11-La historia de una joven atrapada por una secta

La historia de una joven atrapada por una secta

por L.M.

a1(En este capítulo presentamos la triste pero verídica historia de una muchacha de dieciséis años, escrita por ella misma, una muchacha que se unió a una semisecta. Sugerimos que el lector intente ponerse en el lugar de ella y preguntar: ¿Qué hubiera podido hacer para no quedar atrapada en ese grupo? ¿En qué fallaron sus padres y los líderes de la iglesia a que fielmente asistía antes de comenzar en La Capilla? ¿Qué hizo el grupo semisectario para atraer a tantos jóvenes? ¿Hay lecciones para nosotros?)

La siguiente es una crónica de mi experiencia con una iglesia que denominaré La Capilla, de donde fui miembro durante un año. Creo que se ha incrementado el número de personas con experiencias similares a la mía, y por eso comparto este testimonio.

Crecí en un hogar cristiano. Mi padre era anciano en nuestra iglesia y mamá tenía parte activa en la congregación. Yo regularmente asistía a la iglesia con ellos. Leía la Biblia, oraba, creía en Dios y en Jesús como Hijo de Dios y Señor de mi vida, y pienso que mi vida reflejaba ese hecho.

Mis experiencias en La Capilla comenzaron cuando yo tenía sólo dieciséis años. Mi grupo de Muchachas Exploradoras contaba con una nueva líder un poco mayor que yo. Durante una reunión nos invitó a asistir a la iglesia con ella. La mayoría ya asistía a su propia iglesia, por lo que nadie prestó atención a su invitación, pero ella con persistencia comentaba cuán hermosa era esa iglesia donde se reunía y con insistencia nos animaba a ir. Algunas veces nos acosaba individualmente. En parte para apaciguarla pero más que nada para que dejara de invitarnos, acepté la invitación. Fue una gran experiencia. Me sentí muy «enganchada» con los cultos. Las personas siempre sonreían y parecían felices. La reunión era de un estilo espontáneo y realmente me atraía. La congregación, que en un 90% constaba de jóvenes universitarios, cantaba con un entusiasmo como nunca había visto antes, y todos tomaban notas durante el sermón. Después del servicio todos se abrazaban y conversaban; no disparaban a sus casas como en otras iglesias a las que había concurrido. Daba la impresión de que todos en un momento u otro se presentaban, conversaban, e invitaban a seguir concurriendo. Me preguntaron si había oído sobre algo llamado «charla espiritual» que estaba a cargo del copastor de la iglesia. Todos deseaban saber si yo había convenido en asistir a esa charla el martes siguiente.

Ese día en la iglesia había varias estudiantes de la secundaria con quienes había tenido trato superficial; sólo sabía sus nombres. Al día siguiente en la escuela cada una de ellas se me acercó en algún momento del día y preguntó si yo pensaba ir a la «charla espiritual» el martes y a una fiesta el miércoles por la noche. Yo estaba muy impresionada porque esta gente, a quien casi no conocía, me pedía que asistiera a las actividades de la iglesia. Lo pedían de tal manera que casi me sentía obligada a decir que sí.

Pronto empecé a asistir regularmente. Aún era muy feliz con mis propias creencias; simplemente quería asistir a esa iglesia pero sin involucrarme demasiado. Sin embargo, mi líder del grupo de Muchachas Exploradoras constantemente me pedía que me uniera a ellos. Había asistido sólo dos domingos cuando durante la invitación al concluir el culto, me presionó a que pasara adelante. Cuando le dije que no sentía la necesidad de hacerlo se sintió herida, y esa tarde conversamos nuevamente. Siguió insistiendo en yo debía hablar con el pastor de la iglesia. Por mi parte, no veía la necesidad de hacerlo ya que me sentía cómoda con lo que yo creía. Pero ella continuaba insistiendo, y al concluir el servicio el pastor mismo vino a pedirme que fuera a conversar con él. Yo sólo sonreí, preguntándome por qué me presionaban tanto.

Ante otra invitación del pastor, un domingo dije: —Bueno, sí.

—¡Qué bien! —respondió él—. ¿Qué te parece el miércoles a las cuatro?

Tenía una cita con el pastor.

Comenzó con una charla amena haciéndome preguntas sobre mi vida, mis pasatiempos, la escuela y luego sobre mi relación personal con Dios. Eran preguntas enfáticas: cuánto oraba, cuánto leía la Biblia, si creía que lo que decía la Biblia era verdad. Un estigma sentí en mi. Cuando me preguntó si me había bautizado, respondí que a los nueve años. Entonces me explicó que según Gálatas 3:26, Hechos 2:38 y 1 Pedro 3:21 uno no puede ser cristiano hasta que se bautiza correctamente. Dedujo que mi bautismo no era correcto y que por lo tanto yo no era cristiana. Agregó que el solo hecho de creerme cristiana no significaba que lo fuera. Cuando le hablé de los años en que yo había hecho todo lo posible para seguir el ejemplo de Cristo, «tapó» todo eso con el versículo de Gálatas 2:11, donde dice que el hombre no es salvado por sus obras sino por fe. Cuando le respondí que tenía fe en Cristo, me dijo que si así fuera hubiera sido bautizada en Cristo como Él deseaba. Me señaló Marcos 16:16: «El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado». Para cada pregunta mía él tenía una respuesta con muchos versículos de la Escritura que parecían apoyarla. Su forma de actuar y de hablarme era tal que casi empecé a creer en lo que decía. Al finalizar nuestra conversación me preguntó si deseaba ser bautizada para así llegar a ser cristiana. Yo precisaba tiempo para pensarlo, de modo que concertó una cita para el lunes siguiente y me dio una lista de Escrituras para estudiar. Me animó a tener antes del lunes estudio bíblico y oración con mi líder de las Muchachas Exploradoras.

Me retiré de su oficina confundida, no creyendo en todo lo que había dicho pero sí dudando de mi salvación. Necesitaba tiempo para estar sola y pensar. En el colegio mis nuevas amigas de la iglesia se acercaron; eran muy amables, caminaban juntas conmigo hasta la clase, comían conmigo y volvíamos juntas a mi casa todos los días. A menudo me encontraba con mi líder de Muchachas Exploradoras para conversar, estudiar la Biblia y orar. Casi todas las noches asistía a un culto en la iglesia.

En la próxima cita pastoral y sin mis «amigas guías» me sentí muy confundida. Ricardo, el pastor, afirmó que mi bautismo era el primer y más importante paso para ser cristiana. Yo no estaba del todo de acuerdo, pero reconocí que para ser miembro de ese grupo debía bautizarme en esa iglesia. Ellos aseguraban no tener membresía y que cualquier cristiano era bienvenido en su confraternidad; sin embargo, eran ellos los que decidían quién es cristiano y quién no. Yo realmente deseaba ser parte de ese grupo; me hacían sentir amada y todos siempre parecían felices y amorosos. Nunca había tenido tantos amigos que me hubieran aceptado aceptaron incondicionalmente. Descubrí que cuanto más hablaba el pastor, más le creía. Dos días más tarde me bauticé. Todos hicieron una fila para abrazarme, besarme y decirme cuán contentos estaban de que finalmente me hubiera convertido en su hermana y qué bueno había sido que Cristo me hubiera mostrado «el camino». Su entusiasmo era contagioso. Una de mis nuevas amigas en el colegio me preguntó si deseaba ser su «compañera de oración». Dijo que todos en la iglesia tenían dos o tres compañeros de oración con quienes se reunían una o dos veces por semana para conversar, estudiar y orar juntos. Ella llegó a ser mi tutora y me empezó a enseñarme más acerca de cómo llegar a ser y seguir siendo cristiana. Conversábamos sobre cómo crecíamos y a quién le testificábamos.

Aprendí que no debía asociarme con «gente que no fuera de nuestra iglesia», a no ser con la intención de invitarlos a asistir a nuestras reuniones. Como mi novio no quiso dejar la iglesia bautista, el pastor me leyó y explicó 2 Corintios 6:14, «No se unan en matrimonio con los que no aman al Señor» (VP). Luego, Biblia en mano, me señaló los puntos doctrinales incorrectos de la iglesia bautista. Como mi novio rehusaba unirse a nuestra iglesia el pastor me aseguró que no era creyente, y que yo debía decidir entre mi novio y la obediencia a Dios.

También tenía dos amigas íntimas, y se me permitía estar con ellas siempre y cuando existiera la posibilidad de que se unieran a la iglesia. De manera que aunque estaba perdiendo a todos mis amigos anteriores, estaba tan entusiasmada con esta nueva y gran iglesia que por el momento no los extrañaba pues estaba haciendo muchas amistades nuevas.

La Capilla virtualmente insumía todo mi tiempo. Los domingos había reuniones mañana y tarde; los lunes por la noche estudio bíblico; martes a la noche «charla espiritual»; miércoles, culto en la iglesia; viernes a la noche, devocional; jueves y sábado eran noches para sociabilidad con otras personas de la iglesia. Además pasaba mucho tiempo con mi compañera de oración y muchas veces salíamos de compras con un grupo de hermanas.

Debido a que estaba tanto tiempo en la iglesia, no sólo me desentendí de mis amigos anteriores sino que no tenía tiempo para otras actividades. Me habían explicado que el estudio bíblico y la comunión con mis hermanos eran más importantes que cualquier otra actividad. No era fácil faltar a un culto de la iglesia; si lo hacía, de alguna manera todos lo sabrían (como explicaré más adelante), lo mencionarían y averiguarían el motivo por el cual yo había faltado. Las personas se ofrecían para llevarme a la iglesia para asegurarse de que fuera. Cualquier actividad que estuviera en pugna con la iglesia no estaba permitida. Yo tocaba en una banda que practicaba miércoles y viernes, y me encantaba; me pidieron que la deje. Recibí permiso del director de la banda para salir más temprano los viernes a fin de no perder los devocionales, pero eso significaba que lo mismo iba a perder los cultos de los miércoles, por lo tanto debí recibir un permiso especial del pastor para poder participar en la banda los miércoles por la noche. De esta manera La Capilla comenzó a absorber mi vida.

Pocas semanas después de haberme convertido en miembro, repentinamente caí muy enferma y debí ser hospitalizada por varias semanas, a lo que siguieron largos meses de recuperación en casa. Las personas de la iglesia eran muy persistentes en sus visitas. Tal es así que mis padres se quejaron y los médicos declararon que era malo para mi salud. Nunca me dejaban sola. Durante dichas visitas querían averiguar qué hacía yo: si continuaba leyendo la Biblia, si invitaba a la gente del hospital a que fuera a la iglesia. Incluso me traían notas de los mensajes del pastor —ya que todos debían tomar notas—, listas de versículos bíblicos que debía memorizar y libros y tratados que pensaban yo debía leer. Durante la visita siguiente me preguntaban qué ayuda espiritual había recibido de esos libros; si no leía cierto libro o no copiaba las notas ni memorizaba los versículos bíblicos, a pesar de mi enfermedad me reprochaban el no usar mi tiempo en forma sabia.

Mi enfermedad se prolongaba, eventualmente hasta las personas más persistentes comenzaron a mostrar menos interés. Como sus visitas eran menos frecuentes, encontré tiempo para reflexionar; comencé a mirar la iglesia desde una perspectiva más objetiva. Un día vino a visitarme un joven y me preguntó si les había testificado a mis padres. Le contesté que los había estado invitando a la iglesia, pero él quiso saber si yo les explicaba cómo salvar sus almas. Mi padre era anciano en su iglesia y mi madre secretaria de la Comunidad de Universitarios, un grupo cristiano evangélico que ministra a los estudiantes universitarios de nuestra ciudad. Yo estaba segura ambos eran verdaderos cristianos y le expliqué esto al joven. Para mi sorpresa, comenzó a refutar punto por punto la doctrina de la iglesia a la que asistían mis padres. Él parecía conocer la doctrina mejor que yo; todo lo «respaldaba» con las Escrituras. Continuó diciendo que La Capilla no tenía tales defectos. Luego comenzó con las mismas críticas a la Comunidad de Universitarios. Su conclusión era que cualquiera que asistiera a esa iglesia o grupo paraeclesiástico no podía ser un cristiano verdadero. Sin haber conocido a mis padres, los consideró paganos.

Dejé que se fuera, asegurándole que les testificaría a mis paganos padres. El hecho de que mi madre fuera secretaria de la Comunidad Universitaria era de mucho interés para La Capilla ya que uno de sus mayores desafíos era convertir a un miembro de la Comunidad Universitaria a quien veían como organización rival. Siendo la hija de la secretaria, se esperaba que yo la «convirtiera».

Sólo le había confiado a este joven la cuestión de mi madre, pero en pocos días los demás miembros de la iglesia lo comentaban conmigo. Lo que me desconcertó fue que tantos lo supieran en tan poco tiempo; por lo tanto quise averiguarlo. Había ocurrido por medio del sistema de «compañeros de oración». Cada miembro tenía al menos un compañero de oración (pero por lo general otros dos) a quien le contaba absolutamente todo sobre sí mismo y sobre todos los demás. Ese compañero de oración luego lo revelaría a otro compañero de oración, quien a su vez lo comunicaba a sus propios compañeros de oración. Cualquier detalle que uno le confiara a un compañero de oración un día lunes, el día viernes se sabría en toda la iglesia. De esa manera los líderes podían controlar a todos.

Fue entonces que comprendí por qué, cuando recién comencé, seis u ocho personas a quienes casi no conocía me habían pedido que me uniera a la charla espiritual. Esto no solamente me había impresionado sino que además había sido un motivo de halago para mí, aunque también había sentido presionada a aceptar sus invitaciones. El sistema también cumple su función entre aquellos que comienzan a «flaquear». En pocos días toda la iglesia lo sabe y comienza a aplicar presión para que el alejamiento no se concrete.

Esperar que yo tratara de decirles a mis padres que no eran creyentes, fue lo que me hizo reconocer que La Capilla creía ser la única iglesia con la doctrina correcta. Todos en La Capilla creían que cualquiera que estuviera involucrado con otro grupo caminaba rumbo al infierno.

El requisito impuesto a los miembros era estudiar la doctrina a fin de que si nos encontrábamos con otro grupo, éstos supieran qué creíamos y nosotros pudiéramos demostrar que la doctrina de La Capilla era la única correcta. Siempre teníamos un argumento preparado sobre cualquier tema, y usábamos los mismos versículos vez tras vez. Cada uno de nosotros aprendía los mismos versículos; no había variación. Si alguno de afuera le hacía una pregunta a algún miembro, obtenía la misma respuesta que podía dar yo o cualquier otro miembro.

A esa altura me di cuenta de que quería dejar esa iglesia. Sin embargo, Julia, mi amiga íntima, se estaba por bautizar. Conociendo las reglas sobre las amistades entre los miembros y los que no lo fueran, reconocí que o bien debía quedarme y mantenerla como amiga, o dejar la iglesia y perder su amistad. Ninguna de las perspectivas me agradaba, por lo tanto decidí hablar con ella y hacerle ver ciertas cosas que yo comenzaba a descubrir en la iglesia. Quería que supiera que yo deseaba seguir siendo su amiga pero estaba planeando retirarme del grupo. Nunca pude llegar a ese punto de la conversación pues ni bien le hice saber mi sentir de que La Capilla no era la única iglesia verdadera, se inquietó tanto que llamó a su compañera de oración, quien a su vez llamó a otros cinco que vinieron al instante. Allí estaba yo, enfrentando a Julia, a sus compañeras de oración y a cinco hombres, todos sentados en círculo alrededor de mí con sus Biblias abiertas. Me aleccionaron sobre cómo y por qué La Capilla era la única iglesia verdadera, y para ello utilizaron todos los versículos que yo había aprendido. Sus argumentos estaban afablemente preparados, y mientras uno se dirigía a mí los otros preparaban el próximo versículo bíblico. No me daban tiempo de mirar los versículos ni de hablar. Alguien me hablaba constantemente; me sentí abrumada y desesperada sin preparación para debatir con ellos. Me interrumpían en la mitad de las frases; cuando a veces me daban la oportunidad de terminar una aseveración, continuaban como si yo no hubiese dicho nada, buscaban un versículo y alegaban: «La Biblia dice que…» y luego me preguntaban si tampoco estaba de acuerdo con la Biblia. Además, durante toda la tarde me clavaron la vista de manera amenazadora.1 Me pusieron tan nerviosa que no lo soporté, y a las 11 de la noche me rendí arrepentida y volví a la iglesia.

Para entonces estaba recobrando la salud y se me requería asistencia regular a los cultos. En los meses siguientes por vez primera hice un estudio de lo que era esa iglesia.

Sólo a los miembros bautizados se les permitía asistir a ciertas actividades. Mi hermano asistía regularmente pero había sido bautizado en otra iglesia y rehusó ser bautizado otra vez, por lo tanto había ciertas actividades a las que a él no lo invitaban. La primera vez que sucedió le pregunté a mi compañera de oración si habría habido una equivocación. Me contestó que como mi hermano no era miembro, no se lo invitaba a reuniones para «miembros solamente». Sorprendida, mencioné que la iglesia alegaba no tener membresía y decía estar «abierta a todos los cristianos». Con sencillez me respondió que mi hermano no era cristiano porque había sido bautizado en una iglesia errada. Después de esto mi hermano dejó de asistir.

Las reuniones para «miembros solamente» se anunciaban por invitación personal, y los que no pertenecían a la iglesia no podían asistir. En éstas se discutían asuntos que tanto ellos como los no miembros no comprenderían, tales como técnicas que se utilizarían al hacer visitación casa por casa. La idea era entrar a una casa con la intención de pedirle al residente que asista a la iglesia. Hay muchos manejos y trampas para manipular a la gente. Una vez que se abre la puerta y si la televisión está encendida, luego de presentarse, inmediatamente hay que demostrar interés en el programa que el otro está mirando.

—Oh, yo justamente estaba mirando este programa —había que decir aunque no fuera cierto—. ¿Le molestaría si me quedo a mirar con usted?

De esa manera una persona completamente extraña se siente obligada a dejar entrar al visitante. Una vez adentro, las instrucciones son ser lo más amable posible, tener conversaciones inteligentes, y tratar de averiguar todo sobre la persona antes de intentar convencerla de asistir a la iglesia. Se nos enseñaba a ir de a dos, ya que si surgía algún argumento religioso, uno de los dos podría hablar mientras el otro buscaba los versículos correspondientes. Si uno no podía pensar en una respuesta adecuada, seguramente el otro podría hacerlo.

Recibíamos instrucciones sobre cómo presionar para conseguir que la gente asista. Nunca había que darles la oportunidad de que se negaran. Debíamos insistir diciendo, por ejemplo: —Pasaré a buscarlos mañana a las 6:45.

Después de salir de ese hogar, debíamos tomar notas cuidadosamente para que la próxima vez la persona se impresione al creer que recordamos todo sobre ella. Era común dejar un efecto personal «olvidado» a fin de que hubiera una excusa para volver y así tener otra oportunidad de hablar con la persona.

Las reuniones exclusivamente para miembros eran también ocasiones para efectuar promesas sobre cuántas personas teníamos intención de invitar cada semana. Frecuentemente recibíamos instrucciones sobre el tema y nos presionaban para que apareciéramos con muchas visitas. Yo me preguntaba si mi presencia habría sido simplemente un número para mi líder de las Muchachas Exploradoras.

Más aún, se nos ordenaba aparentar que siempre estábamos felices. Era extremadamente importante sonreír siempre, y fui criticada por no hacerlo lo suficiente. Se nos decía cuán importante era aparentar interés durante un sermón para impresionar a los visitantes. Se nos indicaba cómo entablar amistad con extraños; cómo hacer para que las personas se sintieran amadas antes de que las invitáramos a la iglesia, cómo cantar con ganas y emoción, también para impresionar favorablemente a las visitas.

Permanecí en La Capilla durante seis meses más, fingiendo; pero no era feliz y quería retirarme. Hace falta una valentía fenomenal para hacerlo. Yo tenía miedo de lo que pudiera suceder. No quería otra escena como la anterior. No quería perder a mis amigos y ya no tenía otros fuera de la iglesia. Parecía no encontrar escapatoria ni a nadie que me ayudara. Necesitaba desesperadamente que alguien hablara conmigo, pero la iglesia había cortado mis vínculos con la gente que no pertenecía a ese grupo exclusivo.

Era difícil para mí confesarle a mis padres que me había equivocado. Sin embargo, cuando lo hice ellos me apoyaron y me animaron a hacer lo que debía. Lo correcto era seguir a Cristo. Había estado viviendo un engaño. También me di cuenta de que mi vida estaba siendo controlada por un grupo de personas en lugar de ser controlada por el Señor. En lugar de seguir las enseñanzas de la Biblia, yo estaba siguiendo las interpretaciones dadas por el pastor y el copastor.

La razón por la cual me quedé tanto tiempo en La Capilla fue mi amistad con Julia; pero cuanto más se involucraba ella en la iglesia, menos tiempo tenía para mí. Finalmente llegué al punto de estar lista para tomar una decisión. Querían manejar mi vida: ellos me decían qué Biblia debía leer, qué amigos podía tener, a qué colegio debía asistir. Por lo tanto casi al año de haber sido bautizada, le comuniqué a mi compañera de oración que me retiraba de la iglesia. Estaba preparada para cuando me preguntara por qué. Cuando lo hizo le di tres razones: (1) Dudaba seriamente de que esa doctrina de salvación fuera bíblica; (2) no creía que el pastor y el copastor fueran las únicas personas que conocieran la verdadera interpretación de la Biblia; (3) creía que hay cristianos verdaderos en otras iglesias.

Ella sacó su Biblia, pero le dije que no se molestara ya que sabía perfectamente bien lo que estaba por decir. Yo había tomado una decisión terminante ante Dios.

Sin embargo, en lugar de sentir el alivio que esperaba, me sentí tensa e insegura. Es difícil describir por qué precisé tanta valentía para retirarme. En parte, porque sabía que por medio del sistema de compañeros de oración muy pronto todos lo sabrían. El sólo pensar que toda la iglesia comentaría y oraría porque yo «renegaba», me acobardaba. Aunque había participado cuando otros habían «renegado», no estaba segura de cuánto podría soportar la presión que ellos pondrían sobre mí para tratar de que yo volviera. Hacía falta valor para no estar de acuerdo con personas a quienes había dedicado un año de mi vida… las mismas que me habían abrazado y asegurado cuánto me amaban. Cuando me retiré de la iglesia, dejé tras de mí el sentido de seguridad. Esa gente había sido una parte tan grande de mi vida, que aunque parezca extraño sentí un gran vacío. Repentinamente no tenía nada que hacer, estaba sola y sin amigos. Decidí tratar de ver si aún podía seguir mi amistad con chicas de la iglesia, especialmente con Julia.

Me integré a la iglesia bautista local y comencé a trabajar allí, caminando con el Señor de la mejor manera posible. Con esto deseaba demostrarle a los miembros de La Capilla que realmente era posible ser un cristiano verdadero sin estar unido a ellos.

Las chicas que asistían a La Capilla continuaban hablándome en la escuela y comiendo conmigo a la hora del almuerzo. Sin embargo, después de seis semanas fue como si mi período de gracia se hubiera extinguido. Un día mi anterior compañera de oración me llamó aparte y abrió su Biblia en 1 Corintios 5:11: «Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis». Prosiguió alegando que yo había rechazado a Cristo como mi Salvador, y con la aprobación del pastor ellas no se asociarían más con personas como yo. Luego me pidió que no me uniera más a la mesa donde almorzaban. Me sentí tan insultada y enfurecida que no pude pensar en nada que decir o hacer. Simplemente me fui. Después me di cuenta de la estupidez de la situación; yo no había rechazado a Cristo, sólo a su iglesia; no había fallado a las expectativas que Dios tenía con respecto a mí, solamente a las que tenían ellos. Dudo que alguna vez le hayan pedido a Dios su opinión sobre la situación. El versículo que utilizaron contra mí fue tomado de contexto en forma grosera. Mi ex amiga nunca me detalló exactamente a qué categoría de 1 Corintios 5:11 pertenecía yo. Yo sabía que no andaba en pecado sexual, no era avara, idólatra, borracha ni ladrona.

Las últimas palabras que me dirigió fueron: «Recuerda que aún te amamos». Palabras interesantes para alguien que me estaba rechazando. Me hicieron reconocer cuán vacío y superficial había sido todo. Cada vez que me habían abrazado, había sido para retenerme en la iglesia. Nunca me habían amado de verdad. Cuando los quise confrontar por sus creencias me esquivaron, incluso Julia que había sido mi buena amiga durante seis años. Por cierto que me sentí profundamente herida, confundida, asustada y enojada. Me habían despojado de un año de vida, de mi novio y de mi amiga íntima. Habían jugado con mis emociones y virtualmente habían controlado mi vida. Deseaba pagarles con la misma moneda, pero cualquier cosa que hiciera o dijera sería tomada como una venganza de mi parte y demostraría que yo era lo que ellos señalaban, una pagana.

Mis padres estaban muy molestos con la situación. Papá llamó por teléfono a los pastores para asegurarse de que estas adolescentes no estuvieran obrando por cuenta propia. Sin embargo, se enteró de que habían recibido instrucciones para hacerlo. Fue doloroso para mí comprender que el pastor que había compartido comidas conmigo, que me daba abrazos después de los cultos y me decía cuánto me amaba en Cristo, hubiera aleccionado a las que fueron mis amigas para que me dieran la espalda. Uno no puede describir con palabras el dolor de experiencias como ésta; sería difícil comprenderlo para una persona que no lo ha vivido. Yo había sido una cristiana fiel y confiada antes de ingresar a La Capilla, y después de esto mi confianza en Dios se vio severamente debilitada. Perdí confianza en la gente por temor a que llegaran a ser tan falsos como la gente de ese grupo.

En conclusión, creo que este tipo de iglesia está perjudicando a muchos. Reconozco que mis experiencias no son tan extrañas ni tan severas como las de otros. Las comparto para advertir a los jóvenes inseguros y solitarios que buscan un lugar donde sentirse cómodos. Los grupos como éste ofrecen lo que aparenta ser amor y aceptación, y a primera vista la iglesia puede parecer hermosa; pero luego los miembros confunden y presionan para que uno se involucre, y recién cuando es demasiado tarde uno reconoce que está siendo parte de una secta. Por otro lado, aquellos que no han tenido una experiencia previa con Dios, pueden desviarse totalmente por este mal ejemplo, creyendo que todas las iglesias son iguales.

Este grupo y otros similares están creciendo rápidamente. Es fundamental preguntarse cómo y por qué están creciendo. Funcionan de esa manera porque para ellos el fin justifica los medios, y lamentablemente están perjudicando a muchas personas vulnerables.

El gnosticismo: trasfondo doctrinal de 1 Juan

El alarmante crecimiento de las sectas en América Latina no es also nuevo. Mucho del Nuevo Testamento está escrito precisamente para contender con herejías. Es así a través de la historia de la iglesia cristiana. Los credos que antes citaban en los cultos de nuestras iglesias fueron elaborados para resolver controversias doctrinales. El gnosticismo es la herejía más perjudicial de los primeros tres siglos de la era cristiana, y en América Latina actualmente está resucitando con otros nombres. Es importante recordar que los gnósticos pretendían ser cristianos; esta secta comenzó dentro de la iglesia.

El fundamento de esta doctrina errónea es el siguiente: La materia física es algo maligno mientras el espíritu es eternamente puro y bueno. El cuerpo humano, siendo materia, es malo. El espíritu humano según ellos es eternamente bueno y no puede ser afectado por lo que uno hace en el cuerpo. La resultante doctrina de la salvación es saber cómo librar al espíritu del cuerpo. La manera gnóstica de lograr salvación es por medio de un conocimiento especial (griego: gnostik,«conocimiento»). Según ellos uno alcanza la salvación por medio de un autoconocimiento («una nueva luz») y no por conocer a Cristo Jesús como Salvador. A su vez la excelencia espiritual no consiste en vivir una vida santa sino en poseer un conocimiento superior. Este conocimiento, argumentan los gnósticos, se les revela el Cristo, mensajero del Dios verdadero, en forma directa. Cristo, según ellos, no es tanto un Salvador sino un revelador que vino para propagar la gnosis secreta a los privilegiados. Esta «nueva» enseñanza de los gnósticos está por encima de la Escritura. Es imprescindible adquirir la nueva luz aunque uno viole los mandamientos de la Escritura o entre en pecado y tinieblas para lograrlo. Para ellos el fin justifica los medios. Como en toda doctrina errónea, ésta ofrece una vía corta o mística para la vida cristiana que no incluye la sencilla obediencia a la Palabra de Dios. Por su puesto, socava la doctrina bíblica de la redención.

La clara enseñanza de Juan que Dios es luz, que no hay ningunas tinieblas en Él (1:5) y que quienes andan en tinieblas no practican la verdad (1:6), contradecía la doctrina de los gnósticos y resultaba ser un bálsamo para el alma de los fieles.

Las dos influencias principales que dieron forma a esta doctrina fueron:

1) Los docetistas1, que negaron la humanidad de Cristo. Una vez más vemos que el error principal de los sectarios tiene que ver con la persona de Cristo y la doctrina de la salvación. Los docetistas alegaban que Cristo sólo parecía tener un cuerpo humano, pero que la realidad era otra. Dicho de otra manera, los docetistas afirmaban que Dios durante su encarnación se había disfrazado como humano temporariamente. Llegaron al extremo de decir que cuando Cristo caminaba no dejaba huellas. El apóstol Juan refuta a sus oponentes con las palabras de 1 Juan 1:1, «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos [énfasis agregado] tocante al Verbo de vida.»

2) Los cerintios,2 que negaron la unidad de las dos naturalezas de Cristo, la divina y la humana. Ésta es la más conocida rama del gnosticismo, y mantenía que el Cristo divino se juntó con el Jesús humano durante el bautismo y lo dejó antes de su muerte. Para resolver un problema creado por su propia doctrina (alegaban que el cuerpo de Jesús también estaba lleno de maldad), decían que el Cristo divino purificó el cuerpo de Cristo mientras vivía en él.

Consecuencias en la vida de la iglesia

Consideremos ahora estas doctrinas malignas y apliquémoslas a la vida cristiana para ver sus consecuencias. Un error doctrinal no solamente deja su impacto inmediato sino además lo que llamo una «herencia» para las generaciones venideras. Tal es el caso del gnosticismo. En primer lugar, debido a que pocos realmente pudieron entender (o adquirir) el conocimiento especial para librar el espíritu del cuerpo, aparecieron dos niveles de personas en la iglesia: los «espirituales» (que pudieron librar el espíritu del cuerpo malo) y los «no espirituales» (que nunca encontraron la luz mística y especial requerida para librar su espíritu del cuerpo). El primer grupo llegó a la conclusión de que estaba bien no amar, menospreciar y hasta odiar al segundo grupo porque de todas maneras no eran «espirituales». A través del tiempo esta herejía ha adquirido otros nombres, y toma nueva vida cuando en una congregación alguien afirma haber recibido una nueva luz o unción, un conocimiento especial, una nueva enseñanza que los demás no tienen. Juan combate este error con las siguientes palabras: «Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él» (1 Juan 2:27). «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1 Juan 4:20).

La segunda consecuencia, igualmente devastadora, es culpar al cuerpo físico de sus propios pecados desenfrenados, como la inmoralidad. Los gnósticos razonaban diciendo que el espíritu —siendo eternamente bueno— no podría ser manchado por lo que el cuerpo —siendo eternamente malo— hiciera. ¿Qué se podía esperar de algo tan malo? Estaban resignados a aceptar que no existía manera de renovar la carne y que de todas maneras sus pecados no podían afectar al espíritu. Esta doctrina les permitió vivir como querían.

El correcto entendimiento de 1 Juan 1:9–10 contradice esta doctrina y destruye cualquier otro argumento que disculpe el pecado. «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.»

Basándose en la misma doctrina junto con nuevas «revelaciones y luz», tiempo después varios grupos empezaron a interesarse en el tema de Satanás. Su razonamiento era que para derrotar a Satanás y experimentar la gracia de Dios era necesario conocer los «secretos» de Satanás y experimentar la maldad. «Pero a vosotros y a los demás que están en Tiapira, a cuantos no tienen esa doctrina [la doctrina de la profetisa Jezabel del versículo 20], y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga» (Apocalipsis 2:24).

Paradójicamente, otra consecuencia del gnosticismo fue el ascetismo. Que es vivir una vida dedicada a una rigurosa autodisciplina —por ejemplo el celibato, el ayuno y el duro trato del cuerpo— pensando que de esa manera uno puede agradar a Dios y librarse del pecado. Los gnósticos acetas más bien se hallan refutados en las enseñanzas del libro de Colosenses:

«Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne»

(Colosenses 2:20–23)

Como en el caso de todas las sectas, la manera de discernir y refutar es un correcto y cuidadoso estudio de la Palabra de Dios.

VP «Dios Habla Hoy», 1994© por Sociedades Bíblicas Unidas.

1 Esto hace recordar el encuentro entre Pedro, Juan y el sanedrín en Hch. 4:5–11. El sanedrín, que consistía de 70 miembros, se reunía en semicírculo y ponían al demandante en medio. Seguramente todos estaban mirando a los apóstoles a fin de asustarlos.

1 De la palabra griega dokéo que significa “suponer” o “parecer”.

2 De fundador de la doctrina Cerinto quien estuvo presente en Efeso durante las mismas fechas que cuando Juan escribió esta carta.

Mirón, J. (1997). ¿Iglesia o secta? (pp. 93–115). Miami, Florida, EE. UU. de A.: Editorial Unilit.

David mata a Goliat

1 Samuel 17-20

David mata a Goliat

a117:1  Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra, y se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim.

También Saúl y los hombres de Israel se juntaron, y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos.

Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos.

Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo.

Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos de bronce.

Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros.

El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él.

Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí.

Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis.

10 Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo.

11 Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo.

12 Y David era hijo de aquel hombre efrateo de Belén de Judá, cuyo nombre era Isaí, el cual tenía ocho hijos; y en el tiempo de Saúl este hombre era viejo y de gran edad entre los hombres.

13 Y los tres hijos mayores de Isaí habían ido para seguir a Saúl a la guerra. Y los nombres de sus tres hijos que habían ido a la guerra eran: Eliab el primogénito, el segundo Abinadab, y el tercero Sama;

14 y David era el menor. Siguieron, pues, los tres mayores a Saúl.

15 Pero David había ido y vuelto, dejando a Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén.

16 Venía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo durante cuarenta días.

17 Y dijo Isaí a David su hijo: Toma ahora para tus hermanos un efa de este grano tostado, y estos diez panes, y llévalo pronto al campamento a tus hermanos.

18 Y estos diez quesos de leche los llevarás al jefe de los mil; y mira si tus hermanos están buenos, y toma prendas de ellos.

19 Y Saúl y ellos y todos los de Israel estaban en el valle de Ela, peleando contra los filisteos.

20 Se levantó, pues, David de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, se fue con su carga como Isaí le había mandado; y llegó al campamento cuando el ejército salía en orden de batalla, y daba el grito de combate.

21 Y se pusieron en orden de batalla Israel y los filisteos, ejército frente a ejército.

22 Entonces David dejó su carga en mano del que guardaba el bagaje, y corrió al ejército; y cuando llegó, preguntó por sus hermanos, si estaban bien.

23 Mientras él hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y las oyó David.

24 Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor.

25 Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? El se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel.

26 Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?

27 Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere.

28 Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido.

29 David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar?

30 Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes.

31 Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir.

32 Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo.

33 Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud.

34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada,

35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba.

36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.

37 Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo.

38 Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza.

39 Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas.

40 Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.

41 Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él.

42 Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer.

43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses.

44 Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.

45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.

46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.

47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.

48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo.

49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra.

50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.

51 Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron.

52 Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón.

53 Y volvieron los hijos de Israel de seguir tras los filisteos, y saquearon su campamento.

54 Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda.

55 Y cuando Saúl vio a David que salía a encontrarse con el filisteo, dijo a Abner general del ejército: Abner, ¿de quién es hijo ese joven? Y Abner respondió:

56 Vive tu alma, oh rey, que no lo sé. Y el rey dijo: Pregunta de quién es hijo ese joven.

57 Y cuando David volvía de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo llevó delante de Saúl, teniendo David la cabeza del filisteo en su mano.

58 Y le dijo Saúl: Muchacho, ¿de quién eres hijo? Y David respondió: Yo soy hijo de tu siervo Isaí de Belén.

Pacto de Jonatán y David

18:1  Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo.

Y Saúl le tomó aquel día, y no le dejó volver a casa de su padre.

E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo.

Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte.

Y salía David a dondequiera que Saúl le enviaba, y se portaba prudentemente. Y lo puso Saúl sobre gente de guerra, y era acepto a los ojos de todo el pueblo, y a los ojos de los siervos de Saúl.

Saúl tiene celos de David

Aconteció que cuando volvían ellos, cuando David volvió de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música.

Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían:
    Saúl hirió a sus miles,
    Y David a sus diez miles. m

Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino.

Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David.

10 Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte de Dios tomó a Saúl, y él desvariaba en medio de la casa. David tocaba con su mano como los otros días; y tenía Saúl la lanza en la mano.

11 Y arrojó Saúl la lanza, diciendo: Enclavaré a David a la pared. Pero David lo evadió dos veces.

12 Mas Saúl estaba temeroso de David, por cuanto Jehová estaba con él, y se había apartado de Saúl;

13 por lo cual Saúl lo alejó de sí, y le hizo jefe de mil; y salía y entraba delante del pueblo.

14 Y David se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él.

15 Y viendo Saúl que se portaba tan prudentemente, tenía temor de él.

16 Mas todo Israel y Judá amaba a David, porque él salía y entraba delante de ellos.

17 Entonces dijo Saúl a David: He aquí, yo te daré Merab mi hija mayor por mujer, con tal que me seas hombre valiente, y pelees las batallas de Jehová. Mas Saúl decía: No será mi mano contra él, sino que será contra él la mano de los filisteos.

18 Pero David respondió a Saúl: ¿Quién soy yo, o qué es mi vida, o la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey?

19 Y llegado el tiempo en que Merab hija de Saúl se había de dar a David, fue dada por mujer a Adriel meholatita.

20 Pero Mical la otra hija de Saúl amaba a David; y fue dicho a Saúl, y le pareció bien a sus ojos.

21 Y Saúl dijo: Yo se la daré, para que le sea por lazo, y para que la mano de los filisteos sea contra él. Dijo, pues, Saúl a David por segunda vez: Tú serás mi yerno hoy.

22 Y mandó Saúl a sus siervos: Hablad en secreto a David, diciéndole: He aquí el rey te ama, y todos sus siervos te quieren bien; sé, pues, yerno del rey.

23 Los criados de Saúl hablaron estas palabras a los oídos de David. Y David dijo: ¿Os parece a vosotros que es poco ser yerno del rey, siendo yo un hombre pobre y de ninguna estima?

24 Y los criados de Saúl le dieron la respuesta, diciendo: Tales palabras ha dicho David.

25 Y Saúl dijo: Decid así a David: El rey no desea la dote, sino cien prepucios de filisteos, para que sea tomada venganza de los enemigos del rey. Pero Saúl pensaba hacer caer a David en manos de los filisteos.

26 Cuando sus siervos declararon a David estas palabras, pareció bien la cosa a los ojos de David, para ser yerno del rey. Y antes que el plazo se cumpliese,

27 se levantó David y se fue con su gente, y mató a doscientos hombres de los filisteos; y trajo David los prepucios de ellos y los entregó todos al rey, a fin de hacerse yerno del rey. Y Saúl le dio su hija Mical por mujer.

28 Pero Saúl, viendo y considerando que Jehová estaba con David, y que su hija Mical lo amaba,

29 tuvo más temor de David; y fue Saúl enemigo de David todos los días.

30 Y salieron a campaña los príncipes de los filisteos; y cada vez que salían, David tenía más éxito que todos los siervos de Saúl, por lo cual se hizo de mucha estima su nombre.

Saúl procura matar a David

19:1  Habló Saúl a Jonatán su hijo, y a todos sus siervos, para que matasen a David; pero Jonatán hijo de Saúl amaba a David en gran manera,

y dio aviso a David, diciendo: Saúl mi padre procura matarte; por tanto cuídate hasta la mañana, y estate en lugar oculto y escóndete.

Y yo saldré y estaré junto a mi padre en el campo donde estés; y hablaré de ti a mi padre, y te haré saber lo que haya.

Y Jonatán habló bien de David a Saúl su padre, y le dijo: No peque el rey contra su siervo David, porque ninguna cosa ha cometido contra ti, y porque sus obras han sido muy buenas para contigo;

pues él tomó su vida en su mano, y mató al filisteo, y Jehová dio gran salvación a todo Israel. Tú lo viste, y te alegraste; ¿por qué, pues, pecarás contra la sangre inocente, matando a David sin causa?

Y escuchó Saúl la voz de Jonatán, y juró Saúl: Vive Jehová, que no morirá.

Y llamó Jonatán a David, y le declaró todas estas palabras; y él mismo trajo a David a Saúl, y estuvo delante de él como antes.

Después hubo de nuevo guerra; y salió David y peleó contra los filisteos, y los hirió con gran estrago, y huyeron delante de él.

Y el espíritu malo de parte de Jehová vino sobre Saúl; y estando sentado en su casa tenía una lanza a mano, mientras David estaba tocando.

10 Y Saúl procuró enclavar a David con la lanza a la pared, pero él se apartó de delante de Saúl, el cual hirió con la lanza en la pared; y David huyó, y escapó aquella noche.

11 Saúl envió luego mensajeros a casa de David para que lo vigilasen, y lo matasen a la mañana. Mas Mical su mujer avisó a David, diciendo: Si no salvas tu vida esta noche, mañana serás muerto.

12 Y descolgó Mical a David por una ventana; y él se fue y huyó, y escapó.

13 Tomó luego Mical una estatua, y la puso sobre la cama, y le acomodó por cabecera una almohada de pelo de cabra y la cubrió con la ropa.

14 Y cuando Saúl envió mensajeros para prender a David, ella respondió: Está enfermo.

15 Volvió Saúl a enviar mensajeros para que viesen a David, diciendo: Traédmelo en la cama para que lo mate.

16 Y cuando los mensajeros entraron, he aquí la estatua estaba en la cama, y una almohada de pelo de cabra a su cabecera.

17 Entonces Saúl dijo a Mical: ¿Por qué me has engañado así, y has dejado escapar a mi enemigo? Y Mical respondió a Saúl: Porque él me dijo: Déjame ir; si no, yo te mataré.

18 Huyó, pues, David, y escapó, y vino a Samuel en Ramá, y le dijo todo lo que Saúl había hecho con él. Y él y Samuel se fueron y moraron en Naiot.

19 Y fue dado aviso a Saúl, diciendo: He aquí que David está en Naiot en Ramá.

20 Entonces Saúl envió mensajeros para que trajeran a David, los cuales vieron una compañía de profetas que profetizaban, y a Samuel que estaba allí y los presidía. Y vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron.

21 Cuando lo supo Saúl, envió otros mensajeros, los cuales también profetizaron. Y Saúl volvió a enviar mensajeros por tercera vez, y ellos también profetizaron.

22 Entonces él mismo fue a Ramá; y llegando al gran pozo que está en Secú, preguntó diciendo: ¿Dónde están Samuel y David? Y uno respondió: He aquí están en Naiot en Ramá.

23 Y fue a Naiot en Ramá; y también vino sobre él el Espíritu de Dios, y siguió andando y profetizando hasta que llegó a Naiot en Ramá.

24 Y él también se despojó de sus vestidos, y profetizó igualmente delante de Samuel, y estuvo desnudo todo aquel día y toda aquella noche. De aquí se dijo: ¿También Saúl entre los profetas?

Amistad de David y Jonatán

20  Después David huyó de Naiot en Ramá, y vino delante de Jonatán, y dijo: ¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál mi pecado contra tu padre, para que busque mi vida?

El le dijo: En ninguna manera; no morirás. He aquí que mi padre ninguna cosa hará, grande ni pequeña, que no me la descubra; ¿por qué, pues, me ha de encubrir mi padre este asunto? No será así.

Y David volvió a jurar diciendo: Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia delante de tus ojos, y dirá: No sepa esto Jonatán, para que no se entristezca; y ciertamente, vive Jehová y vive tu alma, que apenas hay un paso entre mí y la muerte.

Y Jonatán dijo a David: Lo que deseare tu alma, haré por ti.

Y David respondió a Jonatán: He aquí que mañana será nueva luna, y yo acostumbro sentarme con el rey a comer; mas tú dejarás que me esconda en el campo hasta la tarde del tercer día.

Si tu padre hiciere mención de mí, dirás: Me rogó mucho que lo dejase ir corriendo a Belén su ciudad, porque todos los de su familia celebran allá el sacrificio anual.

Si él dijere: Bien está, entonces tendrá paz tu siervo; mas si se enojare, sabe que la maldad está determinada de parte de él.

Harás, pues, misericordia con tu siervo, ya que has hecho entrar a tu siervo en pacto de Jehová contigo; y si hay maldad en mí, mátame tú, pues no hay necesidad de llevarme hasta tu padre.

Y Jonatán le dijo: Nunca tal te suceda; antes bien, si yo supiere que mi padre ha determinado maldad contra ti, ¿no te lo avisaría yo?

10 Dijo entonces David a Jonatán: ¿Quién me dará aviso si tu padre te respondiere ásperamente?

11 Y Jonatán dijo a David: Ven, salgamos al campo. Y salieron ambos al campo.

12 Entonces dijo Jonatán a David: !!Jehová Dios de Israel, sea testigo! Cuando le haya preguntado a mi padre mañana a esta hora, o el día tercero, si resultare bien para con David, entonces enviaré a ti para hacértelo saber.

13 Pero si mi padre intentare hacerte mal, Jehová haga así a Jonatán, y aun le añada, si no te lo hiciere saber y te enviare para que te vayas en paz. Y esté Jehová contigo, como estuvo con mi padre.

14 Y si yo viviere, harás conmigo misericordia de Jehová, para que no muera,

15 y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David.

16 Así hizo Jonatán pacto con la casa de David, diciendo: Requiéralo Jehová de la mano de los enemigos de David.

17 Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque le amaba, pues le amaba como a sí mismo.

18 Luego le dijo Jonatán: Mañana es nueva luna, y tú serás echado de menos, porque tu asiento estará vacío.

19 Estarás, pues, tres días, y luego descenderás y vendrás al lugar donde estabas escondido el día que ocurrió esto mismo, y esperarás junto a la piedra de Ezel.

20 Y yo tiraré tres saetas hacia aquel lado, como ejercitándome al blanco.

21 Luego enviaré al criado, diciéndole: Ve, busca las saetas. Y si dijere al criado: He allí las saetas más acá de ti, tómalas; tú vendrás, porque paz tienes, y nada malo hay, vive Jehová.

22 Mas si yo dijere al muchacho así: He allí las saetas más allá de ti; vete, porque Jehová te ha enviado.

23 En cuanto al asunto de que tú y yo hemos hablado, esté Jehová entre nosotros dos para siempre.

24 David, pues, se escondió en el campo, y cuando llegó la nueva luna, se sentó el rey a comer pan.

25 Y el rey se sentó en su silla, como solía, en el asiento junto a la pared, y Jonatán se levantó, y se sentó Abner al lado de Saúl, y el lugar de David quedó vacío.

26 Mas aquel día Saúl no dijo nada, porque se decía: Le habrá acontecido algo, y no está limpio; de seguro no está purificado.

27 Al siguiente día, el segundo día de la nueva luna, aconteció también que el asiento de David quedó vacío. Y Saúl dijo a Jonatán su hijo: ¿Por qué no ha venido a comer el hijo de Isaí hoy ni ayer?

28 Y Jonatán respondió a Saúl: David me pidió encarecidamente que le dejase ir a Belén,

29 diciendo: Te ruego que me dejes ir, porque nuestra familia celebra sacrificio en la ciudad, y mi hermano me lo ha mandado; por lo tanto, si he hallado gracia en tus ojos, permíteme ir ahora para visitar a mis hermanos. Por esto, pues, no ha venido a la mesa del rey.

30 Entonces se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para confusión tuya, y para confusión de la verg:uenza de tu madre?

31 Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Envía pues, ahora, y tráemelo, porque ha de morir.

32 Y Jonatán respondió a su padre Saúl y le dijo: ¿Por qué morirá? ¿Qué ha hecho?

33 Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo; de donde entendió Jonatán que su padre estaba resuelto a matar a David.

34 Y se levantó Jonatán de la mesa con exaltada ira, y no comió pan el segundo día de la nueva luna; porque tenía dolor a causa de David, porque su padre le había afrentado.

35 Al otro día, de mañana, salió Jonatán al campo, al tiempo señalado con David, y un muchacho pequeño con él.

36 Y dijo al muchacho: Corre y busca las saetas que yo tirare. Y cuando el muchacho iba corriendo, él tiraba la saeta de modo que pasara más allá de él.

37 Y llegando el muchacho adonde estaba la saeta que Jonatán había tirado, Jonatán dio voces tras el muchacho, diciendo: ¿No está la saeta más allá de ti?

38 Y volvió a gritar Jonatán tras el muchacho: Corre, date prisa, no te pares. Y el muchacho de Jonatán recogió las saetas, y vino a su señor.

39 Pero ninguna cosa entendió el muchacho; solamente Jonatán y David entendían de lo que se trataba.

40 Luego dio Jonatán sus armas a su muchacho, y le dijo: Vete y llévalas a la ciudad.

41 Y luego que el muchacho se hubo ido, se levantó David del lado del sur, y se inclinó tres veces postrándose hasta la tierra; y besándose el uno al otro, lloraron el uno con el otro; y David lloró más.

42 Y Jonatán dijo a David: Vete en paz, porque ambos hemos jurado por el nombre de Jehová, diciendo: Jehová esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre. Y él se levantó y se fue; y Jonatán entró en la ciudad.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

LA PRINCESA DESPOJADA DE SUS RIQUEZAS

LA PRINCESA DESPOJADA DE SUS RIQUEZAS

Mónica López de Silva
Programa No. 2016-03-19
a1Hola mi amiga! Has sentido últimamente que todo aquello que has querido durante toda tu vida aun no ha llegado? Dejame contarte una historia especial sobre una extraordinaria princesa

El relato más extraordinario que escuche en mi infancia, y que aun atesoro en mi corazón, es aquel que habla de una princesita que, a pesar de ser amada por el rey desde pequeña, fue despojada de todos su derechos por los enemigos de su padre.

Aquel rey murió en defensa de su reino y de su amada hija, y la pequeña princesa fue llevada como esclava pasando al servicio de los enemigos de su padre. Despojada de sus ropajes reales, debía realizar los quehaceres más pesados y suplicar a sus opresores para que le dieran siquiera un miserable mendrugo de pan. Pero el final feliz llego. Un príncipe azul puso su vida como garantía y apareció para darle libertad y devolverle el título de “hija del rey” que siempre había sido suyo.

No es más que un cuento, pero hoy quiero recordarte que la mejor historia es aquella en la que tú y Dios son los protagonistas. Tu eres la hija del Rey con todos los derechos que este título te confiere. Pero un día, el enemigo de Dios llego para despojarte de todos tus privilegios.

De princesa pasaste a ser esclava. Es posible que la esclavitud te tenga atada con cadenas de oro y grilletes de plata, y esto te haga creer que estas bien. Pero aun así continuas siendo esclava. Hábitos perjudiciales, la tendencia al mal, la búsqueda insaciable del placer, la mundanalidad; todo ello podría transformarse en cadenas tan férreas que imposibilitaran todo intento de escapatoria.

APLICACIÓN.

Dijo el apóstol Pablo en una oportunidad: Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba! ¡Padre!” Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo. Dios te ha hecho también heredero. Gálatas 4:6-7

Quiero recordarte que tu condición de princesa te fue devuelta cuando Cristo Jesús, el Príncipe de Paz, el Hijo del Rey, vino en tu rescate para morir en la cruz. Lo hizo para devolverte la libertad arrebatada por el pecado. Su magnífica promesa es: “El Señor hace justicia a los oprimidos, da de comer a los hambrientos y pone en libertad a los cautivos” (Sal. 146:7).

Amiga, eleva tu vista al cielo, ofrece una plegaria pidiéndole al gran Libertador que rompa tus cadenas y entonces podras experimentar a Dios en lo profundo de tu corazon.

 

Algo que siempre es correcto hacer

Marzo 19

Algo que siempre es correcto hacer

Lectura bíblica: Lucas 6:27–35

Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Lucas 6:31

a1La peor pesadilla de Chang Ho se ha convertido en realidad. Deambula por el pasillo de la escuela sin poder acordarse cómo llegar a su aula. No recuerda qué materias tiene hoy, ni qué tareas tenía que traer a clase. De pronto, se da cuenta de que lo único que sabe es que ya no sabe nada de lo que necesita saber, como ser quiénes son sus profesores… quiénes son sus compañeros de clase… a qué hora tiene que llegar a clase. Huye despavorido a la Dirección. Pero allí no lo pueden ayudar si no saben su nombre… que él no puede recordar…

Puede ser que te olvides de todo tipo de cosas. Pero éste es un mandato totalmente correcto, completamente básico que tienes que recordar: ama siempre.

El mandato de Dios de amar es uno de sus absolutos. Esto significa que no tiene excepciones, aun si alguien no nos cae bien, o si alguien nos trata mal o si nos parece que alguien tiene mal aliento.

Algunos argumentan que un mandato nunca puede aplicarse a todas las personas en todos los tiempos y en todo lugar. No obstante, podemos estar seguros de que el mandato de amar se aplica a cualquier situación que enfrentamos. ¿Has notado alguna vez cómo a la gente cruel no le gusta cuando los demás los tratan con la misma crueldad? Les gusta ignorar a otros y echar a andar rumores o decir cosas maliciosas de los demás. Pero si alguien les hace lo mismo, se sienten víctimas de una injusticia. Esa es la manera como sabemos que cualquier cosa que sea menos que amar es mala.

Piensa en ti mismo. Sin duda quieres que los demás te traten con simpatía. Y sin duda te sientes molesto cuando no recibes el trato que esperas. Cuando ayudas a un amigo con su tarea escolar, por ejemplo, esperas que él agradezca tu ayuda, y te sientes desilusionado, lastimado o frustrado cuando no te da las gracias.

Todos quieren ser amados. Si admites que esperas ser tratado con cariño, entonces lo que tienes que hacer es amar a los demás como esperas ser amado.

Jesús lo dijo bien cuando dio la Regla de Oro: Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos (Lucas 6:31). Esta es una manera fácil de recordar la regla más grande de Dios: amar siempre.

PARA DIALOGAR
¿Cuál es el mandato que no debes olvidar? ¿Cómo puedes estar seguro de que el mandato divino de amar es siempre el correcto?

PARA ORAR
Señor, sé que es importante amar a los demás como queremos que los demás nos amen. Ayúdanos a amar como tú amas.

PARA HACER
¿Algunas vez has dejado de amar a ciertas personas porque no las aprecias? Escoge a una persona y comienza hoy la costumbre de amarla.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.

Saúl desobedece y es desechado

1 Samuel 14-16

a114:1  Aconteció un día, que Jonatán hijo de Saúl dijo a su criado que le traía las armas: Ven y pasemos a la guarnición de los filisteos, que está de aquel lado. Y no lo hizo saber a su padre.

Y Saúl se hallaba al extremo de Gabaa, debajo de un granado que hay en Migrón, y la gente que estaba con él era como seiscientos hombres.

Y Ahías hijo de Ahitob, hermano de Icabod, hijo de Finees, hijo de Elí, sacerdote de Jehová en Silo, llevaba el efod; y no sabía el pueblo que Jonatán se hubiese ido.

Y entre los desfiladeros por donde Jonatán procuraba pasar a la guarnición de los filisteos, había un peñasco agudo de un lado, y otro del otro lado; el uno se llamaba Boses, y el otro Sene.

Uno de los peñascos estaba situado al norte, hacia Micmas, y el otro al sur, hacia Gabaa.

Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos.

Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, pues aquí estoy contigo a tu voluntad.

Dijo entonces Jonatán: Vamos a pasar a esos hombres, y nos mostraremos a ellos.

Si nos dijeren así: Esperad hasta que lleguemos a vosotros, entonces nos estaremos en nuestro lugar, y no subiremos a ellos.

10 Mas si nos dijeren así: Subid a nosotros, entonces subiremos, porque Jehová los ha entregado en nuestra mano; y esto nos será por señal.

11 Se mostraron, pues, ambos a la guarnición de los filisteos, y los filisteos dijeron: He aquí los hebreos, que salen de las cavernas donde se habían escondido.

12 Y los hombres de la guarnición respondieron a Jonatán y a su paje de armas, y dijeron: Subid a nosotros, y os haremos saber una cosa. Entonces Jonatán dijo a su paje de armas: Sube tras mí, porque Jehová los ha entregado en manos de Israel.

13 Y subió Jonatán trepando con sus manos y sus pies, y tras él su paje de armas; y a los que caían delante de Jonatán, su paje de armas que iba tras él los mataba.

14 Y fue esta primera matanza que hicieron Jonatán y su paje de armas, como veinte hombres, en el espacio de una media yugada de tierra.

15 Y hubo pánico en el campamento y por el campo, y entre toda la gente de la guarnición; y los que habían ido a merodear, también ellos tuvieron pánico, y la tierra tembló; hubo, pues, gran consternación.

16 Y los centinelas de Saúl vieron desde Gabaa de Benjamín cómo la multitud estaba turbada, e iba de un lado a otro y era deshecha.

17 Entonces Saúl dijo al pueblo que estaba con él: Pasad ahora revista, y ved quién se haya ido de los nuestros. Pasaron revista, y he aquí que faltaba Jonatán y su paje de armas.

18 Y Saúl dijo a Ahías: Trae el arca de Dios. Porque el arca de Dios estaba entonces con los hijos de Israel.

19 Pero aconteció que mientras aún hablaba Saúl con el sacerdote, el alboroto que había en el campamento de los filisteos aumentaba, e iba creciendo en gran manera. Entonces dijo Saúl al sacerdote: Detén tu mano.

20 Y juntando Saúl a todo el pueblo que con él estaba, llegaron hasta el lugar de la batalla; y he aquí que la espada de cada uno estaba vuelta contra su compañero, y había gran confusión.

21 Y los hebreos que habían estado con los filisteos de tiempo atrás, y habían venido con ellos de los alrededores al campamento, se pusieron también del lado de los israelitas que estaban con Saúl y con Jonatán.

22 Asimismo todos los israelitas que se habían escondido en el monte de Efraín, oyendo que los filisteos huían, también ellos los persiguieron en aquella batalla.

23 Así salvó Jehová a Israel aquel día. Y llegó la batalla hasta Bet-avén.

24 Pero los hombres de Israel fueron puestos en apuro aquel día; porque Saúl había juramentado al pueblo, diciendo: Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. Y todo el pueblo no había probado pan.

25 Y todo el pueblo llegó a un bosque, donde había miel en la superficie del campo.

26 Entró, pues, el pueblo en el bosque, y he aquí que la miel corría; pero no hubo quien hiciera llegar su mano a su boca, porque el pueblo temía el juramento.

27 Pero Jonatán no había oído cuando su padre había juramentado al pueblo, y alargó la punta de una vara que traía en su mano, y la mojó en un panal de miel, y llevó su mano a la boca; y fueron aclarados sus ojos.

28 Entonces habló uno del pueblo, diciendo: Tu padre ha hecho jurar solemnemente al pueblo, diciendo: Maldito sea el hombre que tome hoy alimento. Y el pueblo desfallecía.

29 Respondió Jonatán: Mi padre ha turbado el país. Ved ahora cómo han sido aclarados mis ojos, por haber gustado un poco de esta miel.

30 ¿Cuánto más si el pueblo hubiera comido libremente hoy del botín tomado de sus enemigos? ¿No se habría hecho ahora mayor estrago entre los filisteos?

31 E hirieron aquel día a los filisteos desde Micmas hasta Ajalón; pero el pueblo estaba muy cansado.

32 Y se lanzó el pueblo sobre el botín, y tomaron ovejas y vacas y becerros, y los degollaron en el suelo; y el pueblo los comió con sangre.

33 Y le dieron aviso a Saúl, diciendo: El pueblo peca contra Jehová, comiendo la carne con la sangre. Y él dijo: Vosotros habéis prevaricado; rodadme ahora acá una piedra grande.

34 Además dijo Saúl: Esparcíos por el pueblo, y decidles que me traigan cada uno su vaca, y cada cual su oveja, y degolladlas aquí, y comed; y no pequéis contra Jehová comiendo la carne con la sangre. Y trajo todo el pueblo cada cual por su mano su vaca aquella noche, y las degollaron allí.

35 Y edificó Saúl altar a Jehová; este altar fue el primero que edificó a Jehová.

36 Y dijo Saúl: Descendamos de noche contra los filisteos, y los saquearemos hasta la mañana, y no dejaremos de ellos ninguno. Y ellos dijeron: Haz lo que bien te pareciere. Dijo luego el sacerdote: Acerquémonos aquí a Dios.

37 Y Saúl consultó a Dios: ¿Descenderé tras los filisteos? ¿Los entregarás en mano de Israel? Mas Jehová no le dio respuesta aquel día.

38 Entonces dijo Saúl: Venid acá todos los principales del pueblo, y sabed y ved en qué ha consistido este pecado hoy;

39 porque vive Jehová que salva a Israel, que aunque fuere en Jonatán mi hijo, de seguro morirá. Y no hubo en todo el pueblo quien le respondiese.

40 Dijo luego a todo Israel: Vosotros estaréis a un lado, y yo y Jonatán mi hijo estaremos al otro lado. Y el pueblo respondió a Saúl: Haz lo que bien te pareciere.

41 Entonces dijo Saúl a Jehová Dios de Israel: Da suerte perfecta. Y la suerte cayó sobre Jonatán y Saúl, y el pueblo salió libre.

42 Y Saúl dijo: Echad suertes entre mí y Jonatán mi hijo. Y la suerte cayó sobre Jonatán.

43 Entonces Saúl dijo a Jonatán: Declárame lo que has hecho. Y Jonatán se lo declaró y dijo: Ciertamente gusté un poco de miel con la punta de la vara que traía en mi mano; ¿y he de morir?

44 Y Saúl respondió: Así me haga Dios y aun me añada, que sin duda morirás, Jonatán.

45 Entonces el pueblo dijo a Saúl: ¿Ha de morir Jonatán, el que ha hecho esta grande salvación en Israel? No será así. Vive Jehová, que no ha de caer un cabello de su cabeza en tierra, pues que ha actuado hoy con Dios. Así el pueblo libró de morir a Jonatán.

46 Y Saúl dejó de seguir a los filisteos; y los filisteos se fueron a su lugar.

47 Después de haber tomado posesión del reinado de Israel, Saúl hizo guerra a todos sus enemigos en derredor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba, y contra los filisteos; y adondequiera que se volvía, era vencedor.

48 Y reunió un ejército y derrotó a Amalec, y libró a Israel de mano de los que lo saqueaban.

49 Y los hijos de Saúl fueron Jonatán, Isúi y Malquisúa. Y los nombres de sus dos hijas eran, el de la mayor, Merab, y el de la menor, Mical.

50 Y el nombre de la mujer de Saúl era Ahinoam, hija de Ahimaas. Y el nombre del general de su ejército era Abner, hijo de Ner tío de Saúl.

51 Porque Cis padre de Saúl, y Ner padre de Abner, fueron hijos de Abiel.

52 Y hubo guerra encarnizada contra los filisteos todo el tiempo de Saúl; y a todo el que Saúl veía que era hombre esforzado y apto para combatir, lo juntaba consigo.

Saúl desobedece y es desechado

15:1  Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová.

Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto.

Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos.

Saúl, pues, convocó al pueblo y les pasó revista en Telaim, doscientos mil de a pie, y diez mil hombres de Judá.

Y viniendo Saúl a la ciudad de Amalec, puso emboscada en el valle.

Y dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos y salid de entre los de Amalec, para que no os destruya juntamente con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de Israel, cuando subían de Egipto. Y se apartaron los ceneos de entre los hijos de Amalec.

Y Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, que está al oriente de Egipto.

Y tomó vivo a Agag rey de Amalec, pero a todo el pueblo mató a filo de espada.

Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron.

10 Y vino palabra de Jehová a Samuel, diciendo:

11 Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. Y se apesadumbró Samuel, y clamó a Jehová toda aquella noche.

12 Madrugó luego Samuel para ir a encontrar a Saúl por la mañana; y fue dado aviso a Samuel, diciendo: Saúl ha venido a Carmel, y he aquí se levantó un monumento, y dio la vuelta, y pasó adelante y descendió a Gilgal.

13 Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová.

14 Samuel entonces dijo: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos?

15 Y Saúl respondió: De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos.

16 Entonces dijo Samuel a Saúl: Déjame declararte lo que Jehová me ha dicho esta noche. Y él le respondió: Di.

17 Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y Jehová te ha ungido por rey sobre Israel?

18 Y Jehová te envió en misión y dijo: Ve, destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra hasta que los acabes.

19 ¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo ante los ojos de Jehová?

20 Y Saúl respondió a Samuel: Antes bien he obedecido la voz de Jehová, y fui a la misión que Jehová me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas.

21 Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal.

22 Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.

23 Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.

24 Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado,

25 y vuelve conmigo para que adore a Jehová.

26 Y Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque desechaste la palabra de Jehová, y Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel.

27 Y volviéndose Samuel para irse, él se asió de la punta de su manto, y éste se rasgó.

28 Entonces Samuel le dijo: Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú.

29 Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta.

30 Y él dijo: Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios.

31 Y volvió Samuel tras Saúl, y adoró Saúl a Jehová.

32 Después dijo Samuel: Traedme a Agag rey de Amalec. Y Agag vino a él alegremente. Y dijo Agag: Ciertamente ya pasó la amargura de la muerte.

33 Y Samuel dijo: Como tu espada dejó a las mujeres sin hijos, así tu madre será sin hijo entre las mujeres. Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante de Jehová en Gilgal.

34 Se fue luego Samuel a Ramá, y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl.

35 Y nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel.

Samuel unge a David

16:1  Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey.

Y dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría. Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: A ofrecer sacrificio a Jehová he venido.

Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere.

Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que él llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida?

El respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio.

Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido.

Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.

Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a éste ha escogido Jehová.

Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Jehová.

10 E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos.

11 Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí.

12 Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es.

13 Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá.

David toca para Saúl

14 El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová.

15 Y los criados de Saúl le dijeron: He aquí ahora, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta.

16 Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, él toque con su mano, y tengas alivio.

17 Y Saúl respondió a sus criados: Buscadme, pues, ahora alguno que toque bien, y traédmelo.

18 Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él.

19 Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas.

20 Y tomó Isaí un asno cargado de pan, una vasija de vino y un cabrito, y lo envió a Saúl por medio de David su hijo.

21 Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él; y él le amó mucho, y le hizo su paje de armas.

22 Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo, pues ha hallado gracia en mis ojos.

23 Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

«POR CELOS INJUSTIFICADOS»

19 mar 2016

«POR CELOS INJUSTIFICADOS»

por Carlos Rey

a1En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio http://www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos:

«Estuve casada dos años. Desde el inicio del matrimonio, [mi esposo] se comportó muy violento. Me golpeaba por celos [injustificados]…. Un día, me golpeó y me abandonó. Aconteció lo mismo varias veces. Era un ir y venir. Se enojaba y se iba. No le importaba nada. La última vez que nos separamos, me volvió a golpear y se fue. Yo no quise volver a verlo más. Me pidió que lo perdonara, pero eso ocurrió tantas veces que ya no le creí más.

»Nunca quiso buscar ayuda [profesional]. Yo ya no quiero seguir casada con él, pero no sé si es lo correcto. Estoy queriendo quedarme sola y seguir adelante. Gracias a Dios, no tuvimos hijos porque perdí dos embarazos. Son muchas heridas…. Ahora no me queda nada. Me siento culpable e infeliz.»

Este es el consejo que le dio mi esposa:

«Estimada amiga:

»Su caso nos conmueve el corazón. ¡Nos entristece mucho que se haya casado con un hombre que la tratara como lo hizo él! Hay hombres (y algunas mujeres) que, durante el noviazgo, tienen la habilidad de ocultar sus tendencias a la violencia, pero que, una vez que se casan, se manifiesta su verdadera naturaleza….

»Usted dice que ahora se siente culpable. Dios nos dio a cada uno una conciencia para ayudarnos a distinguir entre el bien y el mal. Por lo general, nos sentimos culpables cuando hacemos lo malo. Sin embargo, en el caso suyo, su esposo la maltrató y la manipuló a tal grado que usted se confundió al tratar de distinguir entre el bien y el mal. Él la convenció de que estaba bien que usted permitiera que la golpeara, y que estaba mal que usted se protegiera. Así que usted lo perdonó vez tras vez, y permitió que regresara a casa y volviera a golpearla. Y ahora usted se siente culpable por haber hecho lo correcto.

»Nunca se justifica la violencia en el matrimonio. El apóstol Pablo dice que cada esposo debe amar a su esposa tal como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella.1 ¿Cómo fue que amó Cristo a la iglesia? Él murió en la cruz por los pecados de todos nosotros a fin de que formáramos parte de su iglesia. Él amó y se entregó y se sacrificó. Ese es el modelo que el esposo debe seguir.

»Los hombres que manifiestan enojo y conducta violenta no dejarán de ser abusivos sólo porque lamentan lo sucedido. Es probable más bien que se vuelvan cada vez más violentos. Sin la ayuda profesional de un consejero o de un programa para dominar el enojo, esos hombres son peligrosos. Toda mujer que viva con un hombre abusivo se arriesga a que corran peligro tanto su propia vida como la de sus hijos….»

Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se ingresa en el sitio http://www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 243.

NO SEAS UN CAMALEÓN

NO SEAS UN CAMALEÓN

Pablo Martini
Programa No. 2016-03-19

a1En un lecho de pasto, la piel del camaleón se vuelve verde. Encima de la tierra, se transforma en marrón. El animal cambia según el ambiente. Muchas criaturas se adaptan a la naturaleza con el camuflaje que Dios les dio para ayudarlos a sobrevivir. Es natural adecuarse y adaptarse al medio ambiente. Más los seguidores de Cristo son nuevas criaturas, nacidos de arriba y cambiados desde adentro, con valores y estilos de vida que confrontan al mundo y chocan con la moral aceptada. Los verdaderos creyentes no armonizan mucho con el medio. Los cristianos en Corinto luchaban con su ambiente. Cercados de corrupción y de todo pecado concebible, sentían la presión a adaptarse. Sabían que eran libres en Cristo, pero ¿qué significaba esa libertad? ¿Cómo debían ver a los ídolos o a la sexualidad? ¿Qué debían hacer con respecto al matrimonio, las mujeres en la iglesia y los dones del Espíritu? Estas no eran sólo preguntas teológicas; la iglesia estaba siendo socavada con la inmoralidad y la inmadurez espiritual. Su fe era probada en el crisol de la Corinto inmoral, y estaban fallando en el examen. Pablo oyó de sus luchas y escribió una carta para tratar sus problemas, sanear sus divisiones y responder sus preguntas. Los confrontó con su pecado, con su necesidad de corrección y consagración a Cristo.

También hoy miles de seguidores del Jesús del madero son a diario confrontados en su fe. La lucha entre un cristianismo radical y un cristianismo light (que no es cristianismo porque no carga una cruz) se hace cada vez más palpable en nuestros días. El estandarte del evangelio lo portan hoy aquellos discípulos extremos que, sin temer las acechanzas del enemigo, avanzan con su rostro firme como un mármol, sin negociar su fe y con orgullo de, si es necesario, morir por La Causa. “Hoy ya no hay persecución”, se nos dice. ¡Mentira!, lo que hoy no hay son cristianos intrépidos como los de antes que se juegan por lo que creen. Me temo que la catástrofe de Corinto, llegó a nuestros días.

PENSAMIENTO DEL DÍA:
“Hoy ya no hay persecución”, se nos dice. ¡Mentira!, lo que hoy no hay son cristianos intrépidos.