Arrebatada la victoria de las garras del infierno

Arrebatada la victoria de las garras del infierno

4/27/2017

Ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (Génesis 3:15)

 Desde principios de los tiempos Satanás y sus secuaces han estado en guerra con Dios. Vemos ese conflicto cósmico muchas veces en las Escrituras (p. ej., Job 1; Dn. 10:13). Después del aparente triunfo de Satanás en causar la caída de la humanidad, Dios predijo su final destrucción por el Mesías, que triunfaría finalmente a pesar de un aparente revés (Gn. 3:15).

Como resultado, Satanás trató de destruir el linaje mesiánico destruyendo al pueblo de Dios. Cuando eso fracasó, trató de matar al Mesías niño (Mt. 2:16-18). Cuando eso no dio resultado, trató de corromper al Mesías (Mt. 4:1-11). Al fracasar en ese intento, instigó a las multitudes para que lo mataran. Incluso trató de asegurarse de que el Mesías no pudiera salir del sepulcro.

Se ha dicho que el infierno debe de haber estado en medio de su carnaval cuando llegó Jesucristo. Es probable que estuvieran celebrando la victoria que con tanto esfuerzo habían tratado de alcanzar, pero quedaron abruptamente desilusionados.

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«El SEÑOR es Rey eternamente y para siempre»

27 de abril

«El SEÑOR es Rey eternamente y para siempre».

Salmo 10:16 (LBLA)

Jesucristo no es un reclamante despótico del derecho divino, sino real y verdaderamente el Ungido del Señor: «Agradó al Padre que en él habitase toda plenitud» (Col. 1:19). Dios le ha dado todo poder y autoridad. Como Hijo del Hombre es ahora «cabeza sobre todas las cosas a la iglesia» (Ef. 1:22), y reina en el Cielo, en la tierra y en el Infierno con las llaves de la vida y de la muerte colgadas de su cinto. Ciertos príncipes se han complacido en llamarse a sí mismos reyes por voluntad popular y, ciertamente, nuestro Señor Jesucristo es tal en su Iglesia. Si se votara para determinar si Jesús debía ser rey en la Iglesia, todo corazón creyente lo coronaría. ¡Oh, si lo coronásemos más gloriosamente de lo que lo hacemos! Ningún sacrificio que glorifique a Cristo debiera considerarse superfluo. Sufrir debería constituir un placer; y perder, una ganancia, si con ello pudiéramos ceñir sus sienes con coronas más relucientes, presentándolo más glorioso a los ojos de los hombres y de los ángeles. Sí, él reinará. ¡Viva el Rey! ¡Salve, Rey Jesús! Salid, almas vírgenes que amáis a vuestro Señor; inclinaos a sus pies; sembrad sus sendas con los lirios de vuestro amor y las rosas de vuestra gratitud. «Sacad la diadema real y coronadle Señor de todos». Además, nuestro Señor Jesús es Rey en Sion por derecho de conquista: él ha entrado con asalto y arrebatado los corazones de su pueblo, matando a los enemigos que los mantenían en cruel esclavitud. En el mar Rojo de su propia sangre, nuestro Redentor ahogó al Faraón de nuestros pecados. ¿No será él Rey en Jesurún? Él nos ha librado del yugo de hierro y de la pesada maldición de la ley. ¿No será coronado Libertador? Nosotros somos su porción que él arrebató de la mano de los amorreos con su espada y con su arco. ¿Quién le arrebatará el botín de las manos? ¡Salve, Rey Jesús, nosotros gozosamente reconocemos tu pacífico gobierno! Gobierna, pues, en nuestros corazones para siempre, hermoso Príncipe de Paz.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 126). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Popularidad esquiva

27 Abril 2017

Popularidad esquiva
por Charles R. Swindoll

Hechos 14:1-20

Es increíble que, a pesar de estar sin vida en un charco de su propia sangre, Pablo se levantara y volviera a la ciudad de donde había sido arrastrado y dado por muerto. Un misionero valiente y verdaderamente firme, ¿no le parece?

Permítame hacerle un par de preguntas: ¿Puede usted imaginar el ser tan odiado, al punto de que la gente literalmente lo apedree y lo golpee hasta dejarlo inconsciente y dado por muerto? Aquí está la segunda: Si a usted lo golpean en, digamos, un pueblito pequeño, ¿se quedaría a dormir esa noche allí? ¿Y que de una ciudad grande?. ¡Ni hablar! Usted huiría a otro lugar lo más pronto posible. Hablando seriamente, si usted se conduce estrictamente desde una perspectiva horizontal, no querrá estar dentro de un radio de por lo menos 1.500 kilómetros a la redonda de ese lugar cuando salga el sol la mañana siguiente.

Así será, por supuesto, a menos que haya sido usted llamado y esté totalmente consagrado a la perspectiva vertical. Entonces perseverará, no tirará la toalla. Tampoco se vengará ni caerá en la autoconmiseración. Se irá a dormir cada anoche confiando en el mismo Dios que le llamó a servir en ese lugar, convencido de que Él es soberano y tiene el control absoluto de todo.

Eso fue exactamente lo que hizo Pablo. De hecho, entró a la misma ciudad y pasó la noche allí (Hechos 14:20). Se levantó del suelo polvoriento, apartó las piedras más grandes, se limpió la sangre de la cara y manos, se puso presentable y subió de nuevo al púlpito. No pudieron ahuyentarlo. ¡Bienvenido a un ministerio auténtico!

Usted pensaría que Pablo mostraría un poco de cautela y de sentido común. Después de todo, Listra era una ciudad peligrosa e impredecible. ¡Pablo había sido apedreado y dado por muerto! Querían que se marchara, pero Dios lo había llamado a ministrar allí.

Escúcheme: Un ministerio que perdura, es un ministerio que persevera tenazmente en medio de períodos de enormes persecuciones. No es inconstante. No necesita el aplauso de la gente. Rechaza el ser venerado como un dios. Un ministerio auténtico ofrece la verdad de Dios, no importa cuán filosos sean los bordes ni qué tan peligrosas sean las amenazas. El ministerio de Pablo y Bernabé tenía esa clase de determinación. ¿La tiene también el suyo?

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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¿Quién sobreviviría al holocausto divino?

27 ABRIL

¿Quién sobreviviría al holocausto divino?

Números 4 | Salmo 38 | Cantar de Cantares 2 | Hebreos 2

Una de las características más atrayentes de David es su candidez. En sus mejores momentos es absolutamente transparente. Esto significa que, entre otras cosas, cuando hay un abanico de problemas en su vida, no se hunde, ni los convierte en un gran y único problema.

El Salmo 38 no podría ser más claro como prueba de este hecho. Hay comentaristas que intentan encajar los distintos elementos de este salmo en una única situación, pero la mayoría de estos intentos resultan algo forzados. Vale la pena identificar algunos de los elementos más destacados de la aflicción de David.

(1) Se enfrenta con la ira de Dios (38:1) y (2) sufre una variedad de problemas físicos (38:3–8). (3) Como consecuencia, no cesa de suspirar con frustración y se ha hundido en una depresión. (38:9–10). (4) Sus amigos le han abandonado (38:11). (5) Mientras tanto, sigue padeciendo las estrategias y los engaños de sus (habituales) enemigos políticos (38:12). (6) Se encuentra tan debilitado, que parece un sordomudo (38:13–14), incapaz de hablar, puesto que sus enemigos son tan numerosos y fuertes (38:19). (7) Y, además, está sufriendo dolor a causa de su propia iniquidad (38:18).

Es posible imaginarse varias formas de ligar todos estos cabos, pero haría falta bastante especulación. Lo que se destaca en el salmo es que aunque David pide vindicación en relación con sus enemigos, lo hace en el contexto de la confesión de su propio pecado, del hecho de que él también tiene que enfrentarse con la ira de Dios. Es bien posible que interprete tanto su sufrimiento físico, como el abandono de sus amigos, como incluso la oposición por parte de sus enemigos como expresiones de la ira de Dios – la cual, implícitamente, reconoce merecer. En este salmo, David no pide una vindicación que esté fundada en su propia fidelidad al pacto. Confiesa su pecado con candidez (38:18), espera en el Señor (38:15), implora a Dios que no le abandone (38:21) y que le ayude (38:22), y que no lo deje a causa de su ira (38:1). En definitiva, David implora misericordia.

He aquí otro elemento del tema de la vindicación (ver la meditación del 24 de abril). Si, nosotros queremos que Dios manifieste su justicia. En situaciones en las que hemos sido víctimas de una injusticia, es reconfortante recordar que, al final, la justicia de Dios triunfará. Pero ¿Qué de aquellas ocasiones cuando somos nosotros los culpables? ¿Basta que se haga justicia? Si sólo fuera justicia lo que esperamos de Dios, ¿Quién sobreviviría al holocausto divino?

Mientras reclamamos la vindicación es de suma importancia que confesemos nuestro propio pecado y que imploremos la misericordia de Dios, pues el Dios de justicia es también Dios de gracia. Si no fuese así, no habría esperanza para ninguno de nosotros.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 117). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Hijos de un Dios que canta

ABRIL, 27

Hijos de un Dios que canta

Devocional por John Piper

Después de cantar un himno, salieron para el monte de los Olivos. (Marcos 14:26)

¿Pueden oír a Jesús cantar?

¿Sería un bajo o un tenor? ¿Habría quizás un gangueo en su voz? ¿O tendría un tono cristalino y sostenido?

¿Será que cerraba sus ojos para cantarle al Padre? ¿O acaso miraba a sus discípulos a los ojos y les sonreía con profunda camaradería?

¿Sería él quien solía empezar la canción?

¡No veo la hora de escuchar a Jesús cantar! Creo que los planetas se sacudirían hasta el punto de salirse de sus órbitas si él elevara su voz de origen en nuestro universo. Pero nosotros tenemos un reino inamovible; por eso, Señor, ven y canta.

No podría haber sido de otro modo: el cristianismo es una fe que canta. Su fundador cantaba. Él mismo aprendió a cantar de su Padre. Seguramente han estado cantando juntos antes desde la eternidad.

La Biblia dice que el objetivo de las canciones es «alzar la voz con alegría» (1 Crónicas 15:16). No hay nadie en el universo más alegre que Dios. Él está infinitamente gozoso. Se ha regocijado desde la eternidad en el panorama de sus propios atributos reflejados perfectamente en la deidad de su Hijo.

El gozo de Dios es poderoso más allá del límite de nuestra imaginación. Él es Dios. Al sonido de su voz se crean galaxias. Y cuando canta motivado por el gozo, se desprende más energía de la que existe en toda la materia y el movimiento del universo.

Si Dios nos da canciones para desatar el deleite de nuestro corazón en él, ¿no será porque él también sabe cuánto gozo trae el desatar el deleite en sí mismo de su propio corazón por medio de las canciones? Somos un pueblo que canta porque somos hijos de un Dios que canta.

http://solidjoys.sdejesucristo.org/

Las falsificaciones

jueves 27 abril

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.

Salmo 51:10

Las falsificaciones

Un día le preguntaron a Picasso (1881-1973) quién era, según él, el pintor más célebre. Y Picasso respondió riendo: «¡Rubens, pues pintó unos 600 cuadros durante su vida, de los cuales conservamos 2.700 en la actualidad!».

Las falsificaciones son una plaga de la economía moderna que cuestan muy caro a las empresas y al Estado. En 2010, un poco más de 103 millones de productos falsificados fueron descubiertos y destruidos en las fronteras de la Unión europea, por un valor total de mil millones de euros.

Pero la falsificación en el ámbito religioso es mucho más peligrosa. La Biblia nos habla severamente de esas personas que dicen ser cristianas, que tienen la “apariencia de piedad”, pero “negarán la eficacia de ella” (2 Timoteo 3:5). Frecuentan los servicios religiosos, pero su corazón está muy lejos de Dios. A menudo pronuncian su nombre, y tal vez incluso citen pasajes bíblicos, pero no se someten a su Palabra.

Recordemos estas advertencias de Jesús a las multitudes que lo seguían: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). No podemos engañar a Dios, pues “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13).

No tratemos de aparentar lo que no somos. Podríamos engañar a los demás, y tal vez a nosotros mismos, pero nunca podremos engañar a Dios.

Abdías – Marcos 3 – Salmo 49:10-15 – Proverbios 14:17-18

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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