La profundidad del amor

La profundidad del amor

6/23/2017

Ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. (1 Pedro 4:8)

Los cristianos debemos amar hasta más no poder, que incluye el cubrir “multitud de pecados”. Se debe afrontar el pecado pero también se debe perdonar. Eso es lo que implica “cubrir”. Debemos poner una frazada sobre el pecado pasado ya resuelto.

Examínese. ¿Le guarda rencor a alguien en su casa? Si lo hace, recuerde que Jesucristo ya pagó el castigo de cualquier cosa que esa persona hiciera. Su incapacidad para perdonar contradice su amor. Y si la falta de perdón es característica de su vida, tal vez usted no sea cristiano.

Inevitablemente, los que tienen un gran sentido del perdón están dispuestos a perdonar a los demás. Las personas que saben que se les ha perdonado mucho pueden perdonar mucho. Espero que eso le suceda a usted.

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Esperando la adopción

23 de junio

«Esperando la adopción».

Romanos 8:23

Aun en este mundo los santos son hijos de Dios; pero los hombres no pueden comprobarlo si no es por ciertas características morales. La adopción no se ha manifestado aún: aún no se ha declarado abiertamente quiénes son los hijos. Entre los romanos, alguien podía ser hijo adoptivo y el hecho mantenerse en secreto durante mucho tiempo; no obstante, había una segunda adopción en público, cuando se llevaba al niño ante las autoridades constituidas, se le quitaban sus vestidos anteriores y el padre que lo recibía le daba una ropa apropiada a su nueva condición: «Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser». Aún no estamos vestidos con la ropa apropiada para la familia real en el Cielo. Llevamos puesto (en esta carne y sangre) precisamente aquello que visten los hijos de Adán; pero sabemos que «cuando él [quien es ‘el primogénito entre muchos hermanos’] se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es». ¿No puedes imaginarte a un niño, tomado de la clase más baja de la sociedad romana y adoptado por un senador, diciendo: «Ansío el día cuando seré adoptado públicamente; entonces dejaré estos vestidos plebeyos y se me vestirá como conviene a mi rango senatorial»? Se siente feliz con lo que ha recibido; por eso gime por alcanzar la plenitud de aquello que se le ha prometido. Así ocurre con nosotros actualmente: estamos esperando ser ataviados con nuestros propios vestidos y hasta manifestados como hijos de Dios. Somos jóvenes nobles y aún no nos hemos ceñido nuestras coronas. Somos jóvenes novias y aún no ha llegado el día de nuestro casamiento: el amor que nuestro Esposo nos profesa nos lleva a ansiar y anhelar la mañana de nuestra boda. Nuestra felicidad misma nos hace gemir por una felicidad mayor. Nuestro gozo, como un manantial que se desborda, ansía brotar como un géiser de Islandia, que salta hasta el cielo. Ese gozo suspira y gime dentro de nuestro espíritu por falta de espacio y lugar para manifestarse a los hombres.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 184). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Problemas en el púlpito evangélico

Problemas en el púlpito evangélico

Juan Stam

Hay una crisis de insensatez en el púlpito evangélico hoy. No podemos negar que muchos siervos del Señor están exponiendo la Palabra fielmente semana tras semana, pero probablemente son minoría y poco reconocidos. Un monitoreo de la predicación en los medios de comunicación masiva (televisión, radio y casetes) nos da mucho de que preocuparnos.

Hace poco un predicador centroamericano bastante famoso predicó sobre Génesis 15:6, “Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia” (ver Romanos 4:3, Gálatas 3:6, Santiago 2:23). Comenzó su sermón diciendo, “Esta mañana oré mucho, y pedí al Espíritu Santo revelarme la palabra precisa para explicar este texto hoy, y me dio la palabra ‘derecho’”. En seguida interpretó el texto como “la fe le fue contada por derecho”, en el sentido moderno de ese término. Pero ¡qué raro! Difícilmente podría haber peor manera de malentender ese texto. O el Espíritu Santo se equivocó, o el distinguido predicador oyó mal la voz divina, y compartió su confusión con millones de televidentes.

Es siempre peligroso atribuir al Espíritu Santo nuestras interpretaciones del texto bíblico, para terminar culpando al Espíritu divino por nuestros errores humanos. Una vez escuché a un pastor decir, “He hablado lenguas, he profetizado, y ahora estoy pidiendo al Señor el don carismático de la exégesis”. ¡No, hermano! El Espíritu da muchos dones carismáticos, pero la exégesis no es uno de ellos. El don de la exégesis viene por escudriñar las escrituras y examinarlo todo según los mejores métodos de la interpretación. En eso el Espíritu de Dios nos acompaña y nos ilumina, pero no nos desplaza como para hacer él las tareas que nos tocan a nosotros, ni mucho menos de otorgar infalibilidad divina a nuestros desvaríos.

Unos meses antes escuché a ese mismo predicador exponer la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30). El punto central que sacó del texto era algo que ni aparece en el texto: “La igualdad”, dijo, “de que tanto hablan los comunistas, no es un concepto bíblico. El Creador de la desigualdad es Dios, porque no da lo mismo a todos”. Pero la parábola no atribuye a Dios las desigualdades de esta vida, ni hace ninguna correlación entre Dios y el amo de la parábola. La primera ley para la interpretación de parábolas es interpretarlas desde su mensaje central y no desde sus detalles aislados. Si interpretáramos de esa misma manera la parábola del mayordomo injusto, sacaríamos conclusiones nefastas. La parábola de los talentos es un llamado a la mayordomía, no una defensa de la desigualdad, un mal que condenan muchos otros pasajes de la Biblia.

En algunos casos, estas aberraciones homiléticas son menos absurdas sino parecen ser inferencias lógicas del texto. Un caso es la consigna que si Cristo entregó las llaves a nosotros, entonces ya no las tiene él. ¡Perfectamente lógico! Lo que regaló a otros ya no me queda a mí. Puede ser lógico, pero no es bíblico. Los testigos de Jehová concluyen, muy lógicamente, que si Dios dice a Jesús “tú eres mi hijo, hoy te he engendrado”, entonces antes el Hijo no existía. Para hacer tal inferencia lógica, tienen que hacer caso omiso del contexto, del trasfondo de la frase en Salmo 2 y de muchos detalles más, muy importantes para la exégesis. En general, los heréticos son muy lógicos, pero nada bíblicos. No toda inferencia lógica del texto es fiel al sentido de él y al mensaje que el Espíritu Santo inspiró.

No hace mucho otro predicar hizo una exégesis muy lógica de Hechos 2:17, “derramaré mi Espíritu sobre toda carne”. Pues bien, los animales también son carne, por lo que podemos entender que Dios promete derramar su Espíritu sobre nuestros ganados y mascotas, y debemos orar por la sanidad divina de ellos. Es perfectamente lógico — pero lamentablemente, no tiene nada que ver con el sentido del texto. Los impíos e incrédulos son carne también, Hitler y Somoza y Pinochet eran “carne”. Así entendido, el Pentecostés no significaría nada.

Es curioso que en esta nueva ola homilética, que es claramente anti-intelectual, hay un prurito irresistible de aclararnos “el sentido del griego (o hebreo) original”. Los autores bíblicos se sorprenderían mucho al descubrir lo que ellos querían decir “en la versión original”. El más común de estos abusos consiste en apelar a etimologías fantasiosas, como “sin-cera” para “sincero” o “dinamita” para dúnamis, que son puros inventos que nada tienen que ver con el mensaje original del texto. Toda la especulación sobre la supuesta diferencia entre “Rhema” y “Logos” carece de base confiable en la semántica de texto original. Son incontables las “maravillas” que estos predicadores pretenden sacar de los idiomas originales, que sólo dejan evidente que ellos no conocen esos idiomas y que las más de las veces han sacado sus maravillas no del texto original sino de comentarios en el inglés. Su uso de palabras griegas muestra que no las entienden gramaticalmente, por ejemplo cuando un predicador trata palabras como neanískos y bréfos como si fueran plurales, sólo porque terminan en la letra “ese”. No es necesario, para nada, ni en general bueno, que los predicadores aluden al hebreo y el griego. Pero si lo van a hacer, por lo menos que lo hagan responsablemente, con el debido conocimiento del idioma.

Creo que es hora de preocuparnos muy seriamente por el púlpito evangélico, antes de que pierda para siempre toda racionalidad y coherencia.

Juan Stam Teólogo Costaricense y autor de Las Buenas Nuevas de la Creación. El profesor Stam también es conferencista. Ver su sitio personal.

¡Maldiciones!

23 JUNIO

Deuteronomio 28:20–68 | Salmos 119:25–48 | Isaías 55 | Mateo 3

Puede que no haya ningún pasaje en la Biblia más perturbador que Deuteronomio 28:20–68. El escenario que el texto describe es el de los juicios que caerían sobre el pueblo de Dios si desobedecían los términos del pacto y se rebelaban contra Dios, “Si no te empeñas en practicar todas las palabras de esta ley, que están escritas en este libro, ni temes al Señor tu Dios, ¡nombre glorioso e imponente!” (28:58)

Hay muchos elementos en estas maldiciones que nos llaman la atención. Me quiero centrar en dos de ellos.

En primer lugar, los juicios detallados aquí se podrían interpretar desde un punto de vista secular como accidentes de unas circunstancias políticas y sociales cambiantes, o dentro de una cosmovisión pagana como el fatal destino desencadenado por unos dioses malévolos. A primera vista, todos los juicios se desarrollan dentro del mundo natural: la enfermedad, la sequía, la hambruna, la derrota militar, los forúnculos, la pobreza, el sometimiento a un poder superior, las plagas de langostas, las desavenencias económicas, el cautiverio, la esclavitud, los estragos terribles de los sitios interminables, el declive demográfico, la diáspora entre las naciones. En otras palabras, no hay ningún juicio que parezca ser una clara intervención desde los cielos. Por lo tanto, los que han dejado de escuchar las palabras de Dios se encuentran en la horrible situación de sufrir castigos que no creen proceder de él. Y esto forma parte justamente del castigo: se enfrentan a castigos, pero en su incredulidad están tan endurecidos que ni siquiera son capaces de ver tal castigo como lo que es. Las bendiciones que habían gozado por la benévola misericordia, no habían sabido recibirlas como dones de Dios; las maldiciones que ahora sufrían se infligen desde el placer de Dios (28:63), y siguen incapaces de reconocerlos como dádivas a Dios. La ceguera se enquista, se vuelve sistémica, persistente, humanamente incurable.

En segundo lugar, los juicios de Dios se extienden más allá de las tragedias infligidas desde el exterior hasta mentes que están totalmente descolocadas –en parte por la magnitud de la pérdida, pero también por Dios mismo–. El Señor dará a estas personas “…ni paz ni descanso. El Señor mantendrá angustiado tu corazón; tus ojos se cansarán de anhelar, y tu corazón perderá toda esperanza. Noche y día vivirás en constante zozobra, lleno de terror y nunca seguro de tu vida” (28:65–66). Este Dios no sólo controla los sucesos materiales de la historia, sino también las mentes y los sentimientos de los que caen bajo sus juicios.

Ante un Dios así, es indeciblemente necio intentar escondernos o engañarle. Lo que debemos hacer es arrepentirnos y arrojarnos a sus pies pidiendo misericordia, pidiéndole la gracia necesaria para seguirle en un espíritu de obediencia honesta, conscientes de lo terrible que es la rebeldía, con los ojos abiertos para percibir y recibir tanto su bondad providencial como sus juicios providenciales. Debemos ver la mano de Dios en todo; debemos juzgarlo todo, resueltos a centrarnos inamoviblemente en él en nuestra manera de interpretar nuestras realidades.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 174). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Un caminar intransigente

23 Junio 2017

Un caminar intransigente
por Charles R. Swindoll

Salmo 1

Mientras leo el Salmo 1, tres ilustraciones de la Biblia llegan a mi mente. Dos hombres coquetearon con la maldad y luego cayeron; pero hubo otro que rehusó «caminar en el consejo de los impíos».

Las dos primeras ilustraciones tienen que ver con Lot y Sansón; la tercera tiene que ver con José.  La gente alrededor del mundo sabe de Sansón, cuya vida se describe claramente en Proverbios 5:20 -23:

¿Por qué, hijo mío, andarás apasionado por una mujer ajena
y abrazarás el seno de una extraña?
Los caminos del hombre están ante los ojos del SEÑOR,
y él considera todas sus sendas.
Sus propias maldades apresarán al impío
y será atrapado en las cuerdas de su propio pecado.
Él morirá por falta de disciplina,
y a causa de su gran insensatez se echará a perder.

Muchas personas no saben quien es Lot, el sobrino de Abraham. Teniendo en mente Salmo 1:1, lea lo que dice el Génesis 13:

Lot eligió para sí toda la llanura del Jordán, y partió Lot hacia el oriente. Así se separaron el uno del otro. (v. 11)

Lot «camino en el sendero del impío».

Abram habitó en la tierra de Canaán, y Lot habitó en las ciudades de la llanura y fue instalando sus tiendas hasta Sodoma.  Los hombres de Sodoma eran malos y muy pecadores contra el Señor. (vv. 12-13)

Él «se detuvo en el lugar de los pecadores».

Y en Génesis 19:

Los dos ángeles llegaron a Sodoma al anochecer. Lot estaba sentado junto a la puerta de Sodoma. (v. 1)

Lot ahora vivía en medio de ellos y su morada se encontraba en la «silla de los burladores».

En el caso de José, el asunto era totalmente diferente. José rehusó permitir que el trajín diario de la transigencia le afectara aún cuando la esposa de Potifar continuara seduciéndole. Haga una pausa y lea Génesis 39: 1-12.

José, literalmente, huyó de ella y de sus seducciones. Me parece muy significativo que cada vez que el Nuevo Testamento habla sobre los pecados sexuales, se nos dice que debemos «huir». El Salmo 1:1 nos asegura que seremos sumamente felices si nos alejamos de las primeras señales de transigencia con la maldad. La felicidad ocurre cuando hay mancha en nuestra pureza moral.

La canción antigua continúa diciendo: «Más bien, en la ley del Señor está su delicia, y en ella medita de día y de noche». (v. 2)

Este versículo comienza con la frase, «más bien» que implica un contraste. El primer versículo explica una situación negativa, mientras que este versículo explica una situación positiva. En contraste a la transigencia y a la erosión, el creyente piadoso se ocupa en la Palabra de Dios.

¿Por qué David menciona la ley aquí? Porque si deseamos cambiar nuestro estilo de vida, necesitamos un parámetro absoluto, una dirección clara. La Palabra de Dios nos da esa dirección. La palabra, «ley» se refiere a la palabra escrita de Dios, la Biblia (Salmo 119: 9). El salmista afirma que una persona justa se «deleita» en la Palabra de Dios. Ella no mira la Escritura como si fuese una carga o una interrupción en su día. Más bien, de día y de noche medita en ella.

El versículo 1 del Salmo 1 nos promete la felicidad; el versículo 2 nos provee los medios para alcanzarla. Ahora el versículo 3 nos muestra el resultado final:

Será como un árbol
plantado junto a corrientes de aguas
que da su fruto a su tiempo
y su hoja no cae.
Todo lo que hace prosperará.

Es interesante ver que el verbo que se utiliza en este pasaje con la persona justa tiene que ver con «ser» en lugar de «hacer».

Me impresiona saber que seremos algo en vez de hacer algo como resultado de deleitarnos y meditar en la Palabra de Dios. El versículo nos dice, si ninguna pompa pero con seguridad, que  seremos como un árbol en cuatro formas específicas. Seremos:

1. Plantados: fuertes, estables, arraigados, sólidos y firmes.
2. Fructíferos: la producción es algo que ocurre naturalmente después de ser plantados y de crecer.
3. Vivos: aun en medio de días difíciles, el alma no se marchita.
4. Prósperos: cumple los objetivos que Dios ha diseñado para su vida.

Jeremías dice lo mismo: «Será como un árbol plantado junto a las aguas y que extiende sus raíces a la corriente» (Jeremías 17:5- 8). Permítame animarle a que camine de manera pura e intransigente; que se deleite en la Palabra de Dios y que llegue a ser un «árbol espiritual» estable y confiable.

No existe ningún atajo para la madurez espiritual. Al igual que la madurez física, el desarrollo ocurre diariamente y necesita buena alimentación y un ambiente adecuado. Si usted sigue una buena dieta espiritual y un ambiente adecuado, usted puede experimentar «abundancia de felicidad» y lo mejor de todo es que el afán diario de la transigencia y sus efectos dañinos no le afectarán.

Afirmando el alma
Considere sus propias circunstancias y pregúntese a sí mismo, en términos prácticos, ¿qué significa caminar en el consejo de los impíos? ¿Cuales decisiones se toman allí? Por otro lado, ¿cómo puede usted cultivar ese «deleite» en la Palabra de Dios? Haga una lista de los pasos a seguir y establezca objetivos específicos para ponerlos en práctica.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

La fe honra a aquel en quien confía

JUNIO, 23

La fe honra a aquel en quien confía

Devocional por John Piper

Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios. (Romanos 4:20)
Anhelo que Dios sea glorificado en nuestra búsqueda de santidad y amor; pero Dios no es glorificado a menos que nuestra búsqueda sea enriquecida por la fe en sus promesas.

Y el Dios que se reveló plenamente en Jesucristo, quien fue crucificado por nuestros pecados y resucitado por nuestra justificación (Romanos 4:25), es más glorificado cuando abrazamos sus promesas con firmeza y gozo, porque estas fueron compradas por la sangre de su Hijo.

Dios recibe honra cuando somos humillados por nuestras debilidades y fracasos, y cuando confiamos en que recibiremos de él gracia venidera (Romanos 4:20). Por lo tanto, a no ser que aprendamos a vivir por fe en la gracia para el futuro, los actos religiosos extraordinarios que podamos llevar a cabo no son para la gloria de Dios.

Él recibe la gloria cuando el poder para ser santos proviene de una fe humilde en la gracia venidera.

Martí?n Lutero dijo: «[La fe] honra a aquel en quien confía? con el respeto más grande y reverente, ya que lo considera veraz y confiable». El Dador en quien confiamos recibe la gloria.

Mi gran deseo es que aprendamos a vivir para la honra de Dios; y esto significa vivir por la fe en la gracia venidera, lo cual, a su vez, implica luchar contra la incredulidad cada vez que se revele.

Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

Bondad no significa debilidad

¡Señor! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado.

Éxodo 34:6-7

Bondad no significa debilidad

A veces oímos decir: «Dios es tan bueno que acabará salvando a todos».

–Pero bondad no significa debilidad. Creemos en el Dios del que nos habla la Biblia, es decir, un Dios justo, santo, que también es amor; y no en el «buen Dios», como escuchamos en el lenguaje cotidiano. El Dios de la Biblia es fiel, tanto en sus promesas de juicio, de castigo, como en sus promesas de gracia y de perdón.

–Bondad no significa olvido. Por lejanas y antiguas que sean nuestras faltas, mientras no las confesemos a Dios, él no las olvida. Pero, si lo hacemos, Dios perdona, y olvida; no es por debilidad, indulgencia o amabilidad, sino porque aceptamos que su Hijo Jesucristo expió nuestros pecados. Jesús recibió en nuestro lugar el castigo que merecíamos. Así es como Dios puede perdonarnos… y aún más, justificarnos, es decir, hacernos justos sobre una base totalmente segura.

–Bondad tampoco significa compromiso. No pensemos que Dios es complaciente, que tiene en cuenta nuestras buenas intenciones, que pasa por alto nuestras pequeñas mentiras para castigar solo las faltas más graves.

Dios es justo, es amor, y no es ni indulgente ni débil. Hoy salva a todos los que se arrepienten y responden a su propuesta de perdón y reconciliación.

¿Y los demás…? ¿Cómo podrían escapar al juicio de Dios, pues, precisamente, Dios es justo?

2 Reyes 23:1-20 – 1 Timoteo 5 – Salmo 74:1-11 – Proverbios 17:27-28

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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