Samuel Pérez Millos Nació en Vigo (Pontevedra) España en 27 de Enero de 1943. Fui guiado en el estudio de la Palabra de la mano del insigne teólogo español Dr. Francisco Lacueva. Master en Teología por el IBE (Instituto Bíblico Evangélico) actualmente es miembro de la Junta Rectora del IBSTE (Instituto Bíblico y Seminario Teológico de España) y profesor activo en las áreas de Prologómena, Bibligrafía y Antropología. Une a su preparación académica la valiosa experiencia vital y pastoral de su anterior labor por más de 25 años como pastor de la Primera Iglesia Evangélica de Vigo (España).
Autor de más de treinta obras de teología y estudios bíblicos, conferenciante en el ámbito internacional y consultor adjunto de la Editorial CLIE en el área de lenguas bíblicas.
7 de marzo «Es mejor refugiarse en el SEÑOR que confiar en el hombre». Salmo 118:8 (LBLA)
Sin duda, el lector se habrá visto probado con la tentación de confiar en las cosas que se ven, en lugar de descansar solo en el Dios invisible. Los cristianos a menudo esperan del hombre ayuda y consejo, y dañan el noble candor de su confianza en Dios. Si la porción de esta noche cae bajo la mirada de algún hijo de Dios que esté preocupado por las cosas temporales, entonces quisiéramos razonar con él unos momentos. Tú confías en Jesús, y solo en Jesús, para tu salvación, ¿por qué estás turbado entonces? Por mi gran ansiedad. ¿No está escrito: «Echa sobre el Señor tu carga» (Sal. 55:22, LBLA)? «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego» (Fil. 4:6). ¿No puedes confiar en Dios para las cosas temporales? ¡Ah!, desearía poder hacerlo.
Si no puedes confiar en Dios para las cosas temporales, ¿cómo te atreverás a confiar en él para las espirituales? ¿Puedes fiarte de él para la redención de tu alma y no puedes hacer lo mismo en cuanto a las bendiciones menores? ¿No es Dios suficiente para tus necesidades? ¿O acaso su omnisuficiencia resulta demasiado escasa para satisfacerlas? ¿Necesitas otro ojo aparte del suyo, que ve todo lo secreto? ¿Desfallece tal vez su corazón? ¿Es débil su brazo? Si es así, búscate otro Dios. Sin embargo, si él es infinito, omnipotente, fiel, verdadero y omnisapiente, ¿por qué vagas tanto en busca de alguna otra confianza? ¿Por qué remueves la tierra para hallar otro fundamento, cuando ella es lo suficientemente fuerte para soportar todo el peso que puedas alguna vez edificar sobre ella? Cristiano, no mezcles tu vino con agua; no mezcles el oro de tu fe con la escoria de la confianza humana. Espera solo en Dios y depende únicamente de él.
No codicies la calabacera de Jonás, sino apóyate en el Dios de Jonás. Deja que los necios elijan los arenosos fundamentos de la confianza terrenal; tú haz como el que prevé la tormenta: edifica para ti un lugar firme sobre la Roca de los Siglos.
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 75). Editorial Peregrino.
PREDICACIÓN EXPOSITIVA Cómo interpretar la Biblia: Diez principios
La Biblia es la Palabra de Dios y la base de las creencias cristianas. Precisamente por eso es vital que interpretemos la Biblia de manera correcta. Creemos en “el libre examen”, pero no en “la libre interpretación”. “El libre examen” es el derecho y el deber de todo el mundo de leer y estudiar la Biblia. “La libre interpretación” es el derecho de todo el mundo de interpretar la Biblia como sea, como si todas las interpretaciones fuesen igualmente válidas. Pues, no es así; se puede interpretar la Biblia bien o mal, y para interpretarla bien, hay que conocer y respetar una serie de principios. ¿Cuáles son esos principios? Pues, aquí van diez principios básicos:
La interpretación de la Biblia es una tarea espiritual
Ya que la Biblia no es un libro cualquiera, sino la Palabra de Dios escrita, aunque hay que usar la mente, la inteligencia, para interpretarla bien, no se trata de un ejercicio meramente intelectual, sino también de una tarea espiritual. Conviene una actitud de reverencia, humildad y fe. Y conviene orar antes, durante y después del trabajo de interpretar la Biblia.
Hay que empezar buscando el sentido más natural Normalmente, ¡la Biblia significa lo que parece significar! No hay que buscar otro significado distinto del significado más natural, a no ser que exista alguna razón de peso para hacerlo. Algunas de las excepciones a esta regla son: (1) Cuando lo que parece significar contradice el resto de la Biblia; (2) Cuando lo que parece significar no tiene ningún sentido; y: (3) Cuando el lenguaje no es literal, sino metafórico (etc.). Pero hay que empezar buscando el sentido más natural de cada texto o pasaje.
Cada parte de la Biblia debe ser interpretada a la luz de toda la Biblia Aunque los sesenta y seis libros que componen la Biblia fueron escritos por unas cuarenta personas diferentes, en lugares diferentes, a lo largo del milenio y medio entre Moisés y el apóstol Juan, en otro sentido hay un solo Autor divino de toda la Biblia. Por eso, y sin negar las características propias de cada autor humano, hay en la Biblia una coherencia interna que refleja la coherencia de Dios mismo. En la Biblia hay paradojas y aparentes contradicciones, pero no puede haber contradicciones en el sentido de afirmaciones o enseñanzas totalmente incompatibles entre sí, porque si las hubiera, serían contradicciones dentro del ser de Dios. A la hora de interpretar cualquier parte de la Biblia, debemos tener en cuenta la Biblia como un todo.
Hay que interpretar cada texto dentro de su contexto histórico Cada libro de la Biblia fue escrito por un autor humano en particular (o por más de uno, como en el caso de Salmos y Proverbios), en un lugar en particular, en un momento de la historia en particular y con un propósito en particular. Por lo tanto, sería irresponsable pretender interpretar un pasaje bíblico sin tener en cuenta estos factores. Por eso tenemos que hacernos preguntas como: (1) ¿Quién escribió esto?; (2) ¿Cuándo lo escribió?; (3) ¿Para quién(es) lo escribió; (4) ¿En qué circunstancias lo escribió?; (5) ¿Con qué intención o propósito lo escribió?; y: (6) ¿Cómo lo entenderían aquellos primeros oyentes o lectores?
Hay que interpretar cada texto dentro de su contexto literario Si conoces el programa de ordenador Google Earth y si sabes cómo funciona, sabrás que de ver el planeta en su totalidad te puedes ir acercando a tu continente, a tu país, a tu ciudad, a tu barrio, a tu calle ¡y hasta a tu casa! Ahora, imagínate que lo hicieras al revés; que empezaras fijándote en tu casa, luego en tu calle, luego en tu barrio, luego en tu ciudad, etc. Pues, eso sería como analizar un texto bíblico en su contexto literario. Por ejemplo, si el texto fuese Juan 3:16, empezarías fijándote en el contexto inmediato: Juan 3:16-21; luego te alejarías un poquito y mirarías Juan 3:16 como un versículo clave en la sección de Juan 3:1-21; luego te fijarías en el capítulo entero, y después en esa sección del Evangelio según Juan: Juan 2:12 – Juan 4:54; y así, sucesivamente. ¿Ves la diferencia entre el contexto histórico y el contexto literario? Es importante tener en cuenta ambos contextos.
Hay que tener en cuenta el tipo de lenguaje de cada texto En la Biblia hay diferentes tipos de lenguaje. Por ejemplo, hay lenguaje narrativo, metafórico, poético, profético y apocalíptico. Y hay todo tipo de figuras del lenguaje: (1) Símiles (comparaciones explícitas): “¿No es mi palabra como fuego –declara el Señor– y como martillo que despedaza la roca?” (Jer. 23:29); (2) Metáforas (comparaciones implícitas): “Lámpara es a mis pies tu palabra” (Sal. 119:105); (3) Parábolas (metáforas más extensas): El buen samaritano; (4) Alegorías (metáforas más extensas y más complejas): El Sembrador y las cuatro tierras; etc. Son algunos ejemplos de los diferentes tipos de lenguaje que se encuentran en la Biblia, y hay que reconocerlos para interpretarlos correctamente.
Hay que tener en cuenta las palabras de conexión Me refiero a esas palabras, muchas veces pequeñas y (aparentemente) sin mucha importancia, que hacen de puente entre dos frases, versículos, párrafos, secciones, etc. Con respecto a las palabras de conexión, existen dos peligros opuestos: (1) Darles más importancia de la que tienen; y: (2) Pasar por alto la importancia que sí pueden tener. Entre las muchas palabras de conexión que encontramos en la Biblia están las siguientes: “porque”, “por lo tanto”, “entonces”, “si”, “pues”, etc. En no pocas ocasiones estas palabras son parte de la clave para la correcta interpretación del texto.
Hay que interpretar los textos menos claros a la luz de otros más claros No toda la Biblia es igualmente clara al intérprete. Es verdad que la Biblia es clara en sí misma, pero no siempre nos resulta tan clara a nosotros: (1) Porque nuestras mentes están afectadas por las consecuencias de la Caída; y: (2) Por la distancia (histórica, geográfica, cultural, etc.) entre el texto y nosotros. El apóstol Pedro habló de las cosas “difíciles de entender” en los escritos de Pablo (2 P. 3:15 y 16). (¡Gracias, Pedro!) Pues, debemos interpretar los textos más difíciles a la luz de otros más fáciles de entender, y no al revés. Un ejemplo sería: Mateo 16:18. Otros textos que arrojan luz sobre este texto (muy discutido) son: 1ª de Corintios 3:11; Efesios 2:20; Hebreos 6:1-2; 1ª de Pedro 2:4-8. Estos textos aclaran el tema de sobre qué fundamento se edifica la Iglesia.
Hay que tener en cuenta la versión original de cada texto Las Biblias que usamos son traducciones de las lenguas originales, ¡y a veces son traducciones de otras traducciones! Hay muchas versiones de la Biblia que son muy fiables, pero creemos en la inspiración de los documentos originales. Y hay bastantes ocasiones cuando el original nos puede ayudar a interpretar la Biblia correctamente. Pero hay dos problemas: (1) No tenemos acceso a los originales; y: (2) Hay pocos expertos en las lenguas originales. Pero, por parte positiva: (1) Existen versiones de la Biblia muy fieles a los originales; (2) Existen tantos manuscritos de la Biblia (¡miles!) que podemos tener mucha confianza en las (buenas) Biblias que usamos; y: (3) Existen cada vez más ayudas –comentarios bíblicos, diccionarios bíblicos, Biblias interlineales, etc.– que nos pueden acercar más al texto original.
Hay que tener en cuenta la dimensión cristológica A pesar de las características concretas de cada libro, hay un solo mensaje principal a lo largo de toda la Biblia: ¡Cristo, el evangelio, la salvación! El Antiguo Testamento apunta hacia el Cristo que va a venir y el Nuevo Testamento apunta hacia el Cristo que ya vino. Y hay que tener en cuenta esta dimensión cristológica a la hora de interpretar cualquier parte de la Biblia. Hay que evitar dos peligros: (1) El peligro de no ver a Cristo donde está; y: (2) El peligro de creer ver a Cristo donde quizás no esté. ¿Cómo podemos evitar estos dos peligros? (1) Aplicar los demás principios de interpretación; (2) Ver cómo los escritores del Nuevo Testamento interpretan el Antiguo Testamento; (3) Evitar la alegorización gratuita, la que no tenga ninguna base sólida; (4) Buscar paralelos verbales claros entre textos bíblicos y el Señor Jesucristo; (5) Distinguir entre la intención del autor, el significado para los lectores originales y una posible dimensión cristológica; etc. Hay muchos paralelismos entre José y Cristo para que sea pura coincidencia. Pablo da una interpretación cristológica a una serie de acontecimientos de tiempos de Moisés y los israelitas (1 Co. 10). Pero no hay pruebas claras de que el cordón de grana de Rahab (Jos. 2:17-22) se refiera a la sangre de Cristo. Y el libro de Cantar de los Cantares parece referirse –en primer lugar– al amor entre un hombre y una mujer.
Conclusión Esto no es más que una breve introducción al tema. Pero creo que estos principios nos ayudarán a “[usar] bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2:15).
Andrés Birch es un misionero británico afincado en España desde 1983. Actualmente es pastor de la Iglesia Bautista Reformada de Palma de Mallorca, España. Puedes seguir a Andrés en Twitter.
Martes 7 Marzo ¿Qué pecado es el nuestro, que hemos cometido contra el Señor nuestro Dios? Jeremías 16:10 ¿Se ocultará alguno, dice el Señor, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice el Señor, el cielo y la tierra? Jeremías 23:24 Se hacen manifiestas las buenas obras; y las que son de otra manera, no pueden permanecer ocultas. 1 Timoteo 5:25 Ocultar el pecado…
Adán y Eva habían sido colocados por Dios en un maravilloso jardín. Solo les fue prohibido comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios había dicho a Adán: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).
Pero Eva vio que el fruto prohibido era hermoso a la vista, bueno para comer y codiciable para alcanzar inteligencia (cap. 3:6). Entonces comió de él y dio también a su marido. Así “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte” (Romanos 5:12). “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14-15). El pecado de Adán y Eva fue puesto en evidencia; se dieron cuenta de que estaban desnudos. Pronto hallaron su propio remedio: se hicieron delantales con algunas hojas de higuera. ¿Pensaban ingenuamente cubrir así su pecado?
De repente oyeron la voz de Dios. Tuvieron miedo, pues habían desobedecido al Dios que los había favorecido. Entonces se escondieron. Pero, ¿puede el ser humano ocultarse a la mirada de Dios? Jamás. Un día u otro, aquí en la tierra o más tarde, tendrá que encontrarse delante de Dios. Sea el Dios que perdona hoy, o el Dios que condenará mañana.