La gracia de Cristo para los pecadores

18 de diciembre

La gracia de Cristo para los pecadores

Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.

Mateo 9:13

Los antepasados de Jesús pudieran sorprenderlo a usted. Su genealogía incluye algunos nombres que usted se escandalizaría al encontrarlos en el linaje real del Rey de reyes. Se destacan cuatro mujeres en particular. No solo es raro encontrar mujeres mencionadas en una genealogía hebrea, sino que esas mujeres son muy notables porque contrastan mucho con la absoluta pureza y la justicia del Ungido de Dios. Todas ellas eran menospreciables, pero formaron parte del álbum familiar de Jesús. Son una garantía de la gracia de Dios para pecadores como nosotros.

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La Navidad como modelo para las misiones

DICIEMBRE, 18

La Navidad como modelo para las misiones

Devocional por John Piper

Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo. (Juan 17:18)

La Navidad es un modelo para las misiones. Las misiones son un espejo de la Navidad. «Como yo… así ustedes».

Pongamos por ejemplo el peligro. Cristo vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. Así ustedes. Conspiraron contra él. Así ustedes. No tuvo casa permanente. Así ustedes. Presentaron falsas acusaciones contra él. Así ustedes. Lo golpearon y se burlaron de él. Así ustedes. Murió después de tres años de ministerio. Así ustedes.

Pero hay un peligro peor que cualquiera de estos, del cual Jesús huyó. ¡¡Y así ustedes!!

A mediados del siglo XVI, el misionero católico Francis Xavier (1506-1552) le escribió al Padre Perez de Malaca (que hoy en día es parte de Indonesia) acerca de los peligros de su misión en China. Decía:

El mayor de los peligros sería perder la confianza y seguridad en la misericordia de Dios… Desconfiar de él sería mucho más terrible que cualquier maldad física que todos los enemigos de Dios pudieran infligir a nuestra carne, ya que sin el consentimiento de Dios, ni los demonios ni sus ministros humanos podrían afectarnos en lo más mínimo.

El mayor peligro al que se enfrenta un misionero es la desconfianza en la misericordia de Dios. Si logramos sortear este peligro, todas las demás amenazas pierden la capacidad de herirnos.

Dios hace de cada daga un cetro en nuestras manos. Como dijo J. W. Alexander: «Cada instante de labor en el presente será benévolamente retribuido con millones de siglos de gloria».

Cristo huyó del peligro de la desconfianza. Por lo tanto, ¡Dios lo exaltó hasta lo sumo!

Recuerden en este Adviento que la Navidad es un modelo para las misiones. Como yo, así ustedes. Tal misión implica peligros, y el mayor de los peligros es desconfiar de la misericordia de Dios. Si sucumbimos a la desconfianza todo está perdido. Si la conquistamos, nada podrá lastimarnos por un millón de siglos.


Devocional tomado del articulo “Dangerous Mission”

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«Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños».

18 de diciembre

«Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños».

Proverbios 27:23

Todo comerciante sabio hará de vez en cuando un inventario para calcular sus recursos, ver aquello con lo que cuenta y cerciorarse de manera decisiva de si su negocio prospera o mengua. Todo sabio en el Reino de los cielos exclamará: «Examíname, oh Señor, y pruébame» (Sal. 26:2, LBLA); y, a menudo, apartará ocasiones especiales para examinarse a sí mismo y para indagar si van bien las cosas entre Dios y su alma. El Dios a quien adoramos es un gran escudriñador de corazones y, desde la antigüedad, sus siervos lo conocen como «el Señor, que escudriñ[a] el corazón [y] prueb[a] los pensamientos» (Jer. 17:10, LBLA). Quisiera persuadirte, en el nombre del Señor, para que hicieras un examen diligente y una solemne prueba de tu estado a fin de que no te veas privado del descanso prometido. Lo que todo sabio hace —lo que Dios mismo hace con todos nosotros—, te exhorto a que lo hagas esta noche contigo mismo. Que los santos más ancianos consideren bien los fundamentos de su piedad —porque los cabellos blancos pueden ocultar corazones negros—; y que los jóvenes no desprecien la palabra de exhortación, porque la inexperiencia de la juventud puede hacer causa común con la podredumbre de la hipocresía. De vez en cuando, un cedro cae en medio de nosotros. El enemigo sigue aún sembrando cizaña entre el trigo. No es mi propósito introducir dudas y temores en tu mente; no, de ninguna manera: espero, más bien, que el fuerte viento del autoexamen te ayude a eliminarlos. No es la seguridad, sino la seguridad carnal lo que tenemos que matar; no es la confianza, sino la confianza terrenal lo que hemos de derribar; no es la paz, sino la falsa paz lo que debemos destruir. Por la sangre de Cristo, la cual no se derramó para hacerte un hipócrita, sino para que las almas sinceras pudiesen publicar sus alabanzas, te ruego que te escudriñes y examines, no sea que al fin se diga de ti: «Mene, mene, tekel […]. Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto» (Dn. 5:25, 27).

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 363). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

2 Crónicas 21 | Apocalipsis 9 | Zacarías 5 | Juan 8

18 DICIEMBRE

2 Crónicas 21 | Apocalipsis 9 | Zacarías 5 | Juan 8

Independientemente de cuáles fueran los referentes de fondo de las horrendas imágenes de Apocalipsis 9, las visiones de caos y matanza son lo suficientemente claras. Mediante guerra y plagas, millones de humanos son aniquilados, una tercera parte de la humanidad, algunos de ellos con gran agonía. Hoy quisiera centrarme en los últimos versículos del capítulo para ubicar esta destrucción masiva dentro de un marco particular.

(1) En cierto grado, la destrucción es obra del infierno; para ser más específicos, del “ángel del abismo, que en hebreo se llama Abadón y el griego Apolión” (9:11), el Destructor. No hay duda de que este también es Satanás, el diablo mismo (cf. 12:7–9; 20:10). En todos sus esfuerzos por seducir a los seres humanos para que se alejen del Dios que los creó y cuya imagen portan, las metas a largo plazo de Satanás para con los seres humanos nunca son benignas. Puede que le otorgue poder temporal o alguna ventaja a aquellos que se venden para hacer el mal, o a aquellos que hacen un pacto con él al estilo de Fausto, pero su objetivo final es la destrucción de todos los seres humanos, o al menos herir a la mayor cantidad que pueda, de la manera más dolorosa y tenaz posible.

(2) Si bien el propio Satanás se encuentra detrás de toda esta destrucción, en la narrativa más amplia del libro, Dios mismo ha efectuado esta destrucción como parte de su recto juicio. Satanás es malvado y poderoso, pero no es todopoderoso. Incluso en su momento más vil, no puede escapar al control de Dios, quien es capaz hasta de utilizar la maldad de Satanás para cumplir sus propósitos de juicio justo sobre aquellos que persisten en su rebelión contra Dios.

(3) Los seres humanos son tan perversos que, a menudo, ni aun el juicio más devastador logra captar su atención o moverlos al arrepentimiento. “El resto de la humanidad, los que no murieron a causa de estas plagas, tampoco se arrepintieron de sus malas acciones ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, los cuales no pueden ver ni oír ni caminar. Tampoco se arrepintieron de sus asesinatos ni de sus artes mágicas, inmoralidad sexual y robos” (9:20–21).

Pocas declaraciones son más desalentadoras ¿Qué ha de hacer Dios? Cuando mantiene el orden y la estabilidad, sus criaturas—portadoras de su imagen—se alejan de él, indiferentes a sus bendiciones. Cuando, en cambio, Dios responde con juicio, los portadores de su imagen le acusan de ser injusto o atribuyen estas cosas a las meras circunstancias, al diablo exclusivamente, o a deidades ajenas que necesitan ser aplacadas. Fuera de la intervención del Espíritu y su convicción, pocos reflexionan profundamente en cómo estos desastres nos están llamando en términos proféticos.

¿Qué desastres ha enfrentado la raza de los portadores de la imagen de Dios en el siglo XX? ¿Cuál es su mensaje? ¿Cómo ha respondido la mayoría de las personas?

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 352). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Nuestras ofrendas: ¿Cuánto o cómo?

De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.

Hebreos 13:16

Al Señor presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.

Proverbios 19:17

Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante.

Marcos 12:41-42

Nuestras ofrendas: ¿Cuánto o cómo?

Marcos 12:41-44

Jesús estaba sentado cerca del arca de la ofrenda, es decir, del lugar donde cada uno dejaba su ofrenda. Con su mirada penetrante que escruta todo y a todos, observaba no cuánto, sino cómo daba cada uno. Una viuda pobre se acercó y echó dos monedas, todo lo que le quedaba para su sustento.

Entonces el Señor llamó a sus discípulos y les comentó lo que acababa de ver. ¡Ah, qué ofrenda tan especial! El hecho de que diese “todo lo que tenía” probó no solo el amor que sentía por Dios y su casa, sino también la total confianza que depositaba en Dios para que supliese sus necesidades (lea también 1 Reyes 17:7-16). Echando en el arca todo lo que tenía, solo dependía de él.

Lo que el Señor considera, no es tanto lo que cada uno da, sino más bien lo que cada uno guarda para sí mismo. ¡Qué consuelo para todos los que no pueden dar mucho! (2 Corintios 8:12). ¡Cuántas monedas tienen más valor para Dios que grandes fortunas, pues él está atento al verdadero valor de nuestras ofrendas!

Confiemos, pues, en Dios. Él sabrá recompensar más allá de toda medida, tal vez ya en este mundo y ciertamente en el cielo, los mínimos sacrificios que con fe y amor hagamos por él.

Hageo 2 – Apocalipsis 11 – Salmo 144:1-8 – Proverbios 30:7-9

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