La vida centrada en Cristo

La vida centrada en Cristo

6/8/2017

Vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído. (Efesios 4:20-21)

Los cristianos ya no estamos dominados por una mente ególatra; aprendemos de Cristo. Cristo piensa por nosotros, obra por medio de nosotros, ama por medio de nosotros, siente por medio de nosotros y sirve por medio de nosotros. La vida que tenemos no es nuestra, sino que es Cristo viviendo en nosotros (Gá. 2:20).

Filipenses 2:5 dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Un inconverso anda en la vanidad de su mente, pero una persona salva anda conforme a la mente de Cristo.

Dios tiene un plan para el universo, y mientras Cristo esté obrando en nosotros, Él está realizando una parte de ese plan por medio de nosotros. Pablo observó que Él “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Ef. 3:20).

Cada día debiera ser una aventura fantástica para nosotros porque estamos en medio del plan de Dios para los siglos.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org
DERECHOS DE AUTOR © 2017 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros.

Ahora verás si se cumple mi palabra o no

8 de junio

«Ahora verás si se cumple mi palabra o no».

Números 11:23

Dios le había hecho a Moisés la promesa de que por espacio de todo un mes alimentaría a aquel numeroso ejército en el desierto con carne. Moisés, viéndose sorprendido por un ataque de incredulidad, considera los medios externos y no es capaz de saber cómo la promesa en cuestión puede cumplirse. Moisés miró a la criatura más bien que al Creador. Sin embargo, ¿espera el Creador que la criatura cumpla la promesa por él? No: Dios, que es quien hace la promesa, siempre la cumple por su propia omnipotencia sin ayuda alguna. Si él habla, su Palabra puede considerarse un hecho que él mismo llevará a cabo. El cumplimiento de su promesa no depende de la cooperación de la débil fuerza del hombre. Enseguida podemos observar el error que cometió Moisés; y, sin embargo, ¿con cuánta frecuencia hacemos nosotros lo mismo? Dios ha prometido suplir nuestras necesidades y nosotros esperamos que sea la criatura quien aquello que Dios ha prometido hacer; luego, al ver que la criatura es débil y frágil, nos entregamos a la incredulidad. No obstante, ¿por qué recurrimos a ese lugar? ¿Recurrirías tú a la cima de los Alpes en busca de calor estival? ¿Irías al polo norte para cosechar frutas maduradas por el sol? Sin embargo, si lo hicieras, no estarías obrando más neciamente que cuando recurres al débil en busca de fuerza y a la criatura para que haga la obra del Creador. Pongamos, pues, esta cuestión sobre una base razonable. El fundamento de la fe no es la suficiencia de los medios visibles para el cumplimiento de la promesa, sino la completa suficiencia del Dios invisible que, con toda seguridad, hará según lo que ha dicho. Si nos atrevemos a entregarnos a la desconfianza, después de comprender claramente que el actuar corresponde al Señor y no a la criatura, la pregunta de Dios vendrá a nosotros con poder: «¿Está limitado el poder del Señor?» (LBLA). Puede acontecer también que, en su misericordia, con dicha pregunta fulgure sobre nuestras almas la bendita declaración que dice: «Ahora verás si se cumple mi palabra o no».

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 168). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Períodos de transición

8 JUNIO

Deuteronomio 12 | Salmos 97–98 | Isaías 40 | Apocalipsis 10

Aunque el libro de Deuteronomio mira constantemente hacia atrás, hacia el Éxodo y los años en el desierto, también mira hacia adelante: el pueblo está a punto de entrar en la Tierra Prometida, y ciertas cosas tendrán que cambiar. En períodos de transición, hay que saber distinguir entre aquello que debe cambiar y aquello que no.

El capítulo de ayer incluye la palabra hoy: “Recordad hoy que fuisteis vosotros, y no vuestros hijos, los que visteis y experimentasteis la disciplina del Señor vuestro Dios. Vosotros visteis su gran despliegue de fuerza y de poder” (Deuteronomio 11:2). Se trata de una palabra muy importante a lo largo del libro. Una comprensión acertada del pasado nos prepara el camino para los cambios que hay que efectuar hoy, estando el pueblo a punto de entrar en la Tierra Prometida. En Deuteronomio 12 el cambio más importante que se contempla es el establecimiento en la propia tierra de un lugar donde Dios escogerá “poner su nombre”, y establecer su morada (12:5, 11). En otras palabras, el capítulo anticipa el momento cuando nadie de forma independiente ofrecerá sacrificios allí donde el adorador esté (12:8), ni el tabernáculo móvil de los años en el desierto, serán aceptables; en su lugar, Dios establecerá un centro estable en la tierra. “sino que iréis y lo buscaréis en el lugar donde, de entre todas vuestras tribus, él decida habitar. Allí llevaréis vosotros vuestros holocaustos, sacrificios, diezmos, contribuciones, promesas, ofrendas voluntarias, y los primogénitos de vuestros ganados y rebaños. Allí, en la presencia del Señor vuestro Dios, vosotros y vuestras familias comeréis y os regocijaréis por los logros de vuestro trabajo, porque el Señor vuestro Dios os habrá bendecido.” (12:5–7). Al cabo de un tiempo, el tabernáculo se estableció en Silo, Betel, y por fin en Jerusalén, donde fue sustituido por el templo en tiempo de Salomón.

Las circunstancias de cambio ofrecen tanto puntos de continuidad, como puntos de discontinuidad. Moisés insiste que en aquel tiempo futuro, igual que ahora, no habrá tolerancia alguna de las prácticas cúlticas paganas de las naciones alrededor ni de las que eliminen de la Tierra Prometida (12:29–31). Por otro lado, la distancia que separará a la mayoría del pueblo del santuario central implicará que no se puede esperar que maten todos los animales en los recintos del templo, ni que continúen observando las distinciones entre la parte de la carne que correspondía a los sacerdotes y la suya propia. Ahora será perfectamente legítimo que maten sus animales y que los coman de la misma manera como matarían y comerían cualquier animal de caza (12:15–22). Pero aún así, hay tres aspectos que siguen vigentes. (1) No deben olvidarse de su deber de sostener a los Levitas – muchos de los cuales dependen de los servicios del tabernáculo/templo para su sostenimiento – (12:23–25); (2) no deben consumir la sangre del los animales que maten (12:23–25); (3) se sigue esperando de ellos que ofrezcan sacrificios consagrados en el lugar central de culto en los días de fiesta principales, cuando cada familia debe presentarse delante del Señor (12:26–28).

Seguirán otras transiciones importantes en la historia de la redención, y todas ellas exigen que meditemos y reflexionemos en ellas (ej., Salmo 95:7–11; Marcos 7:19; Juan 16:5–11; Hebreos 3:7–11).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 159). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La fe revela a Dios

8 Junio 2017

La fe revela a Dios
por Charles R. Swindoll

Génesis 22:1-14

En esta fascinante historia de fe, sacrificio, confianza y obediencia, veo las características de un Dios que no pidió nada a Abraham que él mismo no se demandara. Por ser esto tan importante, no puedo resistir compartir con usted tres grandiosas verdades acerca de nuestro Dios, que veo ilustradas aquí.

Dios el Padre nos enseñó cómo vivir cuando renunció a su amado Hijo para dárnoslo a nosotros. Nueve meses antes de aquella maravillosa noche en Belén, el Padre envió a su Hijo. Cristo voluntariamente dejó su trono de autoridad absoluta en el cielo y desechó el uso de su divina autoridad, para convertirse en un bebé indefenso; como humano, sujeto a todos los dolores, las aflicciones y las limitaciones que nos afectan a todos nosotros, maduraría, aprendería, serviría, sufriría… y moriría. Si el Padre estuvo dispuesto a renunciar a su Hijo para dárnoslo a nosotros, ¿qué pudiera tener más valor para nosotros, para que se lo neguemos a Él?

Dios el Hijo nos enseñó a cómo morir cuando renunció a sí mismo para darse al Padre. La respetuosa obediencia de Isaac a su padre ilustra esto a la perfección. Se dio a sí mismo a la voluntad de su padre, y dejó que lo colocara sobre el altar del sacrificio sin resistirse. Eso fue exactamente lo que el Hijo de Dios hizo en el Calvario. Cuando nuestra fe es madura, no tememos a la muerte.

Dios el Espíritu nos enseñara a cómo vivir y cómo morir después de que aprendamos a renunciar a lo que nos tiene agarrados. Mientras seamos propiedad de cualquier cosa que nos tenga agarrados, nunca nos daremos completamente al Espíritu Santo. Este sería un momento excelente para que usted haga un autoanálisis. ¿A qué cosa(s) o a quién(es) se está usted aferrando? Suéltelos, déjelos que se vayan.

Es posible que el Señor esté en el proceso de quitarle eso. Lo jalará suavemente al comienzo, dándole la oportunidad de que lo suelte. Pero si usted se resiste, él finalmente tendrá que arrancárselo de las manos, y puedo asegurarle que eso le va a doler. ¿Mi consejo? Entréguelo voluntariamente. Confíe en que el Señor proveerá. Él tiene otro carnero en el matorral. Usted no lo puede ver ahora mismo, pero Dios lo tiene y espera el momento para mostrárselo. Solo después de que usted haya puesto su sacrificio sobre el altar estará preparado para recibir la provisión de Dios.

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

– See more at: http://visionparavivir.org/devocional#sthash.GVryhivz.dpuf

Glorifiquemos a Dios en nuestro cuerpo

JUNIO, 08

Glorifiquemos a Dios en nuestro cuerpo

Devocional por John Piper

Por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo. (1 Corintios 6:20)

«Adoración» es el término que utilizamos para abarcar todos los actos del corazón, la mente y el cuerpo que expresan de manera intencional el infinito valor de Dios. Es para esto que fuimos creados.

No pensemos en cultos de adoración cuando meditemos en la adoración. Esa es una limitación enorme que no se encuentra en la Biblia. Todo en la vida debiera ser adoración.

Tomar desayuno, por ejemplo, o comer un bocado a media mañana: «Ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31). Comer y beber son de las actividades más básicas que podemos realizar. ¿Qué más podría ser más humano y real?

Tomemos el sexo como ejemplo. Pablo dice que la alternativa a la fornicación es la adoración:

Huid de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo (1 Corintios 6:18?20).

Consideremos la muerte como último ejemplo. Esto ocurrirá en nuestro cuerpo. De hecho, será el último acto del cuerpo en este mundo. El cuerpo diciendo adiós. ¿Cómo deberemos adorar en ese último acto del cuerpo? Vemos la respuesta en Filipenses 1:20-21. Pablo dice que su esperanza es que Cristo sea exaltado en su cuerpo por medio de la muerte. Luego agrega: «Para mí… el morir es ganancia». Expresamos el infinito valor de Cristo al morir considerando la muerte como ganancia.

Tenemos un cuerpo, pero no es nuestro: «Por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo».

Estamos siempre en un templo: adoremos en todo momento.

Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

 

¡La libertad no consiste en pasar los límites!

jueves 8 junio

(Jesús dijo:) Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Juan 8:31-32

Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.

Juan 8:36

¡La libertad no consiste en pasar los límites!

Actualmente el deseo de libertad se traduce en algunas personas por un intento desesperado de traspasar todo tipo de límites. Por ejemplo, no satisfechos con hacer alpinismo, algunos se lanzan en el alpinismo extremo… ¡y a veces lo pagan con su vida! Algunas películas alimentan esta concepción engañosa de la libertad. ¡Es un espejismo peligroso! ¿Significa esto que la libertad es un sueño al que sería mejor renunciar para conformarse con una vida aburrida y mediocre?

¡Por supuesto que no! Pero primero debo preguntarme: ¿de quién soy prisionero? Simplemente de mi pretensión, de mi orgullo siempre subyacente en mis pensamientos más secretos, que me empuja a hacer las cosas opuestas a la voluntad de Dios. Sin embargo, desde que creó al hombre, Dios quería su felicidad.

El Evangelio es el mensaje de la libertad porque nos revela, sin sombra, la condición del hombre esclavo de sus propios pensamientos opuestos a Dios. En este sentido, la verdad conduce a la libertad a todo el que quiera escucharla. Para liberar al hombre de esa esclavitud, Cristo pagó el precio muriendo por él en la cruz y dándole una vida nueva. La verdadera libertad no consiste en ir tras el poder, y mucho menos en querer ser igual a Dios (Génesis 3:5). ¡Es vivir la vida de Jesús en humildad, confiando en él! Entonces el creyente comprende cuáles son sus límites, porque Dios actúa en él. “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer” (Filipenses 2:13).

2 Reyes 9 – Romanos 14 – Salmo 68:28-35 – Proverbios 16:31-32

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.chlabuena@semilla.ch