17 JUNIO

Deuteronomio 22 | Salmos 110–111 | Isaías 49 | Apocalipsis 19
El capítulo del Antiguo Testamento que más se cita en el Nuevo es el Salmo 110. Es un salmo oracular: es decir, no describe la experiencia del autor sino que pronuncia palabras que el autor había recibido por revelación inmediata y directa – en forma de “oráculo” de Dios mismo. Incluso puede que haya partes del salmo que el mismo salmista no llegase a sondear (de la misma manera que Daniel no sondeaba el significado de todo lo que vio en sus visiones y tuvo que transmitir a una generación venidera [Daniel 12:4, 8–10]).
En el salmo, el Señor, Yahvé, se dirige a alguien a quien David mismo llama “mi Señor”. Este elemento, tanto como cualquier otro, ha convencido a muchos comentaristas, sean judíos o cristianos, que se trata explícitamente de un salmo mesiánico, y que la persona con quien David habla es el mismo anhelado Mesías.
Voy a centrar mis comentarios en el versículo 4: “El Señor ha jurado y no cambiará de parecer: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.” Dado que Yahvé aquí se dirige al Mesías, ¿qué quieren decir estas palabras? Hay dos cosas que llaman la atención:
En primer lugar, Mequisedec mismo – es la segunda vez que se menciona en toda la Biblia. La primera vez fue en Génesis 14:18–20. Después de la derrota de los reyes, Abraham tiene un encuentro con este extraño rey-sacerdote, y le da una porción del botín. Hay varias cosas que se pueden deducir de este breve encuentro (ver la meditación del 13 de enero), pero luego Melquisedec desaparece del mapa, hasta este salmo, compuesto casi mil años más tarde.
En segundo lugar. Muchas cosas han sucedido en la historia de Israel. El pueblo había sido sometido a una esclavitud feroz, habían sido rescatados en el Éxodo, habían recibido la ley en Sinaí, habían entrado en la Tierra Prometida, y habían vivido el período de los jueces antes de llegar a este trance, a principios de la dinastía Davídica. Por encima de todo, en Sinaí se había prescrito un tabernáculo, con sus ritos asociados, todo lo cual debía ser ministrado por los levitas y por los sumos sacerdotes procedentes de esta tribu. La Ley de Moisés había estipulado de manera inequívoca que únicamente los levitas podían desempeñar estas funciones sacerdotales. Sin embargo, aquí tenemos un oráculo de Dios que insistía que Dios levantaría a otro sacerdote-rey con una descendencia muy diferente. Yahvé extenderá el cetro de este poderoso rey desde Sión: es decir, su poder estará vinculado a Sión, con Jerusalén, y con la dinastía Davídica naciente. Como sacerdote pertenecerá no al orden Levítico sino al de Melquisedec.
No es de extrañar que el autor de la carta a los Hebreos comprende que aquí se anuncia ni más ni menos que la caducidad de la Alianza de Moisés (Hebreos 7:11–12). Nos hacía falta un sacerdocio mejor, y ahora lo tenemos.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 168). Barcelona: Publicaciones Andamio.