel 9, en la cual el profeta ve que Dios le pide a un hombre vestido de lino que ponga una marca sobre la frente de todas las personas en Jerusalén que guarden luto por su pecado. Cuando los verdugos angelicales pasan por la ciudad, decididos a la destrucción y a la matanza, pasan por alto a todos los que tienen la marca de Dios sobre su frente. Esta imagen se adapta ahora de dos maneras muy diferentes en Apocalipsis. Ahora todo el mundo tiene una marca en la frente. O tienes la marca de la bestia y eres librado de la ira de la bestia, pero te enfrentas al furor de Dios, o tienes la marca del Cordero, que implica que serás librado de la ira de Dios, pero tendrás que soportar las sanciones de la bestia.

¿Qué ira eliges soportar? Tendrás que enfrentarte a una de las dos. ¿Prefieres toparte con la ira de Satanás o la de Dios?

El Señor Jesús nos enseñó que debemos temer a Aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno (Mateo 10:28). En cuanto a ese tema, pocos pasajes son más aterradores que Apocalipsis 14. Se nos dice muy francamente que “el humo de ese tormento sube por los siglos de los siglos. No habrá descanso ni de día ni de noche para el que adore a la bestia y su imagen, ni para quien se deje poner la marca de su nombre” (14:11). No hay muchos pasajes más explícitos que este en cuanto a la duración eterna de ese castigo. La imagen gráfica final (14:19–20) es inimaginablemente horrenda. En el mundo antiguo, se usaban grandes lagares de piedra con agujeros en la parte de abajo. Estos se llenaban de uvas y jóvenes siervas entraban en ellos y las pisoteaban, exprimiendo el jugo que, a su vez, salía por los hoyos y se recogía para hacer vino. Pero ahora, a la luz de la última cosecha, debemos suponer que son personas las que se arrojan en el recipiente, pues lo que sale del “gran lagar de la ira de Dios” (14:19) es sangre que fluye en trescientos kilómetros.

Entonces, ¿a qué ira prefieres enfrentarte ?

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 357). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Crónicas 26 | Apocalipsis 13 | Zacarías 9 | Juan 12

22 DICIEMBRE

2 Crónicas 26 | Apocalipsis 13 | Zacarías 9 | Juan 12

Resulta que Satanás tiene dos bestias impías que le asisten, una que sale del mar (Apocalipsis 13:1–10) y la otra de la tierra (13:11–18). Juntos forman un triunvirato impío que, en cierta forma, imita a la Trinidad.

La verdad es que muchos de los símbolos apocalípticos de este capítulo han sido interpretados de maneras mutuamente excluyentes por diferentes escuelas de pensamiento. En estas breves meditaciones, me es imposible defender una estructura en particular. No obstante, en mi opinión estas bestias representan las manifestaciones históricas recurrentes del mal. En uno de los casos, es la maldad en su modalidad de oposición abierta al pueblo de Dios; en el otro, el mal se presenta como el engaño religioso. (No es en vano que, más adelante en el libro, a la bestia que surge de la tierra se le describe como “el falso profeta”: 19:20, por ejemplo.) Satanás no sólo envía agentes que abierta y violentamente atacan a los creyentes, sino que también manda emisarios cuya misión es seducir y engañar, si fuera posible, a los propios elegidos.

Observemos uno de los elementos extraordinarios de la descripción de la primera bestia. Ha recibido una herida mortal, pero esta ha sido curada. Eso suena incongruente: si la herida ha sido sanada, entonces no era fatal, y si era mortal, obviamente no hubiera podido ser sanada. Pero este simbolismo intenta describir las manifestaciones históricas repetidas de este monstruo. Surge como un Nerón, como el emperador romano, como Inocencio III, como Hitler. En cada caso, el monstruo es herido a espada. Muchas personas creen que la maldad en su peor manifestación ya ha sido destruida de manera final. El Reich de los mil años duró una década y media: esta seguramente fue la guerra que acabaría con todas las guerras. Pero luego comenzó de nuevo el genocidio: en el bloque oriental, en China, en Camboya, en Ruanda. La bestia recibe una herida mortal, pero siempre vuelve a la vida.

Notemos algunos de los símbolos que se utilizan para describir al falso profeta. Parece un cordero, pero habla como dragón (13:11): esto probablemente no significa que ruge como dragón y asusta a todos, sino que parece inocente, a pesar de que su discurso es el del dragón, el “gran dragón” del 12:9: nada más y nada menos que Satanás mismo. Este “cordero” resulta ser el portavoz de Satanás. Hace señales milagrosas y así engaña a los habitantes de la tierra (13:14). El texto no sugiere que las señales sean meros trucos; el poder de hacer milagros no necesariamente es muestra de poder divino. En última instancia, utiliza la autoridad que deriva de la primera bestia para establecer una identidad exclusiva para sus propios seguidores, excluyendo a todos los demás con sanciones económicas severas (13:16–17). Con sólo un poco de conocimiento histórico, podemos recordar manifestaciones de este tipo de coacción engañosa.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 356). Barcelona: Publicaciones Andamio.