Bajo los escombros

Lunes 5 Junio
El Hijo del Hombre (Jesús) vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Lucas 19:10
Bajo los escombros
Durante un terremoto en Armenia (Asia), una escuela se derrumbó como un castillo de naipes. Parecía que no había sobrevivientes. Sin embargo, un hombre comenzó a buscar en las ruinas. Era el padre de un niño enterrado bajo los escombros. Con frecuencia había prometido a su hijo: «Siempre estaré a tu lado cuando me necesites, pase lo que pase».

No escuchó a otros padres que le decían que sus esfuerzos serían inútiles, sino que siguió buscando. ¡Era más fuerte que él, amaba tanto a su hijo que no podía abandonarlo! Después de más de 36 horas de búsqueda, cuando acababa de remover con gran dificultad un enorme bloque de cemento, oyó varias voces. Entonces llamó a su hijo, y la respuesta llegó de inmediato: «¡Papá, soy yo! ¡Ayúdanos!». Poco después logró rescatar a su hijo y a otros trece niños totalmente agotados, que estaban en un hueco, milagrosamente protegidos bajo los escombros. ¡Qué alegría, estos niños se salvaron!

Esta historia nos hace pensar en el amor de Dios por nosotros los seres humanos. Dios está cerca de nosotros y quiere salvarnos. Por supuesto, no estamos enterrados bajo las ruinas, sino bajo el inmenso peso de nuestros pecados, los cuales nos separan de Dios y nos cierran el camino al cielo. Su Hijo Jesucristo vino a nosotros como nuestro Redentor. Murió por nosotros en la cruz; todo el que cree en él recibe el perdón de los pecados y la vida eterna.

“Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (Salmo 40:1-2).

2 Reyes 6 – Romanos 11:25-36 – Salmo 68:7-14 – Proverbios 16:25-26

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El baluarte de la conciencia

Domingo 4 Junio
No imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios.
3 Juan 11
El baluarte de la conciencia
En junio de 2017, al presidir las ceremonias del aniversario de la masacre de los aldeanos de Oradour-sur-Glane en 1944, el presidente francés declaró: «El único baluarte contra la locura asesina es nuestra conciencia».

Esta facultad nos permite discernir entre el bien y el mal. El hombre la adquirió cuando decidió desobedecer a Dios y escuchar a Satanás: “El día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:5). Al dejarse seducir, el hombre se convirtió en una criatura responsable de sus actos, capaz de distinguir entre el bien y el mal. Sin embargo, ¡cuántos actos de maldad, robos y crímenes se cometen en el mundo! Aunque se supone que conocemos el bien, tenemos la tendencia a hacer el mal. Nuestra conciencia se siente incómoda con el mal, y en esto es un freno, pero ella no nos da la fuerza para evitar hacer lo malo.

Nuestra desobediencia a Dios corrompió nuestro ser interior. Debemos confesar esto ante él. Si creemos en Jesucristo, en su muerte en la cruz, y lo aceptamos como nuestro Salvador, recibimos una nueva vida capaz de discernir lo que es bueno, lo que agrada a Dios. “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré” (Hebreos 8:10).

Por otra parte, el Espíritu de Dios da fuerza a esta nueva vida: “Que (el Padre) os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Efesios 3:16). Entonces el creyente puede evitar el mal y hacer el bien con la ayuda divina.

“Aborreced lo malo, seguid lo bueno” (Romanos 12:9).

2 Reyes 5 – Romanos 11:1-24 – Salmo 68:1-6 – Proverbios 16:23-24

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El fruto del Espíritu (6)

Sábado 3 Junio
En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad).
Efesios 5:8-9
El fruto del Espíritu (6)
La benignidad
El quinto sabor del fruto del Espíritu es la benignidad. Esta virtud es muy parecida al siguiente sabor del fruto: la bondad. Es un estado de ánimo que lleva a realizar actos de bondad.

Ser benigno con alguien es, según la etimología de la palabra, desearle lo mejor, sin ideas preconcebidas. La benignidad es lo contrario a los celos o el resentimiento. Un pensamiento benévolo no tiene prejuicios, ni superioridad; es liberador, no encierra al otro. La benignidad también se manifiesta en la forma de hablar: una palabra recta y sincera, una palabra que anuncia el bien. La benignidad es visible en actos generosos y se une a la bondad.

Puede existir lo que se ha llamado «trampas de la benignidad», cuando esta se convierte en complacencia con el mal, en cobardía o, aún peor, en manipulación. La auténtica benignidad cristiana tiene cuidado de dejar a la otra persona su libertad. La reconoce en su diferencia, la acoge como amada por Dios, dando así testimonio de un Dios que vino para salvarnos, pero que no se impone.

La benignidad se pone en práctica mostrando interés por nuestro prójimo. Recordemos siempre que ella no es el resultado de nuestros esfuerzos, sino el fruto del Espíritu de Dios en nuestros corazones.

“El ojo misericordioso será bendito, porque dio de su pan al indigente” (Proverbios 22:9).

“Yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que carecía de ayudador… al corazón de la viuda yo daba alegría. Yo era ojos al ciego, y pies al cojo. A los menesterosos era padre” (Job 29:12-16).

(continuará el próximo sábado)
2 Reyes 4:25-44 – Romanos 10 – Salmo 67 – Proverbios 16:21-22

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Jesús permaneció en la cruz

Viernes 2 Junio
(Un malhechor crucificado al lado de Jesús le dijo:) Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Lucas 23:42-43

Jesús permaneció en la cruz
Leer Lucas 23:39-43

El evangelio según Lucas afirma que uno de los dos malhechores crucificados con Jesús lo injurió diciéndole: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Quería salvarse de las consecuencias de sus malas acciones mediante una intervención milagrosa, sin juzgar el motivo de su desgracia, es decir, su rebelión contra Dios. Lo mismo sucede con la humanidad, quiere ser librada de las consecuencias del pecado, sin juzgar su corazón, sin un verdadero arrepentimiento.

Pero Jesús no vino para efectuar una liberación física e inmediata de estos dos ladrones. Él vino con un propósito mucho más grande: morir en la cruz para pagar nuestra deuda con Dios, para sufrir la condena en nuestro lugar, para quitar el pecado del mundo, para borrar los pecados de todos los que le piden perdón y creen en él. Así lo entendió el segundo malhechor: reconoció su culpa, y al mismo tiempo reconoció la inocencia de Jesús. Por ello recibió la maravillosa certeza de una salvación total: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. ¡Qué fe en este hombre, y qué consuelo para Jesús en esos momentos de intenso dolor!

Al recordar las perversas y odiosas provocaciones hechas contra Jesús, admiramos la perfecta paciencia de nuestro Señor, que podría haber movilizado a todos los ángeles del cielo para librarle de sus enemigos. Pero sabemos que si permaneció en la cruz, fue por amor a los que quería salvar.

2 Reyes 4:1-24 – Romanos 9 – Salmo 66:16-20 – Proverbios 16:19-20

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Salvados bajo las bombas

Miércoles 31 Mayo
Así ha dicho el Señor: Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado… Y los príncipes… y el rey se humillaron, y dijeron: Justo es el Señor. Y cuando el Señor vio que se habían humillado… (dijo): Se han humillado; no los destruiré; antes los salvaré en breve.
2 Crónicas 12:5-7
Salvados bajo las bombas
Una vez más una joven estudiante alemana había oído el Evangelio, pero había permanecido indiferente. Ella quería vivir su vida y lo estaba haciendo, hasta el terrible día del gran bombardeo de Hamburgo, Alemania, durante la segunda guerra mundial. En pocas horas, en julio de 1943, la ciudad se convirtió en una hoguera.

En su huida halló refugio con otras personas en una iglesia de la aldea vecina. Esta pobre gente lo había perdido todo, lloraba y se lamentaba. Un cristiano fue a verlos, escuchó sus quejas y comprendió su angustia. Luego pidió silencio y dijo: «Queridos amigos, al pasar entre ustedes oí en medio de sus quejas, las cuales comprendo, una frase de la que quisiera hablarles. Alguien dijo: -Dios nos ha abandonado. Esto no es cierto. Ustedes se equivocan. ¡La verdad es que somos nosotros quienes hemos abandonado a Dios!».

Al contarnos este episodio, cincuenta años más tarde, la señora que lo vivió cuando era joven agregó: «Es todo lo que recuerdo de las palabras de ese cristiano. Pero esta frase fue como una flecha que alcanzó mi corazón. Por encima del estruendo de las bombas, la voz de Dios se dirigía a mí, quizá por última vez. Respondí a su llamado y nunca más me aparté de él».

“Yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia” (Salmo 59:16).

“En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio” (Salmo 62:7).

2 Reyes 2 – Romanos 8:18-27 – Salmo 66:1-7 – Proverbios 16:15-16

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La ascensión del Señor

Jueves 18 Mayo
(Jesús) los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
Lucas 24:50-51

La ascensión del Señor
La actitud de Jesús frente a sus discípulos, en el momento de Su ascensión, conmueve el corazón. En este momento de separación, antes de dejar a sus amados en el mundo, una vez más los bendijo a todos.

Una maravillosa transformación se había efectuado en los discípulos gracias a todo lo que Jesús les había comunicado. A pesar de la partida de su Maestro muy amado, sus corazones desbordaban de gozo, mientras que antes de Su muerte, y después, estaban decepcionados y entristecidos. Cualesquiera que fueran las circunstancias que atravesaran los muy amados del Señor, ellos estaban llenos de acciones de gracias y de gozo porque lo conocían no solo a él, sino también Sus palabras inmutables. Pero esperaban el hermoso momento en que solo él llenaría los corazones, en un mundo nuevo, donde no existirá separación ni motivo de tristeza.

Llenos de este gozo, los discípulos esperaron la llegada del Espíritu Santo, que sucedió el día de Pentecostés. Desde entonces, en la abundancia de la vida divina y bajo la poderosa acción del Espíritu Santo, ellos cumplieron su servicio, haciendo, como Jesús se lo había dicho en Juan 14:12, obras mayores que él mismo, a excepción de la redención, que solo él pudo cumplir.

El conocimiento del Señor debe producir en nosotros el deseo de aprender cada vez más de él, hasta el día en que nuestro conocimiento sea perfecto; porque seremos semejantes a él y le veremos tal como es (1 Juan 3:2).

1 Reyes 14 – Marcos 14:26-52 – Salmo 59:8-17 – Proverbios 15:23-24

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Identidad en Cristo

Miércoles 17 Mayo
A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Juan 1:12

Identidad en Cristo

A lo largo de la historia, algunos regímenes políticos han tratado de privar de su identidad personal a sus opositores o a aquellos de quienes querían deshacerse. Personas rescatadas de cárceles o de campos de concentración describieron procesos de desequilibrio de la personalidad y de deshumanización escalofriantes.

Pero existe una identidad indestructible: la que poseen todos aquellos a quienes Dios llama sus hijos. El apóstol Juan empieza su evangelio afirmando que todos los que reciben a Jesús como su Salvador tienen un derecho nuevo otorgado por Dios: el de ser sus hijos. Y el apóstol Pablo añade: Habiendo creído en Jesús, “fuisteis sellados con el Espíritu Santo” (Efesios 1:13). El sello que Dios pone en los suyos es inviolable; la salvación mediante la fe en Jesucristo nos da de manera definitiva la posición de hijos de Dios. ¡Nadie nos puede robar esta identidad! Ni siquiera el mismo diablo puede quitárnosla. ¡Esta seguridad nos da una paz interior inmensa! Pablo también afirma: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39). Seamos de aquellos que tienen la certeza de que su identidad es inalterable y que pertenecen a la familia de Dios durante su vida terrenal y por toda la eternidad.

“Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:9-10).

1 Reyes 13 – Marcos 14:1-25 – Salmo 59:1-7 – Proverbios 15:21-22

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¿Podemos creer en el hombre?

Martes 16 Mayo
Dejaos del hombre… porque ¿de qué es él estimado?
Isaías 2:22

Jesús mismo no se fiaba de ellos… pues él sabía lo que había en el hombre.
Juan 2:24-25

(El apóstol Pablo dijo:) Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
1 Corintios 11:1

¿Podemos creer en el hombre?

Después de los terribles genocidios de la segunda guerra mundial (1939-1945), se le preguntó a un rabino si todavía podía creer en Dios.

–Esa no es la pregunta correcta, respondió el rabino. La verdadera pregunta es: ¿Cómo podemos creer todavía en el hombre?

Creer en el hombre es pensar que él puede mejorarse. Es creer que la paz es posible en la tierra gracias a los esfuerzos humanos. Desde siempre, el hombre cuenta consigo mismo para hacer frente a todos sus problemas. Pero a pesar de su inteligencia y su buena voluntad, por sus propios medios no ha podido llegar a la satisfacción, a la paz, a la felicidad. Cada uno puede constatarlo: el hombre es egoísta, frecuentemente da prioridad a sus intereses personales; quiere vivir sin Dios, quien lo creó… Es triste comprobarlo: el mal forma parte de la naturaleza humana, está en cada uno de nosotros.

Estamos afectados por esta enfermedad que la Biblia llama “pecado”, y nunca podremos curarnos mediante nuestros propios esfuerzos. Aceptemos pues el remedio dado por Dios. Jesús, el Hijo de Dios, vino a la tierra como hombre perfecto para salvar a su criatura y darle perdón, paz y vida eterna. ¡Creer en Jesús, quien murió en la cruz por mí, es el paso obligatorio e individual que debo dar para ser totalmente perdonado del pecado y recibir la vida eterna!

Si la vida de Jesús, quien murió en la cruz por usted, anima desde ahora sus pensamientos, sus acciones y sus relaciones, también verá que todo hombre puede convertirse en imitador “de Cristo”. ¡Él le dará la fuerza!

1 Reyes 12 – Marcos 13 – Salmo 58:6-11 – Proverbios 15:19-20

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En un bar (2)

Lunes 15 Mayo
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros…
Este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Lucas 15:18-24

En un bar (2)
Al salir del bar, los amigos de Esteban lo felicitaron. Cuando se iban a separar, el hombre musculoso se acercó y preguntó:

–¿Podría verle mañana?

Esteban dudó.

–Sí, pero, ¿para qué?

–Su predicación me conmovió. Me gustaría hablar con usted; confío en usted.

Esteban aceptó, pero esperaba que el hombre olvidase el asunto. Sin embargo, al día siguiente llegó. Esteban lo hizo entrar:

–¿Qué me quería preguntar?

–Es una historia triste: mi mujer y yo estamos endeudados hasta el cuello. No paramos de pelear, soy adicto al alcohol… ¡Es una miseria! Desesperado, pidió:

–Por favor, ¡ore por mí ahora!

¡Qué sorpresa se llevó Esteban! ¿Debía confesar su engaño? Si lo hacía, aquel hombre perdería toda esperanza. Entonces, como pudo, tartamudeó unas palabras piadosas… El visitante le dio las gracias y le preguntó si podía volver. Esteban aceptó. Pero, ¿dónde iba a buscar palabras de aliento si él mismo también las necesitaba? Esta situación lo hacía sentir cada vez más incómodo. ¿Dónde encontrar ayuda? Quizá su vecino podría ayudarle.

Este último lo recibió gozoso. Esteban y su compañero visitaron frecuentemente la casa de aquel creyente, y a medida que leían la Biblia, abrían su corazón al amor de Dios que los buscaba. Pronto reconocieron su pasado miserable, culpable, y recibieron el perdón de Dios. Así encontraron la paz del corazón y la felicidad de la presencia divina.

1 Reyes 11:23-43 – Marcos 12:28-44 – Salmo 58:1-5 – Proverbios 15:17-18

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En un bar (1)

Domingo 14 Mayo

El hijo menor se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

Lucas 15:13

Y volviendo en sí, dijo:… Me levantaré e iré a mi padre.

Lucas 15:17-18

En un bar (1)

Según las costumbres anglosajonas, algunos cristianos entraron en un bar, distribuyeron tratados y empezaron a cantar un himno. Esteban y dos de sus amigos reaccionaron violentamente y arrugaron los tratados antes de tirarlos. Al salir, Esteban tuvo una idea:

–¡Eh, chicos, vamos a hacer como si fuésemos religiosos! Daré un gran sermón sobre el hijo pródigo, y ustedes cantarán. Los tres amigos decidieron llevar a cabo su plan en un bar donde no eran conocidos. Necesitaban una Biblia, por ello Esteban le pidió una a su vecino quien, muy contento de ver su repentino interés por ese libro, le dijo que podía conservarla.

Encontrar la parábola del hijo pródigo no fue fácil, por ello Esteban recorrió todo un evangelio. Algunos pasajes le trajeron recuerdos, pero otros eran completamente nuevos para él. De repente se preguntó: ¿y si me hacen preguntas después del sermón?

La tarde señalada los amigos se encontraron en el bar. El ambiente era el mismo: olor a licor, risas fuertes… Desde su llegada empezaron a cantar: «Si supiera qué Salvador tengo…». Después de algunos instantes de sorpresa, les lanzaron todo tipo de artefactos. Dos hombres se les acercaron mostrando sus puños, pero un hombre fornido se levantó y empujó a los agresores.

–¡Déjenlos cantar!

Nadie se atrevía a contradecirlo. Sus manos de boxeador y su apariencia amenazante imponían el respeto. Esteban predicó y ese hombre lo escuchó atentamente. Los demás continuaron jugando a las cartas. Después del sermón los tres amigos salieron.

(mañana continuará)

1 Reyes 11:1-22 – Marcos 12:1-27 – Salmo 57:6-11 – Proverbios 15:15-16

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