COBRAR VALOR

COBRAR VALOR

12/6/2017

Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. (Filipenses 1:14) 

El versículo de hoy sugiere que, antes del encarcelamiento de Pablo, a la iglesia en Roma le faltaba valor. Cuando los creyentes vieron que Dios proveyó para Pablo y lo capacitó para que tuviera una oportunidad fabulosa de evangelización, ellos también comenzaron a proclamar el evangelio. Comprendieron que, como Dios podía ministrar por medio de Pablo en su circunstancia difícil, también podía ministrar por medio de ellos. Cuando la fortaleza de Pablo llegó a ser la de ellos, los pastores en Roma comenzaron a “hablar la palabra sin temor” (v. 14).

¿Sube y baja su gozo según la marea de los beneficios terrenales? ¿Son el placer, las posesiones, el prestigio, la reputación, la comodidad y la satisfacción o sus propias ambiciones el motivo de su gozo? Si es así, su gozo subirá y bajará según las mareas cambiantes de la vida. Pero si su gozo está vinculado con el progreso del evangelio, nunca disminuirá. Ponga el corazón en el progreso del evangelio, y su gozo será constante.

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Paz para aquellos en quienes Él se complace

DICIEMBRE, 06

Paz para aquellos en quienes Él se complace

Devocional por John Piper

Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace. (Lucas 2:12-14)

¿Paz para quiénes? En medio de la alabanza de los ángeles, suena una nota sombría. Paz para aquellos en quienes reposa su favor. Paz entre los hombres en quienes Él se complace. Sin fe es imposible agradar a Dios. Por lo tanto, la Navidad no trae paz para todos.

Jesús dijo: «Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas». O como dijo el anciano Simeón cuando vio al niño Jesús: «He aquí, este Niño ha sido puesto para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción… a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones». Oh, cuántas personas esperan una Navidad desolada y fría, y no logran ver más que eso.

«A los suyos vino, y los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre». Jesús se dirigía solo a sus discípulos cuando dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo».

Las personas que disfrutan de la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento son las mismas que dan a conocer sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego.

La llave que abre el cofre del tesoro de la paz de Dios es la fe en las promesas de Dios. Por eso es que Pablo ora así: «el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer». Cuando de verdad creemos en las promesas de Dios y tenemos gozo, paz y amor, Dios es glorificado.

Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace —hombres que crean—.


Devocional tomado del sermón “A Big God for Little People”

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El llamado de Dios en la Salvación

Grace en español

El llamado de Dios en la Salvación

Henry Tolopilo

Henry se desempeña como pastor asociado en Grace Church, supervisando el Ministerio español. Anteriormente sirvió como misionero en Costa Rica y México, y también trabajó como director de desarrollo curricular para LOGOI International en Miami, Florida. Henry tiene títulos de Biola University (BA), Talbot Theological Seminary (M.Div.) Y Dallas Theological Seminary (STM). Él y su esposa Barbara tienen dos hijos.

«Ceñido por el pecho con un cinto de oro»

6 de diciembre

«Ceñido por el pecho con un cinto de oro».

Apocalipsis 1:13

A Juan se le apareció en Patmos «uno semejante al Hijo del Hombre», y el discípulo amado observó que el mismo lucía un cinto de oro. Un cinto, porque Jesús, mientras anduvo en la tierra, nunca estuvo desceñido, sino siempre listo para servir; y ahora, delante del Trono eterno, no interrumpe su santo ministerio, sino que, como sacerdote, se ciñe con «el cinto del efod». Resulta alentador para nosotros saber que él no ha dejado de desempeñar su ministerio a nuestro favor; y el hecho de que él viva siempre para interceder por nosotros, es una de nuestras más seguras defensas. Jesús nunca se encuentra ocioso: sus vestiduras jamás están sueltas como si su ministerio hubiese terminado. Al contrario, él promueve diligentemente la causa de su pueblo. Un cinto de oro para demostrar así la superioridad de su servicio, la realeza de su persona, la dignidad de su estado y la gloria de su galardón. Jesús ya no clama desde el polvo, sino que intercede con autoridad como Rey y como Sacerdote. Muy segura está la causa nuestra en manos de nuestro entronizado Melquisedec.

Nuestro Señor da así ejemplo a todo su pueblo: tampoco nosotros debemos desatar nunca nuestros cintos. Este no es tiempo de echarnos a descansar; es, más bien, tiempo de trabajo y de lucha. Necesitamos ceñir más y más estrechamente, en torno a nuestros lomos, el cinto de la verdad. Como se trata de un cinto de oro, el mismo será para nosotros un ornamento muy valioso, el cual necesitaremos grandemente; pues un corazón que no se halle bien atado con la verdad como está en Jesús, y con la fidelidad infundida por el Espíritu, se enredará fácilmente en las cosas de esta vida y se verá sorprendido por los lazos de la tentación. De nada vale que tengamos las Escrituras, si no las atamos con un cinto que nos ciña por completo, manteniendo en orden todas las partes de nuestro carácter y uniendo entre sí todo nuestro ser. Si en el Cielo Jesús no se desata el cinto, mucho menos lo podremos hacer nosotros que estamos sobre la tierra: «Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad» (Ef. 6:14).

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 351). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

2 Crónicas 6:12–42 | 1 Juan 5 | Habacuc 1 | Lucas 20

6 DICIEMBRE

2 Crónicas 6:12–42 | 1 Juan 5 | Habacuc 1 | Lucas 20

La oración de dedicación que hizo Salomón (2 Crónicas 6:12–42) es uno de los grandes momentos de la historia y teología del Antiguo Testamento. Muchos de sus elementos merecen una reflexión detenida. Aquí sólo haremos algunas consideraciones.

(1) Tanto el principio como el fin de la oración se aferran a Dios como el que cumple el pacto, el cumplidor de promesas original. En particular (y comprensiblemente), a Salomón le interesa la promesa de Dios a David en cuanto a que su linaje continuaría, que su dinastía sería preservada (6:14–17). Algo similar ocurre en la doxología final: “Señor y Dios, no le des la espalda a tu ungido. ¡Recuerda tu fiel amor hacia David, tu siervo!” (6:42).

(2) A pesar de que el templo era, sin duda, una estructura magnífica, y aunque Salomón bien podría sentir algo de orgullo justificado al haberlo completado, su comprensión de la grandeza de Dios es lo suficientemente robusta para permitirle articular, de manera memorable, que ningún templo podría “contener” al Dios que sobrepasa los más altos cielos (6:18). No hay señal alguna de una domesticación tribal de Dios.

(3) La carga principal de la petición de Salomón se puede resumir de manera muy sencilla. En el futuro, cuando los israelitas pequen de manera individual o cuando la nación entera se hunda en uno u otro pecado, si se volvieran de su pecado y oraran hacia el templo, Salomón pide que Dios mismo escuche desde el cielo y perdone su pecado (6:21–39). Hay cuatro elementos asombrosos en estas peticiones.

Primero, hay un reconocimiento asombrosamente realista de lo propensas que son las personas a pecar, incluso a hacerlo tan terriblemente, que algún día puedan ser exiliadas de la tierra. En una ocasión así, cualquier otro hombre se hubiera visto tentado a introducir toda una verborrea sentimental e ilusa sobre la lealtad perpetua y cosas así. Pero no Salomón. Es un hombre sabio y comprende que los pecadores pecan.

Segundo, independientemente de cuán central sea el templo como un foco para las oraciones del pueblo (particularmente, cuando pecan), Dios escuchará sus oraciones no desde el templo, sino desde el cielo, su morada. Una vez más, Dios no queda reducido a la estatura de las deidades tribales que adoraban los paganos de alrededor. La manera de articular esta petición repetida de perdón presenta el papel de Dios como lo crucial: el Dios que llena los cielos, no el templo.

Tercero, en cuanto al templo como un elemento crítico, se ve como el centro de la religión y de una adoración que trata del perdón de los pecados y por tanto restaura a los pecadores con Dios. El corazón del templo no es los coros y las ceremonias, sino el perdón de pecado. En esta época de una espiritualidad mal definida, es vital que recordemos este hecho.

Cuarto, la visión de Salomón se extiende lo suficiente como para incluir a los extranjeros (6:32–33): toda una perspectiva misionera.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 340). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Dios escucha (2)

miércoles 6 diciembre

Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne.

Salmo 65:2

Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y lo libró de todas sus angustias.

Salmo 34:6

Dios escucha (2)

La Biblia nos dice reiteradamente que Dios escucha. Escucha el clamor de los que sufren, así como sus suspiros. Él es el que escucha la oración.

Entre los hombres, a menudo el menor escucha al mayor: el alumno escucha al profesor, el obrero a su patrón, y es difícil ser escuchado por un hombre que tiene un alto cargo. ¡Pero Dios es totalmente diferente! Es un Dios de bondad que da el primer paso para acercarse a su criatura. Nos escucha, pero no de manera distante, sino cercana y activa: “Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano” (2 Reyes 20:5).

Entonces podemos preguntarnos: Dios escucha, pero yo, por mi parte, ¿le hablo? ¿Lo hago en verdad? Dios no tiene en cuenta la cantidad de nuestras palabras, pero responde a quien se dirige a él con confianza y verdad. Aprendamos a orar con todo nuestro corazón, a expresar nuestras necesidades reales y lo que sentimos (lea Lucas 11:5-8). No se ora con ideas o textos ya preparados, sino con todo nuestro ser.

Oremos con sinceridad, incluso si nos parece que Dios no nos responde. Pensemos en la experiencia de Job y en la respuesta que Dios le dio al final, una respuesta más grande y hermosa de lo que hubiese podido pensar. Como Job, podemos contar todo a Dios, nuestras tristezas, incluso nuestras quejas… y esperar con confianza su respuesta.

“Respondió Job al Señor, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti” (Job 42:1-2).

(continuará el 8 de diciembre)

Eclesiastés 2:12-3:22 – Santiago 5 – Salmo 138:6-8 – Proverbios 29:9-10

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