EL EMPUJONCITO QUE FALTABA

EL EMPUJONCITO QUE FALTABA

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Pablo Martini
Programa No. 2016-06-09

a1Algunos juzgan apresuradamente a Tomás y le llaman: Tomás el incrédulo. Son esos asesinos de la gracia que también llaman a Felipe el matemático, porque sacó cuentas en la alimentación de los cinco mil y dijo que no era suficiente. ¡Cómo si nunca calculáramos nosotros también los costos antes de emprender algo! A Pedro le llaman el cobarde, porque saltó de la barca y se hundía, como si nosotros no hubiéramos pedido socorro estando en la misma situación. Y a  la mujer de San Juan 8: ¡Adúltera!, como si se destacaran más sus pecados pasados que su perdón presente y su restauración futura.  Tomás no estaba cuando Jesús apareció por primera vez al grupo. ¿Qué dónde estaría? Bueno yo supongo que estaría encerrado en su dolor, en su desesperanza. Ni en Pedro se podía confiar… Ocho días pasaron, nos dice Juan en el v. 26 y ahora Tomás estaba con el grupo. Seguramente se dio cuenta que lo peor que podía hacer era aislarse y aguantar la angustia solo y encerrado en su cuarto. Las puertas del aposento cerradas, las oraciones y la charla se hacen en voz muy baja… por los judíos, claro. Cuando de repente, el Señor en persona aparece en medio, y se dirige directamente hacia Tomás que se empieza a encoger en su silla, se pone rojo y comienza a sudar. “Tomás: no seas incrédulo. Aquí estoy. ¿Quieres tocarme?” “No Señor, ya no hace falta. La comunión con mis hermanos y tu preocupación por mí ya me han animado, gracias Señor. Ahora creo, perdóname Señor. Tú sabes cómo soy, tú me conoces”. “Claro Tomás, por eso vine otra vez, para ayudarte y darte el empujoncito que te faltaba para que comiences a caminar por fe y no por vista”. Cuenta cierta historia que Tomás terminó sus días como un gran misionero en la India. Por cierto aún hoy existe allí la iglesia de Santo Tomás que los pobladores aseguran ser fundada por el mismo apóstol. Y… ¿tú qué? ¿Seguirás llorando también encerrado en tu dolor? Espera en Él. Si es necesario se te aparecerá personalmente para ayudarte en tu debilidad. Pero no te encierres, no abandones al grupo. No llores solo. Pronto llegará, te lo aseguro.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

La razón te grita: Si no ves no creas. La fe te susurra: Cree y verás.

 

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Plegaria pidiendo vindicación y liberación

Salmos 43-45

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Plegaria pidiendo vindicación y liberación

43:1 Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa;
    Líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo.

Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado?
¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo?

Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán;
Me conducirán a tu santo monte,
Y a tus moradas.

Entraré al altar de Dios,
Al Dios de mi alegría y de mi gozo;
Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.

¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.

Liberaciones pasadas y pruebas presentes

Al músico principal. Masquil de los hijos de Coré.

44:1 Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado,
    La obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.

Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos;
Afligiste a los pueblos, y los arrojaste.

Porque no se apoderaron de la tierra por su espada,
Ni su brazo los libró;
Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro,
Porque te complaciste en ellos.

Tú, oh Dios, eres mi rey;
Manda salvación a Jacob.

Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos;
En tu nombre hollaremos a nuestros adversarios.

Porque no confiaré en mi arco,
Ni mi espada me salvará;

Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos,
Y has avergonzado a los que nos aborrecían.

En Dios nos gloriaremos todo el tiempo,
Y para siempre alabaremos tu nombre. Selah

Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar;
Y no sales con nuestros ejércitos.

10 Nos hiciste retroceder delante del enemigo,
Y nos saquean para sí los que nos aborrecen.

11 Nos entregas como ovejas al matadero,
Y nos has esparcido entre las naciones.

12 Has vendido a tu pueblo de balde;
No exigiste ningún precio.

13 Nos pones por afrenta de nuestros vecinos,
Por escarnio y por burla de los que nos rodean.

14 Nos pusiste por proverbio entre las naciones;
Todos al vernos menean la cabeza.

15 Cada día mi verg:uenza está delante de mí,
Y la confusión de mi rostro me cubre,

16 Por la voz del que me vitupera y deshonra,
Por razón del enemigo y del vengativo.

17 Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti,
Y no hemos faltado a tu pacto.

18 No se ha vuelto atrás nuestro corazón,
Ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos,

19 Para que nos quebrantases en el lugar de chacales,
Y nos cubrieses con sombra de muerte.

20 Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios,
O alzado nuestras manos a dios ajeno,

21 ¿No demandaría Dios esto?
Porque él conoce los secretos del corazón.

22 Pero por causa de ti nos matan cada día;
Somos contados como ovejas para el matadero.

23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor?
Despierta, no te alejes para siempre.

24 ¿Por qué escondes tu rostro,
Y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?

25 Porque nuestra alma está agobiada hasta el polvo,
Y nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra.

26 Levántate para ayudarnos,
Y redímenos por causa de tu misericordia.

Cántico de las bodas del rey

Al músico principal; sobre Lirios. Masquil de los hijos de

Coré. Canción de amores.

45:1 Rebosa mi corazón palabra buena;
Dirijo al rey mi canto;
Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.

Eres el más hermoso de los hijos de los hombres;
La gracia se derramó en tus labios;
Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.

Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente,
Con tu gloria y con tu majestad.

En tu gloria sé prosperado;
Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia,
Y tu diestra te enseñará cosas terribles.

Tus saetas agudas,
Con que caerán pueblos debajo de ti,
Penetrarán en el corazón de los enemigos del rey.

Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre;
Cetro de justicia es el cetro de tu reino.

Has amado la justicia y aborrecido la maldad;
Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo,
Con óleo de alegría más que a tus compañeros.

Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos;
Desde palacios de marfil te recrean.

Hijas de reyes están entre tus ilustres;
Está la reina a tu diestra con oro de Ofir.

10 Oye, hija, y mira, e inclina tu oído;
Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre;

11 Y deseará el rey tu hermosura;
E inclínate a él, porque él es tu señor.

12 Y las hijas de Tiro vendrán con presentes;
Implorarán tu favor los ricos del pueblo.

13 Toda gloriosa es la hija del rey en su morada;
De brocado de oro es su vestido.

14 Con vestidos bordados será llevada al rey;
Vírgenes irán en pos de ella,
Compañeras suyas serán traídas a ti.

15 Serán traídas con alegría y gozo;
Entrarán en el palacio del rey.

16 En lugar de tus padres serán tus hijos,
A quienes harás príncipes en toda la tierra.

17 Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones,
Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.