2 Reyes 2 | 2 Tesalonicenses 2 | Daniel 6 | Salmos 112–113

21 OCTUBRE

2 Reyes 2 | 2 Tesalonicenses 2 | Daniel 6 | Salmos 112–113

En el relato de Daniel en el foso de los leones (Daniel 6), observamos a un hombre de unos ochenta años, tan fiel al final de su vida como lo fue al principio de ella. Unas cuantas observaciones:

(1) A pesar de su avanzada edad, las aptitudes administrativas de Daniel y su pasión por la integridad le hicieron altamente valioso a los ojos de un gobernante relativamente cultivado como Darío. Esas mismas virtudes lo convirtieron en el blanco de la envidia de individuos inferiores que se sintieron más que contentos de implicarse en una campaña de sucias artimañas para desprestigiarlo. No fue Nixon quien inventó los ardides deshonestos; estos se remontan a la Caída. ¡Bendito el cristiano cuya vida es tan transparente como la de Daniel, que estaba tan lejos de ser corrupto o negligente […], “era un hombre digno de confianza” (6:4)! La única forma de destruirlo/a es convertir su conducta y su convicción en un crimen.

(2) Daniel es el modelo de la forma en que un cristiano puede servir en un gobierno que no es, en modo alguno cristiano. No ofrece consuelo a quienes no solo se retiran del pecado, sino también de la responsabilidad y de la influencia piadosa.

(3) La expresión “conforme a la ley de los medos y los persas, no podrá ser revocado” (6:8) era probablemente un emblema de honor en el imperio. Es posible que la política estuviera diseñada para desalentar el favoritismo, las excepciones corruptas, el cambiante pragmatismo. Pero ningún sistema legal puede asegurar una justicia sistemática. Los corruptos siempre encuentran formas de explotar el sistema para oprimir a otros y progresar ellos mismos. Escondiéndose tras el eslogan, hay una cuestión más profunda. Históricamente, siempre ha habido una tensión entre la teoría de la ley positiva, en la que la única ley que se debe obedecer es la que el gobierno ha puesto en vigor, y la teoría de la ley natural, en la que se piensa que los seres humanos pueden descubrir algunos fundamentos. En nombre de la equidad y la justicia, hasta hace relativamente poco, los tribunales británicos dejaban a veces de lado la ley positiva a favor de la natural cuando era bastante obvio que se estaba cometiendo una injusticia. Tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos, tales consideraciones son ahora escasas. En el país británico, se debe obedecer lo que dice el Parlamento; en los Estados Unidos, prevalece lo que decida la Corte Suprema. En ambos casos, la ley positiva predomina en la mayoría de las ocasiones, como en la antigua Persia. El asunto se ha complicado aquí desde que los Estados occidentales han llegado a opinar que tienen un papel terapéutico en la sociedad, definiendo las “enfermedades” que deben confrontarse y las “terapias” que se deben imponer ya que van de la mano. El potencial para la injusticia y la desigualdad se multiplica.

(4) En la crisis precipitada por esta ley injusta, Daniel permanece coherente, sin hacer ostentación de su independencia ni esconder sus convicciones y costumbres. Deja el resultado en las manos de Dios, de manera muy parecida a la oración de Jesús (“Hágase tu voluntad”) y su ejemplo (Mateo 6:10; 26:39). Semejante madurez puede convertirse en un modelo amado para nosotros.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 294). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Reyes 1 | 2 Tesalonicenses 1 | Daniel 5 | Salmos 110–111

20 OCTUBRE

2 Reyes 1 | 2 Tesalonicenses 1 | Daniel 5 | Salmos 110–111

Tras la muerte de Nabucodonosor, el imperio babilónico decayó con rapidez. Mediante violentos golpes de Estado, varios miembros de la dinastía se sucedieron. Nabonides llegó finalmente a imponer cierta estabilidad, aunque varios de los estados vasallos se segregaron. Él mismo se convirtió en un diletante religioso. Abandonó la adoración de Marduk (dios principal del panteón babilonio) y, al parecer, acabó excavando santuarios enterrados, restaurando los antiguos rituales religiosos y fomentando la adoración a Sin, el dios de la luna. Probablemente, se hallaba en una de aquellas extrañas misiones religiosas en el tiempo de Daniel 5. Como resultado, dejó el cuidado de Babilonia en manos de su hijo Belsasar. (En las notas de la nvi 5:2, 11, 13, 18 se observa correctamente que Nabucodonosor era el “padre” de Belsasar solamente en el sentido de “antepasado” o, tal vez, “predecesor”, un uso común del término semita parecido al de 2 Reyes 2:12.)

El relato deja claro que el ejército persa se hallaba fuera de los muros de la ciudad, pero es evidente que Belsasar consideró que la ciudad era inmune al asalto. La bacanal que ordenó era peor que una orgía de permisividad. Sacar las copas de oro que se habían tomado del templo de Jerusalén era más que un capricho. En la secuencia de los dos capítulos, Daniel 4 y 5, resulta difícil no ver que se trataba de repudiar lo que Nabucodonosor, el “padre” de Belsasar, había aprendido sobre el Dios vivo. Tal vez pensara que la suerte de Babilonia había decaído por el relativo descuido de las divinidades paganas. Nabucodonosor había aceptado reverenciar al Dios de Israel; Belsasar se complació en despreciarlo. De modo que bebieron de las copas y “se deshacían en alabanzas a los dioses de oro, plata, bronce, hierro, madera y piedra” (5:4). Daniel ve la conexión entre los dos emperadores y esto forma parte de su hiriente reprensión: Belsasar sabía lo que “el Altísimo Dios” le había hecho a Nabucodonosor y cómo este había recuperado la razón y reconocido que “que el Dios Altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere”; a pesar de ello, él se había “opuesto al Dios del cielo mandando traer de su templo las copas, para que bebáis en ellas tú y tus nobles, y vuestras esposas y concubinas. Te has deshecho en alabanzas a los dioses de oro, plata, hierro, madera y piedra, dioses que no pueden ver ni oír ni entender; en cambio, no has honrado al Dios en cuyas manos se hallan tu vida y tus acciones” (5:18–24). En cierto modo, Belsasar pensó que podía ignorar o desafiar al Dios que había humillado a Nabucodonosor, alguien mucho más grande que él.

¿Qué hemos aprendido, pues? ¿Hemos asimilado las lecciones de la historia con respecto a que uno no puede burlarse ni desafiar a Dios en última instancia? ¿Que somos criaturas totalmente dependientes y que, si no llegamos a reconocer esta sencilla verdad, nuestros pecados se agravarán? ¿Qué Dios puede humillar y convertir a los más insólitos, como Nabucodonosor, y destruir a quienes lo desafían, como Belsasar?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 293). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 22 | 1 Tesalonicenses 5 | Daniel 4 | Salmos 108–109

19 OCTUBRE

1 Reyes 22 | 1 Tesalonicenses 5 | Daniel 4 | Salmos 108–109

Una de las razones por las que las narraciones de Daniel 4 y Daniel 5 se ponen una al lado de la otra, aunque pertenecen claramente a dos periodos bastante diferentes de la vida de Daniel, es que cada una sirve de contrapunto a la otra. Ambas son relatos sobre hombres ricos, poderosos y arrogantes. El primero es humillado, por misericordia, y, por tanto, se le perdona y se le transforma; el segundo es sencillamente destruido.

Muchos críticos dudan de que el relato de Daniel 4 sea algo más que una ficción piadosa para alentar a los judíos. Observan que no hay rastro de la locura de Nabucodonosor en los registros que se conservan de Babilonia, y dudan de que el imperio se hubiera mantenido unido si el emperador se hubiese vuelto loco durante un periodo de tiempo. Ninguno de estos argumentos tiene peso. Los registros oficiales no habrían hablado mucho de este tiempo de locura de Nabucodonosor y, en cualquier caso, los documentos de la última parte de su vida no han salido hasta ahora a la luz. Además, desconocemos exactamente cuánto duró su locura: no se sabe con certeza lo que significa “siete tiempos” (4:16). Ciertamente, el imperio Romano sobrevivió bajo Calígula, de cuya locura nadie duda.

En nuestro breve espacio, podemos reflexionar sobre lo siguiente:

(1) El sueño de Nabucodonosor refleja su megalomanía. Tiene una personalidad narcisista: su propia grandeza lo corroe y, a pesar de todo, es tan inseguro que sus grandiosas fantasías deben alimentarse de una incesante admiración por sí mismo. A diferencia del ególatra, de suprema autoconfianza, a quien le importa un comino lo que nadie opine de él o ella, el narcisista suele ser hipersensible y emocionalmente frágil. Independientemente de toda especulación psicológica, la arrogancia del hombre delante de Dios es irrefrenable (a pesar de la experiencia de los caps. 2 y 3) y Dios decide humillarlo.

(2) Todo predicador y consejero cristiano debería estudiar el planteamiento de Daniel a Nabucodonosor, una vez oído el sueño. Por una parte, está profundamente afligido al entender lo que está atravesando el rey o lo que le va a suceder (4:19). Por la otra, una vez persuadido de dar la interpretación del sueño, lo hace con una claridad admirable y una veracidad directa. No mantiene un desapego profesional ni recurre a indirectas comedidas.

(3) La crisis psicótica es, probablemente, una forma de licantropía (que hoy se trata mediante medicación antipsicótica). Sin embargo, una vez restaurada su cordura, Nabucodonosor articula la lección que ha aprendido: Dios es soberano, levanta y humilla a quien quiere; nadie puede resistirse a él y toda virtud o fuerza que poseemos deriva de él. Pensar de otro modo es invitar a la reprensión, porque “es capaz de humillar a los soberbios” (4:37).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 292). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 21 | 1 Tesalonicenses 4 | Daniel 3 | Salmo 107

18 OCTUBRE

1 Reyes 21 | 1 Tesalonicenses 4 | Daniel 3 | Salmo 107

La estatua que Nabucodonosor erigió (Daniel 3) fue, sin duda, pensada para unificar el imperio. Por esta razón, ordenó que todos los “pueblos, naciones y gente de toda lengua […] deberéis inclinaros y adorar la estatua de oro” (3:4–5). Viviendo en una cultura pluralista en la que las personas podían añadir dioses con impunidad a su panteón personal, para Nabucodonosor sólo la rebeldía o la insubordinación intransigente sería el motivo de que alguien se negara a adorar a la imagen. Desde su perspectiva, la amenaza del horno ardiente garantizaba la conformidad y el provecho político potencial era incalculable. En Babilonia, los hornos tenían la función principal de cocer los ladrillos (cf. Génesis 11:3) y se usaban ampliamente porque había escasez de piedra idónea para la edificación. Se han excavado grandes hornos de ladrillos en las ruinas de la antigua Babilonia. Con toda seguridad, Nabucodonosor no habría tenido el más mínimo escrúpulo en quemar vivas a las personas (Jeremías 29:22).

El impresionante intercambio en este capítulo se establece entre Nabucodonosor y los tres jóvenes, Sadrac, Mesac y Abed-nego, tras su primera negativa a inclinarse ante la imagen (3:13–18). La última burla del emperador casi reta a cualquier dios a dar un paso adelante: “¡No habrá dios capaz de libraros de mis manos!” (3:15). Como pagano, vivía desde luego en un mundo de dioses poderosos aunque limitados, y, en algunos casos, ciertamente se sentía igual a ellos o incluso superior. Desde la perspectiva del teísmo bíblico, esto es una arrogancia monstruosa.

Sin embargo, la respuesta de los tres hombres es lo que merece ser memorizada y que se reflexione sobre ella: “¡No hace falta que nos defendamos ante ti! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de tus manos. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, has de saber que no honraremos a tus dioses ni adoraremos tu estatua” (3:16–18). Observa: (a) Su educación básica y su respeto no disminuyen a pesar de la osadía de sus palabras. (b) No desean en absoluto disculparse por su postura. El creyente sabio nunca se disculpa por Dios ni por ninguno de sus atributos. (c) No dudan de la capacidad que Dios tiene de salvarlos y así lo expresan: Dios no es rehén de otros dioses ni de ningún ser humano, sean emperadores o cualquier otra cosa. (d) Pero no pueden saber si Dios los salvará y este aspecto no afecta a su decisión. La fidelidad no depende de una escotilla de escape. Escogen la lealtad, porque es lo correcto, aunque les cueste la vida. El valor que necesitamos en este siglo anticristiano es educado y constante. Nunca se disculpa por Dios. Cree con gozo que Dios todo lo puede, pero está preparado para sufrir con tal de no transigir en su obediencia de todo corazón.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 291). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 20 | 1 Tesalonicenses 3 | Daniel 2 | Salmo 106

17 OCTUBRE

1 Reyes 20 | 1 Tesalonicenses 3 | Daniel 2 | Salmo 106

El sueño de Nabucodonosor (Daniel 2) podría ocupar provechosamente muchas de nuestras páginas. No sólo proporciona un profundo conocimiento sobre Daniel y su época, sino también de la nuestra.

(1) El pagano imperio babilonio contaba con su equipo de astrólogos y otros adivinadores. Como la gente concienzuda de todas las generaciones, Nabucodonosor tenía sus sospechas con respecto a su competencia y los puso a prueba de una forma dura. Los relatos anecdóticos de percepciones “mágicas” no resistirían este nivel de análisis.

(2) El valiente planteamiento que Daniel hizo al rey no reclama nada para sí y atribuye todo a Dios que conoce nuestros pensamientos y nuestros sueños. Se requería valor. Este es el paso siguiente en el desarrollo de su carácter. El valiente e inamovible anciano en el que Daniel se convirtió (Daniel 6) se formó a partir de un joven que obedeció a Dios incluso en lo que comía, y que era tan sincero que no se apropió crédito alguno para sí, donde no le pertenecía. Se comprometió en fidelidad, humildad, valor e integridad. Tuvo pocos sucesores en altos puestos.

(3) Sin duda, los psiquiatras contemporáneos especularían en cuanto a que el coloso del sueño de Nabucodonosor delata una profunda inseguridad personal. La ambición megalómana por gobernar el mundo puede sugerir dudas secretas en cuanto a si uno tiene los pies de barro. Cualquiera que sea su significado, Dios utiliza la visión para desvelar algo más profundo: el futuro de los imperios que estaban por llegar.

La mayoría de los liberales han argumentado que los cuatro metales —oro, plata, bronce y hierro— representan, respectivamente, a Babilonia, Media, Persia y Grecia. Tras la muerte de Alejando Magno, el imperio griego se desintegró en cuatro territorios que se peleaban entre sí, de ahí los pies de barro. Ciertamente, los últimos capítulos de esta profecía centran no poca atención sobre ese periodo y describen el amanecer del reino mesiánico que le sucedería. No obstante, esta opinión está vinculada a la teoría de que al menos los últimos capítulos de Daniel se escribieron de forma pseudónima en el siglo II a.C. La mayoría de los evangélicos encuentran pocas pruebas que apoyen esta postura. Además, señalan que nunca hubo realmente un imperio medopersa; el elemento medo no fue mucho más que un equipo de transición. Basándonos en esta opinión, los cuatro imperios son Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma, y, durante este último, el reino mesiánico propina el poderoso golpe que hace caer definitivamente al coloso. Esto parece ser lo que Jesús afirmó (Mateo 24:15).

(4) Esta visión nos recuerda que, en este mundo roto y ambiguo, el pueblo de Dios nutre una esperanza sobre lo que Dios hará al final. En el camino cristiano nada tiene sentido sin ella; pocas cosas en nuestra cultura poseen significado sin una visión compartida hacia la que dirigirse, una visión que trasciende la realización personal y el egocentrismo.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 290). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 19 | 1 Tesalonicenses 2 | Daniel 1 | Salmo 105

16 OCTUBRE

1 Reyes 19 | 1 Tesalonicenses 2 | Daniel 1 | Salmo 105

“El año tercero del reinado del rey Joacim de Judá” (Daniel 1:1) es una estimación según los cálculos babilonios; en Judá, habría sido su cuarto año, es decir, el 605 a.C. La primera ronda de deportaciones ocurrió, pues, en el 605 y habría incluido a Daniel; en la segunda, iban Ezequiel, Joacim, la reina madre, la aristocracia y los artesanos cualificados, y sucedió en el 597. La definitiva y asoladora destrucción de Jerusalén aconteció en el 587.

Casi veinte años antes de que esto tuviera lugar, un número de jóvenes judíos de la aristocracia habían sido llevados a Babilonia. Según Daniel 1, los trataron muy bien. La política imperial no solo era generosa, sino inteligente. El imperio apartaba a estos jóvenes de talento y buenos modales y les proporcionaba la mejor educación y formación social del mundo, con una serie de prerrequisitos para que el futuro fuera aún más agradable. A su debido tiempo, entrarían al servicio del gobierno y serían intensamente leales a sus benefactores, mientras que contribuirían con su juventud, sus aptitudes y su conocimiento de las fronteras imperiales. Los cuatro jóvenes hebreos aquí mencionados llegarían a ser tan babilonios en su apariencia que se olvidarían hasta del nombre recibido al nacer: Daniel sería Beltsasar; Ananías sería Sadrac, etc.

Pero Daniel hizo una raya en el agua. Le podía haber costado la vida. No objetó en contra del cambio de su nombre ni en el servicio real para el imperio babilonio. Pero no se “contaminaría” (1:8) comiendo alimentos preparados en las cocinas reales. Sabía que, si participaba de ellos, casi con toda seguridad comería de vez en cuando lo que la ley de Dios prohibía estrictamente. Para él, era un asunto de obediencia y de conciencia. En la providencia de Dios, el jefe ante quien era responsable, Aspenaz, era comprensivo y el resultado se recoge en este capítulo.

Muchos de nosotros pensaríamos hoy que la postura de Daniel era vagamente quijotesca, pero desde luego no es algo que imitaríamos. ¿Por qué morir por culpa de unas salchichas? Piensa un poco en ello; ¿hay algo por lo que merezca la pena morir? Es probable que no, si la vida solo consiste en lo que ocurre durante nuestro breve periplo terrenal y lo único que importa es lo que me sucede a mí. Pero el objetivo de Daniel era complacer a Dios y ceñirse al pacto. Babilonia no podía poner una trampa a sus valores; a este respecto, estaba dispuesto a morir. El problema es que, cuando una cultura se queda sin cosas por las que morir, tampoco tiene ya ninguna por la que vivir. Un colega en el ministerio (el Dr. Roy Clements) ha dicho con frecuencia: “Somos mártires potenciales o potenciales suicidas; no veo término medio alguno entre ambas cosas. Y la Biblia insiste en que todo creyente en el Dios verdadero tiene que ser un mártir potencial”.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 289). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 18 | 1 Tesalonicenses 1 | Ezequiel 48 | Salmo 104

15 OCTUBRE

1 Reyes 18 | 1 Tesalonicenses 1 | Ezequiel 48 | Salmo 104

“Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad”. Esto es lo que leemos en el primer versículo del Salmo 104. En este salmo, la evidencia de la grandeza de Dios está vinculada con el orden creado. Algunas reflexiones:

(1) En los primeros versículos (104:1–4), la secuencia de toques metafóricos es reveladora. Dios se envuelve en luz; estira los cielos como si fueran una tienda; convierte las nubes en su carro; cabalga sobre las alas del viento; utiliza los vientos como sus mensajeros. El panteísmo funde a dios con el universo; el robusto teísmo cristiano no solo separa a Dios del universo como lo está el Creador de su creación, sino que en estas metáforas sugiere que Dios se deleita en su obra. No solo está exaltado, sino que es casi juguetón. Si descartamos el panteísmo, tampoco habría campo para el deísmo. El orden creado está vivo con la presencia de Dios que se deleita con lo que sus manos han creado.

(2) En este salmo, existe un fuerte énfasis en la forma en que toda la vida depende de la providencia sustentadora del Todopoderoso. Dios hace que los manantiales derramen agua en los barrancos y, por consiguiente, las bestias del campo beben, los árboles crecen, las aves anidan en sus ramas (104:10–12). Dios es Aquel que hace crecer la hierba para el ganado y otras plantas para el consumo humano (104:14). Los leones rugen y buscan su comida de Dios (104:21). En cuanto al mar, con sus pululantes millones de formas de vida, “Todos ellos esperan de ti que a su tiempo les des su alimento” (104:27). La pura abundancia y diversidad de formas de vida testifican acerca de la imaginación, del poder, de la sabiduría y de la incalculable riqueza de Dios. La vida misma está sustentada por la palabra de Dios. Si él les retira el aliento, mueren (104:29–30). La suposición no es el animismo del mundo pagano. Todo esto es metódico (nótese el ritmo de la luz y la oscuridad, 104:19–24) que hace que la ciencia sea posible. Pero Dios nunca se retira de su gobierno activo y providencial sobre cada elemento que opera en el universo, con el resultado de que no sólo es adecuado, sino esencial confesar que toda vida depende a diario de Dios para su provisión cotidiana de alimento.

(3) La totalidad del orden creado recibe una fiel alabanza de deleite por parte del salmista anónimo (104:33). Únicamente se nos da un indicio de que deberíamos pensar en Dios en estos términos; queremos que nuestra meditación le resulte agradable (104:34). Y, antes de las líneas de alabanza finales, un silencioso recordatorio de que, a pesar de la gloria y la belleza del orden creado, el pecado lo ha convertido más bien en una zona de guerra que en un museo o un coro (104:35).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 288). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 17 | Colosenses 4 | Ezequiel 47 | Salmo 103

14 OCTUBRE

1 Reyes 17 | Colosenses 4 | Ezequiel 47 | Salmo 103

Uno de los salmos más hermosos es el Salmo 103. Reflexioné sobre él en el volumen 1 (meditación del 11 de junio). Aquí me gustaría volver a algunos de los temas que trata:

(1) El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor (103:8). Esta verdad se suele expresar con frecuencia en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, cuando el Señor pasa por delante de Moisés, mientras este se esconde en una hendidura de la roca, entona: “El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad…” (Éxodo 34:6). Con todo, esta no es la impresión que muchos lectores del Antiguo Testamento tienen de Dios. De alguna manera, creen que es “de mecha corta”, siempre a punto de estallar y barrer una nación o dos. ¿Por qué lo ven así?

Probablemente se deba, en parte, a que no leen el Antiguo Testamento con precisión. O tal vez lo hagan de forma impresionada: están todos esos pasajes en los profetas, donde el Señor amenaza con juicio, y pueden dejar un sabor agrio y un olor a azufre. ¿Pero, acaso no deberíamos ver la misericordia del Señor en ellos? Retrasa el juicio pudiendo posponerlo durante años o incluso décadas. En cuanto ve las primeras señales de arrepentimiento genuino, se aparta de la ira, porque el Señor es “lento para la ira y grande en amor”. La estricta justicia sería inmediata, ¡algo fácil para la omnisciencia! La verdad es que Dios “No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades” (103:10).

(2) “Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro (103:13–14). Se diría que Dios busca razones para tener tanta paciencia como le sea posible. Pero también es cierto que un padre humano será mucho más compasivo y paciente con un hijo o una hija que le “tema” y que lo respete básicamente. En ese caso, cualquier confusión, fracaso o fallo se tratará, probablemente, con mayor paciencia que la conducta del hijo o la hija que es del todo anárquica. En cualquier caso, este Padre celestial nos conoce mejor que nosotros mismos. ¿Quién más capacitado que él puede decirnos de qué estamos hechos?

(3) En nuestra culpa ante un Dios santo, lo que más necesitamos es el perdón de todos nuestros pecados (103:3), que sean alejados: “Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente” (103:12). Con esta seguridad, todas las demás bendiciones que merezcan la pena serán un día nuestras; sin el perdón de los pecados, cualquier otra bendición que hayamos recibido es peor que inútil: puede ser decepcionante.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 287). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 16 | Colosenses 3 | Ezequiel 46 | Salmo 102

13 OCTUBRE

1 Reyes 16 | Colosenses 3 | Ezequiel 46 | Salmo 102

En ocasiones, se ha calificado erróneamente al Salmo 102 como de penitencia. Parece más el clamor de una persona cuyos sufrimientos no tienen explicación (como los de Job). Al principio, el dolor es privado y personal; después, la creciente preocupación por Sión lo eclipsa. El progreso hacia la gloria de Sión parece lento, lo cual da lugar a un contraste entre los “días” limitados y fugaces del salmista (102:3) y los “años” eternos del Todopoderoso (102:27).

Pero, aquí centraremos la atención en los versículos finales del salmo. Los lectores habituales de la Biblia se darán cuenta de que los versículos 25–27 se citan en Hebreos 1:10–12, con Dios dirigiéndose al Mesías, otorgándole un estatus divino. Podríamos preguntarnos por qué el escritor de Hebreos interpretó de esta forma el texto del Antiguo Testamento.

En parte, la respuesta gira en torno al hecho de que el texto hebreo original del Antiguo Testamento se componía con lo que actualmente llamamos consonantes. No se incluían las vocales. Estas se añadieron mucho después. De hecho, el sistema vocálico más común se introdujo en el texto hebreo alrededor del año 1000 de nuestra era. Normalmente, esto no plantea problemas. Cada cierto tiempo, es posible leer el texto consonántico del Antiguo Testamento con una opción vocálica ligeramente distinta, dando lugar a un significado diferente. En este ejemplo, no existen en absoluto dudas acerca de las consonantes. Sin embargo, la antigua traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, muestra cómo entendían el hebreo los que la elaboraron, y en este pasaje lo interpretaron exactamente como lo hace la epístola a los Hebreos. La colocación tradicional de las vocales, preservada en nuestras versiones, entiende los versículos 23–24 como la nvi. El pensamiento es análogo a los versículos 11–12. No obstante, la Septuaginta y Hebreos dicen lo siguiente: “En el curso de mi vida acabó Dios con mis fuerzas; me redujo los días. Por eso dije: ‘No me lleves, Dios mío, a la mitad de mi vida; tú permaneces por todas las generaciones. En el principio tú afirmaste la tierra…’ ”. Esta traducción implica que Dios está dirigiéndose al salmista, llamándole Señor y Creador. Así es cómo lo entiende el hebreo. Ateniéndonos a este punto de vista, todo el salmo es mesiánico, un salmo oracular como el 110 (véase la meditación del 17 de junio del volumen 1). Intente releer el Salmo 102 de esa forma; tiene sentido. Compare el uso del salmo 45 en Hebreos 1 (véase la meditación del 4 de septiembre): se llama Dios al rey davídico, algo que también se cita en Hebreos 1. No obstante, si la colocación tradicional de las vocales hebreas es correcta, las conclusiones a las que llega Hebreos 1 no están muy lejos, aunque deben extraerse de bases bastante diferentes.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 286). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 15 | Colosenses 2 | Ezequiel 45 | Salmos 99–101

12 OCTUBRE

1 Reyes 15 | Colosenses 2 | Ezequiel 45 | Salmos 99–101

Algunos de los salmos se encuentran agrupados en colecciones. Los que van del 93 al 100 celebran el reinado y la venida del Señor. Temáticamente, sin embargo, abarcan desde el júbilo eufórico del Salmo 98 (la meditación de ayer) hasta un sobrecogimiento más sutil pero profundamente sumiso. Después del gozo incontenible del Salmo 98, en el Salmo 99 encontramos una profunda reverencia. Pasamos de un festival de adoración a una catedral.

El salmo se divide en dos partes. La línea que se repite, “¡él es santo!” (99:3, 5), establece el tema de la primera. No dice algo tan simple como que Dios es bueno o moral (aunque no excluye dichas nociones). Se hace hincapié en la “Deidad” total de Dios, lo que lo diferencia de los seres humanos. Sólo él es Dios. Los dos ejemplos de la frase “él es santo” tienen el propósito de resumir las líneas precedentes en cada caso. (a) El Señor reina; es exaltado sobre los poderosos querubines (99:1). Aunque se manifiesta en Sión, no es una deidad tribal: “¡excelso sobre todos los pueblos!” (99:2). “Sea alabado su nombre grandioso e imponente” (99:3) y después el estribillo que resume, “él es santo”. (b) Si él reina sobre todas las cosas, es el Rey supremo (99:4). No sólo es poderoso, sino que ama la justicia y la ecuanimidad, lo cual se despliega eminentemente en la comunidad de su pacto: “Has actuado en Jacob con justicia y rectitud” (99:4). Solo existe una única respuesta apropiada ante un Dios semejante: “Exaltad al Señor nuestro Dios; adoradlo ante el estrado de sus pies” (99:5), y de nuevo el estribillo resumen, “él es santo”.

La segunda parte del salmo contempla la verdad de que, aunque es exaltado y santo, Dios eligió revelarse a los seres humanos. Tal vez pensemos que Moisés, Aarón y Samuel eran casi sobrehumanos. Sin embargo, el salmista se preocupa de colocarlos entre los sacerdotes y entre aquellos que invocaron su nombre: no eran fundamentalmente diferentes de los demás. Además, eran frágiles e imperfectos como todos nosotros. Según el versículo 8, Dios fue para ellos (no “para Israel”) “un Dios perdonador”, aunque castigó sus rebeliones.

Así pues, el tema de la santidad del Señor no acaba en la simple trascendencia, sino en un Dios inimaginablemente misericordioso que se revela a nosotros, los seres humanos, incluso cuando nos rebelamos contra él. Si su santidad es revelada en su misericordia y en su ira, dicha santidad ni debe desesperarnos, ni debemos presumir de ella. “Exaltad al Señor nuestro Dios; adoradlo en su santo monte: ¡Santo es el Señor nuestro Dios!” (99:9).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 285). Barcelona: Publicaciones Andamio.