Reprenda el pecado

Reprenda el pecado

John MacArthur

06/29/2017 

No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas. (Efesios 5:11)

En vez de hacer lo que hacen las personas del mundo, debemos reprender su maldad. Se nos pudiera llamar la CIA espiritual: nuestro trabajo es reprender las fechorías de las tinieblas. Nuestro instrumento es la Palabra de Dios: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Ti. 3:16, cursivas añadidas). Nuestra vida y nuestras pa­la­bras deben reprender el mal.

A veces por la manera en la que usted vive puede reprender el mal en la vida de las personas. ¿Alguna vez ha caminado hacia personas que saben que usted es cristiano y que da la casualidad que están en medio de una conversación indecente? ¿Cambian de pronto de conversación? Cuando algunos incrédulos con quienes yo jugaba golf se enteraban de que yo era pastor, sus palabras y actitudes cambiaban de inmediato.

También Dios nos ha dado la misión de reprender verbalmente el mal del mundo. Debemos diagnosticarlo, confrontarlo y después dar la solución. El pecado es un cáncer que debe extirparse. No se ayuda a nadie con pasar por alto su pecado. Las personas deben reconocer su pecado antes de que puedan ver su necesidad de un Salvador.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org
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Señor, guárdanos en todas partes

29 de junio

Spurgeon Charles H.

«Mas en lo referente a los mensajeros de los príncipes de Babilonia, que enviaron a él para saber del prodigio que había acontecido en el país, Dios lo dejó para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón «.

2 Crónicas 32:31

Ezequías se estaba enorgulleciendo de tal forma y jactándose tanto del favor de Dios que la justicia propia se insinuaba en su ánimo; y por causa de su seguridad carnal, la gracia de Dios (en sus acciones más enérgicas) se le retiró por un tiempo. Aquí tenemos una amplia explicación de la insensatez que cometió con los babilonios; pues si la gracia de Dios abandona al mejor cristiano, queda en el corazón de este suficiente pecado como para hacer de él el peor de los transgresores. Sin la ayuda divina, tú que eres muy celoso por Cristo te enfriarías hasta caer en una tibieza enfermiza; tú que eres sano en la fe te pondrías blanco aquejado con la lepra de la falsa doctrina; tú que ahora andas delante del Señor en bondad e integridad, te tambalearías de un lado a otro embriagado de malas pasiones. Tenemos, como la luna, una luz prestada: cuando la gracia nos alumbra, brillamos; cuando el sol de Justicia se oculta, quedamos en tinieblas. Clamemos, pues, a Dios para que nunca nos desampare: «Señor, no quites de nosotros tu santo Espíritu; no nos prives de la presencia de tu gracia. Tú has dicho: ‘Yo, el Señor, soy su guardador; a cada momento la riego. Para que nadie la dañe, la guardo noche y día’ (Is. 27:3, LBLA). Señor, guárdanos en todas partes. Guárdanos cuando estemos en el valle, para que no murmuremos contra tu mano que nos humilla; guárdanos cuando estemos sobre la montaña, para que no nos envanezcamos por haber sido elevados; guárdanos en la juventud, cuando nuestras pasiones son fuertes; guárdanos en la vejez, cuando engreídos de nuestro saber demostramos ser más necios que el joven o el vanidoso; guárdanos cuando estemos a punto de morir, ¡no sea que en los últimos momentos te neguemos! Guárdanos mientras vivimos, guárdanos al morir, guárdanos al trabajar; guárdanos mientras sufrimos; guárdanos mientras luchamos, guárdanos cuando reposamos, guárdanos en todas partes, ¡porque en todas partes te necesitamos, oh Dios nuestro!».

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 190). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Creyentes, ¡cuidado con el legalismo! 

Creyentes, ¡cuidado con el legalismo! 

​Sugel Michelén

Aunque muchos que profesan la fe de Cristo se sentirían profundamente ofendidos si alguien los tildara de legalistas, lo cierto es que todos los creyentes tenemos que lidiar con ese problema de un modo u otro y en un grado o en otro. En una forma muy sencilla podemos decir que el legalismo consiste en tratar de ganar el favor de Dios a través de nuestra obediencia, ya sea obedeciendo las leyes de Dios o un conjunto de reglas inventadas por los hombres.

El problema del legalista es que no descansa plenamente en la obra de Cristo para ser aceptado por Dios o para ser bendecido por Él, sino en su propia conformidad a un estándar de conducta previamente establecido. Mientras el evangelio nos mueve a la obediencia por el hecho de haber sido aceptados por Dios de pura gracia, el legalismo nos dice que debemos obedecer para ser aceptados.

En el evangelio la aceptación delante de Dios viene primero y la obediencia después. En el legalismo es a la inversa: la obediencia viene primero para lograr ser aceptados. Todo gira en torno a lo que hacemos o a lo que dejamos de hacer. Eso fue lo que sucedió con los creyentes en Galacia; abrazaron inicialmente el mensaje de la salvación únicamente por gracia, por medio de la fe. Pero luego comenzaron a pensar que debían regresar a la ley para poder avanzar en sus vidas cristianas. Y Pablo los amonestó duramente por eso:

“¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?”, Gálatas 3:1-5.

Un peligro real

¿Saben qué? Todos nosotros corremos el peligro de caer en el mismo error, porque el evangelio es contra intuitivo. Todos nosotros tenemos una vocecita interna que nos dice: “Por supuesto que la salvación es un don gratuito que Dios concede de pura gracia a los confían en Jesús, pero…”. Y es en ese “pero” donde está el problema, porque lo que sigue usualmente es una lista de cosas que tú debes hacer para que Dios te mire con buenos ojos.

Todo el tiempo debemos estar acallando esa vocecita, sustituyendo el “pero” con un “por tanto”: “Por supuesto que la salvación es un don gratuito que Dios concede de pura gracia a los confían en Jesús, por tanto, ahora somos libres para obedecer a Dios y vivir para Él”.

Aunque los dos mensajes se parecen, la realidad es que plantean dos maneras muy distintas de vivir la vida cristiana. Por supuesto que los creyentes verdaderos se preocupan por su santidad personal y, precisamente por eso, toman en serio la obediencia a los mandamientos de Dios (cp. Jn. 14:21-23Rom. 7:12222Cor. 7:11Jn. 2:3-6). Pero esa obediencia no es meritoria. Somos aceptos en la presencia de Dios, y bendecidos cada día por Él si somos creyentes, únicamente por causa de Cristo; no por nuestro desempeño, como enseña el legalismo.

Publicado originalmente en Todo pensamiento cautivo.

Sugel Michelén

​Sugel Michelén (MTS) es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Ha sido por más 30 años uno de los pastores de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, en República Dominicana, donde tiene la responsabilidad de predicar regularmente la Palabra de Dios en el día del Señor. Es autor de Palabras al Cansado, Hacia una Educación Auténticamente Cristiana y un libro ilustrado para niños titulado La más Extraordinaria Historia Jamás Contada. El pastor Michelén y su esposa Gloria tienen 3 hijos y 4 nietos. Puedes encontrarlo en twitter.

Cánticos de los peregrinos

29 JUNIO

Carson, D. A.

Josué 1 | Salmos 120–122 | Isaías 61 | Mateo 9

Los quince salmos cortos (Salmos 120–134) que siguen inmediatamente después del 119 y están recogidos bajo el nombre “cánticos de los peregrinos”: es decir, cada salmo lleva este mismo título. La explicación más probable es que estos salmos se cantaban mientras los peregrinos iban de camino hacia Jerusalén y su templo para participar en las grandes fiestas: la gente “subía” a Jerusalén desde cada punto del mapa, de la misma manera como en Inglaterra la gente “sube” a Londres desde cada punto del mapa. Esto no quiere decir que cada uno de estos salmos se hubiese compuesto para este propósito. Algunos se escribieron sin duda dentro de contextos muy diferentes y fueron incluidos en esta colección por considerarse apropiados. De modo que el Salmo 120 parece reflejar una experiencia personal, pero podría ser entonado con gran empatía por peregrinos que se sentían enajenados al encontrarse rodeados por vecinos paganos –un tema importante mientras los peregrinos se acercaban a Jerusalén con el sentimiento de que volvían “a casa”–. De hecho, la serie de quince salmos va moviéndose, más o menos, desde una tierra lejana hasta Jerusalén (Salmo 122), y, finalmente, en el último de estos salmos, al arca de la alianza, los sacerdotes y el templo, “todos vosotros sus siervos, que de noche permanecen en la casa del Señor” (134:1).

El Salmo 121 se ubica dentro de esta matriz. La primera línea, “Alzaré mis ojos a los montes”, se arranca a menudo de su contexto para justificar algún tipo de misticismo, o cuando menos para una interpretación que sugiere que los montes y las montañas sirven para recordarnos la grandeza de Dios y, por tanto, sacarnos de nuestra introspección hacia él con el fin de acallar nuestro corazón agitado. De hecho, la referencia a los montes es enigmática. ¿Acaso nos hablan, a nivel simbólico, como el monte del Salmo 11:1, es decir, un lugar de refugio para los que se sienten amenazados o atemorizados? ¿Están plagados de bandidos, de modo que el primer versículo sirve para plantear el problema al cual el resto del salmo se dirige? O, tratándose de unos cánticos de peregrinos, tal vez sea más probable que este peregrino alce los ojos hacia los montes de Jerusalén, y que los montes evoquen no una especie de misticismo sino la sede del rey Davídico, el lugar del templo. Si esta es la interpretación correcta, es como si el salmista viera estos montes como una llamada a la reflexión en el Dios que los había creado (“el Creador del cielo y de la Tierra”, 121:2), el Dios que “cuida de Israel” (121:4) como el Redentor de la alianza.

Los últimos versículos del salmo rebosan de regocijo por el asombroso alcance del cuidado de Dios como “tu sombra protectora” (nótese que la palabra “tu” es singular, como si un peregrino hablase con otro peregrino). “El Señor es quien te cuida” (121:5) –día y noche (121:6), protegerá tu vida (121:7), en todo lo que hagas (“en el hogar y en el camino”, 121:8), “desde ahora y para siempre” (121:8).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 180). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Los atributos de Dios

29 Junio 2017

Los atributos de Dios
por Charles R. Swindoll

Salmo 5

Después de su petición en el Salmos 5:1-3, David comienza a meditar en el día que se presenta ante él, considerando atentamente a aquellos con los que se iría a encontrar. Su canción menciona cuatro áreas específicas de interés (vv. 4-11):
1. David medita en el Señor mismo (vv. 4-6).
2. David se describe a sí mismo (vv. 7-8).
3. David describe a sus enemigos (vv. 9-10).
4. David describe al justo (vv. 11).

Examinemos cada área de interés, comenzando con la primera: Dios mismo.

Porque tú no eres un Dios que se complace en la perversidad;
la maldad no habitará junto a ti.
Los arrogantes no se presentarán ante tus ojos;
aborreces a los que obran iniquidad.
Destruirás a los que hablan mentira;
al hombre sanguinario y engañador abomina el Señor.

Él menciona siete cosas específicas acerca de su Señor:
a. No se complace en la perversidad;
b. La maldad no «habitará» con él (literalmente).
c. Los arrogantes no se presentarán delante de él.
d. Él odia a los que hacen iniquidad.
e. Él destruye a los que mienten.
f. Él aborrece a los asesinos.
g. Él aborrece a los engañadores.

¿Por qué David medita en estas cosas? Porque es terapéutico analizar los atributos de Dios y eso nos ayuda a recordar que Dios es siempre bueno y que sus caminos siempre son rectos. Su amor por nosotros nunca falla y su tiempo siempre es perfecto. Muchas de nuestras frustraciones y enojos de nuestro tanque emocional interno se disipan al analizar el carácter de Dios y al recordar que él está con nosotros y no contra nosotros. Enfocarse en el carácter de Dios nos ayuda a dejar el desánimo. Además, nos recuerda también que nuestros enemigos son en realidad los enemigos de Dios. Él es más poderoso que cualquier maldad y más persistente que cualquier circunstancia difícil. Y en lo que respecta a aquellas personas que tratan de dañarnos, el Señor es mucho más capaz que nosotros para lidiar con ellos.

Afirmando el alma
En medio del desánimo, es difícil recordar las bendiciones. Quiero sugerirle que haga una lista de los atributos de Dios que se encuentran en la Escritura (este salmo es un buen lugar para empezar). Una vez que lo haya hecho, alabe a Dios en oración por cada atributo. ¿Qué le parece si intenta hacer esto toda una semana sin pedirle a Dios nada? Después que haya pasado esa semana, escriba acerca de esa experiencia en un diario que pueda utilizar después.

Su amor por nosotros nunca falla y su tiempo siempre es perfecto.—Charles R. Swindoll

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

La poderosa raíz del amor práctico

JUNIO, 29

La poderosa raíz del amor práctico

Devocional por John Piper

Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. (1 Juan 3:14)
En ocasiones, la Biblia define al amor como la condición para la experiencia continua y final de la gracia venidera. Esto no significa que el amor debe preceder a la fe en la promesa. Al contrario, significa que la fe en la promesa debe ser tan real que el amor que produce prueba la realidad de la fe.

Entonces, el amor por otros es una condición para la gracia venidera en el sentido de que confirma que la condición primaria —la fe— es genuina. Podemos decir que el amor por los demás es una condición secundaria que confirma la autenticidad de la condición primaria, que es la fe.

La fe percibe la gloria de Dios en las promesas de gracia venidera y abraza todo lo que las promesas revelan acerca de lo que Dios es para nosotros en Jesús. Esta comprensión espiritual y el deleite en Dios son la evidencia auténtica de que Dios nos ha llamado a ser beneficiarios de su gracia. Esta evidencia nos liberta para apoyarnos en la promesa como si fuera nuestra. Y apoyarnos en las promesas nos da poder para amar, lo cual a su vez confirma que nuestra fe es real.

El mundo está desesperado por encontrar una fe que combine dos cosas: una comprensión asombrosa de Verdad divina inquebrantable y el poder completamente práctico, las 24 horas al día, para hacer una diferencia libertadora en la vida. Eso es lo que yo también quiero. Por eso es que soy cristiano.

Hay un gran Dios de gracia que magnifica su propia infinita autosuficiencia al cumplir promesas a personas indefensas que confían en él. Y hay un poder que viene de valorar a este Dios que no deja sin tocar ningún rincón de la vida. Nos da poder para amar de la manera más práctica posible.

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Los milagros de la fe

jueves 29 junio

Para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.

Lucas 5:24-25

Los milagros de la fe

En nuestra mente, la vida de Jesús está asociada a los numerosos milagros que hizo, aunque solo una parte se relata en los evangelios. Su dimensión sobrenatural dejó una fuerte impresión en los que los vieron; algunas personas incluso iban a Jesús esperando ver tales prodigios (Mateo 12:38). Pero Jesús nunca fue engañado por los motivos reales que había en el corazón de los que iban a él: sabía que si bien los milagros sorprendían, solo eran un medio entre otros para llevar a los incrédulos a la fe y persuadirlos de ir a Dios. En varias ocasiones constató que esos prodigios solo habían despertado una fe superficial y sin fundamento (Juan 2:23-25).

¿Para qué servían esos milagros? Eran “señales”, es decir, pruebas del poder y del amor divino que estaban en Jesús. Así acompañaban y acreditaban el anuncio del Evangelio, dándole un brillo especial. El pasaje de Lucas 5 es una ilustración de ello: el milagro que devolvió al hombre paralítico el uso de sus piernas daba testimonio del poder que perdonaba los pecados de este hombre y del amor que se ocupaba de él en su miseria.

Dios siempre está dispuesto a dejar actuar su poder. ¿No es un milagro que un hombre perdido sea salvo y pase de la muerte a la vida, que una vida que está bajo la dependencia del mal pueda al fin ser libre?

Daniel 2:24-49 – 1 Juan 1 – Salmo 78:1-8 – Proverbios 18:9-10

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