Nuestro misericordioso Espíritu

Nuestro misericordioso Espíritu

6/17/2017

No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. (Efesios 4:30)

El Espíritu Santo se entristece cuando los creyentes no cambian su antigua manera de vivir y adoptan la nueva. Siente dolor cuando los creyentes mienten y ocultan la verdad, cuando se enojan y son implacables, cuando roban y se niegan a compartir, y cuando dicen palabras obscenas y no tienen un espíritu misericordioso.

Cuando usted fue salvo, el Espíritu de Dios puso en usted un sello, que declara que usted es de Dios para siempre. Como Él ha sido tan misericordioso que le dio salvación eterna, lo selló para siempre, y ha guardado su salvación hasta el día de la redención, ¿cómo es posible que lo contriste? Él ha hecho tanto por usted que, como muestra de gratitud, no debe contristarlo.

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El pozo de Beer

17 de junio

«Entonces cantó Israel este cántico: Sube, oh pozo, a él cantad».

Números 21:17

El pozo de Beer, en el desierto, fue famoso por ser el tema de una promesa: «Este es el pozo donde el Señor le dijo a Moisés: «Reúne al pueblo y les daré agua» (Nm. 21:16 LBLA). El pueblo necesitaba agua, y el Dios de la gracia se la prometió. Necesitamos provisiones de gracia celestial y, en el pacto, Dios se ha comprometido a darnos todo aquello que le pedimos. El pozo, en segundo lugar, fue motivo de un cántico. Antes de que el agua brotara, la fe alentadora estimuló a la gente a cantar y, al ver borbotar la cristalina fuente, la música se hizo aún más alegre. De la misma manera, los que creemos en la promesa de Dios, debiéramos regocijarnos ante la perspectiva de que nuestras almas gocen de avivamientos divinos; y, al experimentarlos, nuestro santo gozo se desbordará. ¿Estamos sedientos? No murmuremos, sino cantemos. La sed espiritual resulta difícil de soportar; pero no es necesario que la soportemos, pues la promesa nos señala un pozo. Alentémonos y busquémoslo. Además, el pozo fue el centro de una oración: «¡Sube, oh pozo!». Debemos reclamar aquello que Dios se ha comprometido a darnos, de lo contrario manifestaremos que ni tenemos deseos de ello ni fe alguna. Roguemos esta noche que tanto el pasaje leído como nuestras devociones no sean una formalidad vacía, sino un canal de gracia para nuestras almas. ¡Ojalá el Espíritu Santo actúe en nosotros con todo su poder, llenándonos de toda la plenitud de Dios! Finalmente, el pozo en cuestión fue el objeto de un esfuerzo: «Lo cavaron los príncipes del pueblo […] con sus báculos». El Señor quiere que seamos activos para obtener gracia. Nuestros báculos no son aptos para cavar en la arena, pero debemos usarlos con toda nuestra fuerza: no se debe descuidar la oración; ni han de abandonarse las reuniones; un tampoco hay que menospreciar el bautismo y la Cena del Señor. El Señor nos dará su gracia muy abundantemente, pero no por la vía de la ociosidad. Movámonos, pues, para buscar al Señor, en quien se encuentran todos los frescos manantiales.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 177). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Un salmo oracular

17 JUNIO

Deuteronomio 22 | Salmos 110–111 | Isaías 49 | Apocalipsis 19

El capítulo del Antiguo Testamento que más se cita en el Nuevo es el Salmo 110. Es un salmo oracular: es decir, no describe la experiencia del autor sino que pronuncia palabras que el autor había recibido por revelación inmediata y directa – en forma de “oráculo” de Dios mismo. Incluso puede que haya partes del salmo que el mismo salmista no llegase a sondear (de la misma manera que Daniel no sondeaba el significado de todo lo que vio en sus visiones y tuvo que transmitir a una generación venidera [Daniel 12:4, 8–10]).

En el salmo, el Señor, Yahvé, se dirige a alguien a quien David mismo llama “mi Señor”. Este elemento, tanto como cualquier otro, ha convencido a muchos comentaristas, sean judíos o cristianos, que se trata explícitamente de un salmo mesiánico, y que la persona con quien David habla es el mismo anhelado Mesías.

Voy a centrar mis comentarios en el versículo 4: “El Señor ha jurado y no cambiará de parecer: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.” Dado que Yahvé aquí se dirige al Mesías, ¿qué quieren decir estas palabras? Hay dos cosas que llaman la atención:

En primer lugar, Mequisedec mismo – es la segunda vez que se menciona en toda la Biblia. La primera vez fue en Génesis 14:18–20. Después de la derrota de los reyes, Abraham tiene un encuentro con este extraño rey-sacerdote, y le da una porción del botín. Hay varias cosas que se pueden deducir de este breve encuentro (ver la meditación del 13 de enero), pero luego Melquisedec desaparece del mapa, hasta este salmo, compuesto casi mil años más tarde.

En segundo lugar. Muchas cosas han sucedido en la historia de Israel. El pueblo había sido sometido a una esclavitud feroz, habían sido rescatados en el Éxodo, habían recibido la ley en Sinaí, habían entrado en la Tierra Prometida, y habían vivido el período de los jueces antes de llegar a este trance, a principios de la dinastía Davídica. Por encima de todo, en Sinaí se había prescrito un tabernáculo, con sus ritos asociados, todo lo cual debía ser ministrado por los levitas y por los sumos sacerdotes procedentes de esta tribu. La Ley de Moisés había estipulado de manera inequívoca que únicamente los levitas podían desempeñar estas funciones sacerdotales. Sin embargo, aquí tenemos un oráculo de Dios que insistía que Dios levantaría a otro sacerdote-rey con una descendencia muy diferente. Yahvé extenderá el cetro de este poderoso rey desde Sión: es decir, su poder estará vinculado a Sión, con Jerusalén, y con la dinastía Davídica naciente. Como sacerdote pertenecerá no al orden Levítico sino al de Melquisedec.

No es de extrañar que el autor de la carta a los Hebreos comprende que aquí se anuncia ni más ni menos que la caducidad de la Alianza de Moisés (Hebreos 7:11–12). Nos hacía falta un sacerdocio mejor, y ahora lo tenemos.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 168). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La fe implica riesgos

17 Junio 2017

La fe implica riesgos
por Charles R. Swindoll

Génesis 22:9

Algunas personas se cuidan tanto, que no se arriesgan por nada. Todo tiene que estar cuidadosamente regulado y bajo control… su control.  Los límites están definidos, las normas bien detalladas, cada céntimo justificado, nada de sorpresas. Y después de haber gastado tanto tiempo y tantos esfuerzos tratando de vivir sin problemas, terminan su vida sin haber hecho nada de valor duradero. No construyeron nada, no probaron nada nuevo, no invirtieron en nadie.

¡Pero Abraham no fue así! Su fe había madurado al punto de que su absoluta confianza en el carácter de Dios le había dado la libertad de echar la precaución por la borda, y arriesgarlo todo para obedecer. ¡Qué lección de teología tan perfecta para su hijo!

Ahora bien, el hijo que crió Abraham no era ningún tonto. Isaac sabía lo que podía pasar, y eso es lo que sucede después, a medida que avanza la historia. Leemos que llegaron al lugar que Dios le había dicho a Abraham, y levantó allí el altar, arregló la leña, y luego se puso a buscar a su hijo, que había huido para esconderse de su padre. ¡No! Isaac no hizo esto.

He escuchado incontables veces predicar sobre este pasaje, pero nunca he oído que alguien hable de la fe de este excelente joven. Vino a sacrificar ¡pero se dejó atar y colocar sobre el altar! Es obvio que este joven había aprendido bien su teología de su padre; un padre que renunció a su hijo porque tenía plena fe en su Dios. A propósito, Isaac no aprendió esa fe mientras subía la montaña esa mañana. La había estado cultivando por años, gracias al ejemplo permanente de su padre.

Es posible que algunos de ustedes, que son padres, se encuentren en una situación parecida mientras leen estas páginas. Puede ser que su relación con su hijo haya llegado a un punto en el que la única alternativa que le queda es encomendarlo totalmente al cuidado de Dios. A usted le gustaría ocuparse de los detalles, pero ya no puede hacer nada. Sabe que el Señor es bueno, y ha orado por una solución, pero nada ha cambiado. Sólo Dios puede intervenir, y porque eso es verdad, puede aprender algunas cosas de Abraham.

Ponga hoy en el altar esa relación con su hijo o hija. Entréguelos al Señor como una ofrenda. Tome el riesgo. Mentalmente, coloque a su muchacho o muchacha encima de la madera, y retírese del altar. Tenga fe en Dios y en su tiempo, y Él proveerá.

Tenga fe en Dios y en su tiempo, y Él proveerá.—Charles R. Swindoll

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 El tipo de oración que le agrada a Dios

JUNIO, 17
 El tipo de oración que le agrada a Dios

Devocional por John Piper

Pero a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra. (Isaías 66:2)
La primera marca de un corazón recto es que tiembla ante la Palabra del Señor.

Isaías 66 lidia con el problema de que algunas personas adoran a Dios de una manera que a él le agrada y que otras lo adoran de una manera que no le agrada. El versículo siguiente describe al malo que le presenta sacrificios: «El que mata un buey es como el que mata a un hombre, el que sacrifica un cordero como el que desnuca un perro». Sus sacrificios son abominación a Dios: van a la par con un asesinato. ¿Por qué?

En el versículo 4 Dios explica: «Porque llamé, mas nadie respondió, hablé, mas no escucharon». Sus sacrificios eran abominación a Dios porque el pueblo no prestaba oídos a su voz. Pero ¿qué hay de aquellos cuyas oraciones Dios escuchaba? Dios dice en el versículo 2: «Pero a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra».

Por consiguiente, concluyo que la primera marca de los justos, cuyas oraciones son una delicia para Dios, es que tiemblan ante la Palabra de Dios. Esas son las personas a quienes el Señor mirará.

Por lo tanto, la oración del recto que agrada a Dios viene de un corazón que en un principio se siente frágil en la presencia de Dios. Tiembla al oír la Palabra de Dios, porque se siente tan lejos del ideal de Dios, tan vulnerable a su juicio, tan indefenso y arrepentido por sus fallas.

Eso es justamente lo que dijo David en Salmos 51:17: «Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito;
al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás». Lo primero en la oración aceptable delante de Dios es el quebranto y la humillación de la persona que ora.

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Lo que nos frena

sábado 17 junio

Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.

Gálatas 5:1

Sois estrechos en vuestro propio corazón… ensanchaos también vosotros.

2 Corintios 6:12-13

Lo que nos frena

Un mensaje para los jóvenes cristianos

Quizá tenga la impresión de que lo que le frena en su vida cristiana son las condiciones de vida, las obligaciones sociales y profesionales, o incluso sus limitaciones físicas, su salud, sus capacidades. Esto puede ser cierto en algunos puntos, y si puede remediarlo, al menos en parte, vale la pena hacerlo. El apóstol Pablo escribió a los cristianos esclavos de Corinto: “Si puedes hacerte libre, procúralo más” (1?Corintios 7:21).

Pero en cuanto a esto, también hay una gran parte de ilusión, de la cual debemos ser conscientes, de otra manera nunca disfrutaremos de una verdadera libertad. ¿Qué piensa de ello? Si toda obligación exterior desapareciera, ¿sería suficiente para que usted encontrase la plena libertad a la que aspira?

En este ámbito, como en muchos otros, nuestras dificultades tienen su origen no fuera de nosotros, sino en nosotros. El problema está en nuestro propio corazón; ahí está el origen de nuestra falta de libertad. Nuestro corazón es prisionero de su egoísmo, de sus miedos y pasiones. Es él el que debe cambiar, dejándose educar por Jesucristo. Pidámosle a Dios, quien ha hecho de nosotros sus hijos, que abra nuestros corazones para que tomen consciencia de su amor y de su gracia. Entonces nuestra mente será liberada de todo lo que nos carga y nos frena. Tendremos una visión más abierta, más justa y más benevolente de los demás, y quizá también más justa de nosotros mismos.

2 Reyes 17:24-41 – Efesios 5 – Salmo 71:19-24 – Proverbios 17:15-16

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