La norma de Dios

La norma de Dios

6/20/2017

Seréis, pues, santos, porque yo soy santo. (Levítico 11:45)

La vida cristiana pudiera resumirse en esta declaración: Ser imitadores de Dios. Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). El apóstol Pedro reiteró esa norma elevada cuando dijo: “Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”.

Cuanto más se conoce a Dios, tanto más se entiende quién Él quiere que seamos, de modo que lo primero que el creyente debe procurar es conocer a Dios (Fil. 3:10). Eso puede lograrse solo cuando estudiamos el carácter de Dios como se revela en las Escrituras.

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Y dejando luego sus redes, le siguieron

20 de junio

«Y dejando luego sus redes, le siguieron».

Marcos 1:18

Cuando oyeron la llamada de Jesús, Simón y Andrés obedecieron enseguida, sin demorarse. Si con puntualidad y ardiente celo pusiésemos siempre en práctica lo que oímos, haciéndolo de inmediato o en la primera ocasión propicia, nuestra asistencia a los cultos y la lectura de libros buenos no dejarían de enriquecernos espiritualmente. No perderá su pan el que procure comerlo enseguida, ni puede privársele del beneficio de la doctrina a aquel que ha sido influido por ella. Muchos lectores y oyentes se sienten persuadidos por la palabra hasta el punto de proponer enmendarse; pero, ¡ay!, ese propósito es como una flor arrancada que no lleva fruto alguno. Los tales postergan, fluctúan y se olvidan hasta parecerse a esos estanques helados durante la noche que, por un momento, se deshielan ante el sol diurno para helarse de nuevo por la noche. Ese fatal mañana se halla enrojecido con la sangre del asesinato de las buenas resoluciones. Es la matanza de los inocentes. Estoy muy preocupado por la posibilidad de que mi libro Lecturas vespertinas no vaya a ser fructífero y, por eso, ruego a los lectores que no sean solamente lectores, sino también hacedores de la Palabra. La forma más provechosa de leer este libro es practicando la verdad. Si mientras lees estas páginas, te sientes impulsado a cumplir con algún deber, date prisa en hacerlo antes de que ese santo impulso desaparezca de tu alma; deja tus redes y todo lo que tienes para que no seas hallado rebelde a la llamada del Maestro. ¡No des lugar al diablo a causa de la demora! Apresúrate mientras la oportunidad y el fervor se encuentran felizmente unidos. No caigas en tus propias redes, sino rompe las mallas de la mundanidad y ve adonde la gloria te llama. Feliz el autor que se encuentra con lectores resueltos a llevar a cabo sus enseñanzas; su cosecha será de ciento por uno, y su Maestro obtendrá toda la gloria. Quiera Dios que tal sea nuestra recompensa en relación con estas breves meditaciones y sugerencias. ¡Oh Señor, concédele esto a tu siervo!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 181). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Segunda Temporada – Programa 65 – «La delincuencia: Anatomía de un criminal»

«La delincuencia: Anatomía de un criminal»

Segunda Temporada – Programa 65

Eduardo Saladin –  Salvador Gomez – Daniel Elías Robles

 

ENTENDIENDO LOS TIEMPOS

Surge en el 2013 como programa de radio bajo la cobertura de la emisora cristiana Radio Eternidad en la estación 990am. Las temáticas de nuestro programa son diversas y contemporáneas con las necesidades que se presentan  hoy en día en la sociedad. Todo tema es llevado a la luz de la Palabra de Dios que es la única mediadora entre los hombres y la única verdad que puede hacerle libre. Tratamos diferentes temas con el propósito de entender el presente bajo una cosmovisión bíblica y actuar en base a esta. Con nuestro productor Andrés Figueroa y el equipo de Gracia TV, quienes semanalmente transmiten este programa en un formato para Radio y TV.

http://www.entendiendolostiempos.org/

Me encuentro muy afligido

20 JUNIO

Deuteronomio 25 | Salmo 116 | Isaías 52 | Apocalipsis 22

A veces, las dificultades de traducción obligan a los traductores de la Biblia a incluir notas de pie de página que expongan las diversas posibilidades. En otras ocasiones no se incluye alternativa alguna y, como consecuencia, se pierde algo importante. Hay un ejemplo de cada uno de estos escenarios en el Salmo 116 y los dos merecen nuestra atención.

(1) En la Nueva Versión Internacional (NVI) leemos: “Aunque digo: ‘Me encuentro muy afligido’, sigo creyendo en Dios. En mi desesperación he exclamado; ‘Todos son unos mentirosos’ ”: (versos 10–11) traducido literalmente de la (NVI). Por otro lado, la Revised Standard Version traduce la primera línea de la siguiente manera: “No dejé de creer, aun cuando me decía en mi interior…”. Esta segunda interpretación es perfectamente legítima como moderna traducción del Hebreo original, y es así como la mayoría de las versiones lo siguen. Pablo está usando la traducción en griego antiguo del original hebreo—que se llama la Septuaginta (o versión de los LXX)—, la cual conserva el significado reflejado en la versión NVI del salmo 116:10–11 (ver 2 Corintios 4:13).

Pero, en este caso, lo asombroso es lo poco que está en juego. Tal vez la traducción de la NVI es algo más fuerte: la razón por la cual el salmista dijo que estaba afligido era que creía (“creía y por tanto dije…”). En otras palabras, fue su fe en Dios –y de la relación con Dios que esta fe presupone– lo que le permitió ver que cuando se enfrentaba con el sufrimiento terrible, era ni más ni menos que una aflicción enviada por Dios. Y, más importante aún, tanto la traducción de la NVI como la de la Revised Standard Version, expresan una verdad que se ilustra con frecuencia en los salmos y, especialmente, en Job: cuando alguien se siente desesperado (116:11) y se atreve a decirlo, no quiere decir que ha abandonado la fe. Al contrario, los gemidos que a veces salen del interior de una persona, si se entregan a Dios, son evidencia tanto de vida como de fe auténticas.

(2) La frase de la NVI dice: “Mucho valor ante los ojos del Señor la muerte de sus fieles” (116:15). A menudo se cita en los entierros e indudablemente expresa una verdad muy profunda, pero hay buenos motivos para pensar que la palabra traducida por “mucho valor” tendría que rezar “costosa” o algo parecido. De ahí que en la Biblia de Jerusalén encontramos: “The death of the devout costs Yahvé dear” (Le cuesta enormemente a Yahvé la muerte de uno de sus fieles). El hecho de que el salmista fue rescatado de la muerte (116:3, 8) indica que esta es la traducción más probable. Por supuesto, es la que mejor encaja con lo que dijo Jesús acerca de lo dolorosa que es para el Padre la muerte de un solo ser humano (Mateo 10:29–31).

En este caso, es muy importante que comprendamos que, aunque la soberanía de Dios rige todo, incluidas todas las muertes, este gobierno divino no es una fría cuestión de números. Él sabe mejor que nosotros cómo es de fea y antinatural la muerte, y lo estrechamente ligada que está con nuestra rebeldía y con la maldición que nuestro pecado conlleva. Es enormemente reconfortante saber que la muerte de los fieles es dolorosa para Yahvé. Pero aún más maravilloso es el precio que estuvo dispuesto a pagar para que la muerte diera lugar a la resurrección.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 171). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Pretextos

20 Junio 2017

Pretextos
por Charles R. Swindoll

1 Samuel 15:1-35

Aunque he conocido gente así, no puedo, sin embargo, entender la actitud de Saúl. ¿Cómo puede ser tan torpe una persona? Desobedeció el mandamiento expreso del Señor, quedándose no con unas pocas cosas que eran anatema, sino con todo lo que era de valor. Además de no tener cerebro, no tenía vergüenza. En vez de sentirse humillado por la culpa, se erigió un monumento a sí mismo para conmemorar ese día. Acán, por lo menos, tuvo el buen juicio de avergonzarse de su pecado. ¡Pero Saúl no! De alguna manera, se las arregló para torcer los acontecimientos y alterar los hechos, con el fin de presentarse corno el héroe de Dios.

La respuesta de Samuel es divertidísima: “Entonces, ¿qué es ese balido de ovejas en mis oídos y el mugido de vacas que oigo?” (1 Samuel 15:14).

Es asombroso como unos sencillos hechos pueden poner tan fácilmente en actividad a un corazón mentiroso.

Encuentro dos principios imperecederos en acción en la historia de Saúl, que merecen nuestra atención.

1. La manera como uno termina, es más importante que la manera como uno comienza.

Nadie se gradúa de la universidad, pensando: “Muy bien y ahora ¿cómo fracaso?”. Ningún novio o ninguna novia le dice a los invitados a su boda: “Disfruten de la fiesta; esto no va a durar más de dos años”. Solo cuando un hombre o una mujer terminan bien, podemos decir que tuvieron éxito en la vida. Un buen comienzo no garantiza un buen final. Un final feliz es el resultado de las buenas decisiones, y de una disciplina fiel y constante durante toda la vida.

2. El pretexto es desobediencia, porque se niega a aceptar la verdad. He escuchado decir que la mentira más destructiva es la que uno se dice a uno mismo. La justificación de los errores es una forma perversa de autoengaño. Comienza siendo pequeña, por lo general con algo inocente, y calladamente tuerce la mente para definir la verdad a su conveniencia. Al final, la mente autoengañada justifica todo de manera tan conveniente, tan automáticamente, que la persona no tiene idea de lo absurda que se ha vuelto su conducta. Nunca lo olvide, nadie es inmune.

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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La gracia es perdón ¡y poder!

JUNIO, 20

La gracia es perdón… ¡y poder!

Devocional por John Piper

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí. (1 Corintios 15:10)
La gracia no es simplemente lenidad cuando hemos pecado. La gracia es el regalo de Dios que nos capacita para no pecar. La gracia es poder, no solo perdón.

Lo vemos claramente, por ejemplo, en 1 Corintios 15:10, donde Pablo describe la gracia como el poder que nos capacita para hacer su obra. No es simplemente el perdón de los pecados, es el poder para perseverar en obediencia.

Por lo tanto, nuestros esfuerzos por obedecer a Dios no son hechos en nuestras propias fuerzas, sino «por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado» (1 Pedro 4:11). Es la obediencia de la fe.

Pablo lo confirma en 2 Tesalonicenses 1:11-12 al llamar a nuestros actos de bondad «obras de fe» y al decir que la gloria que estas obras traen a Jesús es «conforme a la gracia de nuestro Dios», ya que las llevamos a cabo «con [su] poder»:

«Con este fin también nosotros oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os considere dignos de vuestro llamamiento y cumpla todo deseo de bondad y la obra de fe, con poder, a fin de que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en Él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.»

La obediencia que agrada a Dios es fruto del poder de la gracia de Dios por medio de la fe. La misma dinámica opera en cada etapa de la vida cristiana. El poder de la gracia de Dios que salva por medio de la fe (Efesios 2:8) es el mismo poder de la gracia de Dios que santifica por medio de la fe.

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Un refugio seguro

El Señor es tu guardador.

Salmo 121:5

No… se dormirá el que te guarda.

Salmo 121:3

Un refugio seguro

Se cuenta que las golondrinas habían construido un nido en la tienda del emperador Carlomagno (742-814 d. C.) durante una campaña militar. En el momento de levantar el campamento, el emperador ordenó que no moviesen la tienda hasta que los pajarillos pudiesen volar. Nadie debía tocarlos, ni siquiera asustarlos. Nos sorprende el cuidado que un jefe de guerra, que gobernó gran parte de Europa Occidental y Central, prodigó a esos pájaros que se habían refugiado en su tienda.

Quizás olvidamos que Dios, mucho más poderoso que un emperador, cuida de todas sus criaturas, incluso de las más vulnerables e insignificantes a los ojos de los hombres: “Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos” (Salmo 84:3). “Ni uno de ellos está olvidado delante de Dios”, dijo Jesús, antes de añadir: “No temáis, pues” (Lucas 12:6-7).

Él proveyó todo lo necesario para el hombre antes de colocarlo en la tierra; Él lo formó con sus manos y conoce sus debilidades, descendió a la tierra para tener un encuentro con él. Nos amó, fue despreciado y sufrió hasta dar su vida por nosotros. ¿Cómo no cuidará de aquellos que confían en él?

El rey David, una figura de Jesucristo, dijo a Abiatar, quien había ido a refugiarse junto a él: “Quédate conmigo, no temas… pues conmigo estarás a salvo” (1 Samuel 22:23).

¡Qué paz, que tranquilidad para aquel que depositó su confianza en Dios y se abandona a sus tiernos cuidados!

“No hay santo como el Señor; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el Dios nuestro” (1 Samuel 2:2).

2 Reyes 20 – 1 Timoteo 2 – Salmo 73:1-9 – Proverbios 17:21-22

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