10-RELACIONES SEXUALES EN EL MATRIMONIO

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Diez

RELACIONES SEXUALES EN EL MATRIMONIO

a1¿Te sorprendería saber que tener relaciones sexuales con tu esposa no es un acto menos honorable a los ojos de Dios que leer tu Biblia u orar? La Biblia no es escrupulosa en sus muchas proclamaciones sobre el sexo. De hecho, el primer mandamiento dado a Adán y Eva en el jardín del Edén tuvo que ver con el sexo: Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructifi cad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla (Génesis 1:28). Más aun, hay un libro entero en la Biblia, el Cantar de los Cantares, que toca bastante gráficamente el tema de las relaciones sexuales en el matrimonio.

Pero tristemente, muchos cristianos creen que las relaciones sexuales en el matrimonio son sucias o son tabú. Ellos parecen haber olvidado que Dios no sólo creó el sexo, sino que lo hizo de tal forma que fuera una de las experiencias más placenteras en la vida.

Por supuesto, la pecaminosidad del hombre ha pervertido el diseño de Dios y con frecuencia ha convertido una tremenda bendición en una mal dición. Lo que Dios ha diseñado para ser un deleite, el hombre, por causa de su corrupción, ha encontrado que es una profunda decepción.

Las dificultades sexuales en el matrimonio encuentran su camino a la agenda de los consejeros matrimoniales con bastante regularidad. Difícilmente una en diez de las parejas que vienen por consejería matrimonial no experimentan alguna clase de problema sexual en su relación. Lo que la mayoría de estas parejas fallan en entender es que las dificultades sexuales son típicamente sintomáticas, es decir, ellas no son usualmente el verdadero problema, sino que son un producto derivado de otros problemas en la relación.

La alarma sonó a las 5:45 a.m. Tom y Shirley luchan por levantarse de la cama. Están especialmente cansados esta mañana porque la noche anterior discutieron hasta la madrugada sobre una decisión que tenían que tomar, pero terminaron yendo a dormirse enojados y sin resolver con éxito su conflicto. En lugar de estar contentos esta mañana, están lacónicos y críticos. Su conversación está llena de sarcasmo, falsas acusaciones, epítetos y otros comentarios peyorativos. Su comunicación verbal y no-verbal revela el enojo y la amargura que han invadido recientemente sus corazones.

Lo que Tom y Shirley no se dan cuenta es que con cada comentario hiriente que hacen y con cada expresión ofensiva que exhiben, están saboteando su relación sexual. Es como si estuvieran ensuciando su lecho matrimonial con toda clase de desechos y basura. Los pijamas con los que durmieron, las toallas mojadas que usaron en el baño por la mañana, los desechos del percolador de café, los platos sucios del desayuno y las varias secciones del periódico matutino, todos termina tirados en la cama antes de las 7:30 a.m. Mientras Tom camina hacia la puerta, en lugar de su usual beso de despedida, murmura, “no sé como terminé casado con esta indomable y contenciosa esposa.” En esencia, él está abriendo la puerta de su cuarto y lanzando otra libra de basura sobre lo que ya se ha acumulado. Durante todo el día, mientras Tom y Shirley revisan en sus mentes los eventos de las pasadas horas, continúan ensuciando su lecho matrimonial. Cuando Tom llega a la casa desde la oficina, el montón de basura sobre la cama tiene tres pies de alto.

Mientras avanza la tarde, el montón crece aun más como resultado de que el uno se muestra indiferente hacia el otro. Cuando llega la noche, si alguno de ellos deseara tener relaciones sexuales tendría que hacer el amor encima de toda esa basura. Sus “problemas” sexuales en realidad no son sexuales para nada, son relacionales. Los consejeros matrimoniales saben que con mucha frecuencia los problemas sexuales en el matrimonio son indicadores de otros problemas en la relación. Cuando estos otros problemas en la relación son resueltos bíblicamente, los problemas sexuales tienden a desaparecer casi por si mismos.

Hay una actitud en particular que afecta adversamente la relación sexual entre un hombre y su esposa, la cual he observado una y otra vez en muchos de los hombres que conozco. Yo mismo he luchado con ello de tiempo en tiempo. Por años, me he preguntado por qué muchos esposos dan a sus esposas por hecho. R. C. Sproul, en su libro “El Matrimonio Íntimo” aborda sucintamente esta cuestión común:

Es demasiado fácil para los hombres casados ver a sus esposas con una persistente disminución de su importancia una vez que la boda ha pasado. Antes de casarse, el hombre invierte una enorme cantidad de energía para cautivar y conquistar a su esposa. Él inicia la relación de cortejo con el celo y la dedicación de un atleta olímpico. Le da a su chica su atención completa haciéndola el centro de su devoción. Una vez el matrimonio se ha consumado, nuestro atleta vuelve su atención a otras metas. Se imagina que el aspecto romántico de su vida ya está bajo control y se dedica a escalar nuevas alturas. Le dedica menos y menos tiempo a su esposa y la trata como si fuese menos importante. Mientras tanto la mujer, habiéndose acostumbrado al proceso del cortejo, entra al matrimonio esperando que esto continúe. A medida que el matrimonio avanza, ella le dedica más y más atención a su esposo, mientras él le dedica menos. Ahora ella le lava su ropa, le cocina su comida, le hace la cama, limpia la casa–quizás hasta le haga su maleta; mientras tanto, él se vuelve menos afectuoso (aunque quizás mas erótico) saliendo menos con ella y generalmente poniéndole menos atención.

Cuando este síndrome continúa sin control, el resultado es, frecuentemente, una aventura extramarital. Estas aventuras, popularizadas por las novelas y romantizadas por Hollywood y la televisión, se han convertido en una epidemia. En cierto momento de mi ministerio yo aconsejé a dieciséis parejas que estaban teniendo problemas con una tercera persona. En cada caso le hice a la parte infiel la misma pregunta, “¿Qué te atrajo de la otra persona?” En cada caso la respuesta fue esencialmente la misma, “él me hizo sentir como una mujer,” o “ella me hizo sentir como un hombre de nuevo.” Es fácil hacer sentir a una mujer como mujer durante el cortejo. No es tan fácil durante el matrimonio. Simplemente no puede hacerse si la esposa es considerada secundaria en importancia. Cuando Pablo habla de la necesidad de un esposo dándose a sí mismo a su esposa como Cristo se dio a sí mismo por la iglesia, él esta tocando el verdadero corazón del matrimonio.1

Una de las claves para mantener el romance en el matrimonio y no dar por hecho a tu esposa es nunca cesar de cortejarla. Esto es talvez el mejor consejo sobre la sexualidad que puedo ofrecer. Talvez has oído que se dice que “el juego amoroso para el coito comienza cuando te levantas por la mañana, no cuando te acuestas por la noche.” ¿Recuerdas lo que leíste en el capítulo nueve?

Contrario a lo que pudieras pensar, cuando te “enamoraste” de tu esposa no fuiste impactado con alguna clase de estímulo externo como una “flecha de cupido” o la descarga de algún otro mediador matrimonial. Mas bien creaste (internamente) los sentimientos románticos a través de lo que te dijiste a ti mismo sobre ella y lo que hiciste a, por y con ella. Es decir, tu propio corazón produjo esos maravillosos sentimientos como resultado de tus pensamientos y acciones. Muy probablemente tú desarrollaste esos cálidos sentimientos amorosos durante el cortejo. Si ahora sientes amargura hacia ella es porque de una u otra manera has dejado de cortejarla. Tu falta de cortejo ha aminorado el “generador emocional del amor” (por decirlo así) en tu corazón. Además, los pensamientos innobles y la falta de perdón que tienes hacia ella (en contraste con los nobles y amorosos pensamientos que experimentabas durante el cortejo), han lanzado un alicate en el generador y evitan que esos sentimientos amorosos se desarrollen. Es así de simple.

Si quieres revivir el romance que tuviste una vez con tu mujer, tendrás que cambiar la forma en que piensas de ella y las cosas que haces por ella. Tendrás que comenzar cortejándola de nuevo y hacerlo-aunque aún hubiese en tu corazón sentimientos de amargura contra ella.

Aquí esta el punto central: si quieres reavivar la pasión que una vez hubo en tus relaciones sexuales y que probablemente se han perdido, tendrás que cortejar a tu esposa diaria y regularmente.

La actitud amorosa que muestres hacia tu esposa (1 Cor. 13:4–7; Col. 3:12–14) desde el momento que la saludas al levantarse hasta la forma en que la halagas por la cena que te preparó, muy probablemente determinará el placer que ambos disfruten la próxima vez que tengan relaciones sexuales.

Principios Bíblicos Para el Sexo2

Los siguientes siete principios están en su mayoría basados en un entendimiento correcto de 1 Corintios 7:1–6. Examinemos este pasaje antes de desenvolver su significado (otros pasajes Escriturales serán citados cuando sea necesario).

En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Más esto digo por vía de concesión, no por mandamiento (1 Cor. 7:1–6).

Principio # 1: Las relaciones sexuales dentro del matrimonio son santas y buenas. Dios alienta esas relaciones y nos advierte contra su interrupción.

Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios (Heb. 13:4).

La versión Reina-Valera destaca correctamente la construcción gramatical imperativa de este verso. Los cristianos tienen que ver el matrimonio como una institución honorable diseñada por Dios. Ellos no deben hacer nada que le robe al lecho matrimonial su honor y bondad (sea de pensamiento, palabra o hecho). Cuando tú dejas de cumplir tus obligaciones conyugales en el área sexual, la Biblia dice que estás defraudando a tu esposa y exponiéndola innecesariamente a la tentación (1 Cor. 7:5). Recuerda que de acuerdo a este pasaje hay dos soluciones bíblicas para el problema de la inmoralidad sexual–dos maneras para que puedas evitar la fornicación. Una es el auto-control (vv. 5 y 9), y la otra es la relación sexual regular entre esposos (v. 2).

Principio #2: El placer en las relaciones sexuales no es pecaminoso sino asumido (los cuerpos de los cónyuges se pertenecen el uno al otro).

Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre (Prov. 5:18–19).

El propósito de Dios es que seas sexualmente saciado por tu esposa. Supongamos que hoy es el Día de Acción de Gracias. Tú has estado esperando este día por semanas porque tu madre prometió hacerte tu postre favorito. Cuando la fiesta del Día de Acción de Gracias comienza, tú estás ansioso por llegar al final de la comida para poder saborear ese delicioso postre. Mientras masticas la deliciosa porción de tu comida con acrecentado placer, de repente pierdes de vista el hecho de que tienes que dejar lugar en tu estomago para aquel delicioso postre. Tú sigues disfrutando plato tras plato hasta que finalmente quedas totalmente saciado. Cuando traen el postre de la cocina estás tan lleno que tienes que explicarle a tu madre que “no puedes comer ni otra mordida.”

Ésa es la clase de satisfacción que la Biblia implica cuando dice: “Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre.” Tú debes estar tan satisfecho con tu esposa que no podrías ser fácilmente tentado por nadie más. Tanto las palabras “satisfagan” como “recréate” en este verso conllevan la idea de estar intoxicado. Éste es el único verso en la Biblia que yo sé que nos incita a embriagarnos–no con alcohol sino con el placer que viene de tener las relaciones sexuales ordenadas por Dios con tu esposa.

Principio # 3: El placer sexual debe ser regulado por el principio de que la sexualidad no debe ser egocéntrica (en el matrimonio “los derechos” de nuestro cuerpo le pertenecen al cónyuge). La homosexualidad y la masturbación van en desacuerdo con este principio fundamental. La idea aquí, como en otros lugares, es que “es más bienaventurado dar que recibir.”

Probablemente la manera más grande en que un esposo cristiano falla en el rol sexual en su matrimonio es siendo egoísta. Vivimos en una sociedad de auto-erotismo, es decir, una sociedad que ve el sexo primariamente como algo de lo cual se recibe placer más que como una oportunidad para dar placer. La masturbación es vista no sólo como aceptable, sino en algunos casos como terapéutica. Muchos hombres, aun hombres cristianos, ven las relaciones sexuales con sus esposas como un poco más que una oportunidad para masturbarse. Su preocupación es complacerse a sí mismos. No se dan cuenta que Dios les dio sus órganos sexuales no primariamente para su propio placer, sino para el placer de sus esposas (1 Cor. 7:4). Nunca han aprendido que en las relaciones sexuales, como en las otras áreas de la vida, es más bienaventurado dar que recibir (Hech. 2:35).

Aunque la masturbación no es identificada por nombre en la Biblia, deber ser vista como pecaminosa al menos por tres razones. Primero, porque es una perversión del propósito del sexo. Es más egoísmo que amor–es tomar, no dar. Dios no te dio los órganos sexuales para que te complazcas a tí mismo con ellos, sino para que le des placer a tu esposa y que ella pueda expresarte su amor dándote placer sexual. Segundo, porque casi siempre envuelve una lascivia pecaminosa. Jesús hizo esto absolutamente claro: Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón (Mat. 5:28). Tercero: porque es una actividad que hace experimentar culpabilidad a los cristianos que la practican. La Biblia también es muy clara acerca de la pecaminosidad de los cristianos que participan voluntariamente en cualquier actividad por la cual su conciencia los condena.

¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Rom. 14:22–23).

En todos mis años de consejería a hombres cristianos, nunca he conocido aún a uno a quien su conciencia no le perturbe cuando sucumbe ante esta actividad. Muchos hombres cristianos han sucumbido tan habitualmente a esta tentación que han sido atrapados por su transgresión y consecuentemente han perdido la comunión con Dios. En lugar de confesar su conflicto y buscar ayuda de algún consejero piadoso y/o de su esposa (que con frecuencia están en la posición maravillosa de “ayuda idónea” para apoyarlos a través de varios medios), estos hombres viven con su culpa por años, atados por su concupiscencia y privándose del gozo y los frutos prometidos por Dios a los que tienen una limpia conciencia (Hechos 24:16; 1 Tim. 1:5–7, 18–20).

Principio # 4: Las relaciones sexuales deben ser regulares y continuas. No se aconseja un numero exacto de veces por semana, pero el principio es que ambos cónyuges provean una satisfacción sexual tan adecuada, que tanto el ‘quemarse’ (con deseo sexual) como la tentación de buscar satisfacción sexual en otra parte sean evitadas.

“Tu asignación para esta semana es tener relaciones físicas con tu cónyuge al menos X veces-y cuando lo hagas quiero que te concentres más en complacerla (o) a ella (o a él) que a ti mismo (a).”3 Yo he dicho esto a quienes he aconsejado más veces de las que recuerdo. Recientemente, “advertí” a dos parejas que si la frecuencia de sus relaciones sexuales no mejoraba en las próximas semanas, les iba a asignar como una tarea las veces que deberían tener sexo. La construcción gramatical del mandato en 1 Corintios 7 asume que algunos de los lectores estaban en el proceso de defraudarse sexualmente mutuamente y el mandato es “no os neguéis el uno al otro.”

Contrario a la creencia popular, no todos los esposos tiene mayor deseo de relaciones sexuales que sus esposas. En realidad, un porcentaje de mujeres más grande que el que uno esperaría, desean más encuentros sexuales por semana que sus esposos. Cada persona es diferente y cada pareja tiene su propia serie de factores internos y externos que afectan tal deseo. El principio bíblico requiere que cada cónyuge conozca y responda a los deseos de su esposo o esposa. Parte de tu responsabilidad como hombre que vive con su esposa de una manera sabia, es que conozcas esa información sobre “tu esposa” y respondas adecuadamente. Parte de la responsabilidad de ella para serte “ayuda idónea” (o complemento) es hacer lo mismo para contigo. Generalmente hablando, el cónyuge con el menor deseo debería estar dispuesto a ceder a los deseos de la pareja con el mayor deseo para que no se “queme” (“Pero si no tienen don de continencia [los solteros o viudas] cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” (1 Cor. 7:9). Por supuesto, como el próximo principio implica, el cónyuge con el mayor o más frecuente deseo debe estar también dispuesto (a) a limitar algunas veces la frecuencia de sus encuentros sexuales por amor y en deferencia a su pareja. La clave principal para ambos cónyuges se halla en Filipenses 2:3–4:

Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.

Si tu esposa desea más frecuencia en las relaciones sexuales que tú, debe haber veces cuando debes estar dispuesto a ministrarle sexualmente-aun cuando pudieras no tener interés, estar cansado, absorto en otros intereses o responsabilidades, desanimado o molesto. Si tú eres el cónyuge con el mayor deseo sexual y tu esposa está dispuesta a ministrate sexualmente cuando ella no está tan amorosa como tú o no tiene ganas, debes tener cuidado de no mostrarte decepcionado o dejar que tus sentimientos se hieran porque el encuentro no fue tan apasionado, excitante o placentero como esperabas. En lugar de decepcionarte, deberías estar agradecido por tener una esposa dispuesta a ministrarte sin egoísmo.4 En lugar de pensar, “si ella realmente me amara, me estaría haciendo el amor salvaje y apasionadamente,” recuerda que en realidad es una manifestación más grande de su amor por ti cuando sin egoísmo ella te hace el amor aun sin sentir esa pasión enloquecedora.

Por supuesto, tú siempre debes prepararla sexualmente (con suficiente afecto y juego amoroso anticipado) de modo que ella pueda tener también un tiempo placentero. Pero si ella está simplemente interesada en complacerte, ¡no lo tomes personalmente! Sólo disfrútalo y da gracias por tener una esposa que sin egoísmo se preocupa así por ti. Muestra tu aprecio con palabras de afirmación y agradecimiento y con otras expresiones físicas de afecto. Recuerda que muchas mujeres parecen experimentar mucha más “satisfacción sexual” que los hombres aun cuando no logran un orgasmo. Esto puede parecerte difícil de comprender porque como hombres nos cuesta concebir el tener un encuentro sexual placentero que no termine con un orgasmo. La manera en que muchos hombres razonan es “el sexo sin orgasmo es como un banquete sin comida.” Esta noción, sin embargo, no se basa en la Escritura. Probablemente ésta no es la manera en que tu esposa piensa sobre el sexo y tampoco debería ser la tuya.

Principio # 5: El principio de la satisfacción significa que cada cónyuge debe proveer placer sexual (que es “debido” a él o a ella en el matrimonio) tan frecuentemente como el otro lo requiera. Por supuesto, hay otros principios bíblicos que entran en juego (la moderación, complacerse el uno al otro antes que a sí mismo, etc.). La consideración a nuestro cónyuge debe regular nuestro requerimiento del sexo. Pero esta consideración no debe ser excusa para fallar en satisfacer las necesidades legítimas. Por otro lado, los requerimientos sexuales no deben ser gobernados por una lascivia idólatra.

La moderación (autocontrol) debe ser ejercido en todas las cosas (1 Cor. 9:25), incluyendo el sexo marital.

Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna (1 Cor. 6:12)

Así como tienes que controlar tus deseos por la comida, el dinero y otras actividades buenas y placenteras evitando los excesos, debes aprender a moderar tus deseos por el sexo para que no ocupen un lugar más grande en tu vida que el que es debido. Recuerda que casi cualquier buen deseo (como la comida, el techo, el sueño, el respeto y el sexo), pueden convertirse en idolatría si los deseamos excesivamente.

¿No es la vida más que el sexo? No para algunos hombres que he conocido. Sus mentes están tan excesivamente consumidas por el sexo que piensan poco en sus otras responsabilidades bíblicas en la vida como ministrar a su esposa, a sus hijos y a su prójimo. Si esto te sucede a ti, te recomiendo que ores diariamente para que el Señor te ayude a reemplazar esos pensamientos y deseos con otros que estén en línea con la realidad bíblica. Considera también buscar la ayuda de tu esposa y de los líderes de tu iglesia.

Así como tu esposa debe “considerar” la intensidad de tu deseo sexual (si éste es más grande que el de ella), tú debes considerar las cosas que pueden interferir con el deseo o la habilidad de ella para ministrarte a ti. Pueden haber ocasiones cuando tu esposa se ofrezca para satisfacer tus necesidades sexuales, pero tú tendrás que considerar si es realmente lo mejor para ella el hacerlo o no.

“¿Está ella demasiado cansada?” “¿Será más placentero para ella si yo espero hasta mañana cuando esté más descansada?” “Si posponemos nuestro encuentro, ¿le dará eso a ella una sensación más grande de privacidad?” “¿Ha sido su día tan lleno de tensión que sería egoísta de mi parte esperar que ella haga esto?” Un esposo amoroso se hace estas preguntas antes de aceptar el ofrecimiento que su esposa le hace de tener relaciones sexuales.

Principio # 6: De acuerdo con el principio de los “derechos,” no debe haber negociaciones sexuales entre los esposos (“Yo no voy a tener relaciones a menos que …”). Ningún cónyuge tiene derecho de hacer tales negociaciones.

Cuando te casas tú cedes el derecho de usar tu cuerpo como te parezca. Ya no posees la autoridad única sobre tu propio cuerpo-tu esposa lo posee.5 Ahora ustedes son una sola carne. Tu cuerpo le pertenece a ella y viceversa. No le corresponde a ninguno condicionar la entrega de su cuerpo al otro sólo si (o hasta que) ciertos deseos egoístas se cumplan.

¿Eres más amable, gentil, generoso, atento, tierno y afectuoso con tu esposa cuando deseas tener relaciones sexuales que otras veces? Si es así, puedes tentarla a usar el sexo como una herramienta de negociación. Si ella intenta usar el sexo como una herramienta para negociar, debes considerar si la estás amando verdaderamente como Cristo amó a la iglesia. La pregunta que te debes hacer es “¿estaría ella usando el sexo para obtener lo que desea si yo estuviera realmente llenando sus necesidades y satisfaciendo tantos de sus deseos legítimos como me sea posible sin tener que pecar?

Principio # 7: Las relaciones sexuales son iguales y recíprocas. Pablo no le da al hombre derechos superiores que a la mujer. Es claro entonces que el estímulo y la iniciación mutua en las relaciones son legítimas. Ciertamente, la doctrina de los derechos mutuos implica también la de las responsabilidades mutuas. Esto incluye, entre otras cosas, la participación activa mutua en el acto sexual.

Muchos tabús no Escriturales abundan entre los cristianos acerca de las relaciones sexuales en el matrimonio. Entre éstos está la idea de que la mujer no debe iniciar o ser agresiva en la relación. Puesto que el cuerpo de cada cónyuge pertenece al esposo o esposa, se deduce que el estímulo, la iniciación y la participación activa mutua en el acto sexual son legítimos.

Por otro lado, Dios diseñó al esposo más adecuadamente para ser el iniciador y a la esposa para ser la que responde. ¿Cuán bien puedes iniciar el acto del amor sexual con tu esposa? Aquí hay algunas preguntas de auto-examen que puedes hacerte en relación a tus intentos:

• ¿Inicias la relación sexual con suficiente frecuencia?

• ¿Resientes el hecho de que tu esposa no inicia las relaciones sexuales tan frecuentemente como deseas?

• ¿Te sientes incúmodo cuando tu esposa toma la iniciativa en el acto del amor?

• ¿Cómo inicias las relaciones sexuales? ¿Lo haces usualmente pidiéndoselo verbalmente?

• ¿Usas siempre la misma invitación “enlatada”?

• ¿Tratas a veces de omitir la invitación rutinaria y tratas de estimularla románticamente sin pedírselo o sin palabras?

Las preguntas al final de este capítulo son una continuación de las sugeridas al final del capítulo dos. Éstas deberían ayudarte a entender y ministrar mejor sexualmente a tu esposa. No todas las preguntas pueden ser adecuadas o necesarias para tu situación. Ten cuidado de no ser demasiado sensitivo o de ofenderte con sus respuestas. A largo plazo tu vida sexual mejorará como resultado del tiempo que uses discutiendo y resolviendo bíblicamente estos problemas. Es aconsejable que no guardes ningún registro escrito de sus respuestas a estas preguntas. He incluido también en el Apéndice J, “Indicaciones, Sugerencias y Ayudas para la Actitud Sobre el Sexo,” algunos pensamientos adicionales que te pueden ayudar a ser un amante más completo para tu esposa.

Preguntas Que Me Gustaría Hacerle

1. Si pudieras cambiar tres cosas en nuestra vida sexual, ¿Qué cambiarías?

2. ¿Crees que he sido sexualmente egoísta? Si ha sido así, ¿Cómo?

3. ¿Tengo algún olor, manerismo o hábito que te impide disfrutar nuestras relaciones sexuales?

4. ¿Hay algo de lo que hemos hecho sexualmente que te ha hecho sentir incómoda?

5. ¿Hay algo que no hemos hecho sexualmente que crees que disfrutarías haciéndolo?

6. ¿Te brindo suficiente afecto y juego sexual previo al coito?

7. ¿Te sientes presionada a actur de cierta forma por lo que hago o digo?

8. ¿Soy suficientemente proactivo (agresivo) sexualmente?

9. ¿Hay algo de mi apariencia que te disgusta tanto que estorba tu capacidad de disfrutar el sexo?

10. ¿Hay alguna parte de tu anatomía con la cual te sientes tan desagradada que estorba tu capacidad de disfrutar el sexo?

11. ¿Has alcanzado el orgasmo alguna vez? (quizás ya conoces la respuesta, pero si tienes alguna duda deberías preguntárselo).

12. ¿Hay algún otro problema marital o personal que estorba tu capacidad de disfrutar el sexo conmigo?

13. ¿Me esfuerzo lo suficiente para brindarte una atmósfera placentera, confortable y segura en la cual hacer el amor?

14. ¿Qué hora del día y en qué situaciones preferirías más / menos hacer el amor?

15. ¿Te sientes cómoda con la frecuencia que hacemos el amor?

16. ¿Soy suficientemente creativo en mis intentos de iniciar el amor contigo?

17. ¿Hay algo más que puedo hacer, sea de palabra, actitud o hecho que podría darle más sentido a nuestra relación?

Agrega más preguntas aquí.…

1 R. C. Sproul, The Intimate Marriage (El Matrimonio Íntimo), pp. 42–43.

2 Los siete principios bíblicos del sexo en este capítulo fueron impresos originalmente en The Christian Counselor’s Manual (El Manual del Consejero Cristiano) por Jay Adams (Grand Rapids: Zondervan, 1973), p. 392. Usado con permiso.

3 “X” usualmente es un número derivado como resultado de mis preguntas a ambos cónyuges acerca de la frecuencia con la cual ellos prefleren tener relaciones sexuales.

4 La idea de ‘sentimientos heridos’ no es exactamente bíblica. En realidad no son tus sentimientos los que son heridos. Mas bien tus pensamientos, que son los que en parte producen tus emociones, no están en armonía con la Escritura. Como he aludido en una nota previa, si tu esposa peca realmente contra ti y termina “hiriendo tus sentimientos” es ella la que tiene que arrepentirse por su pecado. Sin embargo, si tus “sentimientos son heridos” por algo que ella hace que no es pecaminoso (como ser ocasionalmente menos apasionada que tú por el sexo), eres tú quien debe arrepentirse de tus pensamientos anti-bíblicos que son los que producen esa emoción.

5 En realidad, tú hiciste eso en un grado aún mayor cuando te convertiste. Los que promueven el derecho al aborto parecen haber olvidado estos dos puntos—si es que alguna vez los conocieron.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 179–195). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

 

Ciento por ciento fiel

Marzo 30

Ciento por ciento fiel

Lectura bíblica: Marcos 16:1–11

¡Ha resucitado!… como os dijo. Marcos 16:6, 7

a1—¡Quise decir lo que dije y dije lo que quise decir… Un elefante es ciento por ciento fiel!

Si te gustan los cuentos del doctor Seuss, sabes que esas palabras fueron dichas por Horton, el elefante, en Horton Hatches the Egg (Horton incuba el huevo). En este relato, la mamá pájaro le cuenta a Horton qué cansada está de estar sentada sobre el huevo esperando que nazca su cría. El bueno de Horton acepta tomar su lugar en el nido mientras la mamá pájaro sale volando para tomarse unas breves vacaciones.

Pasan los días y Horton sigue en el nido. Vez tras vez se siente tentado a dejarlo. Pero cada vez responde: “Quise decir lo que dije y dije lo que quise decir… Un elefante es ciento por ciento fiel”.

Por fin regresa la mamá pájaro a su nido, la obligación de Horton ha terminado, y pronto sale la cría del cascarón. ¿Cuál es la moraleja del cuento? Como Horton, debemos ser fieles en cumplir lo que prometemos.

Eso puede ser difícil. En cambio, Dios cumple perfectamente su palabra.

Marcos 16 empieza con la noticia de que Jesús “quiso decir lo que dijo y dijo lo que quiso decir” acerca de volver a la vida después de su muerte en la cruz. Desde el punto de vista de los discípulos, las cosas andaban mal. Su maestro que los amaba había sido ajusticiado en una cruz. Y ahora se escondían por temor de que ellos también fueran asesinados.

No hay nada en la Biblia que nos diga que los discípulos recordaron o creyeron las predicciones de Jesús en Marcos 9:31, de que resucitaría de entre los muertos. Estaban “tristes y llorando”. Cuando llegaron a la tumba de Jesús algunas de las mujeres que habían seguido al Maestro, se asombraron de encontrar que la enorme roca que tapaba la entrada había sido quitada, ¡y que el cuerpo de Jesús había desaparecido! Pero un ángel les dijo que el Salvador estaba vivo, “como os dijo” (Marcos 16:7). Cuando los discípulos oyeron la noticia por medio de María Magdalena, “no lo creyeron” (Marcos 16:11).

Si hubiéramos visto a nuestro amigo y líder morir en una cruz, nos hubiera sido difícil creer que estaba vivo. Pero Jesús hizo exactamente lo que dijo. Venció la muerte, salió de la tumba y hoy vive como Señor y Rey.

Jesús nunca ha dejado de cumplir una promesa. Podemos estar seguros de que cada promesa en las Escrituras fue hecha por aquel que cumple su palabra ciento por ciento. Y el que Jesús haya resucitado es nuestra prueba. ¡Qué gran razón para creer!

PARA DIALOGAR
El hecho de que Jesús cumplió su promesa de que resucitaría, ¿cómo hace que todas las otras promesas suyas sean para ti más fáciles de creer?

PARA ORAR
Señor, creemos tu Palabra. Ayúdanos a confiar aun cuando el mundo parece oscuro.

PARA HACER
¿Te cuesta a veces creer lo que Dios ha prometido? Conversa con un cristiano más maduro acerca de las dudas que tienes.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.

Abisag sirve a David

1 Reyes 1-4

Abisag sirve a David

a11:1  Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, le cubrían de ropas, pero no se calentaba.

Le dijeron, por tanto, sus siervos: Busquen para mi señor el rey una joven virgen, para que esté delante del rey y lo abrigue, y duerma a su lado, y entrará en calor mi señor el rey.

Y buscaron una joven hermosa por toda la tierra de Israel, y hallaron a Abisag sunamita, y la trajeron al rey.

Y la joven era hermosa; y ella abrigaba al rey, y le servía; pero el rey nunca la conoció.

Adonías usurpa el trono

Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: Yo reinaré. Y se hizo de carros y de gente de a caballo, y de cincuenta hombres que corriesen delante de él.

Y su padre nunca le había entristecido en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así? Además, éste era de muy hermoso parecer; y había nacido después de Absalón.

Y se había puesto de acuerdo con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, los cuales ayudaban a Adonías.

Pero el sacerdote Sadoc, y Benaía hijo de Joiada, el profeta Natán, Simei, Rei y todos los grandes de David, no seguían a Adonías.

Y matando Adonías ovejas y vacas y animales gordos junto a la peña de Zohelet, la cual está cerca de la fuente de Rogel, convidó a todos sus hermanos los hijos del rey, y a todos los varones de Judá, siervos del rey;

10 pero no convidó al profeta Natán, ni a Benaía, ni a los grandes, ni a Salomón su hermano.

11 Entonces habló Natán a Betsabé madre de Salomón, diciendo: ¿No has oído que reina Adonías hijo de Haguit, sin saberlo David nuestro señor?

12 Ven pues, ahora, y toma mi consejo, para que conserves tu vida, y la de tu hijo Salomón.

13 Ve y entra al rey David, y dile: Rey señor mío, ¿no juraste a tu sierva, diciendo: Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará en mi trono? ¿Por qué, pues, reina Adonías?

14 Y estando tú aún hablando con el rey, yo entraré tras ti y reafirmaré tus razones.

15 Entonces Betsabé entró a la cámara del rey; y el rey era muy viejo, y Abisag sunamita le servía.

16 Y Betsabé se inclinó, e hizo reverencia al rey. Y el rey dijo: ¿Qué tienes?

17 Y ella le respondió: Señor mío, tú juraste a tu sierva por Jehová tu Dios, diciendo: Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará en mi trono.

18 Y he aquí ahora Adonías reina, y tú, mi señor rey, hasta ahora no lo sabes.

19 Ha matado bueyes, y animales gordos, y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar, y a Joab general del ejército; mas a Salomón tu siervo no ha convidado.

20 Entre tanto, rey señor mío, los ojos de todo Israel están puestos en ti, para que les declares quién se ha de sentar en el trono de mi señor el rey después de él.

21 De otra manera sucederá que cuando mi señor el rey duerma con sus padres, yo y mi hijo Salomón seremos tenidos por culpables.

22 Mientras aún hablaba ella con el rey, he aquí vino el profeta Natán.

23 Y dieron aviso al rey, diciendo: He aquí el profeta Natán; el cual, cuando entró al rey, se postró delante del rey inclinando su rostro a tierra.

24 Y dijo Natán: Rey señor mío, ¿has dicho tú: Adonías reinará después de mí, y él se sentará en mi trono?

25 Porque hoy ha descendido, y ha matado bueyes y animales gordos y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, y a los capitanes del ejército, y también al sacerdote Abiatar; y he aquí, están comiendo y bebiendo delante de él, y han dicho: !!Viva el rey Adonías!

26 Pero ni a mí tu siervo, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaía hijo de Joiada, ni a Salomón tu siervo, ha convidado.

27 ¿Es este negocio ordenado por mi señor el rey, sin haber declarado a tus siervos quién se había de sentar en el trono de mi señor el rey después de él?

David proclama rey a Salomón

28 Entonces el rey David respondió y dijo: Llamadme a Betsabé. Y ella entró a la presencia del rey, y se puso delante del rey.

29 Y el rey juró diciendo: Vive Jehová, que ha redimido mi alma de toda angustia,

30 que como yo te he jurado por Jehová Dios de Israel, diciendo: Tu hijo Salomón reinará después de mí, y él se sentará en mi trono en lugar mío; que así lo haré hoy.

31 Entonces Betsabé se inclinó ante el rey, con su rostro a tierra, y haciendo reverencia al rey, dijo: Viva mi señor el rey David para siempre.

32 Y el rey David dijo: Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, y a Benaía hijo de Joiada. Y ellos entraron a la presencia del rey.

33 Y el rey les dijo: Tomad con vosotros los siervos de vuestro señor, y montad a Salomón mi hijo en mi mula, y llevadlo a Gihón;

34 y allí lo ungirán el sacerdote Sadoc y el profeta Natán como rey sobre Israel, y tocaréis trompeta, diciendo: !!Viva el rey Salomón!

35 Después iréis vosotros detrás de él, y vendrá y se sentará en mi trono, y él reinará por mí; porque a él he escogido para que sea príncipe sobre Israel y sobre Judá.

36 Entonces Benaía hijo de Joiada respondió al rey y dijo: Amén. Así lo diga Jehová, Dios de mi señor el rey.

37 De la manera que Jehová ha estado con mi señor el rey, así esté con Salomón, y haga mayor su trono que el trono de mi señor el rey David.

38 Y descendieron el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaía hijo de Joiada, y los cereteos y los peleteos, y montaron a Salomón en la mula del rey David, y lo llevaron a Gihón.

39 Y tomando el sacerdote Sadoc el cuerno del aceite del tabernáculo, ungió a Salomón; y tocaron trompeta, y dijo todo el pueblo: !!Viva el rey Salomón!

40 Después subió todo el pueblo en pos de él, y cantaba la gente con flautas, y hacían grandes alegrías, que parecía que la tierra se hundía con el clamor de ellos.

41 Y lo oyó Adonías, y todos los convidados que con él estaban, cuando ya habían acabado de comer. Y oyendo Joab el sonido de la trompeta, dijo: ¿Por qué se alborota la ciudad con estruendo?

42 Mientras él aún hablaba, he aquí vino Jonatán hijo del sacerdote Abiatar, al cual dijo Adonías: Entra, porque tú eres hombre valiente, y traerás buenas nuevas.

43 Jonatán respondió y dijo a Adonías: Ciertamente nuestro señor el rey David ha hecho rey a Salomón;

44 y el rey ha enviado con él al sacerdote Sadoc y al profeta Natán, y a Benaía hijo de Joiada, y también a los cereteos y a los peleteos, los cuales le montaron en la mula del rey;

45 y el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han ungido por rey en Gihón, y de allí han subido con alegrías, y la ciudad está llena de estruendo. Este es el alboroto que habéis oído.

46 También Salomón se ha sentado en el trono del reino,

47 y aun los siervos del rey han venido a bendecir a nuestro señor el rey David, diciendo: Dios haga bueno el nombre de Salomón más que tu nombre, y haga mayor su trono que el tuyo. Y el rey adoró en la cama.

48 Además el rey ha dicho así: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, viéndolo mis ojos.

49 Ellos entonces se estremecieron, y se levantaron todos los convidados que estaban con Adonías, y se fue cada uno por su camino.

50 Mas Adonías, temiendo de la presencia de Salomón, se levantó y se fue, y se asió de los cuernos del altar.

51 Y se lo hicieron saber a Salomón, diciendo: He aquí que Adonías tiene miedo del rey Salomón, pues se ha asido de los cuernos del altar, diciendo: Júreme hoy el rey Salomón que no matará a espada a su siervo.

52 Y Salomón dijo: Si él fuere hombre de bien, ni uno de sus cabellos caerá en tierra; mas si se hallare mal en él, morirá.

53 Y envió el rey Salomón, y lo trajeron del altar; y él vino, y se inclinó ante el rey Salomón. Y Salomón le dijo: Vete a tu casa.

Mandato de David a Salomón

2:1  Llegaron los días en que David había de morir, y ordenó a Salomón su hijo, diciendo:

Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre.

Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas;

para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel.

Ya sabes tú lo que me ha hecho Joab hijo de Sarvia, lo que hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner y a Amasa hijo de Jeter, a los cuales él mató, derramando en tiempo de paz la sangre de guerra, y poniendo sangre de guerra en el talabarte que tenía sobre sus lomos, y en los zapatos que tenía en sus pies.

Tú, pues, harás conforme a tu sabiduría; no dejarás descender sus canas al Seol en paz.

Mas a los hijos de Barzilai galaadita harás misericordia, que sean de los convidados a tu mesa; porque ellos vinieron de esta manera a mí, cuando iba huyendo de Absalón tu hermano.

También tienes contigo a Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, de Bahurim, el cual me maldijo con una maldición fuerte el día que yo iba a Mahanaim. Mas él mismo descendió a recibirme al Jordán, y yo le juré por Jehová diciendo: Yo no te mataré a espada.

Pero ahora no lo absolverás; pues hombre sabio eres, y sabes cómo debes hacer con él; y harás descender sus canas con sangre al Seol.

Muerte de David

(1 Cr. 29. 26-30)

10 Y durmió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad.

11 Los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años; siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén.

12 Y se sentó Salomón en el trono de David su padre, y su reino fue firme en gran manera.

Salomón afirma su reino

13 Entonces Adonías hijo de Haguit vino a Betsabé madre de Salomón; y ella le dijo: ¿Es tu venida de paz? El respondió: Sí, de paz.

14 En seguida dijo: Una palabra tengo que decirte. Y ella dijo: Di.

15 El dijo: Tú sabes que el reino era mío, y que todo Israel había puesto en mí su rostro para que yo reinara; mas el reino fue traspasado, y vino a ser de mi hermano, porque por Jehová era suyo.

16 Ahora yo te hago una petición; no me la niegues. Y ella le dijo: Habla.

17 El entonces dijo: Yo te ruego que hables al rey Salomón (porque él no te lo negará), para que me dé Abisag sunamita por mujer.

18 Y Betsabé dijo: Bien; yo hablaré por ti al rey.

19 Vino Betsabé al rey Salomón para hablarle por Adonías. Y el rey se levantó a recibirla, y se inclinó ante ella, y volvió a sentarse en su trono, e hizo traer una silla para su madre, la cual se sentó a su diestra.

20 Y ella dijo: Una pequeña petición pretendo de ti; no me la niegues. Y el rey le dijo: Pide, madre mía, que yo no te la negaré.

21 Y ella dijo: Dése Abisag sunamita por mujer a tu hermano Adonías.

22 El rey Salomón respondió y dijo a su madre: ¿Por qué pides a Abisag sunamita para Adonías? Demanda también para él el reino; porque él es mi hermano mayor, y ya tiene también al sacerdote Abiatar, y a Joab hijo de Sarvia.

23 Y el rey Salomón juró por Jehová, diciendo: Así me haga Dios y aun me añada, que contra su vida ha hablado Adonías estas palabras.

24 Ahora, pues, vive Jehová, quien me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David mi padre, y quien me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonías morirá hoy.

25 Entonces el rey Salomón envió por mano de Benaía hijo de Joiada, el cual arremetió contra él, y murió.

26 Y el rey dijo al sacerdote Abiatar: Vete a Anatot, a tus heredades, pues eres digno de muerte; pero no te mataré hoy, por cuanto has llevado el arca de Jehová el Señor delante de David mi padre, y además has sido afligido en todas las cosas en que fue afligido mi padre.

27 Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Jehová, para que se cumpliese la palabra de Jehová que había dicho sobre la casa de Elí en Silo.

28 Y vino la noticia a Joab; porque también Joab se había adherido a Adonías, si bien no se había adherido a Absalón. Y huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y se asió de los cuernos del altar.

29 Y se le hizo saber a Salomón que Joab había huido al tabernáculo de Jehová, y que estaba junto al altar. Entonces envió Salomón a Benaía hijo de Joiada, diciendo: Ve, y arremete contra él.

30 Y entró Benaía al tabernáculo de Jehová, y le dijo: El rey ha dicho que salgas. Y él dijo: No, sino que aquí moriré. Y Benaía volvió con esta respuesta al rey, diciendo: Así dijo Joab, y así me respondió.

31 Y el rey le dijo: Haz como él ha dicho; mátale y entiérrale, y quita de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injustamente.

32 Y Jehová hará volver su sangre sobre su cabeza; porque él ha dado muerte a dos varones más justos y mejores que él, a los cuales mató a espada sin que mi padre David supiese nada: a Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jeter, general del ejército de Judá.

33 La sangre, pues, de ellos recaerá sobre la cabeza de Joab, y sobre la cabeza de su descendencia para siempre; mas sobre David y sobre su descendencia, y sobre su casa y sobre su trono, habrá perpetuamente paz de parte de Jehová.

34 Entonces Benaía hijo de Joiada subió y arremetió contra él, y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto.

35 Y el rey puso en su lugar a Benaía hijo de Joiada sobre el ejército, y a Sadoc puso el rey por sacerdote en lugar de Abiatar.

36 Después envió el rey e hizo venir a Simei, y le dijo: Edifícate una casa en Jerusalén y mora ahí, y no salgas de allí a una parte ni a otra;

37 porque sabe de cierto que el día que salieres y pasares el torrente de Cedrón, sin duda morirás, y tu sangre será sobre tu cabeza.

38 Y Simei dijo al rey: La palabra es buena; como el rey mi señor ha dicho, así lo hará tu siervo. Y habitó Simei en Jerusalén muchos días.

39 Pero pasados tres años, aconteció que dos siervos de Simei huyeron a Aquis hijo de Maaca, rey de Gat. Y dieron aviso a Simei, diciendo: He aquí que tus siervos están en Gat.

40 Entonces Simei se levantó y ensilló su asno y fue a Aquis en Gat, para buscar a sus siervos. Fue, pues, Simei, y trajo sus siervos de Gat.

41 Luego fue dicho a Salomón que Simei había ido de Jerusalén hasta Gat, y que había vuelto.

42 Entonces el rey envió e hizo venir a Simei, y le dijo: ¿No te hice jurar yo por Jehová, y te protesté diciendo: El día que salieres y fueres acá o allá, sabe de cierto que morirás? Y tú me dijiste: La palabra es buena, yo la obedezco.

43 ¿Por qué, pues, no guardaste el juramento de Jehová, y el mandamiento que yo te impuse?

44 Dijo además el rey a Simei: Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón bien sabe, que cometiste contra mi padre David; Jehová, pues, ha hecho volver el mal sobre tu cabeza.

45 Y el rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme perpetuamente delante de Jehová.

46 Entonces el rey mandó a Benaía hijo de Joiada, el cual salió y lo hirió, y murió.

Y el reino fue confirmado en la mano de Salomón.

Salomón se casa con la hija de Faraón

3:1  Salomón hizo parentesco con Faraón rey de Egipto, pues tomó la hija de Faraón, y la trajo a la ciudad de David, entre tanto que acababa de edificar su casa, y la casa de Jehová, y los muros de Jerusalén alrededor.

Hasta entonces el pueblo sacrificaba en los lugares altos; porque no había casa edificada al nombre de Jehová hasta aquellos tiempos.

Salomón pide sabiduría

(2 Cr. 1.1-13)

Mas Salomón amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David; solamente sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos.

E iba el rey a Gabaón, porque aquél era el lugar alto principal, y sacrificaba allí; mil holocaustos sacrificaba Salomón sobre aquel altar.

Y se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé.

Y Salomón dijo: Tú hiciste gran misericordia a tu siervo David mi padre, porque él anduvo delante de ti en verdad, en justicia, y con rectitud de corazón para contigo; y tú le has reservado esta tu gran misericordia, en que le diste hijo que se sentase en su trono, como sucede en este día.

Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir.

Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud.

Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?

10 Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto.

11 Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio,

12 he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú.

13 Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días.

14 Y si anduvieres en mis caminos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo alargaré tus días.

15 Cuando Salomón despertó, vio que era sueño; y vino a Jerusalén, y se presentó delante del arca del pacto de Jehová, y sacrificó holocaustos y ofreció sacrificios de paz, e hizo también banquete a todos sus siervos.

Sabiduría y prosperidad de Salomón

16 En aquel tiempo vinieron al rey dos mujeres rameras, y se presentaron delante de él.

17 Y dijo una de ellas: !!Ah, señor mío! Yo y esta mujer morábamos en una misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa.

18 Aconteció al tercer día después de dar yo a luz, que ésta dio a luz también, y morábamos nosotras juntas; ninguno de fuera estaba en casa, sino nosotras dos en la casa.

19 Y una noche el hijo de esta mujer murió, porque ella se acostó sobre él.

20 Y se levantó a medianoche y tomó a mi hijo de junto a mí, estando yo tu sierva durmiendo, y lo puso a su lado, y puso al lado mío su hijo muerto.

21 Y cuando yo me levanté de madrugada para dar el pecho a mi hijo, he aquí que estaba muerto; pero lo observé por la mañana, y vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz.

22 Entonces la otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto. Y la otra volvió a decir: No; tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey.

23 El rey entonces dijo: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto; y la otra dice: No, mas el tuyo es el muerto, y mi hijo es el que vive.

24 Y dijo el rey: Traedme una espada. Y trajeron al rey una espada.

25 En seguida el rey dijo: Partid por medio al niño vivo, y dad la mitad a la una, y la otra mitad a la otra.

26 Entonces la mujer de quien era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: !!Ah, señor mío! dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis. Mas la otra dijo: Ni a mí ni a ti; partidlo.

27 Entonces el rey respondió y dijo: Dad a aquélla el hijo vivo, y no lo matéis; ella es su madre.

28 Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar.

4:1  Reinó, pues, el rey Salomón sobre todo Israel.

Y estos fueron los jefes que tuvo: Azarías hijo del sacerdote Sadoc;

Elihoref y Ahías, hijos de Sisa, secretarios; Josafat hijo de Ahilud, canciller;

Benaía hijo de Joiada sobre el ejército; Sadoc y Abiatar, los sacerdotes;

Azarías hijo de Natán, sobre los gobernadores; Zabud hijo de Natán, ministro principal y amigo del rey;

Ahisar, mayordomo; y Adoniram hijo de Abda, sobre el tributo.

Tenía Salomón doce gobernadores sobre todo Israel, los cuales mantenían al rey y a su casa. Cada uno de ellos estaba obligado a abastecerlo por un mes en el año.

Y estos son los nombres de ellos: el hijo de Hur en el monte de Efraín;

el hijo de Decar en Macaz, en Saalbim, en Bet-semes, en Elón y en Bet-hanán;

10 el hijo de Hesed en Arubot; éste tenía también a Soco y toda la tierra de Hefer;

11 el hijo de Abinadab en todos los territorios de Dor; éste tenía por mujer a Tafat hija de Salomón;

12 Baana hijo de Ahilud en Taanac y Meguido, en toda Bet-seán, que está cerca de Saretán, más abajo de Jezreel, desde Bet-seán hasta Abel-mehola, y hasta el otro lado de Jocmeam;

13 el hijo de Geber en Ramot de Galaad; éste tenía también las ciudades de Jair hijo de Manasés, las cuales estaban en Galaad; tenía también la provincia de Argob que estaba en Basán, sesenta grandes ciudades con muro y cerraduras de bronce;

14 Ahinadab hijo de Iddo en Mahanaim;

15 Ahimaas en Neftalí; éste tomó también por mujer a Basemat hija de Salomón.

16 Baana hijo de Husai, en Aser y en Alot;

17 Josafat hijo de Parúa, en Isacar;

18 Simei hijo de Ela, en Benjamín;

19 Geber hijo de Uri, en la tierra de Galaad, la tierra de Sehón rey de los amorreos y de Og rey de Basán; éste era el único gobernador en aquella tierra.

20 Judá e Israel eran muchos, como la arena que está junto al mar en multitud, comiendo, bebiendo y alegrándose.

21 Y Salomón señoreaba sobre todos los reinos desde el Eufrates hasta la tierra de los filisteos y el límite con Egipto; y traían presentes, y sirvieron a Salomón todos los días que vivió.

22 Y la provisión de Salomón para cada día era de treinta coros de flor de harina, sesenta coros de harina,

23 diez bueyes gordos, veinte bueyes de pasto y cien ovejas; sin los ciervos, gacelas, corzos y aves gordas.

24 Porque él señoreaba en toda la región al oeste del Eufrates, desde Tifsa hasta Gaza, sobre todos los reyes al oeste del Eufrates; y tuvo paz por todos lados alrededor.

25 Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón.

26 Además de esto, Salomón tenía cuarenta mil caballos en sus caballerizas para sus carros, y doce mil jinetes.

27 Y estos gobernadores mantenían al rey Salomón, y a todos los que a la mesa del rey Salomón venían, cada uno un mes, y hacían que nada faltase.

28 Hacían también traer cebada y paja para los caballos y para las bestias de carga, al lugar donde él estaba, cada uno conforme al turno que tenía.

29 Y Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar.

30 Era mayor la sabiduría de Salomón que la de todos los orientales, y que toda la sabiduría de los egipcios.

31 Aun fue más sabio que todos los hombres, más que Etán ezraíta, y que Hemán, Calcol y Darda, hijos de Mahol; y fue conocido entre todas las naciones de alrededor.

32 Y compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco.

33 También disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces.

34 Y para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de todos los reyes de la tierra, adonde había llegado la fama de su sabiduría.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Copyright © 1960 by American Bible Society

«YO MATÉ A UN HOMBRE»

30 mar 2016

«YO MATÉ A UN HOMBRE»

por el Hermano Pablo

a1Hace veinte años, yo maté a un hombre. No, no es cierto. Sólo es alegoría. Pero permítame seguir con la figura.

Me descubrieron con el arma en la mano y el cuerpo del delito a mis pies. Como no tenía coartada alguna, me llevaron de inmediato a la cárcel. El juez no tardó en seguir el proceso jurídico, y el jurado me halló culpable.

Ahora tenía que pagar el precio de mi maldad porque fui yo quien cometió el delito. Sólo esperaba la hora de mi ejecución.

El día designado, y a la hora precisa, el carcelero llegó a mi celda, metió la llave en el cerrojo y abrió la puerta. El chillido de hierro contra hierro me hizo sentir aún más terror. Pero sucedió algo extraño.

El carcelero me dijo:

—Señor, usted está libre. Puede irse.

—No juegue con mi vida —le respondí—. Yo sé a qué ha venido.

—Señor —repitió el carcelero—, usted está libre.

Dicho esto, se fue, dejando abierta la puerta de mi celda, así que me asomé a la puerta. El patio de la cárcel estaba vacío. Con cierto temor crucé el patio y me encaminé hacia la calle. Varios oficiales me vieron, pero nadie dijo nada. Recuerdo haber escuchado unos balazos cuando llegué a la calle, pero nadie me detuvo.

Cuando llegué a casa me explicaron que mi defensor había indagado en libros jurídicos antiguos y había descubierto que otra persona podía tomar el lugar del culpable. Así que había hecho correr la noticia, y un joven se había ofrecido para que se le aplicara mi sentencia.

Si bien este relato es alegórico, lo cierto es que ilustra algo que no lo es. Yo, como todo ser humano, soy pecador. Mi pecado merece el infierno. No hay nada que yo pueda hacer para librarme de esa pena. Estoy eternamente condenado, y eso no es alegoría.

Un día Dios, en la persona de Jesucristo, vino al mundo. Aunque Jesús llevó una vida santa, lo acusaron de malhechor y lo condenaron a morir en una cruz. Pero su muerte fue sustitutiva. Él murió en mi lugar, y eso no es alegoría.

«Gracia» es una palabra que no cabe en la mente humana. Quiere decir perdón inmerecido, amor incondicional, salvación sólo por el favor de Dios. El apóstol Pablo explica que Dios ofreció a su Hijo Jesucristo como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, y que es por su gracia divina que nos justifica gratuitamente mediante esa redención (Romanos 3:24,25).

Aunque nuestra vida sea un desastre, podemos ser salvos mediante la muerte de Cristo en nuestro lugar. Lo único que tenemos que hacer es rendirnos a sus pies. Él pagó el precio de nuestro pecado. El castigo que era nuestro, Jesús lo tomó. Ahora sólo tenemos que creer en Cristo y recibirlo como Señor y Salvador. Ese es el significado de la cruz del Calvario. No rechacemos el amor de Dios.

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