Pasión por hacer el bien

4/11/2017

Pasión por hacer el bien

¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? (1 Pedro 3:13)

A la mayoría de las personas les resulta difícil maltratar a quienes son fervientes en hacer el bien. Aquellos a quienes les encanta hacer el bien a menudo son generosos, desinteresados, bondadosos, amorosos y atentos. Pero no se tolera a los engañadores que roban a las viudas y a los huérfanos. Aun los inconversos condenan a quienes se hacen ricos a expensas de los demás.

Una persona que es generosa y atenta con los demás por lo general no es objeto de hostilidad. Eso es lo que quiere decir Pedro en el versículo de hoy. Pedro quería que todos sus lectores procuraran fer­vo­ro­sa­mente hacer el bien. La pasión por hacer el bien resulta en una vida limpia, que debe ser la meta y el deleite de todo creyente. Cuando se está apasionado por la vida espiritual, se pierde cualquier apetito por las atracciones profanas del mundo.

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«Mira mi aflicción y mi trabajo, y perdona todos mis pecados»

11 de abril

«Mira mi aflicción y mi trabajo, y perdona todos mis pecados».

Salmo 25:18

Es beneficioso para nosotros cuando las oraciones por nuestras aflicciones van unidas a las súplicas por nuestros pecados; cuando, hallándonos bajo la mano de Dios, no somos completamente absorbidos por nuestros padecimientos, sino que recordamos nuestras ofensas contra él. Es un bien, asimismo, llevar las aflicciones y los pecados al mismo lugar. David llevó su aflicción a Dios, y a él confesó su pecado. Observemos, entonces, que nosotros también debemos llevar nuestras aflicciones a Dios. Aun tus pequeños pesares puedes echarlos sobre Dios, pues él cuenta los cabellos de nuestras cabezas; pero también puedes confiarle tus grandes pesares, ya que él encierra el océano en el hueco de su mano. Ve a él, cualquiera que sea tu presente dificultad, y lo hallarás capaz y deseoso de socorrerte. Sin embargo, también debemos llevarle a él nuestros pecados. Debemos llevarlos a la cruz, para que la sangre caiga sobre ellos y borre su culpa, eliminando su poder corruptor.

La lección especial del versículo es esta: que nosotros debemos ir al Señor con pesares y pecados en un espíritu recto. Observa que todo lo que David pide para su aflicción es: «Mira mi aflicción y mi trabajo». No obstante, la otra petición es mucho más expresiva, definida, categórica y clara: «Perdona todos mis pecados». Muchos pacientes se expresan así: «Quita mi aflicción y mi trabajo, y mira mis pecados». Sin embargo, David no habla de ese modo; sino que dice: «Señor, en cuanto a mi aflicción y mi trabajo no daré órdenes a tu sabiduría. Míralos; te los entrego a ti. Será motivo de gozo para mí el ver mi dolor eliminado; pero haz como tú quieras. Empero, en cuanto a mis pecados, necesito que me sean perdonados. No puedo resistir un momento más bajo su maldición». Un cristiano considera más llevaderas las aflicciones que el pecado. Puede tolerar que sus enfermedades continúen, pero no es capaz de soportar la carga de sus transgresiones.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 110). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Con respecto al futuro

11 Abril 2017

Con respecto al futuro
por Charles R. Swindoll

Mateo 24:3-31
Marcos 13:3-37
Lucas 21:5-28
1 Juan 2:18

Ese martes, por la tarde, los discípulos se sentaron con Jesús en el Monte de los Olivos mirando la ciudad antigua. El sol se encontraba al oeste, brillando a través del Monte del Templo donde habían pasado la mayor parte del día.

Al mirar la grandiosa arquitectura desde ese estratégico punto de vista, la trágica profecía de Jesús hecha al salir del templo de: «no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada», tuvo un nuevo significado. Las noticias acerca de este cierto y aterrador futuro los estremeció de manera impresionante.

Debido a que el pueblo de Israel rechazaría de Jesús la oferta de Su reino, su templo sería destruido y ellos perderían el privilegio de ser los representantes de Dios en la era actual.

Para los discípulos era especialmente doloroso, ya que Jesús había anunciado que se marcharía y no regresaría hasta que Israel se arrepintiera y le reconociera como el Mesías legítimo al final de los tiempos.

“¿Cuándo ocurrirá esto? ¿Cuál será la señal?” le preguntaban mientras se sentaban a Su lado.

Y desde esa vista panorámica, Jesús les mostró la triste cadena de eventos que ocurrirían en el futuro de Israel antes de que Él cumpliera su promesa de volver a poner Sus pies en ese lugar, pero esta vez como Rey gobernante.

Como una alternativa a su petición por conocer los detalles, Jesús les previno diciendo: «Miren, y no dejen que nadie les engañe». Jesús sabía que en lo que respecta al futuro, la gente creería cualquier cosa; pagaría cualquier cosa y haría cualquier cosa por saber lo que ocurriría el día de mañana. Él sabía que las generaciones futuras serían engañadas por charlatanes religiosos que les venderían boletos de atracciones futuras sin pensar en lo absoluto en lo que Dios había dicho.

Pero a pesar de ello, Jesús llamó a Sus seguidores a ser fieles al llevar a cabo Sus mandamientos, pidiendo que le confiaran a Dios sus expectativas de las cosas que están por venir y recordándoles que Él no se olvidaría de Israel y haría lo que había prometido.

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¡El Señor vive!

11 ABRIL

¡El Señor vive!

Levítico 15 | Salmo 18 | Proverbios 29 | 2 Tesalonicenses 3

David escribió el Salmo 18 tras ser liberado por Dios de la mano de Saúl y sus enemigos. Es un salmo gozoso, agradecido. Se repiten algunos de los temas que ya hemos encontrado en los Salmos 16 y 17. Pero también incluye elementos nuevos, entre los cuales están los siguientes:

En primer lugar, el lenguaje de este salmo rebosa de metáforas muy vívidas sacadas de la naturaleza (especialmente, en los versículos 7 al 15 – lo cual es una característica bastante típica de la poesía hebrea. Cuando Dios contestó, “La tierra tembló, se estremeció; se sacudieron los cimientos de los montes; ¡retemblaron a causa de su enojo! Por la nariz echaba humo, por la boca, fuego consumidor; ¡lanzaba carbones encendidos!Y también, “Rasgando el cielo, descendió, pisando sobre oscuros nubarrones” (18:7–9), o bien, “Montando sobre un querubín, surcó los cielos y se remontó sobre las alas del viento” (18:10). Y “En el cielo, entre granizos y carbones encendidos, se oyó el trueno del Señor, resonó la voz del Altísimo. Lanzó sus flechas, sus grandes centellas; dispersó a mis enemigos y los puso en fuga” (18:13–14).

Esto es maravilloso. El hecho de que no se trate de metáforas comunes en nuestro lenguaje, no nos debería impedir apreciarlas, ni comprender lo que el salmista nos quiere decir a través de ellas. El poder de Dios es inefable; controla la misma naturaleza, la cual no hace sino responder a su palabra; las manifestaciones más aterradoras del poder de la naturaleza son el resultado de su mandamiento. El lenguaje metafórico puede extenderse también en la manera como Dios libró a David: “Extendiendo su mano desde lo alto, tomó la mía y me sacó del mar profundo” (18:16) – aunque, por supuesto, David no se estaba ahogando literalmente. Pero esa debió ser la sensación que experimentó en más de una ocasión, cuando Saúl y su ejército le pisaban los talones.

En segundo lugar, mientras muchas de las líneas de este salmo describen, con un lenguaje extraordinario y a veces metafórico, la manera como Dios había ayudado a David, otras explican cómo Dios renovaba las fuerzas de David, capacitándole para aquello que tenía que hacer. “Con tu apoyo me lanzaré contra un ejército; contigo, Dios mío, podré asaltar murallas” (18:29). Y “Es él quien me arma de valor endereza mi camino; da a mis pies la ligereza del venado, y me mantiene firme en las alturas; adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar arcos de bronce. Tú me cubres con el escudo de tu salvación, y con tu diestra me sostienes; tu bondad me ha hecho prosperar” (18:32–35).

Quizá Dios no nos dará las fuerzas para guerrear. Pero en un universo regido por él, confesamos que es el Señor quien nos da las fuerzas para escribir programas informáticos, arreglar problemas administrativos, cambiar pañales, estudiar el texto griego del Nuevo Testamento, soportar insultos hirientes.

¡El Señor vive! ¡Alabada sea mi roca! ¡Exaltado sea Dios mi Salvador!” (18:46).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 101). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El vino del gran rey

ABRIL, 11

El vino del gran rey

Devocional por John Piper

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. (Hebreos 4:15)

Nunca he escuchado a nadie decir: «Las lecciones verdaderamente profundas en mi vida las aprendí en tiempos de comodidad y vida fácil». Pero sí he escuchado a grandes santos decir: «Cada avance importante que alguna vez haya tenido en entender el insondable amor de Dios y en crecimiento profundo con él, ha sido a través del sufrimiento».

Esta es una verdad bíblica que debemos considerar seriamente. Por ejemplo: «por quien [Cristo] lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo» (Filipenses 3:8). Parafraseado: No hay ganancia sin dolor. O también:

Que todo sea sacrificado ahora, si eso me dará más de Cristo.

Aquí hay otro ejemplo: «Aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció» (Hebreos 5:8). El mismo libro dice que él nunca pecó (Hebreos 4:15).

Entonces, aprender obediencia no significa pasar de desobediencia a obediencia. Significa crecer de manera más y más profunda con Dios en nuestra experiencia de obediencia. Implica experimentar la profundidad de la sumisión a Dios que de otra manera no habría sido requerida. Esto es lo que vino a través del sufrimiento. No hay ganancia sin dolor.

Samuel Rutherford dijo que cuando él fue echado a las cavas de la aflicción, se acordó de que el gran rey siempre guardaba su vino en ese lugar. Charles Spurgeon dijo: «Aquellos que se sumergen en el mar de la aflicción consiguen perlas excepcionales».

¿No queremos más a nuestro amado cuando sentimos un dolor extraño que nos hace pensar que tenemos cáncer? Ciertamente, somos criaturas extrañas. Si tenemos salud y paz y tiempo para amar, es algo apresurado y escaso. Pero si nos estamos muriendo, el amor es profundo, un río lento de gozo inexpresable, y prácticamente no podemos dejarlo.

Por lo tanto: «Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas» (Santiago 1:2).

http://solidjoys.sdejesucristo.org/

¿Qué es nuestra vida?

martes 11 abril

¿Qué cosa de todas estas no entiende que la mano del Señor la hizo? En su mano está el alma de todo viviente, y el hálito de todo el género humano.

Job 12:9-10

Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.

Salmo 103:14

¿Qué es nuestra vida?

Santiago 4:14

Tenemos la tendencia a instalarnos en la tierra y a hacer proyectos como si nuestra vida fuese ilimitada. ¿Olvidamos que el espíritu de cada hombre está en las manos de Dios? ¿O queremos liberarnos de esta dependencia y tratar de explicar nuestra existencia mediante el fruto del azar y la acción del tiempo? ¿Hemos apreciado las bendiciones de Dios, lo que pone en nuestras manos, es decir, la vida y las innumerables capacidades? ¡Él tiene derecho de recibir algo a cambio! (Mateo 25:15-28). En vez de reconocer que fue Dios quien nos las dio, corremos el riesgo de utilizarlas en nuestro propio detrimento. Pero, en su gracia, Dios no nos paga según nuestras iniquidades. En efecto, se acuerda de que somos polvo, un “soplo que va y no vuelve” (Salmo 78:39).

Si nuestra vida solo es una “neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (Santiago 4:14), no olvidemos que nuestra alma nos será pedida (Lucas 12:20).

En la escala divina, todos nuestros proyectos son vanidad (Eclesiastés 1:14). Y, “¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26). El rey Salomón dijo: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento” (Eclesiastés 12:1).

¿Cómo recordarlo? ¡Leyendo la Palabra, orando!

Ezequiel 34:11-31 – 2 Tesalonicenses 1 – Salmo 42:1-6 – Proverbios 13:11

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