EXPRESAR EL DOLOR CONTROLADAMENTE

EXPRESAR EL DOLOR CONTROLADAMENTE

a1Reciba un cálido saludo, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el tema del valle de la muerte. Ya hemos visto que el dolor es quizá el elemento más común dentro del valle de la muerte. Salir victoriosos del valle de la muerte, con todo el dolor involucrado, no es tarea fácil, aun para los que tenemos la esperanza viva de la cual nos habla la Palabra de Dios. Por eso es necesario dar los pasos adecuados para no sucumbir ante el dolor. El primer paso es aceptar la pérdida o separación, como algo real. Negar la realidad no conduce a nada bueno, amable oyente. Dicen que avestruz esconde su cabeza en la arena cuando detecta peligro inminente. Negar la realidad de una pérdida o separación sería como esconder la cabeza en la arena. Nada sacamos con eso. Por el hecho de no querer ver el problema, el problema no va a desaparecer. En el proceso de aceptar la pérdida o separación como algo real ayuda mucho saber que el Señor Jesucristo es el único que sabe exactamente como nos sentimos. Es bueno tener a la mano alguien que sepa comprendernos. También ayuda mucho saber que el amor de Dios es inalterable. Aunque nuestras emociones agitadas por el dolor nos induzcan a pensar que Dios ha dejado de amarnos, debemos aceptar por fe el testimonio de la palabra de Dios cuando dice que nada ni nadie, inclusive la muerte, pueden separarnos del amor de Dios. También ayuda mucho saber que Dios está listo para llevar nuestro dolor sobre sus hombros. En esta ocasión, hablaremos de otra etapa dentro del sendero del dolor.

En nuestro estudio bíblico último, vimos que es importante aceptar la pérdida o separación como algo real. No ayuda en nada negar que se ha sufrido una pérdida o separación de cualquier índole. Ahora bien, el mero hecho de aceptar la realidad de una pérdida no va a eliminar automáticamente el dolor. Todo lo contrario, más bien va a hacernos más sensibles al dolor y ciertamente vamos a experimentar dolor en mayor magnitud. Aquí es justamente donde entra la segunda etapa de la senda por el valle del dolor. Simplemente dice así: Exprese controladamente el dolor que siente. No son pocos los creyentes que piensan que expresar dolor de cualquier forma es sinónimo de inmadurez o falta de fe. Una vez fui invitado al funeral de una hermana en la fe. En la sala de velación estaban los hijos de esta hermana en la fe. Todos ellos eran creyentes gracias a Dios. Algunos de ellos expresaban su dolor con llanto callado. Pero había uno en particular que daba la impresión como que estuviera desconectado de lo que estaba pasando. No es que se estaba riendo o burlándose de los demás, o algo por el estilo, sino simplemente estaba con un semblante estoico, como si fuera de piedra. Tratando de ser de algo de ayuda, le pregunté: ¿Cómo te sientes? Me sorprendió tanto su respuesta. Me dijo: David, por dentro estoy destrozado por la partida de mamá, pero veo aquí tanta gente que no conoce al Señor, que no puedo expresar mi dolor, porque si lo hago, la gente que no conoce al Señor va a pensar que el cristianismo no sirve para nada en la hora de la muerte. Esta fue la ocasión propicia para mostrar a este hermano que expresar el dolor con llanto, no está fuera de lugar de ninguna manera en la vida cristiana. Cuando Pablo habla a los Tesalonicenses sobre el arrebatamiento de la iglesia, dice en una parte lo siguiente: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Pablo no está diciendo que los creyentes de Tesalónica no debían entristecerse ante la muerte de un ser querido. Tampoco Pablo está diciendo que los creyentes de Tesalónica deberían transformar en un circo las ceremonias fúnebres por sus seres queridos. Pablo dice que está bien para los creyentes entristecerse por los que han muerto, pero la tristeza no debe desbordarse. No debe ser como la tristeza que experimentan los incrédulos quienes no tienen esperanza para el más allá, para la vida después de la muerte. Pero los creyentes tenemos esperanza y esta esperanza nos ayuda a no expresar el dolor descontroladamente, pero no elimina el dolor como para reír en medio de un funeral. Así que, amable oyente, expresar el dolor con lágrimas, en una manera controlada, es legítimo para el creyente. No es en ninguna manera sinónimo de inmadurez espiritual o falta de fe. El llanto es beneficioso para el corazón adolorido, amable oyente. El llanto actúa como una válvula de escape para desfogar la angustia interior que resulta del dolor. No crea el dicho popular que los machos nunca lloran. No es verdad. Pero además del dolor, pueden haber también otras emociones en la persona que ha sufrido alguna pérdida o separación significativa. Puede ser que haya tristeza, ira, culpa, ansiedad, soledad, fatiga, desánimo, duda. Procure identificar estas emociones en su ser y expréselas de una manera adecuada. Quizá podría hablar de eso con Dios en oración. Dígale a Dios que se siente triste por la ausencia de su ser querido. Dígale a Dios que está enojado por lo que ha pasado, inclusive admita que siente ira contra la persona que murió porque le ha dejado con un vacío tan grande que no sabe como llenarlo. Así es, no esconda nada. Dígale a Dios que se siente culpable por alguna situación particular. Dígale a Dios que se siente solo, cansado, desanimado, con duda. Enfrente estas emociones. No las esconda. Si las esconde, estas emociones van a fermentar dentro de usted y algún momento van a explotar dejando muertos y heridos en el camino. Mucho bien haría a las personas que piensan que los creyentes no deben llorar cuando muere un ser querido, el pensar que la Biblia registra que el Señor Jesús como varón de dolores y experimentado en quebranto, expresó con llanto sus emociones. Cuando murió Lázaro, María vino en llanto y se postró a los pies de Jesús diciendo: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. ¿Será que Jesús reprendió a María por llorar? Será que Jesús dijo a María: Mujer de poca fe, ¿Por qué lloras? Nada de esto. Ponga atención a lo que dice el texto en Juan 11:33-36 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,

Joh 11:34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.

Joh 11:35 Jesús lloró.

Joh 11:36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.

Esta fue la reacción de Jesús, amable oyente. Jesús expresó con llanto el dolor que sentía dentro, aún sabiendo que en cuestión de instantes, iba a resucitar a su amigo Lázaro. Si Jesús lloró por un amigo que murió, cuánto más nosotros por un ser querido que muere. Jesús también se entristeció en gran manera muchas veces, no sabemos si al punto de derramar lágrimas, pero ciertamente expresó su dolor de una manera controlada. Todo esto, amable oyente, para reforzar la idea que expresar las emociones mediante el llanto o alguna otra forma controlada de expresión, es algo legitimo para el creyente y de ninguna manera afrenta a Dios o es sinónimo de inmadurez espiritual o de falta de fe o de esperanza. Pero es apropiado también señalar que el desborde descontrolado de las emociones no es una conducta apropiada para un creyente. Está bien derramar lágrimas por el dolor que causa la separación temporal de un ser querido, pero de allí a rasgarse las vestiduras y poner ceniza sobre la cabeza, al puro estilo de los israelitas del Antiguo Testamento hay mucha diferencia. La diferencia radica esencialmente en la esperanza que tenemos los creyentes y la desesperanza que tienen los incrédulos. Para el creyente, la muerte, aunque causa dolor, sin embargo no es el fin de todo, porque está la esperanza de volver a ver al ser querido en la gloria, pero para el incrédulo, la muerte es el fin de su oportunidad para arreglar el problema de pecado con Dios y esto significa la entrada a la condenación eterna. Aunque el incrédulo no sepa de esto en detalle, instintivamente sabe que la muerte es el comienzo de separación eterna y esto le arrastra a expresar su dolor en una forma descontrolada. En conclusión, amable oyente, el transitar por el sendero del dolor, implica una capacidad para expresar el dolor controladamente. No es malo llorar, malo es no llorar, porque las emociones están contenidas y pueden causar mucho daño.

 

1-Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Uno

DESEARÍA QUE ELLA VINIERA CON UN INSTRUCTIVO

a1Tu carro viene con uno. También tu televisión, tu estéreo, tu cámara y tu computadora. Qué lástima que tu esposa no venga también con un instructivo.1 Imagina lo fácil que sería vivir con ella, si viniera con un libro de instrucciones en el cual pudieras encontrar lo que necesitas saber para mantenerla saludable, feliz ¡y al máximo de su capacidad!

Si tuvieras un manual de esta índole, te proveería información esencial sobre las mujeres en general. Pero te daría otros datos valiosos como la información específica de tu producto (tu mujer en particular), instrucciones para el mantenimiento, direcciones para leer sus parámetros e indicadores emocionales, instrucciones de limpieza, advertencias sobre los riesgos e incluso una sección completa sobre “Cómo Resolver Problemas.” Pero tu esposa es una mujer, y las mujeres no vienen con un instructivo – ¿O sí?

Permíteme decirte un pequeño secreto poco conocido: tu esposa viene con un manual. Tú nunca lo has visto porque está metido en su corazón. Muy dentro de su corazón está la información necesaria para entenderla y cuidarla de acuerdo a la Biblia2. Sólo hay algo que debes entender. Tú eres el que debe sacarla. Así es, tu trabajo es sacar esa valiosa información de su corazón, y si fuera necesario, ponerla por escrito. “Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre, y el hombre de entendimiento lo sacará.” (Prov. 20:5). La responsabilidad de ser entendido te la da Dios en 1 Pedro capítulo tres.

“1 Pedro, capítulo tres – ¡Amo ese pasaje! ¿No es allí donde dice que la mujer debe mantenerse callada?”

Bueno, sí, pero yo no me refiero a esos versos (1 & 2). Yo quiero hablarte del verso siete. “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3:7, RV60). La Biblia pone sobre ti la carga de vivir sabiamente como esposo. Tú eres quien debe tomar la iniciativa para obtener de tu esposa la información necesaria para desarrollar y mantener la intimidad como una sola carne que Dios ha determinado que tengas con ella. Elisabeth Elliot en su libro The Mark of a Man (La Marca de Un Hombre), explica el concepto del hombre como iniciador:

“Lo importante que como hombre debes recordar … es que una mujer no puede responder apropiadamente a menos que el hombre sea apropiadamente el iniciador. Él debe tomar la iniciativa para que ella lo siga, como en un baile. La voluntad de cada uno para ejecutar los ‘pasos’ que han sido ensayados es lo que da libertad a la otra persona.”3

“¡Está bien! ¡Me convenciste! Así que mi trabajo es entenderla. Pero ¿Cómo saco esa información, ese instructivo fuera de su corazón?”

Bueno, para empezar, tienes que entender la perspectiva bíblica del matrimonio y la importancia de la comunicación para la relación marital.

Un Pacto de Compañerismo

Muchos creen que el propósito del matrimonio es la propagación de la raza humana. Pero el matrimonio fue diseñado por Dios para lidiar con el asunto de la soledad (Gen. 2:18–24). El SEÑOR Dios dijo:” No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea.”

En su libro, Marriage, Divorce and Remarriage in the Bible (Matrimonio, Divorcio y Recasamiento), Jay Adams desarrolla este concepto:

Dios hizo a la mayoría de nosotros para que estuvieramos solos sin una relación íntima con quien vivir. Dios proveyó a Eva no sólo (o primariamente) como ayuda para Adán (aunque la ayuda es una dimensión de esa compañía), sino como su compañera. Él también, como todos los demás esposos desde entonces (como veremos), debía proveerle compañerismo a ella. En la Biblia, el matrimonio es descrito en términos de una compañía. En Proverbios 2:17, por ejemplo, se nos dice que “… la mujer extraña … deja el compañero de su juventud, y olvida el pacto de su Dios.” La palabra traducida “compañero” en este verso tiene la idea de “uno que es domesticado” (es usado hablando de domesticar animales), o “uno que tiene una cercana e íntima relación con alguien.” Obviamente es difícil establecer una relación cercana con un animal salvaje, pero uno puede estar cerca de un animal domesticado. La idea central tiene que ver con una relación cercana e íntima. Y eso es exactamente lo que la compañía marital es: la relación cercana e íntima del esposo y la esposa.

El concepto del matrimonio como compañía aparece también en Malaquías 2:14 con un término diferente pero complementario: “El SEÑOR ha sido testigo entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto.” Ahora, la palabra aquí traducida compañera tiene como idea central unión o asociación. Una compañera, entonces, es alguien con quien entras en una unión o relación cercana. Al unir estos dos términos obtenemos un entendimiento completo de la idea de compañía. Una compañera es alguien con quien tú estás íntimamente unido en pensamiento, metas, planes, esfuerzos, y en el caso del matrimonio, cuerpos.4

Estos dos pasajes juntos, hacen claro que para ambos, esposo y esposa, el compañerismo es el estado ideal. En proverbios, el esposo es llamado el compañero (mostrándonos que también provee compañía para su esposa); en Malaquías, es la esposa quien es designada como tal. Para ambos entonces, entrar en el matrimonio debería significar el deseo de satisfacer el uno al otro la necesidad de compañía. El amor en el matrimonio se enfoca en darle al cónyuge la compañía que él/ella necesita para eliminar la soledad.

Para que este compañerismo sea establecido, mantenido y alcance madurez, hay algo de suma importancia que es requerido.

La Revelación es un Prerrequisito para la Relación

¿Alguna vez te has detenido a considerar que de no ser por la Biblia, nunca hubieses podido tener una relación personal con Dios a través de Jesucristo? Piensa en eso. De no ser por la revelación escrita que Dios da de sí mismo al hombre, no sabrías lo suficiente para convertirte en cristiano. En la medida en que Él se revela a sí mismo a través de la Biblia (y que tú entiendas esa revelación), puedes tener una relación íntima con Él. En la medida en la que Él no se revele a sí mismo a través de la Biblia (o que no entiendas esa revelación), no puedes tener una relación personal con Él. La revelación, por lo tanto, es un prerrequisito para tener una relación. Esto es verdad no sólo en tu relación personal con Dios, sino también con la gente.

En la medida en que dos personas se revelen a sí mismas la una a la otra, ellas podrán tener una relación íntima. En la medida en que no se revelen a sí mismas, no podrán tener una relación íntima. Ahora, puesto que el matrimonio es la más íntima de las relaciones interpersonales, es razonable que un esposo y su esposa, si han de experimentar la intimidad (compañía) de “una sola carne” diseñada por Dios, deben revelarse el uno al otro más que a nadie. En todo nivel (físico, intelectual, emocionalmente, etc.) ellos deben estar “desnudos y sin vergüenza” (Gen. 2:25). Tristemente, con demasiada frecuencia éste no es el caso. De hecho, a causa del pecado, los esposos y las esposas se avergüenzan y tienen miedo de revelarse el uno al otro. Esta falta de apertura y honestidad (falta de revelación) evita que muchas (me atrevo a decir, bastantes) parejas (aun cristianas) experimenten la seguridad, frescura y felicidad que Dios ha planeado para ellos en el oasis del matrimonio.

¿Qué con respecto a ti? ¿En qué medida te revelas como eres a tu esposa? ¿Te sientes avergonzado y temeroso? ¿Acaso la envidia, el orgullo, la indolencia o la ignorancia evitan que le reveles esa información a tu esposa?

¿En qué medida se revela a ti tu esposa? ¿Se siente ella avergonzada y temerosa también? ¿Acaso el miedo, la envidia, el orgullo, la pereza o la ignorancia le evitan revelarte esa información a ti?

Estorbos a la Revelación

1. Miedo

Quizá el estorbo más grande para revelarnos abiertamente sea el miedo.

Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales. Y oyeron al SEÑOR Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del SEÑOR Dios entre los árboles del huerto. Y el SEÑOR Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás? Y él respondió: “Te oí en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí.” (Gen. 3:7–10)

Adán y Eva fueron azotados por el miedo y se escondieron de Dios al darse cuenta que estaban desnudos. Así también los esposos y las esposas son frecuentemente asolados por el miedo y esconden lo que verdaderamente son cuando se dan cuenta de la pecaminosidad de sus corazones. Las parejas cristianas que son una sola carne y están comprometidos a la santificación mutua no deben temer a la vergüenza y el rechazo. De hecho, deberían darse cuenta que en el matrimonio de dos pecadores ambas partes pecarán. Lejos de ser sorprendidos cuando el pecado ocurra deben presuponer que es inevitable (1 Juan 2:1). Lejos de ocultar el pecado el uno del otro deben sentirse libres de revelar sus luchas internas con la esperanza de encontrar ayuda para vencerlas. El esposo, como la persona que debe lavar (santificar) a su esposa con el agua de la Palabra de Dios (Ef. 5:26), y la esposa, como la ayuda de su esposo, son llamados a participar activamente en el proceso de santificación progresiva de sus respectivos cónyuges.

2. Egoísmo

Existe un verdadero corolario en la Biblia entre el miedo pecaminoso y el orgullo. Las personas que son egoístas tienden a ser miedosas. Las personas que son miedosas son necesariamente egoístas. Quizás la mejor manera para demostrar esto es estudiando la antítesis de ambos pecados. De acuerdo a las Escrituras, lo contrario (y un antídoto en contra) del miedo pecaminoso es el amor. 1 Juan 4:18 explica “En el amor no hay temor; sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor.” Pero el amor es lo opuesto (un antídoto en contra) del pecado del egoísmo. De acuerdo a 1 Cor. 13:5 el amor “… no busca lo suyo [no es egoísta] …” Puedes tratar de ver esto como una ecuación.

Ahora mira lo que pasa cuando sacas el amor de ambos lados de la ecuación.

Otra manera de demostrar la misma relación bíblica entre miedo y egoísmo es por definición. Considera esto:

Amor

es estar más interesado con lo que puedo dar que con lo que pueda obtener.

Egoísmo

es estar más interesado con lo que puedo obtener que con lo que pueda dar.

Miedo

es estar más interesado con lo que pudiera perder, que con lo que puedo dar.

Cuando permites que el miedo al rechazo de tu esposa te impida amarla de modo que no le muestras lo que es bíblicamente necesario que ella sepa de ti, estás siendo egoísta. En es momento, estás más interesado en cómo lo que le reveles pueda herirte que en cómo ayudar a tu esposa. Cuando fallas al amar a tu esposa (tu prójimo más cercano) de esta manera, simultáneamente fallas en amar a Dios, y por lo tanto quebrantas el primer y el segundo mandamiento (al amar a Dios y tu prójimo cf. Mt. 22:35–40).

3. Orgullo

El pecado del orgullo trae el más severo e inmediato juicio de parte de Dios. Te ciega ante otros pecados en tu vida y evita que te arrepientas de ellos. El orgullo es el Síndrome de Inmunodeficiencia adquirida (SIDA) del alma. Cuando una persona muere a causa de haber adquirido SIDA, realmente no muera a causa del SIDA. Más bien muere de enfermedades complicadas a causa del SIDA (neumonía, tuberculosis, meningitis, etc.). A diferencia de una catarata, el virus del SIDA de alguna manera ciega los ojos del sistema inmunológico de sus víctimas. Esto evita que su sistema inmunológico vea y consecuentemente destruya los virus y bacterias que al final de cuentas lo matará.

Como el SIDA, el orgullo te ciega no sólo de ti mismo, pero también de otros pecados escondidos en lo más profundo de tu corazón y de tu vida. Te hace odiar la corrección y la reprensión. Te esconde de tu pecado, justifica tu pecado, excusa tu pecado, y evita que te arrepientas de tu pecado. Te engaña haciéndote pensar que estás espiritualmente bien, cuando de hecho tienes un cáncer fatal y estás en la necesidad desesperada del Bálsamo del Gran Médico.

Escucha a Richard Baxter, el gran escritor puritano, describir (en mi versión contemporánea) la patología de esta terrible plaga del alma.

El orgullo es una raíz profunda y un pecado que se auto preserva; por lo tanto es más difícil de eliminar y desarraigar que otros pecados. Se esconde para no ser descubierto … No permite que el pecador vea su orgullo cuando es reprobado; tampoco deja que lo confiese cuando lo ve; ni … que lo aborrezca o lo abandone … Aunque reconozca las evidencias del orgullo en otros, no lo ve en sí mismo. Cuando siente desprecio por la reprensión sabiendo que es una señal de orgullo en otros, no lo ve en sí mismo. Si tú tratas de curar a una persona orgullosa de cualquier falta, sentirás como si estás lidiando con una avispa o una culebra; pero aun mientras escupe el veneno de su orgullo contra el que lo reprende, la persona orgullosa no se da cuenta de su orgullo. Este veneno es una parte de su naturaleza y por lo tanto no siente que es dañino o tóxico … 5

Antes de la caída, Adán y Eva estaban desnudos y no tenían vergüenza (Gen. 2:25). Esto no se refiere sólo al hecho de que no usaban ropa. Primordialmente habla de la total apertura, honestidad y franqueza que gozaban antes de que su orgullo les hiciera esconder sus pecados. En definitiva, lo que impide a un esposo y esposa gozar la intimidad de “una sola carne” que Adán y Eva conocieron en el jardín del Edén es el orgullo. Es tu orgullo el que se resiste a revelar a tu esposa las cosas que te avergüenzan. Ella por ser tu esposa tiene la necesidad bíblica de saber ciertas cosas de tu vida que afectan tu relación con ella. Por ser ella tu ayuda tiene la necesidad bíblica de saber ciertas cosas de tu vida que afectan tu relación con Dios (recuerda: Si Dios quiere que tu esposa creyente te ayude con algo ¡es que seas un mejor cristiano!) Cuando tú orgullosamente te resistes a revelarle estas cosas pecas contra Dios, contra tu esposa y contra tu matrimonio.

4. Pereza

Si vas a tomar seriamente los mandamientos que Dios te da como esposo, necesitarás invertir una cantidad considerable de tiempo, esfuerzo y reflexión para estudiar e implementar los pasajes específicos de la Escritura que he tratado de trazar en este libro. Es probable que tengas que cambiar tu manera de pensar, actuar, hablar y priorizar tus otras responsabilidades. Quizás tendrás que cambiar para dejar de ser una persona guiada por los sentimientos6—que hace lo que sus sentimientos le dictan y deja de hacer lo que no le dictan – para ser una persona obediente – que hace lo que la Biblia requiere, tenga deseos o no. Estos cambios serán difíciles al principio, pero recuerda, existe algo más difícil que cambiar – no cambiar: Proverbios 13:15 dice “… el camino de los transgresores es duro.” (RV60). Así que tienes una opción: trabajar duro ahora con la esperanza de la bendición de Dios en el futuro, o seguir el camino “fácil” ahora sabiendo que te espera un camino difícil por recorrer bajo la disciplina de Dios en el futuro.

5. Ignorancia

¿Alguna vez te has detenido a considerar que el hombre era dependiente del consejo de Dios aun antes de caer en pecado? Si Adán necesitaba de la sabiduría de Dios en el huerto del Edén sin haber caído, ¿Cuánto más necesitas tú de Su sabiduría mientras intentas amar a tu esposa y vivir con ella con sabiduría?

Ahora, si aún piensas que vivir sabiamente con tu esposa es imposible puede ser porque ignoras, no sólo las Escrituras, sino también el poder de Dios. Jesús una vez dijo acerca de otro asunto:

¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? (Marcos 12:24)

En primer lugar, puede ser que no te des cuenta que las Escrituras te ordenan entender a tu esposa. 1 Pedro 3:7 no es un consejo, una recomendación o una sugerencia. Es un mandamiento. En otras palabras, ¡tienes que aprender cómo entender a tu esposa!

En segundo lugar, puedes ser que no entiendas el poder de Dios. Siempre que veas en la Biblia un mandamiento que parece imposible de obedecer, debes recordar que Dios nunca pide a un cristiano obedecerle sin la provisión de tres fuentes poderosas.

• Dios promete darte sabiduría para obedecerle.

Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. (St. 1:5)

Si no sabes cómo obedecer debes pedirle a Dios que te enseñe. Esta promesa es primero porque usualmente es necesario saber cómo obedecer a Dios antes de poder hacerlo.

• Dios promete darte la capacidad para cambiar.

Porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito (Fil. 2:13).

Conforme caminas en fe para obedecer lo que Dios ha mandado en Su Palabra, Él provee el poder necesario para hacer lo que antes te parecía imposible. Santiago dice que el hacedor de la Palabra será “bienaventurado en lo que hace” (Stgo. 1:25).

• Dios promete darte el deseo de cambiar.

Porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito (Fil. 2:13).

Es después de que has obedecido lo que has aprendido que probablemente experimentarás el deseo de caminar en obediencia a las Escrituras.

Estas tres promesas son hechas sólo a los cristianos quienes en dependencia del Espíritu de Dios y en conjunción con Su palabra, las reciben e implementan. Mientras lees este libro, aprenderás cómo entender mejor a tu esposa y cómo cumplir mejor tus responsabilidades bíblicas hacia ella.

¿Puedo Guardar una Copia Impresa del Manual?

Sí, pero únicamente con la aprobación de tu esposa.7

Al final de los capítulos dos al trece podrás apuntar en una página separada lo que estés aprendiendo de tu esposa. Estas páginas te ayudarán a aplicar los principios bíblicos discutidos en el capítulo correspondiente. Por supuesto, necesitarás la ayuda de tu esposa para completar la mayoría de ellos. Las páginas quizás deberían ser fotocopiadas antes de completarlas. Después podrías convertirlas en un cuaderno para futura revisión y examen. Este cuaderno “basado en 1 Pedro 3:7” se convertirá en la copia impresa del manual de operación de tu esposa.

Ya sea que elijas hacer una copia impresa del manual o no, te beneficiarás en gran medida llenando mentalmente las páginas adicionales al final de cada capítulo.

1 El concepto de “propiedad” corporal es mutuo en las Escrituras. “La mujer ya no tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposo. Tampoco el hombre tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposa.” (1 Cor. 7:4 NVI). Si tu esposa no se siente cómoda con esta terminología, quizá quieras pensar en términos de manual de mantenimiento o manual del operador.

2 En última instancia el instructivo es la Biblia, toda la información esencial que tú y tú esposa necesitan para entender e interpretar la vida está en sus páginas (Salmo 19:7; 2 Pedro 1:3; 2 Tim. 3:16–17).

3 Elliot, Elisabeth; The Mark of a Man, Grand Rapids: Fleming H. Revell, ©1991. Elisabeth Elliot, p. 55, Usado con permiso.

4 Adams, Jay E., Marriage Divorce and Remarriage in the Bible, Grand Rapids: Zondervan, ©1980 by Jay E. Adams, pp. 11–12.

5 The Christian Directory, por Richard Baxter, 1990 (reprint) Ligonier, PA: Soli Deo Gloria, pg. 207

6 Quizás el gran enemigo de una persona indisciplinada (o perezosa) sea “lo que siente.”

7 Tu esposa quizás no se sienta cómoda con tu idea de mantener un diario de lo que estás aprendiendo acerca de ella-especialmente si en el pasado le has dado razones para que no confíe en ti. Si éste es el caso, simplemente haz lo mejor que puedas para aplicar y recordar lo que has aprendido acerca de ella mientras continúas leyendo este libro.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 13–24). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

David y Abigail

1 Samuel 25-28

David y Abigail

a125:1  Murió Samuel, y se juntó todo Israel, y lo lloraron, y lo sepultaron en su casa en Ramá.

Y se levantó David y se fue al desierto de Parán.

Y en Maón había un hombre que tenía su hacienda en Carmel, el cual era muy rico, y tenía tres mil ovejas y mil cabras. Y aconteció que estaba esquilando sus ovejas en Carmel.

Y aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer, Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de Caleb.

Y oyó David en el desierto que Nabal esquilaba sus ovejas.

Entonces envió David diez jóvenes y les dijo: Subid a Carmel e id a Nabal, y saludadle en mi nombre,

y decidle así: Sea paz a ti, y paz a tu familia, y paz a todo cuanto tienes.

He sabido que tienes esquiladores. Ahora, tus pastores han estado con nosotros; no les tratamos mal, ni les faltó nada en todo el tiempo que han estado en Carmel.

Pregunta a tus criados, y ellos te lo dirán. Hallen, por tanto, estos jóvenes gracia en tus ojos, porque hemos venido en buen día; te ruego que des lo que tuvieres a mano a tus siervos, y a tu hijo David.

Cuando llegaron los jóvenes enviados por David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David, y callaron.

10 Y Nabal respondió a los jóvenes enviados por David, y dijo: ¿Quién es David, y quién es el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen de sus señores.

11 ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son?

12 Y los jóvenes que había enviado David se volvieron por su camino, y vinieron y dijeron a David todas estas palabras.

13 Entonces David dijo a sus hombres: Cíñase cada uno su espada. Y se ciñó cada uno su espada y también David se ciñó su espada; y subieron tras David como cuatrocientos hombres, y dejaron doscientos con el bagaje.

14 Pero uno de los criados dio aviso a Abigail mujer de Nabal, diciendo: He aquí David envió mensajeros del desierto que saludasen a nuestro amo, y él los ha zaherido.

15 Y aquellos hombres han sido muy buenos con nosotros, y nunca nos trataron mal, ni nos faltó nada en todo el tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo.

16 Muro fueron para nosotros de día y de noche, todos los días que hemos estado con ellos apacentando las ovejas.

17 Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle.

18 Entonces Abigail tomó luego doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos, y lo cargó todo en asnos.

19 Y dijo a sus criados: Id delante de mí, y yo os seguiré luego; y nada declaró a su marido Nabal.

20 Y montando un asno, descendió por una parte secreta del monte; y he aquí David y sus hombres venían frente a ella, y ella les salió al encuentro.

21 Y David había dicho: Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto mal por bien.

22 Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuere suyo no he de dejar con vida ni un varón.

23 Y cuando Abigail vio a David, se bajó prontamente del asno, y postrándose sobre su rostro delante de David, se inclinó a tierra;

24 y se echó a sus pies, y dijo: Señor mío, sobre mí sea el pecado; mas te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva.

25 No haga caso ahora mi señor de ese hombre perverso, de Nabal; porque conforme a su nombre, así es. El se llama Nabal,[a] y la insensatez está con él; mas yo tu sierva no vi a los jóvenes que tú enviaste.

26 Ahora pues, señor mío, vive Jehová, y vive tu alma, que Jehová te ha impedido el venir a derramar sangre y vengarte por tu propia mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos los que procuran mal contra mi señor.

27 Y ahora este presente que tu sierva ha traído a mi señor, sea dado a los hombres que siguen a mi señor.

28 Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días.

29 Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será ligada en el haz de los que viven delante de Jehová tu Dios, y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda.

30 Y acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre Israel,

31 entonces, señor mío, no tendrás motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa, o por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor, y cuando Jehová haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva.

32 Y dijo David a Abigail: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases.

33 Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano.

34 Porque vive Jehová Dios de Israel que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón.

35 Y recibió David de su mano lo que le había traído, y le dijo: Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y te he tenido respeto.

36 Y Abigail volvió a Nabal, y he aquí que él tenía banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón de Nabal estaba alegre, y estaba completamente ebrio, por lo cual ella no le declaró cosa alguna hasta el día siguiente.

37 Pero por la mañana, cuando ya a Nabal se le habían pasado los efectos del vino, le refirió su mujer estas cosas; y desmayó su corazón en él, y se quedó como una piedra.

38 Y diez días después, Jehová hirió a Nabal, y murió.

39 Luego que David oyó que Nabal había muerto, dijo: Bendito sea Jehová, que juzgó la causa de mi afrenta recibida de mano de Nabal, y ha preservado del mal a su siervo; y Jehová ha vuelto la maldad de Nabal sobre su propia cabeza. Después envió David a hablar con Abigail, para tomarla por su mujer.

40 Y los siervos de David vinieron a Abigail en Carmel, y hablaron con ella, diciendo: David nos ha enviado a ti, para tomarte por su mujer.

41 Y ella se levantó e inclinó su rostro a tierra, diciendo: He aquí tu sierva, que será una sierva para lavar los pies de los siervos de mi señor.

42 Y levantándose luego Abigail con cinco doncellas que le servían, montó en un asno y siguió a los mensajeros de David, y fue su mujer.

43 También tomó David a Ahinoam de Jezreel, y ambas fueron sus mujeres.

44 Porque Saúl había dado a su hija Mical mujer de David a Palti hijo de Lais, que era de Galim.

David perdona la vida a Saúl en Zif

26:1  Vinieron los zifeos a Saúl en Gabaa, diciendo: ¿No está David escondido en el collado de Haquila, al oriente del desierto?

Saúl entonces se levantó y descendió al desierto de Zif, llevando consigo tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif.

Y acampó Saúl en el collado de Haquila, que está al oriente del desierto, junto al camino. Y estaba David en el desierto, y entendió que Saúl le seguía en el desierto.

David, por tanto, envió espías, y supo con certeza que Saúl había venido.

Y se levantó David, y vino al sitio donde Saúl había acampado; y miró David el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de Ner, general de su ejército. Y estaba Saúl durmiendo en el campamento, y el pueblo estaba acampado en derredor de él.

Entonces David dijo a Ahimelec heteo y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab: ¿Quién descenderá conmigo a Saúl en el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé contigo.

David, pues, y Abisai fueron de noche al ejército; y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el campamento, y su lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner y el ejército estaban tendidos alrededor de él.

Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que le hiera con la lanza, y lo enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré segundo golpe.

Y David respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?

10 Dijo además David: Vive Jehová, que si Jehová no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o descendiendo en batalla perezca,

11 guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová. Pero toma ahora la lanza que está a su cabecera, y la vasija de agua, y vámonos.

12 Se llevó, pues, David la lanza y la vasija de agua de la cabecera de Saúl, y se fueron; y no hubo nadie que viese, ni entendiese, ni velase, pues todos dormían; porque un profundo sueño enviado de Jehová había caído sobre ellos.

13 Entonces pasó David al lado opuesto, y se puso en la cumbre del monte a lo lejos, habiendo gran distancia entre ellos.

14 Y dio voces David al pueblo, y a Abner hijo de Ner, diciendo: ¿No respondes, Abner? Entonces Abner respondió y dijo: ¿Quién eres tú que gritas al rey?

15 Y dijo David a Abner: ¿No eres tú un hombre? ¿y quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has guardado al rey tu señor? Porque uno del pueblo ha entrado a matar a tu señor el rey.

16 Esto que has hecho no está bien. Vive Jehová, que sois dignos de muerte, porque no habéis guardado a vuestro señor, al ungido de Jehová. Mira pues, ahora, dónde está la lanza del rey, y la vasija de agua que estaba a su cabecera.

17 Y conociendo Saúl la voz de David, dijo: ¿No es esta tu voz, hijo mío David? Y David respondió: Mi voz es, rey señor mío.

18 Y dijo: ¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho? ¿Qué mal hay en mi mano?

19 Ruego, pues, que el rey mi señor oiga ahora las palabras de su siervo. Si Jehová te incita contra mí, acepte él la ofrenda; mas si fueren hijos de hombres, malditos sean ellos en presencia de Jehová, porque me han arrojado hoy para que no tenga parte en la heredad de Jehová, diciendo: Ve y sirve a dioses ajenos.

20 No caiga, pues, ahora mi sangre en tierra delante de Jehová, porque ha salido el rey de Israel a buscar una pulga, así como quien persigue una perdiz por los montes.

21 Entonces dijo Saúl: He pecado; vuélvete, hijo mío David, que ningún mal te haré más, porque mi vida ha sido estimada preciosa hoy a tus ojos. He aquí yo he hecho neciamente, y he errado en gran manera.

22 Y David respondió y dijo: He aquí la lanza del rey; pase acá uno de los criados y tómela.

23 Y Jehová pague a cada uno su justicia y su lealtad; pues Jehová te había entregado hoy en mi mano, mas yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová.

24 Y he aquí, como tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción.

25 Y Saúl dijo a David: Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás. Entonces David se fue por su camino, y Saúl se volvió a su lugar.

David entre los filisteos

27:1  Dijo luego David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, y no me ande buscando más por todo el territorio de Israel; y así escaparé de su mano.

Se levantó, pues, David, y con los seiscientos hombres que tenía consigo se pasó a Aquis hijo de Maoc, rey de Gat.

Y moró David con Aquis en Gat, él y sus hombres, cada uno con su familia; David con sus dos mujeres, Ahinoam jezreelita y Abigail la que fue mujer de Nabal el de Carmel.

Y vino a Saúl la nueva de que David había huido a Gat, y no lo buscó más.

Y David dijo a Aquis: Si he hallado gracia ante tus ojos, séame dado lugar en alguna de las aldeas para que habite allí; pues ¿por qué ha de morar tu siervo contigo en la ciudad real?

Y Aquis le dio aquel día a Siclag, por lo cual Siclag vino a ser de los reyes de Judá hasta hoy.

Fue el número de los días que David habitó en la tierra de los filisteos, un año y cuatro meses.

Y subía David con sus hombres, y hacían incursiones contra los gesuritas, los gezritas y los amalecitas; porque éstos habitaban de largo tiempo la tierra, desde como quien va a Shur hasta la tierra de Egipto.

Y asolaba David el país, y no dejaba con vida hombre ni mujer; y se llevaba las ovejas, las vacas, los asnos, los camellos y las ropas, y regresaba a Aquis.

10 Y decía Aquis: ¿Dónde habéis merodeado hoy? Y David decía: En el Neguev de Judá, y el Neguev de Jerameel, o en el Neguev de los ceneos.

11 Ni hombre ni mujer dejaba David con vida para que viniesen a Gat; diciendo: No sea que den aviso de nosotros y digan: Esto hizo David. Y esta fue su costumbre todo el tiempo que moró en la tierra de los filisteos.

12 Y Aquis creía a David, y decía: El se ha hecho abominable a su pueblo de Israel, y será siempre mi siervo.

28:1  Aconteció en aquellos días, que los filisteos reunieron sus fuerzas para pelear contra Israel. Y dijo Aquis a David: Ten entendido que has de salir conmigo a campaña, tú y tus hombres.

Y David respondió a Aquis: Muy bien, tú sabrás lo que hará tu siervo. Y Aquis dijo a David: Por tanto, yo te constituiré guarda de mi persona durante toda mi vida.

Saúl y la adivina de Endor

Ya Samuel había muerto, y todo Israel lo había lamentado, y le habían sepultado en Ramá, su ciudad. Y Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores y adivinos.

Se juntaron, pues, los filisteos, y vinieron y acamparon en Sunem; y Saúl juntó a todo Israel, y acamparon en Gilboa.

Y cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera.

Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas.

Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación.

Y se disfrazó Saúl, y se puso otros vestidos, y se fue con dos hombres, y vinieron a aquella mujer de noche; y él dijo: Yo te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere.

Y la mujer le dijo: He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir?

10 Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto.

11 La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel.

12 Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, diciendo:

13 ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra.

14 El le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia.

15 Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió: Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer.

16 Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas a mí, si Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo?

17 Jehová te ha hecho como dijo por medio de mí; pues Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David.

18 Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy.

19 Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos.

20 Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y estaba sin fuerzas, porque en todo aquel día y aquella noche no había comido pan.

21 Entonces la mujer vino a Saúl, y viéndolo turbado en gran manera, le dijo: He aquí que tu sierva ha obedecido a tu voz, y he arriesgado mi vida, y he oído las palabras que tú me has dicho.

22 Te ruego, pues, que tú también oigas la voz de tu sierva; pondré yo delante de ti un bocado de pan para que comas, a fin de que cobres fuerzas, y sigas tu camino.

23 Y él rehusó diciendo: No comeré. Pero porfiaron con él sus siervos juntamente con la mujer, y él les obedeció. Se levantó, pues, del suelo, y se sentó sobre una cama.

24 Y aquella mujer tenía en su casa un ternero engordado, el cual mató luego; y tomó harina y la amasó, y coció de ella panes sin levadura.

25 Y lo trajo delante de Saúl y de sus siervos; y después de haber comido, se levantaron, y se fueron aquella noche.

Footnotes:

  1. 1 Samuel 25:25 Esto es, Insensato.
Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

Esteban y Copión

Marzo 21

Esteban y Copión

Lectura bíblica: Romanos 8:28–30

Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo. Romanos 8:29

a1Cuando Esteban entraba en una habitación, su sola presencia hablaba de éxito. El chico de preparatoria era todo lo que uno podía esperar: Era deportivo, el capitán del equipo de fútbol campeón. Era buen mozo. Era musical, el trompetista principal en la orquesta juvenil estatal. Era brillante, el chico con las calificaciones más altas de la escuela.
Copión no era nada de eso. No era deportivo, una vez hasta se trastabilló con sus propios zapatos cuando estaba al frente del aula presentando una lección. No era buen mozo, pregúntaselo a cualquier chica. No era musical, lo sacaron de la banda escolar cuando dejó caer su tuba. Y no era inteligente, poco le faltaba para reprobar las materias. Pero en lugar de aceptarse como era, Copión seguía intentando hacer todas las cosas que hacía Esteban.
Querer ser alguien distinto puede ser un pensamiento divertido por unos minutos, pero no el modo de vivir todos los días. Dios te hizo único. Eres distinto de todas las demás personas en este planeta, y quiere que sigas siendo distinto.

• Eres maravilloso tal como Dios te hizo.
• No tienes que ser algún otro.
• No tienes que compararte con nadie.

Reconócelo: Te comparas con otros porque quieres saber si eres mejor, igual o peor que ellos. Si te sale bien la comparación, te pones eufórico. Si no eres magnífico, inteligente, rico o atlético como la otra persona, te deprimes. El problema con compararte con alguien es que usas la medida equivocada: usas a otras personas. Cada persona es diferente, así que siempre encontrarás a alguien que crees que es mejor o peor que tú, llenándote de frustración u orgullo.

No obstante, hay alguien a quien sí debes esforzarte por parecerte. Es alguien que hasta Dios quiere que copies. Y éste es su Hijo.

Dios no quiere que te rehagas a la imagen de nadie excepto Jesús. No quiere que trates de tener la apariencia de Jesús o de vestirte como él, sino que quiere que desarrolles un carácter como el de Jesús.

En lugar de preguntar: “¿Soy tan bueno como Fulano o Mengano?”, pregúntate esto: “¿Tengo el carácter de Jesús, el Hijo de Dios?”. Cuando puedas responder sí a esa pregunta, sabrás que te pareces a él.

PARA DIALOGAR
¿A quién quieres parecerte? ¿Por qué?

PARA ORAR
Padre, gracias porque no esperas que nos rehagamos a la imagen de nadie excepto tu Hijo.

PARA HACER
Con la ayuda del Espíritu Santo, identifica una característica de Jesús que te gustaría imitar. Luego, ¡trata de ponerla hoy en práctica!

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.

EL PREJUICIO RACIAL Y LA SED DE VENGANZA

21 mar 2016

EL PREJUICIO RACIAL Y LA SED DE VENGANZA

por Carlos Rey

a1(Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial)

—[Obispo Larra,] mi querido prelado… De mí depende la paz de esta plaza… pero debe usted comprender que mi caída del poder significaría la más sangrienta revuelta que jamás haya visto esta colonia….

—Baltasar, Baltasar… No vuele tan alto; ni quiera ser dueño de tantas vidas….

—No intente disimular su derrota. Soy el hombre más poderoso de toda la estancia, y usted, [obispo Larra,] hombre avezado a estas artes, lo sabe muy bien. ¿Por qué soy el más poderoso? Pues le diré: Conozco el miedo que ustedes sienten cada vez que miran a un negro, y puedo lograr, con un gesto, o con mi martirio, una gran cacería de blancos…. El total de negros en la ciudad excede a la población blanca en proporción de siete a uno. Vea usted, mi queridísimo prelado, que soy el dueño de vidas y haciendas….

—Baltasar…, si las autoridades se tornan en su contra, el desenlace, tanto para su pueblo como para el mío, será la más terrible destrucción.

—Esas consideraciones no me interesan. Me interesa humillar a los blancos, a los verdugos de mi padre…. La humillación del blanco es la única libertad que desea el negro.

—Pertenece usted[, Baltasar,] a los más temibles humanos. Su lógica es implacable, y no se compadece de las muy humanas debilidades.

—Tiene usted razón, mi querido prelado. Me limito a jugar con las pasiones ajenas. La vida de los hombres no es para mí un reclamo de compasión, sino la oportunidad de ejercitar mis habilidades.1

En esta novela dramatizada que lleva por título La renuncia del héroe Baltasar, el escritor puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá recrea un ficticio levantamiento de esclavos en la isla de Puerto Rico, protagonizado por una figura situada entre el mito y la historia, el indomable personaje Baltasar Montañez. Es una historia que no fue, pero pudo haber sido, una historia que teje la trama de un falso siglo dieciocho en el que se vislumbra el fin próximo del régimen colonial y de la esclavitud. Mediante el atrevido diálogo con que la relata, Rodríguez Juliá penetra en el mundo sombrío del prejuicio racial a fin de que comprendamos el extremo al que es capaz de rebajarse el ser humano con relación al prójimo.

Por una parte, vemos el extremo de la discriminación racial de un grupo hacia otro grupo al que menosprecia; por otra parte, vemos el extremo de la sed de venganza que consume a un poderoso miembro del grupo esclavizado que ha sido víctima de semejante injusticia. Y todo esto a pesar de la clara enseñanza de la Palabra de Dios siglos atrás, en la que hemos tenido la solución a todos los conflictos en las relaciones humanas: que amemos al prójimo como a nosotros mismos,2 aun en el caso extremo de que sea nuestro enemigo;3 y que dejemos que sea Dios quien nos vindique y defienda nuestra causa. Porque así como no hay nadie que ame a todos por igual más que Dios mismo,4 que nos creó a todos iguales,5 tampoco hay nadie que juzgue a todos por igual con más justicia que ese mismo Dios que dijo: «Mía es la venganza; yo pagaré.»6


1 Edgardo Rodríguez Juliá, La renuncia del héroe Baltasar, Editorial Cultural (Harrisonburg, Virginia, EE.UU.: Banta Company, 1986), pp. 31‑33.
2 Lv 19:18; Mt 19:19; 22:39; Mr 12:31; Lc 10:27; Ro 13:9; Gá 5:14; Stg 2:8
3 Mt 5:43; Lc 6:27,35; Ro 12:20
4 Jer 31:3; 33:11; Jn 3:16; 15:13; 1Jn 3:1,16
5 Gn 1:27; 5:1-2; Nm 15:15; Job 33:6; Gá 3:28
6 Dt 32:35; Ro 12:19; Heb 10:30-31 (véanse Sal 94:1-2; Is 63:4; Jer 15:15; 20:12; Nah 1:2-3; Stg 4:12)

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