Un mensaje de gracia

19 de diciembre

Un mensaje de gracia

Llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Mateo 1:21

Usted podría pasar por alto la genealogía de Jesucristo cuando lee en voz alta la historia de la Navidad. Pero no pase por alto su mensaje de gracia.  Después de todo, esta es la esencia de la historia de la Navidad: En su misericordia, Jesucristo hizo por los pecadores lo que ellos no podían hacer por sí mismos, reparando vidas quebrantadas y restaurando esperanzas frustradas. Por eso Él vino, para salvar a su pueblo de sus pecados (Mt. 1:21).

He aquí la mejor parte: «La misma gracia que fue evidente en la genealogía está vigente hoy, y el mismo Jesucristo está salvando a su pueblo de sus pecados». Ningún pecado, sin que importe cuán horrendo sea, pone a los pecadores fuera de su alcance. «Puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos» (He. 7:25).

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La Navidad es para libertad

DICIEMBRE, 19

La Navidad es para libertad

Devocional por John Piper

Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, Él igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida. (Hebreos 2:14-15)

Jesús se hizo hombre porque era necesaria la muerte de un hombre que fuera más que hombre. En la encarnación, Dios mismo se hizo prisionero para la pena de muerte.

Cristo no corrió ningún riesgo de muerte; él se entregó a la muerte. Precisamente a eso vino: no para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:45).

¡No es de extrañarse que Satanás intentara desviar a Jesus de la crucifixión! La cruz fue la destrucción de Satanás. ¿Cómo lo destruyó Jesús?

El «poder de la muerte» es la habilidad de hacer de la muerte algo temible. El «poder de la muerte» es el poder que sujeta a los hombres a esclavitud a través del miedo a la muerte. Es el poder para mantener a los hombres en pecado, de manera que esa muerte se presente como algo espantoso.

Sin embargo, Jesús despojó a Satanás de este poder. Lo desarmó. Forjó para nosotros una coraza de justicia que nos hace inmunes a la condenación del diablo.

Por medio de su muerte, Jesús borró todos nuestros pecados. Una persona sin pecado deja a Satanás sin trabajo. Su traición es abortada. Su vasta perfidia se ve frustrada. «¡Que muestre su vigor Satán, y su furor! Dañarnos no podrá, pues condenado es ya». La cruz lo atravesó, y pronto estará dando su último suspiro.

La Navidad es para libertad: libertad del temor de la muerte.

Jesús adoptó nuestra naturaleza en Belén, para sufrir nuestra muerte en Jerusalén, para que podamos habitar sin temor en nuestra ciudad. Así es, sin temor. Porque, si la mayor amenaza a nuestro gozo ha desaparecido, ¿por qué habríamos de inquietarnos por amenazas menores? ¿Acaso podríamos decir: «Bien, no tengo miedo a la muerte, pero sí a perder mi trabajo»? No. Por supuesto que no. ¡Piénsenlo!

Si la muerte (la muerte, es decir, ¡sin pulso, el cuerpo frío, no existo más!) ya no representa un temor, somos libres, verdaderamente libres. Libres para asumir cualquier riesgo bajo el sol por causa de Cristo y por amor. No más esclavitud a la ansiedad.

¡Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres!


Devocional tomado del articulo “Freed By Christmas And Calvary”

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«Y el mar ya no existía más»

19 de diciembre

«Y el mar ya no existía más».

Apocalipsis 21:1

Apenas nos podríamos regocijar ante la idea de perder el océano glorioso y antiguo. Los nuevos cielos y la nueva tierra, de ninguna manera serían para nosotros más hermosos si, en verdad, no fuera a haber, literalmente, ningún grande y anchuroso mar, con sus centelleantes olas y sus arenosas playas. ¿No se debe este texto leer más bien como una metáfora matizada por el prejuicio con que los orientales miraron siempre hacia el mar en la antigüedad? Es muy triste imaginarnos un verdadero mundo físico sin mar; sería igual que un anillo de hierro sin el zafiro que le da valor. Tiene, pues, que haber aquí un significado espiritual: en la nueva dispensación no habrá división alguna, y el mar separa a las naciones y divide a los pueblos unos de otros. Para Juan, en Patmos, aquellas profundas aguas eran como las murallas de una prisión que lo apartaban de sus hermanos y de su obra. No habrá tales barreras en el mundo venidero. Hay montañas de arrolladoras olas entre nosotros y muchos parientes a quienes esta noche recordamos en oración; pero en el mundo de luz hacia donde nos dirigimos, no habrá separación para la familia redimida, sino una comunión ininterrumpida. El mar es el símbolo del cambio; pues con sus flujos y reflujos, su cristalina superficie y sus elevadas olas, sus suaves murmullos y sus ruidosos bramidos, nunca es, por largo tiempo, el mismo. Esclavo de los mudables vientos y de la voluble luna, su inestabilidad es proverbial. En esta vida humana tenemos muchos de estos cambios, pues la tierra solo es constante en su inconstancia; pero, en la vida celestial, todo cambio que causa tristeza será desconocido; y, también, todo temor de tormenta que hace naufragar nuestras esperanzas y ahoga nuestros goces. El mar de cristal resplandece con una gloria a la que no perturba ola alguna. Ninguna tempestad brama a lo largo de las tranquilas playas del Paraíso. Pronto llegaremos a aquella patria feliz en donde no habrá divisiones ni cambios. Jesús nos llevará allá. ¿Estamos en él o no? Esta es la gran pregunta.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 364). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

2 Crónicas 22–23 | Apocalipsis 10 | Zacarías 6 | Juan 9

19 DICIEMBRE

2 Crónicas 22–23 | Apocalipsis 10 | Zacarías 6 | Juan 9

Muchas imágenes en el libro de Apocalipsis surgen del Antiguo Testamento. El antecedente del rollo que Juan se come (Apocalipsis 10:8–11) es una imagen parecida en Jeremías 15:6 y Ezequiel 2:8–3:3.

Cada uno de estos tres pasajes desarrolla, de manera un tanto distinta, la noción de comerse las palabras de Dios. Jeremías se contrasta a sí mismo con sus perseguidores y atormentadores, con la “compañía de burladores” (Jeremías 15:17), con quienes nunca hizo causa común. ¿Cómo iba a hacerlo? Se sentó solo porque la mano de Dios estaba sobre él. Percibió el pecado en la tierra y el juicio que amenazaba y se llenó de indignación. ¿Qué le hacía tomar esta postura? “Al encontrarme con tus palabras, yo las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo llevo tu nombre, Señor, Dios Todopoderoso” (Jeremías 15:16).

En su visión, a Ezequiel se le muestra un rollo escrito por ambos lados con “lamentos, gemidos y amenazas” (Ezequiel 2:10). Dios le dice que abra su boca y se coma el rollo, y que luego vaya a hablarle a la casa de Israel (Ezequiel 3:1). “Y yo me lo comí, y era tan dulce como la miel” (Ezequiel 3:3). El contexto revela claramente el significado. A pesar de que el mensaje que Ezequiel transmitió estaba lleno de juicio y lamento, y aunque presentó a la comunidad del exilio los pecados de Jerusalén y predijo la caída catastrófica de la ciudad y del templo, él estaba tan alineado con la perspectiva de Dios, que las palabras del Señor le parecieron dulces. Aunque sea duro el mensaje, las palabras de juicio de Dios, si verdaderamente son suyas, le parecerán a Ezequiel más dulces que cualquier opinión recibida de pecadores que se autojustifican.

En su visión, a Juan se le instruye que tome el rollo y se lo coma. Se le dice que sabrá tan dulce como la miel, pero que se tornará amargo en su estómago (Apocalipsis 10:9–10). El contenido nuevamente es el juicio: Juan tiene que “volver a profetizar acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (10:11). No obstante, aquí el simbolismo funciona de manera un poco diferente. Todavía es importante que este rollo sepa dulce en la boca de Juan (es decir, que él se alinee de tal manera con Dios y con su verdad, que encuentre dulces los caminos y las palabras de Dios). Pero ahora se le añade un nivel adicional: si bien es importante y correcto adoptar la perspectiva de Dios, y, a pesar de que es vital decir “¡Amén!” al juicio bueno y necesario de Dios, la realidad es que el juicio sigue siendo tal. Al fin y al cabo, no se puede sentir placer ante la noción de la ira de Dios, aunque esa ira es completamente recta, pues el pecado que la ha provocado es absolutamente trágico, tanto en su propia realidad como en las consecuencias que genera.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 353). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Padre nuestro que estás en los cielos (1)

Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

Mateo 6:9-10

Padre nuestro que estás en los cielos (1)

La oración llamada “Padre nuestro” es sin duda uno de los textos más conocidos de la Biblia.

Amigos cristianos, esta oración es un modelo para meditar; debería inspirar toda nuestra vida de oración. Primero hallamos tres peticiones concernientes a Dios, su nombre, su reino, su voluntad, y solo a continuación vienen nuestras necesidades.

En primer lugar oramos a nuestro Padre; no oramos a un Dios lejano, sino a un Padre que está cerca de cada uno de sus hijos. Al mismo tiempo nuestro Padre está en los cielos. El Dios que, por medio de Jesús, vino hasta nosotros está muy por encima de nosotros. Mora donde los ángeles proclaman: “Santo, santo, santo, Señor de los ejércitos” (Isaías 6:3). Todos los poderes y todos los acontecimientos están en su mano. Y ese Dios tan grande es nuestro Padre. ¡Podemos hablarle! ¡Qué felicidad!

Entonces, tomándonos el tiempo para estar en la presencia de Dios, confiando en su bondad, primeramente estaremos ocupados de su gloria: el honor debido a su nombre, la venida de su reino, el cumplimiento de su voluntad. Presentar estas tres primeras peticiones con sinceridad, y desearlas verdaderamente, tendrá un gran impacto en nuestra vida. Desearemos que ella esté en harmonía con el nombre de Dios. La esperanza del regreso del Señor será más viva en nosotros. Cumplir la voluntad de Dios no será penoso, sino una señal de confianza en nuestro Dios y Padre. ¡Él quiere darnos lo mejor!

Zacarías 1 – Apocalipsis 12 – Salmo 144:9-15 – Proverbios 30:10

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