Las características de los inconversos | Diego Louis

Las características de los inconversos

Diego Louis

Hace unas semanas terminé de leer un libro titulado Una guía segura al cielo escrito por el joven puritano Joseph Alleine (1634 – 1668). Una de las costumbres más bellas que tenemos en nuestra iglesia local es la de preguntarnos unos a otros qué libros espirituales estamos leyendo y cuáles son las enseñanzas aprendidas en el mismo. Hace unos días me escribió un hermano muy amado diciendo: “Diego ¿Qué has estado leyendo últimamente? Cuéntame lo que estás meditando.” En un contexto así es más fácil crear una cultura de lectura espiritual.

Por eso, amado lector, quiero extender esa práctica contigo, y compartirte sobre un capítulo específico de este precioso escrito: las características de los inconversos. Debes saber que el libro del escritor ingles es un ruego continuo a las almas para que se vuelvan a Cristo, a su vez es como una argumentación minuciosamente estructurada para convencer al lector sobre su necesidad de arrepentimiento. Si un incrédulo lee estas páginas quedará sin excusas para creer. Si un cristiano lo hace, quedará sin excusas para hablar.

¿Por qué escribir un artículo sobre esto?

Dejo que Alliene responda:
“Poco fruto habrá mientras nos mantengamos en las alturas de las afirmaciones generales; la eficacia está en el cuerpo a cuerpo. A David no le despierta las insinuaciones alegóricas del profeta en la distancia. Natán se ve obligado a acercarse a él y decirle con franqueza: «Tú eres aquel hombre». […] Y debido a que se saben libres de esa hipocresía manifiesta que adopta la religión como una máscara para engañar a los demás, confían en su propia sinceridad y no sospechan de otra hipocresía mas cercana, en la que reside el mayor peligro y en virtud de la cual el hombre engaña su propia alma.”

El escritor quiere enseñarnos a ser específicos al denunciar el pecado y la hipocresía en nuestra evangelización. Y al cristiano profesante lo impele a realizar un minucioso examen de conciencia y corazón. ¡Ah, querido lector, no sea que mientras lees estas páginas estás engañado y la única prueba que tienes de tu conversión es tu convicción! Porque de ser así aún no has visto el reino de Dios.

Las señales externas del inconverso
El puritano inglés elige dos textos para desenmascarar la hipocresía de aquellos que dicen ir al cielo mientras caminan por las calles del infierno. Según Alliene los apóstoles pasan sentencia de muerte sobre los siguientes hombres. Te ruego que prestes atención lector, no sea que tú te encuentres en la lista:

“¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os dejéis engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.” (1 Cor. 6:9-10). “Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, inmorales, hechiceros, idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (Ap. 21:8)

Hay personas que, sin duda alguna, son inconversas. No importan cuánto lean, oren, alaben y diezmen a Dios. No importa que manejen la jerga cristiana o se vistan modestamente. No importa la posición que ocupan en la congregación, si dirigen, predican o participan del coro. Tiene las señales apostólicas de un inconverso impresa en sus frentes.

Los inmorales. Personas que desatan sus pasiones sexuales unas con otras fuera del matrimonio. La impureza sexual es la mancha más grande de nuestra generación. Si solo estuviese este punto en la lista ¿Cuántas personas del mundo evangélico de América Latina estarían calificadas como almas hipócritas que se engañan así mismas sobre la conversión?
Los idólatras. Somos adoradores por esencia. Podemos adorar el sexo, el dinero, el poder, incluso la tecnología. Idolatría es pensar, disfrutar, amar, escoger y servir cualquier otra cosa que no sea Dios. El puritano dice: “para ellos las puertas del Reino le están cerradas.”
Los borrachos. “No solo los que beben hasta perder el juicio, sino los que son fuertes para mezclar bebidas. El Señor llena Su boca de ayes contra estos, declarando que no heredarán el Reino”.
Los mentirosos. Práctica común del hombre en todas las edades. Por cosas grandes y pequeñas. Pero Dios es veraz. Y por tanto declara que ellos tendrán su parte en el lago de fuego junto a su padre el diablo, el padre de las mentiras.
Los blasfemos. Individuos que usan su lengua como espadas y desprenden veneno de su boca. Quienes hacen de las palabras golpes. Joseph dice: “el fin de estos, de no mediar un arrepentimiento profundo e inmediato, es la destrucción próxima, y una condenación segura e inevitable”.
Los difamadores. ¡Ay del chismoso! ¡Ay del suelto de lenguas! ¡Ay del que se enreda en telarañas interminables tejidas por las redes sociales! Alliene dice: “los murmuradores gustan de calumnias a su vecino y ensuciar su reputación todo lo posible o apuñalarlo secretamente por la espalda”.
Los ladrones, avaros y estafadores. Esto se puede aplicar a los ricos cuando oprimen a los pobres. O al hombre que engaña a su hermano en cuanto tiene la oportunidad de sacarle ventaja económica. El joven inglés suena muy descontento en este punto: “¡Escucha despilfarrador; escucha comerciante fraudulento, escucha tu sentencia! Dios te cerrará la puerta con toda certeza, y convertirá tus tesoros de injusticia en los tesoros de ira, y hará que tu plata y tu oro ilícitos te atormenten como metal candente sobre tu carne”.
Los homosexuales. Este punto no es original del libro, pero debemos incluirlo. ¿A dónde hemos llegado qué hay personas que dicen ser cristianas mientras practican la relación sexual con individuos del mismo sexo? ¡Y hay supuestos ministros y consejeros que las reciben en las bancas de sus iglesias sin llamarlas al arrepentimiento! Sodoma y Gomorra fueron destruidas con fuego, y lo mismo le espera a esta generación de hombres y mujeres corrompidas por la revolución sexual a menos que se arrepientan y crean en Jesucristo para ser limpiados y sanados. Utilizar algo tan sagrado como el amor, la gracia y el perdón de pecados como excusa para dar rienda suelta a la práctica pasiva o activa del homosexualismo, ha sido uno de los engaños más perversos del hombre moderno.
Los que frecuentan y aman malas compañías. Bajo este punto podemos interpretar que Alliene se refiere a los que consultan con hechiceros, o forman parte de un grupo de estafadores, o se asocian con asesinos. La mayoría de estos pecados necesitan un grupo de gente para llevarse a cabo a nivel mundial. Por ejemplo, si pensamos en el asesinato masivo causado por el aborto, sabemos que en ciertos casos participan un cuerpo médico, los padres de la mujer y la madre del feto. “Dios ha declarado que será el Destructor de todos ellos”.
Los que viven descuidando a diario la adoración a Dios. Aquí puede que el puritano se refiera a los cobardes e incrédulos que abandonaron la fe por temor o vergüenza, quienes no perseveraron hasta el fin. “Quienes no escuchan la Palabra, ni oran a Dios, ni se preocupan por las almas de sus familiares”.
Las señales internas del inconverso
¿Como vas amado lector? ¿Estás cómodo en nuestro viaje? Bien, déjame decirte que el puritano está empecinado con nosotros, y no tiene intenciones de dejar nuestras almas en paz. Luego de semejante descripción, el autor pasa a puntualizar una serie de señales internas del inconverso. Sé que es duro, pero necesitamos examinarnos de manera profunda para disipar todo tipo de engaño en lo tocante a la salvación. Sigue atento, porque quizás te escurriste de la primer lista ¿pero podrás hacerlo de la segunda con limpia conciencia?

La ignorancia. “Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré para que no seas mi sacerdote; como has olvidado la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos.” (Os. 4:6). “Cuántas pobres almas mata este pecado en la sombra mientras creen fervientemente en su buen corazón y en que se hallan rumbo al cielo.”
La renuencia de seguir a Cristo. “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.” (Lc. 14:26). “Habrá quienes hagan muchas cosas, pero nunca llegan a entregarse por entero a Cristo, ni a someterse completamente a Él. Necesitan disfrutar de ese dulce pecado; no quieren sufrir prejuicio alguno; mantienen ciertas excepciones para su vida, su libertad o sus posesiones.
El formalismo religioso. “El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: «Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano».” (Lc 18:11-12). “¡Qué temible situación cuando la religión de una persona solo sirve para endurecerla y engañar a su propia alma!”
La prevalencia de motivos erróneos en el desempeño de los deberes santos. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.” (Mt. 23:15). “Cuando la principal motivación de un hombre en sus deberes religiosos es de orden carnal —como contentar su conciencia, alcanzar una gran reputación religiosa, hacer acto de ostentación ante los demás, demostrar sus propios dones y talentos, evitar el reproche de que es una persona profana, etc— es algo indicativo de un corazón en un estado erróneo.
Confiar en su propia justicia. “Dicen: «Quédate donde estás, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú».” (Is. 65:5). “Este es un mal que destruye las almas. Cuando se confía en la justicia propia lo que se hace es rechazar la de Cristo.”
La predominancia del amor al mundo. “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” (1 Jn. 2:15). “Este es un síntoma inequívoco de un corazón sin santificar. Sí, este pecado tiene tal potencial de engaño que muchas veces, cuando todo el mundo percibe la mundanalidad y la codicia de una persona, ella misma es incapaz de verlas, sino que tiene tantas excusas y pretextos para sus inclinaciones mundanales que se ciega a sí misma en el autoengaño.”
Persistencia en la malicia y la envidia contra quienes los agravian o injurian. “Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.” (1 Jn. 3:15). ¡Ah, la falta de perdón! “Cuántos hay en apariencia religiosos, pero mantienen vivo el recuerdo de los agravios acumulando resentimientos, devolviendo mal por mal y deseando la desgracia a quienes los agravian.”
Orgullo sin mortificar. “Ojos soberbios” (Pr. 6:17). Cuando se prioriza la aprobación del hombre, se busca la gloria personal, se espera el aplauso humano y queremos ser estimados sobre los demás, según Alliene, es seguro que la persona sigue en su pecado.
La prevalencia del amor al placer. “Cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan solo en las cosas terrenales.” (Fil. 3:19). Aquí el puritano describe a las personas que conceden todo tipo de libertad a sus apetitos carnales. Alguien que no le niega placeres a su estómago, sus ojos, sus sentidos.
La seguridad carnal. “Y curan a la ligera el quebranto de mi pueblo, diciendo: «Paz, paz», pero no hay paz.” (Jer. 6:14). ¡Cómo han sufrido las pobres almas en Latinoamérica cuando se instaló la práctica de la oración del pecador! “Solo recibe a Jesús en tu corazón, Él te ama, déjalo entrar y serás salvo.” Luego el pecador se vuelve sobre sus pecados como el chancho al barro, gira sobre sus maldades como la puerta sobre sus quiciales. Por eso dice el joven escritor: “son muchos los que dicen «paz y seguridad» cuando la destrucción repentina está a punto de sobrevenirles”.
Es bueno, de tanto en tanto, hacer tronar el corazón del hombre religioso. Hace bien, en ocasiones, que el Señor de un azote de cuerdas en Su templo. Estoy seguro que pudiste captar la seriedad de la cuestión. Por lo tanto, concluyamos este artículo con una nota sobria para nuestras almas. Joseph Alliene nos advierte:

“Pecador, considera diligentemente si no te cuentas entre ninguno de estos, porque si ese es el caso, estás en hiel de amargura y presión de maldad; porque todos estos llevan las señales externas e internas de los inconversos, y son indudablemente hijos de la muerte. Y si es así, el Señor se apiade de nuestras pobres congregaciones. Qué pequeño remanente habrá una vez que estos pecadores hayan sido depurados.”

Diego Louis
Diego Louis, está casado con Sofia y tiene dos hijos. Luisiana y Simon. Vive en Buenos. Aires, Argentina y se congrega en la Unión de Centros Bíblicos en la localidad de Ezeiza.

Viviendo como una iglesia – Clase 7: El descontento dentro de la iglesia

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 6: La comunión de la iglesia

  1. Introducción
    El descontento es algo con lo que todos los luchamos de vez en cuando, y el descontento con la iglesia puede ser particularmente difícil. Levanta la mano si alguna vez has sido parte de una iglesia perfecta. Si lo hiciste, puedo garantizarte que estás equivocado, porque tú eras parte de esa iglesia. Las personas que más amamos son quienes más pueden lastimarnos. El grupo en el que colocamos nuestras expectativas más altas, —¡el cuerpo de Cristo!— es el que más puede decepcionarnos.

Me pregunto si puedes recordar la última vez que estuviste profundamente decepcionado por otro miembro de la iglesia. O piensa en la última vez que sentiste que una iglesia te desilusionó. Tal vez han pasado meses desde que te uniste a una iglesia, y aún te sientes como un extraño. O, quizá, la congregación pasó por alto una determinada prioridad que era muy importante para ti. Dificultades como estas pueden conducir muy fácilmente al descontento. Y la manera en la que respondemos al descontento puede ser un gran enemigo de nuestra unidad como iglesia. O puede ser una fuerza increíble para bien. En minutos, hablaremos más acerca de cómo surge el descontento. Pero al iniciar, me gustaría reflexionar sobre cómo el descontento puede ser tan dañino. ¿De qué manera nuestra respuesta al descontento puede dañar la unidad en la iglesia? Otra pregunta: ¿Cómo una buena respuesta al descontento puede fortalecer a la iglesia?

Como en toda adversidad, sabemos que Dios nos da la gracia para luchar contra el descontento, y su propósito es usarlo para su gloria y para nuestro bien. Así que, ¿cómo podemos promover la unidad cuando encontramos descontento en la iglesia? Esto es lo que estaremos considerando el día de hoy.

Antes de seguir avanzando, permíteme aclarar algo. La clase de hoy no abordará cómo deberíamos responder a un pecado evidente en la iglesia. Dios mediante, estudiaremos ese tema luego cuando hablemos de la disciplina en la iglesia. La clase de hoy tampoco abordará el descontento que proviene de no estar de acuerdo con el liderazgo. Cubriremos esa pregunta la próxima semana en nuestra clase acerca del liderazgo.

En cambio, piensa en el tema de hoy como una especie de réplica de la semana pasada, en la que examinamos cómo podemos crecer en la unidad juntos a través de nuestro amor mutuo. Hoy veremos cómo respondemos a los aspectos de nuestra iglesia que no son necesariamente pecaminosos, pero que pueden ser causa de infelicidad y, por ende, una fuente potencial de desunión y descontento. Y vale la pena señalar que el descontento no siempre es malo. Es posible que una iglesia te haya decepcionado porque no da aporta mucho para las misiones. Ese podría ser un descontento piadoso. Pero aún así podríamos responder de un modo que sea dañino para la iglesia.

Por tanto, comenzaremos examinando el efecto negativo que el descontento puede tener sobre la iglesia. A continuación, veremos algunas ideas de cómo deberíamos lidiar con el descontento de una forma que honre a Dios, y después consideraremos dos categorías específicas del descontento. En todo esto, mi oración es que todos estemos mejor capacitados para «guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de paz» como se nos ordena en Efesios.

Así que primero, ¿de qué manera puede el descontento afectar la unidad de la iglesia?

  1. El fruto amargo que proviene de una pobre respuesta al descontento
    Podríamos definir el descontento como el anhelo por algo mejor que la situación presente. Puede existir el descontento piadoso, sabemos con seguridad que este mundo está corrompido por el pecado y debería ser mejor; pero puede existir el descontento pecaminoso en el que nos rehusamos a confiar en la bondad de Dios y a ser agradecidos por su provisión en lugar de exigir más de lo que él ha ordenado. Además, incluso si nuestro descontento es piadoso, todavía podemos poner nuestra esperanza en las circunstancias y no en Dios para que éstas mejoren. Y el descontento, incluso cuando nace de deseos piados, puede producir frutos amargos si no respondemos como deberíamos. Así que veamos tres formas en las que el descontento, si no se maneja adecuadamente, puede perjudicar el testimonio de la iglesia:

A. El descontento puede provocar quejas y murmuración
Pablo nos advierte en el libro de Filipenses: «Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo» (2:14-15). Hazlo todo sin quejarte o murmurar nunca, es lo que la Biblia dice. Parte de la forma en la que nuestro testimonio debería ser convincente ante el mundo que nos rodea es que no nos quejamos (cf. Santiago5:9). Cuando no abordamos correctamente el descontento y, como consecuencia, nos quejamos, dañamos una de las características que nos caracteriza como cristianos. Lesionamos el testimonio de la iglesia.

B. El descontento puede provocar discordia
Cuando no somos felices sentimos la tentación de hablar al respecto. Sentimos la tentación de criticar. Buscamos apoyo intentando hacer que las personas vean las cosas desde nuestro punto de vista. Y sin importar la virtud de nuestra preocupación inicial, esta clase de comportamiento puede rápidamente causar divisiones y oposición dentro de la iglesia, algo que Pablo enlista junto a la idolatría, la hechicería y las enemistades cuando escribe acerca de los hechos de la naturaleza pecaminosa (cf. Gálatas 5:20). Debemos tener cuidado al abordar el descontento por la discordia que puede producir.

C. El descontento nos distrae de lo que realmente importa
Como individuos y como iglesia, nuestro deber es «aprovechar bien el tiempo» (Efesios 5:16). Pero el descontento consume nuestro tiempo y nuestra atención. Debilita nuestra energía. Monopoliza el tiempo y la atención de nuestros hermanos y hermanas, de nuestros ancianos y de nuestro personal. Puede distraernos de lo que en realidad importa.

Estas son algunas de las consecuencias que el descontento puede producir en nuestra vida como iglesia. Pero recuerda que el descontento también puede fortalecer al cuerpo. Cuando respondemos de una manera que es piadosa, cuando nos sometemos unos a otros por amor a Cristo y hacemos el arduo trabajo de amar, podemos glorificar a Dios grandemente. Demostramos que nuestra unidad no descansa sobre un acuerdo perfecto o personalidades compatibles, sino sobre la mutua esperanza y satisfacción que tenemos en Cristo. Para ver eso en acción, pensemos en formas en las que podemos abordar el descontento de una manera que glorifique a Dios.

  1. Cómo abordar el descontento en general
    ¿Cómo deberíamos abordar el descontento? Ofreceré cuatro sugerencias, pero esta no es una lista de cosas que hacer o una especie de fórmula. Como cualquier otra área de la vida cristiana, lo que necesitamos finalmente no es una lista de pasos de acción, sino entender cómo la gracia de Dios transforma la manera en la que respondemos al descontento. Queremos ser capaces de decir como Pablo: «He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación» (Filipenses 4:11). Aquí tienes cuatro formas de aplicar la buena noticia de la paciencia de Dios para con nosotros, para que a través de su Espíritu y fortaleza podamos ser pacientes unos con otros.

A. Ora por la misericordia de Dios
Primero y principal, el evangelio nos dice que somos incapaces de hacer algo valioso en nuestras propias fuerzas, y eso incluye responder al descontento. Recuerda el Salmo 121: «Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra». Así que nuestra primera directriz es orar e invocar la misericordia de Dios. Es tonto pensar que somos lo suficientemente maduros para abordar el descontento nosotros solos. Cuando algo acerca de la iglesia o alguien en la iglesia te irrita, estás a punto de entrar en una batalla espiritual. Satanás quiere destruirnos con la amargura, el orgullo y la venganza. Podemos justificar ceder ante la tentación cuando sentimos que tenemos el derecho.

Por tanto, cuando te sientas descontento, ora. Necesitas orar. Estas librando una guerra que no puedes ganar por tu cuenta. Ora para que Dios te dé discernimiento y sabiduría a través de su Palabra. Ora para que identifique cualquier deseo pecaminoso que haya en tu corazón y lo reemplace. Ora para que encienda tu corazón con el amor de Cristo. Honraríamos más a Dios si intentáramos dejar de arreglar las cosas nosotros y pasáramos más tiempo suplicándole a Dios que nos arregle.

B. Examina tus deseos; confiesa y arrepiéntete de aquellos que son pecaminosos
Segundo, examina tu corazón para entender los deseos que se encuentran en la raíz de tu descontento. ¿Dónde hay pecado que debemos confesar? ¿Dónde hay deseos que deberían ser satisfechos en Cristo, pero que estamos buscando satisfacer incorrectamente en la comodidad o en el respeto de los demás? Santiago escribe en el capítulo 4: «¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis» (4:1-2a).

Santiago identifica la conexión entre el descontento y las circunstancias. A menudo nos sentimos descontentos porque hemos puesto nuestra esperanza en las circunstancias y no en Dios, pero las circunstancias cambian. Y Dios no cambia. Él es el mismo ayer, hoy y por siempre. ¿Hay una guerra o un pleito? Entonces hay deseos pecaminosos en tu corazón contra los que debes luchar.

Por ejemplo, quizá no eres feliz porque algunas personas son mejores amigos con un miembro específico de la iglesia de lo que tú eres. Entonces, ¿cuál es la raíz de ese descontento? ¿Es porque sientes que esa amistad sugiere un estatus especial que deseas? ¿Es porque estás celoso de una amistad que parece tan íntima? Pide a Dios que identifique el pecado en tu vida, y confiesa ese pecado. Piensa bien en la raíz del problema, en los deseos detrás de las emociones del descontento.

  • ¿Estás poniendo tu esperanza en la aprobación de las personas y no en la aprobación de Cristo por ti? El evangelio declara que la aprobación de Dios de ti en Cristo es suficiente.
  • ¿Estás frustrado porque parece que nadie en la iglesia entiende tus luchas y deseas ser escuchado? El evangelio declara que Dios te ve, te conoce, te perdona y te guía.
  • ¿Estás descontento porque sientes que mereces un mejor trato del que recibes? Recuerda el llamado del evangelio a entregar tu vida, y tus derechos, por amor a Cristo.

Esa es la directriz número 2, examina tus deseos y arrepiéntete.

C. Ve a los demás creyentes como Dios los ve a ellos
Tercero, debemos esforzarnos por ver a la iglesia y a todos como Dios lo hace. Eso significa que deberíamos ver a los demás a través del lente del amor, no de la decepción o de la desconfianza.

De nuevo, el evangelio es crucial aquí. Nos recuerda que en Cristo, Dios ha derramado sus riquezas del perdón sobre nosotros a pesar de nuestro pecado. A medida que crecemos en el entendimiento de la profundidad de su gracia y nuestros corazones se llenan de gratitud, podemos comenzar a ver a los demás como Dios los ve a ellos, como santos amados a quienes él ha lavado, limpiado y renovado. No son nuestros enemigos, sino nuestros queridos hermanos y hermanas. Sí, es posible que ellos puedan malinterpretarnos, defraudarnos, frustrarnos y decepcionarnos. Pero por el sacrificio de Cristo, Dios no se rinde ni se aparta de ellos, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.

¿Cómo podemos ver a otros no desde una perspectiva egoísta y descontenta, sino desde el ventajoso punto de Dios? Aquí tienes algunas ideas:

– Primero, ora por los demás y ámales en formas concretas. Cuando eres infeliz con alguien en la iglesia, ora por esa persona. Ora para que Dios prospere su deseo por él. Ora para que Dios te ayude a entender el valor que ellos portan como sus hijos.

Y expresa esa preocupación en otras formas de servicio. Envíales un correo electrónico alentador o provee para una necesidad física. Escoger amar a alguien a un nivel extremadamente práctico puede ser una de las mejores maneras de suavizar nuestros corazones en medio del descontento.

Ahora bien, podrías estar pensando: Pero si mi corazón dice cosas negativas en el interior mientras digo cosas estimulantes en el exterior, ¿eso no es hipocresía? No lo creo. Disciplinarte para trabajar por el bien de los demás, incluso cuando tus sentimientos se inclinan en otra dirección, es parte de lo que significa perseverar en amor como vimos la semana pasada, y Dios puede usar esa acción para suavizar nuestros corazones, para ganar ese afecto que hace falta.

– Segundo, considera lo valiosas que son las demás personas para Dios. En Filipenses 2:3, Pablo dice: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo». ¿Por qué deberías considerar a los demás miembros de la iglesia como «superiores» a ti? ¿Es porque son más capaces o más piadosos? No. Es porque son posesión de Dios; él los ha comprado con su sangre. Son preciosos a los ojos de Dios. Gran parte del descontento egoísta inicia porque hemos elevado nuestro valor e importancia por encima de los que nos rodean.

Así, por ejemplo, digamos que soy impaciente con alguien porque esa persona nunca se ofrece a hacer algo en la iglesia. Y mi actitud es: ¿¡Cómo se atreve a creer que su tiempo es más valioso que el mío!? ¿Acaso no puede ver lo ocupado que estoy, pero sigo sirviendo? Haría bien en reenfocar mi preocupación lejos del valor de mi tiempo y hacia el valor de ese cristiano. Dios dio su vida por él. Así es como haré que mis pensamientos pasen del contentamiento al amor. Todavía puedo hablar con esa persona acerca de cómo servir en la iglesia es algo bueno, por su propio bien y por el bien del cuerpo, pero Dios mediante, mi motivación será el amor.

D. Habla… en amor.
La manera en la que compartes los detalles de tu descontento con otros afecta si ese descontento crece o mengua. Así que, ¿qué deberías hablar y cómo deberías hacerlo? Permíteme darte algunas sugerencias.

– Es un buena entrenamiento estudiar estas cosas que hemos hablado hasta ahora (la oración, examinar nuestros deseos, ver a los demás como Dios los ve, etc.), antes de hablar con alguien acerca de tu área de infelicidad. ¿Quieres confesar tu pecado o colaborar para animar a la iglesia? Si tu conversación no cae en alguna de esas categorías, entonces podrías estar en peligro de caer en la categoría de las quejas y las murmuraciones.

– Cuando pienses que es bueno hablar con alguien, habla constructivamente acerca de cómo pueden ambos servir mejor a la iglesia. Es probable que si simplemente usas una conversación para desahogarte o para afirmar tu descontento, el mismo se propague. La tentación de pecar en la ira puede ser bastante fuerte, y algo de lo que debemos protegernos.

– Reconoce tu responsabilidad como miembro de la iglesia. Hablaremos más acerca de esto en dos semanas (si Dios quiere), pero basta con decir que Jesús en Mateo 18 presenta pasos muy claros para lidiar con el pecado en la iglesia, y el primer paso es confrontar a la persona que sospechas de haber pecado. Con muy pocas excepciones, si conversas con alguien más acerca de ese pecado, entonces estás actuando como un chismoso y un calumniador. Algunas veces las personas se me acercan preocupadas por lo que alguien más está haciendo y esperan que yo, como miembro del personal, solucione el problema. Salvo muy pocas excepciones, mi consejo para la persona que se queja, es hablar con la persona ofensora directamente. Así es como deben funcionar las cosas en la iglesia.

– Ten cuidado de cómo hablas acerca del tema en público. Algunas cosas en la iglesias son inciertas y carecen de importancia; otras son importantes, pero inciertas, allí es donde necesitas a los ancianos; si algo es importante y claro a la vez, como la divinidad de Cristo, la autoridad de la Escritura, etc., entonces hablarlo públicamente, como en una reunión de miembros, incluso contra los pastores, es potencialmente algo bueno. Por supuesto, quieres recibir consejo al respecto acerca del tema con antelación, tanto de los ancianos como de los líderes que respetas fuera de esta iglesia. Pero si no entra dentro de la categoría de importante y claro de la Escritura, no deberías hablar en público en contra del liderazgo de los ancianos, en cambio, debes revisar tus pensamientos con los ancianos en privado.

Así que nuevamente, cuatro directrices para abordar el descontento: Ora. Entiende tus deseos y arrepiéntete de lo que es pecado. Ve a los demás como Dios los ve a ellos. Y habla en amor.

  1. Áreas específicas de descontento en la iglesia
    En lo que resta de nuestro tiempo, me gustaría ser aun más práctico al discutir cómo debemos abordar tres situaciones comunes en la iglesia que causan descontento.

A. La iglesia no atiende mis necesidades
Un área específica de descontento que a menudo podemos sentir es que la iglesia no atiende nuestras necesidades. Sin importar lo común que esto pueda ser, necesitamos reconocerlo por lo que es: una exigencia egoísta para que la iglesia nos sirva. Pero hemos hablado extensivamente en este seminario acerca del propósito de la iglesia. No es rodearnos finalmente de relaciones sociales en las que encontramos realización; su propósito supremo es glorificar a Dios al mostrar su poder en una comunidad diversa de creyentes unidos y llenos de amor. Así que para luchar contra esta forma de descontento, debemos aprender que nosotros no somos lo más importante. Dios lo es.

Y tenemos que aprender cuál es la fuente del gozo verdadero. A diferencia de cómo el mundo piensa, el gozo en la vida cristiana no proviene de ser un consumidor de las bendiciones, sino de ser un dador de las bendiciones. El propósito de la iglesia no es atender nuestras necesidades. La iglesia es un organismo vivo en el que nos damos para satisfacer las necesidades de los demás y edificarles en Cristo. ¿Seremos bendecidos por quienes nos aman, sirven y enseñan? Sí. ¿Habrá ocasiones en las que estemos tan débiles que no podamos servir a los demás y dependamos del amor de otros? Sí. Pero nuestra postura normal hacia el cuerpo es buscar el gozo supremo al entregar nuestras vidas por el gozo de otros.

B. La iglesia ha decepcionado mis expectativas de la comunión y el crecimiento
Segundo, podríamos desear servir en la iglesia desinteresadamente y, sin embargo, aún así sentir una decepción persistente por cómo están algunas cosas dentro de ella: la falta de comunión o la sensación de que no perteneces; o la falta de crecimiento. Quizá has sido miembro de la iglesia por algunos meses, y te cuesta hacer buenos amigos. Tal vez quieres servir, pero nadie parece reconocerlo, o no puedes servir de la manera en que te sientes mejor dotado. A lo mejor te frustra la cultura de citas que hay en la iglesia. ¿Cómo podemos lidiar con esta clase de descontento?

Siguiendo el patrón que establecimos anteriormente, debemos abordar situaciones como esta en oración. Deberíamos examinar nuestros corazones y determinar si estos sentimientos emanan de deseos egoístas y pecaminosos. Deberíamos hacer las preguntas difíciles: ¿Hay cosas que deba hacer de manera diferente para experimentar una mejor comunión en la iglesia o para aprovechar las oportunidades para crecer? Deberíamos preguntarnos eso y deberíamos preguntarle a quienes conocemos y confiamos, para recibir sus consejos y opiniones. Y luego deberíamos procurar los pasos de acción apropiados. Esto podría implicar hablar con un pastor para ver qué opina acerca de lo que deberías hacer. Si te cuesta hacer relaciones, puedo decir que probablemente haya muchas otras personas que se sientan de la misma forma, te animaría a tomar la iniciativa para acercarte a ellos; sé un amigo para ellos. Dios puede satisfacer tus buenos deseos, pero a veces lo hace de una manera distinta a la que nosotros habíamos planeado. Prepárate para que Dios responda tus oraciones de forma sorprendente.

Permíteme agregar algo más acerca de este tema. Gran parte de lo que esta batalla implica es entrenar nuestras mentes para entender los muchos beneficios y las bendiciones que Dios, en su misericordia, nos ha dado en la iglesia. Mark explicó esto hace unos años cuando dio este increíble ejemplo de cómo recibimos bendición tras bendición, y lo damos por sentado, haciéndolo a un lado y buscando más. Y todo ese tiempo, mientras clamamos por algo más, hay una pila enorme de bendiciones alzándose sobre nosotros que ignoramos. Ora para que Dios nos entrene para ver todas las bendiciones que nos ha dado en la iglesia; y eso afectará nuestro corazón y nuestra actitud en aéreas de descontento.

Habiendo dicho eso, puede que llegue el tiempo en el que encuentres que una iglesia en particular, a pesar de su fundamento en la Palabra de Dios, no es un lugar en el que estés creciendo espiritualmente. ¿Qué deberías hacer? Habla con quienes te rodean luego de haber orado y confesado cualquier pecado. Habla con los ancianos, busca su sabiduría y consejería. Lo último que deberías hacer es decidir por tu cuenta si necesitas una iglesia diferente, solo para descubrir que los mismos problemas aparecen en tu nueva iglesia. Cuando hables con alguien, recuerda ser cuidadoso con la manera en la que hablas acerca de tu descontento, no permitas que se convierta en una causa de discordia dentro de todo el cuerpo de Cristo.

C. No me agradan algunos miembros de la iglesia
Otra causa de descontento es simplemente la antipatía hacia otros miembros de la iglesia. Tal vez se trata de un problema de envidia o enemistad: resientes las bendiciones que Dios ha derramado sobre alguien más. O quizá sea un sentimiento básico de incomodidad porque alguien se comporta de una manera totalmente diferente a la que estás acostumbrado. A lo mejor alguien trabaja para una organización o partido político que detestas. ¿Cómo luchas con el descontento en áreas como esta?

Una vez más, sigamos el patrón que hemos establecido. Ora para que Dios cambie tu corazón. Confiesa todo pecado y busca su perdón. Reconoce que el deseo de no amar es pecado, no es algo que podamos tildar a un lado como simple incompatibilidad. Aprende a orar por las personas que te desagradan, para que Dios las bendiga y les ayude a crecer. Considera que estos individuos, aunque hoy están rotos e imperfectos, están siendo transformados a la semejanza de Cristo con una gloria cada vez más grande. Amar a quienes consideras personas desagradables no es fácil, pero como miembros de una iglesia, es extremadamente importante, porque es a través de este tipo de relaciones que Dios se glorifica más.

  1. Conclusión
    En la raíz del descontento yace la idea de que las cosas serían mejor si cierta persona o cierta situación simplemente cambiara. Pero esa es la razón por la que precisamente debemos poner nuestra esperanza en Dios y no en nuestras circunstancias. Así que, alabado sea Dios porque no tenemos que aferrarnos a las esperanzas débiles y temporales de este mundo. Él se ha entregado a sí mismo como nuestro ancla. Él es soberano sobre nuestras circunstancias. Él seguía siendo soberano cuando Noé estaba siendo burlado, cuando José estaba en la fosa, cuando Israel se encontraba bajo esclavitud, cuando David estaba siendo perseguido, cuando Cristo estaba en la cruz. Su bondad siempre prevalece. Y en él podemos encontrar la alegría del contentamiento verdadero.

Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador

Lunes 14 Agosto
Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
Lucas 5:8
Simón Pedro (2) – Su consagración
El Señor Jesús había llamado a sus discípulos a dejar las redes y seguirlo (Mr. 1:16-20). Pero ahora había llegado el momento de dejar definitiva e irrevocablemente su oficio de pescadores para seguir a Cristo. Sin embargo, antes de eso, debía haber una obra de consagración más profunda en sus corazones -especialmente en Simón Pedro, quien era su líder natural.

El Señor Jesús había utilizado la barca de Pedro como púlpito, y luego le dijo que llevara la barca a aguas más profundas y que echaran las redes (v. 4). La queja de Simón ante esta orden es comprensible. Habían trabajado toda la noche, cuando los peces están más cerca de la superficie, y no habían pescado nada. ¿Por qué, entonces, iban a esperar capturar algo en el calor del día, cuando los peces estaban en el fondo? Además, Simón y sus compañeros estaban cansados y hambrientos; solo querían ir a casa y dormir. ¿Qué puede saber el Maestro acerca de este oficio? Sin embargo, él obedeció la petición del Señor. Sus redes se llenaron instantáneamente, ¡e incluso se rompían!

Esta enorme pesca fue una revelación para Simón Pedro. Se dio cuenta que Cristo tenía poder sobre la creación. Quizás le vino a la mente las palabras del Salmo 8: “Todo lo pusiste debajo de sus pies… los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar” (vv. 6-8). Jesús, que podía ver en el fondo del lago, también podía sondear las profundidades del corazón contaminado de Pedro. Consciente de que estaba en presencia de una Persona divina, Pedro se dio cuenta de su indignidad, al igual que el profeta Isaías que, teniendo una experiencia similar, exclamó: “Soy hombre de labios inmundos” (Is. 6:5 NBLA); o como Job que, ante la revelación del poder del Señor en la creación, solo pudo balbucear: “He aquí yo soy vil” (Job 42:6). Lo que estos tres hombres tienen en común es que vieron la gloria de Cristo. Así como Isaías estaba dispuesto a dar testimonio, y Job a orar por sus amigos, ¡Simón Pedro estaba ahora dispuesto a dejar sus redes y seguir a Jesús!

Brian Reynolds
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.