Las raíces del legalismo

Las raíces del legalismo
Por Stephen Nichols

Nota del editor:Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El legalismo

no de los muchos aportes de Martín Lutero consiste en la palabra latina incurvatus. Suena como algo que un dentista te diría que tienes mientras te pincha y te clava los molares. Pero no es eso. Significa «vuelto hacia dentro». Significa que somos egoístas, egocéntricos y ensimismados por naturaleza. Aunque esto por sí solo es más que condenatorio, la condición de incurvatus tiene un efecto aun más revelador. Como estamos volcados hacia adentro, pensamos que podemos alcanzar la justicia por nosotros mismos. Así que nos esforzamos, ansiosos, por alcanzar una posición correcta ante Dios.

¿Cuántas veces has oído decir a alguien que mientras nuestras buenas obras superen a las malas, Dios nos recibirá en el cielo con los brazos abiertos? ¿Cuántos sistemas religiosos se basan en las obras? ¿Cuántas personas se sienten atrapadas por sus incesantes intentos fallidos de alcanzar la perfección? Todos esos son casos de incurvatus. Es una epidemia.

Comprendiendo tan bien este concepto de incurvatus, Lutero dijo: «Es muy difícil para un hombre creer que Dios es misericordioso con él. El corazón humano no puede captarlo». Si no miramos a la gracia, nos miramos a nosotros mismos y a nuestros propios esfuerzos.

Ahí están las raíces del legalismo.

Las raíces del legalismo están en el propio corazón humano pecador y caído. El corazón manifiesta su condición pecaminosa en nuestro deseo paralizante de apoyarnos en nuestros propios méritos y en nuestras propias capacidades en el intento de salir de algún modo del pozo cenagoso del pecado y llegar hasta el cielo. La gracia nos parece una píldora demasiado amarga. Nos dice que nunca podremos ser lo suficientemente buenos.

Curiosamente, lo contrario al legalismo también tropieza con la gracia. Lo contrario al legalismo es el antinomianismo. Esta palabra incluye el prefijo griego anti, «contra, en lugar de», y la palabra griega nomos, «ley». Desde el punto de vista teológico, los antinomianos huyen de cualquier obligación a la ley o de cualquier mandato divino. Los antinomianos son como James Bond: tienen licencia para pecar. Pero esa es la triste mentira del antinomianismo. No es libertad, es una licencia.

La solución al legalismo no es el antinomianismo. La solución al antinomianismo no es el legalismo. La solución a ambos es la gracia, eso que Lutero nos dijo que era difícil de comprender. Explorar más a fondo las raíces del legalismo servirá no solo para desenmascararlo, sino también para mostrar los contornos brillantes y asombrosos de su solución: la gracia de Dios.

EL LEGALISMO EN LA ESCRITURA
La expresión más clara del legalismo en la Escritura aparece en las historias de los antagonistas en los evangelios, los fariseos. De hecho, gracias a ellos, tenemos el término farisaico, que se define como «hipócrita» y tiene que ver también con ser censurador y santurrón. Estas cosas no son buenas. En conjunto, son algo realmente malo. Otra definición nos informa que el término farisaico, significa un compromiso extremo con la observancia religiosa y el ritual, lejos de creer. Ambos aspectos de la definición son cruciales. La primera parte es el empeño por llegar, aunque sea con aprehensión, al cielo. La segunda parte nos remite a la cita de Lutero y a nuestra aversión a la gracia: simplemente no puede ser tan simple como creer.

Cristo se enfrentó a esta tendencia farisaica en casi todas las páginas de los evangelios. Una de las ocasiones fue la parábola sobre el fariseo y el publicano en Lucas 18. «Te doy gracias porque no soy como los demás hombres», oraba el fariseo. Ahí está la autojustificación. El fariseo manifestó además que ayunaba y diezmaba. Ahí está la obediencia externa.

En esta parábola, el fariseo se contrapone al recaudador de impuestos. El publicano simplemente oraba: «Ten piedad de mí, pecador». Ahí está el clamor por la gracia.

Unos versículos más adelante, un gobernante rico se le acerca a Cristo. También él cumple el rol de fariseo. También él manifiesta su santurronería. Al parecer, adonde sea que Cristo iba, se encontraba con fariseos.

Irónicamente, los fariseos, aunque entendían lo contrario, en realidad no se preocupaban por la ley de Dios. Ellos crearon todo un sistema de normas para poder eludir la ley de Dios. Eran expertos en crear vacíos legales. Tenían un sistema de leyes creado por el hombre para evitar la ley divina y llevaron a Israel por el mal camino. Por eso vemos que Jesús se opuso a ellos con tanta vehemencia y los definió como falsos pastores de Israel en la serie de «ayes» desencadenados en Mateo 23.

Antes de su conversión, Pablo era uno de esos falsos pastores. Pablo era un legalista consumado. De hecho, sería difícil encontrar a otra persona tan celosa por la ley. Él tenía conocimiento de primera mano cuando declaró: «Porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él» (Ro 3:20). Tenía conocimiento de primera mano cuando se lamentó: «Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición» (Gá 3:10).

Pablo también tuvo experiencia de primera mano con la gracia. Por eso declaró con gozo: «Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley» (Gá 4:4-5). Es imposible estudiar a Pablo sin entrar en contacto con la gracia. Por eso leemos en Romanos 5 que todo nuestro esfuerzo llega a su fin en Cristo. Solo podemos alcanzar la paz con Dios por medio de la fe en Cristo, el único que cumplió la ley perfectamente.

EL LEGALISMO EN LA HISTORIA
Al volver a las páginas de la historia de la iglesia, vemos cómo el enfoque de la iglesia en la gracia fue eclipsado por el legalismo. Esto ocurrió a gran escala tras la controversia entre Agustín y Pelagio. A raíz de esa controversia, se sembraron las semillas que acabarían dando lugar a un sistema de obras en toda regla como lo fue la visión de la iglesia medieval sobre la salvación. La clave aquí es el cambio de la enseñanza bíblica sobre el arrepentimiento a la enseñanza de la iglesia sobre la penitencia.

El arrepentimiento está ilustrado en el recaudador de impuestos de la parábola de Cristo. El arrepentido simplemente oraba a Dios: «Ten piedad de mí, pecador». La penitencia es la lista de cosas que hay que hacer para quedar bien con Dios. En la época de Lutero, esa lista había crecido bastante. Por eso Lutero intentó en vano llegar a Dios siendo un buen monje. Lutero incluso se metió en el monasterio en un intento, muy equivocado, de agradar a Dios.

Solo una cosa resultó del ardiente trabajo de Lutero: se encontró aun más alejado de Dios y sumido en la ansiedad. Más adelante en su vida, incluso sufrió físicamente por sus intentos anteriores de alcanzar la justicia mediante estos esfuerzos. Pero en Su gracia, Dios llegó hasta Lutero. No podemos aprehender la gracia de forma natural. Por eso la gracia nos debe aprehender a nosotros.

Una rama de la Reforma inicialmente celebró esta gloriosa verdad de la gracia y luego se apartó de ella. En Zúrich surgieron los anabaptistas. Entre otras creencias, abogaban por retirarse de la sociedad y vivir en comunidades segregadas. Pronto desarrollaron un código de vestimenta y normas sobre cómo vivir y trabajar. Se llamaban a sí mismos menonitas, ya que seguían las enseñanzas de Menno Simons (1496-1561). En 1693, Jakob Ammann se separó de los menonitas por la práctica de «la prohibición», es decir, el rechazo a los que transgreden las normas. Sus seguidores serían conocidos como los amish. Pasaron del evangelio a las normas y las tradiciones.

La misma dinámica se produjo en el siglo XX en varios grupos fundamentalistas. Recuerdo entrar en una iglesia en los años setentas y encontrarme con dos grandes diagramas que mostraban las pautas aceptables de cabello y ropa para hombres y mujeres. El cristianismo se reducía a listas, sobre todo de lo que no hay que hacer.

Así como vemos que Cristo se enfrentó al legalismo en casi todas las páginas de los evangelios, también podemos encontrar legalismo en todas las páginas de la historia de la iglesia. También podemos encontrar lo contrario. El antinomianismo prosperó durante la Reforma. Prosperó y sigue prosperando en algunos grupos de fundamentalismo. Lamentablemente, podemos contar toda la historia de la búsqueda equivocada de Dios por parte de la humanidad rastreando estos hilos siempre presentes del legalismo y el antinomianismo.

EL LEGALISMO EN LA VIDA
Lo contrario al legalismo no es la licencia. Es la libertad. Lutero llamaba a Gálatas su «Katie». «Estoy comprometido con ella», decía. Es un cumplido que va en dos direcciones. Refleja cuán profundamente amaba a su esposa, y refleja cuán profundamente amaba el mensaje de Gálatas. Es «la epístola de la libertad».

Si queremos descubrir las raíces del legalismo, debemos mirar en última instancia a nuestra propia vida. La condición incurvatus nos impide ver nuestra verdadera necesidad. Nos engaña haciéndonos creer que somos básicamente buenos y que solo necesitamos ser mejores. El legalismo es realmente condenable y bastante perjudicial. El legalismo puede incluso catapultarnos hacia lo contrario, a una vida de licencia y a una vida, en última instancia, de rebelión.

La realidad es que no somos buenos. Qué ironía que parte de la «buena noticia» del evangelio sea que no somos buenos en absoluto. Y como no somos buenos, nunca podríamos mirarnos a nosotros mismos, sino que debemos mirar a Aquel que nació de una mujer, nacido bajo la ley. Él es el único justo. Guardó la ley y soportó su castigo por aquellos que confían en Él. Dios derrama Su gracia gratuitamente sobre nosotros por lo que Cristo ha hecho por nosotros. Cristo nos ha liberado (Gá 5:1).

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Stephen Nichols
El Dr. Stephen J. Nichols es presidente de Reformation Bible College, director académico de Ligonier Ministries y maestro de la Confraternidad de Enseñanza de Ligonier Ministries. Es el anfitrión de los podcasts 5 Minutes in Church History y Open Book. Es autor de numerosos libros, entre ellos For Us and for Our Salvation, Jonathan Edwards: A Guided Tour of His Life and Thought, Peace y A Time for Confidence, y es coeditor de The Legacy of Luther y de la serie de Crossway: Theologians on the Christian Life. Él está en Twitter @DrSteveNichols.

¿Quién fundó la iglesia de Cristo? ¿Jesucristo o los apóstoles?

Por: David Logacho

La palabra “iglesia” es la traducción de la palabra griega “ekklesía”, la cual significa “llamado afuera”. El significado de este término, tal como se utiliza en el Nuevo Testamento es doble. Se refiere a aquellos que son llamados afuera de entre las naciones como un pueblo para su nombre, los cuales constituyen “la iglesia” el cuerpo de Cristo.

En este sentido, es un organismo. También se refiere a aquellos que son llamados afuera de alguna determinada comunidad. Para poner en práctica los principios y preceptos de Cristo que aparecen en el Nuevo Testamento. Como un cuerpo de cristianos, en este sentido es una organización.

En cuanto a la iglesia como organismo, se le conoce como el cuerpo místico de Cristo. Del cual Él es la cabeza viviente y los creyentes regenerados son los miembros. El Nuevo Testamento describe a este cuerpo místico de Cristo a través de siete figuras, una de las cuales tiene que ver con lo que fue motivo de su consulta.

La figura del templo de Dios. Hablando de todos los creyentes, note lo que dice Efesios 2:20-22. “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”

Según este pasaje bíblico, la iglesia de Cristo se describe como un templo para Dios. Este templo fué edificado sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Esto se refiere a los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento, no se puede referir a los profetas del Antiguo Testamento. Porque a ellos no se les reveló absolutamente nada sobre la iglesia de Cristo. El texto no está diciendo que el fundamento de ese templo para Dios son los apóstoles y profetas. Lo que los apóstoles y profetas hicieron fue solamente poner el fundamento del templo para Dios.

El fundamento del templo para Dios es Jesucristo. Note lo que dice Pablo en 1 Corintios 3:11 hablando de los creyentes como templo o edificio para Dios. “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. Los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento pusieron el fundamento que es Jesucristo por medio de enseñar sobre la persona y obra de Jesucristo.

Cuando Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Jesús anunció que su iglesia se edificaría sobre esa roca, es decir sobre la solemne verdad que Jesús es el ungido de Dios y el único Hijo de Dios. El fundamento de todo edificio se pone una sola vez. Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto por los apóstoles y profetas, el cual es Jesucristo. Pero Jesucristo no sólo es el fundamento de este templo para Dios que es la iglesia de Cristo, Sino que también él es la principal piedra del ángulo.

Esto significa que Jesucristo ocupa el lugar de preeminencia en todo lo que es la iglesia de Cristo. Por el hecho que toda la estructura del edificio usa esta piedra como referencia, esta piedra reviste capital importancia para el edificio. Viene a ser así una figura apropiada de lo que es Jesucristo para su iglesia.

De modo que, el fundador y el fundamento de la iglesia de Cristo es Cristo mismo. Los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento fueron los encargados de colocar este fundamento y una vez colocado nadie puede cambiarlo.

El Sacrificio Final de Cristo – Parte 1/3

Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo

Serie: Hebreos

El Sacrificio Final de Cristo – Parte 1/3

Ps. Salvador Gómez Dickson

Nuestra iglesia fue fundada el 13 de agosto de 1978 en la perspectiva de glorificar al Dios de las Escrituras a través de la promoción de su adoración, la evangelización de los pecadores y la edificación de los santos. Reconocemos a Cristo como la cabeza de la iglesia, y por lo tanto su palabra, la Biblia, es nuestra autoridad final y nuestra única regla infalible y verdadera de todo conocimiento salvador, fe y obediencia.

No obstante, también somos una iglesia confesional, ya que reconocemos la necesidad de sistematizar las enseñanzas bíblicas de modo que podamos dar una expresión comprensiva de lo que creemos enseña la Palabra de Dios. En tal sentido declaramos que la Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689, es una fiel expresión del conjunto de verdades que nosotros creemos y proclamamos.

Creemos que Jesucristo ha dado dones a su Iglesia, como lo son los pastores y maestros para la edificación del cuerpo de Cristo (Efesios 4:11-12).

1 – «La Ética del nuevo pacto» | Hebreos 13-1-6

Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo

Serie: Hebreos

«La Ética del nuevo pacto» | Hebreos 13-1-6

Ps. Salvador Gómez Dickson

Nuestra iglesia fue fundada el 13 de agosto de 1978 en la perspectiva de glorificar al Dios de las Escrituras a través de la promoción de su adoración, la evangelización de los pecadores y la edificación de los santos. Reconocemos a Cristo como la cabeza de la iglesia, y por lo tanto su palabra, la Biblia, es nuestra autoridad final y nuestra única regla infalible y verdadera de todo conocimiento salvador, fe y obediencia.

No obstante, también somos una iglesia confesional, ya que reconocemos la necesidad de sistematizar las enseñanzas bíblicas de modo que podamos dar una expresión comprensiva de lo que creemos enseña la Palabra de Dios. En tal sentido declaramos que la Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689, es una fiel expresión del conjunto de verdades que nosotros creemos y proclamamos.

Creemos que Jesucristo ha dado dones a su Iglesia, como lo son los pastores y maestros para la edificación del cuerpo de Cristo (Efesios 4:11-12).

Valores Invertidos

Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo

Valores Invertidos

Ps. Sugel Michelén

El pastor Michelén ha formado parte del Consejo de Ancianos de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo en Santo Domingo, República Dominicana, durante más de 30 años.Tiene la responsabilidad de predicar la Palabra regularmente en el día del Señor.

http://www.ibsj.org

¿Quién es el verdadero gigante?

Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo

¿Quién es el verdadero gigante? | 1 Samuel 17

Ps. Salvador Gómez Dickson

Salvador Gómez Dickson pertenece al Consejo de Pastores de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, donde tiene la responsabilidad de exponer la Palabra de Dios cada domingo, además de impartir clases de Escuela Dominical. Es profesor de la Academia Ministerial Logos de IBSJ, donde ha impartido clases de Hermenéutica, Exégesis Bíblica, Griego, Doctrina del Hombre, de Cristo y de la Salvación, Introducción al Nuevo Testamento, entre otras. Está casado con Johanny Pérez y juntos tienen 4 hijos.

http://www.ibsj.org