Huya de la cueva

Huya de la cueva

6/27/2017

Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. (Juan 12:35)

Cuando un cristiano peca y participa en las obras de las tinieblas, es como si hubiera tenido una recaída.

Imagínese que está perdido en una cueva. Cuando trata de encontrar la salida, solo se adentra cada vez más en el laberinto de túneles. Pronto está en el vientre de la tierra. Está asustado. Le late con fuerza el corazón. Tiene los ojos bien abiertos, pero lo único que ve es una oscuridad agobiante. Anda a tiendas durante horas, y las horas se convierten en un día, y luego otro día. Toda esperanza parece perdida. De repente, a cierta distancia, se ve una lucecita. Usted se mueve hacia ella, tratando de no caer en un hoyo profundo. ¡Al fin la luz comienza a ampliarse y usted se encuentra en una abertura de la cueva! Con la fuerza que le queda reanuda su viaje hacia la luz del día. Descubre entonces una libertad como nunca la había concebido como posible. Sin embargo, poco después de escapar piensa que había varias cosas de las que disfrutaba en la cueva. De modo que regresa. ¡Cuán insensato! Pero eso es lo que hace un cristiano cuando va tras las obras de las tinieblas.

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Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede

27 de junio

«Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede».

1 Corintios 7:20

Algunas personas tienen la estúpida idea de que la única manera de vivir para Dios es siendo pastores, misioneros o maestros de escuela dominical. ¡Ay, a cuántos se privaría de una oportunidad de alabar al Altísimo si esto fuera verdad! Querido amigo, no se trata del cargo, sino de la diligencia; no es la posición, sino la gracia, aquello que nos capacita para glorificar a Dios. A Dios se le glorifica mucho, sin duda, en el taller del zapatero remendón: donde el trabajador piadoso canta del amor del Salvador mientras maneja la lesna. Sí, ahí se le glorifica mucho más que en innumerables templos donde una religiosidad oficial cumple con sus míseros deberes. El nombre de Jesús lo glorifica también el carretero indocto, mientras guía su caballo bendiciendo a su Dios y hablando tanto en el camino a sus compañeros como el predicador conocido que, cual un Boanerges, hace tronar el evangelio por todo el país. Glorificamos a Dios cuando le servimos según nuestra propia vocación. Ten cuidado, querido lector, de no olvidar la senda del deber abandonando tu trabajo, y cuida de no deshonrar tu profesión mientras la ejerces. Piensa poco de ti mismo, pero no pienses demasiado poco de tu llamamiento. Todo negocio legítimo puede santificarse mediante el evangelio para los fines más nobles. Vuelve a la Biblia y hallarás las formas más vulgares de trabajo relacionadas, bien con los hechos más arriesgados, bien con personas cuyas vidas fueron insignes por su santidad. Por consiguiente, no estés descontento con tu vocación. Cualquiera que sea la posición o la obra en que Dios te haya puesto, permanece en ella, a no ser que estés completamente seguro de que él te llama a otra cosa. Que tu primera preocupación sea glorificar a Dios hasta lo sumo en el lugar donde estás; ocúpate de alabarle en tu presente esfera de acción y, si él te necesita en otro lugar, te lo hará saber. Deja de lado esta noche cualquier ambición enojosa y confórmate con lo que tienes.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 188). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

¿Estamos bien enfocados? 

¿Estamos bien enfocados? 
por D. Martyn Lloyd-Jones
 
Habacuc 1.12–17 (especialmente versos 12 y 13)
 
Es importante que el cristiano no sólo lea los periódicos y entienda algo de lo que está aconteciendo en el mundo, sino también que comprenda el significado de los eventos. Existen en nuestro tiempo graves peligros que amenazan a la Iglesia. Y, a no ser que tenga cuidado, corre el peligro, como Israel en el pasado, de entrar en alianzas políticas con el fin de impedir lo que Dios ha ordenado. Es esencial que la Iglesia no analice los problemas con un ojo político, sino que aprenda a interpretarlos espiritualmente, y entenderlos a la luz de las instrucciones que Dios le ha dado. Lo que al hombre natural le resulta aborrecible y aun desastroso, puede ser precisamente el medio que Dios está utilizando para castigarnos y restaurarnos a una correcta relación con él. De modo que no debemos apresurarnos para arribar a conclusiones que no sean las precisas.
 
La importancia de los métodos de enfoque
 
La mayoría de los problemas y perplejidades de la vida cristiana se originan por la falta de un adecuado método de enfoque. Es mucho más importante conocer la forma de enfocar los problemas, que tener una respuesta inmediata para cada dificultad en particular. Los hombres habitualmente quieren una respuesta clara para cada asunto específico, pero la Biblia no siempre nos da lo que queremos en este sentido. Sin embargo, nos enseña un método. Somos muy propensos a dejar cundir el pánico y a buscar conclusiones rápidas cuando ocurre lo inesperado y cuando Dios procede con nosotros de una manera inusual. En el Salmo 73 se nos señala el peligro de hablar inadvertidamente con nuestros labios. Al ver ciertos males el salmista exclamó: «Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia» (Sal 73.13). ¿Había entonces algún beneficio en comportarse en forma piadosa? Repentinamente recapacitó y dijo: «Si dijera yo: Hablaré como ellos…» así reconoció que había hablado desacertadamente con sus labios. Había comenzado a hablar sin antes pensar.
 
En esta situación debemos buscar la manera correcta de actuar. El problema puede presentarse en el área personal, o bien puede ser de alcance nacional, o también, como ciudadanos de este mundo, en la esfera más amplia de los acontecimientos históricos. De manera que vamos a analizar cuidadosamente este perfecto ejemplo de método de enfoque que encontramos, entre tantos otros, en la Biblia.
 
La descripción del método
 
Tiempo para pensar
 
La primera regla consiste en pensar en lugar de hablar. «Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse» (Stg 1.19). Nuestra dificultad está en que somos prontos para hablar, prontos para airarnos y tardos para pensar. Sin embargo, según este profeta, lo primero que debemos hacer es examinar. Antes de expresar nuestras reacciones debemos disciplinarnos para pensar. Quizá es bastante aparente el énfasis que damos a esto, pero bien sabemos todos que es precisamente aquí donde nos descarrilamos.
 
Establecer principios básicos
 
La regla siguiente es que cuando comenzamos a pensar, no debemos encarar el problema inmediato. Debemos volver hacia atrás y aplicar la estrategia del enfoque indirecto. Este es un principio muy conocido en la estrategia militar. En la Segunda Guerra Mundial el enemigo común era Alemania, pero los países aliados comenzaron a derrotar a Alemania en África del Norte. Utilizaron la estrategia de aproximación indirecta. Este método de acercamiento es de vital importancia en la vida espiritual, sobre todo cuando nos enfrentamos con un problema como el que tenemos delante nuestro. Necesitamos comenzar pensando más atrás, y aproximarnos al problema en forma indirecta.
 
Debemos traer a nuestra memoria aquello de lo que estamos absolutamente seguros, que está fuera de toda duda o disputa. A veces ayuda si nos sentamos y escribimos para nuestro propio provecho algo semejante a lo siguiente: «En esta terrible y perpleja situación en la que ahora me encuentro, sé, que por lo menos en un aspecto, estoy pisando en tierra firme». Cuando trepamos montañas, a veces nos encontramos con piedras sueltas o tierra movediza y la única forma de seguir adelante es buscando un punto donde podamos afirmar nuestros pies con seguridad. La única forma de avanzar es buscando bases firmes donde apoyarnos. De igual manera, ante problemas espirituales, debemos retornar a los principios absolutos y eternos. La psicología de esto es evidente, pues tan pronto volvamos a principios básicos, comenzaremos a perder el sentido de pánico y desesperación. Es grandioso poder reconfortar nuestras almas con aquellas verdades que están fuera de toda disputa.
 
Aplicar los principios al problema
 
Después de haber hecho esto, podemos tomar el paso siguiente y colocar el problema particular dentro del contexto de aquellos firmes principios que nunca hemos puesto en duda. Es un hecho indiscutible que sólo se puede encontrar una solución a los problemas si se ubican dentro del contexto correcto. La manera de interpretar un pasaje difícil de las Escrituras, es considerarlo dentro de su contexto.
 
Con frecuencia confundimos el significado de una frase porque la sacamos de su contexto, pero cuando la analizamos en forma correcta, generalmente descubrimos que el contexto interpreta al texto acertadamente. Lo mismo es aplicable al problema particular que puede estar causando ansiedad o preocupación.
 
Si persisten las dudas, encomendar el problema a Dios con fe
 
Esto nos conduce al último paso del método. Si todavía persistimos en la incertidumbre y no tenemos una respuesta clara, debemos llevarlo sencillamente a Dios en oración y dejarlo allí, con él. Esto es lo que el profeta hizo, según 1.13. En el verso 12 y la primera parte del 13, encontramos que el profeta continuaba en la perplejidad y en consecuencia llevó el problema a Dios, y allí lo dejó.
 
Una vez que establecemos el método correcto, lo podemos aplicar a cualquier problema, ya sea a los tratos de Dios con una nación, a los problemas mundiales o a dificultades personales. Sea cual fuere el problema, debemos detenernos para pensar, establecer cuáles son los principios básicos, e introducir el problema dentro de ese contexto. Si todavía persiste la dificultad, llevarlo a Dios en oración y dejarlo allí.
 
Tomado y adaptado del libro Del temor a la fe, D. Martyn Lloyd-Jones, Editorial DCI- Hebrón.

“Padre, soy salvo”

27 JUNIO

Deuteronomio 31 | Salmo 119:121–144 | Isaías 59 | Mateo 7

Uno de los grandes temas de las Sagradas Escrituras es el mismo que sale con frecuencia en el Salmo 119– es el despliegue de las palabras que Dios da luz “y da entendimiento al sencillo” (119:130) en dos aspectos, como mínimo.

En primer lugar, “sencillo” se puede referir a los “necios”, los “cortos de entendimiento” –los que no entienden nada de cómo vivir en la luz de la revelación que Dios en su gracia ha provisto–. La exposición de las palabras de Dios da luz a personas así. Les enseña cómo tienen que vivir, y les da una profundidad y comprensión en cuestiones morales y espirituales que jamás habían demostrado anteriormente.

En segundo lugar, las palabras de Dios expanden nuestros horizontes. Unos párrafos antes, el salmista escribió: “¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día medito en ella. Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos porque me pertenecen para siempre. Tengo más discernimiento que todos mis maestros porque medito en tus estatutos. Tengo más entendimiento que los ancianos porque obedezco tus preceptos” (119:97–100). El salmista no está diciendo que tenga un coeficiente intelectual superior que sus profesores, ni que sea más inteligente que sus enemigos ni más listo que los ancianos del pueblo. Más bien está afirmando que la reflexión continua en la instrucción de Dios (su “ley”) y un compromiso profundo a obedecer los preceptos de Dios, provee al creyente unos parámetros para la vida y también un entendimiento más profundo que quedan inasequibles tanto a los que son teólogos brillantes pero nada más, como a los líderes políticos muy bien adiestrados.

Uno de mis propios estudiantes podría servir de ejemplo. A duras penas se licenció de la escuela secundaria. Jamás había entrado en ninguna iglesia. Cuando preguntaba a su padre acerca de Dios, se le decía que dejara de hablar de temas así. Se alistó en el ejército como un soldado raso y llevó una vida dura. En varias ocasiones se drogó con LSD. Finalmente se alistó en las fuerzas aéreas y comenzó a llevar su ejemplar de la Biblia (repartida a todos los soldados por los gedeones) por todas partes, como si fuese un talismán y así protegerse del peligro cuando saltaba de los aviones. En una ocasión la comenzó a leer –al principio despacio, ya que no era buen lector–. La leyó toda entera y se convirtió. Se acercó a uno de los capellanes y le dijo: “Padre, soy salvo”. El capellán le dijo: “Aun no”, y le inició en las clases de catecismo. Por fin encontró una iglesia que enseñaba la Biblia. Se liberó de las drogas (y al cabo de seis meses muchos de sus compañeros drogadictos en el ejército fueron expulsados), dejó el ejército, consiguió entrar en la universidad por los pelos, pero creció y maduró enormemente hasta encontrarse entre los mejores en Griego en la Facultad de Teología.

Absorbía profundamente las palabras de Dios. Transformó su vida y le proporcionó más entendimiento que muchos de sus profesores. “La exposición de las palabras de Dios da luz, y da entendimiento al sencillo”.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 178). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Las Pruebas Diarias

26 Junio 2017

Las Pruebas Diarias
por Charles R. Swindoll

El recetario de la Sra. Moisés, probablemente contenía una sección titulada “Mil Maneras para cocinar Maná”. Y si no me equivoco, las llevó a cabo todas… varias veces. Lo que el mate es para los argentinos, las arepas para los colombianos, las pupusas para los salvadoreños y los frijoles pinto para los mexicanos, el maná lo fue para los ambulantes hebreos por 40 años (Éxodo 16:35). Lo hirvieron, lo hornearon, lo pusieron a las brasas, lo molieron, lo comieron frío, caliente, crudo, cocinado, lo rebanaron para sándwiches, lo espolvorearon en el cereal –lo que a usted se le ocurra, ellos lo hicieron. Cuando todos se juntaban en la mesa para comer, nadie hacía la famosa pregunta, “¿Qué hay de cenar?” sino, “¿Y cómo lo preparaste?” La hora de la comida era tan emocionante como ver agua hervir. Los sonidos más comunes alrededor de la mesa no eran mordidas ni sorbidos; eran síntomas de náuseas. ¡Ellos odiaban el maná! El libro de Números nos dice que estaban cansados de ver tanto maná (Números 11:6). Todos se acordaban del pescado, los pepinos, las cebollas, el ajo y los melones que comían en Egipto – ¡y hay que estar muy desesperado como para desear un platillo con esta variedad!

¡Un momento! ¿Qué hay de malo con todo esto? Cuando analizamos detenidamente las circunstancias en las cuales se encontraban los hebreos, entonces vemos un escenario totalmente diferente. Permítame explicarle, ellos no tenían que trabajar para comer, ni para comprar ropa. . .al menos ¡no lo hicieron ni un solo día por cuarenta años! De hecho, Dios les hizo que lloviera “pan del cielo. . .comieron pan de ángeles” (Salmos 78:24-25). Acompañado el milagro matutino era la fiel nube de día y el consolador fuego de noche (Éxodo 13:21-22) que les daba la visible seguridad de la presencia y protección del Señor. Al darles sed, Dios los saciaba con agua que corría de rocas como ríos (Salmos 105:40). Esa gente disfrutó de un servicio abastecedor sin ningún costo alguno, de un servicio inimitable, sin tener que trabajar, ni tener que molestarse. Todo lo que tenían que hacer era llegar, comer, limpiar y mirar hacia arriba, y aun así llegaron al punto de menospreciar el pan de los ángeles. Y habiendo tenido mucho más de lo necesario, todavía querían más, querían variedad. Al haberse hastiado del maná, pidieron carne.

Éxodo 16:4, nos da una mejor percepción la cual usualmente es pasada por alto:

Entonces el Señor le dijo a Moisés: “Voy a hacer que les llueva pan del cielo. El pueblo deberá salir todos los días a recoger su ración diaria. Voy a ponerlos a prueba, para ver si cumplen o no mis instrucciones”.

Observe cuidadosamente lo que dicen las últimas ocho palabras. El maná era más de lo que a simple vista parecía ser –básicamente, era una prueba. Una prueba cuidadosamente planeada, sabiamente implementada y administrada diariamente por Dios. (Note las palabras todos los días). Dios diseñó la dieta diaria y semanal como una prueba de su obediencia, su paciencia, su determinación a pesar de la monotonía del maná.

Y ellos reprobaron el examen.

Cuando era niño, la familia Swindoll ocasionalmente disfrutaba de una reunión familiar en la cabaña de la bahía de mi abuelo que se encontraba cerca del Golfo en el sur de Texas. Debido a que la familia era numerosa, contratábamos al mismo cocinero cada vez que nos reuníamos. Su nombre era Panchito. Su pronta sonrisa y pintorescos comentarios dejaron recuerdos imborrables en mi memoria. Recuerdo estar parado junto a Panchito durante un atardecer, observándolo untar la salsa en los pedazos de carne que lentamente se cocinaban sobre el carbón. Me contaba de su vida que había sido marcada por aflicciones y tragedia. Frotó su mano grande y curtida por mi pelo mientras se arrodillaba para quedar a mi estatura y dijo:

Pequeño Charles –lo más difícil de la vida es que es diaria.

Es diaria. . . ¡Fácil decirlo, pero terriblemente cierto! Las pruebas que llegan como rayo, y que no duran más que unos momentos, seguido provocan más que un breve estruendo. Pero los maratones –las implacables, e incesantes, continuas, persistentes y duraderas pruebas que no se van ah, éstas son las que dejan moretones, pero que a la misma vez desarrollan nuestro carácter. Debido a que la virtud no es hereditaria, Dios dispensa Su “prueba del maná” a cada santo de cada generación, esperando ver si habrá un apetito celestial que acepte comida celestial.

Cualquiera que sea su circunstancia –por mucho que ésta haya durado–  dondequiera que se encuentre el día de doy, lo dejo con este recordatorio: entre más fuertes son los vientos, más profundas son las raíces…y entre más duren los vientos, más hermoso es el árbol.

 

Charles R. SwindollAcerca del Autor

Charles R. SwindollConocido sencillamente como “Chuck” en la comunidad cristiana en todo el mundo, el pastor, maestro y escritor Charles R. Swindoll ha dedicado más de cuatro décadas a la comunicación clara de la Palabra de Dios.

 Un refugio para el desamparado

JUNIO, 27
 Un refugio para el desamparado

Devocional por John Piper

¡Cuán grande es tu bondad, … que has obrado para los que en ti se refugian. (Salmos 31:19)
La experiencia de la gracia venidera muchas veces depende de si nos refugiamos en Dios o si dudamos de su cuidado y corremos a protegernos en otras moradas.

Para los que se refugia?n en Dios, las promesas de gracia venidera son muchas y de gran riqueza:

· Ninguno de los que se refugian en él será condenado (Salmos 34:22).

· Dios es un escudo para todos aquellos que se refugian en él (2 Samuel 22:31).

· Bienaventurados son todos los que se refugian en él (Salmos 2:12).

· El Señor es bueno, fortaleza en el día de la angustia; él conoce a los que en él se refugian (Nahum 1:7).

No ganamos nada ni hacemos mérito alguno por refugiarnos en Dios. Esconderse en un lugar no aporta nada a ese lugar. Tan solo demuestra que nos consideramos indefensos y que el escondite es nuestro rescate.

El requisito que debemos cumplir para obtener esta gracia no es un mérito; es nuestra condición de desesperación y el reconocimiento de nuestra debilidad y necesidad.

La miseria no demanda ni merece, sino que clama por misericordia y busca la gracia.

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¡Escuchemos las informaciones!

martes 27 junio

El Dios de dioses, el Señor, ha hablado, y convocado la tierra, desde el nacimiento del sol hasta donde se pone.

Salmo 50:1

Acercaos, naciones, juntaos para oír; y vosotros, pueblos, escuchad. Oiga la tierra y cuanto hay en ella, el mundo y todo lo que produce.

Isaías 34:1

¡Escuchemos las informaciones!

El hombre de hoy es un hombre informado. Cada día el periódico le ofrece todos los detalles sobre lo que sucede en el mundo. Durante todo el año, la radio, la televisión e Internet rivalizan para que siga en tiempo real lo que ocurre en el planeta.

¿Sacamos lecciones de estas informaciones, sea colectivamente o cada uno en particular? Por ejemplo, ¿estamos dispuestos a poner en tela de juicio nuestra forma de vida personal?

Hay otra fuente de información menos escuchada, y sin embargo no debería dejar indiferente a nadie, pues puede transformar nuestro comportamiento. La tenemos mucho menos en cuenta que todo lo que conocemos cada día a través de los medios de comunicación. Ciertamente, es un libro muy antiguo, pero más actual que nunca. Nos informa sobre nuestro pasado así como sobre nuestro futuro. No solo nos expone los hechos, sino también sus causas y consecuencias. Establece las bases morales de las relaciones del hombre con su Creador y con sus semejantes.

Este libro es la Biblia, única fuente de información, perfectamente segura y a la vez perfectamente útil. Es la Palabra del Dios que nos creó, por lo tanto es primordial leerla y tener en cuenta lo que nos dice, siguiendo sus enseñanzas. Por medio de ella podemos encontrar el verdadero sentido a nuestra vida, fundarla y construirla sobre una base sólida, edificar nuestra casa sobre la roca, como dice el evangelio empleando esta imagen (Mateo 7:24-27).

Daniel 1 – 2 Timoteo 3 – Salmo 77:1-9 – Proverbios 18:6-7

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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