Una entrega sincera

Una entrega sincera

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1/21/2017

Testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu. (Romanos 1:9)

alimentemos_el_almaEn la actualidad, empleamos la palabra espíritu de la misma manera que el apóstol Pablo la empleó en el versículo de hoy. Pudiéramos observar a un deportista que juega muy bien y entonces comentar que mostró un espíritu fogoso, que significa que todo su ser estaba participando en su esfuerzo. Cuando estaba en la universidad, el premio “Espíritu de equipo” se le daba al jugador de fútbol que hiciera el mayor esfuerzo en el terreno. Esa es la forma en la que Pablo servía al Señor.

Pablo nunca sirvió al Señor sin una entrega sincera. Al hacerlo así, se distinguió de los mercenarios, cuyo trabajo era externo y no sincero (Jn. 10:11-13). Sea así como Pablo, y haga un esfuerzo sincero en su servicio a Cristo.

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Tocando la superficie

21 Enero 2017

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Tocando la superficie
por Charles R. Swindoll

Job 11:1-20

Querido lector le pregunto ¿Está usted buscando diligentemente conocer las profundidades de Dios, o solo está tocando la superficie?

¿Alcanzarás tú las cosas profundas de Dios?
¿Alcanzarás el propósito del Todopoderoso?
Es más alto que los cielos;
¿qué puedes tú hacer?
Es más profundo que el Seol;
¿qué puedes tú saber?
(Job 11:7, 8)

alimentemos_el_almaPermítame repetirle la pregunta: ¿Está usted buscando diligentemente conocer las profundidades de Dios, o solo está tocando la superficie? Solo usted conoce la respuesta. Nuestra cultura actual está tan ocupada, que podemos volvernos expertos fingiendo que lo hacemos. Pudiera parecer que estamos yendo a las profundidades cuando, en realidad, solo estamos tocando la superficie. Por eso la respuesta se la debe dar usted mismo. ¿Está buscando diligentemente conocer las profundidades de Dios? ¿O lo que está haciendo es sólo asistir a un montón de reuniones religiosas, leer unos cuantos libros religiosos y aprender todo ese vocabulario que suena a religioso?

Uno de los más recientes libros del psicólogo y maestro bíblico Lawrence Crabb, se titula The Pressure’s Off (Libre de presión). Él dice:

Como una cultura, el cristianismo de hoy ha redefinido a la madurez espiritual. Los reformadores sabían que éramos salvos para glorificar a Dios. Nosotros, los cristianos modernos, vivimos para ser bendecidos. Ahora se piensa que los maduros entre nosotros son los exitosos, los felices, la gente eficiente que está a la cabeza de las cosas y haciéndolo bien… Somos más atraídos por los sermones, libros y conferencias que revelen los secretos para tener una vida plena… que por la orientación que nos guíe en medio de las aflicciones a la presencia del Padre…

Parece que tenemos más interés en tener una existencia cómoda, que en dejar que Dios nos transforme espiritualmente por medio de las dificultades de la vida.

Eso toca en lo vivo, ¿verdad? No huya de las dificultades. No busque a un amigo para que este le ayude a salir de ellas rápidamente. Persevere. El Señor le sacará adelante. El resultado será que usted dejará de patinar.

Esta pregunta es para que usted la responda de manera personal, introspectiva y honestamente: ¿Está usted buscando diligentemente conocer las profundidades de Dios, o solo está tocando la superficie?

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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“El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios”

El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios

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21 ENERO

Génesis 22 | Mateo 21 | Nehemías 11 | Hechos 21

alimentemos_el_almaLa fuerza dramática que se concentra en el relato de la prueba de la fe de Abraham cuando Dios le mandó sacrificar a su hijo Isaac (Génesis 22) es muy conocida. El carácter escueto de la narrativa nos conmueve profundamente. Cuando dice a su siervo: “El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios, y luego regresaremos junto a vosotros.”, ¿acaso creía Abraham que Dios resucitaría a su hijo de la muerte? ¿Esperaba que Dios interviniera de algún otro modo imprevisible? ¿Qué explicación le podría dar a Isaac al atarlo y estirarlo en el altar preparado para el sacrificio?

Un poco antes, cuando Isaac le pidió explicaciones por la falta de víctima, Abraham le supo contestar de manera magistral: “El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios” (22:8). No es legítimo deducir que aquí Abraham entreviese la cruz de Cristo. A juzgar por su disposición a llevar a cabo el sacrificio, incluso es dudoso que esperase que Dios proveyese un animal. Incluso podríamos pensar que se trata de una respuesta piadosa para su hijo hasta el momento en que la terrible verdad ya no pudiese esconderse. No obstante, en el marco de esta historia, Abraham dijo más de lo que él mismo pudiese saber al respecto. Dios sí proveyó un cordero, un sustituto para Isaac (22:13–14). De hecho, igual que algunas otras figuras bíblicas, Abraham dijo mucho más de lo que sabía: Dios suministraría no sólo un animal que sirviese de sustituto en este caso, sino que proveería el sustituto definitivo, el Cordero de Dios, quien, solo, llevaría sobre sí mismo nuestro pecado y haría que se cumplieran todos los magníficos propósitos de Dios para la redención y el juicio (Apocalipsis 4–5; 21:22).

El Señor provee” (22:14): hasta aquí Abraham lo podía comprender. Uno se puede imaginar cómo esta misma realidad habrá quedado muy grabada también en la mente de Isaac, y en la de sus herederos. Dios enlaza este episodio con la promesa de la alianza: la fe de Abraham le abre la puerta a una obediencia a Dios tan radical, que ni siquiera eleva a su propio hijo amado a una posición que pudiese estar comprometida. Luego, Dios le reitera la alianza: “que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia” (22:17–18). En esta ocasión, Dios jura por sí mismo (22:16), no porque fuese posible que mintiese, sino porque no hay nadie más grande cuyo nombre pudiese invocar, y porque el juramento serviría de ancla estabilizadora para la fe de Abraham y para la de todos aquellos que hubiesen de venir después de él (ver Hebreos 6:13–20).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 21). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Dios me parecía tan lejano

Dios me parecía tan lejano

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Mas a todos los que le recibieron (a Jesús), a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.-Juan 1:12
Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.-Mateo 5:44

alimentemos_el_alma«Nací en Marruecos. Cuando nuestra familia vino a instalarse en Francia, continué practicando mi religión, pero Dios me parecía tan lejano. Deseaba tener una relación mucho más profunda con él, lo buscaba, pero siempre sentía un gran vacío. En esa época mi hermana mayor, Fátima, se convirtió al cristianismo. Para nosotros era una vergüenza. Rompimos su Biblia, pero no logramos destruir la fe interior que poseía. El fervor, la paz y el amor que mi hermana irradiaba me llamaron la atención. Mis padres me mandaron a «vigilarla». Tenía muchos prejuicios sobre el cristianismo, pero cuando entré en el lugar donde mi hermana se reunía y vi cómo aquellos cristianos adoraban a Dios, quedé realmente impresionado. ¡Aquellos cristianos amaban a Dios más que yo!

Entonces leí la Biblia, y la persona de Cristo me cautivó. ¡Un gran rey que deja la gloria del cielo para nacer en un establo! Un rey que me decía: ¡Ama a tus enemigos y ora por los que te persiguen! Sabía qué era el pecado: robar, mentir… pero ante la cruz de Jesús me di cuenta de mi miseria y pedí perdón a Dios.

Luego pedí perdón a muchas personas a las que había hecho daño. Detestaba a mi padre, pero lo abracé pidiéndole perdón y perdonándolo. Mi padre tuvo la misma experiencia que yo, es decir, aceptó a Jesús en su vida.

Al recibir a Jesús encontré a Dios, quien es mi Padre celestial. Recibí la seguridad de la vida eterna».

Saïd

1 Samuel 17:1-30 – Mateo 13:44-14:12 – Salmo 14 – Proverbios 4:7-9