Ambrosio de Milán 21

Ambrosio de Milán 21

Dios ordenó que todas las cosas fueran producidas, de modo que hubiera comida en común para todos, y que la tierra fuese la heredad común de todos. Por tanto, la naturaleza ha producido un derecho común a todos; pero la avaricia lo ha vuelto el derecho de unos pocos.

Ambrosio de Milán

Entre los muchos gigantes cristianos que el siglo IV produjo, ninguno llevó una vida tan interesante como Ambrosio de Milán.

Su elección al episcopado

a1Corría el año 373 cuando la muerte del obispo de Milán vino a turbar la paz de esa gran ciudad. Auxencio, el difunto obispo, había sido puesto en ese cargo por un emperador arriano, quien había enviado al exilio al obispo anterior. Ahora que la sede estaba vacante, la elección amenazaba convertirse en un tumulto que podía volverse sangriento, pues tanto los arrianos como los nicenos estaban decididos a asegurarse de que uno de los suyos resultara electo.

A fin de evitar un motín, Ambrosio, el gobernador de la ciudad, se presentó en la iglesia en que iba a tener lugar la elección. Su gobierno justo y eficiente le había ganado las simpatías del pueblo. Natural de Tréveris, Ambrosio era hijo de un alto funcionario del Imperio, y por tanto esperaba que su carrera política le llevaría a posiciones cada vez más elevadas. Pero, a fin de que esa carrera no fuese arruinada, era necesario evitar un desorden violento en la elección del nuevo obispo de Milán.

Con esto en mente, Ambrosio se presentó en la iglesia, pidió la palabra, y comenzó a exhortar al pueblo con la elocuencia que más tarde le haría famoso. Según Ambrosio hablaba, la multitud se calmaba, y por tanto parecía que la gestión del gobernador tendría buen éxito. De pronto, un niño gritó: “¡Ambrosio, obispo!” Inesperadamente, el pueblo también empezó a gritar: “¡Ambrosio, obispo! ¡Ambrosio, obispo! ¡Ambrosio! ¡Ambrosio! ¡Ambrosio!”.

Para Ambrosio, ese grito de la muchedumbre podría ser el fin de su carrera política. Por tanto se abrió paso a través del pueblo, fue al pretorio, y condenó a tortura a varios presos, en la esperanza de perder su popularidad. Pero el populacho le seguía y no se dejaba convencer. Entonces el joven gobernador hizo traer a su casa mujeres de mala fama, para así destruir la opinión que el público tenía de él. Pero las gentes se agolpaban frente a su casa y seguían clamando que querían que Ambrosio fuera su obispo. Dos veces trató de huir de la ciudad o esconderse, pero sus esfuerzos resultaron fallidos. Por fin, rindiéndose ante la insistencia del pueblo y el mandato imperial, accedió a ser obispo de Milán.

Ambrosio, sin embargo, ni siquiera había sido bautizado, pues en esa época muchas personas—especialmente las que ocupaban altos cargos públicos —demoraban su bautismo hasta el final de sus días—. Por tanto, fue necesario empezar por bautizarle. Después, en el curso de una semana, fue hecho sucesivamente lector, exorcista, acólito, subdiácono, diácono y presbítero, hasta que fue consagrado obispo ocho días después, el primero de diciembre del año 373.

El pastor de Milán

Aunque Ambrosio no había querido ser obispo, una vez que aceptó ese cargo se dedicó a cumplir sus funciones a cabalidad. Para ayudarle en las labores administrativas de la iglesia, llamó junto a sí a su hermano Uranio Sátiro, quien era gobernador de otra provincia. Además hizo venir al presbítero Simpliciano, quien años antes le había enseñado los rudimentos de la fe cristiana, para que fuera su maestro de teología. Puesto que Ambrosio era un hombre culto, y se dedicó a sus estudios con asiduidad, pronto llegó a ser uno de los mejores teólogos de toda la iglesia occidental. Aunque Uranio Sátiro murió poco después a consecuencias de un naufragio, el tiempo que pasó con Ambrosio ayudó al nuevo obispo a poner sus asuntos en orden, y a tomar las riendas de la iglesia que le había tocado dirigir.

Poco después de la muerte de su hermano, los acontecimientos le dieron a Ambrosio la ocasión de mostrar el modo en que entendía sus responsabilidades pastorales. Un fuerte contingente godo atravesó las fronteras del Danubio con la anuencia de las autoridades imperiales, pero luego se rebeló y cometió grandes desmanes en las regiones al este de Milán.

Como resultado de los mismos, fueron muchos los refugiados que llegaron a la ciudad, y muchos otros los cautivos que permanecían presos en espera de rescate. Ante esta situación, Ambrosio hizo fundir y vender parte de los tesoros de la iglesia, para ayudar a los refugiados y para pagar el rescate de los cautivos. Inmediatamente los arrianos le acusaron de haber cometido un sacrilegio. Ambrosio respondió:

Es mucho mejor guardar para el Señor almas que oro. Porque quien envió a los apóstoles sin oro, sin oro juntó también las iglesias. La iglesia tiene oro, no para almacenarlo, sino para entregarlo, para gastarlo en favor de quienes tienen necesidades…. Mejor sería conservar los vasos vivientes, que no los de oro.

De igual modo, al escribir acerca de los deberes de los pastores, Ambrosio les dice que la verdadera fortaleza consiste en apoyar a los débiles frente a los poderosos, y que deben ocuparse de invitar a sus fiestas y banquetes, no a los ricos que pueden recompensarlos, sino a los pobres, que tienen mayor necesidad y que no pueden ofrecerles recompensa alguna.

Otra ocasión tuvo Ambrosio de poner estos principios en práctica cuando, poco después de la muerte de Valente, el nuevo emperador, Graciano, condenó injustamente a muerte a un noble pagano. Aunque el hombre en cuestión no era parte de la grey de Ambrosio, el obispo creía que sus deberes se extendían más allá de los miembros de su iglesia. Empero Graciano, quien probablemente sospechaba lo que Ambrosio quería de él, se negaba a darle audiencia. Por fin, Ambrosio se introdujo subrepticiamente en el lugar en donde el emperador daba una exhibición de caza, y allí lo importunó para que perdonara la vida al reo. Al principio el emperador y su séquito se indignaron contra quien interrumpía sus diversiones. Pero a la postre, sobrecogido por el valor del obispo y por la justicia de su petición, Graciano perdonó al condenado, y le agradeció a Ambrosio el que le hubiera obligado a hacer justicia.

Empero Ambrosio nunca se enteró de su triunfo más importante. Entre sus oyentes en la catedral de Milán se encontraba un joven intelectual que había seguido una larga peregrinación espiritual. Ahora, los sermones de Ambrosio fueron uno de los instrumentos que Dios utilizó para su conversión. Aquel joven se llamaba Agustín, y aunque fue Ambrosio quien lo bautizó, el obispo de Milán no parece haberse percatado de las dotes excepcionales de su nuevo converso, que después llegaría a ser el más famoso de todos los “gigantes” de su época.

El obispo frente a la corona

La labor pastoral de Ambrosio no se limitó a la predicación, la administración de los sacramentos, la dirección de los asuntos económicos de la iglesia, etcétera. Puesto que se trataba de un verdadero gigante, ubicado en una de las principales ciudades del Imperio, y puesto que se trataba también de un hombre de principios firmes y convicciones profundas, resultaba inevitable que a la larga chocara con las autoridades civiles.

Los más importantes conflictos de Ambrosio con la corona fueron los que le colocaron frente a frente con la emperatriz Justina. En el Occidente gobernaba, además de Graciano, su medio hermano Valentiniano II. Puesto que éste era menor de edad, la regencia había caído sobre Graciano. Empero en ausencia de Graciano la madre de Valentiniano, Justina, gozaba de gran poder, y se proponía utilizar ese poder para afianzar a su hijo en el trono y para promover la causa arriana, de la que era partidaria convencida. Frente a sus designios se alzaba Ambrosio, cuya política consistía en procurar, cada vez que una sede cercana resultaba vacante, que fuera un obispo ortodoxo quien la ocupara.

Por otra parte, Justina le debía grandes favores a Ambrosio, pues cuando hubo una rebelión en las Galias, y el usurpador Máximo derrotó y mató a Graciano, el trono de Valentiniano parecía derrumbarse, y en aquella ocasión Ambrosio fue como embajador ante el usurpador y lo convenció de que no invadiera los territorios de Valentiniano.

Pero a pesar de estas deudas de gratitud, Justina estaba decidida a obligar a Ambrosio a cederle una basílica para que fuese celebrado en Milán el culto arriano. Ambrosio se negaba, y se siguieron una serie de confrontaciones memorables. En una ocasión, cuando Ambrosio y su congregación se encontraban sitiados en la basílica por las tropas imperiales, Ambrosio venció la resistencia de los sitiadores dirigiendo a los fieles en el canto de himnos de entusiasmo y esperanza. De hecho, Ambrosio se hizo también famoso por los himnos que introdujo en el culto cristiano, y que fueron una de sus principales armas contra sus enemigos. En otra ocasión, cuando se le ordenó que entregase los vasos sagrados, Ambrosio respondió:

No puedo tomar nada del templo de Dios, ni puedo entregar lo que recibí, no para entregar, sino para guardar. En esto actúo en bien del emperador, puesto que no conviene que yo los entregue, ni tampoco que él los reciba.

Fue en medio de aquella contienda constante con la emperatriz que Ambrosio mandó excavar bajo una de las iglesias de la ciudad, y dos esqueletos decapitados fueron descubiertos. Alguien recordó que de niño había oído hablar de los mártires Gervasio y Protasio, e inmediatamente los restos fueron bautizados con esos nombres. Pronto corrieron rumores de milagros que ocurrían en virtud de las “sagradas reliquias”, y el pueblo se unió cada vez más en defensa de su obispo.

Por último, la enemistad de Justina hacia Ambrosio le costó el trono y la vida a su hijo, pues en una larga serie de maquinaciones dirigidas contra el obispo, Justina sólo logró que el usurpador Máximo atravesara los Alpes e invadiera sus territorios. Teodosio, el emperador de Oriente, acudió en defensa del niño Valentiniano, y derrotó a Máximo. Pero cuando Teodosio regresó a sus territorios dejó a Valentiniano al cuidado del conde Arbogasto, quien primero lo oprimió y por fin lo hizo matar. Así quedó Teodosio como dueño único del Imperio.

Teodosio era ortodoxo —de hecho, fue él quien convocó el Concilio de Constantinopla, que señaló el triunfo final de la fe nicena—. Pero a pesar de ello, bajo su gobierno Ambrosio volvió a chocar con la autoridad imperial. Dos fueron los mayores conflictos entre el obispo y el emperador. En ambos Ambrosio resultó vencedor, aunque con toda justicia debemos decir que en el primer caso era Teodosio quien tenía razón, y la victoria de Ambrosio trajo graves consecuencias.

El primer conflicto se produjo cuando un grupo de cristianos fanáticos en la pequeña población de Calínico quemó una sinagoga judía. El emperador ordenó que los culpables fueran castigados, y que además reconstruyeran la sinagoga destruida. Frente a él, Ambrosio decía que era impío por parte de un emperador cristiano obligar a otros cristianos a construir una sinagoga judía. Tras varios encuentros, el emperador cedió, los judíos se quedaron sin sinagoga, y los incendiarios resultaron impunes. Esto sentó un triste precedente, pues mostraba que en un imperio que se daba el nombre de cristiano quienes no lo fueran no podrían gozar de la protección de la ley.

El otro conflicto se debió a una causa mucho más justa. En Tesalónica se había producido un motín, y el pueblo sublevado había matado al comandante de la ciudad. Ambrosio, que conocía el carácter irascible del emperador, se presentó ante él y le aconsejó responder con mesura. Pero una vez que el obispo hubo partido, los cortesanos le aconsejaron a Teodosio que tomara medidas fuertes contra los habitantes de Tesalónica. Arteramente, Teodosio hizo correr la noticia de que la ciudad estaba perdonada. Pero cuando la mayor parte de la población se hallaba en el circo celebrando el perdón imperial, las tropas rodearon el lugar y, por orden de Teodosio, mataron a siete mil personas.

Al enterarse de lo sucedido, Ambrosio resolvió exigir de Teodosio un arrepentimiento público. Cuando algún tiempo después Teodosio se presentó ante la iglesia, el Obispo salió a la puerta y, alzando la mano frente al Emperador, le dijo: ¡Detente! Un hombre como tú, manchado de pecado, con las manos bañadas en sangre de injusticia, es indigno, hasta tanto se arrepienta, de entrar en este recinto sagrado, y de participar de la comunión.

Ante esta actitud por parte del Obispo, varios de los cortesanos quisieron usar de violencia con él. Pero el Emperador reconoció la justicia de lo que Ambrosio le decía, y dio muestras públicas de su arrepentimiento. Como señal de ello, y como una confesión de su carácter irascible, Teodosio ordenó que cualquier pena de muerte no se haría efectiva sino treinta días después de ordenada.

A partir de entonces, las relaciones entre Teodosio y el obispo de Milán fueron cada vez más cordiales. Cuando por fin el Emperador se vio próximo a la muerte, llamó a su lado al obispo que se había atrevido a censurarle públicamente.

Ya en esa época la fama de Ambrosio era tal que Fritigilda, la reina de los bárbaros marcomanos, le pidió que le escribiera un manual de instrucción acerca de la fe cristiana.

Tras leer el que Ambrosio le envió, Fritigilda decidió visitarle. Pero cuando iba camino de Milán supo que el famoso obispo de esa ciudad había muerto. Fue el 4 de abril del año 397, Domingo de Resurrección.

González, J. L. (2003). Historia del cristianismo: Tomo 1 (Vol. 1, pp. 204–208). Miami, FL: Editorial Unilit.

A veces me siento muy solo

Febrero 1

A veces me siento muy solo

Lectura bíblica: Génesis 2:18–23

No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea. Génesis 2:18

a1Después de un día terrible en la escuela, Graciela se tiró en la cama y escribió estas palabras tristes en su diario:
Me sentí muy sola hoy en la escuela. En el recreo, Lidia se burló de mi blusa. Dijo que era un trapo. Levantó tanto la voz que todos la oyeron. No supe qué hacer, así que salí corriendo y me escondí detrás del edificio. Me mantuve apartada el resto del día. ¿Alguna vez podré sentir que tengo una amiga?

No todas las chicas escriben en un diario cuando se sienten solas. A muchos varones nunca se les ocurriría escribir lo que sienten, ni en secreto. Pero es un hecho: Algunas veces todos nos sentimos solos. Aun cuando nos gusta estar solos, no nos gusta sentir que nos marginan. Nos disgusta cuando se burlan de nosotros. Queremos amigos con quienes hablar de nuestras ideas, nuestros sueños y de nuestros problemas. Nos atraen las personas que nos hacen sentir apreciados y amados.

De eso leíste en el pasaje bíblico de hoy. Después de que Dios creó a Adán dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Adán habrá contemplado con admiración a todos los animales fantásticos, las robustas plantas y el hermoso paisaje que Dios había hecho. Pero, a pesar de todo, se sentía solo. Adán necesitaba alguien como él. Por eso es que Dios creó a Eva. La hizo para que fuera la amiga más íntima que Adán pudiera tener.
Necesitar amigos humanos es normal. Es así como nos hizo Dios.

Pero aun antes de que Adán tuviera a Eva, tenía a Dios. Y después de haber creado a Adán y Eva, a Dios le gustaba estar en el jardín del Edén para conversar con ellos.
En la actualidad pasa lo mismo con los seres humanos. Dios nos brinda personas que pueden ser nuestros amigos íntimos y pueden quitarnos la soledad. Pero no quiere que seamos amigos íntimos sólo con otras personas, porque a veces nuestros amigos humanos nos decepcionan. Quiere que seamos amigos íntimos de él.

Cuando nos sentimos solos, el mejor remedio para nuestra soledad es conocer a Jesucristo. Dios envió a Jesús a la Tierra para que pudiéramos estar seguros de que nos ama. Jesús es el amigo con quien podemos hablar todos los días, aun cuando no haya nadie con nosotros. Y podemos confiar en que Jesús está con nosotros dondequiera que vayamos cada día. (Puedes comprobar esta verdad en Mateo 28:20).

Necesitas a los demás, pero sobre todo necesitas a Jesús. Y Jesús quiere ser tu mejor amigo siempre.

PARA DIALOGAR
¿De qué modo te ha hecho alguien sentirte solo? ¿De qué manera te ha hecho sentirte querido? ¿Cómo es posible acercarte a Dios cuando te sientes solo?

PARA ORAR
Señor Jesús, te damos gracias porque cuando nos sentimos solos tú siempre estás cerca, y siempre eres nuestro mejor amigo.

PARA HACER
Cuando te sientas solo hoy, dale gracias a Jesús por ser tu mejor amigo.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.

Impurezas físicas

Levítico 14-16

14:1  Y habló Jehová a Moisés, diciendo:

Esta será la ley para el leproso cuando se limpiare: Será traído al sacerdote,

y éste saldrá fuera del campamento y lo examinará; y si ve que está sana la plaga de la lepra del leproso,

el sacerdote mandará luego que se tomen para el que se purifica dos avecillas vivas, limpias, y madera de cedro, grana e hisopo.

Y mandará el sacerdote matar una avecilla en un vaso de barro sobre aguas corrientes.

Después tomará la avecilla viva, el cedro, la grana y el hisopo, y los mojará con la avecilla viva en la sangre de la avecilla muerta sobre las aguas corrientes;

y rociará siete veces sobre el que se purifica de la lepra, y le declarará limpio; y soltará la avecilla viva en el campo.

Y el que se purifica lavará sus vestidos, y raerá todo su pelo, y se lavará con agua, y será limpio; y después entrará en el campamento, y morará fuera de su tienda siete días.

Y el séptimo día raerá todo el pelo de su cabeza, su barba y las cejas de sus ojos y todo su pelo, y lavará sus vestidos, y lavará su cuerpo en agua, y será limpio.

10 El día octavo tomará dos corderos sin defecto, y una cordera de un año sin tacha, y tres décimas de efa de flor de harina para ofrenda amasada con aceite, y un log de aceite.

11 Y el sacerdote que le purifica presentará delante de Jehová al que se ha de limpiar, con aquellas cosas, a la puerta del tabernáculo de reunión;

12 y tomará el sacerdote un cordero y lo ofrecerá por la culpa, con el log de aceite, y lo mecerá como ofrenda mecida delante de Jehová.

13 Y degollará el cordero en el lugar donde se deg:uella el sacrificio por el pecado y el holocausto, en el lugar del santuario; porque como la víctima por el pecado, así también la víctima por la culpa es del sacerdote; es cosa muy sagrada.

14 Y el sacerdote tomará de la sangre de la víctima por la culpa, y la pondrá el sacerdote sobre el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho.

15 Asimismo el sacerdote tomará del log de aceite, y lo echará sobre la palma de su mano izquierda,

16 y mojará su dedo derecho en el aceite que tiene en su mano izquierda, y esparcirá del aceite con su dedo siete veces delante de Jehová.

17 Y de lo que quedare del aceite que tiene en su mano, pondrá el sacerdote sobre el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho, encima de la sangre del sacrificio por la culpa.

18 Y lo que quedare del aceite que tiene en su mano, lo pondrá sobre la cabeza del que se purifica; y hará el sacerdote expiación por él delante de Jehová.

19 Ofrecerá luego el sacerdote el sacrificio por el pecado, y hará expiación por el que se ha de purificar de su inmundicia; y después degollará el holocausto,

20 y hará subir el sacerdote el holocausto y la ofrenda sobre el altar. Así hará el sacerdote expiación por él, y será limpio.

21 Mas si fuere pobre, y no tuviere para tanto, entonces tomará un cordero para ser ofrecido como ofrenda mecida por la culpa, para reconciliarse, y una décima de efa de flor de harina amasada con aceite para ofrenda, y un log de aceite,

22 y dos tórtolas o dos palominos, según pueda; uno será para expiación por el pecado, y el otro para holocausto.

23 Al octavo día de su purificación traerá estas cosas al sacerdote, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová.

24 Y el sacerdote tomará el cordero de la expiación por la culpa, y el log de aceite, y los mecerá el sacerdote como ofrenda mecida delante de Jehová.

25 Luego degollará el cordero de la culpa, y el sacerdote tomará de la sangre de la culpa, y la pondrá sobre el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho.

26 Y el sacerdote echará del aceite sobre la palma de su mano izquierda;

27 y con su dedo derecho el sacerdote rociará del aceite que tiene en su mano izquierda, siete veces delante de Jehová.

28 También el sacerdote pondrá del aceite que tiene en su mano sobre el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho, en el lugar de la sangre de la culpa.

29 Y lo que sobre del aceite que el sacerdote tiene en su mano, lo pondrá sobre la cabeza del que se purifica, para reconciliarlo delante de Jehová.

30 Asimismo ofrecerá una de las tórtolas o uno de los palominos, según pueda.

31 Uno en sacrificio de expiación por el pecado, y el otro en holocausto, además de la ofrenda; y hará el sacerdote expiación por el que se ha de purificar, delante de Jehová.

32 Esta es la ley para el que hubiere tenido plaga de lepra, y no tuviere más para su purificación.

33 Habló también Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo:

34 Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán, la cual yo os doy en posesión, si pusiere yo plaga de lepra en alguna casa de la tierra de vuestra posesión,

35 vendrá aquel de quien fuere la casa y dará aviso al sacerdote, diciendo: Algo como plaga ha aparecido en mi casa.

36 Entonces el sacerdote mandará desocupar la casa antes que entre a mirar la plaga, para que no sea contaminado todo lo que estuviere en la casa; y después el sacerdote entrará a examinarla.

37 Y examinará la plaga; y si se vieren manchas en las paredes de la casa, manchas verdosas o rojizas, las cuales parecieren más profundas que la superficie de la pared,

38 el sacerdote saldrá de la casa a la puerta de ella, y cerrará la casa por siete días.

39 Y al séptimo día volverá el sacerdote, y la examinará; y si la plaga se hubiere extendido en las paredes de la casa,

40 entonces mandará el sacerdote, y arrancarán las piedras en que estuviere la plaga, y las echarán fuera de la ciudad en lugar inmundo.

41 Y hará raspar la casa por dentro alrededor, y derramarán fuera de la ciudad, en lugar inmundo, el barro que rasparen.

42 Y tomarán otras piedras y las pondrán en lugar de las piedras quitadas; y tomarán otro barro y recubrirán la casa.

43 Y si la plaga volviere a brotar en aquella casa, después que hizo arrancar las piedras y raspar la casa, y después que fue recubierta,

44 entonces el sacerdote entrará y la examinará; y si pareciere haberse extendido la plaga en la casa, es lepra maligna en la casa; inmunda es.

45 Derribará, por tanto, la tal casa, sus piedras, sus maderos y toda la mezcla de la casa; y sacarán todo fuera de la ciudad a lugar inmundo.

46 Y cualquiera que entrare en aquella casa durante los días en que la mandó cerrar, será inmundo hasta la noche.

47 Y el que durmiere en aquella casa, lavará sus vestidos; también el que comiere en la casa lavará sus vestidos.

48 Mas si entrare el sacerdote y la examinare, y viere que la plaga no se ha extendido en la casa después que fue recubierta, el sacerdote declarará limpia la casa, porque la plaga ha desaparecido.

49 Entonces tomará para limpiar la casa dos avecillas, y madera de cedro, grana e hisopo;

50 y degollará una avecilla en una vasija de barro sobre aguas corrientes.

51 Y tomará el cedro, el hisopo, la grana y la avecilla viva, y los mojará en la sangre de la avecilla muerta y en las aguas corrientes, y rociará la casa siete veces.

52 Y purificará la casa con la sangre de la avecilla, con las aguas corrientes, con la avecilla viva, la madera de cedro, el hisopo y la grana.

53 Luego soltará la avecilla viva fuera de la ciudad sobre la faz del campo. Así hará expiación por la casa, y será limpia.

54 Esta es la ley acerca de toda plaga de lepra y de tiña,

55 y de la lepra del vestido, y de la casa,

56 y acerca de la hinchazón, y de la erupción, y de la mancha blanca,

57 para enseñar cuándo es inmundo, y cuándo limpio. Esta es la ley tocante a la lepra.

Impurezas físicas

15:1  Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo:

Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cualquier varón, cuando tuviere flujo de semen, será inmundo.

Y esta será su inmundicia en su flujo: sea que su cuerpo destiló a causa de su flujo, o que deje de destilar a causa de su flujo, él será inmundo.

Toda cama en que se acostare el que tuviere flujo, será inmunda; y toda cosa sobre que se sentare, inmunda será.

Y cualquiera que tocare su cama lavará sus vestidos; se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche.

Y el que se sentare sobre aquello en que se hubiere sentado el que tiene flujo, lavará sus vestidos, se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche.

Asimismo el que tocare el cuerpo del que tiene flujo, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la noche.

Y si el que tiene flujo escupiere sobre el limpio, éste lavará sus vestidos, y después de haberse lavado con agua, será inmundo hasta la noche.

Y toda montura sobre que cabalgare el que tuviere flujo será inmunda.

10 Cualquiera que tocare cualquiera cosa que haya estado debajo de él, será inmundo hasta la noche; y el que la llevare, lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la noche.

11 Y todo aquel a quien tocare el que tiene flujo, y no lavare con agua sus manos, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la noche.

12 La vasija de barro que tocare el que tiene flujo será quebrada, y toda vasija de madera será lavada con agua.

13 Cuando se hubiere limpiado de su flujo el que tiene flujo, contará siete días desde su purificación, y lavará sus vestidos, y lavará su cuerpo en aguas corrientes, y será limpio.

14 Y el octavo día tomará dos tórtolas o dos palominos, y vendrá delante de Jehová a la puerta del tabernáculo de reunión, y los dará al sacerdote;

15 y el sacerdote hará del uno ofrenda por el pecado, y del otro holocausto; y el sacerdote le purificará de su flujo delante de Jehová.

16 Cuando el hombre tuviere emisión de semen, lavará en agua todo su cuerpo, y será inmundo hasta la noche.

17 Y toda vestidura, o toda piel sobre la cual cayere la emisión del semen, se lavará con agua, y será inmunda hasta la noche.

18 Y cuando un hombre yaciere con una mujer y tuviere emisión de semen, ambos se lavarán con agua, y serán inmundos hasta la noche.

19 Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare será inmundo hasta la noche.

20 Todo aquello sobre que ella se acostare mientras estuviere separada, será inmundo; también todo aquello sobre que se sentare será inmundo.

21 Y cualquiera que tocare su cama, lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la noche.

22 También cualquiera que tocare cualquier mueble sobre que ella se hubiere sentado, lavará sus vestidos; se lavará luego a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche.

23 Y lo que estuviere sobre la cama, o sobre la silla en que ella se hubiere sentado, el que lo tocare será inmundo hasta la noche.

24 Si alguno durmiere con ella, y su menstruo fuere sobre él, será inmundo por siete días; y toda cama sobre que durmiere, será inmunda.

25 Y la mujer, cuando siguiere el flujo de su sangre por muchos días fuera del tiempo de su costumbre, o cuando tuviere flujo de sangre más de su costumbre, todo el tiempo de su flujo será inmunda como en los días de su costumbre.

26 Toda cama en que durmiere todo el tiempo de su flujo, le será como la cama de su costumbre; y todo mueble sobre que se sentare, será inmundo, como la impureza de su costumbre.

27 Cualquiera que tocare esas cosas será inmundo; y lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la noche.

28 Y cuando fuere libre de su flujo, contará siete días, y después será limpia.

29 Y el octavo día tomará consigo dos tórtolas o dos palominos, y los traerá al sacerdote, a la puerta del tabernáculo de reunión;

30 y el sacerdote hará del uno ofrenda por el pecado, y del otro holocausto; y la purificará el sacerdote delante de Jehová del flujo de su impureza.

31 Así apartaréis de sus impurezas a los hijos de Israel, a fin de que no mueran por sus impurezas por haber contaminado mi tabernáculo que está entre ellos.

32 Esta es la ley para el que tiene flujo, y para el que tiene emisión de semen, viniendo a ser inmundo a causa de ello;

33 y para la que padece su costumbre, y para el que tuviere flujo, sea varón o mujer, y para el hombre que durmiere con mujer inmunda.

El día de la expiación

16:1  Habló Jehová a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón, cuando se acercaron delante de Jehová, y murieron.

Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio.

Con esto entrará Aarón en el santuario: con un becerro para expiación, y un carnero para holocausto.

Se vestirá la túnica santa de lino, y sobre su cuerpo tendrá calzoncillos de lino, y se ceñirá el cinto de lino, y con la mitra de lino se cubrirá. Son las santas vestiduras; con ellas se ha de vestir después de lavar su cuerpo con agua.

Y de la congregación de los hijos de Israel tomará dos machos cabríos para expiación, y un carnero para holocausto.

Y hará traer Aarón el becerro de la expiación que es suyo, y hará la reconciliación por sí y por su casa.

Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión.

Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel.

Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Jehová, y lo ofrecerá en expiación.

10 Mas el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Azazel, lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto.

11 Y hará traer Aarón el becerro que era para expiación suya, y hará la reconciliación por sí y por su casa, y degollará en expiación el becerro que es suyo.

12 Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos del perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo.

13 Y pondrá el perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube del perfume cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio, para que no muera.

14 Tomará luego de la sangre del becerro, y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre.

15 Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio.

16 Así purificará el santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus rebeliones y de todos sus pecados; de la misma manera hará también al tabernáculo de reunión, el cual reside entre ellos en medio de sus impurezas.

17 Ningún hombre estará en el tabernáculo de reunión cuando él entre a hacer la expiación en el santuario, hasta que él salga, y haya hecho la expiación por sí, por su casa y por toda la congregación de Israel.

18 Y saldrá al altar que está delante de Jehová, y lo expiará, y tomará de la sangre del becerro y de la sangre del macho cabrío, y la pondrá sobre los cuernos del altar alrededor.

19 Y esparcirá sobre él de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará, y lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel.

20 Cuando hubiere acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho cabrío vivo;

21 y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto.

22 Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto.

23 Después vendrá Aarón al tabernáculo de reunión, y se quitará las vestiduras de lino que había vestido para entrar en el santuario, y las pondrá allí.

24 Lavará luego su cuerpo con agua en el lugar del santuario, y después de ponerse sus vestidos saldrá, y hará su holocausto, y el holocausto del pueblo, y hará la expiación por sí y por el pueblo.

25 Y quemará en el altar la grosura del sacrificio por el pecado.

26 El que hubiere llevado el macho cabrío a Azazel, lavará sus vestidos, lavará también con agua su cuerpo, y después entrará en el campamento.

27 Y sacarán fuera del campamento el becerro y el macho cabrío inmolados por el pecado, cuya sangre fue llevada al santuario para hacer la expiación; y quemarán en el fuego su piel, su carne y su estiércol.

28 El que los quemare lavará sus vestidos, lavará también su cuerpo con agua, y después podrá entrar en el campamento.

29 Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros.

30 Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová.

31 Día de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo.

32 Hará la expiación el sacerdote que fuere ungido y consagrado para ser sacerdote en lugar de su padre; y se vestirá las vestiduras de lino, las vestiduras sagradas.

33 Y hará la expiación por el santuario santo, y el tabernáculo de reunión; también hará expiación por el altar, por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación.

34 Y esto tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos los pecados de Israel. Y Moisés lo hizo como Jehová le mandó.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

EL VALOR DE LA AUTOCRÍTICA

EL VALOR DE LA AUTOCRÍTICA

Programa No. 2016-02-01
PABLO MARTINI
a1Ninguno de nosotros se sentirá a gusto si su odontólogo se acerca apuntando con el torno encendido para limpiar mis dientes y en uno de sus ojos tiene un gran parche que le dificulta la visión, ¿verdad? De la misma manera se sienten las personas que sufren bajo nuestro dedo acusador que apunta hacia sus errores cuando en nuestra vida hay errores mucho peores que los que ellos han cometido. ¡Médico, cúrate a ti mismo!, te dirán. Probablemente ha habido momentos en los que hemos ignorado nuestros pecados y problemas y hemos señalado a otros con el dedo. Quizás no estamos en sintonía con nuestros asuntos internos si todavía estamos culpando a otros por nuestras decisiones morales, o tal vez tratemos de evitar la autocrítica haciendo inventarios morales de la gente que nos rodea para disimular errores propios. Cuando Dios le preguntó a Adán y Eva sobre su pecado ellos apuntaron el dedo hacia otro. Culpar en primer lugar a otros para así defendernos parece ser propio de la naturaleza humana. También podemos tratar de evadir nuestros problemas evaluando y criticando a otros. Jesús nos dice: “…Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo, hipócrita.” (Mateo 7:3-5)

Mientras estemos en este mundo debemos recordar constantemente que es recomendable siempre la autocrítica. Debemos cuidarnos de culpar y examinar la vida de otros. Habrá oportunidades de ayudar a otros en el futuro una vez que nos hayamos responsabilizado de nuestra propia vida. Pero esa ayuda proviene de un corazón que ha examinado en primer lugar sus errores propios. De lo contrario, nos dice el apóstol Pablo en Gálatas 6:1 “No sea que tú también seas tentado.” Tentado a ser demasiado severo en tu juicio, tentado a ser demasiado estricto en el castigo, tentado a enorgullecerte olvidando quién eres. Hay personas a nuestro alrededor que luchan con sus vidas. Seamos sombra fresca en su andar, bálsamo de sus heridas y agua en sus desiertos.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Culpar en primer lugar a otros para así defendernos parece ser propio de la naturaleza humana.

http://labibliadice.org/unapausaentuvida/2016/02/01/el-valor-de-la-autocritica/