EL MARIDO INTEGRAL
Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico
Por Lou Priolo
Capítulo Cinco
CÓMO AMAR A TU ESPOSA (PRIMERA PARTE)
Se cuenta la historia de un hombre que buscó el consejo de su pastor. El pastor le preguntó al hombre “¿Qué puedo hacer por ti?”
“Pastor, creo que tengo un problema.”
“¿Cuál es tu problema?”
“¡Creo que amo demasiado a mi esposa!”
“Está bien. Respóndeme, ¿la amas tanto como Cristo ama a la Iglesia?” “¡No, no la amo tanto!”
“Entonces tu problema no es que la amas demasiado. ¡Tu problema es que aún no lo amas suficiente!”
El problema real de muchos hombres que están “enamorados” de sus esposas es que piensan en el amor como un sentimiento. Como una persona mencionó, “El amor es un sentimiento que sientes cuando sientes que vas a sentir algo que nunca habías sentido antes.” Hasta donde el amor es un sentimiento (y en cierta medida es una emoción), es posible amar a alguien demasiado. De hecho puedes amar a alguien (o algo) hasta el punto de idolatrarlo(a). Cuando un hombre desea y adora a su esposa de una manera anormal (hasta el punto de esperar que ella haga por él lo que sólo Dios puede hacer) él la ama, de forma pecaminosa, “demasiado.”
El amor bíblico, sin embargo, no es primordialmente un sentimiento. De hecho, ese amor no es primariamente ni siquiera una emoción. ¿Qué función tiene, gramaticalmente, la palabra “amor” en una oración?
“Amor es un sustantivo.”
No, amor es fundamentalmente un verbo.
“¿Un verbo?”
¡Así es!, ¿Recuerdas el pasaje clásico que define el amor bíblico?
“Seguro, es 1 Corintios 13.”
Así es. Veamos ahora detenidamente este pasaje tan conocido que aun a los ojos de muchos paganos es insuperable por su precisión y genio literario.
El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Cor. 13:4–7).
Dejame dividir este pasaje en sus componentes gramaticales para que veas por ti mismo de lo que estoy hablando. “El amor es paciente.” “Es paciente” en el griego original del Nuevo Testamento es un participio y por lo tanto es verbal por naturaleza. “El amor es bondadoso.” “Es bondadoso” de la misma manera es un participio. “El amor no tiene envidia” es un verbo. Y es así con el resto:
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El amor no es jactancioso
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Verbo
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No es arrogante,
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Verbo
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No se porta indecorosamente;
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Verbo
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No busca lo suyo,
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Verbo
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No se irrita,
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Verbo
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No toma en cuenta el mal recibido,
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Verbo
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No se regocija de la injusticia,
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Verbo
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Sino que se alegra con la verdad,
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Verbo
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Todo lo sufre,
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Verbo
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Todo lo cree,
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Verbo
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Todo lo espera,
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Verbo
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Todo lo soporta.
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Verbo
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¿Ves el cuadro? Cuando Dios quiso definir el amor Él uso verbos porque el amor es algo que haces más que lo que sientes. ¡Involucra acción mucho más que emoción!
Puesto que el amor es algo que haces, ¿es realmente posible amar a alguien demasiado? Puedes comenzar a meditar en esto; te daré la respuesta antes de terminar el capítulo. El verdadero problema que enfrentamos no es que amemos demasiado a nuestras esposas; el problema real, como el hombre que describimos al principio del capítulo, es que no las amamos lo suficiente.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella. (Efesios 5:25)
¿Amas a tu esposa como Cristo amó a la iglesia?
“No estoy seguro de saber lo que es el amor. Ahora sé que es un verbo y no un sustantivo, pero ¿cómo lo defino? Quizá cuando entienda lo que es el amor verdadero pueda contestar tu pregunta.”
Con esto es suficiente. Empecemos nuestro intento por definir el amor encontrando un término equivalente preciso o un sinónimo. Aquí hay algunas referencias que arrojan luz sobre el tema:
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella. (Efesios 5:25)
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Y andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma. (Ef. 5:2)
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gal. 2:20)
Jesús nos dice que amemos a nuestros enemigos.
“Habéis oído que se dijo: “AMARAS A TU PROJIMO y odiarás a tu enemigo.” Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. (Mateo 5:43–44)
Salomón nos dice cómo hacerlo.
“Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale de beber agua.” (Prov. 25:21)
“Ya veo. Amar es dar y entregarse.”
Eso es un buen comienzo, pero no podemos detenernos solamente allí. El amor bíblico requiere más. Echemos otro vistazo a 1 Corintios 13.
Si yo hablara lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe. Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha (1 Cor. 13:1–3 énfasis añadido).
“¡Espera un momento! ¡Ahora estoy muy confundido! Si el amor es dar, ¿Cómo puede una persona dar todas sus posesiones para alimentar al pobre y hacer el sacrificio supremo de dar incluso la vida – y aún así no tener amor?”
¡Buena pregunta! Muchas personas son generosas dando – incluso los pecadores le dan a los pecadores (cf. Mat. 5:44–47). Lo que falta en la definición de amor como “dar” es tu motivación. Si tú das (todas tus posesiones e incluso tu vida) esperando obtener algo de regreso, realmente tu amor no llena los requisitos de genuino amor bíblico y perderás tu recompensa eterna (cf. Hechos 8:18–20; Mat. 6:2). El amor genuino da sin esperar algo a cambio. El amor genuino no necesita que sea correspondido para que le amen.
“De acuerdo, lo entiendo. El amor es dar sin que nuestro primer motivo sea que nos den algo a cambio.”
Bien, pero hay algo que nos falta para completar nuestra definición. ¿De qué forma lo vas a dar? Si alguien te dice, “Si me amas debes darme todo lo que te pido,” ¿lo harías?
“¡Por supuesto que no! Dependería en primer lugar de qué es lo que la persona necesita.”
Así es. No necesariamente tendrías que darle lo que la persona quiera pero si pudieras le darías lo que necesita. Hoy en día, la línea que separa las necesidades de los deseos es muy borrosa – aun en la comunidad cristiana, que debería conocer la diferencia. Hemos sido instruídos una y otra vez que nuestras dos necesidades básicas son seguridad y significancia, que necesitamos amor incondicional y aceptación, que necesitamos autoestima positiva y amarnos a nosotros mismos antes de poder amar a Dios y a otros. Estas “necesidades” simplemente no son identificadas en la Biblia como tales. De hecho, si cambias la palabra necesidad por la palabra deseo cada vez que lees libros cristiana serás teológicamente más preciso.
Marta pensó que necesitaba algo –ayuda en la cocina.
“Mientras iban ellos de camino, El entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a Él, le dijo: Señor, ¿no te importa que me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada [énfasis añadido].” (Lucas 10:38–42)
Lo que Marta quería era que su hermana le ayudara. Lo que ella necesitaba era sentarse a los pies de Cristo y escuchar Su Palabra. Creo que las dos más grandes necesidades del hombre no son la seguridad y la significancia sino (1) amar a Dios con todo el corazón, el alma, la mente y las fuerzas, y (2) amar al prójimo (con la misma intensidad que él ama) como a sí mismo (cf. Mat. 22:36–40). Mas allá de eso, el hombre tiene otras necesidades válidas como el consejo de Dios a través de Su Palabra y comida y refugio (cf. Mat. 4:4; 1 Tim. 6:8).
Esta es entonces nuestra definición revisada del amor: Amor es dar a otros lo que necesitan sin que el motivo primario sea alguna recompensa temporal. El amor en el contexto del matrimonio es darle a tu esposa lo que la Biblia dice que ella necesita sin que el motivo principal sea alguna recompensa temporal. Desde luego, como veremos después, tu puedes (y en algunos casos también debes) darle lo que ella quiera cuando es bíblicamente apropiado.
¿Es posible, a la luz de esta definición amar demasiado? Es probable que no. Si estás dando por los motivos correctos para suplir las necesidades (más que los deseos) de la persona que amas, será muy difícil amar a alguien desordenadament (a menos que estés dando a esa persona lo que verdaderamente le pertenece a alguien más).
Ahora, de acuerdo a esta definición, ¿qué es lo que dirías es la antítesis o lo opuesto al amor?
“Siempre pensé que lo opuesto del amor es odiar, pero ahora no estoy tan seguro”.
En la medida en que se hable del amor como un sustantivo, odiar puede ser buena construcción antitética. Pero cuando se habla del amor como un verbo, quizá sea más preciso identificar su antónimo como egoísmo. Digo esto, no porque una de las características del amor en 1 Corintios 13 es que “no es egoísta,” sino a causa de que quitar es lo opuesto a dar. Dar, como hemos visto, es la esencia del amor. Amar es dar. El egoísmo es quitar. “¿Soy un dador o un substractor?” Esta es la pregunta que deberías hacerte mientras evalúas tu amor hacia tu esposa.
La Raíz Que Causa Todos los Problemas Maritales
Puedo decirte sin temor, contradicción ni simplificación que la raíz que causa todos los conflictos maritales es el egoísmo. Puedo decir eso porque quizá no haya mejor sinónimo en términos prácticos del pecado que el egoísmo. El pecado (i.e., egoísmo) es la esencia de todos los problemas maritales. Así como nuestra definición “amor es dar” era deficiente por ser muy limitada en extension, así “el pecado es egoísmo” es demasiado estrecha para ser precisa teológicamente. Cualquier definición completa del pecado debe hacer referencia al hecho de que este se comete contra un Dios Justo y Santo. Pero para nuestro propósito práctico, me gustaría desarrollar el concepto del pecado como egoísmo un poco más ampliamente.
Como escribió el prolífico autor puritano Richard Baxter, “el egoísmo … es el pecado radical y positivo del alma que abarca seminalmente (en forma de semila) y causalmente todos los demás pecados.”1 Esto significa que nuestro más grande pecado de comisión, del cual los demás pecados fluyen, es el egoísmo. Hablando de manera práctica, es el egoísmo en nuestros corazones el que genera todos los demás pecados.
Tu corazón es como una moneda de dos caras. En un lado de la moneda lees egoísmo. En el otro lado lees falta de amor a Dios y al prójimo. Esta moneda de dos caras (¿O podríamos decir, “monstruo de dos cabezas”?) es nuestro gran pecado de omisión. La manera en que lo puso Richard Baxter es la siguiente:
La caída del hombre consistió en que se apartó Dios para volverse a sí mismo; su regeneración consiste en que se aparta de sí mismo para volverse a Dios … y a la mortificación del amor propio. Por lo tanto el egoísmo es todo pecado positivo en uno, así como la falta de amor a Dios es todo pecado privativo en uno.2
A causa de que el hombre es pecador (i.e., egoísta), el remedio práctico de Dios es que aprenda a amar a Dios y a su prójimo.
“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Él le dijo: AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: AMARÁS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.” (Mat. 22:36–40)
Estos dos grandes mandamientos, de los cuales dependen todos los demás, son los dos grandes antídotos prácticos para batallar contra el pecado que habita en nosotros. Entre más amas a Dios y a tu prójimo, serás menos egoísta (pecador).
Ahora, ¿quién es tu prójimo más cercano? ¿Quién comparte tu casa, tu alimento, tu cama? ¿Con quién eres una sola carne? Tú no eres una sola carne con tus padres, ni siquiera con tus hijos, pero si lo eres con tu esposa. Ella es tu prójimo más cercano, como tal es a quien más debes amar (darle de manera no egoísta).
La Biblia nos manda a amar a nuestra esposa no sólo de manera general como a nuestro prójimo, sino de manera específica, como nuestra esposa.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo. POR ESTO EL HOMBRE DEJARÁ A SU PADRE Y A SU MADRE, Y SE UNIRÁ A SU MUJER, Y LOS DOS SERÁN UNA SOLA CARNE. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido. Efesios 5:25–33
Este pasaje está lleno de instrucciones que expondré y aplicaré de varias maneras a lo largo del libro. Por ahora me gustaría que observes que las instrucciones específicas para iniciar el amor en el contexto del matrimonio han sido dadas claramente al esposo. De hecho, la Biblia no manda especificamente a que la esposa ame al esposo de la manera en que le manda a ellos que a sus esposas..
“¿De verdad? ¿Pero no hay un pasaje en Tito el cual dice que me debe amar?”
No exactamente, el pasaje que quizá estés pensando es Tito 2:3–4.
“Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos …
La frase “que amen a sus esposos” es una palabra compuesta en el griego original del Nuevo Testamento que tiene diferente significado que el amor (ágape) en el que nos hemos estado enfocando en este capítulo. El significado de “amor” en el pasaje de Tito donde las mujeres jóvenes deben ser instruídas por las mujer ancianas (o más maduras), está más ligado al concepto de “afecto.” La mujeres ancianas deben enseñar a las jóvenes a ser afectuosa con su esposo. El tipo de amor que debes mostrarle a tu esposa es un amor mucho más poderoso.
“Bueno, eso no me parece justo.”
Ten presente que Dios hizo al hombre para ser el que toma la iniciativa y a la mujer para ser la que responde. Recuerda también que la Biblia te manda a amar a tu esposa “como Cristo amó a la iglesia” ¿Quién tomó la iniciativa en esa relación? ¿Fue la iglesia quien le suplicó a Cristo por miles de años ser su esposa, como diciendo: “Señor Jesús, ¡te amo tanto, por favor, ven y ámame!”? No, Cristo inició el amor y la iglesia respondió. “Nosotros le amamos, porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). A pesar de que la Biblia no manda a tu esposa a amarte de la misma manera que tú debes hacerlo, si ella ama a Dios le será difícil no responder calidamente a tu amor si la amas cada vez más como Cristo amó a la iglesia.
“Así que, además de entregarme a mi esposa de manera no egoísta y tomar la iniciativa para amarla, ¿qué más involucra amar a mi esposa como ‘Cristo amó a la Iglesia’?”
¡Bastante! Pero por ahora déjame mencionar sólo una cosa más. La iglesia por la cual Cristo murió es una iglesia de gente pecadora. Considera el siguiente pasaje:
“Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Porque a duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Rom. 5:6–8)
¿Cómo respondes a tu esposa cuando peca? Es en amor con perdón o con enojo y amargura. ¿Mantienes una cuenta de sus pecados (el amor “no toma en cuenta el mal recibido” 1 Cor. 13:5) o los cubres con amor? “Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados (1 Pedro 4:8).” ¿Estás consciente de que estás casado con una persona pecadora quien constantemente necesita ser perdonada? ¿O esperas que sea perfecta? ¿Eres paciente con ella mientras ella trata de cambiar? ¿O esperas que cambie de la noche a la mañana? ¿Amas a la persona pecadora con la que te casaste, así como Cristo ama a su esposa pecadora, la iglesia?
¿Cómo debo amarte? Déjame enumerar las maneras
Hay mucho que se puede decir sobre amar a tu esposa como Cristo amó a la iglesia. He dicho todo lo que puedo para justificar este capítulo. Sin embargo, debes continuar estudiando y meditando sobre las maneras en que Cristo demostró Su amor por la iglesia. Al final de este capítulo encontrarás una hoja de trabajo que te será de ayuda en tu estudio. Mientras lees el Nuevo Testamento, explora los ejemplos y las maneras en que Cristo amó a su iglesia y te asombrarás de lo que vas a descubrir. Anota estos descubrimientos en la primera columna (“Pasaje de la Escritura”). En la segunda columna (“Cómo Ama Cristo a la Iglesia”) puedes registrar la interpretación o explicación de cómo exactamente Cristo demostró Su amor por Su Esposa. En la tercera columna (Aplicación: “Cómo Puedo demostrarle Amor a Mi Esposa”) anota cuántas de las aplicaciones de este pasaje puedes hacer en tu matrimonio (cómo puedes de una manera similar amar a tu esposa). Recuerda que a pesar de que pueden haber muchas formas de aplicar un pasaje de la Escritura (columna tres), sólo existe una interpretación (columna dos) — la que el Espíritu Santo puso allí. “Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal” (2 Ped. 1:20).
Otro elemento del amor bíblico mencionado en el pasaje de Efesios 5 no tiene que ver en la manera en la que Cristo ama a la iglesia, sino con la manera en la tú que te amas a ti mismo:
“Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo. POR ESTO EL HOMBRE DEJARÁ A SU PADRE Y A SU MADRE, Y SE UNIRÁ A SU MUJER, Y LOS DOS SERÁN UNA SOLA CARNE. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo y que la mujer respete a su marido.” Efesios 5:28–33
La llegada del movimiento moderno de auto-estima ha traído consigo mucha confusión en la iglesia acerca del amor a uno mismo.3 Muchos autores y maestros de la Biblia bien intencionados, distorsionan las enseñanzas de Cristo tratando de hacer que la Escritura sea compatible con la psicología popular.4 Quizá una de las mayores distorsiones es la mala interpretación del pasaje que ya hemos mencionado en Mateo 22:36–40.
“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Él le dijo: AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Este es el más grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: AMARÁS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.”
La esencia de esta doctrina erronea es algo como lo siguiente: “realmente no puedes amar a Dios y a tu prójimo a menos que, y hasta que aprendas a amarte a ti mismo.” Esta enseñanza convierte por completo los dos grandes mandamientos en tres y hace que los dos originales dependan del que se le agrega.
Mandamiento Numero Uno: Amate a ti mismo.
Mandamiento Numero Dos: Ama a tu prójimo.
Mandamiento Numero Tres: Ama a Dios.
No existe ningún pasaje en la Biblia que instruya que te ames a ti mismo. De hecho, la Biblia enseña en muchos lugares lo opuesto: Debes negarte a ti mismo (cf. Mat. 10:39; 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23; Juan 12:25–26; Rom. 8:13; Col. 3:5; y Tito 2:12). Cuando Jesús dijo “Ama a tu prójimo como a ti mismo,” Él no quiso decir que debes amar a tu prójimo necesariamente en la misma forma que te amas, sino que con la misma intensidad con la que tú te amas naturalmente ti mismo. El no está dando un tercer mandamiento como algunos dicen; simplemente está reconociendo que nosotros nos amamos a nosotros mismos de forma natural con cierto celo y ardor – y Él nos está mandando que amemos a otros con la misma intensidad.
Esto es lo que Pablo reitera a los esposos en nuestro pasaje. Léelo de nuevo con esto en mente.
“Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros bros de su cuerpo. POR ESTO EL HOMBRE DEJARÁ A SU PADRE Y A SU MADRE, Y SE UNIRÁ A SU MUJER, Y LOS DOS SERÁN UNA SOLA CARNE. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo y que la mujer respete a su marido.”
Lo que Pablo está diciendo aquí es: “Esposo cristiano, tú necesitas amar y cuidar a tu esposa con la misma intensidad con la que de manera natural cuidas y amas tu propio cuerpo. Cuando amas a tu esposa te estás amando a ti mismo. Después de todo, ella es una sola carne (una persona) contigo. ¿Tú no odias o maltratas tu propio cuerpo, o sí? Lo alimentas y lo sustentas. Te aseguras de satisfacer sus necesidades para que funcione y crezca adecuadamente. Eso es lo que hace Cristo por su Iglesia, y esta es la manera en que Dios nos llama a pensar de nuestra esposa y a conducirnos con ella. Has dejado a tu padre y a tu madre y haz llegado a ser una carne (una persona) con ella. Necesitas tener cuidado de esta nueva parte de tu cuerpo. Sé que este concepto es difícil de comprender, pero piensa en la manera en la que Cristo ama a la iglesia y haz que tu meta sea amar a tu esposa de la misma forma. Debes amar y cuidar a tu esposa con el mismo fervor y vehemencia con el que amas y cuidas tu propio cuerpo.”
¿Cómo se compara el amor a tu esposa con el amor que te tienes a ti mismo? ¿Provees para sus necesidades tan prontamente como lo haces con las tuyas? Si no la amas y la cuidas con la misma intensidad que te cuidas y amas a ti mismo, no la amas suficientemente.
“¿Lou, que hay de la palabra ‘cuida’? Soy un hombre y los hombres no se andan cuidando ellos mismos. ¡Ese léxico ni siquiera está en mi vocabulario! ¿Cómo voy a cuidar a mi esposa cuando ni siquiera entiendo bien lo que significa ‘cuidar’?”
¿Recuerdas lo que hiciste la última vez que accidentalmente te cortaste el dedo en casa? Lo más probable es que hayas corrido al fregadero más cercano y abierto la llave para que cayera agua fría sobre tu herida. Después la observaste para determinar que tan profunda era y hasta qué punto estabas perdiendo sangre. Luego quizá presionaste alrededor de la herida para que dejara de sangrar y fuiste corriendo a la caja de primeros auxilios a buscar algo con que desinfectar y vendar la herida. Con cuidado limpiaste de nuevo la herida con un desinfectante sin aplicar demasiado para que no te ardiera. Entonces, abriste la venda y te envolviste el dedo herido con ella con la presión precisa para que no te volviera a sangrar y cuidando que la sangre del dedo pequeño pudiese seguir circulando.
El Dr. Wayne Mack, en su excelente libro de estudios bíblicos con ejercicios para parejas Strenghtening Your Marriage (Fortaleciendo Tu Matrimonio) nos aporta un valioso explicacion adicional sobre este pasaje.5
“Normalmente, el hombre utiliza mucho de su tiempo, esfuerzo y dinero en cuidar de sí mismo … sus necesidades, deseos, aspiraciones, esperanzas, cuerpo y comodidad son demasiado importantes para él. El se sustenta y cuida a sí mismo. De manera cuidadosa protege y provee para las necesidades de su cuerpo. Jamás se haría daño. Cuando está hambriento, come. Cuando tiene sed, la mitiga. Cuando está cansado, duerme. Cuando tiene algún dolor, va al doctor. Cuando se corta, limpia la herida y la cubre. Cuando observa que algún objeto viene hacia él, pone sus manos para protegerse. De manera natural, cuidadosa y fervientemente se sustenta y se cuida a sí mismo.”
Éste es el tipo de cosas que tienes que hacer para con tu esposa puesto que ella es ahora hueso de tus huesos y carne de tu carne (Gen. 2:23).
“Bueno, pero, ¿Hasta qué punto debo darle a mi esposa lo que ella quiere?”
La respuesta a esta pregunta es un poco más difícil. En el capítulo ocho trataré este tema de manera más completa. Sin embargo, la respuesta corta es que debes tratar de darle la mayoría de las cosas que quiere según puedas y sin que tengas que pecar o tentarla a ella para que peque.
“Mas esto digo, hermanos: el tiempo ha sido acortado; de modo que de ahora en adelante los que tienen mujer sean como si no la tuvieran; y los que lloran, como si no lloraran; y los que se regocijan, como si no se regocijaran y los que compran, como si no tuvieran nada; y los que aprovechan el mundo, como si no lo aprovecharan plenamente; porque la apariencia de este mundo es pasajera. Mas quiero que estéis libres de preocupación. El soltero se preocupa por las cosas del Señor, cómo puede agradar al Señor; pero el casado se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y sus intereses están divididos. Y la mujer que no está casada y la doncella se preocupan por las cosas del Señor, para ser santas tanto en cuerpo como en espíritu; pero la casada se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.” (1 Cor. 7:29–34).
El principio (que, de nuevo, es asumido por Pablo) es que una persona casada está naturalmete interesada en agradar a su cónyuge. Esto implica que no sólo necesitas conocer las necesidades de tu cónyuge sino, de cierta manera, satisfacer sus deseos. La Biblia da por sentado que necesitarás tiempo, esfuerzo y reflexión para complacer a tu esposa. Sin embargo, la moderación (y el dominio propio) deben ser mostrados en todas las cosas: “y los que aprovechan el mundo, como si no lo aprovecharan plenamente” (vs. 31; ver también 1 Cor. 9:25). Otros asuntos que se deben incluir son la administración del tiempo y del dinero (Lucas 16:1–8; 19:12–27; Ef. 5:16), ya sea que complazcas o no algún deseo particular de tu esposa, no debe ser piedra de tropiezo para ella (Lucas 17:1, 2; Rom. 14:1; 1 Cor. 8).
En la siguiente página encontrarás una hoja de trabajo que te ayudará a evaluar las necesidades de tu esposa como también los recursos con los que cuentas. En la parte izquierda de la página anota las cosas que creas que constituyen sus necesidades y deseos bíblicos válidos. En la parte derecha de la página anota los recursos que Dios te ha dado para satisfacer sus necesidades y deseos. Una vez que hayas acabado, pídele que te ayude a completar y poner en orden de prioridad ambas listas.
Hay un punto muy importante que debemos ver antes de terminar este capítulo: Ningún esposo puede amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia a menos que y hasta que él mismo sea cristiano. El amor descrito en 1 Corintios 13 no puede hallar cabida en el corazón de un hombre que no conoce a Cristo. Un pagano quizá pueda producir algunos cuantos elementos del verdadero amor ágape por períodos breves de tiempo, pero sólo un cristiano (alguien que tiene al Espíritu Santo residiendo con él) puede día tras día amar a su esposa con el tipo de amor sacrificial que Dios requiere. Sólo los cristianos tienen la habilidad de sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo y soportarlo todo.
Si tienes preguntas acerca de cómo ser cristiano o acerca de tu relación con Cristo y aún no lo has hecho, toma un momento ahora y lee el Apéndice A, “Cómo puedo ser salvo.”
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Sus Necesidades y Deseos/ Mis Recursos
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Necesidades de mi Esposa
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Mis Recursos
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1. Tiempo en la Palabra
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1.
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2. Tiempo contigo
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2.
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3. Alimento y refugio
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3.
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4. Descansar lo suficiente
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4.
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5.
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5.
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6.
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6.
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7.
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Deseos de mi Esposa
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Mis Recursos
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1. Salir juntos / viajar juntos
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1.
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2.
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3.
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3.
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4.
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4.
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5.
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5.
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6.
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Maneras Específicas en las que Cristo amó a la Iglesia
Al leer el Nuevo Testamento observa cuantos ejemplos del amor de Cristo por su Iglesia puedes descubrir. Anotalos en la primera columna (“Referencia Escritural”). En la segunda columna (“Cómo Cristo ama a la Iglesia”) anota debes la interpretación o explicación de cómo Cristo demostró ese amor. En la tercera columna (“Aplicación: Cómo muestro amor por mi esposa”) apunta las aplicaciones personales del pasaje que puedas implementar en tu matrimonio (ejm. cómo puedes de manera similar demostrar tu amor a tu esposa). Recuerda que aunque pueda haber distintas aplicaciones de un pasaje de la Escritura (columna tres), sólo hay una interpretación (columna dos) de la Escritura: esta interpretación es la que el Espíritu Santo quiso dar cuando inspiró a los autores bíblicos. “Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal” (2 Ped. 1:20)
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Referencia Escritual
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Cómo Cristo ama a la Iglesia
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Aplicación: Cómo puedo Amar a mi esposa
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1. Romanos 5:6–8
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1. Siendo aún pecadores
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1. Perdonándole su pecado de manera inmediata
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2. 1 Juan 4:19
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2. Él nos amó primero
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2. Tomar la iniciativa para
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3. Juan 3:16
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3.
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3.
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4. Efesios 5:2
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4.
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4.
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5. Mateo 20:8
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5.
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5.
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6. Juan 15:13
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6.
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6.
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1 The practical Works of Richard Baxter Volume One: A Christian Directory, Ligonier, PA: Soli Deo Gloria 1990, pg. 868
2 Ibid, pp. 868–869
3 Para un tratamiento excelente en este tema vea The Biblical View of Self-Esteem. Self-Love, Self-Image por Jay E. Adams, Eugene, Oregon: Harvest House Publishers, 1986.
4 Para un tratamiento conciso de la suficiencia de las Escrituras en consejería, vea mi folleto ¿Es la Biblia un libro de texto para consejería?, el cual está disponible a través de Calvary Press-1-(800)789-8175.
5 Wayne Mack, Strengthening Your Marriage, Philipsburg, New Jersey: Presbyterian and Reformed Publishing Co., © 1977. Pg. 31.
Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 93–111). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.
