
29 de marzo
«Lo llamé, y no me respondió».
Cantares 5:6
La oración a veces aguarda, a semejanza de un peticionario que está a la puerta, hasta que el Rey sale a colmar su seno de las bendiciones que busca. Cuando el Señor ha dado una gran fe, por lo general la ha probado con grandes demoras y permitido que las palabras de sus siervos volvieran a sus propios oídos como si estuvieran llamando a un Cielo de bronce. Sus siervos han golpeado en la puerta de oro, pero esta ha permanecido cerrada, como si sus goznes se hubiesen aherrumbrado; y, al igual que Jeremías, han clamado: «Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra» (Lm. 3:44). Así, los verdaderos santos han continuado por mucho tiempo en paciente espera, sin recibir contestación, no porque sus oraciones no fuesen fervorosas, ni porque fuesen inaceptables, sino porque así le agradó a él, que es soberano y da según su voluntad. Si a él le place ordenar que nuestra paciencia sea ejercitada, ¿no hará como guste con los suyos? Los mendigos no deben elegir el momento, el lugar o la forma en que se les concederá el favor. Sin embargo, debemos tener cuidado de no considerar las demoras en la oración como negativas: los cheques de Dios con fechas atrasadas se pagarán puntualmente. No podemos permitir que Satanás debilite nuestra confianza en el Dios de la verdad, señalando nuestras oraciones no contestadas. Las peticiones no contestadas no indican que no hayan sido oídas. Dios tiene nuestras oraciones en un archivo: no se las llevará el viento, sino que están bien guardadas en los archivos del Rey. Es este un registro en la corte celestial donde cada oración queda asentada. Creyente que has sido probado, tu Señor tiene una redoma en la cual guarda las costosas lágrimas de dolor sagrado, y un libro en donde tus santos gemidos quedan recogidos. Pronto tu súplica prevalecerá. ¿No puedes conformarte con esperar un poco? ¿No será el tiempo del Señor mejor que el tuyo? Él aparecerá pronto para gozo de tu alma, te quitará el cilicio y la ceniza de tu larga espera, y te vestirá con el lino escarlata y fino del deleite pleno.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 97). Editorial Peregrino.