Las Peleas

Pablo Martini
Programa No. 2016-06-14

Qué bendición es para mí estar nuevamente junto a usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Gracias por sus oraciones a favor de este ministerio. Sus ofrendas han sido de gran bendición para nosotros. Estamos estudiando el libro de Santiago. Las peleas son tan antiguas como antigua es la misma humanidad. Un conocido mío que es incrédulo solía decir: No hay nada tan agradable como meterse en una pelea y salir ganando y nada tan desagradable como meterse en una pelea y salir perdiendo. Las peleas ocurren en todo lado y a todo nivel. En cierta ocasión se desató un incendio en una casa en Bruselas, Bélgica. La brigada de bomberos de Denderleeuw recibió un llamado de auxilio y prestamente se dirigió al lugar del siniestro. Pero tan pronto llegaron allí, arribó al mismo tiempo otra brigada de bomberos, la de Aalst, la cual también había sido llamada a sofocar el flagelo. Esto provocó que los comandantes de cada una de las brigadas se pongan a discutir acerca de cual brigada de bomberos tenía el derecho de extinguir el incendio. La discusión terminó en pelea y la brigada de Aalst enrolló sus mangueras y decidió retornar a su cuartel para que la brigada de Denderleeuw se haga cargo de apagar el fuego. Pero los preciosos minutos que se gastaron en la pelea fueron bien aprovechados por el fuego. Vanos fueron los esfuerzos de los bomberos de Denderleeuw por terminar con el flagelo. Las llamas habían tomado cuerpo y amenazaban otras casas de la vecindad. Esto hizo que la brigada de Aalst fuera llamada de regreso para ayudar y aun fue necesaria una tercera brigada para finalmente controlar el incendio. El fuego cedió pero redujo a cenizas todo una casa. Todo porque dos comandantes de bomberos se enfrascaron en una pelea mientras el fuego devoraba una casa. Caso inaudito, pero verídico, amable oyente. El ser humano es tan propenso a pelear. Triste es pensar que ni aun en las iglesias se logra evitar las peleas. Parece que entre los creyentes hubiera aun mayor propensión a pelear que entre los incrédulos. ¿Por qué es que somos tan inclinados a pelear? En el estudio bíblico de hoy veremos algunas razonas para ello.

Si tiene una Biblia, ábrala en Santiago 4:1 a 3. En este pasaje bíblico encontramos el origen de las peleas, la descripción de las peleas y la motivación que conduce a las peleas. En cuanto al origen de las peleas, Santiago 4:1 hace una pregunta: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? Para entender la problemática de las peleas entre nosotros, es necesario primeramente identificar su origen. Quizá usted me dirá: Bueno, yo peleo porque fui maltratado, física o verbalmente. O yo peleo porque mis derechos han sido violentados. O yo peleo porque un ser querido ha sido atacado. O yo peleo porque estoy siendo tratado injustamente. Todos estos son nada más que motivos para la pelea. Ninguno de ellos es el origen mismo de una pelea. Estos motivos son como síntomas de una enfermedad. Lo importante es definir cuál es la enfermedad. Usted puede experimentar un dolor de cabeza. Eso es el síntoma, pero no necesariamente eso significa que tenga algún problema orgánico en su cabeza. Quizá le duele la cabeza porque tiene un problema con su hígado o con la anemia. Lo importante es descubrir la enfermedad, para atacar la enfermedad mas no el síntoma. Eliminada la enfermedad, automáticamente se eliminará también el síntoma. Santiago nos va a declarar cual es la enfermedad que motiva las peleas. Respondiendo a la pregunta que él mismo hizo, Santiago dice: ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? El origen único y verdadero de toda pelea se remonta a nuestras pasiones. La palabra pasiones significa deseos, placeres, deleites. Las pasiones no son en sí mismas ni buenas ni malas, todo depende de la actitud que tengamos hacia ellas. Se puede desear salud, amistad, familia, trabajo, hogar, educación, libertad, justicia. Pero cuando algo o alguien impide la satisfacción de estos deseos, la tendencia es a pelear hasta conseguir lo que queremos. Así es como una pasión o un deseo o un placer se trastorna en algo totalmente negativo para el creyente. En el evangelio de Lucas, capítulo 8 versículo 14 vemos por ejemplo que los placeres o las pasiones del mundo pueden ahogar la palabra de Dios sembrada en el corazón de una persona. Cuando las pasiones controlan a un creyente se producirá lo inevitable. Santiago dice que las pasiones combaten o luchan en nuestros miembros. Esto se refiere a que las pasiones insatisfechas toman a los miembros del cuerpo y a los miembros de la iglesia para trabarse en un combate abierto y doloroso. De modo que, amable oyente, las peleas no se originan en el exterior de una persona sin en el interior de una persona. En el corazón de la persona. Allí es donde se maquina toda pelea. Para que una persona deje de pelear se necesita un cambio de corazón. Este cambio se inicia cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador y continúa en la medida que la persona rinde el control de su vida a la palabra de Dios y al Espíritu Santo. Veamos ahora la descripción de las peleas. Santiago nos muestra tres maneras como las pasiones combaten en nuestros miembros. Primero, codicia. Santiago 4:2 dice: Codiciáis y no tenéis. Codiciar significa el deseo incontrolable por algo. La conjugación de este verbo indica el hábito de desear apasionadamente. Al hablar de desear apasionadamente, no se está restringiendo el sentido a la inmoralidad, sino que abarca en realidad cualquier campo del convivir de la persona. Una persona puede desear apasionadamente un bien material al punto que esto llega a ser la prioridad número uno en su vida. Esta persona luchará y combatirá contra cualquiera persona o cosa que se interponga en su camino. Lo triste de todo es que a pesar de que peleemos por conseguirlo, no logramos conseguirlo. Es una pelea que no conduce a nada. La segunda manera como las pasiones combaten en nuestros miembros es la envidia. Santiago 4:2 continúa diciendo: Matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar. La envidia es el deseo enfermizo por alcanzar lo que es de otro. Aun el asesinato puede parecer factible con tal de conseguir lo que otro tiene. Igual que en el caso anterior, es una lucha sin posibilidad de victoria, porque el texto dice: No podéis alcanzar. De nada sirve amable oyente luchar motivado por la envidia. No produce ningún buen resultado, sólo peleas por doquier. La tercera manera como las pasiones combaten en nuestros miembros es en guerra abierta. Santiago 4:2 termina diciendo: Combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Cuando un creyente se deja controlar por la codicia o la envidia, pronto arribará a la guerra abierta y sin cuartel contra cualquier cosa que según él esté evitando que pueda obtener lo que desea. Combatís y lucháis sugiera una pelea a lo grande. Y no solamente la codicia que consume interiormente ni la envidia que mata sino una manifestación violenta acompañada de agresión verbal y física. Como en los casos anteriores, también aquí el combate y la lucha no contribuye en absoluto a conseguir lo que se busca. Lo único que consigue es más violencia. Sembrad truenos y cosecharéis tormentas reza el popular dicho. No hay nada de malo en desear algo legítimo. Lo malo está en dejar que ese deseo nos domine y nos conduzca a las peleas para pretender conseguirlo. Los creyentes a quienes escribió Santiago erraron en la forma de conseguir lo que deseaban. Pretendieron conseguirlo con peleas cuando la manera de conseguirlo es orando. Pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís dice el texto. Estoy seguro que estos creyentes oraban y en sus oraciones pedían a Dios lo que deseaban, pero su motivación para pedir lo que querían era enfermiza. Consideremos por tanto la motivación que conduce a las peleas. Santiago 4:3 dice: Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.

Los creyentes a quienes escribió Santiago, pedían, pero pedían mal. Esto no significa que no usaban las palabras correctas para pedir o que no sabían la oración clave para conseguir algo. Lo que significa es que lo que pedían partía de una motivación insana. Era para gastar en los deleites. Lo que querían era para auto agradarse, para sobresalir entre los demás, para lograr admiración del resto. Dios jamás honrará un pedido así. Pero cuando lo que se pide es para traer gloria al nombre de Cristo, es decir cuando nos motiva un sincero deseo de hacer la voluntad de Dios, Dios se compromete a responder a las oraciones. 1 Juan 5:14 dice: Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Como Dios no respondía a estas oraciones egoístas, los creyentes se dedicaron a tratar de conseguir lo que buscaban por medio de las peleas. Hemos visto el origen de las peleas. Es interno, no externo. Hemos visto la descripción de las peleas: Codicia, envidia y guerra abierta. Hemos visto la motivación que conduce a la pelea. Entendiendo la problemática de la pelea, podremos con la ayuda de Dios evitar meternos en peleas. Que Dios nos ayude a ser amables en lugar de contenciosos.

 

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SOY SU OBRA

SOY SU OBRA

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Pablo Martini
Programa No. 2016-06-14

Acabo de hojear un libro de aventuras misioneras que me paso mi pequeña Dafne. Mi mente retrocedió treinta años de historia cuando me “devoraba” cuanta literatura de ese tipo pasase por mis manos. De alguna manera ese hábito forjó en mí un corazón por las misiones. Mezcla de llamado, (el fuego) y de emoción (la leña). Lo cierto es que hoy me encuentro escribiendo mi propia historia. Historia que dista años luz de aquellas aventuras misioneras donde los protagonistas abandonaban literalmente  “todo” para llevar el mensaje de Dios a lejanas y desconocidas tierras. Hoy creo que no se “arriesga” tanto. Hay más recursos, comodidades, asistencia; pero se irradia la misma luz, a las mismas almas en tinieblas, con la misma leña y el mismo fuego. Y a medida que escribo más capítulos de mi historia compruebo que la “misión de Dios”, la verdadera obra de Dios, soy yo. Es Él obrando en mí. Todo lo demás se deriva de esto. Con esta concepción de la vida en mente es mucho más fácil aceptar los tratos de Dios si reclamos y los de los hombres sin vengatividad y rencores. De esta manera comprendemos que cada cosa que suceda cerca de nosotros tiene un objetivo superior dentro de nosotros. Que las “personas no deseadas” que se cruzan en nuestro camino no son un problema en sí sino una herramienta en las sabias manos de Dios enviadas para modelar nuestro carácter. Que la adversidad, las injusticias, las necesidades y hasta la enfermedad misma puede y deben ser instrumentos diseñados, enviados y aprobados por  Dios para mi beneficio personal. Seamos honestos, hay lecciones de vida que no las aprenderemos de otra manera que no sea traumáticamente.

Por las buenas el proceso se hace largo, tedioso y riesgoso ya que puedes quedar agotado en el camino, pero por las malas… a veces es lo que necesito. El apóstol Pablo dijo que todo aquel que decida acudir al llamado de Jesús debe hallar completa realización en Él: “Vosotros estáis completos en Él”. Según esta declaración sagrada, entonces, todo lo demás es secundario, accesorio, complementario. Sólo una cosa es necesaria y la realización de vida la experimentan aquellos discípulos que, como María de Betania, han escogido la mejor parte: Sentarse a sus pies y oír su clase.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

“Nunca esperes que Dios te use en cambiar vidas, cuando Él aún no logra cambiar la tuya.”

 

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Plegaria pidiendo el castigo de los malos

Salmos 58-60

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Plegaria pidiendo el castigo de los malos

Al músico principal; sobre No destruyas. Mictam de David.

58:1 Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia?
    ¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres?

Antes en el corazón maquináis iniquidades;
Hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra.

Se apartaron los impíos desde la matriz;
Se descarriaron hablando mentira desde que nacieron.

Veneno tienen como veneno de serpiente;
Son como el áspid sordo que cierra su oído,

Que no oye la voz de los que encantan,
Por más hábil que el encantador sea.

Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas;
Quiebra, oh Jehová, las muelas de los leoncillos.

Sean disipados como aguas que corren;
Cuando disparen sus saetas, sean hechas pedazos.

Pasen ellos como el caracol que se deslíe;
Como el que nace muerto, no vean el sol.

Antes que vuestras ollas sientan la llama de los espinos,
Así vivos, así airados, los arrebatará él con tempestad.

10 Se alegrará el justo cuando viere la venganza;
Sus pies lavará en la sangre del impío.

11 Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el justo;
Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra.

Oración pidiendo ser librado de los enemigos

Al músico principal; sobre No destruyas. Mictam de David, cuando

envió Saúl, y vigilaron la casa para matarlo.

59:1 Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío;
Ponme a salvo de los que se levantan contra mí.

Líbrame de los que cometen iniquidad,
Y sálvame de hombres sanguinarios.

Porque he aquí están acechando mi vida;
Se han juntado contra mí poderosos.
No por falta mía, ni pecado mío, oh Jehová;

Sin delito mío corren y se aperciben.
Despierta para venir a mi encuentro, y mira.

Y tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel,
Despierta para castigar a todas las naciones;
No tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad. Selah

Volverán a la tarde, ladrarán como perros,
Y rodearán la ciudad.

He aquí proferirán con su boca;
Espadas hay en sus labios,
Porque dicen: ¿Quién oye?

Mas tú, Jehová, te reirás de ellos;
Te burlarás de todas las naciones.

A causa del poder del enemigo esperaré en ti,
Porque Dios es mi defensa.

10 El Dios de mi misericordia irá delante de mí;
Dios hará que vea en mis enemigos mi deseo.

11 No los mates, para que mi pueblo no olvide;
Dispérsalos con tu poder, y abátelos,
Oh Jehová, escudo nuestro.

12 Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios,
Sean ellos presos en su soberbia,
Y por la maldición y mentira que profieren.

13 Acábalos con furor, acábalos, para que no sean;
Y sépase que Dios gobierna en Jacob
Hasta los fines de la tierra. Selah

14 Vuelvan, pues, a la tarde, y ladren como perros,
Y rodeen la ciudad.

15 Anden ellos errantes para hallar qué comer;
Y si no se sacian, pasen la noche quejándose.

16 Pero yo cantaré de tu poder,
Y alabaré de mañana tu misericordia;
Porque has sido mi amparo
Y refugio en el día de mi angustia.

17 Fortaleza mía, a ti cantaré;
Porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia.

Plegaria pidiendo ayuda contra el enemigo

(Sal. 108.6-13)

Al músico principal; sobre Lirios. Testimonio. Mictam de David,

para enseñar, cuando tuvo guerra contra Aram-Naharaim y contra Aram de Soba, y volvió Joab, y destrozó a doce mil de Edom en el valle de la Sal.

60:1 Oh Dios, tú nos has desechado, nos quebrantaste;
Te has airado; !!vuélvete a nosotros!

Hiciste temblar la tierra, la has hendido;
Sana sus roturas, porque titubea.

Has hecho ver a tu pueblo cosas duras;
Nos hiciste beber vino de aturdimiento.

Has dado a los que te temen bandera
Que alcen por causa de la verdad. Selah

Para que se libren tus amados,
Salva con tu diestra, y óyeme.

Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré;
Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot.

Mío es Galaad, y mío es Manasés;
Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza;
Judá es mi legislador.

Moab, vasija para lavarme;
Sobre Edom echaré mi calzado;
Me regocijaré sobre Filistea.

¿Quién me llevará a la ciudad fortificada?
¿Quién me llevará hasta Edom?

10 ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado,
Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?

11 Danos socorro contra el enemigo,
Porque vana es la ayuda de los hombres.

12 En Dios haremos proezas,
Y él hollará a nuestros enemigos.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.