Jesús permaneció en la cruz

Viernes 2 Junio
(Un malhechor crucificado al lado de Jesús le dijo:) Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Lucas 23:42-43

Jesús permaneció en la cruz
Leer Lucas 23:39-43

El evangelio según Lucas afirma que uno de los dos malhechores crucificados con Jesús lo injurió diciéndole: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Quería salvarse de las consecuencias de sus malas acciones mediante una intervención milagrosa, sin juzgar el motivo de su desgracia, es decir, su rebelión contra Dios. Lo mismo sucede con la humanidad, quiere ser librada de las consecuencias del pecado, sin juzgar su corazón, sin un verdadero arrepentimiento.

Pero Jesús no vino para efectuar una liberación física e inmediata de estos dos ladrones. Él vino con un propósito mucho más grande: morir en la cruz para pagar nuestra deuda con Dios, para sufrir la condena en nuestro lugar, para quitar el pecado del mundo, para borrar los pecados de todos los que le piden perdón y creen en él. Así lo entendió el segundo malhechor: reconoció su culpa, y al mismo tiempo reconoció la inocencia de Jesús. Por ello recibió la maravillosa certeza de una salvación total: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. ¡Qué fe en este hombre, y qué consuelo para Jesús en esos momentos de intenso dolor!

Al recordar las perversas y odiosas provocaciones hechas contra Jesús, admiramos la perfecta paciencia de nuestro Señor, que podría haber movilizado a todos los ángeles del cielo para librarle de sus enemigos. Pero sabemos que si permaneció en la cruz, fue por amor a los que quería salvar.

2 Reyes 4:1-24 – Romanos 9 – Salmo 66:16-20 – Proverbios 16:19-20

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Una piedad integral | Joel R. Beeke

Una piedad integral
Por Joel R. Beeke

Nota del editor: Este es el octavo capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XVI

La piedad (pietas) es uno de los temas principales de la teología de Juan Calvino. Su teología es, como dice John T. McNeill, «su piedad descrita en profundidad». Él estaba decidido a confinar la teología dentro de los límites de la piedad. Para Calvino, la teología trata en primer lugar sobre conocimiento —el conocimiento de Dios y de nosotros mismos— pero no hay verdadero conocimiento donde no hay verdadera piedad.

Para Calvino, pietas designa la actitud correcta del hombre hacia Dios, que incluye el verdadero conocimiento, la adoración sincera, la fe salvadora, el temor filial, la sumisión en la oración y el amor reverencial. Conocer quién y qué es Dios (teología) conduce a actitudes correctas hacia Él y a hacer lo que Él quiere (piedad). Calvino escribe: «Llamo “piedad” a la reverencia unida al amor a Dios que induce el conocimiento de Sus beneficios». Este amor y reverencia a Dios es un complemento necesario para cualquier conocimiento de Él y abarca toda la vida. Calvino dice: «Toda la vida de los cristianos debe ser una especie de práctica de la piedad».

El objetivo de la piedad, así como de toda la vida cristiana, es la gloria de Dios: la gloria que brilla en los atributos de Dios, en la estructura del mundo y en la muerte y resurrección de Jesucristo. Para toda persona piadosa en verdad, el glorificar a Dios está por encima de su redención personal. El hombre piadoso, según Calvino, confiesa: «Somos de Dios: vivamos, pues, por Él y muramos por Él. Somos de Dios: dejemos que Su sabiduría y Su voluntad rijan, por tanto, todas nuestras acciones. Somos de Dios: dejemos que todas las partes de nuestra vida se esfuercen en consecuencia hacia Él como nuestro único objetivo legítimo».

Pero ¿cómo glorificamos a Dios? Como escribe Calvino: «Dios nos ha prescrito un modo en el que será glorificado por nosotros, a saber, la piedad, que consiste en la obediencia a Su Palabra. El que sobrepasa estos límites no va a honrar a Dios, sino a deshonrarlo». La obediencia implica una entrega total a Dios mismo, a Su Palabra y a Su voluntad.

Para Calvino, la piedad es integral y tiene dimensiones teológicas, eclesiológicas y prácticas. Desde el punto de vista teológico, la piedad solo puede realizarse a través de la unión y comunión con Cristo y la participación en Él, ya que fuera de Cristo incluso la persona más religiosa solo vive para sí misma. Solo en Cristo pueden los piadosos vivir como servidores voluntarios de su Señor, soldados fieles de su Comandante e hijos obedientes de su Padre.

La comunión con Cristo siempre es el resultado de la fe obrada por el Espíritu, que une al creyente con Cristo por medio de la Palabra, permitiéndole recibir a Cristo tal y como está revestido en el evangelio y ofrecido en gracia por el Padre. Por la fe, los creyentes poseen a Cristo y crecen en Él. Reciben de Cristo por la fe la «doble gracia» de la justificación y la santificación, que juntas ofrecen la limpieza de la pureza imputada y real.

Desde el punto de vista eclesiológico, para Calvino, la piedad es nutrida en la iglesia por la Palabra predicada, los santos sacramentos y el canto de los salmos. Los creyentes cultivan la piedad por el Espíritu a través del ministerio de la enseñanza de la iglesia, progresando desde la infancia espiritual hasta la adolescencia y la plena madurez en Cristo.

La predicación de la Palabra es nuestro alimento espiritual y nuestra medicina para la salud espiritual, dice Calvino. Con la bendición del Espíritu, los ministros son médicos espirituales que aplican la Palabra a nuestras almas como los médicos terrenales aplican la medicina a nuestros cuerpos.

Calvino define los sacramentos como testimonios «de la gracia divina para con nosotros, confirmada por un signo exterior, con el testimonio mutuo de nuestra piedad hacia Él». Al ser la Palabra visible, son «ejercicios de piedad». Los sacramentos fortalecen nuestra fe, nos hacen agradecer la abundante gracia de Dios y nos ayudan a ofrecernos como sacrificios vivos a Dios.

Calvino consideraba los Salmos como el manual canónico de la piedad. Escribe: «No hay otro libro en el que se nos enseñe más perfectamente el modo correcto de alabar a Dios, o en el que se nos incite más poderosamente a realizar este ejercicio de piedad». Con la dirección del Espíritu, el cantar salmos afina los corazones de los creyentes para la gloria.

En la práctica, aunque Calvino consideraba a la iglesia como la cuna de la piedad, también hacía hincapié en la necesidad de la piedad personal. Para él, la piedad «es el principio, el medio y el fin de la vida cristiana». Esto implica numerosas dimensiones prácticas para la vida cristiana diaria, con un énfasis particular en la oración sincera, el arrepentimiento, la abnegación, el cargar la cruz y la obediencia.

Calvino se esforzó por vivir él mismo la vida de pietas. Habiendo probado la bondad y gracia de Dios en Jesucristo, persiguió la piedad al buscar conocer y hacer la voluntad de Dios cada día. Su teología y eclesiología se tradujeron en una piedad práctica, sincera y centrada en Cristo, una piedad que, en última instancia, afectó y transformó profundamente a la iglesia, a la comunidad y al mundo.

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Joel R. Beeke
El Dr. Joel R. Beeke es presidente del Puritan Reformed Theological Seminary y pastor de Heritage Netherlands Reformed Congregation en Grand Rapids, Michigan.

La Nueva Era

Podemos notar un cambio drástico en la vida espiritual de las personas en los últimos cien años. La interconectividad entre naciones, culturas y religiones abrió un abanico de experiencias místicas para el hombre moderno de cualquier rincón del globo. A nuestro entender, la Nueva Era es una de las religiones mundiales más influyentes que esclaviza al incrédulo cegado por la obra de Satanás (2 Cor. 4:4). Por esa razón, se describen a continuación, las creencias de esta religión espiritista, las diferencias que posee con la enseñanza apostólica y la influencia maliciosa que ha causado en el cristianismo.

El credo de la Nueva Era [1]
El término “Nueva Era” es utilizado para identificar a una multitud de grupos organizados que adoptaron parte del antiguo pensamiento gnóstico de la era post apostólica y parte del hinduismo antiguo. Se caracterizan por prácticas ocultistas, espiritismo y misticismo oriental. La organización mundial de esta religión promueve una influencia silenciosa pero eficaz sobre la población. Todo esto la vuelve difícil de detectar, y, por lo tanto, altamente peligrosa.

Los afiliados a la Nueva Era creen:

Que existe un mundo espiritual profundamente relacionado con el terrenal.
Que todo es divino (sea el hombre, sea la creación).
Qué hay reencarnación.
Que el pensamiento positivo es la clave.
Que los elegidos pueden salvarse por medio de una iluminación especial.
Que la palabra del hombre tiene autoridad divina, al punto que puede reclamar lo que desea.
Las prácticas de la Nueva Era son:

Panteísmo: “Dios está en la naturaleza, por lo tanto, la naturaleza es dios. Dios está en el hombre, por lo tanto, el hombre es dios”.

Iluminación global: “Para alumbrar la ignorancia que se haya en ti, y desatar los poderes de tu mente, debes practicar un poco de meditación trascendental; o puedes conectarte con el mundo espiritual a través de médiums”.

Astrología: “Vivimos en un viejo orden mundial, conocido como la era de piscis. Pero pronto nos adentraremos a La Nueva Era de Acuario (de aquí el nombre de la secta), donde el hombre iluminado conocerá una súper conciencia”.

Actitud Mental Positiva: “La muerte y la enfermada son ilusiones. Esta vida está diseñada para tener salud, prosperidad y felicidad. Si enfocas tu mente en pensamientos positivos, si visualizas la realidad ideal que imaginas, y por medio de declaraciones positivas lo reclamas, pronto podrás obtener cualquier cosa que desees. El hombre es dios, por lo cual todo lo que su mente pueda concebir se hará realidad”.

Reencarnación: “Eres espiritual, pero vives encerrado en la prisión de tu cuerpo carnal. Cuando llegue tu hora de morir, pasarás a un nuevo cuerpo, hasta que un día purificarás la luz que hay en ti, despojándote de lo material para unirte por siempre a la Energía del Cosmos” (pensamiento similar a la Moksha del hinduismo).

Salud holística: “¿Por qué sufres dolor? ¿Por qué sigues atado a tus energías negativas? Recurre a cualquiera de las siguientes terapias naturales: Quiropráctica, Homeopatía o Macrobiótica. Asiste a terapias mentales: Yoga. Consulta terapias para manipular tu energía interior: Acupuntura; Reiki; Iridología; Toque sanador. O elige terapias sobrenaturales: Guías espirituales y Mediumnismo”.

Los símbolos que identifican la Nueva Era son:

Cristales
Delfines
Flor del loto
Pegaso
Símbolo de paz
Arco iris
Unicornios
Ying Yang
Cabeza de chivo
Pirámides
Ojo en un triángulo
Rayo de luz
La herejía que disemina la Nueva Era sobre la población mundial es que el hombre moderno necesita explotar el potencial divino que lleva dentro hasta llegar a ser dios. El problema del hombre es su conocimiento. La salvación se obtiene para un grupo élite por medio de un conocimiento iluminado de la Era venidera. La moral es subjetiva, y cada miembro decide qué es bueno y qué malo para él mismo. Jesús solo fue un gran profeta que tuvo una iluminación superior y la Biblia es un libro que habla de cosas espirituales como cualquier otro.

La enseñanza apostólica
Para este punto se utilizará únicamente la epístola del apóstol Pablo escrita a los cristianos de Colosa [2]. Pasando por alto los importantísimos detalles históricos, culturales y religiosos que contextualizan la carta, nos adentramos a describir de manera abreviada las marcadas diferencias que posee el cristianismo bíblico con la Nueva Era.

Para Pablo, Dios no es la creación y los seres humano no son dioses. Sino que el Mesías, encarnado en Jesucristo, es el Hijo de Dios y Creador de todo el universo —incluyendo seres angelicales—:

“Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado… Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él” (Col 1:13, 15-16).

El mensaje apostólico se centra en una Persona: Jesucristo. Él es Sabiduría de Dios. Solo Cristo es la bandera que la reforma tomó prestada de este misionero cristiano. El pleno conocimiento no radica en la compresión de una Nueva Era mundial, sino en reconocer a Jesús de Nazaret como el Mesías prometido, cuya fe en Su vida, muerte y resurrección nos completa como seres humanos:

“…Resultando en un verdadero conocimiento del misterio de Dios, es decir, de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Esto lo digo para que nadie os engañe con razonamientos persuasivos” (Col 2:2-4).

En el pensamiento paulino, el hombre es una criatura moral que debe rendir adoración al Creador. El fin principal del hombre es glorificar a Dios. El problema central de ser humano no es su conocimiento embotado, sino su rebelión pecaminosa. Y si el hombre no se arrepiente en vida, será condenado el día del Juicio Final:

“Y aunque vosotros antes estabais alejados y erais de ánimo hostil, ocupados en malas obras… [que eran] la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas…” (Col 1:21; 3:5-7).

Por lo tanto, la predicación apostólica señala otro camino de salvación diametralmente distinto a la Nueva Era. La solución no viene por un conocimiento iluminado dirigido a una clase élite de la población humana. Sino que el Mesías se humanó, viniendo al mundo que creó para morir por los pecados de Su pueblo. Es por medio de Jesucristo crucificado, y Su sangre derramada, que las personas pueden reconciliarse con Dios, con sus semejantes y con la creación:

“Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos… ahora Él os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él,” (Col 1:19-20, 22).

La muerte de Jesús en el Calvario, lejos de ser la derrota y fracaso del Mesías, fue Su triunfo sobre el pecado, el diablo y la muerte:

“Habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz. Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él” (Col 2:14-15).

Ahora bien, a diferencia de la Nueva Era y su clase elitista, estas buenas nuevas pueden predicarse a toda criatura racional sobre la faz de la tierra, sin importar su condición espiritual, clase económica o raza en particular. La salvación es solo por la fe y solo por gracia para toda criatura:

“A Él nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo…en la cual no hay distinción entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo o libre, sino que Cristo es todo, y en todos… orando al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo…” (Col 1:28; 3:11; 4:3).

Todo esto implica que el pecador unido a Jesús por la fe ahora es un nuevo hombre. Ya tiene una nueva identidad en Él, formando parte del reino del Mesías: “Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado” (Col 1:13). Y como tal, debe distanciarse radicalmente de prácticas paganas como:

La astrología: “Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo” (Col 2:8).
La interacción con ángeles o demonios: “Nadie os defraude de vuestro premio deleitándose en la humillación de sí mismo y en la adoración de los ángeles, basándose en las visiones que ha visto, hinchado sin causa por su mente carnal,” (Col 2:18).
Por ende, a partir de su unión a Jesús, la vida del hombre renovado debe vivirse en obediencia al Señor. La comunidad de fe no tiene licencia para pecar como guste: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios… Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría” (Col 3:3, 5). El Mesías es Norma y Ejemplo para la vida cristiana, tanto para esposas (Col 3:18); esposos (Col 3:19); hijos (Col 3:20); padres (Col 3:21); empleados (Col 3: 22) y jefes (Col 4:1).

Otro choque importantísimo con esta herejía se ve en que para los apóstoles la palabra humana no tiene poder creativo en absoluto, sino que las Sagradas Escrituras son la única regla de fe y conducta: “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales…” (Col 3:16). Sola Escritura es el lema reformado que encaja con el pensamiento paulino.

Finalmente, Pablo no espera la reencarnación ni la unión con la Energía del Cosmos. Sino que anida la esperanza de la resurrección futura —donde no se pierde el ser, ni se anula la conciencia—, con la seguridad de ver la Majestad de Dios cara a cara al recibir un cuerpo glorificado similar al Mesías ascendido: “Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria” (Col 3:4).

Influencia negativa de la Nueva Era dentro del cristianismo
Existen algunos focos donde la Iglesia cedió terreno en esta batalla espiritual contra las huestes infernales. De manera silenciosa la filosofía de la Nueva Era se enraizó en muchos conceptos cristianos, deformando la enseñanza original de los apóstoles de Jesucristo. Señalemos algunas áreas doctrinales afectadas por cierto sincretismo:

La Bibliología: Para muchos cristianos la Biblia es inspirada por Dios, pero no llega a ser suficiente en la vida diaria. Necesitamos recurrir a otras fuentes de “sabiduría” externas a la Palabra de Dios. Por ejemplo, este pensamiento iguala el Libro divino con la psicología moderna.

La Teología propia: El concepto de Dios que tiene la Iglesia en muchos casos puede ser lamentable. El pueblo redimido no conoce a su Dios. Para la Nueva Era Dios ni es santo, ni personal. Y justamente es la Majestad de Dios la que no es temida y Su Personalidad la que no es abraza por Su pueblo.

La Cristología: Jesucristo es anunciado como el Salvador de nuestros pecados, la Puerta al cielo y el Camino a Dios. Pero no es el Señor de nuestras vidas. La gran hazaña lograda por la Nueva Era es separar la conversión de la santidad. Se alega que uno puede estar “iluminado” por la Verdad sin ser transformado por ella. En muchos creyentes el poder del evangelio no refleja la formación de la imagen del Hijo de Dios.

La Pneumatología y angeología: Hay iglesias donde las experiencias espirituales con demonios son el centro de atención. Hay otras donde las manifestaciones del Espíritu Santo son indispensables para su confirmación. También hay congregaciones donde predicar sobre el Espíritu Santo parece un pecado. La Nueva Era causa toda esta confusión. Algunos se apegaron demasiado al mundo espiritual, otros se alejaron sobremanera de las realidades invisibles que nos definen.

La Antropología: Este es el punto más fuerte sobre el cual la Nueva Era ha logrado agrietar la vida de la Iglesia. Las iglesias locales están centradas en el hombre, no en Jesús. El hombre se adora a sí mismo como dios. “Declarar” sucesos, “proclamar” profecías, “atar” demonios, etc. Todo ello es pura Actitud Mental Positiva. La iglesia moderna es humanista no Cristocéntrica.

La Hamartiología: En muchas congregaciones, el pecado parece ser nuestro amigo en vez de nuestro archienemigo. Algunos temen las tentaciones del diablo más que las asechanzas del pecado en sus corazones. Otros practican el pecado sin recibir disciplina alguna de la iglesia local. La carnalidad en el Cuerpo del Mesías revela la influencia antinomianista de la Nueva Era, desatando el libertinaje de Sus miembros.

La Sotereología: La maraña de pecados ocultos, practicas mundanas, falta de Biblia, ignorancia de Dios y una excesiva confianza en los sentimientos personales, hacen del creyente moderno un blanco fácil para los ataques de la Nueva Era. Cristianos que viven sujetos a temor ya que nunca están “completamente seguros” de su redención. Para muchas almas sinceras es difícil encontrar descanso en su salvación porque “sienten que no conocen lo suficiente” de la Biblia.

La Eclesiología: Hoy en día existen miembros de iglesias locales que no escucharán las predicaciones y consejos de sus ministros a menos que tengan una formación académica. Si el candidato a anciano no tiene un título en divinidades, o si la iglesia no es gobernada por un misionero capacitado con un doctorado, entonces se piensa que vamos rumbo a la catástrofe. Semejante inclinación solo es un eco del conocimiento iluminado que la Nueva Era proclama sobre un grupo élite. Quienes así se conducen, manifiestan creer que la salvación de una iglesia local no viene del Mesías, del Espíritu Santo y de las Sagradas Escrituras, sino de la sabiduría iluminada que posee un maestro adoctrinado bajo un altísimo nivel de pensamiento académico. Esto es elitismo intelectual.

La Escatología: la Nueva Era espera un nuevo orden mundial llamado Acuario, en el cual, la historia de la humanidad comenzará a ser regida por los iluminados. La historia de la redención que se cumple y culmina en Jesucristo como el Mesías Rey que se sienta en Su Trono Blanco para juzgar a los vivos y los muertos, para ellos es descartada. Ellos no creen en la supremacía de Yahvé, ni en el infierno, ni en un Juicio Final ejecutado por el Juez Supremo de los hombres. Parte de este pensamiento se filtró en no pocos púlpitos de iglesias evangélicas, donde semana tras semana la gente se reúne a oír la Palabra pero jamás es llamada al arrepentimiento de sus pecados, ni desafiada por el temor al juicio venidero sobre sus acciones, ni sacudidas por los terrores del infierno sobre su cuerpo y alma.

Conclusión
Vemos que esta religión mundial tiene sus raíces en el gnosticismos del siglo II, encontrando paralelos incluso con el antiguo hinduismo. No quedan dudas de la gravedad que acarrea sobre la Iglesia de Dios ignorar sus falsas enseñanzas. Los incautos serán devorados sin piedad por esta bestia escarlata.

Como Iglesia de Jesucristo nos compete conocer las artimañas y errores que disemina la Nueva Era, sumergiéndonos en las Sagradas Escrituras para empuñar la espada del Espíritu con destreza, proclamando el evangelio a toda criatura para que sean salvos. Los ministros del Nuevo Pacto deben batallar contra estos razonamientos diabólicos, llevando todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo (2 Cor 10:3-5). La pureza de la Iglesia será recobrada en la medida que retomemos nuestro camino a la fe apostólica.

En cuanto a cómo evangelizar a los capturados por esta herejía, un buen comienzo sería tocando los puntos de encuentro que tiene con la fe cristiana. Por ejemplo, ellos aceptan el mundo espiritual, reconocen que existe una sabiduría superior y afirman que todo ser humano necesita ser salvo de su actual estado. Podemos construir una charla con base en esto. Este era el método paulino usado en las ciudades paganas (Hch 17: 19-31). Pero en última instancia solo nos queda orar al Señor por sus almas, sabiendo que el Hijo puede hacerlos libres de su esclavitud (Jn 8:32, 36).

[1] June Hunt, Consejería Bíblica Tomo 9 (CLC Bogotá 2010) 235

[2] Cesar Vidal, Los orígenes de la Nueva Era (Grupo Nelson, Tennessee 2009) 57 Kindle

Soldados De Jesucristo
http://sdejesucristo.org
Nuestra misión es predicar el evangelio de la gracia de Dios haciendo un llamado al arrepentimiento y fe en Jesucristo.

Salvados bajo las bombas

Miércoles 31 Mayo
Así ha dicho el Señor: Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado… Y los príncipes… y el rey se humillaron, y dijeron: Justo es el Señor. Y cuando el Señor vio que se habían humillado… (dijo): Se han humillado; no los destruiré; antes los salvaré en breve.
2 Crónicas 12:5-7
Salvados bajo las bombas
Una vez más una joven estudiante alemana había oído el Evangelio, pero había permanecido indiferente. Ella quería vivir su vida y lo estaba haciendo, hasta el terrible día del gran bombardeo de Hamburgo, Alemania, durante la segunda guerra mundial. En pocas horas, en julio de 1943, la ciudad se convirtió en una hoguera.

En su huida halló refugio con otras personas en una iglesia de la aldea vecina. Esta pobre gente lo había perdido todo, lloraba y se lamentaba. Un cristiano fue a verlos, escuchó sus quejas y comprendió su angustia. Luego pidió silencio y dijo: «Queridos amigos, al pasar entre ustedes oí en medio de sus quejas, las cuales comprendo, una frase de la que quisiera hablarles. Alguien dijo: -Dios nos ha abandonado. Esto no es cierto. Ustedes se equivocan. ¡La verdad es que somos nosotros quienes hemos abandonado a Dios!».

Al contarnos este episodio, cincuenta años más tarde, la señora que lo vivió cuando era joven agregó: «Es todo lo que recuerdo de las palabras de ese cristiano. Pero esta frase fue como una flecha que alcanzó mi corazón. Por encima del estruendo de las bombas, la voz de Dios se dirigía a mí, quizá por última vez. Respondí a su llamado y nunca más me aparté de él».

“Yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia” (Salmo 59:16).

“En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio” (Salmo 62:7).

2 Reyes 2 – Romanos 8:18-27 – Salmo 66:1-7 – Proverbios 16:15-16

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LIDERAZGO a prueba de FALLAS | John MacArthur

Lo que más necesita la gente es la verdad, una relación dinámica e informada con la Palabra de Dios. En un mundo caótico cegado por la incredulidad, tradición, el misticismo y error doctrinal, la Palabra de Dios penetra todo esto y proveé respuestas. Sintonize “Gracia a Vosotros” (https://www.gracia.org/) para escuchar una enseñanza clara, práctica, versículo a versículo, impartida por el Pastor John MacArthur.

John MacArthur Nacido el 19 de Junio de 1939, hijo de un pastor bautista conservador norteamericano, estudió en el Talbot Theological Seminary (1970). Es pastor de Grace Community Church en Sun Valley (California) una de las iglesias de mayor crecimiento en Estados Unidos y cuenta con un programa de radio «Gracia a Vosotros» que se transmite en varios idiomas. Autor de numerosos comentarios y libros basados en sus sermones, también traducidos a diversos idiomas, figura entre los autores evangélicos conservadores más leídos y apreciados de nuestra época.

Qué hacer cuando tu hijo es adicto a los videojuegos | Melanie Hempe

Qué hacer cuando tu hijo es adicto a los videojuegos

Melanie Hempe

Estábamos en la carretera, llevando a nuestro hijo mayor de vuelta de su primer año en la universidad, cuando el momento de claridad llegó.

«Mamá, he estado en la cama durante la última semana», dijo Adam. «No salí de mi dormitorio. No terminé mis clases. Ese videojuego me hizo algo».

Nunca olvidaré el shock que sentí. ¿Qué quieres decir con «ese juego me hizo algo»?

En ese momento, seis años de conflicto de repente tenían sentido. Por fin me di cuenta: nuestro hijo estaba atrapado en su mundo virtual y no podía salir.

Problema
Debí haberme dado cuenta de las señales de advertencia en la escuela secundaria, cuando Adam empezó a dejar los deportes y los pasatiempos para jugar más a los videojuegos. También empezó a preferir su mundo de juegos a pasar tiempo con nosotros o ir a la iglesia. Yo odiaba mi nuevo trabajo como mamá policía de los videojuegos, poniendo el temporizador de la cocina y lidiando con constantes conflictos sobre su tiempo de juego.

¿Era normal que un adolescente estuviera horas y horas felizmente encorvado sobre una pantalla en el oscuro sótano? Mis amigas me decían: «Al menos no se mete en problemas. Al menos siempre sabes dónde está». Recuerdo pensar que era un estándar muy bajo. Pero era mi primer hijo, y parecía estar aprendiendo mucho en esa pantalla; al menos, eso es lo que él me decía.

Si sientes que algo va mal en la relación de tu hijo con las pantallas, no ignores esa persistente advertencia interior

Sus hábitos frente a la pantalla empeoraron en noveno grado, cuando su escuela, como muchas otras, dio un computador portátil a cada estudiante. Ese fue un punto de inflexión para nuestra familia, porque perdimos toda capacidad de ayudarle a controlar su tiempo frente a la pantalla. Un día, mientras caminaba por el pasillo de la escuela para reunirme con el consejero y hablar del problema, me crucé con una fila de chicos que jugaban a Call of Duty en sus portátiles regaladas. Me pregunté cómo lo estarían afrontando otros padres.

El resto del tiempo que Adam pasó en la secundaria estuvo lleno de conflictos: el tira y afloja de intentar manejar la vida con su inmanejable obsesión por los juegos. Nos alegramos de que fuera a la universidad; suponíamos que superaría su hábito juvenil y por fin empezaría su vida. Pero nos equivocamos. En el viaje de vuelta a casa, me di cuenta de que nos enfrentábamos a algo más serio que un mal hábito. Tenía todos los síntomas de una adicción.

Investigación
Mi formación es en enfermería, así que me sumergí a fondo en la investigación cerebral relacionada con el uso de videojuegos. Hablé con médicos y neurocientíficos de todo el país y aprendí que la adicción a los videojuegos incluye un componente neuroquímico bien definido. Las resonancias magnéticas muestran que la adicción a los videojuegos es neurológicamente similar a cualquier otra adicción. Al igual que las apuestas y las drogas, el juego secuestra la vía de recompensa de la dopamina. La sobreproducción de dopamina durante el juego desencadena una serie de acontecimientos neuroquímicos que conducen a un anhelo por más. Esto, a su vez, provoca un deterioro del autocontrol y disfunciones en las actividades cotidianas y las relaciones interpersonales, factores determinantes de cualquier adicción.

Adam no exageraba: el juego le había «hecho algo» a su cerebro.

Pasé de pensar en términos de límites parentales —como fijar un toque de queda o no permitir películas de clasificación R— a comprender las implicaciones emocionales y espirituales más profundas de un niño perdido en el mundo virtual. El juego no era un rito de iniciación neutral. Por el contrario, como todas las actividades adictivas, podría potencialmente arrastrar a un niño lejos de los cimientos de su vida familiar y espiritual. Se convierte en el dios de su propio universo en su escapada diaria. Con el tiempo, el mundo virtual puede llegar a ser tan auténtico y tan inmersivo que la necesidad de su familia, de Dios y del gozo natural disminuye.

Redención
Incluso cuando los tiempos eran oscuros y me sentía aislada en esta lucha, sabía que en el fondo había un propósito mayor. 2 Corintios 1:3-5 nos dice que Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que podamos consolar a los que están en cualquier tribulación con el consuelo que hemos recibido de Dios. Me prometí a mí misma que nunca olvidaría el dolor de esta etapa de mi vida para poder ayudar a otras familias a evitar lo que le ocurrió a mi hijo mayor.

Gracias a Dios, nuestra historia está llena de redención. En primer lugar, casi doce años después, a Adam le va bien: sirvió cinco años en el ejército estadounidense y se graduó de la licenciatura. Ahora está terminando la carrera de Derecho y es portavoz de ScreenStrong, una organización sin ánimo de lucro que creamos para salvar a los niños del camino que él tomó. Adam les cuenta que desearía poder recuperar las más de diez mil horas que pasó jugando y perdiéndose en el mundo virtual.

En segundo lugar, a raíz de lo que vivió Adam, mi esposo y yo cambiamos la forma de abordar la tecnología con su hermana y sus hermanos gemelos más pequeños, creando para ellos una infancia libre de videojuegos y teléfonos inteligentes.

¿Radical? Sí. Pero nuestra hija se desenvolvió bien en la escuela secundaria sin teléfonos inteligentes ni redes sociales. Nunca se vio arrastrada al drama de las guerras de mensajes de texto de secundaria ni a las tentaciones de los adolescentes mayores en las redes sociales. Los gemelos están progresando en la escuela secundaria, manteniendo relaciones cara a cara con muchos grupos de amigos, entrenadores y profesores. En lugar de jugar a Fortnite durante cuatro horas diarias, compiten en béisbol y en carreras a campo traviesa, forman parte del consejo estudiantil y disfrutan tocando el violín y el piano. Todas estas son actividades que Adam perdió por el tiempo que invirtió mirando una pantalla con el control del juego en la mano.

A menudo me preguntan si ellos se sienten excluidos. No, mis hijos están muy unidos a sus amigos y a nuestra familia. Este camino ha dado lugar a mucha alegría en nuestro hogar.

En tercer lugar, Dios ha usado la historia de Adam para llegar a muchas familias. Ahora paso mi tiempo ayudando a otras madres y padres que están luchando con problemas de tiempo de pantalla en sus hogares. La educación sobre los efectos de las pantallas en el cerebro se convierte en la luz que brilla en los lugares oscuros. Los padres pueden comprender los efectos del uso excesivo de las pantallas en el desarrollo del niño y tomar las mejores decisiones para su familia. A través de la comunidad, los padres dejan de sentirse aislados y avergonzados. ¿Cuál es el resultado? Se restablecen las relaciones.

Sigamos avanzando
No hay que avergonzarse de cometer errores; nosotros cometimos muchos. Como padres, luchamos por vivir en la tensión entre la soberanía de Dios sobre cada centímetro cuadrado de la creación (citando a Abraham Kuyper) y nuestra responsabilidad de ser fieles administradores de nuestras vidas y guardianes de nuestros hijos.

¿Cómo podemos hacer esto bien? Los elementos adictivos y provocativos de los videojuegos son tan poderosos que creo que es peligroso permitir que entren en nuestros hogares como una actividad valorada durante la infancia y luego esperar que nuestros hijos prosperen. Preparar a nuestros hijos para el fracaso no es protegerlos, no es sabio y no honra a nuestro Creador.

La solución no consiste en privar a nuestros hijos de la diversión, sino en devolverles el gozo profundo de la vida real

Nuestra responsabilidad como padres es proteger a nuestros hijos de los elementos adictivos de la cultura que les hacen daño. Hazte algunas preguntas: ¿Está aumentando el uso de juegos en tu casa con el paso del tiempo? ¿El tiempo dedicado a los juegos está desplazando a los deportes y las aficiones sanas? ¿Están empeorando las notas y las relaciones de su hijo? ¿Su juego lo está distanciando de Dios y de su familia?

Si sientes que algo va mal en la relación de tu hijo con las pantallas, no ignores esa persistente advertencia interior, como hice yo durante mucho tiempo.

Adam me dijo una vez: «Mamá, nunca herirás mis sentimientos si compartes mi historia. Por favor, advierte a todas las familias que puedas».

Todas las familias se enfrentan al maremoto de la tecnología digital en la infancia, pero no todas tienen por qué verse arrastradas por ella. No podemos inmunizar a nuestros adolescentes con controles parentales o más conversaciones. No podemos cambiar el proceso de desarrollo infantil: son inteligentes pero no maduros. No podemos obligar a los niños a ser «sabios» con el tiempo de pantalla, ya que no son adultos con un córtex frontal totalmente conectado.

Pero podemos estar más informados y ser más diligentes a la hora de alinear las actividades de nuestros hijos con nuestros valores. Podemos evitar proactivamente las luchas frente a la pantalla y centrarnos en relaciones sanas. La solución no consiste en privar a nuestros hijos de la diversión, sino en devolverles el gozo profundo en el compromiso con la vida real. Dios creó un mundo para que lo exploren y aventuras para que las vivan en la vida real. Apuntemos hacia Su dirección.

Mantengamos allí también nuestra mirada. Recordemos que Dios es quien nos da nuevas misericordias cada mañana (Lm 3:22-23), sabiduría cuando se la pedimos (Stg. 1:5) y resistencia y ánimo que podemos compartir con otros (Ro 15:5).

La adicción a los videojuegos es real; no tengas miedo de buscar ayuda de padres que han salido del otro lado de sus luchas contra las pantallas. Hay esperanza. Por la gracia de Dios, puedes recuperar a tus hijos y reconectar a tu familia.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
Nota del editor:
Amy C. Eytchison contribuyó a este artículo.

Melanie Hempe (BSN, Emory University) es la fundadora de ScreenStrong, una organización nacional sin ánimo de lucro que trabaja con las familias para eliminar la dependencia infantil de las pantallas. Ha escrito tres libros para padres y presenta un podcast semanal, ScreenStrong Families. Su trabajo ha aparecido en Psychology Today, The Wall Street Journal, Thrive-Global, A&E Network, CBS, NPR, CNN, el documental Screened Out y diversos medios de comunicación y televisión. Vive en Carolina del Norte con su esposo y sus cuatro hijos.

Cómo entender el sermón impactante de Pedro en Pentecostés | Albert Mohler

Nota del editor: Este es un fragmento adaptado del libro Hechos 1 – 12 para ti (Poiema Publicaciones, 2022), por Albert Mohler Jr.

La llegada del Espíritu Santo en los acontecimientos de Pentecostés en Hechos 2:1-13 prepara el escenario para el sermón de Pedro en los versículos 14-36. En este punto, es importante resaltar que este sermón marca el inicio del testimonio de la iglesia en cumplimiento de la comisión dada a los apóstoles en Hechos 1:8.

Con el sermón en Pentecostés, Pedro presenta el testimonio de la iglesia cristiana al mundo, el cual declara que Jesucristo es el Señor crucificado y resucitado. El mensaje comenzará aquí en Jerusalén, pero, así como lo deja en claro el libro de Hechos, continuará extendiéndose al resto del mundo.

El hombre
La porción de Hechos 2:14-36 contiene uno de los sermones más asombrosos que se han predicado. Pero antes de ver lo que se dijo, o incluso cómo se dijo, date cuenta quién habló a la multitud de Jerusalén en este día extraordinario.

El versículo 14 revela que Pedro fue el predicador de ese día y que estaba junto a los otros apóstoles. Puede que este hecho no nos sorprenda, pero debemos considerar nuevamente cuán impactante es en la historia bíblica el hecho de que Pedro estuviera siquiera presente, y ¡cuanto más hablando!

Pedro actuó de manera cobarde, incluso negando a Jesús en los últimos momentos de Su vida (Lc 22:54-62), por lo que la presencia de Pedro en el día de Pentecostés es testimonio de la voluntad de Cristo para perdonar incluso al peor de los pecadores. La osadía de Pedro en el día de Pentecostés solo puede ser explicada por el poder del Espíritu obrando en él. Solo unas semanas antes, Pedro estaba dándole la espalda a Cristo. Ahora está proclamándolo con confianza, e incluso confrontando a los judíos con su pecado y necesidad de arrepentirse.

Con el sermón en Pentecostés, Pedro presenta el testimonio de la iglesia cristiana al mundo, el cual declara que Jesucristo es el Señor crucificado y resucitado

Debemos reflexionar sobre el denuedo y el liderazgo de Pedro en el día de Pentecostés. La gracia que recibió de Cristo en el momento de su restauración después de su negación le permitió predicar el evangelio y hacerlo con osadía. El Señor sabía que Pedro lo negaría (Lc 22:34). Esa tarde, Pedro, de hecho, negó al Señor y hacer eso lo quebrantó emocionalmente (Lc 22:54-62).

El apóstol Juan completa los detalles de lo que sucedió después de la negación de Pedro. A la luz de su triple negación, Cristo le extendió misericordia al otorgarle una triple redención (Jn 21:15-19). Pedro ha sentido el dolor de su pecado y la redención por la gracia de Cristo. La razón por la cual esto es importante es que la historia de Pedro es la historia de cada cristiano. La misericordia del Señor puede restaurar a cualquiera. Ahora Pedro extiende esa misma misericordia a la multitud que se ha reunido ese día de Pentecostés.

El método
Lo segundo que debemos notar acerca del sermón de Pedro es el método que utilizó para presentarlo. Observa que de inmediato Pedro dirige su audiencia a las Escrituras: «esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel» (Hch 2:16). De hecho, Pedro apela a las Escrituras en repetidas ocasiones. En el transcurso de su sermón, entrelaza grandes pasajes del Antiguo Testamento que hablan sobre Cristo como Joel 2 y los Salmos 16 y 110.

El sermón de Pedro es un ejemplo maravilloso para nosotros de lo que debería ser la predicación: acudir al texto bíblico, explicarlo, aplicarlo y pedir una respuesta. En otras palabras, Pedro muestra aquí en los primeros capítulos de Hechos que los apóstoles del primer siglo se dedicaron a la predicación expositiva. Su proclamación se enfoca en la persona y la obra de Jesucristo. Su enfoque es apropiado dada la importancia del momento que acaba de ocurrir. Con demasiada frecuencia, los sermones se entrelazan alrededor de historias o temas no relacionados, sin centrarse en Jesús. Pedro no hace esto. Su sermón es directo y demuestra el cumplimiento de las promesas de Dios en la persona y obra de Jesucristo.

El mensaje
En Hechos 2:17-21, Pedro explica y defiende las acciones de los apóstoles en el aposento alto en Pentecostés. Algunos judíos en la multitud creían que los apóstoles estaban borrachos (v. 13), pero Pedro explica que el profeta Joel había predicho los desconcertantes acontecimientos de Pentecostés y que, por lo tanto, los apóstoles estaban cumpliendo así la profecía del Antiguo Testamento.

Pedro dice que Joel 2 profetizó que señales milagrosas acompañarían al derramamiento del Espíritu en los «últimos días» y de acuerdo con el Antiguo Testamento, los «últimos días» fueron los días del nuevo pacto y la nueva creación (Hch 2:17). Esencialmente, el apóstol está enseñando a la multitud que todas las promesas del Antiguo Testamento acerca de la nueva creación han sido ya inauguradas por la obra de Jesucristo.

Pedro continúa su sermón enfatizando la soberanía de Dios sobre los eventos alrededor de la muerte y la resurrección de Jesús. Como señala, la muerte de Jesucristo fue parte del «determinado propósito» de Dios desde toda la eternidad (Hch 2:22-24).

Algunas tradiciones teológicas tienen la noción equivocada de que la historia se desarrolla como un proyecto cooperativo entre Dios y el hombre, es decir que Dios está esperando a ver cómo nuestras acciones darán forma a la historia y luego responderá de acuerdo con ellas. Sin embargo, este punto de vista no es congruente con la Biblia. Jesús no terminó en la cruz por un fracaso en Su ministerio. Pedro declaró que Jesús fue entregado por Dios el Padre según el plan predeterminado de Dios (v. 23). Dios no envió a Jesucristo para ver cómo Su creación, en su naturaleza pecaminosa, respondería a Él. Ni tampoco consideró la crucifixión como una mera posibilidad. Jesucristo fue el Cordero de Dios, enviado a morir.

Pedro llama a su audiencia a reconocer las Escrituras y su clara enseñanza con respecto a la identidad de Jesús: el mayor hijo de David, el Mesías de Israel. Esta gran verdad debería dar a los cristianos de todo el mundo una firme certeza de que Dios tiene realmente el control de la historia del mundo y el control de nuestras vidas. Nuestro Dios no está esperando a ver cómo se desarrolla la historia. El Dios de las Escrituras es el Dios que dispone todas las cosas de acuerdo con el designio de Su voluntad (Ef 1:11). Él es el Dios que actúa en la historia. Él es el Dios trascendente, eterno, soberano, omnipotente y omnisciente. Esto no significa que los hombres responsables de la crucifixión estén excusados; los que estaban presentes en la crucifixión son llamados «impíos» y son culpables de su pecado (Hch 2:23). Pero la Biblia contiene ambos hechos aparentemente contradictorios —la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre— como verdades armoniosas.

Por supuesto, la historia no termina con la crucifixión. Pedro continúa su sermón señalando: «Este [Jesús]… ustedes lo clavaron en una cruz por manos de impíos y lo mataron. Pero Dios lo resucitó» (v. 23-24). La gente impía o malvada había tratado de matar a Jesús, pero Dios lo levantó de los muertos. Toda la redención es iniciada por Dios.

Los seres humanos habían llegado a un punto de absoluta rebelión. Simplemente ya no había nada más que pudiéramos hacer por nosotros mismos. Pero Dios tomó la iniciativa y nos salvó mediante la obra de Cristo. Pedro está enseñando que, sin que los malvados que mataron a Jesús supieran, Dios siempre había planeado entregar a Su Hijo para que fuera asesinado, y luego resucitarlo de entre los muertos. Fue en esta victoria que Dios demostró Su sabiduría y poder sobre la muerte. Argumentando a partir de las Escrituras, el apóstol continúa enfatizando el señorío de Cristo, que se da a conocer ahora a través de la resurrección.

Finalmente, Pedro hace un llamado a su audiencia a reconocer las Escrituras y la clara enseñanza del Antiguo Testamento con respecto a la identidad de Jesús (Hch 2:36). El argumento de Pedro está saturado de las Escrituras. Está razonando a partir del Antiguo Testamento para demostrar que Jesús es en realidad el mayor hijo de David, el Mesías de Israel.

​El Dr. R. Albert Mohler Jr. es el presidente del Southern Baptist Theological Seminary (Lousville, Kentucky) y una de las voces de mayor influencia en el panorama evangélico de los Estados Unidos actualmente. El Dr. Mohler es conocido por su firme y clara defensa del evangelio y por su fidelidad a las Escrituras. Puedes seguir sus publicaciones mediante su sitio web, Twitter y Facebook.

Pastorear en la era del yo | Jonathan Dodson

Pastorear en la era del yo

Un miembro de la iglesia escucha un podcast enérgico de un tema cultural popular. Conmovidos por lo que escucha, busca en Google algunos términos para leer un par de artículos acerca del tema. Durante el fin de semana, entra en YouTube y ve una entrevista fascinante con un supuesto experto en la materia. Unos días después, se forma una opinión firme sobre un tema complejo y volátil.

El domingo, escucha el sermón de su pastor de confianza con un nuevo filtro, tamizando su mensaje en busca de palabras clave y valores. Preocupado por algo que escucha, envía un mensaje de texto a unos amigos que han estado escuchando el mismo podcast. Esa misma semana, el grupo se reúne para debatir cómo pueden ayudar a la iglesia a corregir el rumbo.

Prácticamente de la noche a la mañana, una opinión recién acuñada se ha convertido en el lente principal a través de la cual los miembros de la iglesia evalúan «la fe que ha sido una vez dada a los santos» (Judas 3). Sin un estudio bíblico serio; sin escuchar la intención del autor o del discurso. Donde había humildad bajo la Palabra, ahora hay juicio sobre la Palabra. Donde había confianza, ahora hay desconfianza. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

LA ERA DEL YO

El documentalista británico Adam Curtis comenta acerca de nuestra época:

En la era del individuo, es maravilloso ser libre, que no te digan los viejos de la clase alta —los patricios— lo que tienes que hacer, pero en su lado negativo, estás solo. Eso está bien cuando las cosas van bien, pero cuando van mal, eres débil e inseguro. Íbamos a estar en este mundo fantástico, en el que seríamos el centro de todo y estaríamos al mando de nuestras propias vidas, pero eso conlleva incertidumbres.

La era del yo es atractiva porque favorece la expresión individual. Se caracteriza por mantras como «sé libre», «sigue a tu corazón» y «hazlo tuyo». El sentimiento central del individuo es supremo. Lo que más importa no es lo que digan los demás, sino cómo me siento yo. El individualismo expresivo mira con recelo a instituciones como gobiernos, empresas e iglesias. Irónicamente, esa misma desconfianza no se dirige hacia uno mismo. Por el contrario, el individuo se sitúa en el centro de todo, libre de formarse opiniones sin la carga de la tradición.

En esta nube de sospecha, surge una autoridad plagio, improvisada a partir de diversas fuentes: amigos, podcasts, artículos en línea, YouTube y redes sociales. Esta nueva autoridad a menudo compite con las Escrituras, lo que lleva a los cristianos a desconfiar de la autoridad fiel y amorosa de los líderes de las iglesias locales. En su forma más agresiva, esta falta de confianza en los líderes de la iglesia conduce a duras críticas y amargas divisiones.

Sin embargo, cuando la autoridad plagio falla, la gente también puede volverse débil e insegura. Mi amigo John luchaba contra la atracción hacia personas del mismo sexo.

Después de discipularle durante un par de años, decidió que, si podía confiar a Jesús su alma, podía confiarle su sexualidad. Se bautizó y se hizo muy activo en nuestra iglesia. Traía amigos no cristianos los domingos, preparaba postres para su grupo pequeño y recibía gente en su casa.

Pero, con el tiempo, John se mudó, dejó de participar en una iglesia local e improvisó una nueva autoridad que aprobaba el matrimonio homosexual. Entonces, un día, entró en la sala y vio a su pareja colgando del techo por un cable eléctrico. John regresó a nuestra ciudad, debilitado en su visión de la vida e inseguro sobre el futuro. Su nueva autoridad no podía darle sentido al suicidio, así que volvió a la iglesia.

PASTOREAR A TRAVÉS DEL PLAGIO

¿Cómo deben responder los líderes eclesiásticos a quienes están inmersos en la era del yo? Ya sea que estemos pastoreando a alguien fortalecido o debilitado por el individualismo, podemos aplicar los mismos tres principios: 1) Escuchar su historia, 2) Cuestionar su historia, y 3) Volver a contar su historia en torno a Jesús.

Escuchar su historia

Mientras inhalan individualismo expresivo, las personas lidian con cuestiones muy importantes como la justicia racial, la ética sexual y la identidad de género. Escucha su lucha. Hazles preguntas como: ¿Qué te llevó a emprender este camino? ¿Qué influencias han sido más formativas para ti? ¿Por qué este tema es tan importante para ti? Busca cosas que puedas afirmar, redimir o confrontar. Por ejemplo, cuando se les plantearon preguntas sobre la injusticia racial, nuestros ancianos afirmaron las preocupaciones de los miembros de la iglesia, pero trataron de redimir algunas de sus ideas ofreciendo una clase titulada: La raza y el evangelio.

Otra posibilidad es discernir una oportunidad de consejería. Una persona que se ha provocado sufrimiento a ella misma a través de una ética permisiva necesita ser consolada con la esperanza del evangelio. Aunque la desobediencia de John le llevó al pecado, Jesús siempre acoge a los pecadores arrepentidos. Le pregunté cómo afrontaba su pérdida y si era capaz de darle sentido a su sufrimiento. El yo resultó ser insuficiente para estas preguntas, pero nuestro Salvador no.

Cuestionar su historia

Aquellos que han deconstruido su fe lo habrán hecho con dudas genuinas, y las personas que abandonan la iglesia a menudo lo hacen con preocupaciones sinceras. Podemos simpatizar con el dolor, la confusión, la desesperación y la soledad, aunque sean auto provocadas. Jesús miraba a las multitudes no solo como pecadores impuros, sino también como personas acosadas y desamparadas, necesitadas de un pastor (Mt. 9:36).

Sin embargo, la empatía con la historia de una persona no debe malinterpretarse como aprobación del pecado o la incredulidad. Puede que tengamos que confrontar a alguien que ha sido herido por una iglesia pidiéndole que se reconcilie con sus antiguos líderes.

Mientras exploramos las dudas genuinas de un escéptico, también debemos estar alerta a la conveniencia de la independencia. Me he reunido con mi amigo Ryan muchas veces a lo largo de los años, pero cada vez que respondo a su pregunta escéptica, él plantea otra. Al final, le desafié diciéndole: «Kierkegaard decía que para que una doctrina se conozca de verdad hay que vivirla. Ryan, tienes que inclinarte hacia el cristianismo asistiendo a la iglesia, si realmente quieres ver si es verdad».

Volver a contar su historia

Cuando escuches las historias de la gente, pide discernimiento al Espíritu Santo. Él corta el engaño y «nos guiará a toda la verdad» (Jn. 16:13). Anota mentalmente las cosas que se repiten o que no son ciertas. Luego pregúntale a la persona si puedes regresar a ese tema o creencia. Es importante afirmar lo que es verdad antes de desafiar lo que no lo es. Así se tiende un puente en lugar de quemarlo. Por ejemplo: «Sí, el género es algo por lo que Jesús se preocupa profundamente. Elevó a las mujeres en una época en la que estaban marginadas por la sociedad», o «Es obvio que te han hecho daño; lo siento mucho. La iglesia puede ser un lugar desordenado».

Cuando cuestiones una mentira, considera hacer una pregunta. Por ejemplo: «¿Crees que es posible que la política se haya vuelto más importante para ti que la comunión con Cristo?». «Cuando dijiste que a los líderes no les importaba, ¿tuviste una conversación con cada uno de los líderes?». «Estoy de acuerdo en que la iglesia puede ser muy desordenada, pero si no es demasiado desordenada para Jesús, no debería serlo para ti». Trata de guiarlos a un aspecto del carácter o ministerio de Cristo que corresponda con las mentiras que están creyendo. Por ejemplo: «Sé que sientes que todo el mundo te ha defraudado, ¿pero has considerado que Cristo, y no la Iglesia, es tu fiel Defensor?».

CONCLUSIÓN

Escucha su historia, cuestiona su historia y vuelve a contar su historia en torno a Jesús. Esto puede ocurrir en una sola conversación o a lo largo de varias.

Por último, busca a alguien que te pastoree mientras pastoreas a otros en la era del yo. Pastorear a personas que critican tu iglesia, la predicación y el evangelio es un trabajo desgarrador. Si no tenemos cuidado, nos conformaremos con ministrar a otros sin que Jesús nos ministre a nosotros.

Necesitarás tiempo fuera del ministerio para descansar en Cristo. Así que, empieza a hacer cosas ahora que te preparen para entonces. Pide a otros que oren por ti para que no caigas en la desesperación o en la insensibilidad hacia el rebaño. Programa reuniones con miembros de la iglesia vivificantes y alentadores. Sobre todo, recuerda que el rebaño es, en última instancia, responsabilidad del Príncipe de los Pastores. Él los ama más de lo que tú o yo jamás podríamos, y podemos confiarle el resultado de su fe.

Jonathan Dodson

Es el pastor principal de City Life Church, fundador de gcdiscipleship.com y autor de The Unwavering Pastor: Leading the Church with Grace in Divisive Times (The Good Book Co., 2022).

9 FORMAS DE PROTEGER A TUS HIJOS DEL ABUSO | JUSTIN Y LINDSEY HOLCOMB

EXPLÍCALE A TU HIJO QUE DIOS HIZO SU CUERPO
Una explicación puede ser algo así: “Cada parte de tu cuerpo es buena y algunas partes de tu cuerpo son privadas”.

ENSÉÑALE LOS NOMBRES CORRECTOS DE LAS PARTES PRIVADAS DEL CUERPO
Puede ser incómodo al comienzo, pero usa los nombres de las partes del cuerpo. Los niños necesitan saber los nombres correctos de sus genitales. Saber esto les da a los niños un lenguaje correcto para entender su cuerpo, para hacer preguntas que se deben hacer y para hablar sobre cualquier comportamiento que pueda llevar al abuso sexual.

Identifica claramente cuáles partes del cuerpo de tu hijo son privadas. Explícale que “nadie debe tocar algunas partes de tu cuerpo, excepto cuando necesitas ayuda en el baño, cuando te estás vistiendo o cuando vas al doctor”. Puedes hacerlo con los niños pequeños mientras se bañan o hacer que tu hijo se ponga un traje de baño y mostrarle que todas las áreas que quedan cubiertas son “privadas”. La analogía del traje de bajo puede ser un poco confusa porque no menciona que otras partes del cuerpo también se pueden tocar de forma inapropiada (como la boca, las piernas, el cuello, los brazos), pero es un buen comienzo para que los pequeños entiendan el concepto de las partes privadas.

ANIMA A TU HIJO A QUE SE COMUNIQUE CONTIGO
Dile a tu hijo que puede contarte si alguien toca sus partes privadas o si lo tocan de cualquier forma que lo haga sentir incómodo (incluso en las partes que no están cubiertas por el traje de baño), sin importar quién sea la persona o lo que le diga. Asegúrale a tu hijo que no se meterá en problemas si te cuenta que lo han tocado de forma inapropiada. Más bien, dile que estarás orgulloso de él por contártelo y le ayudarás en la situación.

HABLA SOBRE LAS FORMAS DE TOCAR A OTROS
Sé claro con los adultos y los niños sobre la diferencia entre la forma apropiada de tocar y la inapropiada. A tu hijo le puedes decir algo así: “La mayoría del tiempo te gusta que te abracen, se acerquen a ti, te hagan cosquillas y te den besos, pero a veces no, y eso está bien. Cuéntame si alguien —un familiar, un amigo o cualquier otra persona— te toca o te habla de una forma que te haga sentir incómodo”.

Enseña a los pequeños a decir “Detente” y “No más”. Puedes reafirmar esto si paras inmediatamente cuando tu hijo te dice que ya no quiere más abrazos o cosquillas. Tu reacción es importante para él porque demuestra que tiene control sobre su cuerpo y sus deseos.

Si hay familia extendida a la que se le dificulte entender los límites de tu familia, puedes explicarle que estás ayudando a tus hijos a entender que pueden decir no cuando no quieren que los toquen y que eso les ayudará si alguien intenta lastimarlos. Por ejemplo, si tu hijo no quiere darle un beso al abuelo, deja que le choque los cinco o le dé un apretón de manos.

NO LE PIDAS A TU HIJO QUE SE HAGA CARGO DE TUS EMOCIONES
Sin pensar, a veces le decimos algo así a los niños: “Estoy triste, ¿me das un abrazo?”. Aunque esto puede ser inocente y bien intencionado, hace que el niño se sienta responsable de tus emociones y de cómo te sientes: “Mamá está triste… debo animarla”. Si alguien quisiera abusar de un niño, puede usar un lenguaje similar para hacer que el niño le “ayude” a sentirse mejor; y el niño puede racionalizarlo como si fuera aceptable si es algo que hace contigo de manera inocente.

Abuso infantil y cristianismo

Dios hizo cada parte de mi

Justin y Lindsey Holcomb

Cuida a tu hijo con la verdad de la Palabra de Dios

Esta historia sencilla y bellamente ilustrada ayuda a niños de dos a ocho años a entender por qué sus cuerpos son importantes y a distinguir entre el contacto físico apropiado y el inapropiado. Dios hizo cada parte de mí abre con delicadeza una conversación que cada familia necesita tener.

DESECHA LA PALABRA “SECRETO”
Explica la diferencia entre un secreto y una sorpresa. Las sorpresas son alegres y producen entusiasmo, porque dentro de poco tiempo se revelará algo que traerá gran alegría. En cambio, los secretos causan aislamiento y exclusión. Cuando se vuelve costumbre guardar secretos con una sola persona, los niños son más susceptibles al abuso. Los perpetradores suelen pedirles a sus víctimas que guarden el secreto entre ellos

ACLARA LAS REGLAS DE “JUGAR AL DOCTOR”
“Jugar al doctor” puede convertir las partes del cuerpo en un juego. Si los niños quieren jugar al doctor, puedes reorientar su juego sugiriendo usar muñecas y animales de peluche como pacientes en vez de su propio cuerpo. De esta forma pueden usar sus herramientas de doctor, pero para curar y cuidar a sus juguetes. Quizás se tarden un poco en hacer el cambio, pero recuérdales gentilmente que no jugamos al doctor con nuestro cuerpo. Si encuentras a tu hijo explorando su propio cuerpo con otro niño, aborda con calma la situación y pon límites claros diciendo: “Parece que tú y tu amigo están comparando sus cuerpos. Pónganse la ropa. Y recuerden, aunque se siente bien quitarse la ropa, debemos tener la ropa puesta mientras jugamos”.

IDENTIFICA EN QUIÉN PUEDEN CONFIAR
Habla con tus niños sobre las personas en las que tú y ellos confían. Luego, dales permiso de hablar con estos adultos confiables cada vez que se sientan asustados, incómodos o confundidos por el comportamiento de alguna persona hacia ellos.

SI SOSPECHAS DE ABUSO, DENÚNCIALO INMEDIATAMENTE
Has leído estos pasos, así que ahora te puedes considerar defensor contra el abuso sexual infantil. Denuncia cualquier cosa que sepas o sospeches que puede ser abuso sexual. Si no lo haces tú, es posible que nadie más lo haga.

Este artículo 9 formas de proteger a tus hijos del abuso fue adaptado de una porción del libro Dios hizo cada parte de mi, publicado por Poiema Publicaciones.

Páginas 28 a la 29

El origen del pecado | Richard Phillips

DEFINICIÓN
La pregunta del origen del pecado indaga cuál fue la causa del pecado de Adán, por la que el género humano cayó de la justicia a la condenación, y contempla la relación de la venida del pecado al mundo con la voluntad del Creador bueno y santo, quien es soberano sobre todo.

SUMARIO
La enseñanza bíblica sobre el pecado comienza en el jardín, donde Adán violó la prohibición de Dios de comer del árbol prohibido. Allí descubrimos que, antes de la caída del hombre, el pecado existía en la forma de la serpiente tentadora: Satanás. Sin embargo, como Dios creó todas las cosas buenas, incluidos los ángeles que después cayeron, inevitablemente debemos enfrentarnos a la soberanía, omnisciencia y omnipotencia de Dios con respecto al origen del pecado. Una enseñanza bíblica equilibrada mostrará que Dios no es el autor del pecado, ya que, en Su santidad, Dios no tiene pecado ni maldad. Por otra parte, una cuidadosa reflexión bíblica enseña que Dios permitió el pecado de tal manera que Él permanece moralmente perfecto: Dios nunca es la causa principal, sino solo la secundaria en el pecado humano. El intento de dar un sentido racional al pecado siempre se tropezarán con la irracionalidad inherente al mismo. Sin embargo, en la cruz de Jesucristo, donde Dios quiso que Su Hijo fuera entregado a la muerte por manos de pecadores culpables, descubrimos la mejor respuesta a las preguntas sobre el origen del pecado en la gracia soberana de Dios, que le trae gloria por medio de la redención de los pecadores.

¿Cuál es la causa del pecado humano?
La pregunta sobre el origen del pecado tiene importancia por lo que nos dice tanto del hombre como de Dios. Según las teorías modernas, el pecado del hombre se origina en sus orígenes evolutivos. Se dice que la historia implica un ascenso desde unos comienzos salvajes, de modo que el pecado se considera simplemente como algo innato de la naturaleza humana. El efecto de una visión evolutiva del hombre es normalizar lo que la Biblia llama pecado como una simple necesidad de nuestra existencia.

Este enfoque moderno del origen del pecado entra en conflicto de manera radical con la Biblia al negar una justicia original a Adán. Génesis 1:27 afirma que «Dios creó al hombre a imagen Suya», y esta imagen implica santidad personal, rectitud y, por lo tanto, la liberación de la necesidad de pecar. Donald Macleod escribe: «Según la Biblia, el hombre, tal como fue hecho por Dios, era recto. Fue hecho a la imagen de Dios. Estaba sin pecado alguno».1 Sin embargo, el hombre se convirtió en pecador cuando Adán sucumbió a la tentación en el jardín. En este importante sentido, el hombre pecó cuando Adán quiso pecar en su corazón. Aunque Dios le prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn 2:17-18), Adán comió el fruto y cayó en el pecado (Gn 3:6). Por lo tanto, el pecado no se originó en la naturaleza humana tal y como Dios la creó, sino que resultó cuando Adán fue tentado por la serpiente maligna por medio de su mujer. Una vez que Adán pecó, toda la raza humana cayó con él, perdieron la justicia original de la creación hecha a imagen de Dios (Gn 6:4), comparten la culpa de Adán (Ro 5:12, 18) y se corrompieron con el pecado, de modo que de ahí en adelante cada ser humano nace como pecador (Sal 51:5).

Aunque podemos rastrear la entrada del pecado humano hasta la tentación y la caída de Adán, observamos que la caída de Adán fue precedida por la caída de los ángeles malvados, de los cuales el principal es Satanás, quien se disfrazó en el jardín como la serpiente., pues cuando Adán pecó, ya había un ángel pecador presente en el jardín. La Biblia no define con claridad la manera o el momento en que tuvo lugar la caída de los ángeles. Pero Jesús dice que Satanás «fue un asesino desde el principio» (Jn 8:44; ver 1 Jn 3:8), lo que muy probablemente se refiere al principio del relato de la creación. Pablo advierte a los líderes de la iglesia de que no se envanezcan y caigan en «la condenación en que cayó el diablo» (1 Ti 3:6), lo que sugiere que el pecado originario de Satanás fue un orgullo que resentía la creación del hombre a imagen de Dios. Es lógico que Satanás tentara a Adán y Eva para que fueran «como Dios» (Gn 3:5), porque esta misma rebeldía descontenta ocasionó su propia caída.

El pecado y la voluntad de Dios
Estos datos bíblicos nos llevan al asunto de la relación de Dios con el origen del pecado. Herman Bavinck comenta: «Sobre la base de la Escritura, es seguro que el pecado no comenzó en la tierra, sino en el cielo, a los pies del trono de Dios, en Su presencia inmediata».2 ¿Significa esto que el pecado tiene su origen en Dios o en Su voluntad?

Dados los atributos divinos de la omnisciencia y omnipotencia, es inconcebible que el pecado, ya sea como acto o como poder, pueda haberse originado separado de la voluntad de Dios. Algunos pensadores han tratado de eximir a Dios de las implicaciones de esta realidad. Por ejemplo, Immanuel Kant argumentó que era la voluntad de Dios que existiera el pecado porque era necesario para la posibilidad del bien en el mundo. Al igual que los pájaros solo pueden volar gracias a la resistencia contraria del viento, también la presión del pecado es necesaria para la perfección moral humana.3 Otros han argumentado que el pecado era necesario para la creación de Dios a fin de que el hombre ejerciera el libre albedrío. El problema de estos puntos de vista es que el pecado se convierte así en algo normativo para la condición humana y puede incluso considerarse como una especie de bien. Este punto de vista contrasta con la insistencia de la Biblia en que el pecado es siempre «malo ante los ojos del Señor» (2 Cr 29:6).

La Biblia enseña uniformemente la soberanía de Dios sobre todas las cosas (Mt 10:9; Sal 33:11), lo que incluiría el origen del pecado, pero las Escrituras niegan explícitamente que Dios sea en Sí mismo la fuente del mal. Santiago 1:13 afirma que Dios no es el autor del pecado: «Que nadie diga cuando es tentado: “Soy tentado por Dios”. Porque Dios no puede ser tentado por el mal». 1 Juan 1:5 insiste: «Dios es Luz, y en Él no hay ninguna tiniebla», por lo que el pecado no se origina en la naturaleza o el ser de Dios. Tampoco nada de lo hecho por Dios fue malo en modo alguno, como declara Génesis: «Dios vio todo lo que había hecho; y era bueno en gran manera» (1:31). Job 34:10 declara: «Lejos esté de Dios la iniquidad, / Y del Todopoderoso la maldad». Además, la Biblia declara explícitamente el odio de Dios por el pecado (Sal 5:4; Lc 16:15).

¿Muestran estos versículos que Dios simplemente permitió el pecado, sin que fuera Su voluntad? La respuesta debe ser que «no», si por permiso excluimos la voluntad positiva de Dios. Fred G. Zaspel escribe: «La relación de Dios con los actos pecaminosos no es puramente pasiva: Su participación no es la de una mera autorización».4 Podemos decir con razón que Dios tuvo la voluntad de permitir el pecado, pero al hacerlo se afirma Su gobierno providencial sobre el pecado. Los teólogos abordan esta situación afirmando que el papel de Dios en el origen del pecado no implica una causalidad primaria sino secundaria. Fue la voluntad de Satanás la que pecó al dirigir la rebelión de los ángeles, así como fue la voluntad de Adán la que pecó al tomar el fruto prohibido. En última instancia, estos fueron según la voluntad decretada por Dios, pero Satanás y el hombre siguen siendo responsables de su pecado. Zaspel explica que «todo lo que sucede, bueno o malo, proviene de la ordenación positiva de Dios; pero la calidad moral del hecho en sí mismo está enraizada en el carácter moral de la persona que lo hace».5 Al mismo tiempo, debemos notar una diferencia entre la voluntad de Dios sobre el bien y el mal, la primera implica una habilitación positiva y la segunda un permiso positivo. Bavinck escribe: «La luz no puede por sí misma producir oscuridad; la oscuridad solo surge cuando la luz se retira».6

Aunque debemos negar cualquier bondad en el pecado mismo, sigue siendo cierto que Dios ha ordenado el pecado —de hecho, Dios utiliza el pecado sin pecar— para la alabanza de Su gloria. Puesto que «Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas», Dios quiso utilizar el pecado, en última instancia, para mostrar la perfección de Sus atributos, de modo que «a Él sea la gloria para siempre» (Ro 11:36). Por lo tanto, podemos llegar a decir que, aunque el pecado es malo, es bueno que haya pecado, pues de lo contrario Dios no habría sido la voluntad de Dios que existiera.

La enseñanza más clara de las Escrituras que afirma tanto la voluntad de Dios sobre el pecado como la responsabilidad del hombre sobre el mismo formó parte del sermón de Pedro el día de Pentecostés. Al condenar al pueblo de Jerusalén por su pecado contra el Salvador, Pedro declaró: «ustedes lo clavaron en una cruz por manos de impíos y lo mataron» (Hch 2:23). El pecado fue cometido por el pueblo que clamó por la crucifixión de Jesús, por Poncio Pilato en su error judicial, por los soldados romanos que clavaron a Cristo en la cruz, y por los sacerdotes y otros líderes religiosos que se burlaron del Hijo de Dios en Su tormento. Sin embargo, Pedro también atribuye a Dios la plena soberanía sobre todos estos perversos acontecimientos. Él añade en ese versículo que Jesús fue «entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios» (Hch 2:23). Dios no solo sabía que Su Hijo sería torturado, escarnecido y asesinado, sino que fue de acuerdo con Su «plan definitivo» y eterno para la historia que estos eventos tuvieron lugar.

El «enigma» del origen del pecado
Al responder a las preguntas sobre el origen del pecado, si bien podemos afirmar muchas verdades importantes, nos encontramos ante lo que Herman Bavinck llamó «el mayor enigma de la vida y la cruz más pesada que debe soportar el intelecto».7 Cuando se considera como una explicación del mundo tal como lo conocemos, el pecado tiene perfecto sentido: de hecho, sin una doctrina de la caída de la humanidad, la historia del mundo es incomprensible. Sin embargo, considerando los datos bíblicos sobre el pecado en sí, cuando nos preguntamos cómo es que seres creados totalmente buenos por Dios —tal como el ángel Satanás y el hombre Adán— pudieron querer pecar, se nos escapan todas las respuestas. Los intentos de racionalizar el origen del pecado tropiezan con la irracionalidad esencial de la criatura que se rebela contra el Creador. Esta irracionalidad aflige no solo a los pecados originarios de la historia antigua, sino también a cada pecado que cometemos hoy. Cuando el cristiano se pregunta amargamente: «¿Por qué pequé?», hay descripciones —por la tentación, por permanecer en el pecado interno, etc.—, pero no hay explicaciones verdaderas del origen de ningún pecado.

Es por esta razón que los cristianos pueden estar agradecidos por la pregunta «¿Por qué?» cuando se trata del pecado. Al no tener una respuesta verdadera en el lado humano de la ecuación, encuentra satisfacción en la gracia de la voluntad soberana de Dios. Romanos 11:32 afirma: «Porque Dios ha encerrado a todos en desobediencia para mostrar misericordia a todos». Solo a la luz de la gloria de la gracia de Dios empieza a tener sentido el pecado. Dios ha escogido salvar a Su pueblo, como pecadores, por medio de la sangre de Su Hijo como muestra de misericordia soberana. Los cristianos se dan cuenta así de que, porque nos convertimos del pecado que fue lavado mediante la sangre expiatoria, Dios es glorificado en Su Hijo. Lejos de minimizar la importancia de nuestros pecados continuos, los cristianos también se dan cuenta de que Dios es glorificado ahora en el poder que Su gracia proporciona permitiéndonos no pecar. El enigma del origen del pecado, pues, permite a los creyentes en Cristo percibir con gloriosa claridad el asombroso amor y la misericordia de Dios en Su Hijo, «para alabanza de la gloria de Su gracia» (Ef 1:6).

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Camilo Patiño.

Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

NOTAS AL PIE
1Donald Macleod, A Faith to Live By: Understanding Christian Doctrine [Una fe para vivir: Comprendiendo la doctrina cristiana] (Ross-shire, UK: Christian Focus, 1998), p. 110.
2Herman Bavinck, Reformed Dogmatics (Dogmática reformada), 4 vols., trad. John Vriend (Grand Rapids, MI: Baker, 2006), 3:36.
3Ibid., 3:56.
4Fred G. Zaspel, The Theology of B. B. Warfield: A Systematic Summary [La teología de B. B. Warfield: Un resumen sistemático] (Wheaton, IL: Crossway, 2010), p. 205.
5 Ibid.
6Bavinck, Reformed Dogmatics [Dogmática reformada], 3:63.
7 Ibid., 53.


LECTURAS ADICIONALES
Berkhof, Louis. Teología sistemática (Libros Desafío, 1995). Berkhof ofrece una consideración breve y legible, pero completa, de este tema.
Bavinck, Herman. Reformed Dogmatics, Volume Three: Sin and Salvation in Christ [Dogmática reformada, edición condensada en un solo volumen: Pecado y salvación en Cristo]. Trad. John Vriend (Grand Rapids, MI: Baker, 2006). Es el tratamiento más completo y maduro que existe sobre el tema. La sección correspondiente está disponible en línea aquí (en inglés).
Bowers, Johnathan. «Seven Things the Bible Says about Evil [Siete cosas que dice la Biblia sobre el mal]» (Desiring God, 18 de octubre de 2011). Este artículo es especialmente útil para conectar las respuestas al asunto del mal con la cruz de Cristo.
Piper, John. «God Planned Sin! [¡Dios planeó el pecado!]». Extracto del sermón en video que argumenta a partir de las Escrituras que el mayor de todos los pecados, el grotesco asesinato de Jesucristo, fue el plan de Dios que reveló Su voluntad para salvar a los pecadores.
Piper, John. «Is God Sovereign Over Sin? [¿Es Dios soberano sobre el pecado?]». Extracto del sermón en video que explica la voluntad soberana de Dios y Su control sobre todo pecado.
Warfield, B. B. Works [Obras] (10 vols. Grand Rapids, MI: Baker, 2003) 2:20-22.
———. Selected Shorter Works [Obras breves selectas] (Phillipsburg, NJ: P&R, 1970) 2:310-13. Warfield ofrece una perspectiva perspicaz sobre la visión ortodoxa del origen del pecado, destacando especialmente las enormes contribuciones de Agustín.
«What is the origin of sin? [¿Cuál es el origen del pecado?]» ¿Preguntas sobre Dios? Breve y útil resumen del tema.