Un tesoro escondido

Un tesoro escondido

la-verdad-para-hoy

1/12/2017

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. (Efesios 1:3)

alimentemos_el_almaNo hay manera de comprender las riquezas que Dios ha provisto para quienes aman a su Hijo. Los tesoros que ha preparado son infinitos. Jesús dijo: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mt. 13:44). El apóstol Pablo cita al profeta Isaías cuando dice: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Co. 2:9).

 La buena noticia es que, si amamos al Hijo de Dios, heredamos todas las riquezas del Padre. Si creemos en Cristo, tenemos un tesoro inimaginable.

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Cruda realidad

12 Enero 2017

Cruda realidad
por Charles R. Swindoll

Job 3:1-26

alimentemos_el_almaSi existiera una película sobre la vida de Job y su familia, la hubiera alquilado para verla esta noche, al llegar a esta parte de la historia la habría adelantado; no habría querido que sus hijos la vieran. Es que esta parte no sólo no está editada, ¡sino es muy cruda y casi raya en lo herético!

Parte de la historia es francamente odiosa. No queremos creer que un hombre tan excelente como Job, al que vimos en los capítulos 1 y 2, sea el mismo que usted encuentra en el capítulo 3. Simplemente, no queremos creerlo. ¿Por qué razón? En parte, porque tenemos la falsa idea de que cualquiera que tiene una vida de intimidad con Dios no tendrá nunca jamás problemas en su vida. Después de todo, “Dios le ama y tiene un plan maravilloso para su vida”. ¿Correcto? Usted supo muy bien, después de una semana de haberse convertido, que no podría desarrollar alas para remontarse sobre los problemas de la vida.

Tenemos que entender que el “plan maravilloso” de Dios es maravilloso desde su perspectiva, no desde la suya o la mía. Para nosotros, “maravilloso” significa comodidad, salud, todas las facturas pagadas, cero deudas, cero enfermedades, un matrimonio feliz con dos hijos de buena conducta, un trabajo gratificante y bien pagado, y a la expectativa de muchas bendiciones, éxitos y prosperidad todo el tiempo. Eso es “maravilloso” para nosotros, pero el plan maravilloso de Dios no es así.

Job nos hace volver a la realidad, a la clase de realidad de Dios. ¿Recuerda la pregunta que le hizo Job a su mujer? “Recibimos el bien de parte de Dios, ¿y no recibiremos también el mal? ¿Recuerda, también, sus palabras finales? “En todo esto Job no pecó con sus labios” (Job 2:10).

Pero este mismo hombre pronto parece ser otra persona, por eso Job capítulo 3 nos inquieta tanto. No queremos que nuestro héroe piense o hable de la manera que lo hace aquí. No parece ser ya un hombre de Dios. Tiene incluso, la osadía de decir al final: “Estoy intranquilo. Estoy molesto. Estoy confundido”. ¿Qué le ha sucedido? Es que se nos ha permitido conocer el lado pesaroso de Job, que es tan real como cualquiera de nosotros en el día de hoy, pero con la diferencia de que Job lo revela todo. Por fortuna, Job nos recuerda que aun los buenos se pueden deprimir.

¿Se ha deprimido usted seriamente alguna vez? No lo olvide, Dios sigue estando allí.

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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Es un retrato precioso

Por Amor a Dios

Un devocional para apasionarnos por la Palabra

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12 ENERO

Génesis 13 | Mateo 12 | Nehemías 2 | Hechos 12

alimentemos_el_almaEs un retrato precioso. Jesús es tan tierno y manso, que, cuando encuentra “la caña quebrada” (Mateo 12:20), en lugar de romperlo sin más, lo vuelve a enderezar con la esperanza de que cobre nueva vida. Si la mecha de una vela queda reducida a una punta apenas humeante, en lugar de apagarla del todo, Jesús sopla hasta que la llama vuelve a avivarse. Así es como actuará, según se nos dice aquí, hasta que “lleve la justicia hasta su última victoria. En su nombre todas las naciones pondrán toda su esperanza” (12:20–21).

Estas palabras proceden de Isaías 42:1–4, uno de los textos de Isaías que hablan del “Siervo Sufriente”. Mucha gente esperaba a un Mesías que llegara con un poder decisivo e irresistible, y que trajera justicia a la tierra, o al menos a Israel. Pero parece poco probable que hubiese mucha gente que relacionase al Rey venidero con el Siervo de Isaías. Por esta razón la idea de un reino que naciera a partir de la mansedumbre y de la bendición, y que pareciese poco contundente con respecto al juicio divino, no era en absoluto lo que se esperaba. No obstante, aquí tenían a Jesús que iba sanando a los enfermos entre la gente – advirtiéndoles a todos que no revelasen quién era (12:15–16). No es de extrañar, entonces, que Mateo viese en tal conducta un cumplimiento directo de las bellas palabras de Isaías.

Incluso los versículos que hay alrededor de estos apuntan hacia el mismo tema. Mientras Jesús sana a alguien en sábado, sus adversarios intentan asesinarlo por violar la ley del sábado (12:9–14); mientras Jesús expulsa demonios de una víctima desgraciada, sus adversarios le acusan de ser el mismo diablo (12:22–28). La dureza de estos, en nombre de una supuesta ortodoxia, contrasta vívidamente con la gentileza de Jesús.

Además de las grandes implicaciones cristológicas, este texto revela algo de la naturaleza del reino en el cual los cristianos han sido incorporados, y por tanto de la conducta que se nos exige. Por un lado, como Mateo ya ha explicado en el capítulo anterior, los testigos de Jesús son llamados a un coraje santo y valiente, una fidelidad firme al Evangelio que nos haga estar dispuestos a sufrir el ostracismo e incluso la persecución. Pero no debemos exhibir aquella clase de “fuerza” que sea dura o severa, ni aquella clase de “justicia” que esté llena de indignación y condescendencia, ni ningún coraje que esté privado de compasión, ni aquella clase de testimonio que sólo sepa quejarse o manipular. Seguimos al Señor Jesús, quien dice a sus discípulos: “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón” (11:20). Esto quiere decir que nosotros también, mientras proclamamos “justicia a las naciones” (12:18), debemos optar por no discutir ni gritar por las calles, acompañados por los sonidos estrepitosos de los címbalos.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 12). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¿Quién decís que soy yo?

La Buena Semilla

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¿Quién decís que soy yo?

Algunas preguntas de la Biblia

(Jesús) preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

Mateo 16:13-16

alimentemos_el_almaJesús hizo dos preguntas a sus discípulos. Primero: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”. Como respuesta expresaron las opiniones que se oían en aquella época. Saber lo que los demás piensan es útil, pero no resuelve nada. Luego Jesús les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Con esta pregunta tenían que expresar sus convicciones personales. Entonces Pedro exclamó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.

Esta pregunta también se dirige a mí: ¿Quién es Jesús para mí? No puedo esconderme detrás de la opinión de los demás; debo dar una respuesta personal, verdadera y honesta, la cual puedo encontrar en los evangelios. Leyéndolos descubro que Jesús es un hombre aparentemente parecido a los demás: tuvo hambre, sed, sintió el cansancio, la tristeza, la alegría… Pero Jesús es absolutamente único, y es mucho más que un hombre: es Dios mismo, el único camino para acercarse a Dios. Puede perdonar los pecados (Marcos 2:7-12) y dar la vida eterna (Juan 10:28). Dio su vida por los hombres perdidos y dijo que sería el Juez de todos.

La pregunta es primordial: ¿quién es Jesús para mí, personalmente? ¿Estoy dispuesto a escuchar a aquel que me ama y me dio la prueba de ello? ¡Puedo hablarle, incluso balbuceando, del mal que hay en mi corazón, de mis faltas y de mis errores! Puedo hacerlo con la confianza de que él desea ser mi Salvador, mi Guía.

1 Samuel 9 – Mateo 9:1-17 – Salmo 8 – Proverbios 3:9-10

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