6-CÓMO AMAR A TU ESPOSA (SEGUNDA PARTE)
EL MARIDO INTEGRAL
Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico
Por Lou Priolo
Capítulo Seis
CÓMO AMAR A TU ESPOSA (SEGUNDA PARTE)
“Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas.” (Col. 3:19)
Frank llegó a casa tarde una noche de la oficina. Después de beber su sopa recalentada, subió a lavarse los dientes. Cuando abró la repisa vio el tubo de la pasta de dientes, y al darse cuenta que su esposa lo habia apretado otra vez por la parte de medio se encendió en ira. Cerrando violentamente la repisa y agitando sus brazos empezó a expresar su enojo en voz alta y con tono irritado.
“¡Esa mujer! Siempre aprieta la pasta de dientes por en medio. Le he pedido miles de veces que la apriete por la parte de abajo pero ¿me escucha? ¡Nunca! Me hiría mejor si le hablo al tubo de la pasta en lugar de pedirle a ella que haga algo por mí. Es la mujer más egoísta y desconsiderada que he conocido. ¿Que tal si yo ignorara sus incesantes peticiones? No le gustaría en lo más mínimo.”
De repente, Frank deja de vociferar y mientras contempla la pasta de dientes comienza a planear la forma de vengarse.
“Le enseñaré una lección. Ella odia cuando alguien olvida ponerle la tapa a la pasta de dientes. No se la voy a poner. Cuando venga mañana temprano a lavarse los dientes, se pondrá furiosa de que no le puse la tapa y le arruinaré toda su mañana. Si tengo suerte la pasta se endurecerá y cuando apriete el tubo no saldrá. Y si realmente soy afortunado se pondrá a mirar por la entrada de la pasta mientras la aprieta y el pedazo seco le saltará en el ojo!”
Ahora te pregunto, ¿Vale la pena gastar tanta energía emocional por un tubo de pasta mal apretado? ¡Para nada! ¿Qué clase de respuesta merece una pasta de dientes que ha sido apretada por en medio? Si no puedes pasar por alto el incidente de la pasta de dientes, lo más que deberias dedicarle en tiempo, esfuerzo y pensamiento es diciendo: “¡Mira eso! Volvió a apretar la pasta de dientes en medio de nuevo. Se lo voy a seguir recordando hasta que aprenda a apretarla por la parte de abajo.”
El uso de cantidades desmedidas de energía emocional disgustandose por cosas tan triviales es una buena indicación de que puedas estar amargado.
“¿Qué es la amargura y cómo llega a amargarse una persona?” La amargura es el resultado de responder de manera inapropiadamente a las heridas. Echa un vistazo a Hebreos 12:15:
“Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados”
La Escritura describe la amargura como una raíz. Las raíces tienen que ser plantadas. Así que ¿cuál es la semilla de donde brota una raíz de amargura? Es el dolor. Cuando alguien te lastima1 es como si hubiese sembrado una semilla en la tierra de tu corazón. Tú puedes responder de dos maneras: puedes escarbar y arrancar la semilla perdonando a tu ofensor, o puedes cultivar la semilla contemplando tu dolor una y otra vez en tu mente. La amargura es el resultado de dejar que el dolor esté contigo demasiado tiempo. Es el resultado de no perdonar verdaderamente a tu ofensor (cf. Mat. 18:34–35).
Sam se casó asumiendo que su esposa Laura estaría interesada en tener relaciones sexuales tan frecuentemente como él deseaba. La primera vez ella parecía estarlo, pero después de la luna de miel las cosas empezaron a cambiar. Su deseo por las relaciones sexuales empezó a disminuir. Frecuentemente estaba “demasiado cansada” para tener sexo o tenía otra razón para no participar. Era difícil que ella iniciara las relaciones, y cuando participaba, era muy pasiva. Los días pasaron, y esos días se convirtieron en semanas. Un sábado por la mañana mientras estaban acostados en la cama, Sam intento iniciar un tiempo de intimidad. Laura parecía indiferente. Aunque verbalment no se negó a participar, tampoco parecía interesada. Sam se enojó y se sintió rechazado. Así de simple, ella sembró esa semilla en su corazón, tal como como lo había hecho en varias ocasiones anteriores. Sam se levantó rápidamente de la cama, lanzó su ropa y pisoteó mientras bajaba las escaleras, furioso y profundamente decepcionado.
El Monologo Interno de Sam (Cómo Sam Cultivó la Amargura):
• “No puedo creer que volvio a rechazarme.” Sam recoge la semilla en la tierra de su corazón con su dedo.
• “Ella nunca quiere tener sexo.” Sam cubre la semilla con más tierra.
• “Ella es tan frígida como un cubo de hielo.” Sam está dándole aire a la semilla.
• “¿Acaso no se da cuenta de lo egoísta que está siendo?” Sam está ahora regando la semilla.
• “Me está defraudando. Nunca debí de casarme con ella.” Sam esta fertilizando la herida. (Ahora está empezando a brotar.)
• “Yo también tengo necesidades y me está tentando a codiciar a otra mujer.” Sam esta deshierbando el brote (las raíces comienza a germinar).
• “Ella no puede hacerme esto. Le enseñaré a no rechazarme. No hablaré con ella por algunos días. Veamos cómo es que enfrenta este rechazo.” Sam ha construido un invernadero alrededor de Laura y ahora está cobrandole a la gente para que lo vea.
Sam debió haber removido la semilla explicandole su decepción a su esposa, perdonandola en cuanto se arrepintiese y buscando con ella una solución biblica al problema. En vez de eso, permitió que su herida le impidiera tomar una acción apropiada, repasó su ofensa una y otra vez en su mente y como consecuencia se llenó de amargura contra ella. ¿Has hecho esto alguna vez con tu esposa? Desde luego que lo haz hecho, tanto como yo. A esto la Biblia le llama pecado.
¿Cuáles son las evidencias2 de que un esposo tiene amargura contra su esposa? Estas son algunas que he encontrado durante mis doce años como consejero matrimonial. ¿Cuántas puedes identificar personalmente en tu matrimonio?
• Argumentos frecuentes (incapacidad de resolver conflictos)
• Arrebatos de enojo (Alzar la voz, tirar cosas, pegar, etc.)
• Aislamiento (guardar silencio o portarse indiferente)
• Disminución del afecto y la actividad sexual
• Sarcasmo (burla, ridiculo, grosería, bromas pesadas, etc.)
• Actos de venganza (tratar de lastimarla por lo que te hizo)
• Paternalismo (hablarle como si fuera niña o una persona inferior)
• Criticas (actitudes condenatorias y prejuiciadas)
• Sospecha y desconfianza
• Hipersensibilidad (tratar el piquete de un palillo como si fuese un puñal en el corazón)
• Intolerancia (no dejar pasar pequeñas ofensas que solían no ser notadas)
• Impaciencia
• Abuso de autoridad (actitudes dominantes, dictatoriales o tiránicas que exigen una obediencia absoluta innecesaria)
• Falta de amabilidad y simpatía
• Falta de interacción social con otras parejas
• Falta de respeto (deshonrándola abiertamente y en presencia de otros)
• Ausencia de compañerismo (la intimidad de la relación como “una sola carne” dañada y comunicación superficial.)
• Hijos resentidos (que han sido grandemente provocados por sus padres)3
“He tratado de perdonar a mi esposa por las heridas que me ha causado, pero es muy difícil hacerlo – especialmente porque vuelve a herirme vez tras vez.”
Quizá sea difícil porque no has entendido aún lo que significa perdonar. Quizá tengas, como muchos otros, un concepto sentimental del perdón.
“Pues tendré misericordia de sus iniquidades, y nunca más de acordare de sus pecados.” (Heb. 8:12)
¿Qué es el perdón? El perdón no es un sentimiento. En primera instancia el perdón es fundamentalmente una promesa.
Obviamente, cuando Dios nos perdona, El no se sienta en el cielo y se emociona. Así que el perdón no es un sentimiento. Si así lo fuera, nunca sabríamos si hemos sido perdonados. No, cuando Dios perdona, Él lo deja bien establecido. Así lo dice así. El declara, “No recordaré tus pecados” (Isa. 43:25; vea también Jer. 31:34). ¿No es maravilloso? Cuando Dios perdona, Él nos deja saber que dejará de tener contra nosotros nuestros pecados. Si el perdón fuera una experiencia emocional, no sabríamos si hemos sido perdonados. Pero Gloria a Dios, que sí los sabemos, porque el perdón es un proceso en el cual Dios declara que el problema de nuestro pecado ha sido arreglado de una vez por todas. Pero, ¿cuál es esa declaración? ¿Qué es lo que hace Dios cuando se manifiesta diciendo que nuestros pecados son perdonados? Dios hace una promesa. El Perdón no es un sentimiento, ¡el perdón es una promesa!”4
Cuando perdonas a alguien le estás haciendo una promesa que implica tres cosas:
1. Estás prometiendo no mencionar la ofensa de nuevo a la persona en el futuro. No usarás la ofensa “en contra de la persona” de ninguna manera peyorativa.
2. Estás prometiéndole no hablar a otros sobre la ofensa. Esto es, cubrirás el pecado con amor, no exhibirás ante otros lo que ha sido cubierto.
3. Estás prometiéndole no vivir con la ofensa que te hicieron. Este es talvéz el paso más importante de los tres. Al prometer no vivir con esa ofensa estás prometiendo que no “cultivarás” la herida trayendola una y otra vez a tu mente. En lugar de ver el rostro de tu ofensor en una tabla de tiro al blanco lista para clavarle un dardo justo en medio de los ojos, (o en una pelota de golf la cual intentas lanzar a trescientas yardas de distancia), verás a esa persona con un letrero en el rostro que dice con grandes letras: “Yo te he perdonado.”
“Pero aún no entiendo cómo puedo perdonar hasta olvidar.”
Olvidar no es lo mismo que no recordar. Cuando tu perdonas, no recordarás los pecados de tu ofensor en su contra así como Dios, habiendote perdonado, ya no recuerda tus pecados en tu contra. ¿Padece Dios de amnesia? No, Dios es omnisciente y sabía acerca de tus pecados incluso antes que nacieras. Cuando la Biblia habla de que Dios “olvida” nuestros pecados, no quiere decir que Él deja de ser omnisciente. El olvido de Dios se refiere al hecho de que Él ya no rememora nuestros pecados en Su mente para acusarnos con ellos. Dios “recuerda” la justicia de Su Hijo y la imputa a nuestra cuenta cuando ponemos nuestra confianza en sus méritos y mediacion. Igualmente, tú estás llamado a “imputar” tu perdón a los que te lo piden. El olvido es un acto de la voluntad, no un acto de las emociones. El olvido no es el medio por el cual perdonas sino el resultado de perdonar. Es el último paso, no el primero.
“Mi esposa me ha herido tantas veces que ya no puedo perdonarla.”
Si eres cristiano, tú puedes y debes. No puedes decir “no puedo.” El cristiano dice con Pablo: “Todo lo puedo En Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Cuando Dios te dice que hagas algo, debes de creer que Él te capacitará para obedecerle. Es decir, debes creer que Él te dará todos los recursos para hacer lo que te ha mandado a hacer. El ha prometido darte la sabiduría para obedecerlo. “Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stgo. 1:5). Él también ha prometido darte la habilidad y el deseo para obedecerlo. “Porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito” (Fil. 2:13).
A los discípulos les costó aceptar el mandato de Cristo de perdonar a su ofensor siete veces al día si él decía haberse arrepentido.
“¡Tened cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo” (Lucas 17:3–4).
Piensa en esto por un momento. Tu esposa te rechaza siete veces en un día y siete veces viene a pedirte perdón, y tienes que perdonarla. Ahora después de la segunda o tercera vez vas a tener serias dudas sobre la sinceridad de su arrepentimiento ¿o no? Aún así, Jesús dijo que si regresaba contigo siete veces al día diciendo “Me arrepiento,” debías de aceptar su palabra y perdonarla. Esto es un poco difícil de creer, ¿no? Los discípulos también fueron incrédulos al oír esto y dijeron: “¡Auméntanos la fe!” (Lucas 17:5).
¿Aceptó el Señor su incredulidad? ¡ni por un momento!
Entonces el Señor dijo: Si tuvieras fe como un grano de mostaza, dirías a este sicómoro: “Desarráigate y plántate en el mar.” Y os obedecería. ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le dice: “Ven enseguida y siéntate a comer”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame algo para cenar, y vístete adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso le da gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó? Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: “Siervos inútiles somos, hemos hecho sólo lo que debíamos haber hecho.” Lucas (17:6–10).
Jesús en efecto dijo, “Miren, lo que les estoy pidiendo no es opcional. No sean incrédulos. Ustede no necesitan más fe. Lo que necesitan es ser más obedientes. Ustedes sabían que sería difícil cuando los llamé para este trabajo. Lo que les estoy pidiendo es que hagan lo que el trabajo demanda.”
Quizá las palabras más convincentes que Jesús haya hablado acerca del perdón se encuentran en Mateo 18:21–35.
“Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: ‘Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces?’ Jesús le dijo: ‘No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.’ Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y así pagara la deuda. Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré.’ Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, y lo soltó y le perdonó la deuda. Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: ‘Paga lo que debes.’ Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te pagaré.’ Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Así que cuando vieron sus consiervos lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido. Entonces, llamándolo su señor, le dijo: ‘Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. ‘¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?’ Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.”
El rey en esta parábola (Dios el Padre) ha perdonado a su siervo (el cristiano) de una deuda que era tan grande que nunca podría haber sido pagada. Esta deuda es representativa de la incalculable e incomprensible deuda de pecado que le debemos a Dios y que nunca hubiésemos podido pagar. Cuando el sirviente rehusó perdonar a su compañero (probablemente otro cristiano) el rey se enfureció y le llamó “impío.” al sirviente que no perdonó.
El punto es que a la luz del perdón que has recibido, es una impiedad de tu parte no perdonar a tu ofensor (esposa) por lo que ella te haya hecho. Cuando comparas las ofensas triviales por las que debes perdonar a tu esposa con las enormes y eternas ofensas que has cometido en contra de un Dios santo este punto es irrefutable.
“¿Y qué hay acerca de los verdugos a los cuales Dios dice que me entregará si no perdono de todo corazón?”
Creo que esos verdugos son las consecuencias mentales, emocionales, psicológicas y sociales asociadas con la amargura. En otras palabras, Dios castiga el pecado de no perdonar a otros (cf. 1 Cor. 5:5; 11:30; Heb. 12:5–8; 1 Juan 5:6). El Insomnio, el miedo, la ansiedad, la depresión, las relaciones rotas con Dios y con los hombres, las oraciones no contestadas, y docenas de otras enfermedades psicosomáticas están asociadas con la amargura. Quizá una de las consecuencias más devastadoras de la amargura en el matrimonio es la contaminación de los hijos quienes se vuelven irritables, amargados y frecuentemente rebeldes como resultado de estar expuestos a la mala relación marital de sus padres:
“Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados.” (Heb. 12:15)
“¿Cómo puedo sobreponerme a los sentimientos de amargura hacia mi esposa?”
La respuesta práctica a esta pregunta será detenidamente explicada en el próximo capítulo, Como Defenderme sin Vengarme. La respuesta corta es que habiendole otorgado el perdón como un acto de tu voluntad (internamente), luego tendrás que responder a las ofensas que te ha hecho con actos de amor y nobleza (externamente). Mientras vences el mal con el bien (Rom. 12:21), tus sentimientos de amargura serán reemplazados con sentimientos de amor compatibles con la amabilidad, la misericordia y el perdón (Ef. 4:31–32).
Sin embargo, antes de llegar allí, debo hablarte de un familiar de la amargura comúnmente conocido como la ira. ¿Qué es la ira pecaminosa? Para ponerlo de manera simple, la ira pecaminosa es un “sistema de alarma” incorporado por Dios para dejarte saber si estás deseando algo desmedidamente. He escrito sobre este tema en mi libro “The Heart of Anger” (El Corazón del Enojo). Lo siguiente es una cita extensa de ese libro:
El libro de Santiago fue posiblemente el primer libro del Nuevo Testamento que se escribió. Los cristianos a quienes el hermano del Señor escribió estaban teniendo tales conflictos unos con otros que Santiago usó las palabras guerras y pleitos para describir la manifestación externa de su ira. Al principio del capítulo cuatro él hace una pregunta que va más allá de las manifestaciones externas y se enfoca en los motivos y causas internas de la ira. “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos (Pleitos RV60) entre vosotros?” (Santiago 4:1) Santiago responde esta pregunta para revelar a sus lectores cuál es exactamente la esencia de sus airadas disputas (o lo que hay en sus corazones produciendo esas disputas). “¿No vienen de vuestras pasiones que combaten en vuestros miembros?” la respuesta obvia es Sí.
Tenemos disputas airadas unos con otros por causa de nuestras pasiones (deseos que no necesariamente son pecaminosos en sí mismos) han llegado a ser tan intensas que están en guerra dentro de nosotros mismos. El término “combaten” es una palabra que tiene su raíz en la idea de “acampar”. Cuando nuestros deseos (por buenos que sean) se vuelven tan fuertes que “acampan” en nuestros corazones, estos se vuelven pecaminosos e idolatras, no porque sean pecaminosos en sí mismos sino porque se han vuelto desmesurados. Nuestros corazones los codician tan intensamente que estamos dispuestos a pecar (hacer guerra y pelear), ya sea para obtenerlos o porque no podemos obtenerlos.
En el capítulo 4, Santiago continúa concentrándose en los motivos del cristiano para demostrar más detalladamente lo que acaba de decir. “Codiciáis [una palabra distinta que implica deseo por algo que en sí mismo no es pecaminoso] y no tenéis por eso cometéis homicidio.” [un retrato bíblico de la manifestación del odio – Mat. 5:21–22; 1 Juan 3:15] “Sois envidiosos [otro sinónimo de deseo que implica codicia, algunas veces está asociado con ira – Hechos 7:9; 17:5] y no podéis obtener, por eso combatís y hacéis guerra” [formas verbales de las palabras guerra y conflicto del verso 1 que significan afanarse o disputar y contender ó hacer guerra respectivamente].
Habiendo desarrollado la idea del verso 1, Santiago continua enfatizando que los problemas entre ellos provienen de sus deseos egoistas y motivos idolatras como lo demuestran su vida de oración centrada en sí mismos: “No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís con malos propósitos, para gastarlo en vuestros placeres [la palabra placeres es la misma que se usa en el v. 1 de la cual se deriva nuestra palabra en español hedonismo]. ¡Oh almas adulteras!, [sus motivos egoístas no solamente han dañado sus relaciones interpersonales sino que han afectan su relación con Dios al grado que Éllos ve como cónyuges infieles] ¿No sabéis que la amistad del mundo [amor al mundo hasta el punto de la idolatría] es enemistad hacia Dios? [han amado tanto al mundo que el amor de Dios no está en ellos (cf. 1 Juan 2:15) demostrando nuevamente que sus propios deseos han afectado no sólo la relación entre ellos pero también su relación con Dios]. Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.”
Por otro lado, Dios desea que nosotros le deseemos con la misma clase de deseo con que Él nos desea. “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El celosamente anhela el Espíritu que ha hecho morar en nosotros?” El Espíritu de Dios desea intensamente que nosotros no suplantemos nuestro amor por Él por ningún amor que el mundo nos pueda ofrecer.
La mejor evidencia de que un Cristiano desea (ama) algo más de lo que desea (ama) a Dios es su disposición a pecar en contra de Dios, ya sea con el fin de adquirir ese deseo o porque no lo puede adquirir. Jesús dijo: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Juan 14:15). Uno de los pecados más comunes que demuestra la presencia de un deseo desordenado es la ira.5
Cuando te enojas pecaminosamente con tu esposa se debe casi seguramente a que deseas, quieres, esperas o se te antoja algo que ella no te está dando o está impidiendo que lo tengas. Quizá sea una buena cosa, como Frank que quería que su esposa apretara la pasta de dientes por la parte de abajo en vez de en medio, o como Sam, que quería tener relaciones sexuales con Linda de manera regular y continua. De hecho, quizá lo que deseas sea algo que la Biblia dice que tú deberías ser capaz de disfrutar de las relaciones sexuales con tu esposa o que tu esposa te honre, tiempo con el Señor, o respeto de parte de tus hijos.
Ahora, estamos discutiendo en este capítulo la responsabilidad que tiene el esposo de no llenarse de amargura y enojo contra su esposa. Veamos si podemos identificar exáctamente qué es lo que provoca tu ira. Pon una marca al lado de cada cosa que hace que te enojes de las que se mencionan en la lista de abajo. Mientras lees la lista preguntate a tí mismo qué es lo que más deseas de parte de tu esposa y qué es lo que te enoja cuando no lo obtienes.
• Que sea más respetuosa conmigo
• Que sea mi ayuda idónea
• Que pase menos tiempo en el teléfono
• Que cocina con variedad
• Que no sea mandona conmigo
• Que no sea mundana
• Que tengamos sexo con más frecuencia
• Que también inicie la relación sexual
• Que no sea tan seria
• Que disfrute intensamente el sexo
• Que controle mejor su lengua
• Que cuide mejor su apariencia
• Que no sea tan ansiosa
• Que no olvide lo que le digo
• Que sea más dadora/menos sustractora
• Que sea más paciente conmigo
• Que sea más autodisciplinada
• Que sea más sumisa
• Que no desafíe o apele mis desiciones
• Que gaste menos dinero
• Que confíe más en mí
• Que no quiera complacer a todos
• Que pierda peso
• Que sea más afectuosa
• Que sea apasionada en el sexo
• Que sea más atenta conmigo
• Que controle mejor su humor
• Que sea más femenina
• Que sea más hospitalaria
• Que me deje dirigir y detener
• Que no tenga falsas expectativas
• Que sea más piadosa
• Que sea menos crítica
• Que pida mi opinión más seguido
• Que sea más cortes
• Que imponga más disciplina a los niños
• Que no malgaste el tiempo
• Que mantenga la casa limpia y bonita
• Que me expresa verbalmente su amor
• Que sea más cercan a mí que a nadie
• Que se interese en mis amigos y gustos
• Que ore y lea más su Biblia
• Que sea menos perfeccionista
• Que no se oriente tanto en su carrera
• Que se involucre más en la iglesia
• Que sea más trabajadora
• Que coopere en el liderazgo familiar
• Que no espere que lea su mente
• Que esté más dispuesta a perdonarme
• Que no me descuide por los niños
• Que siga mis instrucciones
• Que no quiera tener la última palabra
• Que apoye más mis decisiones
• Que entienda mi presión laboral
• Que no se moleste publicamente
• Que no esté de mal humor
• Que se esfuerce en complacerme
• Que sea más discreta
• Que admita sus errores
• Que de prioridad a lo espiritual
• Que no coqueteé con otros hombres
• Que sea más puntual
“Ahora que he identificado lo que me molesta (mis deseos idolatras), ¿qué debo de hacer?”
Debes de trabajar en destronar tus ídolos. Debes orar de manera intensa y reemplazar activamente esos deseos desordenados con deseos que agraden y glorifiquen a Dios y no a ti mismo. Debes de aprender a cambiar tu manera de pensar acerca de tus deseos y la medida en que esperas que tu esposa los satisfaga. En vez de estar pensando “Mi esposa es … (pon tu adjetivo favorito) por no darme lo que quiero,” debes aprender a pensar, “Tener una esposa que no … (pon tu deseo desordenado), no es la peor cosa en el mundo. Debo de aprender a amar al Señor y a mi esposa más de lo que amo mi … (pon tu deseo desordenado).”
¿Cómo se relacionan la ira y la amargura?
¿Crees que Frank explotó con su esposa la primera vez que dejo la pasta de dientes desecha? Probablemente no. ¿Y acerca de Sam? ¿Crees que reaccionó tan airadamente la primera vez que Linda rechazó sus avances sexuales? Probablemente tampoco. Cuando Linda declinó los avances sexuales de Sam fue como si una pantalla de computadora se hubiese encendido en la mente de Sam. En la pantalla no vio una simple ofensa que pudo haber pasado facilmente por alto sino una lista de ofensas que categorizó bajo el tema (escrito en letras negra) “Maneras Específicas en las que Linda me ha decepcionado a través de los años.” En el primer lugar de la lista estaba el rechazo del sábado por la mañana: “Ofensa número 254.” Si Sam y Frank hubiesen respondido bíblicamente a todas las heridas y decepciones anteriores y hubiesen traído sus deseos bajo el control de Cristo, no se hubieran llenado de amargura en contra de sus esposas.
¿Qué acerca de ti? ¿Has perdonado a tu esposa por las cosas con que te ha lastimado por lo que ha hecho y dicho a través de los años? ¿Haces uso del enojo pecaminoso como una alarma de prevención que te ayude a identificar y quitar del trono los deseos idolatras de tu corazón? Si la respuesta es “sí” a estas dos preguntas, puedes estar seguro que la amargura está muy lejos de arraigarse en el terreno de tu corazón.
Quiero concluir este capítulo con otra cita de Richard Baxter. Esto debe servirte para recordarte que cuando hiciste un pacto con tu esposa en el matrimonio, lo hiciste sabiendo que ella es una pecadora, y como tal, necesitará de tu constante perdón.
Recuerda que los dos son personas enfermas, llenas de debilidades y por lo tanto deben esperar el fruto de esas enfermedades; y no te sorprendas, como si nunca hubieses tenido conocimiento de ello. Si te casaste con alguien que cojea, ¿te enojarás por su defecto? [cojera]? ¿O si te casaste con alguien que tiene una úlcera infectada, te decepcionarás porque le sale pus? ¿Acaso no sabías cuando te casaste que ella tenía tal debilidad y que tendrías que tolerar diariamente algun tipo de prueba y ofensa? Si no puedes lidiar con esto jamás debiste haberte casado con ella; Si estabas decidido a lidiar con ello, estás obligado a hacerlo ahora. Decidan entonces soportarse el uno al otro recordando que se aceptaron mutuamente siendo personas pecadoras, frágiles e imperfectas, no ángeles, impecables y perfectos.6
Esposo Cristiano, ama a tu esposa a pesar de lo pecadora que pueda ser a veces, y no permitas que sus pecados e idiosincrasias te llenen de amargura contra ella. Recuerda, ella tambien tiene que vivir, amar y perdonar a un hombre que es pecador y muy peculiar en su forma de ser.
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Identificando lo Que te Enoja Revisa la lista que discutimos antes de las cosas que te enojan. Esta lista registra los deseos y expectativas comunes que esposos tienen de sus esposas. La mayoría de estos deseos son básicamente cosas buenas las cuales se convierten en pecaminosas cuando son desordenadas. Pon una marca en las cosas que deseas tanto que haz estado dispuesto a pecar para lograr que tu esposa te las de, o que te hacen pecar cuando ella no te las da. Cuando hayas identificado tus deseos potencialmente desordenados, compártelos con tu esposa, explicándole de manera gentil por qué son tan importantes para ti. Pídele perdón por todas las veces que has actuado airada, amargada o manipulativamente por codiciar estos deseos. Discute con ella cómo puedes comunicarle estos deseos en el futuro, y cómo deberías responder si ella te decepciona por no satisfacer cada deseo. |
1 La herida puede ser real o imaginaria, no hay diferencia: el resultado es el mismo. Si no la confrontas bíblicamente te convertirás en una persona amargada. Si yo te lastimo como resultado de mi pecado y tú eliges no pasar mi ofensa por alto o cubrirla con amor (Prov. 17:9; 1 Ped. 4:8), de acuerdo a Lucas 17:3 debes hablar conmigo con el proposito de perdonarme; y yo debo arrepentirme. Pero si dejas que tus sentimientos sean heridos por algo que yo hice y que no es pecado, eres tú quien debe arrepentirse de esos pensamientos antibiblicos que hicieron que te ofendieras por algo que no es pecado.
2 Para una descripción más detallada de algunas evidencias de amargura de parte de un hombre a su esposa, vea The Family in its Civil and Churchly Aspects escrito por B. M. Palmer, Harrisonburg, Virginia: Sprinke Publications, 1991, pp- 32–40
3 He explicado de la influencia profanada (Heb. 12:15) de la no harmonia marital en los niños en The Heart of Anger (pp. 21–22.31) el cual esta disponible a través de Calvary Press (800) 789-8175.
4 Adams, Jay. E. From Forgiven to Forgiving (Amityville: Calvary Press), 1994, pp. 11–12.
5 The Heart of Anger, Amityville: Calvary Press. 1997, pp. 105–107.
6 Baxter, pg. 433, [énfasis añadido]
Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 113–129). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.
