Sufrimiento con propósito

4/22/2017

Sufrimiento con propósito

Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre. (Hebreos 6:20)

 El propósito de Cristo al llevar nuestros pecados en la cruz y soportar las tinieblas de la muerte fue abrir el camino hacia Dios. El apóstol Pedro dijo que Cristo murió “para llevarnos a Dios” (1 P. 3:18). Dios mostró simbólicamente esa verdad al rasgar el velo del templo de arriba abajo, abriendo el lugar santísimo al acceso inmediato de todos los adoradores (Mt. 27:51). Como sacerdotes, todos los creyentes pueden entrar a la presencia de Dios (1 P. 2:9; He. 4:16).

El verbo griego traducido como “pueda llevarnos” (1 P. 3:18) expresa el propósito de la obra de Jesús. Se empleaba a menudo el verbo cuando se estaba presentando a alguien. La forma nominal de la palabra se refiere al que hace la presentación. En la época de Cristo, los funcionarios de las cortes antiguas controlaban el acceso al rey. Una vez que estaban convencidos del derecho de ese acceso de una persona, el funcionario llevaba a esa persona a la presencia del rey. Y esa es precisamente la función que Jesucristo desempeña por nosotros ahora. Como Él dijo: “Nadie llega al Padre sino por mí” (Jn. 14:6). Él vino para llevarnos a la presencia del Padre.

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«No temerás el terror nocturno».

22 de abril

«No temerás el terror nocturno»

Salmo 91:5

¿Qué es ese terror? Puede ser el grito de «¡Fuego!, ¡fuego!», o el ruido de ladrones o apariciones imaginarias, o el anuncio de la enfermedad o la muerte repentina. Vivimos en el mundo de la muerte y el dolor; podemos, por tanto, esperar males tanto en las vigilias de la noche como bajo el resplandor del ardiente sol. Esto no debiera alarmarnos, porque sea cual sea el terror, la promesa es que el creyente no lo temerá. ¿Por qué lo ha de temer? Expresemos esto más concretamente: ¿Por qué lo hemos de temer nosotros? Dios, nuestro Padre, está aquí y estará aquí durante las horas de soledad. Él es un Velador omnipotente, un Guardián que no se duerme, un Amigo fiel. Nada puede acontecer sin que él lo ordene; pues aun el Infierno está bajo su control. Las tinieblas no son oscuras para él. Él ha prometido ser muralla de fuego en torno a su pueblo. ¿Y quién podrá abrirse camino a través de semejante barrera? Los mundanos bien pueden sentirse aterrorizados, porque ellos tienen sobre sí a un Dios airado; dentro de sí una conciencia culpable; y debajo de sí un Infierno abierto. Sin embargo, nosotros que descansamos en Jesús, estamos a salvo de todas estas cosas por una misericordia abundante. Si damos lugar a necios temores, deshonraremos nuestra profesión y llevaremos a otros a dudar de la realidad de la piedad. Debemos temer a tener miedo, no sea que contristemos al Espíritu Santo con una necia desconfianza. ¡Abajo, pues, tristes presentimientos e infundadas aprensiones! Dios no se ha olvidado de tener misericordia ni ha encerrado con ira sus piedades (cf. Sal. 77:9). Aunque sea de noche en el alma, no hay necesidad de temer, porque el Dios de amor no cambia. Los hijos de luz pueden andar en tinieblas, pero no por eso están abandonados; no, más bien se les permite en la prueba demostrar su adopción, confiando en su Padre celestial como no pueden hacerlo los hipócritas.

Señor Jesús, el día ya se fue,

la noche cierra, oh, conmigo sé;

sin otro amparo tú, por compasión,

al desvalido da consolación.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 121). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

¡Adelante!

22 Abril 2017

¡Adelante!
por Charles R. Swindoll

Hechos 12:25 – Hechos 13:5 – Hechos 13-15

Pablo, Bernabé y Juan Marcos salieron de Chipre y navegaron hacia la costa sur de Turquía, una tierra conocida entonces como Panfilia, cuyo escarpado litoral ascendía abruptamente a las imponentes alturas de una cadena montañosa más empinada y más aterradora que las montañas Taurus, cerca de Tarso, y más terrible que cualquiera de las montañas vistas por Bernabé en Chipre, y por Juan Marcos en Judea.

La sola vista de aquello pudo haber dado origen a la tormenta de dudas que finalmente inundaría el alma del joven Juan Marcos. En esa región, Pablo se enfermó gravemente de malaria o de alguna otra fiebre seria de la costa. Eso pudo haber sido lo que colmó la medida de aguante del inexperto viajero. Sin ninguna explicación, Lucas escribe simplemente: “Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén”. Pero después de Perge siguieron adelante. El viaje continuó sin que tuvieran contratiempo alguno. Pablo y Bernabé no se desanimaron por la deserción de Juan Marcos.

Aquí hay que hacer una acotación importante: Siempre habrá personas que abandonarán el ministerio. En toda iglesia habrá personas que, por la razón que sea, se dedicarán a hacer otras cosas. Y en esto está incluido el liderazgo. Se van, pero la iglesia sigue adelante. No importa cuáles hayan sido las circunstancias en torno a la partida de ambos hombres, el viaje continuó. Para Pablo y Bernabé, no había tiempo ni la necesidad para una larga despedida. Siguieron adelante, manteniendo sus ojos centrados en la meta.

Es difícil seguir adelante cuando uno se siente abandonado. Es fácil ceder al desánimo y dejar que eso nos vacíe el tanque, pero Pablo y Bernabé no podían darse ese lujo. Tenían un trabajo que hacer y por eso mantenían sus emociones bajo control. Siguieron adelante con una determinación aún más fuerte.

Una de las características de la madurez es la capacidad de seguir adelante, no importa quién deje el escenario. Lo otro no es una opción. Una vez que usted haya dicho adiós, los demás tienen que seguir adelante. Eso fue lo que hicieron Pablo y Bernabé. Como escribió Pablo en su carta a los Filipenses 3:14: “Prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Una de las características de la madurez es la capacidad de seguir adelante.—Charles R. Swindoll

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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Antiguos pactos reales

22 ABRIL

Antiguos pactos reales

Levítico 26 | Salmo 33 | Eclesiastés 9 | Tito 1

Entre las características más comunes de los antiguos pactos reales – pactos entre alguna superpotencia de la región y un Estado vasallo (Ver 13 de marzo) –, se encontraba un artículo cerca del final que detallaba las ventajas del cumplimiento y los peligros del incumplimiento. Inevitablemente, las bendiciones y las maldiciones iban dirigidas en primer lugar a los Estados vasallos.

En muchos aspectos, Levítico 26 refleja esta clase de pauta: la promesa de bendición si hay obediencia (cumplimiento del pacto), y la amenaza de castigo en caso de desobediencia (incumplimiento del pacto). La pauta se repite, con ciertas modificaciones, en Deuteronomio 27–30.

No deberíamos pensar en estas alternativas como si se tratase de promesas dirigidas a individuos, ni mucho menos como si fuera un plan para asegurarse la vida eterna. Que las promesas no son individualistas queda demostrado por la naturaleza de muchas de las bendiciones y maldiciones. Cuando Dios envía lluvia, por ejemplo, no lo hace a individuos concretos, sino a regiones, y en este caso a la nación, la comunidad del pacto, al igual que cuando envía una plaga o arroja al pueblo al exilio. La misma evidencia demuestra que lo que está en juego no es en primer lugar el acceso a la vida eterna, sino el bienestar de la comunidad del pacto en lo que se refiera a las bendiciones prometidas.

No obstante, podemos reflexionar sobre unos cuantos paralelismos que existen entre estas dos sanciones del antiguo pacto y lo que continúa en vigor bajo el nuevo pacto.

En primer lugar, la obediencia sigue siendo un requisito del nuevo pacto, aunque puede que hayan cambiado algunas de las estipulaciones que hay que obedecer. Por esto no es de extrañar que Juan 3:36 contraste a quien crea en el Hijo con quien le rechace. Se dice que los que persisten en el pecado flagrante quedan “excluidos” del reino (1 Corintios 6:9–11). El libro de Apocalipsis contrapone repetidamente a los que “prevalecen” (es decir, en lo que se refiere a su fidelidad a Cristo Jesús) con los que son cobardes, incrédulos, viles (ver: Apocalipsis 21:7–8). La razón subyacente es que el nuevo pacto ofrece la posibilidad de una nueva naturaleza. Aunque no logremos la perfección hasta la consumación final, es impensable una ausencia absoluta de transformación bajo los términos de semejante pacto. El resultado es que el juicio se presenta contundente tanto sobre la incredulidad como sobre la desobediencia; las dos cosas permanecen juntas.

En segundo lugar, uno de los rasgos más llamativos de los castigos catalogados en Levítico 26 es la manera como Dios los va incrementando, hasta que culminan en el exilio. La enfermedad, la sequía, los contratiempos militares, las plagas, la terrible hambruna que es resultado de las condiciones de sitio (26:29), e incluso el miedo inducido por Dios (26:36), todos hacen estragos. La paciencia de Yahvé con los que violan la ley, a través de muchas generaciones de juicio retrasado, es masiva. Pero la única solución verdadera es la confesión del pecado y la renovación del pacto (26:40–42).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 112). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Cinco motivos para no temer

ABRIL, 22

Cinco motivos para no temer

Devocional por John Piper

No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. (Lucas 12:32)

El motivo por el cual Dios quiere que no tengamos miedo respecto del dinero y los bienes materiales es que de este modo podemos magnificar cinco grandes aspectos acerca de él.

Primero, el hecho de que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como nuestro Pastor: «No temáis, manada pequeña». Nosotros somos la manada y él es nuestro Pastor. Si él es nuestro Pastor, entonces se cumple el Salmo 23: «El Señor es mi pastor; nada me faltará», es decir, no me faltará nada que realmente necesite.

Segundo, el que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como nuestro Padre. «A vuestro Padre le ha placido daros el reino». No solo somos su manada pequeña, también somos sus hijos y él es nuestro Padre. En verdad él tiene cuidado de nosotros, sabe bien qué necesitamos y se asegurará de que no nos falte nada de lo que necesitamos.

Tercero, el que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como Rey. Él puede darnos el «reino» porque él es el Rey. Esto implica que aquel que provee según nuestras necesidades tiene un enorme poder. El término «Pastor» tiene la connotación de protección y provisión; «Padre» implica amor, ternura, autoridad, provisión y guía; y «Rey» connota poder, soberanía y riqueza.

Cuarto, el que no temamos demuestra lo generoso que es Dios. Tengamos en cuenta que él da el reino. No lo vende ni lo alquila. Es infinitamente rico y no necesita ningún pago de nuestra parte. Por lo tanto, Dios es generoso y comparte libremente sus bienes. Es esto lo que magnificamos de él cuando, en lugar de temer, confiamos en que él suplirá nuestras necesidades.

Por último, el que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como persona feliz. A él le «place» darnos el reino. Quiere hacerlo y se deleita en ello. No todos nosotros hemos tenido padres así, a quienes los hacía más felices dar que recibir. Sin embargo, esto no es importante, ya que ahora tenemos esa clase de Padre, Pastor y Rey.

Por consiguiente, el mensaje de este versículo es que debemos atesorar a Dios como nuestro Pastor y Padre y Rey que se complace en darnos generosamente su reino: el cielo, vida eterna y gozo, y todo lo que necesitemos para llegar ahí.

Si atesoramos a Dios de esta manera, no tendremos miedo y él será glorificado.

http://solidjoys.sdejesucristo.org/

¿Qué significa la Biblia para mí?

sábado 22 abril

La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Hebreos 4:12

Recibisteis la palabra de Dios… no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios.

1 Tesalonicenses

¿Qué significa la Biblia para mí?

«Cuando la Escritura (la Biblia) habla, Dios habla».

San Agustín

«La Biblia tiene vida y me habla; tiene pies y me persigue; tiene manos y me agarra».

Martin Luther King

«Detrás de toda palabra está el que la pronuncia. Debido a lo que Dios es, creemos lo que dijo».

John Stott

«La Biblia es uno de los libros más sorprendentes del mundo: cada vez que lo abrimos, tal pasaje familiar que hemos leído decenas de veces, de repente resplandece con un brillo nuevo».

T. Woodrow Wilson

«La belleza de la Biblia crece a medida que crecemos en su comprensión».

Goethe, escritor alemán

Nosotros también tenemos la firme convicción de que la Biblia es la Palabra de Dios. En un mundo cada vez más turbado, ella da seguridad, verdadera luz y una esperanza viva a todos los que la reciben como la Palabra de Dios.

“La palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” (1 Pedro 1:25).

Ezequiel 44 – 2 Pedro 2 – Salmo 46:8-11 – Proverbios 14:7-8

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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