Cántico de liberación de David

2 Samuel 22-24

Cántico de liberación de David

(Sal. 18 título, 1-50)

a122:1  Habló David a Jehová las palabras de este cántico, el día que Jehová le había librado de la mano de todos sus enemigos, y de la mano de Saúl.

Dijo:
    Jehová es mi roca y mi fortaleza, y mi libertador;

Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio;
Salvador mío; de violencia me libraste.

Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado,
Y seré salvo de mis enemigos.

Me rodearon ondas de muerte,
Y torrentes de perversidad me atemorizaron.

Ligaduras del Seol me rodearon;
Tendieron sobre mí lazos de muerte.

En mi angustia invoqué a Jehová,
Y clamé a mi Dios;
El oyó mi voz desde su templo,
Y mi clamor llegó a sus oídos.

La tierra fue conmovida, y tembló,
Y se conmovieron los cimientos de los cielos;
Se estremecieron, porque se indignó él.

Humo subió de su nariz,
Y de su boca fuego consumidor;
Carbones fueron por él encendidos.

10 E inclinó los cielos, y descendió;
Y había tinieblas debajo de sus pies.

11 Y cabalgó sobre un querubín, y voló;
Voló sobre las alas del viento.

12 Puso tinieblas por su escondedero alrededor de sí;
Oscuridad de aguas y densas nubes.

13 Por el resplandor de su presencia se encendieron carbones ardientes.

14 Y tronó desde los cielos Jehová,
Y el Altísimo dio su voz;

15 Envió sus saetas, y los dispersó;
Y lanzó relámpagos, y los destruyó.

16 Entonces aparecieron los torrentes de las aguas,
Y quedaron al descubierto los cimientos del mundo;
A la reprensión de Jehová,
Por el soplo del aliento de su nariz.

17 Envió desde lo alto y me tomó;
Me sacó de las muchas aguas.

18 Me libró de poderoso enemigo,
Y de los que me aborrecían, aunque eran más fuertes que yo.

19 Me asaltaron en el día de mi quebranto;
Mas Jehová fue mi apoyo,

20 Y me sacó a lugar espacioso;
Me libró, porque se agradó de mí.

21 Jehová me ha premiado conforme a mi justicia;
Conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado.

22 Porque yo he guardado los caminos de Jehová,
Y no me aparté impíamente de mi Dios.

23 Pues todos sus decretos estuvieron delante de mí,
Y no me he apartado de sus estatutos.

24 Fui recto para con él,
Y me he guardado de mi maldad;

25 Por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia;
Conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista.

26 Con el misericordioso te mostrarás misericordioso,
Y recto para con el hombre íntegro.

27 Limpio te mostrarás para con el limpio,
Y rígido serás para con el perverso.

28 Porque tú salvas al pueblo afligido,
Mas tus ojos están sobre los altivos para abatirlos.

29 Tú eres mi lámpara, oh Jehová;
Mi Dios alumbrará mis tinieblas.

30 Contigo desbarataré ejércitos,
Y con mi Dios asaltaré muros.

31 En cuanto a Dios, perfecto es su camino,
Y acrisolada la palabra de Jehová.
Escudo es a todos los que en él esperan.

32 Porque ¿quién es Dios, sino sólo Jehová?
¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?

33 Dios es el que me ciñe de fuerza,
Y quien despeja mi camino;

34 Quien hace mis pies como de ciervas,
Y me hace estar firme sobre mis alturas;

35 Quien adiestra mis manos para la batalla,
De manera que se doble el arco de bronce con mis brazos.

36 Me diste asimismo el escudo de tu salvación,
Y tu benignidad me ha engrandecido.

37 Tú ensanchaste mis pasos debajo de mí,
Y mis pies no han resbalado.

38 Perseguiré a mis enemigos, y los destruiré,
Y no volveré hasta acabarlos.

39 Los consumiré y los heriré, de modo que no se levanten;
Caerán debajo de mis pies.

40 Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea;
Has humillado a mis enemigos debajo de mí,

41 Y has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas,
Para que yo destruyese a los que me aborrecen.

42 Clamaron, y no hubo quien los salvase;
Aun a Jehová, mas no les oyó.

43 Como polvo de la tierra los molí;
Como lodo de las calles los pisé y los trituré.

44 Me has librado de las contiendas del pueblo;
Me guardaste para que fuese cabeza de naciones;
Pueblo que yo no conocía me servirá.

45 Los hijos de extraños se someterán a mí;
Al oír de mí, me obedecerán.

46 Los extraños se debilitarán,
Y saldrán temblando de sus encierros.

47 Viva Jehová, y bendita sea mi roca,
Y engrandecido sea el Dios de mi salvación.

48 El Dios que venga mis agravios,
Y sujeta pueblos debajo de mí;

49 El que me libra de enemigos,
Y aun me exalta sobre los que se levantan contra mí;
Me libraste del varón violento.

50 Por tanto, yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová,
Y cantaré a tu nombre.

51 El salva gloriosamente a su rey,
Y usa de misericordia para con su ungido,
A David y a su descendencia para siempre.

Ultimas palabras de David

23:1 Estas son las palabras postreras de David.
    Dijo David hijo de Isaí,
    Dijo aquel varón que fue levantado en alto,
    El ungido del Dios de Jacob,
    El dulce cantor de Israel:

El Espíritu de Jehová ha hablado por mí,
Y su palabra ha estado en mi lengua.

El Dios de Israel ha dicho,
Me habló la Roca de Israel:
Habrá un justo que gobierne entre los hombres,
Que gobierne en el temor de Dios.

Será como la luz de la mañana,
Como el resplandor del sol en una mañana sin nubes,
Como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra.

No es así mi casa para con Dios;
Sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo,
Ordenado en todas las cosas, y será guardado,
Aunque todavía no haga él florecer
Toda mi salvación y mi deseo.

Mas los impíos serán todos ellos como espinos arrancados,
Los cuales nadie toma con la mano;

Sino que el que quiere tocarlos
Se arma de hierro y de asta de lanza,
Y son del todo quemados en su lugar.

Los valientes de David

(1 Cr. 11.10-47)

Estos son los nombres de los valientes que tuvo David: Joseb-basebet el tacmonita, principal de los capitanes; éste era Adino el eznita, que mató a ochocientos hombres en una ocasión.

Después de éste, Eleazar hijo de Dodo, ahohíta, uno de los tres valientes que estaban con David cuando desafiaron a los filisteos que se habían reunido allí para la batalla, y se habían alejado los hombres de Israel.

10 Este se levantó e hirió a los filisteos hasta que su mano se cansó, y quedó pegada su mano a la espada. Aquel día Jehová dio una gran victoria, y se volvió el pueblo en pos de él tan sólo para recoger el botín.

11 Después de éste fue Sama hijo de Age, ararita. Los filisteos se habían reunido en Lehi, donde había un pequeño terreno lleno de lentejas, y el pueblo había huido delante de los filisteos.

12 El entonces se paró en medio de aquel terreno y lo defendió, y mató a los filisteos; y Jehová dio una gran victoria.

13 Y tres de los treinta jefes descendieron y vinieron en tiempo de la siega a David en la cueva de Adulam; y el campamento de los filisteos estaba en el valle de Refaim.

14 David entonces estaba en el lugar fuerte, y había en Belén una guarnición de los filisteos.

15 Y David dijo con vehemencia: !!Quién me diera a beber del agua del pozo de Belén que está junto a la puerta!

16 Entonces los tres valientes irrumpieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua del pozo de Belén que estaba junto a la puerta; y tomaron, y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino que la derramó para Jehová, diciendo:

17 Lejos sea de mí, oh Jehová, que yo haga esto. ¿He de beber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de su vida? Y no quiso beberla. Los tres valientes hicieron esto.

18 Y Abisai hermano de Joab, hijo de Sarvia, fue el principal de los treinta. Este alzó su lanza contra trescientos, a quienes mató, y ganó renombre con los tres.

19 El era el más renombrado de los treinta, y llegó a ser su jefe; mas no igualó a los tres primeros.

20 Después, Benaía hijo de Joiada, hijo de un varón esforzado, grande en proezas, de Cabseel. Este mató a dos leones de Moab; y él mismo descendió y mató a un león en medio de un foso cuando estaba nevando.

21 También mató él a un egipcio, hombre de gran estatura; y tenía el egipcio una lanza en su mano, pero descendió contra él con un palo, y arrebató al egipcio la lanza de la mano, y lo mató con su propia lanza.

22 Esto hizo Benaía hijo de Joiada, y ganó renombre con los tres valientes.

23 Fue renombrado entre los treinta, pero no igualó a los tres primeros. Y lo puso David como jefe de su guardia personal.

24 Asael hermano de Joab fue de los treinta; Elhanán hijo de Dodo de Belén,

25 Sama harodita, Elica harodita,

26 Heles paltita, Ira hijo de Iques, tecoíta,

27 Abiezer anatotita, Mebunai husatita,

28 Salmón ahohíta, Maharai netofatita,

29 Heleb hijo de Baana, netofatita, Itai hijo de Ribai, de Gabaa de los hijos de Benjamín,

30 Benaía piratonita, Hidai del arroyo de Gaas,

31 Abi-albón arbatita, Azmavet barhumita,

32 Eliaba saalbonita, Jonatán de los hijos de Jasén,

33 Sama ararita, Ahíam hijo de Sarar, ararita,

34 Elifelet hijo de Ahasbai, hijo de Maaca, Eliam hijo de Ahitofel, gilonita,

35 Hezrai carmelita, Paarai arbita,

36 Igal hijo de Natán, de Soba, Bani gadita,

37 Selec amonita, Naharai beerotita, escudero de Joab hijo de Sarvia,

38 Ira itrita, Gareb itrita,

39 Urías heteo; treinta y siete por todos.

David censa al pueblo

(1 Cr. 21.1-27)

24:1  Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y de Judá.

Y dijo el rey a Joab, general del ejército que estaba con él: Recorre ahora todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz un censo del pueblo, para que yo sepa el número de la gente.

Joab respondió al rey: Añada Jehová tu Dios al pueblo cien veces tanto como son, y que lo vea mi señor el rey; mas ¿por qué se complace en esto mi señor el rey?

Pero la palabra del rey prevaleció sobre Joab y sobre los capitanes del ejército. Salió, pues, Joab, con los capitanes del ejército, de delante del rey, para hacer el censo del pueblo de Israel.

Y pasando el Jordán acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que está en medio del valle de Gad y junto a Jazer.

Después fueron a Galaad y a la tierra baja de Hodsi; y de allí a Danjaán y a los alrededores de Sidón.

Fueron luego a la fortaleza de Tiro, y a todas las ciudades de los heveos y de los cananeos, y salieron al Neguev de Judá en Beerseba.

Después que hubieron recorrido toda la tierra, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días.

Y Joab dio el censo del pueblo al rey; y fueron los de Israel ochocientos mil hombres fuertes que sacaban espada, y los de Judá quinientos mil hombres.

10 Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente.

11 Y por la mañana, cuando David se hubo levantado, vino palabra de Jehová al profeta Gad, vidente de David, diciendo:

12 Ve y di a David: Así ha dicho Jehová: Tres cosas te ofrezco; tú escogerás una de ellas, para que yo la haga.

13 Vino, pues, Gad a David, y se lo hizo saber, y le dijo: ¿Quieres que te vengan siete años de hambre en tu tierra? ¿o que huyas tres meses delante de tus enemigos y que ellos te persigan? ¿o que tres días haya peste en tu tierra? Piensa ahora, y mira qué responderé al que me ha enviado.

14 Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres.

15 Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres.

16 Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: Basta ahora; detén tu mano. Y el ángel de Jehová estaba junto a la era de Arauna jebuseo.

17 Y David dijo a Jehová, cuando vio al ángel que destruía al pueblo: Yo pequé, yo hice la maldad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre.

18 Y Gad vino a David aquel día, y le dijo: Sube, y levanta un altar a Jehová en la era de Arauna jebuseo.

19 Subió David, conforme al dicho de Gad, según había mandado Jehová;

20 y Arauna miró, y vio al rey y a sus siervos que venían hacia él. Saliendo entonces Arauna, se inclinó delante del rey, rostro a tierra.

21 Y Arauna dijo: ¿Por qué viene mi señor el rey a su siervo? Y David respondió: Para comprar de ti la era, a fin de edificar un altar a Jehová, para que cese la mortandad del pueblo.

22 Y Arauna dijo a David: Tome y ofrezca mi señor el rey lo que bien le pareciere; he aquí bueyes para el holocausto, y los trillos y los yugos de los bueyes para leña.

23 Todo esto, oh rey, Arauna lo da al rey. Luego dijo Arauna al rey: Jehová tu Dios te sea propicio.

24 Y el rey dijo a Arauna: No, sino por precio te lo compraré; porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada. Entonces David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata.

25 Y edificó allí David un altar a Jehová, y sacrificó holocaustos y ofrendas de paz; y Jehová oyó las súplicas de la tierra, y cesó la plaga en Israel.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

9-“CARIÑO, NECESITAS UNA DUCHA”

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Nueve

“CARIÑO, NECESITAS UNA DUCHA”

a1“Mi esposa y yo hemos estado casados por cinco años y ella aún no ha aprendido cómo tratarme con el respeto y honor que la Biblia demanda que la esposa muestre a su esposo.”

Cuando escucho a un esposo quejándose de alguna deficiencia de carácter largamente establecida en su esposa, mi respuesta usual es pedirle que considere su liderazgo. “¿Cómo es que has estado casado con esta mujer por tanto tiempo y ella no ha cambiado? ¿Qué es exactamente lo que has hecho para ayudarla con sus problemas?”

R.C Sproul enfoca este problema de manera bastante similar:1

“Una vez casados, la más grande influencia en el desarrollo de la personalidad y el carácter de una esposa es el esposo. Cuando un hombre viene a mí y se queja de cómo su esposa ha cambiado desde que se casaron, yo le respondo ¿Quién supones que la ha cambiado? En un sentido, la esposa que un hombre tiene es la esposa que él ha producido. Si lo que tiene es un monstruo, quizá debería examinar su propia naturaleza.

En el pasaje de Efesios es claro que el esposo está llamado a ser el sacerdote de su hogar. El hombre es responsable del bienestar espiritual de su esposa. Su santificación es su responsabilidad. Probablemente no hay responsabilidad masculina que haya sido más descuidada que ésta.

La búsqueda del Señor por la santificación de la Iglesia es en un sentido el Señor buscando cambiar a su esposa. Así, el esposo está llamado a cambiar a su esposa. El cambio tiene que ser hacia una semejanza mayor a la imagen de Cristo. ¡Debemos buscar presentar a Cristo a nuestras esposas, santas y puras, sin mancha y sin arruga!”

Examinemos Efesios 5:25–27. Esta porción de la Escritura tiene algunas cosas interesantes que decir sobre tu papel en el crecimiento y desarrollo espiritual de tu esposa.

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.

Mientras que el verso 26 (“para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la Palabra”) se refiere al trabajo santificador de Cristo por su esposa en este mundo (en la tierra), el verso 27 (“a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”), se refiere a su trabajo santificador por su esposa en el mundo venidero (en el cielo). La primera oración del verso 28 (“Así también deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos”) es dada para que los esposos puedan aplicar lo que Cristo ha hecho por la iglesia a ellos mismos en su relación con sus esposas. El adverbio “Así que” apunta a la relación entre lo que Cristo ha hecho por la iglesia y lo que los esposos deben hacer por sus esposas.

“¿Cómo es que estas evidencias sobrenaturales del amor de Cristo por la iglesia se puedan aplicar a mí? ¡Sólo soy un ser humano! ¿De verdad Dios espera que un mortal como yo haga estas cosas por su esposa?”

Esta pregunta fue hecha y respondida hace más de 375 años por un hombre llamado William Gouge, en su libro llamado Treatise Of Domestical Duties2 (Tratado de las Responsabilidades Domésticas). Gouge indica que aunque no es posible para un esposo amar a su esposa como Cristo ama a la iglesia en la misma medida (en el mismo grado o extensión), sí lo puede hacer en similitud.

“En esta declaración del amor de Cristo, hay dos puntos generales que deben ser notados.

1. Que la iglesia en sí misma no era merecedora de tal amor.

2. Que Cristo se entregó por ella para hacerla merecedora de su amor.

Ésta debe ser la mentalidad de los esposos en cuanto a sus esposas.

1. Aunque ellas no merezcan ser amadas, ellos deben amarlas.

2. Ellos deben esforzarse con toda la pericia y sabiduría que tengan para hacerlas merecedoras de su amor. Digo esforzarse porque simplemente ningún esposo tiene el poder para realizar esto; sin embargo, el esfuerzo fiel de su parte es aceptado como si lo hubiese realizado.”

Lo que Gouge está diciendo es que ames a tu esposa, no como el rey Asuero amó a Ester (después de buscar laboriosamente a la mujer más bella para luego seguirla embelleciendo por doce meses más)3, sino como Cristo amó a la iglesia, sabiendo que estaba llena de manchas, arrugas y cosas similares. Gouge también explica que aunque tú no puedes santificar a tu esposa de la misma manera que Cristo lo hace (sobrenaturalmente), debes usar todos los medios que Dios da para hacerla merecedora de tu amor.

Como lo señalé anteriormente, Cristo amó a la iglesia primero. Mientras aún era pecadora, Él derramó sobre ella su amor.

Él no escogió amarla porque hubiese algo atractivo en ella que lo haya cautivado. Por el contrario, Su amor brotó exclusiva y enteramente de Él mismo. No había nada que ella poseyera de antemano que moviera a Cristo a amarla – ninguna belleza, ninguna bondad, ninguna riqueza. ¡Nada en absoluto! Tampoco había nada en ella que Él quisiera o necesitara. Él no tenía la esperanza de que ella le devolviera algo, excepto lo que Él le había dado primero a ella. Él se deleita en la justicia con la cual, como una gloriosa túnica, ella está vestida; y en esas gracias divinas, como joyas preciosas, con las que ella está adornada. Pero esa justicia y esas gracias son las suyas propias – son los regalos gratuitos con los que Élla viste para presentársela a sí mismo en toda Su gloria.

Es así como los esposos deben amar a sus esposas. Aunque no haya nada en una esposa que haga que su esposo la ame, está el hecho de que es su esposa; y aunque él sepa que no obtendrá ningún beneficio en el futuro de parte de ella, él debe darle su amor. El verdadero amor se enfoca en la persona amada y en el bien que éste le pueda hacer a ella, no en la persona que ama y en el bien que éste pueda recibir por amar, pues el amor no busca lo suyo. Esta clase de amor debe mover a los esposos a hacer lo que esté en su poder para embellecer a sus esposas y hacerlas merecedoras del amor que reciben.4

Aunque muchos comentaristas están en desacuerdo con el significado exacto5 de la frase “por el lavamiento del agua con la Palabra” (vs. 26), los pocos que intentan aplicarlo parecen estar de acuerdo en que la aplicación práctica de este pasaje es alguna forma de ayuda que el esposo da a la esposa en el proceso de su santificación progresiva. Como su líder espiritual, tü debes “separarla” (o hacerla santa), purificándola mediante las Escrituras. Debes ayudarla por medio de la Palabra a remover sus manchas, arrugas o cosas semejantes (vs. 28) que no se conforman a la imagen de Cristo. La manera de hacer esto es obedeciendo y usando la Palabra en todos tus tratos con ella.

Es asombroso como muchos cristianos creen que pueden crecer espiritualmente sin un regular (quiero decir diario) estudio de la Palabra. Muchos parecen pensar que pueden crecer, desarrollar un carácter y resolver sus problemas con ningún o poco tiempo invertido para leer, estudiar, memorizar, y meditar en la Palabra de Dios. Parecen haber olvidado porciones de la Escritura como:

La ley del SEÑOR es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del SEÑOR es seguro, que hace sabio al sencillo. (Salmo 19:7)

Pero Él respondiendo, dijo: Escrito está: “NO SÓLO DE PAN VIVIRÁ EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS.” (Mateo 4:4)

Desead como niños recién nacidos, la leche pura de la Palabra, para que por ella crezcáis para salvación. (1 Pedro 2:2)

Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu. (2 Corintios 3:18)

En este último pasaje leemos que el Espíritu Santo nos transforma a la imagen de Cristo mientras contemplamos Su imagen en el espejo de la Palabra de Dios. De esta manera somos “transformados en la misma imagen de gloria en gloria” (de un nivel a otro de madurez espiritual).

Ahora, el Espíritu Santo puede trabajar de la manera que Él desee, pero nosotros debemos esperar que Él trabaje en nuestras vidas como la Biblia dice que Él lo hace, es decir, a través de la Biblia. Realmente no importa cuánto ores, cuánto testifiques de Cristo, o cuán frecuentemente participes de la cena del Señor, si no estás involucrándote en la Palabra de Dios (o para decirlo de una manera más precisa, si la Palabra de Dios no está morando dentro de ti; cf. Col. 3:16), te estás privando a ti mismo de uno de los recursos más poderosos e indispensables para el crecimiento espiritual. Dicho de otra manera, si la palabra de Cristo no habita en ti, no estás dándole al Espíritu Santo su más poderosa arma: “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” Ef. 6:17.6

La Teología de la Transformación Súbita: El Síndrome de “Un Beso y Todo Arreglado con Dios”

¿Has batallado alguna vez para vencer un mal hábito en tu vida? ¡Seguro que sí! Todos lo hacemos. Sin embargo, muchos cristianos, que “luchan” contra el pecado, en realidad no luchan. Lo que hacen es simplemente confesar su pecado, oran para que Dios los cambie y se levantan de sus rodillas esperando que Él súbitamente les infunda una medida especial de gracia o los impacte con un poder que los hará dejar de pecar sin ningún esfuerzo de su parte. A esto se le puede llamar el síndrome de “un beso y todo arreglado con Dios.”7

Desde luego, la santificación progresiva es algo que Dios hace, pero también es un proceso que requiere nuestra cooperación. No es suficiente orar que Dios nos cambie; debemos hacer lo que la Biblia dice que es necesario hacer, es decir, debemos despojarnos del pecado y luego revestirnos de Cristo. El cambio es un proceso doble: tenemos que despojarnos de nuestro pecado y vestirnos de su antítesis bíblica. Dicho de otra manera, los cristianos no “rompen” con sus hábitos como hacen los paganos. Los cristianos sustituyen los malos hábitos con buenos hábitos.

No es suficiente para el cristiano que habitualmente miente dejar de mentir. Él debe fijarse la meta de decir siempre la verdad. “Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros” (Ef. 4:25). No es suficiente para un ladrón sólo dejar de robar. Él debe despojarse del hábito de robar, pero también debe adoptar el hábito de la diligencia y la generosidad. “El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad” (Ef. 4:28). Esta dinámica de despojarse y revestirse sólo sucede cuando la mente es renovada por la Escritura.

Que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad [énfasis añadido]” (Ef. 4:22–24)

La Palabra de Dios es indispensable para que permanezca el cambio en tu vida. El Espíritu Santo toma las Escrituras que tienes morando dentro de ti (a través de la lectura, el estudio, la memorización, y la meditación, etc.) y te cambia (transforma) desde el interior. “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Rom. 12:2). No puedes ser santificado apropiadamente sin la Palabra de Dios.

Tampoco tu esposa puede hacerlo. Ésta es la razón por la que debes aprender a utilizar las Escrituras eficientemente en cualquier ambiente de la vida diaria. Debes usarlas para enseñar, convencer, corregir e instruir en justicia. “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16).

Antes de explicar más esto, debo advertirte sobre una doctrina en particular que ha estado ganando influencia en los círculos cristianos por lo menos desde hace dos décadas. Variedades de esta enseñanza se encuentra en libros, revistas, seminarios e iglesias locales. Es algo como esto: los cónyuges cristianos no deben nunca aconsejarse uno al otro porque la consejería presupone un problema y por lo tanto coloca a alguno de los cónyuges sobre el otro (o daña la auto-estima del compañero).

Popular o no, este concepto no es bíblico. La Biblia abunda en versos que hablan de que los creyentes deben aconsejarse uno al otro (Rom. 15:14; Col. 3:16; 1 Tsl. 5:11–14; Heb. 10:24). Como de vez en cuando les digo a mis aconsejados, “Sólo soy un limosnero mostrándole a otro limosnero donde está el pan. Mañana quizá tú estés de este lado del escritorio (aconsejándome) y yo del otro.”

Más aun, Efesios 5:26 (“para santificarla, habiéndola purifi cado por el lavamiento del agua con la palabra”) implica el consejo de parte del esposo hacia la esposa. Por otra parte, Génesis 2:18 (Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea) deja mucho espacio para que una mujer aconseje a su esposo. Si hay algo en lo que Dios desea que una esposa ayude a su esposo, es a que sea un mejor cristiano. El uso de las Escrituras para confrontar amorosamente es una puerta que se abre de ambos lados en el contexto de un matrimonio bíblico.

“¿Cómo hago esto?”

Enseguida te ofrezco una lista con algunas ideas específicas de santificación para tu consideración. Al final de este capítulo encontrarás una hoja de trabajo para ayudarte a ti y a tu esposa a decidir la mejor manera de “lavarla con el agua de la Palabra.” Ella quizá decida modificar algunas de las opciones que menciono o añadir algunas ideas propias.

Maneras Específicas en las Que un Esposo Puede Santificar a su Esposa con la Escritura

• Asegúrate de que tu esposa tiene tiempo suficiente en su agenda diaria para el estudio de la Biblia y la oración personal. (quizá esto implique levantarte más temprano o reorganizar tu agenda para cuidar de los niños durante ese tiempo).

• Pasa tiempo con ella de manera regular (por lo menos una vez a la semana) estudiando la Biblia.

• Anímala a que busque tu ayuda para responderle preguntas sobre doctrinas bíblicas o aplicaciones.

• Pídele que memorice porciones de la Escritura junto contigo y ríndanse cuentas de esto el uno al otro.

• Haz y explica tus decisiones en base a la Escritura.

• Elógiala por las características bíblicas virtuosas que posea (reverencia, autocontrol, discreción, amor, gozo, paz, etc.)

• Haz el esfuerzo necesario para ofrecerle razones bíblicas válidas cuando no puedes darle lo que ella quiere (explícale esas razones).

• Está atento aun a la más mínima indicación de crecimiento espiritual y aprueba eso.

• Asegúrate de nunca criticarla (reprobarla) si no es en base a la Escritura y anímala a que haga lo mismo contigo.

• Aprende cómo restaurarla cuando peca, en base a pasajes como Mateo 18:15; Lucas 17:13 y Gálatas 6:1.

• Anímala a ser fiel en su asistencia a la iglesia donde pueda sentarse a escuchar la predicación y la enseñanza fiel de la Palabra de Dios. Sé un buen ejemplo de fidelidad en tu asistencia también.

• Busca otras oportunidades para que pueda estudiar la Escritura (individualmente o con otros).

• Provéele de música basada en la Escritura para que pueda disfrutarla mientras esté en casa o en el carro.

• Provéele herramientas bíblicas (y enséñale a usarlas si no sabe hacerlo).

• Aprende cómo relacionar la Escritura a la vida y la vida a la Escritura. Habla de ellas en toda circunstancia cotidiana (Deut. 6:7).

• Si ella disfruta de la lectura, invierte en literatura bíblicamente sana y en biografías cristianas.

• Haz la hora de la comida un tiempo agradable donde discutan verdades bíblicas y aplicaciones escriturales.

• Determina que áreas de su vida ella desea cambiar más y por qué desea cambiarlas. Usa estas áreas como la base para buscar juntos la respuesta de Dios en la Escritura. (Asegúrate de mencionarle las cosas que tú quieres cambiar en tu propia vida y pídele que te ayuda con sus oraciones).

“¡Pero mi esposa sabe más de la Biblia que yo! ¿Cómo voy a enseñarle?”

Buena pregunta. Pero recuerda que Dios te ha hecho el líder espiritual de tu casa y te ha encargado la responsabilidad de lavar a tu esposa con la Palabra. Esto debería responder a tu pregunta. Tú puedes enseñarle por qué Dios demanda de ti que lo hagas como la cabeza espiritual de tu hogar (cf. 1 Cor. 14:35). Como cristiano debes aprender a hacer todo lo que Dios demanda de ti. Es como si Dios te hubiese dado un uniforme con el que debes vestirte. Puede que el uniforme te quede un poco grande y hasta le quede mejor a tu esposa. Pero te lo ha dado a ti, no a ella. Si ella es cristiana, es necesario que ella respete ese uniforme aun si es demasiado grande para ti. Mientras vas creciendo conforme al tamaño del uniforme, pueda ser que ambos se sientan un poco incómodos con este arreglo, pero tú tienes que aprender a funcionar de acuerdo a él.

Por otra parte, ser el líder espiritual para tu esposa no requiere necesariamente que sepas más de la Biblia que ella – al menos no para empezar. Sé de algunos hombres cuyas esposas los aventajan tanto en el conocimiento de la Biblia, que quizá ellos nunca puedan saber más que ellas. El verdadero punto de ser un líder espiritual no es cuanto conocimiento bíblico poseas (por útil que éste sea), sino la dirección en la vas.

La siguiente ilustración demuestra este principio8:

¿Qué esposo está más cerca de Dios?

“Eso es fácil de contestar. ¡Por supuesto que el número uno!” El diagrama que estás viendo es una gráfica, no una película. Supongamos que te digo que el esposo número uno ha pasado los últimos cuatro meses alejado del Señor. El esposo número dos ha estado en el mismo lugar durante los últimos tres años. Pero el esposo número tres ha estado creciendo espiritualmente por los últimos dos años. ¿Cuál de estos esposos está “más cerca de Dios?.”

No te intimides por tu ignorancia de las Escrituras. Puedes aprender todo lo que necesitas saber de la Biblia para ser un líder eficaz. Además, es probable que no sea la falta de conocimiento bíblico lo que te impide santificar a tu esposa con las Escrituras, sino tu falta de iniciativa. ¿Por qué no te propones desde ahora usar las Escrituras como deben ser usadas en tu trato con tu esposa – para santificarla, limpiarla, y embellecerla – y así presentársela a Cristo (por no decir a ti también) en toda su gloria?

Como “Limpiar” a mi Esposa con las Escrituras

Muchos esposos se preguntan cómo pueden animar a sus esposas a crecer espiritualmente. La manera más práctica de hacerlo es saturarla (lavarla) con la Palabra de Dios. Usa como punto de partida la lista titulada “Maneras específicas en las cuales un esposo puede santificar a su esposa con las Escrituras.” Registra con tus propias palabras lo que puedes hacer para fortalecer a tu esposa y tu matrimonio con las Escrituras. Pídele a ella que te ayude a modificar cada punto y te dé sugerencias adicionales.

1 Sproul, R.C The Intimate Marriage, Wheaton: Tyndale House Publisher, Inc., pp. 45–46.

2 William Gouge, Of Domestic Duties, London 1622, pg. 76.

3 Ester 2:2, 12.

4 Estoy en deuda con William Gouge y su ensayo de of Domestic Duties del cual material he adaptado y explicado en los siguientes párrafos (pg. 415)

5 La mayoría creen que esta frase hace referencia al bautismo (i.e., el cual se fundamenta o basa en la palabra predicada). Otros creen que hace referencia a alguna forma de lavamiento ceremonial como se menciona en Ezequiel 16:9. El pasaje presenta otras dificultades exegéticas que están más allá de lo que este libro busca explorar.

6 Incidentalmente, el término para “palabra” en este pasaje es rhema, “la palabra hablada” (vs. Logos, “la palabra escrita”). Rhema es también el término para “palabra” en Efesios 5:26: “para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra.” Cada vez que le hablas la Palabra a tu esposa durante el transcurso de cada día, ésta tiene un efecto santificador en ella, y con eso la estás amando y santificando como Cristo lo hace con la iglesia.

7 Este término es usado por Jay Adams en varias conferencias y conversaciones personales en las cuales he tenido el gusto de estar presente.

8 Estoy en deuda con Bill Gothfard por este diagrama el cual aprendí hace algunos años en uno de sus seminarios avanzados.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 165–177). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

¿Eres o no eres?

Marzo 29

¿Eres o no eres?

Lectura bíblica: Marcos 14:66–72

Este es uno de ellos. Pero él [Pedro] negó otra vez. Marcos 14:69, 70

a1Miguel va a la iglesia por diversión, como otros chicos juegan voleibol o ajedrez.

El verano pasado la iglesia de Miguel llevó un ómnibus lleno de jóvenes para reparar una casa en un barrio humilde de la ciudad. Miguel había oído que estaría usando un mazo para romper las paredes y que se subiría al techo para sacar los tablillas. Así que se anotó. Pero cuando el trabajo se puso duro y caluroso, se escapó al quiosco cerca de la casa para comprarse un refresco.

El dueño lo estudió por un momento.

—No te he visto antes por aquí —comentó—. ¿Estás con ese grupo de la iglesia que vino a reparar esa casa?
—¿Yo? —protestó Miguel—. Yo no soy uno de ellos. Son patéticos.

—Bueno, estaba por decir que me gusta lo que están haciendo —dijo el señor—. Es bueno para el barrio.
Tema para comentar: ¿Cómo reaccionas cuando alguien descubre que eres creyente?

Hasta los mejores seguidores de Jesús han luchado por defender su fe. Pedro había prometido resueltamente a Jesús que, pasara lo que pasara, nunca lo abandonaría (ver Marcos 14:29). Pero cuando Jesús era juzgado, Pedro estaba afuera, acurrucado cerca de una fogata. Escondió su rostro en las sombras, esperando ver lo que pasaba con Jesús, sin que lo reconocieran como uno de sus seguidores.

Allí en la oscuridad, tres testigos dijeron reconocer a Pedro como uno de los seguidores de Jesús. Y tres veces Pedro negó ser amigo de Jesús, diciendo algo como: “No sé de qué está hablando este hombre”. Cuando cantó el gallo, Pedro recordó que esa misma noche Jesús había predicho que lo negaría. Pedro no pudo aguantar y se puso a llorar (ver Marcos 14:66–72).

Cada uno de nosotros toma diariamente decisiones de ser resueltos o tímidos con respecto a nuestra fe. Un amigo tuyo necesita un amigo cristiano que ore por él y le dé un consejo bíblico. ¿Qué le dices? O algunos cristianos en tu escuela quieren que te sumes a ellos para orar con el grupo alrededor del asta de la bandera. ¿Dejas que te reconozcan como parte del grupo?

Si te consideras alguien que ama de veras a Jesús no te conformes con ser un cristiano sólo cuando es fácil serlo. Pídele que te dé el poder para dar un paso adelante y hablar a favor de él en cada área de la vida. ¡Paso por paso, palabra por palabra, Dios quiere darte el poder para actuar y hablar con una valentía santa!

PARA DIALOGAR
Identifica una situación en que te hubiera gustado ser más valiente. ¿En qué sentido quieres actuar y hablar de una forma distinta para Jesús?

PARA DIALOGAR
Identifica una situación en que te hubiera gustado ser más valiente. ¿En qué sentido quieres actuar y hablar de una forma distinta para Jesús?

PARA HACER
¿Has sentido alguna vez un impulso interior de defender a Jesús, pero no le hiciste caso? ¡Decide hoy dejar que Dios te guíe a obedecer ese impulso!

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.

«SI SUPIERA… EL DÍA DE MI MUERTE»

29 mar 2016

«SI SUPIERA… EL DÍA DE MI MUERTE»

por Carlos Rey

a1«¿Se ha imaginado lo que podría ser una celebración de despedida cuando muera? … ¿Qué tal si de la misma forma en que se anuncia la llegada de un bebé a la familia, también se nos anunciara la partida del abuelo nueve meses antes? —pregunta el humorista colombiano José Ordóñez en su obra titulada Primer libro de José Ordóñez a los aburridos—. Lo primero que harían las mujeres de la familia, incluso la esposa, las hijas y las nietas, sería organizar una “fiesta de despedida”», responde el talentoso cómico, que ha batido repetidas veces su propio récord mundial de chistes. Y luego describe la fiesta, dando vuelo a su fecunda imaginación:

«Para la ocasión, el lugar se vería lleno de letreros alusivos a la celebración, como por ejemplo: “¡Que te vaya [bien]!” “¿Vuelves?” “¡Nos vemos al otro lado!”… Globos y serpentinas colgarían para la alegre celebración, mientras que algunos gladiolos se repartirían con buen gusto por toda la casa. Una torta grande de pasas y ciruelas negras se encontraría sobre el ataúd…. Se cambiaría el gélido minuto de silencio por la música preferida del futuro finado; él podría escuchar lo que siempre le encantó mientras espera la muerte.»

Si supiéramos el día de nuestra muerte, «se verían entierros con orquestas, grupos de vallenatos [y] mariachis… cantando alegres… —continúa Ordóñez—. En lo más álgido de la fiesta entrarían de sorpresa los mariachis cantando:

»Estas son las mortajitas que le dieron a David
el día, que de estar tan viejo, a él se le dio por morir.

»¡Morite, viejo, morite! Mira que ya anocheció.
Y ya los grillos se aprestan a cantarte en tu panteón….

»Otra de las ventajas de saber la fecha en que vamos a fallecer es que podríamos escoger el lugar. Si los papás nos escogen dónde es que nacemos, nosotros decidimos dónde moriremos….

»… Si supiera que hoy es el día de mi muerte, llamaría a esos que sé que he ofendido y les pediría que me perdonaran, pues me daría tristeza saber que no me podrían recordar con agrado.

»Si hoy fuera el día de mi muerte, dejaría todas mis cuentas canceladas, pues no me gustaría que mis hijos tuvieran que responder por las mismas, [y] miraría a mi esposa a los ojos y con un sonoro beso le diría: “¡Gracias, ha sido un placer compartir la vida contigo!”

»Querido Dios… si hoy vinieras por mí, te agradecería por haberme enviado aquí a conocer a gente maravillosa, a beber con sed, a comer con hambre, a besar con entusiasmo, a sentir arrepentimiento, a luchar sin fuerzas, a vivir con pasión. Te pediría que me dejaras ver por última vez a mi familia de pie en la puerta de mi casa, para que se despidieran con la mano mientras admiro que el sol está en el poniente y refleja la cruz sobre mi casa.

»¡Quizá éste no sea el día de mi muerte, quizá haya muchos más, pero hoy viviré como si fuera el último de mis días!

»¿Y tú qué harás?»1


1 José Ordóñez, Primer libro de José Ordóñez a los aburridos (Miami, Florida: Editorial Vida, 2009), pp. 47-50.

http://www.conciencia.net/