Dependencia como la de los niños

Dependencia como la de los niños

8/7/2017 

Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. (Mateo 18:3)

Mientras hablaba de la genuina salvación, Jesús hizo una apropiada comparación con las características de los niños. Para ser salvo, usted debe ir a Cristo con la actitud dependiente y la perspectiva de un niño: sencillo, indefenso, confiado, sincero, sin pretensiones y sin ambiciones.

No es que los niños no tengan pecado, sino que son cándidos y modestos, dependientes de los demás y libres de egoístas reclamos de grandeza. Se someten al cuidado de sus padres y de otros seres queridos, dependiendo de ellos para que satisfagan todas sus necesidades. Esa es la actitud humilde y dependiente que debe tener todo el que procure entrar en el reino de Jesucristo.

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El motivo de la creación

AGOSTO, 07

El motivo de la creación

Devocional por John Piper

Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Génesis 1:27)

Dios hizo a los seres humanos a su imagen para que el mundo estuviera lleno de reflectores de Dios. Imágenes de Dios. Siete mil millones de estatuas de Dios, para que así nadie ignore el motivo de la creación.

Nadie (a menos que estuviera totalmente ciego) podría pasar por alto el propósito de la humanidad: Dios. Conocer, amar y mostrar a Dios. Los ángeles daban voces en Isaías 6:3, diciendo: «Santo, Santo, Santo, es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria». Está llena de millones de seres humanos que llevan su imagen. Ruinas gloriosas.

Pero no solo de humanos. ¡También de naturaleza! ¿Por qué un mundo increíblemente bello para que vivamos? ¿Por qué un universo tan vasto?

Una vez leí que son más las estrellas del universo que las palabras y sonidos que todos los seres humanos de todos los tiempos han emitido. ¿Por qué? La Biblia es absolutamente clara al respecto: «Los cielos proclaman la gloria de Dios» (Salmos 19:1).

Alguien podría preguntar: «Si la Tierra es el único planeta habitado y el hombre es el único habitante racional entre las estrellas, ¿para qué un universo tan grande y vacío?». La respuesta es esta: no se trata de nosotros. Se trata de Dios. Y decir solo eso, es quedarse corto.

Dios nos creó para que lo conozcamos y lo amemos y lo demos a conocer; y nos dio un indicio de cómo es él —el universo—.

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«Satanás nos estorbó».

7 de agosto

«Satanás nos estorbó».

1 Tesalonicenses 2:18

Desde el primer instante en que el bien entró en conflicto con el mal, nunca ha dejado de ser cierto, en la experiencia espiritual, que Satanás nos estorba. Desde todos los puntos cardinales, a lo largo de toda la línea de batalla, en la vanguardia y en la retaguardia, al empezar el día y a la medianoche, Satanás nos estorba. Si trabajamos en el campo, él procura rompernos el arado; si edificamos una pared, se esfuerza por echarla abajo; si queremos servir a Dios en medio del sufrimiento o de la lucha, Satanás nos estorba por todas partes. Nos estorba cuando al principio nos acercamos a Jesucristo. ¡Qué terribles conflictos tuvimos con Satanás cuando miramos a la cruz y vivimos! Y ahora que somos salvos, se esfuerza por impedir el perfeccionamiento de nuestro carácter personal. Quizá te felicites diciendo: «Hasta aquí he sido consecuente; ninguno puede dudar de mi integridad». Cuídate de la vanagloria, porque tu virtud se ha de probar aún. Satanás dirigirá sus estratagemas precisamente contra aquella virtud en que más destacas. Si hasta aquí has sido un creyente firme, tu fe se atacará antes de mucho; si has sido manso como Moisés, has de verte tentado a hablar imprudentemente. Los pájaros picotearán tus frutos más maduros; el jabalí hundirá sus colmillos en tus selectas vides. Sin duda, Satanás nos estorba cuando estamos orando con ardor: él reprime nuestra importunidad y debilita nuestra fe para que, si es posible, no consigamos la bendición. Satanás no se muestra menos astuto al obstruir todo esfuerzo cristiano: nunca hubo un avivamiento en religión sin un avivamiento de su oposición. En cuanto Esdras y Nehemías empezaron a trabajar, Sanbalat y Tobías se enardecieron para estorbarlos. ¿Qué pues? No nos alarmemos porque Satanás nos estorbe, pues ello es prueba de que estamos del lado del Señor, y con el poder de Cristo obtendremos la victoria y triunfaremos sobre nuestros adversarios.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 229). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Paralizado por el temor

7 Agosto 2017

Paralizado por el temor
por Charles R. Swindoll

Salmos 27

Uno de los problemas más paralizantes en la vida de un ser humano es el temor. Nuestros temores aparecen en muchas áreas: temor a lo desconocido, temor a la calamidad, temor a la enfermedad, temor a la muerte, temor a las personas, temor a perder nuestro empleo, temor a los ataques del enemigo, temor de ser malentendido, de ser rechazado, de ser criticado, de ser olvidado, o como lo mencionamos anteriormente de ser maltratado. Lo peor es que aquello que tenemos más es lo que termina ocurriéndonos. Y a veces, es peor de lo que habíamos anticipado. He pasado momentos cuando prácticamente me he quedado paralizado con sentimientos de pánico. El temor se aferra a nosotros y en un instante nos convertimos en su víctima.

Recuerdo un amigo mío de la universidad que me contó de su experiencia hace varios años mientras trabajaba en la construcción de un gran hospital en Dallas. Le tocó trabajar en el doceavo piso soldando las vigas de acero que servían de estructura al edificio. Estaba tan aterrado de caerse, que literalmente temblaba de temor todos los días, aun cuando no lo divulgaba. Un día, su supervisor se dio cuenta que mi amigo estaba temblando y le dijo: «Oye, chico, ¿tienes miedo?» Mi amigo le respondió: » Miedo… ¿yo? ¡He  estado tratando de decirte desde hace dos semanas que quiero renunciar!»

Eso es estar paralizado de temor.

Si el temor se ha convertido en su afán diario, el Salmo 27 le será muy útil. Esta canción fue escrita con la intención de aplacar el dolor de ese afán tan perturbador.

El pasaje y su patrón

Una lectura cuidadosa de la canción del rey David revelará un contraste entre la primera parte (vv. 1-6) y la segunda parte (vv. 7-14). Los primeros seis versículos resuenan en alabanza, confianza y canto mientras que los últimos ocho versículos presentan una larga lista de peticiones. Observe las expresiones que David utiliza en su composición: »

Versículo 7: » Escucha, oh Señor… y respóndeme».
Versículo 8: » Tu rostro buscaré, oh Señor».
Versículo 9: «No escondas…no apartes… no me dejes ni me desampares».
Versículo 11: «Enséñame… oh Señor».

Estas frases antiguas parecen dar la sensación de temblar mientras expresan la dependencia en Dios.

Antes de comenzar este análisis profundo de la reacción de David hacia el temor, permítame señalarle la estructura general del salmo.

Declaración de alabanza (vv. 1-6)
Petición por las necesidades (vv. 7-13)
Exhortación a esperar (v. 14)
David primero dijo lo que sabía (vv. 1-6).
Luego expresó lo que necesitaba (vv. 7-13).
Y finalmente, se comprometió a esperar en Dios (v. 14).

Afirmando el alma
¿Cuál es su reacción acostumbrada cuando el temor llega su vida? ¿Cree usted que su reacción es constructiva para usted y los demás? ¿Cómo cambiaría usted su reacción al temor si pudiese hacerlo?

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

“En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor.”

7 AGOSTO

Jueces 21 | Hechos 25 | Jeremías 35 | Salmos 7–8

Ahora se da el último paso malvado de la violencia provocada por la violación y el asesinato de la concubina del levita (Jueces 21). En una furia vengativa, los israelitas arrasaron el territorio tribal de Benjamín, aniquilando hombres, mujeres, niños y ganado (20:48). Los únicos que quedaron fueron 600 hombres armados que se habían escondido en una peña en Rimón (20:47). Pero ahora el resto de la nación está titubeando. Como parte de sus sanciones en contra de Benjamín, habían prometido no darle ninguna de sus hijas a hombre alguno de Benjamín. Si cumplen su voto, la tribu de Benjamín desaparecerá, pues sólo quedan hombres en ella.

Su solución es más nauseabunda, cruel y bárbara que todo lo que habían hecho hasta ese entonces. Descubrieron que un pueblo grande en Israel, Jabes-Galaad, nunca respondió al llamado inicial a tomar armas. En parte como castigo y en parte para conseguir mujeres israelitas, las fuerzas de Israel destruyeron Jabes-Galaad y mataron a todos los hombres y a las mujeres que no eran vírgenes (21:10–14). Esta táctica proveyó 400 esposas a los 600 benjamitas que sobrevivieron. El plan para conseguir otras 200 es apenas menos malvado. A los 200 hombres de Benjamín que quedaron sin mujer, se les concedió autorización para secuestrar mujeres adecuadas durante la época de un festival en Silo, previa una advertencia a sus padres y hermanos (21:20–23). De esta manera, la tribu de Benjamín, muy reducida ya en número, sobrevivió. Uno apenas puede imaginarse los niveles exorbitantes de amargura, dolor, temor, resentimiento, soledad, venganza, rabia e intenso pesar que deben haber provocado estas “soluciones”.

Ya debe quedar claro que los israelitas se enfrentaron a dos tipos de problemas en el libro de los Jueces. Muy a menudo, el problema es que eran esclavizados o reprimidos por una u otra de las tribus cananeas que compartían mucha de la tierra con ellos o que vivían cerca. Cuando el pueblo clama a Dios, él les levanta un héroe para rescatarlos, una y otra vez. Pero el otro problema es mucho más profundo. Es la rebelión misma, el abandono crónico y persistente al Dios que les rescató de Egipto y que efectuó un pacto solemne con ellos. Esto no sólo genera más ciclos de opresión desde afuera, sino una decadencia espiral y desorientación desde adentro.

Por quinta y última vez, el escritor de Jueces ofrece su análisis: “En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor.” (21:25). Cuánto necesita esta nación un rey—para ordenarla, estabilizarla, defenderla, mantener la justicia, dirigirla, unirla. Pero, ¿será un rey que resuelva los problemas o uno cuya dinastía se convierte en parte del problema? Así comienza un nuevo capítulo de la historia de Israel. Una institución real nueva pronto se vuelve igual de problemática—hasta que llegue Aquel que es Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 219). Barcelona: Publicaciones Andamio.

 

La Biblia es la revelación de Dios (2)

Os he enseñado… que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día.

1 Corintios 15:3-4

Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.

Romanos 10:11

La Biblia es la revelación de Dios (2)

La Biblia es un mensaje vivo. Si usted cree en la Palabra de Dios, experimentará que ella produce en usted lo que dice. Ella crea pensamientos y referencias nuevas, una paz interior profunda y la seguridad de la vida eterna. Este mensaje es la buena nueva, es decir, el Evangelio que proclama que “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Corintios 15:3). ¡Sí, el Hijo de Dios murió por usted y por mí! No piense que ante Dios usted está limpio, que no cometió pecados, o que hizo suficientes buenas obras para equilibrar el peso de sus faltas. Eso equivaldría a pensar que Dios miente, pues en su Palabra dice que todos los hombres pecaron y están destituidos de su gloria. Tendré acceso a esta gloria si acepto que todo aquel que cree en Cristo es justificado ante Dios ¡gratuitamente! Entonces puedo disfrutar de la gracia divina, perfecta.

Ese maravilloso regalo de Dios se hace posible porque Jesús, su Hijo, sufrió en mi lugar el juicio que yo merecía por mis pecados. Me amó, pagó el precio, dio su vida, su sangre fue derramada en la cruz. Dios perdona a todo el que cree, lo declara justo y le da la vida eterna. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados (Romanos 3; Juan 3; 1 Juan 1).

Dios le ama y le está llamando. Acérquese a él ahora y descubra el mayor testimonio de su amor y de su poder: Jesús murió, pero no permaneció en la tumba; Dios lo resucitó de entre los muertos y ahora vive para siempre.

1 Crónicas 20 – Lucas 17 – Salmo 91:7-10 – Proverbios 20:29-30

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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