¿Quién fue Charles Spurgeon?

¿Quién fue Charles Spurgeon?

a1Charles Haddon Spurgeon nació el 19 de Junio de 1834, en Kelveden, en el condado de Essex, Inglaterra. Desde muy tierno su madre le encaminó en las cosas de Dios, pero no fue sino hasta el 6 de Enero de 1950 cuando Charles H. Spurgeon lavó sus pecados en la sangre preciosa de Cristo.

Inmediatamente después de haber recibido a Cristo como su Salvador se bautizó y comenzó de inmediato a trabajar por el Señor enseñando una clase de niños en la escuela dominical, repartiendo tratados y visitando a los pebres. “No hay mejor tiempo para trabajar que las primeras horas del día, ni mejor tiempo para servir al Señor que los días tempranos de la juventud” solía decir. Se levantaba muy temprano para leer la palabra de Dios y para orar y luego pasaba el resto del día en sus estudios.

A los dieciséis años se inscribió en una escuela de predicadores y predicó su primer sermón en una casa rural cerca de Cambridge. La fama del muchacho predicador se extendió rápidamente. Pronto estaba predicando en capillas, casas, reuniones al aire libre, en trece poblados diferentes alrededor de Cambridge. Esto lo hacía por las tardes, después de cumplir con sus deberes escolares.

A los dieciocho años aceptó su primer pastorado en Waterbeach, a diez kilómetros de Cambridge. Allí permaneció dos años y medio. Cuando tenía diecinueve años, Spurgeon predicó en la Unión de Escuelas Dominicales en Cambridge. Los dirigentes, todos personas de mayor edad que él, lo criticaron severamente, diciendo que a él no le correspondía tratar de enseñar a sus mayores. Le dijeron que debía haberse quedado en su iglesia, por lo menos hasta que tuviera edad como para que le creciera la barba. No obstante, como resultado de ese mensaje recibió una invitación de parte de una iglesia en Londres.

El joven Spurgeon quedó tan sorprendido al recibir la invitación de una iglesia tan grande que escribió una carta diciéndoles que seguramente se habían equivocado. A vuelta de correo le vino la respuesta: La invitación es para Ud. mismo. No hay ningún error. Todavía perplejo hizo arreglos para predicar en la iglesia de la calle New Park el 18 de Diciembre de 1853. Fue recibido fríamente, y eso le hizo sentirse tentado, al último momento, de evadir la tarea.

Sin embargo, una vez que estuvo frente a la congregación se sintió más tranquilo. La asistencia no era muy numerosa. Había más o menos unas 80 personas presentes. La fama del maravilloso joven campesino se propagó el mismo día. Antes de que Spurgeon abandonara el recinto, había recibido la invitación de volver. Tan grande fue el éxito de su ministerio que el 25 de Enero fue invitado a ocupar el púlpito por seis meses, con miras a aceptar el pastorado permanentemente.

Antes de que se cumplieran los seis meses, los diáconos de la iglesia convocaron a una sesión especial, durante la cual la congregación acordó invitar a Spurgeon para que fuera su ministro permanente. Era un predicador tan popular que la gente se aglomeraba inclusive en las calles laterales para escuchar sus mensajes. El templo fue ampliado vez tras vez, pero al poco tiempo, nuevamente resultaba estrecho para la gente que concurría.

Cuando llegó a la iglesia de la calle New Park, en 1854, la membresía era de 232. Para fines de 1891 había bautizado a 14.460 personas y la membresía de la iglesia era de 5311.

Un domingo por la noche, cuando el salón estaba lleno hasta el tope, y había otras diez mil personas afuera, alguien dio alarma de incendio. Un terrible pánico se apoderó de la gente, y siete personas murieron atropelladas. Otras veintiocho quedaron gravemente heridas. Esta experiencia conmovió profundamente a Spurgeon. Quedó tan afligido, que pasó llorando toda la noche y todo el día siguiente.

No obstante, como consecuencia de ello, se convirtió en un predicador sobresaliente, y todo Londres quería oírle. Durante los siguientes tres años predicó a multitudes de más de diez mil personas todos los domingos. A la edad de veintidós años era el predicador más popular de su día. Se ha dicho que Charles Spurgeon tenía más de tres mil quinientos sermones distintos. Los sermones dominicales eran reproducidos en forma impresa y se vendían profusamente.

Además de sus tareas regulares como pastor y predicador, Spurgeon publicó un sermón por semana, comenzando en 1855 y también fundó un seminario para pastores. Su calidad como predicador dotado le valió el apodo de El Príncipe de los Predicadores. Estableció un círculo de escuelas dominicales e iglesias, era presidente de una sociedad para la distribución de Biblias y tratados, y estableció el orfanato de Stockwell con diez casas en las que podía acomodar a unos quinientos niños.

Spurgeon predicó su último sermón el 7 de Junio de 1891, tenía solamente cincuenta y seis años de edad, pero estaba sumamente extenuado. El 31 de Enero de 1892, después de cuarenta años en el ministerio, Charles Haddon Spurgeon se fue para estar con su Señor.

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Jerónimo Savonarola 54

Jerónimo Savonarola 54

Estos señorones, como si no supieran que son tan humanos como los demás, quieren que todos los honren y bendigan. Pero el verdadero predicador no puede adularlos, sino que tiene que atacar sus vicios. Luego, no pueden soportarlo, porque no se comporta con ellos como lo hacen los demás.

Jerónimo Savonarola

a1Hacia fines de la primavera de 1490, un fraile dominico de treinta y siete años de edad se presentó a pie ante las puertas de Florencia. Su nombre era Jerónimo Savonarola, natural de Ferrara, donde lo había educado su abuelo paterno, un médico distinguido tanto por su ciencia como por su devoción y su rectitud moral. De este abuelo, Savonarola había recibido principios que nunca lo abandonarían, y que lo llevaron, cuando era todavía joven, a unirse a la orden de los predicadores de Santo Domingo. Pronto el fraile dominico se distinguió por su dedicación al estudio y a la santidad, y por ello la orden le confió responsabilidades cada vez más importantes. Años antes había residido por primera vez en Florencia, donde se le admiró por su erudición bíblica, aunque no por sus sermones, cuya vehemencia y acento ferrarense no sonaban bien en los oídos renacentistas de los florentinos. Después había sido maestro de estudios en el convento dominico de Boloña.

Ahora regresaba a Florencia a petición del amo de la ciudad, Lorenzo de Médicis. Quizá lo que había inspirado a este tirano a hacer tan extraña petición fue la recomendación de Pico de la Mirándola, quien había trabado amistad con el fraile y se había vuelto su admirador. En todo caso, Lorenzo no tardaría en descubrir que el predicador a quien había invitado a su ciudad le acarrearía problemas.

Al principio, Savonarola se limitó a exponer las Escrituras a los frailes del convento dominico de San Marcos. Pero pronto su fama se extendió, y un gran número de personas de fuera del convento comenzó a acudir a sus conferencias. En consecuencia éstas se trasladaron del jardín donde hasta entonces habían tenido lugar, a la iglesia del convento. Durante casi medio año, el elocuente fraile expuso el libro de Apocalipsis. Aunque al comienzo se trataba de conferencias, pronto se convirtieron en sermones. En ellos, Savonarola atacaba la corrupción de la iglesia, y profetizaba que, antes de ser restaurada, la iglesia tendría que pasar por una gran tribulación. Además, al tiempo que comentaba sobre el Apocalipsis, atacaba a los poderosos, cuyo lujo y avaricia eran una contradicción de la fe cristiana.

Su popularidad creció rápidamente, y en Cuaresma de 1491 se le invitó a predicar en Santa María de las Flores, la iglesia más importante de la ciudad. Allí se vio claramente que su prédica no era del agrado de los poderosos. Lorenzo de Médicis trató de hacerlo callar; pero el fraile le respondió que no podía callar la Palabra de Dios. Sus ataques, al mismo tiempo que iban dirigidos contra la corrupción que reinaba en todos los niveles sociales, no dejaban de referirse a los impuestos onerosos que Lorenzo exigía, y con los cuales sustentaba la pompa de su casa y sus favoritos. Lorenzo trató de robarle su audiencia incitando a otro predicador a atacar a Savonarola desde el púlpito. Pero este último resultó ser más popular que su contrincante, y a la postre el malhadado rival se fue a Roma, para desde allí tramar la ruina del dominico. A los pocos meses, Savonarola fue electo prior de San Marcos. Cuando algunos de los frailes le señalaron que era costumbre que cada nuevo prior le hiciera a Lorenzo una visita de cortesía, para agradecerle su buena voluntad para con la casa, fray Jerónimo sencillamente contestó que su elección se debía a Dios, y no a Lorenzo, y que por tanto tenía que retirarse a darle gracias a Dios y a ponerse bajo sus órdenes. Poco después hizo vender todas las propiedades del convento, y darles el dinero a los pobres. La vida de los frailes se volvió un ejemplo proverbial de santidad y servicio. Y otras casas cercanas le pidieron al ilustre prior de San Marcos que dirigiera en ellas reformas semejantes a la que había instaurado en el convento florentino. En cuanto a Lorenzo, en su lecho de muerte mandó buscar al santo fraile, de quien pidió y obtuvo la absolución de todos sus pecados.

Piero de Médicis había sucedido a Lorenzo, y había resultado ser peor tirano que el anterior, cuando comenzaron a llegar rumores de que el rey de Francia, Carlos VIII, se preparaba a invadir Italia con el propósito de conquistar el Reino de Nápoles, cuya corona reclamaba. Florencia tembló ante el avance de las tropas francesas, que Savonarola había predicho dos años antes. Piero se mostró incapaz de organizar la defensa de la ciudad, y trató de comprar el favor del Rey entregándole, literalmente, villas y castillos. Airados, los florentinos enviaron una embajada ante Carlos VIII, encabezada por fray Jerónimo. Este se presentó ante el Rey, lo llamó instrumento de la justicia de Dios, le dio la bienvenida en nombre de los florentinos, le declaró que él había profetizado su venida años antes, y lo amenazó, profetizándole grandes males si no se comportaba debidamente con los florentinos.

Mientras tanto, éstos aprovechaban las circunstancias para echar de su ciudad a Piero, y con él el yugo de los Médicis. Poco después el Rey entró triunfante en Florencia. Cuando trató de imponerles condiciones insoportables a cambio de no saquear la ciudad, los florentinos acudieron una vez más a su predicador, quien se enfrentó al Rey y logró de él condiciones mucho más favorables. A los pocos días, tras haber establecido una alianza con Florencia, el francés partió con sus tropas.

La ciudad quedaba acéfala. Pocos deseaban el regreso de los Médicis. Muchos esperaban aprovecharse de las circunstancias para dar rienda suelta a los odios que se habían acumulado en las últimas semanas de incertidumbre. Por tanto, Savonarola se vio colocado, casi sin quererlo, en la posición de señalar el rumbo que debía seguirse. Gracias a él se estableció un gobierno republicano y se evitó el derramamiento de sangre. Hasta los amigos de los Médicis fueron perdonados, gracias a la intervención del fogoso predicador.

Prácticamente dueño de la ciudad, Savonarola utilizó el púlpito para proponer las reformas que le parecían necesarias. Insistió en que se abriera de nuevo el comercio, que había quedado interrumpido durante la invasión francesa, diciendo que era necesario darles empleo a los pobres, que habían perdido sus escasos ingresos. En cuanto a aquellos para quienes estas medidas no bastaran, debía alimentárseles derritiendo y vendiendo el oro y la plata de las iglesias.

Su interés por los pobres pronto le acarreó la mala voluntad de buena parte de la aristocracia. Lo mismo sucedió con muchos clérigos, a quienes la propuesta reforma eclesiástica tocaba demasiado de cerca. Pero Savonarola contaba con la casi totalidad del pueblo, y no hubiera tenido mayores problemas de no haber sido por razones de política internacional.

La campaña de Carlos VIII en Italia había sido facilísima. Pronto el Papa —a la sazón el tristemente famoso Alejandro VI—, varios estados italianos, y los monarcas de España y Alemania, se unieron en una “Santa Alianza” contra el rey de Francia. La ciudad de Florencia, gracias a Savonarola, permanecía firme en lo acordado con el francés. Sus aliados le encargaron a Alejandro VI la tarea de doblegar al inflexible monje. El escenario estaba listo para la gran tragedia que a la postre tendría lugar en Florencia.

En el entretanto, el movimiento reformador llegó a su apogeo en Florencia. Aunque se ha dicho que Savonarola era un monje oscurantista, la verdad es todo lo contrario. El fraile dominico se oponía a las letras renacentistas como excusa para toda clase de excesos morales y un retorno al paganismo. Pero su actitud hacia el estudio mismo fue siempre positiva. Su sueño era que San Marcos se convirtiera en un centro misionero, y por ello en ese convento se estudiaban, además del latín y el griego, el hebreo, el árabe y el caldeo.

Por otra parte, Savonarola sí se mostró enemigo decidido del lujo y la ostentación. Esto se puso de manifiesto en sus repetidos ataques, desde el púlpito, contra las joyas y las sedas, así como contra los vestidos demasiado llamativos de algunas mujeres. El resultado fue la “quema de vanidades”, que se dio repetidamente mientras el fraile dominico tuvo el apoyo de los florentinos. En el centro de la plaza principal de la ciudad se construía una gran pirámide escalonada de madera, bajo la cual se colocaba paja, leña y pólvora. Después las gentes traían “vanidades” —trajes, pelucas, joyas, etc.— colocándolas sobre los escalones de la pirámide, a la que por último se le prendía fuego. Aquellas grandes hogueras, con los himnos que se cantaban, las procesiones y las explosiones de la pólvora, vinieron a sustituir la celebración del carnaval en Florencia.

La predicación de Savonarola, siempre inflamada, incluía profecías cuyo cumplimiento alimentaba el fanatismo con que muchos veneraban al fraile. Así, por ejemplo, cuando uno de los puertos pertenecientes a Florencia fue sitiado por un ejército y una escuadra de la Santa Alianza, Savonarola declaró que, así como los montes serían traspasados al corazón de la mar, así también la flota sería destruida. Poco después una tormenta imprevista dispersó la escuadra de la Santa Alianza, varios de sus buques se hundieron, y los invasores se vieron obligados a levantar el sitio.

Pero esto a su vez quería decir que cada vez se esperaban de Savonarola nuevos y más grandes milagros. Cuando la situación económica se hizo difícil, no faltaron quienes criticaron al profeta por no sacar a Florencia de la estrechez. Y esas críticas cobraban mayor fuerza por cuanto parte de las dificultades se debía a la insistencia de Florencia, bajo la inspiración de Savonarola, en no unirse a la Santa Alianza.

El Papa también hizo todo lo posible por lograr ese cambio de política. Enterado de que el fraile dominico era el gran obstáculo que se encontraba en su camino, envió bulas de excomunión contra él. Pero Savonarola, con el apoyo del gobierno florentino, declaró que, puesto que esa excomunión se basaba en supuestas herejías que él no había predicado, no era válida. Cuando el Papa le ordenó que guardase silencio y no predicara, el fraile lo obedeció por algún tiempo. Pero se dedicó entonces a escribir, cada vez con más virulencia, contra la corrupción de la iglesia. Por primera vez la imprenta se volvió instrumento de propaganda religiosa, pues los escritos de Savonarola eran leídos ávidamente tanto en Florencia como fuera de ella.

Cuando, tratando de comprar su silencio, Alejandro VI le ofreció el capelo cardenalicio, Savonarola le contesto: No quiero más sombrero que uno rojo: un sombrero de sangre. El Papa pasó entonces a medidas más extremas. Amenazó a toda la ciudad con colocarla en entredicho, y encarcelar a todos los mercaderes florentinos que había en Roma y en las demás ciudades de la Alianza. Además, en virtud del entredicho, confiscaría todos los bienes florentinos que cayeran en su poder. Esto era una amenaza de ruina económica para toda la ciudad, y Savonarola pronto perdió el apoyo que tenía entre los aristócratas y los burgueses.

Sólo le quedaban entonces sus propios frailes, unos pocos amigos entre las gentes adineradas, y el pueblo bajo. Pero este último se encontraba en angustiosa situación, pues el hambre iba en aumento, y cada vez se pedía con más insistencia que el profeta hiciera un milagro.

La ocasión para tal milagro pareció presentarse cuando un fraile franciscano, enemigo acérrimo de Savonarola, retó a la prueba del fuego a cualquiera que dijese que el dominico era verdaderamente un profeta de Dios. Sin consultar con fray Jerónimo, otro dominico aceptó el reto. Tras largas negociaciones se firmaron los términos del trance. Si el franciscano resultaba vencedor, o si ambos contendientes perecían, Savonarola tendría que abandonar la ciudad.

Por fin llegó el día de la prueba. En medio de la plaza se construyó una gran plataforma rectangular, cubierta de tierra para que no se quemara, y sobre ella, dejando un estrecho pasillo, se prepararon dos largas piras paralelas. Lo convenido era que los dos contendientes entraran simultáneamente al fuego, cada uno por un extremo del pasillo. El que saliera por el otro extremo resultaría vencedor. Savonarola, que nunca estuvo de acuerdo con el experimento, pues decía que era tentar a Dios, por fin accedió a estar presente. Los más exaltados de entre sus seguidores estaban seguros de que allí ocurriría un gran milagro, y quedaría demostrado de una vez por todas que fray Jerónimo era profeta del Altísimo.

Empero, llegado el momento, el franciscano no apareció. Sus compañeros de orden pusieron mil trabas y excusas, y una a una todas fueron eliminadas. Pero todavía el retador no aparecía. En todas estas idas y venidas, el cielo se iba oscureciendo, y por fin cayó un aguacero tal que, aunque los contendientes lo hubieran querido, hubiera sido imposible prender el fuego. Unos pocos de los presentes dijeron que se trataba de un milagro, pues fray Jerónimo siempre se había opuesto a la prueba. Pero quienes habían acudido prontos a presenciar un portento se sintieron defraudados.

Esa noche los espíritus estaban exaltados. Pronto corrió la voz de que, puesto que nadie había ganado la prueba, Savonarola había perdido, según lo acordado. Los poderosos de la ciudad, que temían por su comercio, se unieron a los eclesiásticos a quienes Savonarola había ofendido, y promovieron un gran desorden. Finalmente, la turba se dirigió hacia San Marcos, y exigió que se le entregara a Savonarola. Mientras el fraile oraba, algunos de sus más fieles seguidores tomaron las armas en defensa suya. Pero a la postre el profeta se entregó a quienes exigían su encarcelamiento. Al ver al antes poderoso predicador maniatado, muchos se burlaron de él, escupiéndole y gritándole improperios.

Cuando se reunió el consejo de la ciudad para tratar el caso de Savonarola, sus amigos no se presentaron, e inmediatamente se eligió a otros para sustituirlos. Quedaba así garantizado que el acusado no tendría quien lo defendiera.

Pero todavía era necesario hallar de qué acusarlo. Por varios días se le aplicó la tortura, y lo único que lograron arrancarle, cuando estaba tan quebrantado que ni siquiera podía llevarse la comida a la boca, fue que no era en realidad profeta, sino que sus profecías eran invención suya. Y aun esto lo negó tan pronto como la tortura amainó. Tres juicios se le hicieron, dos de ellos por parte de las autoridades florentinas y el tercero por los legados del Papa. Este al principio había querido que los florentinos le entregaran al prisionero, para disponer de él a su modo. Pero los florentinos se negaron a hacerlo, no por salvar a su profeta, sino por temor a los secretos que éste pudiera revelarle a Alejandro VI. Por fin el Papa accedió a enviar sus legados para que juzgaran el caso en la misma Florencia, aunque antes de partir les ordenó que lo condenaran.

En los tres juicios, Savonarola fue torturado sin misericordia. Los legados del Papa no lograron que confesara más que el haber tenido la intención de apelar a un concilio universal. Por fin, sin obtener la confesión deseada, lo condenaron por “hereje y cismático”, aunque nunca declararon en qué consistía su herejía. Poco antes habían sido condenados, en semejantes circunstancias, dos de sus más allegados colaboradores.

Según se acostumbraba, la iglesia no castigaba a los herejes sino que los entregaba al “brazo secular”. Por tanto, el nuevo consejo de Florencia fue convocado para dictar sentencia, y se dictaminó, como se esperaba, que los tres reos fuesen muertos.

La única misericordia que se tuvo con ellos fue ordenar que se les ahorcara antes de quemarlos.

Así sucedió al día siguiente. Los tres murieron con serenidad ejemplar. Después sus cenizas fueron echadas al río Arno, para evitar que los seguidores del fraile las recogieran como reliquias. Pero a pesar de ello por varias generaciones hubo en Florencia y en otras partes de Italia quienes guardaron reliquias del santo fraile. Cuando, años más tarde, Roma fue saqueada por tropas alemanas, hubo quien vio en ese hecho el cumplimiento de las profecías de Savonarola acerca del castigo que Dios preparaba para la corrompida ciudad.

Repetidamente, y aún en el siglo XX, se ha hablado entre católicos de declarar santo a aquel fraile dominico que murió mártir de las ambiciones de un papa. Quizá nunca llegue la iglesia a dar ese paso. Pero todos los historiadores concuerdan en que, en aquel combate desigual, la justicia estaba de parte del fraile.

González, J. L. (2003). Historia del cristianismo: Tomo 1 (Vol. 1, pp. 549–554). Miami, FL: Editorial Unilit.

IGLECRECIMIENTO

IGLECRECIMIENTO

Autor: Samuel Perez Millos

“Perseveraban en la doctrina de los apóstoles… perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón… y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hch. 2:42, 46, 47).

 a1       Hace casi dos siglos que el pastor y evangelista Spurgeon dijo una de sus impactantes frases: “Pronto llegará el tiempo en que en la iglesia, en lugar de pastores alimentando ovejas, habrá payasos entreteniendo cabras”. Aparentemente pudiera resultar excesiva. Algunos dicen que esta era una de las formas habituales en Spurgeon cuando cargaba contra lo que no eran de su gusto. Sin duda fue un hombre cuestionado en sus días. Su énfasis sobre la predicación bíblica, su compromiso con la Palabra, su alejamiento de reformas no bíblicas para atraer gente a la iglesia, desataron contra él olas de crítica que le costaron el tener que dejar su propia denominación bautista. Pero, el tiempo, le está dando la razón.

        Muchas iglesias están cayendo en lo que se ha dado en llamar el iglecrecimiento, que no es otra cosa que las técnicas de mercado aplicadas al crecimiento de la iglesia local. Este método, en ocasiones más extremo que en otras, ofrece al liderazgo de las iglesias, alternativas que permitan hacerlas más atractivas a la sociedad. El culto debe ser modificado en formas que incorporen actividades sociales aceptables al mundo actual. La música vibrante y rítmica se usa para sustentar letras muchas veces poco bíblicas; el reiterativo repetir de frases en el canto para que se instalen en la mente de los congregantes; la danza establecida en base a textos aislados del Antiguo Testamento; el teatro que presenta de forma atractiva el mensaje bíblico, mucho más aceptable de este modo por la gente, que la exposición bíblica del pastor en la iglesia; el entretenimiento de los niños con juegos propios a su edad para hacerles encantador el tiempo en que los mayores están en la reunión, etc. etc. son elementos propios de las técnicas de iglecrecimiento actuales. Lo importante para sectores del cristianismo de hoy es la dimensión numérica de la iglesia y no tanto su solidez bíblica.

        La iglesia actualizada es aquella que tiene un gran programa dominical en el que la alabanza es la parte principal del culto, donde otras formas de expresión amena se suceden en la reunión de creyentes. Esto a costa de reducir el tiempo y la forma de la exposición bíblica. No cabe duda que en algunos, las técnicas de crecimiento, dan el resultado apetecido y los líderes se sienten orgullosos al tener que poner un servicio de orden para canalizar hacia el templo los cientos de personas que asisten al servicio del domingo. Sin embargo, eso no deja de ser una mera apariencia de espiritualidad. El mensaje bíblico de muchas de esas iglesias es simplemente una machacona afirmación humanista del tu puedes. La exposición sistemática de la Palabra no existe. Muchas predicaciones –si se pueden llamar así- apenas citan un solo texto de la Escritura, para que el predicador trate temas sociales, y actuales, bajo una óptica humanista no siempre generosa sino interesada en los recursos materiales que una gran congregación puede proveer. Algunas veces el montaje dominical alcanza extremismos que no sólo no son bíblicos sino que son anti-bíblicos. El púlpito se llena de predicadores que se consideran y se hacen llamar apóstoles. Acompañando a esto hay decenas de testimonios personales de milagros que nunca lo han sido, pero que despiertan la admiración hacia el líder de turno. Algunos fieles entusiasmados se olvidan que los realmente enfermos, paralíticos, ciegos, sordos, etc. no son presentados ante el auditorio, sino que se retienen en algún departamento lejos de las miradas de la gente, para luego decirles que no hay más milagros hoy, o incluso que no han tenido suficiente fe para ser sanados.

        La enseñanza de los actualizadores de la iglesia, incide necesariamente en la alabanza. Hace poco tiempo escuchaba a un presentador de un culto decir a la congregación: Debemos alabar hoy como nunca, porque con eso ofrecemos a Dios un trono, ya que Él se asienta sobre un trono de alabanza. Al convertirse la alabanza en actividad, dejando de ser actitud, es natural que sea la parte más representativa, importante y vital del culto. A Cristo se invita en la alabanza a que venga yocupe Su lugar. Quiere decir que el culto es de la iglesia y que el Señor es el invitado a esa reunión. Según entiendo a la luz de la Biblia, es todo lo contrario. Nosotros somos invitados por Él a venir a su encuentro para oír su voz y responder con alabanza, fruto de labios que confiesan Su nombre (He. 13:15).

        La dinámica de atractivo cultual, lleva también a otros modos, como poca luz para la oración, si es posible en penumbra y con velas, rodeando las oraciones con música suave para generar una atmósfera de espiritualidad que es irreal. El Dios de la Biblia se definió a Sí mismo como luz. En la Palabra las tinieblas no son de Dios, sino del enemigo, pero, las técnicas de espiritualidad actual están desorientando la iglesia en esto y en otras muchas cosas.

        ¿Acaso estoy en contra de la actualización del culto? ¿Quiero mantener las formas de antaño, cantar un determinado tipo de música excluyendo cualquier otra? ¿Me resisto a modificar tiempos, horarios, días de reunión, vestido? ¿Soy opuesto a un buen grupo musical en la iglesia? En modo alguno, he abogado y me he involucrado en el cambio necesario. No podemos continuar con sistemas trasnochados que espantan a los jóvenes, que se hacen insoportables para los niños, que cansan a los mayores y hacen dormir a los viejos. Quiero una iglesia renovada, jovial, dinámica, encantadora. Pero, sobre todo quiero una iglesia bíblica.

        Ninguna iglesia creció jamás en la dimensión en que lo hizo la iglesia en tiempos de los apóstoles. De cuya referencia se tomaron los versículos del encabezado de este pensando en alto. El crecimiento de la iglesia descansa en bases totalmente opuestas a las propuestas del iglecrecimiento actual, es más son incluso totalmente contrarias y nadie de los involucrados en estos métodos se atrevería a usarlos y proponerlos como elementos para hacer crecer una congregación y consolidarla.

        El primer elemento es la perseverancia en la doctrina. Los apóstoles y luego los maestros y pastores, enseñaban doctrina porque predicaban la Biblia. Las congregaciones no venían al lugar de reunión para ser entretenidas, sino para serenseñadas. Los cristianos no salían llenos de experiencias, sino de Palabra. Los hogares cambiaban, las familias se sustentaban, porque eran tocados no por las emociones tan en boga, sino por el Espíritu que aplicaba la Escritura. La iglesia cristiana no tenía que hacer malabarismos para cautivar la sociedad, sino que la sociedad les alababa y reconocía porque vivían conforme a la Escritura. Cristo era el centro de todo, los líderes eran meros servidores del Señor de la Iglesia. El Espíritu Santo conducía la obra y manifestaba Su poder como quería, cuando quería y en el tiempo que quería, sin la pretendida instrumentalización del que deshonesta e incluso impíamente se hace de Él por algunos líderes. Los creyentes entendían la soberanía de Dios, que se niega en el tiempo actual para sustituirla por el poder del hombre.

        El segundo elemento era la reunión eclesial. Los creyentes acudían cada día para ser edificados. La reunión congregacional no es para experiencias sino para edificación. Una lectura desprejuiciada del Nuevo Testamento lo enseña claramente; baste un ejemplo: en la iglesia de los tiempos apostólicos, los pastores y los maestros ejercían sus dones “para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo (Ef. 4:12). Es por eso que el apóstol Pablo enseña que “ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Ef. 4:29). Las palabras corrompidas no son sólo aquellas con las que se expresa un hablar burdo, sino todas las que en el culto no proceden del impulso del Espíritu en conformidad con la Palabra. Debo afirmar que el iglecrecimiento hace énfasis en las reuniones eclesiales, pero no en la razón de esa reunión sino en intereses diferentes a las referencias bíblicas.

       Los creyentes eran sostenidos en sus pruebas, persecuciones, aflicciones, desprecios e incluso muerte, por la gracia poderosa de Dios y por la Palabra. De otro modo, los cristianos se ajustaban a la Biblia y Dios bendecía a los cristianos. Miremos el verdadero iglecrecimiento, conforme a Hechos: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. ¡Pobrecitos, dicen algunos, crecían pero no mucho! ¿No mucho? “Y se añadieron aquel día como tres mil personas”“pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil”… “y la multitud de los que habían creído, era de un corazón y de un alma” (Hch. 2:41; 4:4, 32).

          Solo hay una alternativa: seguir la técnica del iglecrecimiento  o la Biblia,  de otro modo, obedecer a los hombres o a Dios.

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¿Quién es Jesús?

¿Quién es Jesús?

Autor: Adrian Rogers

a1Estimado amigo, estimada amiga, los psicólogos desde hace mucho tiempo han tenido conocimiento de que cada persona tiene un gran anhelo y una gran necesidad interna. El anhelo de ser amado, y la necesidad de amar. Mas cuando las presiones y aflicciones llegan a nuestras vidas, muchos pierden toda esperanza de encontrar algún día el amor.

La tragedia es que frecuentemente buscamos llenar esta profunda necesidad y este profundo anhelo, en los lugares equivocados. Algunos substituyen la lujuria por el amor. Otros persiguen el materialismo o las relaciones superficiales; todo con el inútil intento de llenar el vacío creado por Dios en el corazón humano. ¡Pero le tenemos buenísimas noticias! Existe un amor que vale la pena encontrar y un amor que vale la pena compartir. La Biblia dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Sobre la cruz de Cristo, el poderoso amor de Dios fue revelado y ofrecido incondicionalmente a todo aquel que desee la salvación.

¿Anhela usted conocer este gran amor? Entonces necesito hacerle la pregunta más importante que jamás se le hará: ¿Sabe sin lugar a dudas que Dios le ama, que sus pecados han sido perdonados, y que usted es salvo y va en camino al cielo?

¡La maravillosa noticia es que sí puede saberlo! Permítame compartir con usted cómo descubrir el amor más grande, el amor que vale.

Admita su pecado

Usted debe admitir que es pecador. La Biblia dice: «No hay justo, ni aun uno» (Romanos 3:10). «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23).

Nuestro pecado es lo que nos separa de Dios y nos impide satisfacer nuestros anhelos y necesidades más íntimas. Según Romanos 6:23, el pecado es un delito contra Dios que conlleva un serio castigo: «Porque la paga del pecado es muerte (eterna separación del amor y misericordia de Dios)».

Abandone sus propios esfuerzos

Usted debe abandonar todo esfuerzo de tratar de salvarse a sí mismo. Si pudiéramos salvarnos a nosotros mismos, ¡la muerte de Jesús habría sido en vano!

Inclusive «el comportarse religiosamente» no lo puede salvar. La Biblia dice que «nos salvó [Dios], no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia» (Tito 3:5). La salvación es por la gracia de Dios,«no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9).

Admita el sacrificio de Cristo

Lo que usted no puede hacer por sí mismo, ¡Jesucristo lo ha hecho por usted! «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8). Él murió en la cruz por usted, y resucitó de entre los muertos para demostrar que su sacrificio o pago fue aceptado por Dios. Pero usted debe reconocer y creer en este hecho. «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo» (Hechos16:31).

Acepte a Jesucristo como su Salvador

La salvación es el regalo de Dios para usted. «La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23). Cuando alguien le ofrece un regalo invaluable, lo más sabio de su parte es ¡aceptarlo! En este mismo instante, usted puede recibir el regalo de la salvación que Cristo le ofrece al orar esta simple oración de corazón:

«Amado Dios. Sé que soy pecador. Sé que Tú me amas y deseas salvarme. Jesús, creo que Tú eres el Hijo de Dios, quien murió en la cruz para pagar por mis pecados. Creo que resucitaste de entre los muertos. Ahora me alejo de mis pecados y por medio de la fe, te recibo como mi Salvador y Señor personal. Entra en mi corazón, perdona mis pecados y sálvame, Señor Jesús. En tu nombre te lo suplico. Amén».

Amigo, si usted no ha tomado aún la decisión de recibir a Cristo, le ruego que lo haga hoy. ¡Usted estará eternamente agradecido de conocer el amor que vale!

Dr. Adrián Rogers

Por favor escríbanos haciéndonos saber que recibió a Jesucristo, para regocijarnos con usted.

MINISTERIO EL AMOR QUE VALE
P.O. Box 38400
Memphis, TN 38183-0400
http://www.elamorquevale.org/

Josué señala ciudades de refugio

Josué 19-21

a119:1  La segunda suerte tocó a Simeón, para la tribu de los hijos de Simeón conforme a sus familias; y su heredad fue en medio de la heredad de los hijos de Judá.

Y tuvieron en su heredad a Beerseba, Seba, Molada,

Hazar-sual, Bala, Ezem,

Eltolad, Betul, Horma,

Siclag, Bet-marcabot, Hazar-susa,

Bet-lebaot y Saruhén; trece ciudades con sus aldeas;

Aín, Rimón, Eter y Asán; cuatro ciudades con sus aldeas;

y todas las aldeas que estaban alrededor de estas ciudades hasta Baalat-beer, que es Ramat del Neguev. Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Simeón conforme a sus familias.

De la suerte de los hijos de Judá fue sacada la heredad de los hijos de Simeón, por cuanto la parte de los hijos de Judá era excesiva para ellos; así que los hijos de Simeón tuvieron su heredad en medio de la de Judá.

10 La tercera suerte tocó a los hijos de Zabulón conforme a sus familias; y el territorio de su heredad fue hasta Sarid.

11 Y su límite sube hacia el occidente a Marala, y llega hasta Dabeset, y de allí hasta el arroyo que está delante de Jocneam;

12 y gira de Sarid hacia el oriente, hacia donde nace el sol, hasta el límite de Quislot-tabor, sale a Daberat, y sube a Jafía.

13 Pasando de allí hacia el lado oriental a Gat-hefer y a Ita-cazín, sale a Rimón rodeando a Nea.

14 Luego, al norte, el límite gira hacia Hanatón, viniendo a salir al valle de Jefte-el;

15 y abarca Catat, Naalal, Simrón, Idala y Belén; doce ciudades con sus aldeas.

16 Esta es la heredad de los hijos de Zabulón conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas.

17 La cuarta suerte correspondió a Isacar, a los hijos de Isacar conforme a sus familias.

18 Y fue su territorio Jezreel, Quesulot, Sunem,

19 Hafaraim, Sihón, Anaharat,

20 Rabit, Quisión, Abez,

21 Remet, En-ganim, En-hada y Bet-pases.

22 Y llega este límite hasta Tabor, Sahazima y Bet-semes, y termina en el Jordán; dieciséis ciudades con sus aldeas.

23 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Isacar conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas.

24 La quinta suerte correspondió a la tribu de los hijos de Aser conforme a sus familias.

25 Y su territorio abarcó Helcat, Halí, Betén, Acsaf,

26 Alamelec, Amad y Miseal; y llega hasta Carmelo al occidente, y a Sihorlibnat.

27 Después da vuelta hacia el oriente a Bet-dagón y llega a Zabulón, al valle de Jefte-el al norte, a Bet-emec y a Neiel, y sale a Cabul al norte.

28 Y abarca a Hebrón, Rehob, Hamón y Caná, hasta la gran Sidón.

29 De allí este límite tuerce hacia Ramá, y hasta la ciudad fortificada de Tiro, y gira hacia Hosa, y sale al mar desde el territorio de Aczib.

30 Abarca también Uma, Afec y Rehob; veintidós ciudades con sus aldeas.

31 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Aser conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas.

32 La sexta suerte correspondió a los hijos de Neftalí conforme a sus familias.

33 Y abarcó su territorio desde Helef, Alón-saananim, Adami-neceb y Jabneel, hasta Lacum, y sale al Jordán.

34 Y giraba el límite hacia el occidente a Aznot-tabor, y de allí pasaba a Hucoc, y llegaba hasta Zabulón al sur, y al occidente confinaba con Aser, y con Judá por el Jordán hacia donde nace el sol.

35 Y las ciudades fortificadas son Sidim, Zer, Hamat, Racat, Cineret,

36 Adama, Ramá, Hazor,

37 Cedes, Edrei, En-hazor,

38 Irón, Migdal-el, Horem, Bet-anat y Bet-semes; diecinueve ciudades con sus aldeas.

39 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Neftalí conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas.

40 La séptima suerte correspondió a la tribu de los hijos de Dan conforme a sus familias.

41 Y fue el territorio de su heredad, Zora, Estaol, Ir-semes,

42 Saalabín, Ajalón, Jetla,

43 Elón, Timnat, Ecrón,

44 Elteque, Gibetón, Baalat,

45 Jehúd, Bene-berac, Gat-rimón,

46 Mejarcón y Racón, con el territorio que está delante de Jope.

47 Y les faltó territorio a los hijos de Dan; y subieron los hijos de Dan y combatieron a Lesem, y tomándola la hirieron a filo de espada, y tomaron posesión de ella y habitaron en ella; y llamaron a Lesem, Dan, del nombre de Dan su padre.

48 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Dan conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas.

49 Y después que acabaron de repartir la tierra en heredad por sus territorios, dieron los hijos de Israel heredad a Josué hijo de Nun en medio de ellos;

50 según la palabra de Jehová, le dieron la ciudad que él pidió, Timnat-sera, en el monte de Efraín; y él reedificó la ciudad y habitó en ella.

51 Estas son las heredades que el sacerdote Eleazar, y Josué hijo de Nun, y los cabezas de los padres, entregaron por suerte en posesión a las tribus de los hijos de Israel en Silo, delante de Jehová, a la entrada del tabernáculo de reunión; y acabaron de repartir la tierra.

Josué señala ciudades de refugio

20:1  Habló Jehová a Josué, diciendo:

Habla a los hijos de Israel y diles: Señalaos las ciudades de refugio, de las cuales yo os hablé por medio de Moisés,

para que se acoja allí el homicida que matare a alguno por accidente y no a sabiendas; y os servirán de refugio contra el vengador de la sangre.

Y el que se acogiere a alguna de aquellas ciudades, se presentará a la puerta de la ciudad, y expondrá sus razones en oídos de los ancianos de aquella ciudad; y ellos le recibirán consigo dentro de la ciudad, y le darán lugar para que habite con ellos.

Si el vengador de la sangre le siguiere, no entregarán en su mano al homicida, por cuanto hirió a su prójimo por accidente, y no tuvo con él ninguna enemistad antes.

Y quedará en aquella ciudad hasta que comparezca en juicio delante de la congregación, y hasta la muerte del que fuere sumo sacerdote en aquel tiempo; entonces el homicida podrá volver a su ciudad y a su casa y a la ciudad de donde huyó.

Entonces señalaron a Cedes en Galilea, en el monte de Neftalí, Siquem en el monte de Efraín, y Quiriat-arba (que es Hebrón) en el monte de Judá.

Y al otro lado del Jordán al oriente de Jericó, señalaron a Beser en el desierto, en la llanura de la tribu de Rubén, Ramot en Galaad de la tribu de Gad, y Golán en Basán de la tribu de Manasés.

Estas fueron las ciudades señaladas para todos los hijos de Israel, y para el extranjero que morase entre ellos, para que se acogiese a ellas cualquiera que hiriese a alguno por accidente, a fin de que no muriese por mano del vengador de la sangre, hasta que compareciese delante de la congregación.

Ciudades de los levitas

(1 Cr. 6.54-81)

21:1  Los jefes de los padres de los levitas vinieron al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun y a los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel,

y les hablaron en Silo en la tierra de Canaán, diciendo: Jehová mandó por medio de Moisés que nos fuesen dadas ciudades donde habitar, con sus ejidos para nuestros ganados.

Entonces los hijos de Israel dieron de su propia herencia a los levitas, conforme al mandato de Jehová, estas ciudades con sus ejidos.

Y la suerte cayó sobre las familias de los coatitas; y los hijos de Aarón el sacerdote, que eran de los levitas, obtuvieron por suerte de la tribu de Judá, de la tribu de Simeón y de la tribu de Benjamín, trece ciudades.

Y los otros hijos de Coat obtuvieron por suerte diez ciudades de las familias de la tribu de Efraín, de la tribu de Dan y de la media tribu de Manasés.

Los hijos de Gersón obtuvieron por suerte, de las familias de la tribu de Isacar, de la tribu de Aser, de la tribu de Neftalí y de la media tribu de Manasés en Basán, trece ciudades.

Los hijos de Merari según sus familias obtuvieron de la tribu de Rubén, de la tribu de Gad y de la tribu de Zabulón, doce ciudades.

Dieron, pues, los hijos de Israel a los levitas estas ciudades con sus ejidos, por suertes, como había mandado Jehová por conducto de Moisés.

De la tribu de los hijos de Judá, y de la tribu de los hijos de Simeón, dieron estas ciudades que fueron nombradas,

10 las cuales obtuvieron los hijos de Aarón de las familias de Coat, de los hijos de Leví; porque para ellos fue la suerte en primer lugar.

11 Les dieron Quiriat-arba del padre de Anac, la cual es Hebrón, en el monte de Judá, con sus ejidos en sus contornos.

12 Mas el campo de la ciudad y sus aldeas dieron a Caleb hijo de Jefone, por posesión suya.

13 Y a los hijos del sacerdote Aarón dieron Hebrón con sus ejidos como ciudad de refugio para los homicidas; además, Libna con sus ejidos,

14 Jatir con sus ejidos, Estemoa con sus ejidos,

15 Holón con sus ejidos, Debir con sus ejidos,

16 Aín con sus ejidos, Juta con sus ejidos y Bet-semes con sus ejidos; nueve ciudades de estas dos tribus;

17 y de la tribu de Benjamín, Gabaón con sus ejidos, Geba con sus ejidos,

18 Anatot con sus ejidos, Almón con sus ejidos; cuatro ciudades.

19 Todas las ciudades de los sacerdotes hijos de Aarón son trece con sus ejidos.

20 Mas las familias de los hijos de Coat, levitas, los que quedaban de los hijos de Coat, recibieron por suerte ciudades de la tribu de Efraín.

21 Les dieron Siquem con sus ejidos, en el monte de Efraín, como ciudad de refugio para los homicidas; además, Gezer con su ejidos,

22 Kibsaim con sus ejidos y Bet-horón con sus ejidos; cuatro ciudades.

23 De la tribu de Dan, Elteque con sus ejidos, Gibetón con sus ejidos,

24 Ajalón con sus ejidos y Gat-rimón con sus ejidos; cuatro ciudades.

25 Y de la media tribu de Manasés, Taanac con sus ejidos y Gat-rimón con sus ejidos; dos ciudades.

26 Todas las ciudades para el resto de las familias de los hijos de Coat fueron diez con sus ejidos.

27 A los hijos de Gersón de las familias de los levitas, dieron de la media tribu de Manasés a Golán en Basán con sus ejidos como ciudad de refugio para los homicidas, y además, Beestera con sus ejidos; dos ciudades.

28 De la tribu de Isacar, Cisón con sus ejidos, Daberat con sus ejidos,

29 Jarmut con sus ejidos y En-ganim con sus ejidos; cuatro ciudades.

30 De la tribu de Aser, Miseal con sus ejidos, Abdón con sus ejidos,

31 Helcat con sus ejidos y Rehob con sus ejidos; cuatro ciudades.

32 Y de la tribu de Neftalí, Cedes en Galilea con sus ejidos como ciudad de refugio para los homicidas, y además, Hamot-dor con sus ejidos y Cartán con sus ejidos; tres ciudades.

33 Todas las ciudades de los gersonitas por sus familias fueron trece ciudades con sus ejidos.

34 Y a las familias de los hijos de Merari, levitas que quedaban, se les dio de la tribu de Zabulón, Jocneam con sus ejidos, Carta con sus ejidos,

35 Dimna con sus ejidos y Naalal con sus ejidos; cuatro ciudades.

36 Y de la tribu de Rubén, Beser con sus ejidos, Jahaza con sus ejidos,

37 Cademot con sus ejidos y Mefaat con sus ejidos; cuatro ciudades.

38 De la tribu de Gad, Ramot de Galaad con sus ejidos como ciudad de refugio para los homicidas; además, Mahanaim con sus ejidos,

39 Hesbón con sus ejidos y Jazer con sus ejidos; cuatro ciudades.

40 Todas las ciudades de los hijos de Merari por sus familias, que restaban de las familias de los levitas, fueron por sus suertes doce ciudades.

41 Y todas las ciudades de los levitas en medio de la posesión de los hijos de Israel, fueron cuarenta y ocho ciudades con sus ejidos.

42 Y estas ciudades estaban apartadas la una de la otra, cada cual con sus ejidos alrededor de ella; así fue con todas estas ciudades.

Israel ocupa la tierra

43 De esta manera dio Jehová a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres, y la poseyeron y habitaron en ella.

44 Y Jehová les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres; y ninguno de todos sus enemigos pudo hacerles frente, porque Jehová entregó en sus manos a todos sus enemigos.

45 No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

LAS “COSAS” DE ESTA VIDA.

LAS “COSAS” DE ESTA VIDA.

Pablo Martini
Programa No. 2016-03-05
a1Entre las tantas frases trilladas que conforman nuestro cotidiano hablar está la tan conocida “son las cosas de la vida.” En verdad nada tan abstracto e indefinidito como la palabra “cosa”. ¿Qué es en verdad una cosa? Bueno, nada específicamente y todo en general. Nos referimos a “las cosas de la vida” como a todo ese cúmulo de situaciones que conforman nuestro diario andar. En esas “cosas” se nos va el tiempo, se nos va la vida. Llegan a conformar nuestro mundo, el tuyo y el mío. “Hoy tengo muchas cosas que hacer”, decimos fastidiados a nuestros hijos que reclaman de nuestro tiempo. “Es que no me alcanza el sueldo para comprar todas las cosas que ¿necesito?”, le reclama la esposa desconforme a su marido. “¿Puedo ayudarle en alguna otra cosa que necesite?”, pregunta amablemente la operadora telefónica ante el reclamo por mal servicio. Al fin y al cabo esas “cosas de la vida” son las que nos roban el sueño, la salud, la felicidad y los amigos. Pero al principio no fue así. Cuando Dios creó al primer hombre y a la primera mujer lo rodeó de “cosas” que había en el Edén. Frutos, animales, siembra y cosecha, aves, peces, un árbol prohibido y uno permitido. Pero todas estas cosas estaban bajo sus pies. La orden fue: “señoread sobre los peces del mar, las aves de los cielos, las bestias del campo”… “Señoread”. ¡Qué palabra tan olvidada!

Hoy son las cosas las que se enseñorean sobre nosotros, hoy somos nosotros los que vivimos arrastrados a los pies de ellas. Sí, el mundo está “patas para arriba”. ¿Qué pasó? Simplemente le hemos quitado a Dios el derecho de decidir lo que nos conviene y lo que no. En esta simple definición se resume la tragedia humana. Comimos del fruto del árbol del conocimiento de lo que es bueno y de lo que es malo, (según nuestra opinión, obvio). Nos prometieron ser “dioses” y acabamos siendo esclavos, quisimos alcanzar sabiduría y nos hicimos necios, codiciamos placer y nos convertimos en insatisfechos crónicos.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Si queremos cambiar nuestra historia volvamos al Edén. (Lucas 23:43)

«LO QUE NOSOTROS NO PODEMOS DARLE»

5 mar 2016

«LO QUE NOSOTROS NO PODEMOS DARLE»

por Carlos Rey

a1En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio http://www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue:

«Tengo treinta y un años…. El problema en mi vida ha sido la escasez de dinero…. Me casé hace un año, y pensé nunca tener hijos; pero ahora estoy embarazada de diez semanas y quiero dar en adopción a mi bebé. Quiero dárselo a una familia que tenga posibilidades económicas para que nunca le falte nada…. Mi bebé necesitará muchas cosas que yo no puedo darle….

»No sé si estoy haciendo bien ante los ojos de Dios. Pienso que, si lo adopta… una buena familia, él pueda ser feliz y que le den lo que nosotros no podemos darle.»

Este es el consejo que le dio mi esposa:

«Estimada amiga:

»… La pregunta más importante que queremos hacerle es: ¿Qué piensa su esposo acerca de esto? Usted nos cuenta su caso en primera persona, dando así la impresión de que su esposo no tiene nada que ver con la decisión que se haya de tomar. O tal vez nos esté dando a conocer solamente lo que piensa usted debido a que su esposo no está de acuerdo, y usted quisiera que nosotros la apoyemos en este conflicto que está teniendo con él.

»Si usted sigue de cerca UN MENSAJE A LA CONCIENCIA, sabe que mi esposo y yo creemos de todo corazón en la adopción. A tres de nuestros cinco hijos los adoptamos, y creemos que la adopción es la opción acertada cuando una mujer da a luz un hijo y no puede cuidarlo por ser demasiado joven o soltera, o por no tener la preparación necesaria para ser madre.

»En cambio, usted no es demasiado joven y sí está casada. Así que sólo nos queda saber si usted tiene la preparación necesaria. Usted dice que, cuando se casó, pensó que nunca tendría hijos. ¿Lo dice porque no quería tener hijos? De ser así, ¿tomó esa decisión de común acuerdo con su esposo? …

»Todos los días hay mujeres que dan a luz niños a pesar de no tener dinero. Como quieren tener los niños, se sacrifican en otros sentidos a fin de darles a sus bebés lo que éstos necesitan. Si su esposo no está de acuerdo con el deseo que usted tiene de dar en adopción a su bebé, entonces los dos se las arreglarán para proveer para su sustento.

»En cambio, si su esposo está de acuerdo con dar a su hijo en adopción, afrontarán una fuerte oposición de parte de su familia y de sus amigos. Muchas personas los acusarán de haber abandonado a su hijo y tratarán de hacer que se sientan culpables. Así que tendrán que estar firmes en la convicción de que están haciendo lo debido.

»En todo caso, lo cierto es que Dios, nuestro Padre celestial, permitió que Jesucristo, su único Hijo, fuera adoptado por José, el esposo de María. Era necesario que Jesús creciera como parte de una familia humana para que posteriormente pudiera ser el que tomara sobre sí el castigo de nuestros pecados en la cruz. Así que Dios escogió a un padre terrenal para su Hijo a fin de asegurarse de que Jesús recibiera el debido amor y cuidado.»

Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo ingresar en el sitio http://www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 241.

 

¿Quién decide qué es bueno o malo?

Marzo 5

¿Quién decide qué es bueno o malo?

Lectura bíblica: Génesis 3:1–7

Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Juan 8:32

a1Tu mejor amigo te pasa un cigarrillo. Eso te sorprende mucho.
—¿Tú fumas? —protestas—. Fumar es malo. ¡Es tonto!
—¿Quién lo dice? ¿Tú mamá? —te pregunta burlonamente tu amigo.

Tú te mantienes firme:
—¿Qué te pasa? ¿Estabas durmiendo cuando pasaron esas fotos en la escuela? ¿No viste que fumar te deja los pulmones negros como el azabache?
Tu amigo te retruca:
—Esas fotos son todas mentiras. La única razón por la que los adultos nos dicen que no fumemos es porque no quieren que nos divirtamos.
Entonces tu amigo te lanza una última flecha:
—¿Por qué no decides las cosas por ti mismo?
Esa es una escena que todos enfrentamos al ir creciendo. Si el argumento no es sobre el cigarrillo, es sobre alguna otra actividad que “todos” dicen que es demasiado divertida para pasar por alto. Y la tentación se hace más fuerte cuando los demás te desafían a que decidas por ti mismo las cosas.

Allá en el jardín del Edén, Satanás convenció a Eva de que Dios no se ocupaba del bienestar de ella, y que hacer lo que ella quería era la manera de obtener lo que le convenía. El argumento astuto de la serpiente dio resultado, por supuesto. Satanás convenció a Adán y Eva de que eran bastante inteligentes para determinar ellos mismos lo que es bueno y lo que es malo.

¿Sabes una cosa? Satanás todavía quiere impedir que reconozcamos a Dios como el único juez de lo que es bueno. Le encanta ayudarnos a salir con excusas por conductas que Dios dice que son malas. Nos provoca a creer que es inteligente descartar los mandatos de Dios y discernir por nosotros mismos lo que es bueno y lo que es malo.
Eso es como un marinero en medio del océano que gira como un trompo y donde se detiene, decide que ese es el norte. En el pasado, antes de que los barcos tuvieran sistemas sofisticados de navegación que mostraran exactamente dónde se encontraban en el océano, los marineros se fijaban en cierta estrella —llamada la Estrella Polar— para saber en qué dirección estaba el norte. Cuando el marino se encontraba rodeado de agua, sin tierra a la vista, le era fácil desorientarse, no podía confiar en su sentido de dirección. Si no marcaba su curso guiado por la Estrella Polar, pronto se perdía. Si ignoramos el hecho de que sólo Dios nos da dirección, es seguro que nos extraviaremos.

Dios nos ama tanto que no deja que lo bueno y lo malo sea cuestión de opiniones. Nos ama tanto que hace que sus mandatos sean claros y fáciles de comprender. Y no nos enseña lo que es bueno y lo que es malo para arruinarnos la vida. Quiere mostrarnos cómo lograr que la vida sea todo lo bueno que puede ser.

PARA DIALOGAR
¿En qué ocasiones te ha dicho la persona incorrecta lo que es correcto? ¿De qué forma dependes de Dios para que te diga lo que es bueno y lo que es malo? ¿Qué sucede cuando no lo haces?

PARA ORAR
Señor, sólo tú sabes lo que es lo mejor para nosotros. Hoy y siempre, queremos escucharte para que nos ayudes a discernir entre lo bueno y lo malo.

PARA HACER
Prepara una lista de personas y cosas que tratan de persuadirte a actuar de cierta manera. Dialoga sobre cuáles son dignas de escuchar, y cuáles te desvían para que no sigas los mandatos de Dios.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.