La providencia es misteriosa

26 ENERO
Génesis 27 | Mateo 26 | Ester 3 | Hechos 26
Los cuatro pasajes escogidos para hoy tienen algo que decir sobre la providencia de Dios.
Génesis 27 es, en muchos sentidos, un relato patético y sucio. Anteriormente Esaú había despreciado su herencia (25:34). Y ahora su hermano recurre a una artimaña para llevársela. Con el fin de lograrlo, Jacob encuentra ayuda y apoyo en Rebeca, quien de este modo, muestra favoritismo hacia uno de sus hijos y deslealtad hacia su marido. Esaú pierde los estribos y no se hace responsable de sus actos. Al contrario, abriga su rencor muy dentro suyo, y comienza a tramar el asesinato de su hermano. Para la familia que constituye la línea mesiánica, las cosas no van muy bien.
No obstante, los que han leído este texto dentro del contexto de toda la narrativa se acordarán de que Dios mismo le había dicho a Rebeca, antes del nacimiento de los gemelos, que el mayor serviría al menor (25:23). Tal vez sea este uno de los motivos por los cuales hizo lo que hizo; parece que creía que Dios necesitaba un empujón para que fuese fiel a su promesa. No obstante, tras estas acciones sucias y malas, Dios sigue llevando a cabo su propósito: conducir el hilo de la promesa a la conclusión que ha determinado. Por supuesto que Dios podía haber hecho que primero naciese Jacob, si este era quien había de continuar la línea mesiánica. En lugar de ello, Esaú nace primero, pero es Jacob quien había sido escogido, como si fuese para proclamar que, por importante que sea la línea, la elección soberana de Dios lo es mucho más que cualquier jerarquía humana de prioridades, más que la mera primogenitura.
En Mateo 26, las autoridades organizan una conspiración nefasta para corromper la justicia con el fin de resolver un problema político: Judas, un miembro del círculo más cercano a Jesús, vende a su maestro; Jesús se encuentra en medio de una terrible angustia en el huerto de Getsemaní; es arrestado, traicionado por un beso; el Sanedrín condena a su preso; Pedro niega conocer a Jesús. No obstante ¿quién se atrevería a afirmar, en el curso de la narrativa del libro, que Dios no mantiene el control soberano con el objeto de llevar a cabo el fin que él desea? Jesús acabará dando su vida “en rescate por muchos” (20:28), y todos los fracasos, todo el dolor, todo el pecado que relata este capítulo desembocan en la redención.
El libro de Ester ni siquiera menciona el nombre de Dios, pero aquí también, incluso el genocidio masivo tramado por Amán y aprobado por el gobierno, constituye un paso más hacia la salvación. Y Pablo (Hechos 26) aparentemente habría sido puesto en libertad si no hubiese apelado al Cesar – sin embargo, precisamente esta apelación es lo que le lleva al final a proclamar el evangelio desde el mismo corazón del imperio.
La providencia es misteriosa. Nunca se debe invocar para justificar actos injustificables, ni para restar importancia a la seriedad del pecado: Isaac y su familia no son trigo limpio, Judas es un desgraciado mentiroso, Amán es un ser vil, y el tribunal romano que enjuicia a Pablo es corrupto. No obstante prevalece la soberanía de Dios, detrás del escenario, logrando gloria de lo más putrefacto, y honra de la vergüenza.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 26). Barcelona: Publicaciones Andamio.