La Confirmación del Hijo de Dios

La Confirmación del Hijo de Dios

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1/11/2017

Declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de ­santidad, por la resurrección de entre los muertos. (Romanos 1:4)

alimentemos_el_almaJesucristo tenía que ser más que hombre; tenía que ser también Dios. Si Jesucristo fuera solo hombre, aun el mejor de los hombres, no podía haber salvado a los creyentes de su pecado. Si fuera incluso el hombre justo de la simiente de David, pero no Dios, no podía haber soportado el castigo de Dios el Padre en la cruz y haber resucitado de los muertos. No podía haber vencido a Satanás y al mundo, sino que habría sido vencido como son vencidos todos los hombres.

Si hubo alguna duda de que Jesucristo era el Hijo de Dios, su resurrección de los muertos debiera eliminarla. Tenía que ser hombre para llegar a nosotros, pero tenía que ser Dios para resucitarnos.  Cuando Dios resucitó a Cristo de los muertos, confirmó que era verdad lo que él dijo.

Tan claro como el horizonte separa la tierra del cielo, así la resurrección separa a Jesucristo del resto de la humanidad. Jesucristo es Dios encarnado.

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Amigo?

11 Enero 2017

Sin pedirlo
por Charles R. Swindoll

Job 2:11-13

alimentemos_el_almaLos amigos se ocupan de nosotros sin que se lo pidamos. Nadie envió un mensaje a Elifaz, Bildad y Zofar diciendo: “¿Quisieran hacer el favor de venir a traer un poco de compasión y consuelo a Job? El hombre se está muriendo en esta vía crucis de angustia y sufrimiento”. Eso no era necesario, porque los verdaderos amigos se presentan cuando la persona que aman está sufriendo de verdad. Los amigos no necesitan una invitación oficial. Ellos vienen espontáneamente.

Los amigos responden con compasión y consuelo. La compasión incluye identificarse con la persona que sufre. Eso es lo que hacen los amigos. Entran a su vía crucis con el propósito de sentir su angustia y de ser tocados personalmente por el dolor. Consolar es tratar de aliviar el dolor, ayudando a hacer más ligera la aflicción. El amigo hace mandados para ellos. Cuida de los niños. Les trae comida. Hace lo que sea para ayudar, porque quiere consolar a su amado amigo.

Los amigos expresan abiertamente la intensidad de sus sentimientos. Tienen maneras de hacerlo, ¿no? No es extraño ver a un amigo en la habitación de un hospital conteniendo las lágrimas. No es raro que un amigo exprese sus sentimientos más profundos. Los conocidos circunstanciales no hacen eso, por lo general; los amigos verdaderos dan a conocer sus sentimientos.

Los amigos no se sienten mal cuando ven algo desagradable. Por el contrario, vienen a nuestro lado y se acercan a nosotros lo más posible. Los amigos no se sienten ofendidos si la habitación huele mal. Los amigos no se apartan de nosotros porque la persona que han venido a visitar es solo un esqueleto y su peso es la mitad de lo que era antes.

Los amigos ven más allá de todo eso. No nos abandonan porque el mundo se nos vino abajo y uno tiene los nervios destrozados. Por el contrario, eso los acerca más. Estos hombres literalmente rasgaron sus mantos, se echaron polvo en la cabeza, levantaron sus voces y se echaron a llorar cuando se sentaron en el suelo con Job. Demostraron la intensidad de su angustia permaneciendo siete días y siete noches sin decir una sola palabra.

Los amigos entienden, y por eso dicen muy poco. Las palabras no son siempre lo que necesita quien sufre. Lo que el amigo necesita es a usted, su amigo.

Las palabras no son siempre lo que necesita quien sufre. —Charles R. Swindoll

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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«Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan»

Por Amor a Dios

Un devocional para apasionarnos por la Palabra

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11 ENERO

Génesis 12 | Mateo 11 | Nehemías 1 | Hechos 11

alimentemos_el_almaEste texto, Génesis 12, constituye un punto de inflexión en el desarrollo del plan de Dios para la redención. A partir de ahora, el centro de la actividad de Dios no serán los individuos esparcidos aquí y allá, sino una raza, una nación. Este punto de inflexión hace que los documentos del Antiguo Testamento sean tan profundamente judíos. Y en última instancia, de esta raza nacen la ley, los sacerdotes, la sabiduría, los patrones de las relaciones con Dios de acuerdo con la alianza, los oráculos, las profecías, las lamentaciones y los salmos – una amplia variedad de instituciones y textos que apuntan, de maneras cada vez más patentes, a una nueva alianza, predicha por los profetas de Israel.

Incluso en este nuevo pacto con Abraham, Dios incluye una promesa que ya expande los horizontes más allá de Israel, una promesa que aparece una y otra vez en la Biblia. Dios dice a Abraham, “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!” (12:3). Por si no hemos captado la importancia de esta promesa, el libro de Génesis la vuelve a repetir (18:18, 22:18; 26:4; 28:14). Al cabo de un milenio, esta promesa se centra, no en la nación en su conjunto, sino en uno de los más grandes reyes de Israel: “Que su nombre perdure para siempre; que su fama permanezca como el sol. Que en su nombre las naciones se bendigan unas a otras; que todas ellas lo llamen dichoso.” (Salmo 72:17). El “profeta evangélico” a menudo articula la misma amplitud de visión (p.ej., Isaías 19:23–25). Los primeros predicadores de la iglesia, tras la resurrección de Jesús, comprendieron que la salvación que trajo Jesús era el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham (Hechos 3:25). El apóstol Pablo hace la misma conexión (Gálatas 3:8).

Aunque el texto de Génesis no lo cita explícitamente, este mismo planteamiento – que la última intención de Dios era, desde el principio, incorporar a seres humanos de toda raza en la nueva humanidad que está constituyendo – aparece de múltiples maneras. De hecho, aparte de este texto, dos de las tres lecturas restantes de hoy apuntan hacia la misma dirección. En Mateo 11:20–24, Jesús dice con absoluta claridad, y usando un lenguaje perturbador, que en el último día las ciudades paganas, aunque sean castigadas, lo serán con menos severidad que las ciudades de Israel que habían gozado del privilegio de escuchar a Jesús directamente y de ver sus milagros, pero sin llegar a las conclusiones correctas. La invitación que extiende es amplia: “Venid a mí todos vosotros que están cansados y agobiados, y yo os daré descanso.” (Mateo 11:28). Y en Hechos 11, Pedro relata ante la iglesia en Jerusalén su experiencia con Cornelio y su casa, tras lo cual concluyen lo siguiente: “¡Así que también a los gentiles les ha concedido Dios el arrepentimiento para vida!” (Hechos 11:18).

Cristo recibe la alabanza desenfrenada del cielo, porque con su sangre había comprado a multitudes de personas para Dios “de toda raza, lengua, pueblo y nación.” (Apocalipsis 5:9; ver la meditación del 15 de diciembre).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 11). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El día en que abrí la Biblia

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El día en que abrí la Biblia

Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata. Salmo 119:72

Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos. Salmo 119:162

Tu palabra es verdad. Juan 17:17

alimentemos_el_alma«Quería construir mi vida en torno al éxito social y material. Era un hombre activo, capaz de hacer varias cosas a la vez. Sin embargo estaba insatisfecho, angustiado, era incapaz de reconocer que, detrás de esta fachada, solo había un gran vacío y desesperación. Para colmar ese vacío buscaba los placeres que nuestra sociedad ofrece a profusión, pero esto solo me traía decepción y amargura. Cuando me di cuenta de que mi vida se había convertido en un verdadero lío y la única salida era la muerte, se produjo un verdadero milagro en mí.

Aquel día abrí un libro que nunca había leído, y que mucho menos había tratado de comprender: la Biblia. ¿De qué me hablaba? De la creación, del amor de Dios hacia cada persona. A pesar de mi educación religiosa, hasta ese día ignoraba lo que la Biblia permitió que comprendiese repentinamente: el origen y sentido de la vida, el destino del hombre sin Dios y el valor de la obra de Jesucristo.

Comprendí que el hombre tenía una profunda necesidad de relacionarse con su Dios creador. Entendí que Jesús había venido a morir en la cruz, no solo por el hombre en general, sino también por mí en particular. Dejé entrar a Jesús en mi vida y decidí seguirlo. Entonces se produjo un cambio inesperado: ¡me sentí liberado de mis pasiones destructoras y completamente transformado! Jesús mismo había tomado la dirección de mi vida». Alexandre

“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).

1 Samuel 7-8 – Mateo 8:23-34 – Salmo 7:9-17 – Proverbios 3:7-8

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