PIDA CON FE

Octubre 19

PIDA CON FE

Pero pida con fe, no dudando nada.

Santiago 1:6

Un creyente debe pedir sabiduría con plena confianza en Dios. Si le falta sabiduría, la culpa no es de Dios. Si no comprende su prueba, por qué murió su cónyuge, el deterioro de su salud, sus problemas económicos, por qué tiene problemas con su automóvil, con su trabajo o con sus hijos, entonces es probable que no le haya pedido a Dios con fe constante que le dé sabiduría.

Tal vez haya orado con falta de sinceridad y con motivos incorrectos como aquellos a quienes Santiago censuró al pedir solo para sus deleites (4:3). Quizá no esté orando de acuerdo con 1 Timoteo 2:8, que dice que oremos “sin ira ni contienda”, y duda que Dios pueda ayudarlo o esté dispuesto a hacerlo.

La fe constante sencillamente cree que Dios es un Dios soberano y amoroso que suplirá todo lo necesario para comprender la prueba y poder resistirla. Cualquiera que sea la prueba, puede creer que Dios la permitió para su propósito divino y para la madurez espiritual de usted.

Del libro La Verdad para Hoy de John MacArthur DERECHOS DE AUTOR © 2001 Utilizado con permiso de Editorial Portavoz, www.portavoz.com

 

1 Reyes 22 | 1 Tesalonicenses 5 | Daniel 4 | Salmos 108–109

19 OCTUBRE

1 Reyes 22 | 1 Tesalonicenses 5 | Daniel 4 | Salmos 108–109

Una de las razones por las que las narraciones de Daniel 4 y Daniel 5 se ponen una al lado de la otra, aunque pertenecen claramente a dos periodos bastante diferentes de la vida de Daniel, es que cada una sirve de contrapunto a la otra. Ambas son relatos sobre hombres ricos, poderosos y arrogantes. El primero es humillado, por misericordia, y, por tanto, se le perdona y se le transforma; el segundo es sencillamente destruido.

Muchos críticos dudan de que el relato de Daniel 4 sea algo más que una ficción piadosa para alentar a los judíos. Observan que no hay rastro de la locura de Nabucodonosor en los registros que se conservan de Babilonia, y dudan de que el imperio se hubiera mantenido unido si el emperador se hubiese vuelto loco durante un periodo de tiempo. Ninguno de estos argumentos tiene peso. Los registros oficiales no habrían hablado mucho de este tiempo de locura de Nabucodonosor y, en cualquier caso, los documentos de la última parte de su vida no han salido hasta ahora a la luz. Además, desconocemos exactamente cuánto duró su locura: no se sabe con certeza lo que significa “siete tiempos” (4:16). Ciertamente, el imperio Romano sobrevivió bajo Calígula, de cuya locura nadie duda.

En nuestro breve espacio, podemos reflexionar sobre lo siguiente:

(1) El sueño de Nabucodonosor refleja su megalomanía. Tiene una personalidad narcisista: su propia grandeza lo corroe y, a pesar de todo, es tan inseguro que sus grandiosas fantasías deben alimentarse de una incesante admiración por sí mismo. A diferencia del ególatra, de suprema autoconfianza, a quien le importa un comino lo que nadie opine de él o ella, el narcisista suele ser hipersensible y emocionalmente frágil. Independientemente de toda especulación psicológica, la arrogancia del hombre delante de Dios es irrefrenable (a pesar de la experiencia de los caps. 2 y 3) y Dios decide humillarlo.

(2) Todo predicador y consejero cristiano debería estudiar el planteamiento de Daniel a Nabucodonosor, una vez oído el sueño. Por una parte, está profundamente afligido al entender lo que está atravesando el rey o lo que le va a suceder (4:19). Por la otra, una vez persuadido de dar la interpretación del sueño, lo hace con una claridad admirable y una veracidad directa. No mantiene un desapego profesional ni recurre a indirectas comedidas.

(3) La crisis psicótica es, probablemente, una forma de licantropía (que hoy se trata mediante medicación antipsicótica). Sin embargo, una vez restaurada su cordura, Nabucodonosor articula la lección que ha aprendido: Dios es soberano, levanta y humilla a quien quiere; nadie puede resistirse a él y toda virtud o fuerza que poseemos deriva de él. Pensar de otro modo es invitar a la reprensión, porque “es capaz de humillar a los soberbios” (4:37).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 292). Barcelona: Publicaciones Andamio.

MODERACIÓN VERSUS ADICCIÓN

MODERACIÓN VERSUS ADICCIÓN

Charles R. Swindoll

19 de octubre, 2018

Proverbios 20:123:29-35

Tal como lo leímos ayer, uno puede encontrar problemas de adicción en casi todo lugar. Un condominio lujoso, casas bonitas donde los niños juegan, oficinas eficientes donde se realizan grandes transacciones, barracas militares donde abunda el aburrimiento, equipos deportivos profesionales donde la competencia es feroz y hay mucho dinero envuelto. Este problema no conoce límites sociales ni económicos.

Sin embargo, no es un problema reciente. Hace siglos, Salomón habla del tema. A pesar de su posición privilegiada en lo intelectual y lo político, sus escritos reflejan una exposición de primera mano.

Salomón aparentemente sufría de alguna adicción personal o conocía la condición de los que estaban cerca de él.

Salomón personificó el alcohol como un ladrón abusivo:

El vino hace burla; el licor alborota. Y cualquiera que se descarría no es sabio(Proverbios 20:1).

Aun cuando a primera vista Salomón pareciera estar hablando del alcohol, una mirada más profunda muestra que en realidad está hablando de la adicción en general. Ni el vino ni una bebida fuerte es en sí mismo algo malo. De hecho, el vino era una parte necesaria en la vida diaria de las personas antiguas. Este jugo de uva fermentado contenía alcohol, que acababa con una bacteria dañina. Cuando s vertía sobre una herida, prevenía la infección. Si se mezclaba con agua, destruía los parásitos. Si se consumía con una comida, reducía las probabilidades del envenenamiento alimenticio. Por estas razones, Pablo le dijo a Timoteo que tomara vino en moderación para su salud (l Timoteo 5:23). Hasta el siglo diecinueve, cuando el agua municipal empezó a ser potable, todos en la familia, hasta los niños, tomaban vino. . .  en moderación y de manera responsable.

Ahora bien, una «bebida fuerte» —o el licor, como menciona el texto— era algo diferente. Esta bebida contenía, sustancialmente, más alcohol que el vino común que se utilizaba en la mesa. Los creadores del licor descubrieron que mezclar uvas con dátiles secos o granadas antes de la fermentación generaba una bebida con un efecto intenso en el cerebro. El mismo proceso se utilizaba para la cerveza. Fermentaban la cebada y la mezclaban con fructosa para producir un contenido más alto de alcohol.

El término clave en ese proverbio es la palabra que se utiliza para «descarriar». El verbo original significa desviarse, errar o ir por el camino incorrecto. El énfasis principal es pecar de manera inadvertida, ya sea por ignorancia o por accidente. En este contexto, el vino y el licor seducen a su víctima así como una prostituta seduce a su amante (ver Proverbios 5:2023). Además, este proverbio implica que el pecado no está simplemente en una borrachera sino más bien en un estilo de vida desviado. Las palabras «vino» y «licores», entonces, sirven como sinónimos de adicción o compulsión. Por lo tanto, el descarrío no necesariamente tiene que ver con los efectos del alcohol en el cerebro sino más bien la influencia de la adicción en la vida de una persona.

Reflexión: ¿Cuál es su actitud hacia el alcohol? ¿Qué cree que moldeo su perspectiva sobre el tema? ¿Qué experiencia tiene con el alcoholismo y que impacto ha tenido en su vida? ¿De qué forma la adicción es similar a una prostituta seductora?

Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios  (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

La casa de Dios ayer y hoy

Viernes 19 Octubre

Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

1 Pedro 2:5

La casa de Dios ayer y hoy

Antes de la venida de Cristo, el pueblo de Dios tenía un templo en Jerusalén. Todo el mundo podía ir a aquel lugar de oración y adoración a ofrecer sacrificios de animales para pedir el favor de Dios. Esos sacrificios no quitaban los pecados; más bien recordaban que el hombre es pecador y que no puede estar ante Dios por sus propios méritos. Allí, en el patio del templo, los israelitas iban a adorar a Dios, a alabarlo y regocijarse en su presencia.

Pero desde la venida de Jesús, todo cambió. Lo que reemplaza el templo no es un edificio de piedras inertes, sino una “casa espiritual”, formada por “piedras vivas”, es decir, los creyentes. Cristo es el fundamento sobre el que está construida esta casa.

Esta casa es “espiritual”, en espíritu. De todos modos, en el lugar donde hay una reunión de cristianos, en torno a su Salvador, la Iglesia se hace visible en la tierra. Lo que confiere valor a la Iglesia de Dios no es el edificio en sí, sino la presencia del Señor en medio de ella.

¿Cuál es su rol? Vamos a Dios para orar y adorarlo. Estamos ahí “para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. De nuestros corazones sube el agradecimiento, la alabanza y la adoración a Dios por lo que hizo por nosotros y por lo que es en sí mismo. No venimos a orar para ser perdonados, sino para agradecerle por el perdón obtenido una vez para siempre mediante el sacrificio de Cristo.

Los cristianos, reunidos en torno al Señor, se regocijan y se animan unos a otros. Mediante la fe, sienten juntos la presencia de Dios.

Deuteronomio 13 – Juan 8:1-30 – Salmo 118:21-29 – Proverbios 25:20-22

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch