No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.

Sea veraz

6/11/2017

No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.

Éxodo 20:16

Un cristiano nunca debe mentir. La mentira más conocida es decir algo que no es cierto. Pero hay otros tipos de mentiras, como la exageración. Una vez oí la historia de un cristiano que daba un testimonio convincente, pero un día dejó de recitarlo. Cuando se le preguntó por qué, dijo que a través de los años lo había embellecido tanto que había olvidado lo que era cierto y lo que él había inventado.

Cometer fraude en la escuela, en los negocios, en el trabajo y en la declaración de impuestos es una manera de mentir. También lo es el traicionar la confianza, la adulación, el presentar excusas y el quedarse callado cuando debe decirse la verdad.

No hay lugar para la mentira en la vida cristiana. Debemos decir la verdad.

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«Allí quebró las saetas del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra»

11 de junio

«Allí quebró las saetas del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra».

Salmo 76:3

El glorioso clamor de nuestro Redentor diciendo: «Consumado es», fue el tañido que anunció la muerte de todos los adversarios de su pueblo, la destrucción de «las saetas del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra». He aquí al héroe del Gólgota utilizando su cruz como yunque y sus ayes como martillo, haciendo añicos un manojo tras otro de nuestros pecados —esas envenenadas «saetas del arco»—, menospreciando toda denuncia y confutando toda acusación. ¡Qué golpes gloriosos da el poderoso Rompedor con un mazo mucho más pesado que el arma fabulosa de Thor! ¡Cómo vuelan en pedazos los dardos diabólicos y los infernales escudos se quiebran como vasos de alfarero! He aquí, él saca de la vaina de infernal hechura la temible espada de poder satánico y la rompe sobre sus rodillas, como quien parte leña seca y la echa en el fuego. He aquí, ningún pecado del creyente puede ahora ser una saeta que lo hiera mortalmente; ninguna condenación representa una espada capaz de matarlo, porque Cristo sufrió el castigo de nuestro pecado y nuestro bendito Sustituto y Fiador hizo una expiación perfecta de todas nuestras iniquidades. ¿Quién es ahora el que acusa? Ahora, ¿quién condenará? Cristo murió; más aún, también resucitó. Jesús vació las aljabas del Infierno, apagó todo dardo de fuego, despuntó toda saeta de ira. El suelo está sembrado de astillas y de restos de las armas de guerra del Infierno, solo visibles para recordarnos nuestro peligro anterior y nuestra gran liberación. El pecado no tiene más dominio sobre nosotros. Jesús ha terminado con él y lo ha quitado de en medio para siempre. ¡Oh tú, enemigo mío, las destrucciones han llegado a un final definitivo! Hablemos de todas las obras admirables del Señor, nosotros que mencionamos su nombre; no callemos, ni de día, ni cuando el sol se pone. Bendice, alma mía, al Señor.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 171). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

¡Precio!

11 JUNIO

Deuteronomio 16 | Salmos 103 | Isaías 43 | Apocalipsis 13

Es difícil imaginarse un cántico más hermoso que el Salmo 103. Cuando nuestros hijos eran pequeños el “precio” que tuvieron que pagar para lograr su primera Biblia con funda de piel fue memorizar el Salmo 103. A través de los siglos, incontables creyentes han acudido a estas líneas para encontrar aliento, renovación de su alabanza y su gratitud, nuevos motivos para desear orar, y la restauración de una cosmovisión centrada en Dios. Este salmo podría fácilmente ocupar todas las meditaciones para este mes, e incluso para el resto del año. En lugar de ello, destacaremos tres aspectos.

1. El salmo se desarrolla entre dos paréntesis, que consisten en exhortaciones a la alabanza. Al principio David se exhorta a sí mismo a alabar, y con su ejemplo a sus lectores: “Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre” (103:1). Implícitamente David reconoce que desgraciadamente no es difícil mantener los rasgos externos de la alabanza, sin que haya nada que surja del corazón. Esto no está bien: “alabe todo mi ser su santo nombre”. Cuando llega al final del salmo, por muy honesta y profunda que haya sido la alabanza de un individuo, el marco para la alabanza de un Dios así resulta demasiado pequeño, puesto que, después de todo, Dios reina sobre todo (103:19): “Alabad al Señor, vosotros sus ángeles, que ejecutáis su palabra y obedecéis su mandato. Alabad al Señor, todos sus ejércitos, siervos suyos que cumplís su voluntad. Alabad al Señor, todas sus obras en todos los ámbitos de su dominio. ¡Alaba, alma mía, al Señor!” (103:20–22). Ahora la alabanza del salmista se une con la del mismo cielo, con la alabanza de toda la creación.

2. Cuando David comienza a enumerar todos “sus beneficios” (103:2), comienza con el perdón de los pecados (103:3). He aquí alguien que comprende aquello que es de mayor importancia. Si lo tenemos todo menos el perdón de Dios, no tenemos nada de valor, y si tenemos el perdón de Dios todo lo demás que sea realmente valioso también está prometido. (ver también Romanos 8:32)

3. David pasa de las bendiciones que disfruta como creyente individual a la justicia pública de Dios (103:6), y a su gracia al revelarse a sí mismo a Moisés y a los israelitas (103:7–18). Es aquí donde se detiene más tiempo, repasando una y otra vez en su mente las mayores bendiciones que el pueblo recibió de Dios. Por encima de todo lo demás, se mantiene enfocado otra vez más en el privilegio indecible de tener sus pecados perdonados, llevados lejos, olvidados. David percibe que todo esto, nace del carácter de Dios. “El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor” (103:8). Se enfrenta con nuestro pecado – pero lo hace con compasión, tomando consciencia de nuestra debilidad. Nosotros seremos criaturas atrapados por el tiempo, “Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen” (103:17).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 162). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Fe para el futuro

JUNIO, 11

Fe para el futuro

Devocional por John Piper

Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí. (2 Corintios 1:20)

Si «tantas como sean las promesas de Dios, en [Jesús] todas son sí», entonces confiar en él ahora en el presente es creer que sus promesas se harán realidad.

No se trata de dos tipos de fe separadas: confiar en él y creer en sus promesas. Creer en Jesús es creer que él cumple su palabra. Estar satisfechos en el Jesús crucificado y resucitado incluye el creer que, en todo momento futuro y hasta la eternidad, nada nos separará su amor o impedirá que él haga que todas las cosas ayuden para nuestro bien.

Sumando todo esto, yo diría que la belleza espiritual que necesitamos abrazar es la belleza de Dios que estará a nuestra disposición en el futuro, garantizada para nosotros por la gloriosa gracia del pasado.

Necesitamos saborear ahora la belleza espiritual de Dios en todas sus victorias pasadas —en especial en la muerte y resurrección de Cristo por nuestros pecados— y en todas sus promesas. Nuestra seguridad y confianza deben estar en todo lo que Dios mismo hará por nosotros en el próximo instante, y en el próximo mes, y por los siglos infinitos de la eternidad: «la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo» (2 Corintios 4:6).

Él y solo él es quien satisfará nuestra alma en el futuro. Y es el futuro el que tiene que estar garantizado y satisfecho con riquezas espirituales de gloria, si hemos de vivir la vida cristiana radical que Cristo nos llama a vivir aquí y ahora.

Si nuestro deleite presente de Cristo ahora —nuestra fe actual— no incluye el sí para todas las promesas de Dios, entonces no abrazará el poder para el servicio radical en la fuerza que Dios (a cada momento en el futuro) suplirá (1 Pedro 4:11).

Mi oración es que reflexionar de esta manera sobre la esencia de la fe nos ayudará a evitar caer en afirmaciones superficiales y simplistas acerca del creer en las promesas de Dios. Es algo profundo y maravilloso.

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Depositar nuestra confianza en Dios

domingo 11 junio

Mejor es confiar en el Señor que confiar en el hombre.

Salmo 118:8

Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

2 Timoteo 1:12

Depositar nuestra confianza en Dios

El conocido físico Albert Einstein escribió: «El único y verdadero problema de todos los tiempos está en el corazón y en los pensamientos de los hombres. No se trata de un problema físico, sino moral. Es más fácil modificar la naturaleza del plutonio que la mente mala de un individuo. Lo que nos asusta no es la explosión de una bomba atómica, sino el poder de la maldad del corazón humano, su fuerza de explosión para el mal».

Los innumerables conflictos que hay en el mundo confirman muy bien lo que escribió este físico. La Biblia afirma: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso” (Jeremías 17:9). ¡Así es el corazón de cada uno de nosotros!

Pero este problema tan básico, ¿tiene solución? San Agustín, un fiel creyente del siglo cuatro, declaró: «El corazón del hombre no halla descanso hasta que lo encuentre en Dios». Él mismo se había agotado en vanos esfuerzos buscando la paz del corazón en la filosofía y los placeres del mundo. Al final, mediante la fe, se volvió a Jesús, el Hijo de Dios; entonces halló la paz y el verdadero descanso.

Miles de hombres y mujeres, de orígenes y países diversos, de condiciones y edades diferentes, pasaron por la misma experiencia: sus corazones se llenaron de paz cuando depositaron su confianza en Jesucristo. En él hallaron “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7), y esta paz los acompañó a través de todas las tormentas de la vida.

¡Aprendamos a depositar nuestra confianza en Dios!

2 Reyes 12 – Romanos 16 – Salmo 69:19-28 – Proverbios 17:3-4© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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