El grupo correcto

El grupo correcto

8/14/2017

Pocos son los que la hallan. (Mateo 7:14)

Quienes son atraídos por el Espíritu de Dios para que entren por la puerta estrecha y anden por el camino angosto están en el grupo espiritual correcto. Quienes están en el grupo espiritual equivocado son todos los paganos y cristianos nominales, todos los ateos y devotos fanáticos superficiales, todos los teístas nominales y humanistas seculares, y personas de todos los grupos étnicos y económicos que no tienen una fe salvadora en Jesucristo. Entran por la puerta ancha y van por el camino espacioso que lleva a la destrucción.

Jesús dijo: “Muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mt. 22:14). El grupo correcto no es pequeño sencillamente porque la puerta de entrada es demasiado estrecha o el camino es muy limitado. Los creyentes son pocos porque muchas personas se niegan a arrepentirse de sus pecados y a confiar en Cristo para salvación. Prefieren morir en las tinieblas (vea Jn. 3:19).

Todo el que quiera ir a Jesucristo puede hacerlo con la ayuda de Dios: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:37). Y quienes van a Cristo estarán para siempre en el correcto grupo espiritual.

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Dios perdona y aun así es justo

AGOSTO, 14


Dios perdona y aun así es justo

Devocional por John Piper

El Señor ha quitado tu pecado; no morirás. Sin embargo, por cuanto con este hecho has dado ocasión de blasfemar a los enemigos de Señor, ciertamente morirá el niño que te ha nacido. (2 Samuel 12:13-14)

Esto es indignante. Urías estaba muerto, Betsabé había sido violada, el bebé iba a morir, y Natán dijo: «El Señor ha quitado tu pecado».

¿Así de simple? David había cometido adulterio, había ordenado el asesinato de un hombre, había mentido, había «hecho lo malo a los ojos del Señor», había «dado ocasión de blasfemar» a Dios, y el Señor quitó su pecado.

¿Qué clase de juez justo es Dios? Uno no pasa por alto tan fácilmente un abuso sexual y un asesinato y la mentira. Los jueces justos no hacen eso.

Veamos lo que dice Pablo en Romanos 3:25-26:

Dios exhibió públicamente [a Cristo] como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús.

En otras palabras, la indignación que podamos sentir cuando Dios parece simplemente pasar por alto el pecado de David sería una indignación valida si Dios simplemente hubiera escondido el pecado de David debajo de la alfombra, pero no hizo eso.

Dios ve desde los tiempos de David, y por los siglos siguientes hasta la muerte de su Hijo, Jesucristo, quien moriría en el lugar de David, para que la fe de David en la misericordia de Dios y en su obra redentora del futuro lo uniera con Cristo. En la mente omnisciente de Dios, los pecados de David eran contados como pecados de Cristo, y la justicia de Cristo contada como justicia de David. Por eso, Dios pasó por alto el pecado de David justamente.

La muerte del Hijo de Dios es tan indignante, y la gloria de Dios que esta sostiene es tan grandiosa, que Dios es vindicado de pasar por alto el adulterio y el asesinato y las mentiras de David.

Por lo tanto, Dios conserva su justicia intachable mientras que, al mismo tiempo, muestra misericordia a aquellos que tienen fe en Jesús, sin importar cuántos o qué tan monstruosos fueran sus pecados. Esas son buenas nuevas.


Devocional tomado del sermón“A Broken and Contrite Heart God Will Not Despise”

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«Bien he visto la aflicción de mi pueblo».

14 de agosto

«Bien he visto la aflicción de mi pueblo».

Éxodo 3:7

El niño se alegra mientras canta: «Esto lo sabe mi padre». ¿Y no nos consolaremos nosotros al saber que nuestro querido Amigo y tierno Esposo del alma conoce todo lo que nos pasa?

1. Él es el Médico y, si él lo sabe todo, no hay necesidad de que el paciente lo sepa. ¡Silencio, necio, agitado, curioso y desconfiado corazón! Lo que no conoces ahora lo conocerás después; mientras tanto Jesús, el Médico amado, sabe que tu alma está en la adversidad. ¿Por qué necesita el paciente analizar toda la medicina o estimar todos los síntomas? Eso es obra del médico, no mía; mi cometido es confiar y el suyo recetar. Si él escribe su receta con letras incomprensibles que yo no puedo leer, no me inquietaré por eso, sino confiaré en que su infalible pericia va a hacer que todo resulte claro en cuanto al resultado, aunque sea misterioso en lo referente a la obra.

2. Él es el Maestro, y su conocimiento debe sustituir al nuestro. Nosotros debemos obedecer, no juzgar: «El siervo no sabe lo que hace su Señor». ¿Explicará el arquitecto sus planes a todos los peones que están en la obra? ¿No es suficiente que él conozca su diseño? El vaso que está sobre el torno no sospecha según qué modelo se le conformará, pero si el alfarero entiende su arte, ¿qué importa la ignorancia del barro? Mi Señor no debe ser vejado más con preguntas de un ignorante como yo.

3. Él es la Cabeza. Todo entendimiento se concreta allí. ¿Qué discernimiento tiene el brazo? ¿Con qué comprensión cuenta el pie? Toda facultad para conocer está en la cabeza. ¿Por qué cada miembro ha de tener un cerebro para sí cuando la cabeza cumple esa función intelectual? En esto, pues, debe el creyente esperar consuelo en la enfermedad: no en que él pueda ver el fin, sino en que Jesús lo conoce todo. Bondadoso Señor, sé tú siempre para nosotros ojo, alma y cabeza, y permítenos estar satisfechos con conocer solamente aquello que tú escoges revelarnos.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 237). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Una imagen pervertida de Dios.

14 AGOSTO

1 Samuel 4 | Romanos 4 | Jeremías 42 | Salmo 18

Cuando la gente conoce poco sobre el Dios que en efecto se ha revelado a sí mismo, es muy fácil que se desvíen hacia una imagen pervertida de ese Dios, hasta el punto que la visión que tienen de él no se parece en nada a la realidad.

Podemos entender la ignorancia de los filisteos (1 Samuel 4). En su mundo politeísta, lleno de ídolos que proveían una representación concreta de sus dioses, la llegada del arca del pacto al campamento israelita se vio como si fuera del mismo dios de Israel (4:6–7). Pero este Dios, aunque si había demostrado ser lo suficientemente poderoso como para vencer a los egipcios en su momento, sigue siendo un dios más: finito, limitado y local. De manera que los filisteos, al tener que elegir entre rendirse por temor y desafiarlo con valentía, optaron por esta última y vencen. Implícito en esta victoria hay un supuesto y un resultado: el supuesto era que Dios ya no estaba llenando los corazones cananeos con el terror de los israelitas que había acompañado a las primeras victorias de Israel (y esto significa juicio para los israelitas); el resultado es que ahora los filisteos tendrán una imagen aún más reducida de Dios. Conociendo al Dios de la Biblia, podemos estar seguros de que esta situación no durará mucho; Dios actuará para defender su propia gloria.

La ignorancia de Dios por parte de los israelitas es totalmente inexcusable, pero es parte del horrendo declive del final de la época de los jueces. Están siendo aplastados por los filisteos. Su razonamiento teológico era tan malo, que se creen que pueden alterar la suerte en la guerra al traer el arca del pacto al campamento militar, como si fuera un amuleto gigantesco. El escritor nos sugiere cuán terriblemente osada era la noción: traen “el arca del pacto del Señor Todopoderoso, que reina entre los querubines” (4:4). Tristemente, los sacerdotes Ofni y Finés, hijos de Elí, son cómplices en estos apaños. ¿Es tan fácil manipular el favor de Dios? ¿Le importa a él la ubicación de una caja tanto como la conducta e (in)fidelidad de las criaturas que llevan su imagen, de su comunidad del pacto? ¿Qué clase de imagen domesticada y reducida de Dios tendrían los líderes de Israel en esta coyuntura, para proferir tamaña sandez?

Ayer recibí por correo una carta de uno de los predicadores televisivos más famosos en Estados Unidos, que me invitaba a enviarle dinero, y a cambio, me ofrecía un adorno para el árbol de Navidad, en forma de un “ángel” con una trompeta, para recordarme que Dios le había ordenado al ángel que me cuidaba que hiciera sonar la trompeta para felicitarme. ¿Qué clase de imagen domesticada y reducida de Dios tienen estos líderes, para que profieran tal idiotez?

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 226). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Del autoengaño al alivio

14 Agosto 2017

Del autoengaño al alivio
por Charles R. Swindoll

Salmos 32

Una vez le pregunté a mi hermana, Luci, que me dijera cuál era la emoción que ella consideraba que era la más poderosa y la más especial de todas. Su respuesta me sorprendió. Ella dijo que era el alivio. Después de meditarlo por un momento, concordé con ella. El alivio es con seguridad el sentimiento favorito de todas las personas.

La canción de David acerca del perdón comienza con una celebración de alivio. Un alivio que él encontró en el perdón de Dios después de haber transgredido.

Bienaventurado aquel
cuya transgresión ha sido perdonada
y ha sido cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien el Señor
no atribuye iniquidad,
y en cuyo espíritu no hay engaño (vv. 1-2).

En estos dos versículos, David expresa una gratitud exuberante, ilimitada y especial por la misericordia de Dios. Las dos oraciones comienzan igual que el Salmo 1 cuando los leemos en su  hebreo original: «¡O cuánta felicidad! La idea da el concepto de innumerables bendiciones. David está gozándose porque Dios le ha removido los pecados que lo habían estado llenando de culpabilidad y vergüenza.

Si lo analiza cuidadosamente, descubrirá que existen cuatro términos específicos sobre las malas acciones en los primeros dos versículos. Esos términos describen el camino errado que lleva una persona a la misma condición en la cual David se encontraba antes de confesar su pecado.

1. Transgresión. La palabra viene del término hebreo, «peshah» y significa rebelarse o amotinarse. Describe un acto voluntario de desobediencia.

2. Pecado. Es el término más común hebreo que indica una mala acción. La palabra es, «khatah y significa fallar el blanco, perder el camino o equivocarse. Tiene que ver con desviarse del sendero que complace a Dios, ya sea por error o deliberadamente.

3. Iniquidad. Este término que proviene del hebreo, «awon», ve el pecado como una infracción, un comportamiento torcido a una perversión sugiriendo entonces que el pecado viene de una naturaleza corrupta.

4. Engaño. El término hebreo, «remiah», significa traición, mentira y en este caso, autoengaño.

Pareciera que el compositor analizó sus malos actos, utilizando términos cada vez más fuertes para el pecado. Una ruta en picada que tristemente la mayoría de nosotros conoce muy bien. Primero, nos amotinados en contra de la voluntad revelada de Dios. Luego, dejamos el camino que el trazó para nosotros, la senda de justicia. Luego la culpabilidad nos cautiva y pasamos por un severo tormento interno y sentimientos incómodos. Si no hay alivio, el afán diario de una conciencia acusadora puede hacer que la persona se vuelva loca. Si no encuentra alivio en el perdón, la única alternativa es auto engañarse por medio de la negación, racionalizar el pecado, echarle la culpa a otras personas, dar excusas, o redefinir la maldad de tal forma que parezca algo bueno.

Cuando el autoengaño se acomoda en la vida de una persona tal como le pasó a David cuando rehusó enfrentar su maldad, el carácter del pecador se corrompe. Y ya que eso sucede lentamente, muchos tratan de tolerar las consecuencias del pecado, me refiero a ese conflicto interno (veremos el afán del conflicto interno en el siguiente capítulo). Si usted ha caído en el tormento de la culpabilidad a causa del pecado y se da cuenta que el autoengaño está comenzando a controlarle, le pido que se detenga. Detenga esa caída y confiese abiertamente su mal ante el Señor. Ha

ga cualquier cosa que sea necesaria, sin importar lo drástica que sea, para prevenir un fracaso nuevamente.

Lea los siguientes dos pasajes de la Escritura con mucho cuidado:

El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona alcanzará misericordia (Proverbios 28:13).
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).

Afirmando el alma
Dedique unos momentos a examinar su actitud hacia el pecado. ¿Acepta usted ahora un comportamiento específico que solía atormentar su conciencia antes? ¿Ha aprendido a vivir con un hábito pecaminoso sin confesarlo? ¿Tiene una vida secreta… una rutina encubierta que nadie más conoce? ¡Tenga cuidado! ¡Usted está en peligro! Encuentre un amigo confiable y comience la restauración admitiendo que está en tremendo embrollo.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

Miren las estrellas

lunes 14 agosto

¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, o guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?

Job 38:32

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria…?

Salmo 8:3-4

Miren las estrellas

En el mes de agosto (en el hemisferio norte) es muy agradable acostarse en la hierba, en la noche, y mirar el cielo. En esta época, lluvias de estrellas fugaces aparecen ante nuestros ojos maravillados. Siempre es fascinante contemplar en una noche clara la diversidad, la harmonía, la belleza del cielo, y buscar la Osa Mayor, Orión, Pegaso… Pero incluso si nos hemos esforzado en conocer el nombre de muchos astros, debemos reconocer que nos es imposible nombrarlos a todos. Entonces tomamos consciencia de nuestra pequeñez frente al infinito que se presenta ante nuestros ojos.

Pero hay alguien que puede contar y nombrar todas las estrellas: Dios “cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres” (Salmo 147:4). El testimonio de su poder y de su majestad está ahí ante nosotros.

Dios cuenta igualmente las nubes (Job 38:37). También cuenta nuestros pasos (cap. 14:16), e incluso los cabellos de nuestra cabeza (Mateo 10:30). Tiene en cuenta nuestras lágrimas (Salmo 56:8).

El que creó el universo y lo mantiene en movimiento se interesa en mí, un ser tan pequeño y débil comparado con la inmensidad del universo. Ningún detalle de mi vida le es indiferente; me conoce y me ama personalmente. “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9). ¿Podría uno permanecer insensible ante tal amor?

1 Crónicas 27 – Lucas 21:1-24 – Salmo 94:8-15 – Proverbios 21:13-14

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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