Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca.

El lenguaje inútil

6/15/2017

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca.

(Efesios 4:29)

Las frutas podridas huelen muy mal y son inservibles. No queremos estar cerca de ellas, y mucho menos comerlas. Lo mismo ocurre con el lenguaje corrompido. Sean chistes de color subido, palabras obscenas, cuentos sucios o lenguaje grosero, de ninguna manera debe caracterizar eso a un cristiano.

El Salmo 141:3 nos dice cómo eliminar tal lenguaje: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios”. Si Jesucristo es el guarda de nuestros labios, Él será quien determine lo que sale por ellos.

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El que abre y ninguno cierra

15 de junio

«El que abre y ninguno cierra».

Apocalipsis 3:7

Jesús es el Guarda de las puertas del Paraíso: él ha puesto delante de toda alma creyente una puerta abierta que ningún hombre ni ningún demonio puede cerrarle. ¡Qué gozo será descubrir que la fe en él es la llave de oro que abre las puertas eternas! Alma mía, ¿estás llevando por todas partes esta llave en tu pecho o confías en alguna llave falsa que, al fin, fracasará? Oye esta parábola del predicador y recuérdala: El gran Rey ha hecho un banquete y ha proclamado por todo el mundo que ninguno entrará en él, salvo los que traigan la flor más hermosa del mundo. Los espíritus de los hombres se adelantan por millares a la puerta y cada uno trae una flor que estima ser la reina del jardín; pero son arrojados en tropel de la presencia regia y no pueden entrar en la sala del banquete. Algunos traen en sus manos la mortal hierba mora de la superstición, o la pomposa adormidera de Roma, o la cicuta de la justicia propia; pero como estas flores no agradan al Rey, a los que las llevan, se les cierran las puertas de perla. Alma mía, ¿has arrancado tú la rosa de Sarón? ¿Llevas en tu pecho constantemente el lirio de los valles? Si es así, cuando llegues a las puertas del Cielo conocerás su valor; pues solo tienes que mostrar la más selecta de las flores y el Portero abrirá. Ni por un momento te negará la entrada, ya que el Portero siempre le abre a aquella Rosa. Tu camino al trono de Dios lo hallarás con la Rosa de Sarón en las manos; pues el Cielo no posee nada que sobrepase su radiante belleza, y de todas las flores que crecen en el Paraíso, no hay ninguna que pueda rivalizar con el lirio de los valles. Alma mía, toma en tus manos, por la fe, la roja rosa del Calvario; llévala por amor, presérvala por la comunión, haz de ella tu todo en todo por una diaria vigilancia, y serás grandemente bendecida, feliz por encima de toda imaginación. Jesús, sé mío para siempre: mi Dios, mi Cielo, mi todo.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 175). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

¡Avivamiento!

15 JUNIO

Deuteronomio 20 | Salmos 107 | Isaías 47 | Apocalipsis 17

A lo largo de la historia, el término “Avivamiento” siempre se ha referido a un período de bendición extraordinaria enviada por Dios. Los Siervos de la Palabra llevaban a cabo sus ministerios: de oración, de predicación, de enseñanza, de consejería, fuese en tiempos de persecución, o en tiempos de relativa paz y crecimiento progresivo. Pero si el Señor. Todopoderoso, visitaba a su pueblo con un avivamiento, esto se ponía de manifiesto enseguida en un sentimiento extraordinario de la presencia de Dios, en un arrepentimiento profundo y en una pasión renovada por la santidad, y finalmente en la conversión inequívoca e incontrovertible de muchas personas. Podía ser algo más bien disciplinado y controlado, o podía verse mezclado con lo fraudulento o espurio.

Aunque en algunos círculos el “avivamiento” sigue teniendo este significado, en otros se refiere a una reunión o serie de reuniones en las que los predicadores hablan de la santidad personal o predican el evangelio. Se da por sentado que si el predicador tiene un don auténtico habrá fruto muy patente. En algunas partes de los EEUU, se oye decir que “tendrá lugar un avivamiento”, o “se predicará un avivamiento”. Serviría para esclarecer las cosas si en lugar de hablar así dijeran: “Vamos a celebrar una conferencia Bíblica” o “habrá una serie de predicaciones evangelísticas”.

El Salmo 107 nos retrata una serie muy diversa de escenas en las cuales hay gente que se encuentra inmersa en terribles peligros o sujeta a una opresión espantosa, en casi todos los casos como consecuencia de su propio pecado. En cada caso Dios les viene a rescatar. Los que andaban perdidos en los parajes desiertos clamaron a Dios, y él los libró de su aflicción (107:4–9). Otros habitaban afligidos y encadenados en las densas tinieblas, “por haberse rebelado contra las palabras de Dios, por menospreciar los designios del Altísimo” (107:11), y el Señor los libró (107::13–14). Otros han quedado tan mermados a causa de su propia necedad que llegan a despreciar la vida. Pero cuando en su angustia clamaron a Dios, “Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro” (107:20). Otros se hallaban en peligro de muerte en alta mar, y aquí también el Señor respondió a sus clamores y los salvó (107:23–32). De hecho, este Dios humilla a los soberbios, y por amor a los necesitados y afligidos “convirtió los desiertos en manantiales de agua” (107:33–42).

Para que no haya ningún malentendido en cuanto a la verdad que el salmista nos quiere transmitir, nos lo subraya de dos maneras. En primer lugar, en la mayoría de las secciones del salmo, refiriéndose a los que han sido salvados, prescribe lo siguiente: “¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!” (107:8, 15, 21, 31). En segundo lugar, la primera afirmación del salmo nos recuerda: que Dios “es bueno; su gran amor perdura para siempre” (107:1), mientras que la última insiste: “Quien sea sabio, que considere estas cosas y entienda bien el gran amor del Señor” (107:43). Aquí y tan sólo aquí está la primera y última fuente de las bendiciones de Dios – de las cuales el avivamiento no es la menos significativa. Y el último verso va aún más lejos, autorizándonos para incluir los avivamientos entre las bendiciones de Dios.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 166). Barcelona: Publicaciones Andamio.

“Queremos ser como todo el mundo”

15 Junio 2017

“Queremos ser como todo el mundo”
por Charles R. Swindoll

1 Samuel 8:1

1 Samuel 9:27

Desde el tiempo en que Josué murió hasta que Saúl subió al trono de Israel, el gobierno hebreo no fue una monarquía como la mayoría de las naciones vecinas. Los teólogos se refieren a esto como una teocracia, es decir “el gobierno de Dios». El Señor gobernaba a Israel, dando sus decretos y gobernando a través de profetas y sacerdotes. Cada región importante esperaba de un juez lo que la mayoría de las otras culturas esperarían de un rey. Este juez (que a veces fue una mujer), dirigía al pueblo en la batalla, juzgaba los casos civiles y hacía cumplir la ley de Dios.

Samuel juzgó a todo Israel teniendo a Dios como rey sobre el pueblo hebreo. De esta manera, los israelitas eran como ninguna otra nación de la tierra en el sentido de que podían afirmar que Dios era su líder, el Creador invisible, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Todopoderoso que humilló a Egipto, que dividió al mar Rojo y que conquistó a Canaán. Pero así como la generación errante se cansó del maná, el pueblo se cansó de la teocracia. Tres razones los llevaron a desear tener un rey.

En primer lugar, Samuel había envejecido, y ya no podía ir al mismo ritmo de las exigencias de la nación. En segundo lugar, sus hijos se habían descalificado a sí mismos al haber perdido el respeto del pueblo. Y tercero, el pueblo decía: “queremos ser como todas las demás naciones».

Antes de que sigamos adelante, no pasemos por alto un punto interesante. En las páginas anteriores vimos como Elí fracasó en la conducción de sus hijos, y ahora vemos pocas evidencias que sugieran que Samuel lo hizo mejor. La Biblia no nos ofrece una información detallada de la crianza que les dio, pero el sorprendente parecido entre los hijos de Samuel y los de Elí no nos permite llegar a otra conclusión. Elí fue un gran sacerdote y un buen juez, pero un pésimo padre. Y Samuel, lamentablemente, siguió sus pasos. Sus hijos se volvieron incompetentes como líderes, al igual que los de Elí.

Este fue un momento decisivo en la vida de Israel. Tome nota especial de cómo evaluó el Señor la decisión de ellos: “No es a ti a quien han desechado. Es a mí a quien han desechado, para que no reine sobre ellos».

En realidad, el Señor les dijo: “Ustedes están resueltos a lanzarse por este camino que les va causar sin duda mucha amargura, y yo no los voy a detener. Han rechazado mi camino por el de ustedes. Por tanto, morirán en la cama que se han hecho».

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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Una luna de miel sin final

JUNIO, 15

Una luna de miel sin final

Devocional por John Piper

Como se regocija el esposo por la esposa, tu Dios se regocijará por ti. (Isaías 62:5)

Cuando Dios bendice a su pueblo, no lo hace como un juez reacio que es amable con un criminal al que halla despreciable (aunque haya algo de verdad en esa analogía); lo hace como un esposo que demuestra afecto a su esposa.

A veces decimos bromeando acerca del matrimonio: «Se acabó la luna de miel». Pero eso es porque somos finitos. No podemos mantener el grado de intensidad y afecto de una luna de miel. Sin embargo, Dios dice que el deleite que él tiene en su pueblo es como el de un esposo con su esposa.

Al decir eso, está hablando de la intensidad, el placer, la energía, la emoción, el entusiasmo y el deleite de una luna de miel. Él intenta plasmar en nuestro corazón aquello a lo que se refiere cuando dice que se regocija en nosotros de todo corazón.

Además, con Dios la luna de miel no tiene fin. Él es infinito en poder, sabiduría, creatividad y amor, y se encargará de volvernos más y más hermosos para siempre. Él es infinitamente creativo en pensar en cosas nuevas para que hagamos con él, de manera que no haya aburrimiento por el próximo trillón de milenios.

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La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento

jueves 15 junio

Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Filipenses 4:6-7

La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento

Cristianos, a menudo la Biblia nos exhorta a permanecer tranquilos, pese a las dificultades. Nos esforzamos en ello, y esto es bueno. Pero, ¿qué dice el versículo del día? “La paz de Dios… guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. No dice que nuestros corazones siempre conservarán esta paz, sino que, cuando hayamos echado nuestra carga sobre él, en oración, su paz guardará nuestros corazones.

Dios sabe de antemano todo lo que nos va a suceder. Todos los acontecimientos forman parte de sus planes y no cambian en nada su amor por nosotros. Por gracia podemos disfrutar de sus tiernos cuidados. ¡Él nos escucha! Por eso, en todas las circunstancias, en vez de preocuparnos y pensar que va a suceder lo peor, presentemos nuestras oraciones a Dios y contémosle todo lo que carga nuestros corazones. Podemos confiar en su perfecto amor y exponerle con libertad nuestras peticiones: su respuesta siempre será una respuesta de gracia, incluso si no es la que esperamos.

¡Mantengamos firme nuestra confianza teniendo presente que le hemos confiado nuestras dificultades! Creamos que él está por encima de todas las situaciones que podrían turbarnos. Entonces experimentaremos que él tranquiliza nuestro pesado corazón dándonos su paz, que “sobrepasa todo entendimiento”.

“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3).

2 Reyes 16 – Efesios 4:1-16 – Salmo 71:7-11 – Proverbios 17:11-12

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