Vivamos en la luz

Vivamos en la luz

6/5/2017

Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. (Mateo 5:14)

El apóstol Pablo observó al mundo pagano y llegó a la conclusión de que su manera egoísta e inútil de pensar lleva al entendimiento entenebrecido y a un corazón endurecido. Eso, a su vez, lleva a la insensibilidad al pecado y a la conducta sin pudor, que entonces lleva a la obscenidad desvergonzada. Y no es en realidad muy diferente en la actualidad.

Los creyentes ni siquiera hemos de tener el mínimo interés en alguna de las malvadas características de los incrédulos. Debemos ser una luz sobre un monte, separados del mal que nos rodea. Debemos ser diferentes. No puede esconderse una ciudad sobre un monte. Debemos levantarnos como sal y luz. Pero si somos corrompidos por el sistema, nos volvemos inservibles.

Nuestro bendito Señor Jesucristo nos compró a costa de su propia vida. Nos dio una nueva naturaleza que es santa, sin mancha y santificada para siempre. Solo nos pide que vivamos conforme a lo que nos ha dado abandonando nuestra vieja manera de vivir y adoptando la nueva.

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Cuando las Emociones son Caballos Indomables

Cuando las Emociones son Caballos Indomables

Por Amy Medina

Hubo un tiempo en mi vida cuando creer en las verdades de la Biblia causó un terremoto en mi vida. ¿Existió realmente Dios? ¿Era verdad la Biblia? ¿Realmente resucitó Jesús de entre los muertos? Mi búsqueda de la verdad en estas cuestiones dominó mi vida durante varios años. Y al final de una época bastante obsesionada de estudio, estaba convencido: podía confiar en la Biblia.

La gente suele equiparar la fe a la fe ciega – incomprensiblemente descarta todo pensamiento racional por el bien de la creencia. Pero cuando hablo de la fe en Dios, la Biblia y la resurrección, no sé si podría incluso llamarla fe por esa definición, porque es 100% racional para mí. Y como resultado, rara vez tengo dudas intelectuales en el cristianismo.

No, donde la fe viene para mí está en el área de la emoción.

Debo admitir que no tengo mucha paciencia para la emoción. Prefiero un pensamiento racional y claro basado en hechos. Pero mis emociones no suelen cooperar, dando vueltas como caballos indómitos, negándose a ser domesticados.

A veces pienso que toda la vida cristiana consiste en creer a Dios por encima de creer en mis emociones.
La ansiedad me dice: Debes controlar tu vida o todo se desmoronará y el mundo acabará. Pero Dios me dice, yo tengo el control. Nada puede separarte de mí, y eso es lo más Importante.

El resentimiento me dice tu mereces ser tratado mejor. Te mereces más aprecio. Tienes derecho a exigirlo. Dios me dice: Esta vida no es sobre ti. Puedes perdonar porque te perdoné. Lávale los pies.

La desesperación me dice, El mundo es oscuro. Las cosas se desmoronan. No tiene sentido luchar. Dios me dice, yo soy la Luz del Mundo, y siempre hay esperanza.

Entonces, ¿en quién creeré? ¿Mis emociones, o Dios? Creer a Dios – ahí mismo – eso es fe.

El problema es – todo el mundo sabe – que las emociones son poderosas. Tan poderosas que nublan la forma en que vemos el mundo. Cuando la ansiedad o el resentimiento o la desesperación o la lujuria o la ira o el dolor o la felicidad han asumido nuestras almas, entonces esa es la realidad para nosotros. La emoción, literalmente, define nuestro universo.

No ayuda, por supuesto, que vivamos en una sociedad que glorifica la emoción. Desde que somos niños pequeños, se nos dice que sigamos nuestros corazones y Ponernos en contacto con nosotros mismos y que Validemos lossentimientos, que en realidad son otras maneras de decir que debemos dejar que nuestras emociones nos gobiernen. Y, por supuesto, no estoy sugiriendo que nos volvamos una sociedad de estoicos que atacan, niegan y cierran todo lo que sentimos – porque ese no es el camino correcto tampoco.

Pero como aquellos que han sido transformados por el evangelio, que están siendo controlados por el Espíritu Santo, tiene que haber una mejor manera. Debe haber una manera en la que nos sintamos profundamente, y aun al mismo tiempo, aprender a tomar esas emociones por el cuello y llevarlas en sumisión a la Verdad de Dios.

Y por eso la fe es tan importante. Porque cuando estoy viendo el universo a través de una emoción, debo tener fe que lo que esa emoción me está diciendo es incorrecto. Debo retroceder y mirarme desde afuera y analizar lo que siento de las palabras sólidas de la Escritura, y luego predicarme a mí mismo en lugar de escucharme a mí mismo.

Eso significa, a veces, que debo reprenderme en voz alta mi desesperación o vergüenza o autocompasión, o, la más agresiva en mi caso – la ansiedad. Significa que debo agarrarme con mis dedos a las cosas que sé que son verdaderas.

Y también significa que en aquellos momentos en que estoy pensando racionalmente, que hago el duro trabajo mental de conocer lo que dice la Palabra de Dios y por qué sé que es verdad. Porque si no estoy absolutamente convencida, entonces no podré luchar contra ese miedo o resentimiento o frustración cuando se apoderen de mi cerebro.

La fe no es ciega, excepto cuando estoy cegada por la emoción. Entonces, la fe es creer lo que ya sé que es verdad.

https://gilandamy.blogspot.mx/2017/06/when-emotions-are-untamed-horses.html

https://evangelio.blog/2017/06/05/cuando-las-emociones-son-caballos-indomables/

El que no ama no ha conocido a Dios

5 de junio

«El que no ama no ha conocido a Dios».

1 Juan 4:8

La señal distintiva de un cristiano es su confianza en el amor de Cristo y la retribución de ese amor con su propio amor. Primero, la fe pone su sello en el hombre, capacitando al alma para que diga como el Apóstol: «Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí». Entonces, el amor proporciona la contraseña y, como retribución, estampa en el corazón del creyente amor y gratitud hacia Jesús. «Nosotros le amamos a él porque él nos amó primero». En esa remota antigüedad que fue el período heroico de la religión cristiana, esta doble característica debía de verse claramente en todos los creyentes en Jesús. Se trataba de personas que conocían el amor de Cristo y descansaban en él, como un hombre descansa sobre un báculo cuya solidez ha comprobado. El amor que los creyentes sentían por el Señor no era una apacible emoción la cual escondían dentro de sí mismos, en las secretas cámaras de sus almas, y de la que solo hablaban en los encuentros privados, cuando se reunían el primer día de la semana y cantaban himnos en honor de Cristo Jesús el crucificado. Era, más bien, una pasión que tenía una energía tan vehemente y consumidora que la evidenciaban en todas sus acciones: hablaban de Jesús en sus conversaciones corrientes y él aparecía reflejado hasta en las más corrientes miradas de sus ojos. El amor por Jesús era una llama que ardía en lo íntimo del ser de ellos y, por tanto, se abría camino, por su propia fuerza, hasta el exterior y allí alumbraba. El celo por la gloria del Rey Jesús era el sello y la señal de todos los cristianos genuinos: puesto que dependían del amor de Cristo, se mostraban muy osados; y ya que amaban a Cristo, hacían mucho. Y lo mismo acontece ahora: los hijos de Dios, en sus más íntimas facultades, están regidos por el amor: el amor de Cristo los constriñe. Se regocijan porque el amor divino está sobre ellos: lo sienten derramado en sus corazones por el Espíritu Santo que les es dado; entonces, por la fuerza de la gratitud, aman al Salvador fervientemente, de corazón puro. Lector, ¿amas tú a Jesús? Antes de dormirte, da una respuesta sincera a esta importante pregunta.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 165). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

¡Autocrítica!

5 JUNIO

Deuteronomio 9 | Salmos 92–93 | Isaías 37 | Apocalipsis 7

Si Deuteronomio 8 recuerda a los israelitas que Dios es quien les dio todas sus bendiciones materiales, entre las cuales su capacidad de trabajar y de producir riquezas no es la de menos importancia, Deuteronomio 9 también insiste que será Dios quien les permitirá ocupar la Tierra Prometida y vencer a los que se les opongan. Antes de entrar en combate, los israelitas siguen luchando contra sus temores. Dios les reconforta con palabras repletas de gracia: “Pero tú, entiende bien hoy que el Señor tu Dios avanzará al frente de ti, y que los destruirá como un fuego consumidor y los someterá a tu poder. Tú los expulsarás y los aniquilarás en seguida, tal como el Señor te lo ha prometido” (9:3). Sin embargo, después de los combates, la tentación con la que tendrán que enfrentarse será muy diferente. En aquel momento serán tentados a creer que, fuesen los que fuesen los miedos que experimentaban previamente, era su superioridad intrínseca lo que les permitió realizar tal hazaña. Por lo tanto, Moisés les advierte:

“Cuando el Señor tu Dios los haya arrojado lejos de ti, no vayas a pensar: “El Señor me ha traído hasta aquí, por mi propia justicia, para tomar posesión de esta tierra.” ¡No! El Señor expulsará a esas naciones por la maldad que las caracteriza. De modo que no es por tu justicia ni por tu rectitud por lo que vas a tomar posesión de su tierra. ¡No! La propia maldad de esas naciones hará que el Señor tu Dios las arroje lejos de ti. Así cumplirá lo que juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Entiende bien que eres un pueblo terco, y que tu justicia y tu rectitud no tienen nada que ver con que el Señor tu Dios te dé en posesión esta buena tierra”. (9:4–6)

Y ¿dónde está la evidencia de aquello? Moisés les recuerda sus tristes rebeldías durante sus años en el desierto, comenzando por el desgraciado incidente con el becerro de oro (9:4–29).

¿Qué podemos aprender nosotros? (1) Aunque la aniquilación de los cananitas nos llena de espanto y bochorno, en un sentido, me atrevo a decir, debemos acostumbrarnos a ello. Forma parte íntegra del mismo fenómeno que el diluvio, que la destrucción de los imperios, y que el mismo infierno. La respuesta más apropiada es la que se aconseja en Lucas 13:1–5: a menos que nos arrepintamos, todos igualmente pereceremos. (2) Es posible llegar a la conclusión que los israelitas vencieron porque los cananitas eran muy malos. Pero lo que no podemos decir es que los cananitas fuesen derrotados porque los israelitas fuesen muy buenos. Dios se comprometía con la obra de mejorar a los israelitas por fidelidad a la alianza que había hecho con ellos. Pero serían necios si, después de sus victorias, pensasen que las merecían. (3) Nuestras tentaciones, como las de los israelitas, varían según las circunstancias: miedo sin fe en unas circunstancias, orgullo altivo en otras. Sólo un caminar con Dios en lo más íntimo de nuestro ser, nos puede inducir la apropiada autocrítica, para que aborrezcamos tanto un peligro como el otro.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 156). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Una fe genuina

5 Junio 2017

Una fe genuina
por Charles R. Swindoll

Génesis 22:3-8
Hebreos 11:8-19

Tuve que leer el pasaje de Génesis varias veces antes de ver la clara e implícita declaración de fe de Abraham. Sus palabras y su proceder son tan sencillos, tan desapasionados, que es fácil no ver el dramatismo de esta escena. Si yo fuera a sacrificar a mi hijo, en quien estaban personificadas todas las promesas que Dios tenía para mí, me habría dominado la emoción: “No entiendo por qué Dios me está haciendo esto, pero haré lo que Él dice. Por eso, voy a subir a esa montaña a sacrificar a mi hijo en ese altar, y luego regresare a mi casa para llorar esta pérdida por el resto de mi vida”.

Según el libro de Hebreos, Abraham conocía tres realidades importantes. Primera, que Isaac habría de ser el vehículo de las promesas de Dios; por consiguiente, tenía que vivir. Segunda, que Dios siempre cumple sus promesas. Tercera, que el poder de Dios es absoluto, aun sobre el poder de la muerte. Por tanto, la única conclusión lógica que quedaba era que, de alguna manera, contra toda razón natural, después de matar a Isaac y dejar que el fuego lo consumiera por completo, Dios restauraría milagrosamente la vida de Isaac, el muchacho a quien tanto amaba.

Abraham, obviamente, no le dijo a Isaac lo que Él sabía que iba a suceder en la montaña. No podemos estar seguros de por qué se reservó esa información. Talvez fue para evitarle a su hijo un temor innecesario. No lo sabemos. Pero sí sé que cuando Dios hace una obra de transformación en usted que involucra una prueba, Él no está probando a otras personas, lo está probando a usted. Dado que esta experiencia está hecha para usted, no es un requisito necesario o incluso apropiado el que usted comparta la historia con alguien más; o, en realidad, con nadie. A veces, cuando uno se guarda las cosas para uno mismo… completamente, eso le da fortaleza.

Isaac finalmente hizo la pregunta lógica. Tenían un cuchillo, madera y fuego para el sacrificio, pero “¿dónde está el holocausto?”  Me encanta la respuesta de Abraham: “Dios mismo proveerá”. El hebreo utiliza un modismo que suena como algo que diría un padre hoy: “El Señor se ocupará de eso, hijo mío”.  ¿Puede oír su tono sereno y confiado? “Dios mismo se lo proveerá. Eso le toca a Él. Nosotros estamos haciendo Su voluntad. A Él le corresponde ocuparse de los detalles. Nuestra responsabilidad es confiar en Él. Este es un riesgo que compartiremos juntos.”

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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 Confiable en asuntos mundanos

JUNIO, 05

 Confiable en asuntos mundanos

Devocional por John Piper

Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.Mateo 6:33
Uno de los testimonios más poderosos de la plena suficiencia de la gracia venidera es el «principio de la fe» que ha gobernado la vida de tantos misioneros, y en particular los de la Overseas Missionary Fellowship (que se traduce literalmente como Asociación de Misioneros en el Extranjero y se conoce como OMF por sus siglas en inglés).

Sin desaprobar a aquellos que siguen un modelo diferente, los que siguen los pasos de Hudson Taylor acostumbran a mover los corazones de las personas para que ofrenden hablando con Dios y no con la personas.

James H. Taylor, el bisnieto del fundador, explica cómo esta fe en la gracia venidera, basada en las demostraciones de la gracia pasada, honra a Dios:

Comenzamos… desde una posición de fe. Creemos que Dios en verdad existe. Nos hemos convencido de esto de varias maneras, pero todos hemos experimentado la gracia de Dios que nos ha llevado a conocerlo por medio de Jesucristo y del nuevo nacimiento en el Espíritu. Creemos que tenemos un buen fundamento para creer en él por el hecho histórico de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos: creemos que alguien que declaró que iba morir y luego resucitar, y lo lleva acabo, es creíble en todos los demás aspectos. Por lo tanto, estamos listos para confiar en él, no solo para la salvación eterna de nuestras almas, sino también para a la provisión práctica del pan de cada día y del sustento financiero.

La OMF publica testimonios acerca de la asombrosa fidelidad de Dios a fin de mostrar la gloria de su gracia venidera que todo lo suple:

Queremos demostrar que se puede confiar en que Dios hará todo lo que dice que hará. Por eso relatamos la manera en que él ha provisto, durante más de cien años, para necesidades tan mundanas como boletos de avión, comida, gastos médicos, y el sustento cotidiano de todo un grupo de creyentes.

La OMF se dedica a glorificar la fiabilidad de Dios con su mensaje y con su método. Hudson Taylor lo expresaba del siguiente modo: «Hay un Dios vivo. Ha hablado en la Biblia. Lo que dice, lo dice en serio; él hará todo lo que prometió».

Las vidas de fe son el gran espejo de la fiabilidad de Dios.

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“Tu fe te ha salvado”

lunes 5 junio

(Jesús dijo a la mujer:) Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.

Lucas 7:48-50

Jesús habla a las mujeres (6) – “Tu fe te ha salvado”

Lucas 7:36-50

La mujer mencionada en este pasaje necesitó mucho valor para entrar en la casa de Simón sin estar invitada, y para unirse a esta compañía, pues nadie ignoraba su vida (“era pecadora”). Sin embargo pasó por alto el desprecio de todos para ir a Jesús y ungir sus pies con perfume, en un gesto de humildad y profundo respeto. En su presencia, no pudo retener su emoción. Lágrimas corrieron por sus mejillas, lágrimas de arrepentimiento, sin duda, pero también de gozo.

Simón, el fariseo, el dueño de la casa, observó la escena y empezó a irritarse. El arrepentimiento de esta mujer no le importaba. Antes, no mostró hacia Jesús la consideración que normalmente se tiene para con los invitados. Ahora, lo despreciaba, pensando: “Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (Lucas 7:39).

Pero Jesús, que lee los pensamientos, respondió a Simón con dulzura, oponiendo así la frialdad de su huésped al amor de esta mujer. Si mencionó su estado pecaminoso fue solo para anunciar que ella había recibido el perdón de Dios: “Sus muchos pecados le son perdonados” (v. 47). Y se lo confirmó directamente: “Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha salvado, ve en paz” (v. 48, 50). La paz que Jesús le ofrecía significaba descanso y tranquilidad para su corazón, pero también restauración y reconciliación con Dios.

Hoy él le ofrece gratuitamente la misma paz.

2 Reyes 6 – Romanos 11:25-36 – Salmo 68:7-14 – Proverbios 16:25-26

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