EL MARIDO INTEGRAL
Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico
Por Lou Priolo
Capítulo Seite
CÓMO DEFENDERME SIN VENGARME
En el último capítulo quizá te preguntaste, “¿Cómo puedo vencer los sentimientos de amargura hacia mi esposa?” En este capítulo examinaremos detalladamente la respuesta a esta pregunta.1 Sigue leyendo mientras establezco las bases necesarias para hacerlo.
Contrario a lo que puedas haber pensado cuando te “enamoraste” de tu esposa, tú no fuiste impactado por algún estímulo externo como la “flecha de Cupido” o el “rayo” de algún personaje místico del matrimonio. Fuiste tú quien creaste esos sentimientos románticos con las cosas que te decías a ti mismo sobre ella y con lo que hacías por, para y con ella. En otras palabras, tu propio corazón produjo esos sentimientos maravillosos como resultado de tus pensamientos y acciones. Algo parecido a lo que sucede con el principio de la raíz de la amargura (Capítulo Seis), pero al revés. Cualquier amargura, herida o resentimiento que ahora tienes contra ella es el resultado de tus pensamientos y acciones. Muy probablemente tú desarrollaste sentimientos cálidos y amorosos hacia ella cuando la cortejabas. Si ahora tus sentimientos son amargos es porque de una u otra manera has dejado de cortejarla. Tu falta de cortejo ha quitado fuerza al “generador emocional del amor” en tu corazón. Además de esto, los pensamientos malos y reoncorosos que ahora tienes respecto a ella (en contraste a los pensamientos buenos y amorosos que tenías durante el cortejo) son como un tubo de hierro en el “generador” que impide que aquellos sentimientos amorosos se desarrollen. Es tan sencillo como esto.
Si quieres revivir aquel romance que alguna vez tuviste con tu esposa, tienes que cambiar tanto tu manera de pensar de ella como las cosas que haces por ella. Tendrás que empezar a cortejarla de nuevo, y tienes que empezar ahora mismo – aunque tengas algunos sentimientos de amargura en tu corazón.
¿Quién en la Biblia se enamoró?
¿Puedes pensar en alguien en la Biblia que se enamoró? Las personas en las que estoy pensando las encuentro en el Nuevo Testamento.
“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: “El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que anda entre los siete candelabros de oro, dice esto: ‘Yo conozco tus obras, tu fatiga y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, y has sometido a prueba a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. ‘Tienes perseverancia, y has sufrido por mi nombre y no has desmayado. ‘Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor. (Apocalipsis 2:1–4)
La iglesia en Éfeso había perdido la intensidad, fervor y devoción por Cristo. Sin duda, la intensidad de su fervor emocional había declinado. Nota, sin embargo, lo que el Señor no le aconsejó. Él no les dio una solución sentimentalmente orientada como: “Necesitan buscar más en lo profundo de su corazón y renovar ese sentimiento ardoroso que tenían cuando se convirtieron en cristianos.” De hecho, no les mandó a que se emocionaran de ninguna manera. En vez de eso, les dijo que cambiaran la manera en que pensaban tanto como la manera en que actuaban.
“ ‘Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio; si no, vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes.” (Apocalipsis 2:5)
Este mismo consejo puede ser legítimamente aplicado a los esposos que han dejado de amar a sus esposas como una vez lo hicieron. El consejo de Cristo a los efesios fue triple. En primer lugar, “Recuerda … de dónde has caído.” Esto es “recuerden cómo solía ser cuando me amaban fervientemente.” La memoria puede ser un arma espiritual efectiva (Salmo 42:6; 119:55; 143:5; Lam. 3:21). Es probable que si el amor por tu esposa se ha enfriado, hayas olvidado como solían ser las cosas. Cuando te casaste con tu esposa, tenías el hábito de hacer amorosamente ciertas cosas con ella, para ella, y por ella que has dejado de hacer, y de pensar ciertas cosas sobre ella que has dejado de pensar. El primer paso para recobrar el amor perdido por tu esposa es recordar qué tanto ha decaído tu amor por ella, y especialmente qué tanto has dejado de hacer las cosas amorosas que acostumbrabas hacer por ella.
La segunda cosa que Cristo mandó a la iglesia de Éfeso fue que se “arrepintiera.” Ellos fueron instruidos a cambiar su mente y sus acciones. Igualmente tú, debes cambiar los patrones de pensamiento pecaminosos que has desarrollado en relación a tu esposa, así como tus acciones (pecados de omisión y de comisión) en contra de ella.
El tercer y último consejo de Cristo a los efesios fue “haz las obras que hiciste al principio.” El Señor les mandó a hacer de nuevo las cosas que hacían al principio – cuando su amor por Cristo era ardiente y lleno de celo. Así también tú, tienes que hacer las obras que hiciste al principio, para, con y por tu esposa y reemplazar cualquier sentimiento de amargura por ella con sentimientos de amor. A medida que cambies la manera en que tratas a tu esposa y piensas acerca de ella, tus sentimientos también cambiarán proporcionalmente para bien.
Kim y yo habíamos estado casados por menos de un año. Un sábado por la mañana ella se sintió herida por algo que yo hice. A pesar de cuánto traté, no pude resolver el conflicto con palabras solamente. Después de 20 ó 30 minutos, decidí hacer algo radical. Le escribí una nota diciéndole que iba a salir a la tienda, aclarándole que estaría de regreso en un momento. Dejé la nota en la cocina y salí para comprarle unas flores. Recuerdo vívidamente el viaje mientras iba a la florería. Estaba herido y muy enojado con Kim mientras suplicaba al Señor: “Por favor ayúdale a darse cuenta de cuán irracional está siendo.” Repasaba en mi mente el conflicto y de manera parcial estaba cultivando una raíz de amargura; sin embargo, estaba en proceso de mostrarle mi amor. Mi mente luchaba contra el deseo de maldecirla, pero mi cuerpo estaba en el proceso de bendecirla. Me encontraba, como un acto de mi voluntad y en directa contradicción a mis emociones, tratando de vencer con bondad lo que yo percibía como su maldad. “No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal” (Rom. 12:21).
Mientras continuaba manejando hacia la tienda, luchando con la amargura, mis emociones seguían atormentándome. Caminé a la tienda determinado a “defenderme” bíblicamente, aún batallando con mis sentimientos de amargura. Y entonces sucedió. En el momento que tomé aquellas flores, mi patrón de pensamiento y mi respuesta emocional cambiaron inmediata y radicalmente.
“No puedo esperar a ver la expresión de su rostro cuando le dé estas flores,” pensé. “Tan pronto las vea se va ablandar. No podrá seguir más molesta conmigo. Esto va a impactarle. ¡No podrá resistirse!”
El camino de regreso a casa fue bastante diferente que cuando iba hacia la florería. Estaba muy emocionado ensayando lo que iba a decirle (Prov. 15:28). Mi corazón se empezó a llenar de sentimientos de amor que estaban completamente ausentes por la mañana. De hecho estaba esperando la conversación que tendríamos.
Caminé hacia la puerta con una actitud totalmente distinta a la que tenía cuando salí. Cuando le di las flores, Kim reaccionó obviamente emocionada. Yo sabía que las flores no iban a resolver el problema, pero probablemente abrirían las puertas para que lo resolviéramos bíblicamente. Cuando Kim se dio cuenta que yo iba a mostrarle amor a pesar de que ella estaba siendo menos que amorosa hacia mí, simplemente se ablandó. En cuestión de diez minutos el conflicto fue traído a una resolución totalmente bíblica.
Tu dirás, “no puedo verme a mí mismo haciendo esto, mientras estoy molesto con ella.”
Es entonces cuando probablemente tienes que hacerlo. Veamos más detenidamente el pasaje que habla de “vencer con el bien el mal.”
“Nunca paguéis a nadie mal por mal. Respetad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres. Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: MÍA ES LA VENGANZA, YO PAGARÉ, dice el Señor. PERO SI TU ENEMIGO TIENE HAMBRE, DALE DE COMER; Y SI TIENE SED, DALE DE BEBER, PORQUE HACIENDO ESTO, CARBONES ENCENDIDOS AMONTONARÁS SO-BRE SU CABEZA. No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal.” (Romanos 12:17–21)
Me gustaría que enfocaras tu atención en la última parte del verso: esta declaración resume el párrafo precedente; el río hacia el cual todos los demás versos convergen. “No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal.” Este imperativo contiene dos mandatos difíciles que necesitan explicación. El primer mandato es “No seas vencido por el mal.” Otra manera de decir esto es, “no querrás perder en tu batalla contra el mal.” Piensa en esto. Eres llamado a no perder esa batalla. Así que, si pierdes en la lucha contra el mal, has pecado.
“¿Es eso lo que quiere decir en verdad?”
¡Sí!
Sin embargo, antes de que explique más, debo señalar que el lenguaje de este párrafo entero es de guerra (Rom. 12:17–21). A pesar de que algunos creen que el cristianismo es pacifista, la Biblia está llena de terminología de guerra e instruye al creyente a tener la mente de un soldado. Este pasaje es un ejemplo claro de esto.
En el verso 17, se nos advierte del uso inapropiado de las armas y nos instruye sobre la importancia de desarrollar un plan de batalla. El verso 18 subraya la importancia de la paz (la antítesis y el resultado deseado en una guerra). El verso 19 nos advierte no tomar venganza personal, y nos brinda direcciones sobre qué hacer y qué no hacer en las represalias. El verso 20 nos ofrece instrucciones sobre cómo destruir al enemigo (con brasas de fuego). El verso 21 menciona dos veces el término usado en la guerra para conquistar (vencer).
Ahora, ¿Quién es el enemigo en este pasaje? El enemigo es el mal – gente mala y el mal que la gente hace. Así que aquí estás peleando contra el mal (digamos que algún pecado que tu esposa está cometiendo en tu contra), y Dios dice que tú no debes perder. Esto es, no debes permitir que el pecado de ella te venza.
• No debes retirarte.
• No debes rendirte.
• No debes renunciar.
• No debes tirar la toalla.
• No debes ser cobarde.
• No debes permitir que el mal prevalezca en contra tuya.
• No debes permitir que su pecado te haga pecar contra ella.
Síntomas de fatiga en la batalla
¿Cuántas batallas has perdido? ¿Tienes algunos síntomas de fatiga a causa de la batalla? He aquí unos pocos indicadores comunes de que quizá ya hayas sido vencido por el mal.
• Decir cosas como, “Ella nunca cambiará,” ó “ya no puedo vivir con esta mujer más tiempo.”
• Permitir que haya en tu corazón amargura contra ella.
• Renunciar a tu liderazgo espiritual (“Después de todo ella no me dejará dirigir”).
• Limitar innecesariamente el alcance de tu comunicación por los intentos fallidos para resolver conflictos en el pasado.
• Permitir que la ira evite que la confrontes bíblicamente.
• Enojarte de forma pecaminosa, estar ansioso o deprimido por las cosas dolorosas que ella te ha hecho.
• Permitir que tus “sentimientos heridos” eviten que cumplas tus responsabilidades bíblicas como esposo y/o padre. Recurrir a actos de venganza pecaminosos como: chisme, aislamiento, calumnia, apodos, quejas, berrinches, mal humor, amenazas, altercados, leguaje abusivo.
Si tienes aunque sea uno de estos síntomas de fatiga, es casi seguro que estás perdiendo la batalla permitiendo que el pecado de tu esposa te venza. Has respondido con pecado al pecado y este patrón es una violación de la primera parte de Romanos 12:21 que manda: “No seas vencido por el mal.”
Pero por difícil que pueda resultarte creer esto, el segundo mandato en este verso puede tentarte a la incredulidad porque es aún más difícil de obedecer.2 El mandato en la segunda parte de Romanos 12:21 es: “vence con el bien el mal.” Lo que Pablo en esencia está diciendo es, “No debes aceptar otra cosa menos que la victoria en la batalla personal con el mal.” Esto es, debes ganar la batalla. Para ponerlo de otra manera, Pablo está diciendo, “No debes dejar de perseguir al enemigo hasta que él/ella haya sido vencido.” Aquí no puede haber estancamiento, empate, tregua, acuerdos, desarme mutuo o cese de fuego antes de la victoria. No debes ser quien dice “no puedo más.” Tienes que luchar hasta vencer el mal con el bien. El asunto no es cuánto tiempo puedes soportar que ella te ataque. Más bien se trata de cómo usar los recursos que Dios te ha dado para derrotar al enemigo?” Este mandato no sólo requiere que ganes la batalla sino que define los medios que debes usar para garantizar esa victoria. Dios no sólo está interesado en si ganas o pierdes, sino en la forma en que vas a hacerlo. Los medios son muy importantes para Dios. Y el único medio por el cual debes derrotar al enemigo (de hecho el único medio por el cual podrás derrotar al enemigo), es a través del el uso del bien. Tus armas sólo deben ser aquellas que a los ojos de Dios son consideradas “bien.” Con estas armas de vanguardia que Dios te provee puedes pelear con más fuerza que tu oponente femenina. Golpe por golpe, el bien es más poderoso que el mal.
“Esta venganza no me suena tan cristiana. Además, Romanos 12:17–19 parece prohibir toda clase de venganza.”
Empecemos a desempacar todo este pasaje.
“Nunca paguéis a nadie mal por mal.” (Romanos 12:17).
Este pasaje de hecho no prohíbe todas las formas de venganza. Prohíbe vengarse con los mismos métodos. No debes vengarte con las mismas armas – esto es, con el mal. Debes presentar batalla, pero sólo puedes hacerlo con el bien. Las municiones con las que cargues tu arma deben ser balas que sean certificadas bíblicamente como “bien.” Tu intención no es lastimar a tu esposa sino bendecirla con bondad, hasta que la bondad tome su pecado y la mueva a arrepentirse (cf. Romanos 2:4).
Considera dos pasajes más del Nuevo Testamento que contradicen el método de dejarse derrotar pasivamente.
No devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición. (1 Pedro 3:9)
En vez de devolver mal por mal o insulto por insulto, debes (activamente) bendecir. Esto difícilmente es una respuesta pasiva.
Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino procurad siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos. (1 Tes. 5:15)
El término “procurad” en este verso puede ser correctamente interpretado como “perseguir,” así como lo dice Romanos 12:14 “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.” El pasaje puede ser entendido de la siguiente manera: “vean que nadie pague mal por mal; más bien persíganse unos a otros con el bien.” Esto difícilmente es una respuesta pasiva.
“Pero, ¿qué hay de Mateo 5:39 que nos manda a poner la otra mejilla? Lo que tú estás diciendo parece contradecir las palabras de Cristo, ¿no es así?”
De ninguna manera. Mateo 5:39 es un mandamiento más agresivo de lo que te imaginas. De hecho, es un arma ofensiva diseñada para ganar la guerra contra el mal. Jay Adams escribe en su libro Cómo Vencer el Mal:
La falsa interpretación de que “poner la otra mejilla” equivale al derrotismo, a dejarse pisotear pasivamente (“todo lo que puedo hacer es quedarme aquí y dejar que limpies tus botas sucias conmigo”), al pacifismo o la no agresión debe ser expuesta por lo que es – una tergiversación no-cristiana de la verdad. La Biblia enseña en todas partes que el cristiano debe luchar agresivamente en contra del mal y vencerlo con el bien.
El cristiano no puede tomar una actitud en contra del mal más pasiva de la que tomó nuestro Señor. Él vino a este mundo para hacer cautiva la cautividad. Vino a destruir las obras del maligno y a anular su poder (Hebreos 2:14). Él “despojó a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público” (Colosenses 2:15). No hubo nada pasivo en la cruz. La cruz fue activa. Él se estaba sacrificando por los pecados de Su pueblo para liberarlos de las cadenas del pecado y del diablo. ¿Por qué entonces querrá el creyente de manera voluntaria someterse a esta clase de cadenas de nuevo?
La Biblia habla de un derrocamiento violento, no pasivo, del enemigo. Él debe ser despedazado, demolido y totalmente devastado. No se le debe ceder ningún territorio. Su poder debe ser destruído.
La posición del cristiano es la más violenta y agresiva de todas.3
Recuerda que el enemigo no es tu esposa, sino el mal con que ella ocasionalmente te aflige. No es que debas eliminar a tu esposa; debes eliminar el mal que ella hace. Déjame ilustrar con metáforas más vívidas la manera en que debes combatir el mal que tu esposa haga:
• Si tu esposa te dispara un mal como con una pistola de balas de corcho, dispárale tú un bien como con una pistola de gas lacrimógeno.
• Si ella dispara un mal como con una pistola de agua, responde tú con un bien como con un lanzallamas.
• Si ella te lanza un acto pecaminoso como arvejas a la cabeza con una cerbatana, respóndele con un acto de nobleza como con misiles.
• Si ella usa una honda haciendo un mal, usa tú una bazuca haciendo un bien.
• Si ella se aparece cometiendo un pecado como con un misil SCUD, lanza tú un acto bondadoso como con un misil Patriota.
El imperativo en Romanos 12:17b requiere que tengas un plan de batalla en mente: “Procurad lo bueno delante de todos los hombres.” (RV60)
Pocas traducciones expresan el significado literal del verbo con que comienza este mandato. Es un participio que literalmente significa “pensar de antemano.” Dios está diciendo que debes tener un plan de antemano para responder al mal antes de que comience la próxima batalla. Así es, tú debes anticipar de antemano (cf. Prov. 15:28) cómo vas a responder al conflicto para que cuando te encuentres en medio de la batalla, no respondas lo malo con lo malo, sino que respondas con lo bueno. Así es como son adiestrados los soldados para la guerra en su entrenamiento básico. A ellos se les instruye para pelear antes de enviarlos a la batalla, para que cuando estén en ella respondan automáticamente de la manera correcta.
¿Sabes cómo vas a responder a tu esposa la próxima vez que ella peque contra ti? ¿Tienes preparado tu arsenal? ¿Has limpiado y cargado tus armas? ¿Has practicado pelear con ellas? Sí no es así, lo más probable es que cuando ella comience a disparar, tú vas a echar mano de la primera y más familiar arma (aunque pecaminosa) a tu disposición y serás vencido por el mal con que ella te esté atacando, en lugar de vencer con bien ese mal.
El siguiente mandato tiene dos cláusulas – una es condicional, y la otra es incondicional.
“Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres.” (Romanos 12:18)
La primera estipulación es condicional, “Si es posible … estad en paz con todos los hombres” (creyentes y no creyentes). No siempre es posible para los cristianos estar en paz con los que no son creyentes – incluso en el matrimonio (cf. 1 Cor. 7:15). Pero no existe razón alguna para que dos creyentes no aprendan a estar en paz. De hecho, la Biblia les manda lo siguiente: “Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Ef. 4:3 NVI).
La segunda afirmación es incondicional, “en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres.” Debes “Buscad la paz con todos” (Heb. 12:14) a pesar de su respuesta para contigo. La obediencia a Dios no depende de la respuesta de tu esposa. Tu amor por ella no debe ser condicional, es decir, no depende del amor que ella te tenga. Independientemente de su disposición para estar en paz contigo, tú debes estar dispuesto a estar en paz con ella – especialmente si ella es una hermana en la fe.
Ahora, si tu esposa no está en paz contigo, no asumas que es porque no está en paz con Dios. Una razón podría ser por ciertas cosas que “dependen de ti.” Déjame sugerir con tres preguntas algunas razones por la cuales ella podría no estar en paz contigo.
1. ¿La he provocado yo al mal? El mal de tu esposa en contra tuya puede ser en parte una respuesta pecaminosa a un mal que tú le hiciste a ella primero. Aunque esto no la exonera de su error, tú debes buscar su perdón por cualquier cosa que hayas hecho para provocarla al mal.
2. ¿He agravado su mal con una respuesta pecaminosa? Es posible que, en vez de responder con bien a su pecado, hayas respondido de la misma manera (quizá hasta con más maldad que la que ella usó contra ti) y esa respuesta pecaminosa de tu parte haya contribuido en gran manera a la falta de paz entre ustedes.
3. ¿He prolongado el problema por no tratar con él de inmediato? De acuerdo a Mateo 5:23, 24 los conflictos entre los creyentes deben resolverse de inmediato: “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” Mientras más esperes para resolver un problema, más será la amargura y la sospecha que pueda echar raíces y provocar resentimiento.
El siguiente mandato en nuestro texto se encuentra en el verso 19.
“Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
¿Alguna vez te has preguntado por qué la Biblia prohíbe que tomes venganza por ti mismo? ¿Por qué insiste en que Él lo hará por ti? Existen al menos dos razones. Primero, Dios no te ha dado a ti (ni a ninguna otra persona) la autoridad para tomar venganza personal contra alguien. En este pasaje, como recordarás, Pablo trata sobre los conflictos personales contra gente malvada, o el mal que la gente hace. En el capítulo siguiente (Romanos 13) Pablo se enfoca en el derecho corporativo o gubernamental de las autoridades establecidas por Dios para ejecutar venganza: “pues es ministro es de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo” (Rom. 13:4). ¿No acabamos de ver esos términos “ira,” “venganza” en Romanos 12:19–20: “Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”?
Como ves, la venganza no es para que tú la tomes de manera personal e individual. Es un asunto judicial, no personal. En última instancia, Dios es el único que corregirá todas las injusticias. La venganza es en contra de la ley moral de Dios porque no reconoce la justa y legal ejecución del juicio de Dios, el cual Él traerá a su debido tiempo. En otras palabras, la venganza implica ser impaciente con Dios. Debes recordar que los pecados de algunos hombres no siempre son corregidos de inmediato (cf. 1 Tim. 5:24).
La venganza no te pertenece a ti. Le pertenece a Dios. “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” Si Dios te dijera, “Ésta es mi corona,” ¿caminarías hacia a Él y se la quitarías de la cabeza?
“Desde luego que no, ¡eso sería robar (sin mencionar que sería una tontería)!”
Entonces, ¿qué piensas que estás haciendo cada vez que quieres tomarvenganza? Le estás robando a Dios. No lo hagas. Él no te ha dado esa autoridad.
La segunda razón por la que te está prohibido ejecutar tu propia venganza es porque realmente no tienes la habilidad para hacerlo, es decir, no tienes toda la información necesaria para hacer un juicio justo.
Echa un vistazo a 1 Corintios 4:5
“Por tanto, no juzguéis antes de tiempo, sino esperad hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios.”
Hay cosas ocultas que tú no conoces y que sólo el Señor las sabe. Supón que tu enemigo está sufriendo de un desorden físico que lo hace más vulnerable al enojo. Aunque esto no lo exonere de su culpabilidad, requiere de un poco más de misericordia de la que tú estarías dispuesto a tener si no tienes todos los hechos. O supón que esta persona ha hecho lo mismo a doce personas más en el mismo mes y merece un juicio más severo de lo que tú crees que se merece. Además, no sabes cuáles son sus motivos. Estos podrían ser mejores o peores de lo que te das cuenta. Sólo Dios sabe esto: “pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón” (1 Sam. 16:7). La medida de venganza requerida por la justicia de Dios está sujeta al conocimiento que Él tiene de los motivos de los hombres, un conocimiento al que tú no tienes acceso. Mantén esto en mente la próxima vez que te sientas tentado a vengarte de tu esposa.
Ahora estamos listos para develar la última arma para lidiar con aquellos que nos hacen mal (verso 20).
“Pero si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber, porque haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza.”
“¿No hemos visto este verso en alguna otra parte?”
Sí y no. En el Capítulo Cinco vimos y explicamos el verso del Antiguo Testamento donde habló Salomón, el cual Pablo cita (y amplifica) en nuestro pasaje. Yo mencioné que “Jesús nos dijo que amáramos a nuestros enemigos,” y “Salomón nos dijo cómo hacerlo.” El punto, como recordarás, era que debemos amar a las personas satisfaciendo sus necesidades (no sus deseos). El arma principal que debemos usar contra los que nos hacen mal es amarlos – llenar sus necesidades. La mejor manera de vencer el mal que tu esposa te hace es amándola – llenando sus necesidades. Mira de nuevo la lista donde anotaste sus necesidades y tus recursos (al final del Capítulo Cinco). Examina también la lista de las formas en que puedes demostrarle amor a tu esposa (Apéndice D). Planea de antemano vencer su mal con el bien llenando sus necesidades en amor. La hoja de trabajo al final de este capítulo te ayudará a empezar a acumular un arsenal para enfrentar el próximo conflicto.
“Está bien, entiendo las instrucciones. Pero, ¿Qué es eso de los “carbones encendidos?”
Puesto que prácticamente todo lo que he escrito en este capítulo lo he “aprendido, recibido y oído” de mi amigo, mentor (y compañero de pesca), el Dr. Jay E. Adams, dejaré que sea él quien responda esta pregunta con sus propias palabras: “los carbones encendidos son las buenas obras amontonadas en él.” El Dr. Adams continúa,
“Recuerda que Pablo tiene la guerra en mente. En sus días, no había lanzadores de llamas, pero ellos sabían que el fuego era un arma efectiva. Si puedes poner ascuas (brasas sin humo que no se detecten, como la palabra indica aquí) en la cabeza de tus enemigos, te desharás de ellos eficazmente. Los someterás y vencerás. Imagina que tienes tus tropas arriba esperando tus órdenes cuando pase el enemigo. Secretamente has calentado grandes cantidades de carbones y cuando tus enemigos pasan debajo de ti, sin que ellos lo sospechen, tú ordenas a tus tropas que arrojen los carbones encendidos sobre sus cabezas. ¡Los tienes! ¡Los has vencido! ¡No podrán escapar! Los paraste en seco. Ésta es la imagen.”4
Ahora que tienes un entendimiento básico de las órdenes de guerra, déjame crear el escenario de un campo de batalla para veas por ti mismo cómo aplicar este pasaje en el contexto de tu matrimonio. Los ejemplos empleados en la próxima ilustración quizá no sean las mejores armas para que uses con tu esposa. Su propósito es solamente darte una idea básica de cómo defenderte sin que te vengues. Parte de tu responsabilidad con tu esposa es vivir con ella de manera comprensiva y esto implica conocer cuáles son las cosas buenas que pueden vencer efectivamente sus respuestas pecaminosas particulares.
Tu esposa te informa que necesita nuevos utensilios para la cocina. Tú no estás de acuerdo en que sea algo que realmente necesite, pero después de escuchar su apelación le autorizas que haga la compra. La única restricción que le pones es que no gaste más de $25.00.
Primer conflicto: Ella regresa a casa con la versión más cara de los utensilios. Le costaron $63.50. Eso ha sido como haberte impactado justo en el cuello con semillas lanzadas con una cerbatana.
Ahora, ¿Qué es lo que vas hacer? ¿Vas a liberar tu serpiente cascabel en su contra usando argumentos anti-bíblicos? No. Esta vez vas a hacer lo que has estado planeando hacer desde la última vez que ignoró tus instrucciones de manera descarada. Vas a sacar tu arma y cuidadosamente vas a cargarla con bien. Después de controlarte y decirle algo amable acerca de los utensilios de cocina, los cuales crees que son superficiales, te vas a sentar con ella y de manera gentil le vas a preguntar si recuerda tus instrucciones para asegurarte que tienes la información correcta antes de reprobarla. Si es necesario amonestarla asegúrate que entiende que no te desobedeció a ti sino a la Escritura que dice que la mujer debe estar sujeta a su marido en todas las cosas que no son pecaminosas (Ef. 5:22–24; 1 Pedro 3:1–6). Después de todo, la Biblia dice en 2 Timoteo 2:24–25: “… el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen …” Y ese tipo de respuesta bíblica es muy buena.
Segundo conflicto: Antes de que termines la primera oración de tu argumento, ella se pondrá a la defensiva. Mientras intentas de nuevo, ella levanta su voz, te acusa de ser “tacaño” y se pone a llorar, “¡No me amas! ¡Nunca me compras nada de lo que te pido sin que me hagas sentir miserable! ¡Lo necesito, y no lo voy a regresar!” Después de esto ella sale del cuarto apresuradamente hacia el dormitorio azotando la puerta tan fuerte que tres cuadros y un adorno se caen de la pared. Te ha abierto un agujero en la cabeza con una pistola calibre 45. ¿Qué es lo que harás?
Lo que harás es ir en oración a tu arsenal bíblico y sacar tu Magnum calibre. 375. Tú ya habías pensado en esto previamente. Así que no hay problema. Lo habías practicado muchas veces en tu mente. Decides que mientras ella está en la recámara enojada contigo, vas a lavar los platos, después de haber limpiado el piso. Entonces le harás una taza de té y se lo llevarás en una bandeja, junto con unas flores frescas cortada de tu jardín, en su florero favorito. “¡Sí!” afirmas para ti mismo. “Esto la hará entrar en sí. No se puede resistir a esto.” La anticipación crece.
Mientras haces esas cosas amorosas por ella, tus sentimientos empiezan a cambiar. Sientes como si un resorte te permitiera saltar a cada paso y una canción empezara a salir de tu boca. “¡Esto la hará volver en sí! ¡Victoria, la dulce victoria está cerca!”
Tercer conflicto: Mientras vas camino a la recámara con el té y las flores, ella se te queda mirando. Antes de que puedas siquiera pronunciar una palabra, ella clama, “Eres un egoísta. Me arrepiento de haberme casado contigo. Por favor vete de aquí y déjame sola.” Se niega a que le hables y te da la espalda. Mientras sales por la puerta, te sientes sorprendido y confundido de que haya rechazado tal amabilidad. Lo que hizo fue clavarte una daga en el corazón y te encuentras sangrando gravemente. Oras, “Señor, ¿Qué debo hacer? No estaba preparado para esto.”
Tu mente trata de recordar qué otra arma puedes sacar del arsenal, pero nada parece apropiado para esta batalla, así que tomas tu Biblia y empiezas a buscar pasajes apropiados que te ayuden en tu próximo plan. Empiezas leyendo Gálatas 6:1 “Hermanos, aun si alguno es sorprendido es alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” Mientras oras encuentras en tu Biblia 23 pasajes de referencia cruzada. Poco a poco el nuevo plan empieza a hallar forma.
Te propones escribirle una carta. “Ella realmente ama cuando le escribo cartas,” piensas. Le confirmaré el amor que siento por ella, reconociendo cualquier falta de la que estoy consciente, y le haré saber que estoy dispuesto a hacer todo lo que la Biblia manda para resolver el conflicto. También le recordaré que ella como cristiana, tiene la responsabilidad de resolver este problema de manera bíblica. La Escritura será la base de mis argumentos.” Una vez que has terminado la carta, de manera amable caminas hacia la recámara donde está recostada en la cama, llorando. La abrazarás demostrándole tu amor y le darás la carta mientras le dices que la estarás esperando en la sala para que solucione el problema de acuerdo a los principios de la Biblia, asegurándole que tú harás lo mismo. Después de irte de la recámara, la dejas para que pueda “digerir la situación” mientras lee la carta, mira las fiores y el té que le trajiste, recuerda las cosas que hiciste, y sobre todo el amable espíritu con el cual le has implorando que se arrepienta.
Entonces sucede lo que esperabas. Mientras estás sentado en el sofá de la sala orando para una resolución, escuchas que se abre la puerta de la recámara. Mientras camina, notas que hay lágrimas en sus ojos. Camina hacia a ti abrazándote y agradeciéndote por la respuesta amorosa que le diste, y pidiéndote perdón por sus reacciones pecaminosas. Mientras continúas hablando con ella, el problema llega a una conclusión bíblica y así ambos caminan más cerca uno del otro y cerca del Señor.
Ahora, la idea de ver a tu esposa como un enemigo, como lo he sugerido en este capítulo, puede o no aplicarse a ti. Pero recuerda que la Biblia no sólo te manda a que ames a tu esposa (Ef. 5:25; Col. 3:19), también te manda a que ames a tu prójimo (Lev. 19:18)5 y a tu enemigo (Mat. 5:44). Como a veces le digo a mis aconsejados, “Si encuentras difícil amar a tu esposa como tal, trata de amarla como a tu vecino. Si eso todavía es difícil, entonces ámala como a tu enemigo.” El punto es que ya sea que la ames como si fuera tu enemigo, tu vecino o tu esposa, no tienes opción; como cristiano debes amarla y vencer el mal que hace con bien.
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Maneras En Las Que Puedo Vencer El Mal Con El Bien
Haz una lista de las distintas formas en que puedes “vencer con el bien el mal” al responder a tu esposa cuando ella peque contra ti en el futuro. Revisa el Apéndice D: “Maneras Específicas de Dem ostrar Amor a Tu Esposa” para que te ayude a obtener armas precisas para la próxima batalla.
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1 Una vez más estamos en deuda con Jay Adams y su libro How to Overcome Evil (Cómo Vencer el Mal) (Phillipsburg; NJ: Presbyterian and Reformed Publishing, 1977). La mayoría del material en este capítulo es tomado de este libro. Este material también está disponible en audio a través de Sound Word Associates, P.O Box 2035, Michigan City Indiana, 46361. Cuando los principios den Romanos 12:14–21 son aplicados a la realación marital son sumamente revolucionarios.
2 Es posible sólo por el poder del Espíritu Santo, quien habita exclusivamente en aquellos que han puesto su confianza en el Señor Jesucristo para la salvación eterna de sus almas. Sólo un verdadero cristiano puede amar continuamente frente al amor no correspondido. Sólo los cristianos están dispuestos a mostrar, frente al mal, el amor de 1 Corintios 13 que “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”
3 How to Overcome Evil, pp. 22–23
NVI Nueva Versión Internacional
4 How to Overcome Evil, pg. 104
5 Es interesante notar, a la luz de éste y el capítulo anterior, como Levítico 19:18 (“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo”) es puesto en oposición a la “Regla de Oro” de la Biblia.
Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 131–150). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.
