Glorifica a Dios en tu trabajo | Daniel Aldea

Glorifica a Dios en tu trabajo
Por Daniel Aldea

A veces los cristianos podemos cometer el error de creer que al tener un trabajo no podemos glorificar tanto a Dios, como si estuviéramos a tiempo completo en la obra. ¿Qué nos dice Dios al respecto? ¿Es eso cierto?

El apóstol Pablo, en su carta a los Colosenses, capítulo 3 nos habla de todo lo que ha hecho Cristo en nosotros y como eso ha de manifestarse de maneras concretas, con cambios específicos en nuestras vidas. A grandes rasgos nos dice que debemos hacer morir lo terrenal en nuestras vidas y tener una perspectiva correcta con respecto a las cosas del mundo y las cosas del cielo.

Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. (Colosenses 3:17)

Lo anterior no deja nada fuera, dice “y todo” lo que hacéis, eso incluye las cosas dentro y fuera de la iglesia, en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestra universidad, en nuestros colegios, con nuestros vecinos, etc. Todo hay que hacerlo en el nombre del Señor, como principio general.

Luego, unos versículos más adelante (22 al 24), en su contexto nos habla específicamente sobre amos y esclavos, práctica que era muy común en esos tiempos, no obstante, el principio bíblico que se enseña ahí, se puede aplicar hoy en día a jefes y empleados:

Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. (Colosenses 3:22-24)

En el versículo 23 vuelve a utilizar la palabra “todo”, lo que hagáis. Nada queda excluido, absolutamente todo lo que hagamos debemos hacerlo de corazón como para el Señor. Si somos capaces de hacer todo como para el Señor, no solo podremos agradarle, sino que además recibiremos recompensa en el cielo. Servir a Cristo no es un sacrificio, es una bendición y un honor.

Algunas maneras prácticas en que podemos glorificar a Dios en el trabajo pudieran ser:

Llega temprano al trabajo. Hay trabajos que son flexibles en el horario de entrada, que eso no signifique que te relajes llegando a abusar.
Llega temprano de vuelta del almuerzo. Hay muchos trabajos donde no se controla la hora de almuerzo, no obstante, si tienes una hora de almuerzo, no te tomes mas de una.
Cumple con las metas o hitos que te impongan. Se que muchas veces esas metas o hitos son poco realistas. Esfuérzate por cumplirlas de igual modo.
Si puedes hacer más de lo que te piden, hazlo.
No pierdas el tiempo en redes sociales. Hay trabajos donde no se prohíbe el uso de éstas. Que no sea ocasión para abusar o para distraerte de tus obligaciones.
Obedece a tus jefes, aunque no siempre tengan la razón. Por supuesto esto excluye lo que va contra la Palabra de Dios, pero obedece, Dios nos manda eso en el versículo 22.
Comparte “prudentemente” el evangelio. Jesús nos dejó la gran comisión, de ir por el mundo y predicar el evangelio, ello debe ser parte fundamental en nuestra vida y por cierto también en el trabajo. Lo de prudente lo digo porque debes ser sabio en la manera en que lo haces, muchos pueden parecer fanáticos religiosos al hacerlo y terminar alejándolos aún más del evangelio. Otros puede que prediquen bien el evangelio, no obstante al ser un mal testimonio en su trabajo (por ejemplo con los puntos anteriores), quizás parezca hipócrita y el mensaje pierda sentido. Esfuérzate en ser un buen testimonio siempre y ser de apoyo bíblico cuando veas a alguien en problemas o en necesidad.
Trata de ser alegre en tu trabajo. ¿Que tiene eso que ver? Pues, ¿Puedes decir que Cristo te ha cambiado y que ahora tienes gozo en Él, aún en pruebas y tribulaciones, y que te da la paz que sobrepasa todo entendimiento, si nunca estás alegre?

Todo lo anterior y muchas cosas más puedes hacer para ser un buen siervo, pero no lo hagas solo para agradar a tu jefe. Pon atención a la advertencia que nos hace el versículo 22. Podemos agradar a hombres pero al mismo tiempo no estar agradando a Dios. Agradar y glorificar a Dios debe ser nuestra meta.

Cuando por la gracia de Dios somos salvos, entonces tenemos vida nueva. Cristo y nadie más que Cristo pasa a ser nuestro Señor, Le pertenecemos y solo a Él debemos servir. Si somos conscientes de ello y lo aplicamos en nuestras vidas en todo lo que hagamos, podremos mostrar verdaderamente cómo el evangelio de Dios es capaz de cambiar a un pecador, el mundo verá que somos distintos, que “hay algo” que nos hace realizar todo de manera excelente, y de ese modo nuestras vidas estarán mostrando en la práctica el evangelio transformador de Cristo.

Podemos y debemos glorificar a Dios en nuestro trabajo, solo debes recordar que ¡Trabajas para Dios y no para el mundo!

Daniel Aldea
http://www.aldeacms.com/
Es director del Ministerio Siervo Fiel. Ingeniero en informática de profesión, y está felizmente casado con Ana María, con quien tiene 2 pequeños hijos, Lucas y Amanda.

Hacer la voluntad de Dios en obediencia a su Palabra

Miércoles 23 Agosto
Pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, Jehová nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza.
1 Crónicas 15:13
Hacer la voluntad de Dios en obediencia a su Palabra
El deseo de David de llevar el arca de vuelta a Jerusalén era bueno, pero la forma en que lo hizo fue incorrecta. Se olvidó de consultar la Palabra de Dios en cuanto a la forma de transportar el arca, y recurrió al método que los filisteos habían utilizado: “un carro nuevo” (1 S. 6:7). Ningún cristiano con discernimiento espiritual podría negar que existe un orden divino en la Palabra de Dios. Las tribus de Israel estaban acampadas alrededor del tabernáculo en conformidad con una instrucción divina, y se les había dado órdenes de cómo se debía desmontar y transportar el tabernáculo; a la tribu de Leví se le encargó especialmente el transporte de sus distintas piezas. El arca debía ser llevada sobre los hombros de los coatitas. Este mandamiento no se cumplió y el resultado fue desastroso. Los hijos de Israel confesaron entonces que no habían actuado de acuerdo según el orden establecido. Y cuando trajeron el arca como Dios había ordenado, se produjo una gran alegría.

Hay un orden divino para el funcionamiento de la Iglesia, “porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos” (1 Co. 14:33 VM2020). Descuidar este orden divino para la Iglesia, establecido en las Epístolas a los Corintios, ha traído como consecuencia la confusión y el desorden, generando que cada uno haga lo que cree que es correcto a sus propios ojos.

Que Dios bendiga a los dos o tres que, en gran debilidad y oprobio, se reúnen sencillamente al nombre del Señor Jesús, y sin reconocer otra cabeza que no sea Cristo, ni otro poder que no sea el del Espíritu Santo, y sin depender más que de la Palabra de Dios. A los tales, el Señor les promete no solo su presencia, sino también su aprobación. Los tiempos cambian, pero no afectan a su Palabra, y Dios es tan inmutable como su Palabra.

Richard A. Barnett
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.