Nuestro sustituto

Nuestro sustituto

4/5/2017

Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. (1 Pedro 2:24)

La muerte expiatoria de Jesucristo es una verdad fundamental de la fe cristiana. La redención, la justificación, la reconciliación, la eliminación del pecado y la propiciación son todos resultados de la obra expiatoria de Cristo.

El apóstol Pablo también destacó esa obra cuando dijo que Dios “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21), y que “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gá. 3:13).

Algunos sostienen que es inmoral enseñar que Dios tomó forma humana y llevó los pecados de hombres y mujeres en su lugar. Dicen que es injusto transferir el castigo del pecado de un culpable a un inocente. Pero eso no es lo que sucedió. Cristo tomó voluntariamente nuestro pecado y llevó su castigo. Si no hubiera estado dispuesto a tomar nuestro pecado y aceptar su castigo, como pecadores nosotros hubiéramos llevado el castigo del pecado en el infierno para siempre. La obra de Cristo en la cruz no fue injusta; ¡fue el amor de Dios puesto en práctica!

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«Y a la honra precede la humildad».

5 de abril

«Y a la honra precede la humildad».

Proverbios 15:33

La humildad en el alma siempre trae consigo bendición. Si vaciamos nuestros corazones de nosotros mismos, Dios los llenará de su amor. El que desee íntima comunión con Cristo tendrá que recordar la palabra del Señor que dice: «Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra» (Is. 66:2). Agáchate, pues, si quieres subir al Cielo. ¿No decimos de Jesús que «descendió para que pudiese ascender»? Así debes hacer tú también: has de bajar para poder subir; pues la comunión más dulce con el Cielo la obtienen las almas que son humildes y solo ellas. Dios no negará ninguna bendición a un espíritu verdaderamente humilde: «Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos», con todas sus riquezas y tesoros. Todo el tesoro de Dios se le transferirá por escritura de donación al alma suficientemente humilde como para recibir tal riqueza sin enorgullecerse. Dios nos bendice a todos en la medida máxima y hasta el extremo que conviene hacerlo. Cuando no obtienes una bendición es porque no es conveniente que la tengas. Si nuestro Padre celestial permitiera que tu espíritu sin humillar lograra una victoria en su santa guerra, hurtarías la corona y, al encontrarte con un nuevo enemigo, caerías víctima del mismo. Por eso, para tu propia seguridad, él te mantiene humilde. Cuando un hombre es verdaderamente humilde y no se atreve a tocar siquiera un grano de alabanza, no hay límite para lo que Dios puede hacer por medio de él. La humildad nos prepara para ser bendecidos por el Dios de toda gracia y para tratar eficazmente con nuestros prójimos. La humildad es una flor que adornará cualquier jardín, una especia con la que sazonar cualquier plato de la vida y que te hará avanzar en todos los casos. Tanto en la oración como en la alabanza, en el trabajo como en el sufrimiento, jamás podremos excedernos echando la verdadera sal de la humildad.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 104). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

El Señor reina por siempre

El Señor reina por siempre

5 ABRIL

Levítico 8 | Salmo 9 | Proverbios 23 | 1 Tesalonicenses 2

Al comienzo del experimento estadounidense de la democracia, los padres fundadores adoptaron una serie de posiciones que, hoy día aceptadas por poca gente, estaban enraizadas en su herencia judeocristiana. No quiero decir con esto que todos los padres fundadores fuesen cristianos. Muchos de ellos no lo eran; más bien eran meros deístas. Sin embargo, entre las verdades bíblicas que daban por sentadas estaba el hecho de que los seres humanos no son buenos por naturaleza, y que reside en todos ellos una enorme potencia para el mal.

Por esta razón, cuando los padres construyeron su sistema político, nunca invocaron “la sabiduría del pueblo americano” ni ninguno de los eslóganes de este tipo que son tan frecuentes en la actualidad. Francamente, estaban algo inquietos ante la perspectiva de conceder demasiado poder a las masas. Por esto no había ninguna elección presidencial directa: había un “colegio” intermediario. Sólo los hombres blancos, dueños de una propiedad, tenían derecho al voto. Aún así, el poder de las diferentes ramas del gobierno quedaba limitado por un sistema de “equilibrios”, puesto que, para los Padres, la demagogia populista era tan aterradora como la monarquía absolutista (como vimos en relación con otro tema en la lectura del 20 de enero).

Sin duda, una de las grandes ventajas de cualquier sistema democrático auténtico (el término auténtico presupone una oposición viable, libertad de la prensa y un proceso electoral sin corrupción) es que ofrece a las masas la posibilidad de deshacerse de aquellos líderes que les hayan decepcionado. En este aspecto, la democracia sigue funcionando: el gobierno debe estar sujeto al consentimiento de los gobernados. No obstante, esta herencia primitiva queda tan disipada hoy día, que los políticos de todos los partidos no cesan de apelar a la sabiduría del pueblo. Manipulados por los medios de comunicación, votando con sus carteras, apoyando a intereses partidarios o cuestiones monotemáticas, el electorado de EE.UU. y de otras democracias occidentales no muestra muchas señales de sabiduría transcendentales. Peor aún, estamos bajo el espejismo (e incluso lo fomentamos) de que todo irá bien mientas haya muchos votos. Nuestro sistema de gobierno se ha convertido en una nueva Torre de Babel: lo consideramos inexpugnable. El Imperio Soviético ha caído en picado; otras naciones se desploman, se balcanizan, son destruidas por la guerra, por el genocidio tribal, por la pobreza demoledora, por la corrupción endémica, o por ideologías marxistas u otras ¡No así nosotros! Nosotros somos una democracia, “el gobierno por el pueblo”.

No deberíamos despreciar en absoluto el bien relativo que constituye vivir en un país con un nivel de renta per cápita relativamente alto, un gobierno estable y un cierto nivel de responsabilidad pública ante el electorado. Pero estos bienes no son garantía alguna de justicia a ojos de Dios. “El Señor reina por siempre; para emitir juicio ha establecido su trono. Juzgará al mundo con justicia; gobernará a los pueblos con equidad.” (Salmo 9:7–8).

Escuchemos la voz de las Escrituras: “¡Levántate, Señor! No dejes que el hombre prevalezca; ¡haz que las naciones comparezcan ante ti! Infúndeles terror, Señor; ¡que los pueblos sepan que son simples mortales!” (Salmo 9:19–20).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 95). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Los libros en el juicio

ABRIL, 05

Los libros en el juicio

Devocional por John Piper

Y la adorarán [a la bestia] todos los que moran en la tierra, cuyos nombres no han sido escritos, desde la fundación del mundo, en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado. (Apocalipsis 13:8)

La salvación está asegurada para todos aquellos cuyos nombres han sido escritos en el libro de la vida.

La razón por la que estar registrados en el libro de la vida asegura nuestra salvación es que el libro es llamado «el libro de la vida del Cordero que fue inmolado» (Apocalipsis 13:8). Los nombres en este libro no son salvos en base a las obras de las personas. Son salvos en base a que Cristo fuera inmolado.

¿Cómo es entonces que el registro de nuestra vida que contienen «los libros» tiene un rol en nuestro juicio? La respuesta es que los libros contienen suficiente evidencia de que nosotros pertenecemos a Cristo, lo que funciona como una confirmación pública de nuestra fe y unión con él.

Consideremos Apocalipsis 21:27: «… jamás entrará en ella [la nueva Jerusalén] nada inmundo, ni el que practica abominación y mentira, sino sólo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero». Aquí el resultado de estar «escritos en el libro de la vida del Cordero» no es solamente no perecer, sino también no practicar comportamientos pecaminosos detestables.

Por ejemplo, consideremos al ladrón de la cruz. Jesús dijo que él entraría al paraíso (Lucas 23:43). Pero ¿cómo será el juicio para él cuando los libros sean abiertos? Más del 99.9 % de su vida será pecado. Su salvación estará asegurada por la sangre de Cristo.

Luego Dios abrirá los libros y usará el registro del pecado para glorificar el supremo sacrificio de su Hijo, y usará la última página para mostrar el cambio que ocurrió en las actitudes y palabras del ladrón. La última página —las últimas horas en la cruz— será la confirmación pública de la fe y la unión del ladrón a Cristo.

Por lo tanto, cuando digo que lo que está escrito en los libros es una confirmación pública de nuestra fe y unión con Cristo, no me refiero a que el registro contenga más obras buenas que malas.

Me refiero a que allí estará registrado el tipo de cambio que demuestra la realidad de la fe: la realidad de la regeneración y la unión con Cristo. Es así como llegaré a ese día, con confianza de que mi condenación es pasado (Romanos 8:3), de que mi nombre está escrito en el libro de la vida, y de que aquel que empezó la buena obra en mí la perfeccionará hasta el día de Cristo.

http://solidjoys.sdejesucristo.org/

Trabajar para el Señor

A cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Efesios 4:7

Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. Hebreos 10:24

Trabajar para el Señor

Aunque no todos los creyentes trabajan en la misma medida en Su obra, el Señor Jesús se interesa en todo lo que se hace para él y aprecia el esfuerzo de cada uno. No todos tenemos las mismas capacidades, la misma energía y las mismas ocasiones de servirle. El Señor solo nos pide poner a su disposición lo que nos ha dado. Algunos ejemplos de la Biblia deberían estimularnos:

–Un niño tenía cinco panes y dos peces. Jesús los empleó para alimentar a 5.000 personas (Juan 6:9-13).

–Bernabé vendió un terreno y puso el dinero a disposición de los apóstoles (Hechos 4:35-37).

–Dorcas hacía ropa, según sus capacidades, para las viudas pobres (Hechos 9:39).

–Lidia, la vendedora de púrpura, recibió al apóstol Pablo y a sus compañeros en su casa (Hechos 16:14-15).

–Febe, como sierva de la asamblea, fue una ayuda para Pablo y muchos otros cristianos (Romanos 16:1).

–Priscila y Aquila, colaboradores del apóstol Pablo, arriesgaron su vida por él (Romanos 16:3-4).

Todos estos cristianos trabajaban para el mismo Maestro. A cada uno de ellos el Señor dirá un día: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21).

Mientras esperamos la venida de nuestro Señor, seamos fieles en lo que nos confía.

Ezequiel 29 – Gálatas 6 – Salmo 39:7-13 – Proverbios 13:1

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