5 consejos bíblicos para abandonar el afán por las riquezas | Jim Newheiser

5 consejos bíblicos para abandonar el afán por las riquezas

Nota del editor:
Este es un fragmento adaptado del libro Dinero, deuda y finanzas: Preguntas comunes; respuestas bíblicas (Poiema Publicaciones, 2022), por Jim Newheiser.

Aunque es bueno y sabio preocuparse por ganar suficiente dinero para cumplir con las obligaciones financieras, hay muchas tentaciones al perseguir la riqueza de forma pecaminosa o imprudente. «Tesoros mal adquiridos no aprovechan» (Pr 10:2).

La búsqueda pecaminosa de la riqueza es causada por los pecados del corazón, incluyendo el orgullo, la codicia, la idolatría y la incredulidad. Las Escrituras dejan claro que la búsqueda pecaminosa de la riqueza nunca será provechosa a largo plazo.

1) No tengas prisa por hacerte rico
La manera en que Dios quiere que ganemos dinero es trabajando duro y trabajando con inteligencia o destreza (Pr 10:4; cp. 22:29), y que tal enfoque hará crecer nuestra riqueza gradualmente a lo largo del tiempo (13:11). Sin embargo, muchos son impacientes y codiciosos. No están dispuestos a esforzarse por adquirir y aplicar habilidades valiosas en el trabajo. Insisten en que deben adquirir riquezas rápidamente.

Las Escrituras dejan claro que la búsqueda pecaminosa de la riqueza nunca será provechosa a largo plazo

Las Escrituras advierten: «el que se apresura a enriquecerse no quedará sin castigo… El hombre avaro corre tras la riqueza y no sabe que la miseria vendrá sobre él» (28:20b, 22). Estas personas son vulnerables a los esquemas de enriquecimiento rápido que se aprovechan de la impaciencia y el orgullo de quienes no están dispuestos a seguir la sabiduría de Dios para el éxito vocacional.

2) No construyas tu riqueza mediante ninguna forma de robo
Cuando leemos el octavo mandamiento, que prohíbe robar (Éx 20:15), lo primero que se nos viene a la mente puede ser el hurto en tiendas, el robo de carteras, el hurto a mano armada y la malversación de fondos. Pero hay formas más sutiles de robar al prójimo.

Un pecado común en el mundo antiguo era que los mercaderes guardaban dos pares de pesas: una para comprar y otra para vender. El problema era tan grave que los arqueólogos que han desenterrado pesas no están seguros de cuál debería ser el valor exacto. «Pesas desiguales son abominación al Señor, y no está bien usar una balanza falsa» (Pr 20:23). Sería como una gasolinera en la que los surtidores dispensaran solo tres cuartos y cobraran por un galón, o como una tienda de comestibles en la que las balanzas de productos fueran inexactas.

Cuando los perezosos se convierten, el poder del evangelio los transforma en trabajadores diligentes que dan y no roban

Formas similares de robar serían aceptar el pago por ocho horas cuando solo se han trabajado seis, engañar en los impuestos sobre la renta, o facturar a un cliente más materiales y mano de obra de los que realmente se han proporcionado. Los creyentes que son culpables de haber robado deben restituir lo robado (Lc 19:8).

Otra forma de robo tiene lugar cuando los perezosos se niegan a trabajar y luego esperan que otros (la iglesia, los miembros de la familia y los amigos) los mantengan. Cuando los perezosos se convierten, el poder del evangelio los transforma en trabajadores diligentes que dan y no roban (Ef 4:28).

3) No engañes a los demás en asuntos financieros
También podemos caer en la tentación de engañar a los demás para conseguir riquezas. «Conseguir tesoros con lengua mentirosa es un vapor fugaz, es buscar la muerte» (Pr 21:6). Esto ocurre cuando un vendedor engaña a un cliente sobre su producto (o el de su competidor) o cuando un contratista toma atajos utilizando materiales inferiores a los que había prometido.

Otra forma de engañar a los demás es quitarles el valor de sus bienes y servicios. «“Malo, malo”, dice el comprador, pero cuando se marcha, entonces se jacta» (Pr 20:14). Este versículo me hace pensar en la gente que sale en un programa de televisión llamado Espectáculo de antigüedades y se jacta de haber comprado, a sabiendas, un artículo raro y valioso en una venta de garaje por solo una fracción de su valor real, aprovechándose así de la ignorancia del vendedor.

4) No maltrates a los demás para obtener ganancias
Aunque las Escrituras reconocen que es bueno obtener un beneficio proporcionando bienes y servicios valiosos, no se debe abusar del poder económico para explotar a los débiles: «El que oprime al pobre para engrandecerse, o da al rico, solo llegará a la pobreza» (Pr 22:16).

Jesús dijo que el trabajador merece su salario (Lc 10:7). La ley del Antiguo Testamento exigía que los trabajadores recibieran su salario a tiempo (Dt 24:15). Las Escrituras advierten que Dios juzgará a los empleadores que maltraten a sus trabajadores: «Miren, el jornal de los obreros que han segado sus campos y que ha sido retenido por ustedes, clama contra ustedes. El clamor de los segadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos» (Stg 5:4).

Aunque los principios generales de la oferta y la demanda son útiles para fijar salarios y precios razonables, se espera que las personas piadosas traten a los demás con equidad y resistan la tentación de aprovecharse de sus dificultades. Por ejemplo, en épocas de escasez de ciertos productos, «al que retiene el grano, el pueblo lo maldecirá, pero habrá bendición sobre la cabeza del que lo vende» (Pr 11:26).

5) No persigas la riqueza a expensas de tu relación con Dios, tu familia y la iglesia
Mientras el perezoso tiene la tentación de ignorar las seis séptimas partes del cuarto mandamiento, «seis días trabajarás y harás toda tu obra», el adicto al trabajo tiene la tentación de descuidar la adoración y el descanso porque ha hecho un ídolo de su vocación (Éx 20:8-11).

Mi primer trabajo después de la universidad fue en una empresa de consultoría. Confiaba en que mi compromiso con una ética de trabajo bíblica contribuiría a mi éxito y me haría destacar por encima de mis compañeros. Sin embargo, me sorprendió descubrir que mis compañeros de trabajo idolatraban tanto sus carreras que no podía seguirles el ritmo. Trabajaban los fines de semana y hasta altas horas de la noche entre semana, incluso cuando esas largas horas no eran necesarias. Aunque yo buscaba trabajar duro y estaba dispuesto a hacer horas extras cuando era necesario, quería pasar tiempo con mi esposa. Estaba muy involucrado en nuestra iglesia y no estaba dispuesto a faltar al servicio de adoración en el día del Señor.

Reservar el día del Señor para el servicio de adoración y el descanso requiere fe, lo cual honra a Dios

Observé que algunos de mis compañeros de trabajo parecían sufrir como resultado de su adicción al trabajo. Durante mi primer año en esta empresa, tanto mi jefe como el de ellos estaban en proceso de divorcio. Unos años más tarde, el jefe de nuestra división murió repentinamente de un ataque al corazón a una edad relativamente joven. «Había un hombre solo, sin sucesor, que no tenía hijo ni hermano, sin embargo, no había fin a todo su trabajo. En verdad, sus ojos no se saciaban de las riquezas, y nunca se preguntó: “¿Para quién trabajo yo y privo a mi vida del placer?”. También esto es vanidad y tarea penosa» (Ec 4:8).

Reservar el día del Señor para el servicio de adoración y el descanso requiere fe, lo cual honra a Dios. El regalo de Dios de un día de descanso también es beneficioso para nuestras almas y nuestros cuerpos (Mr 2:27). Así como los israelitas confiaron en que Dios les daría suficiente maná el sexto día para alimentarse el séptimo, nuestra decisión de seguir el patrón de descanso semanal de la creación de Dios expresa nuestra fe en que Él proveerá para nuestras necesidades sin que tengamos que trabajar los siete días de la semana.

Hacer de la adoración una prioridad en lugar de utilizar el domingo como un día más para buscar dinero honra a Dios y demuestra que valoramos el tesoro celestial (Mt 6:24).

Jim Newheiser es el director del programa de Consejería Bíblica y profesor de Teología Práctica en el Reformed Theological Seminary, Charlotte (Estados Unidos).

La vida con Dios | William VanDoodewaard 

La vida con Dios

William VanDoodewaard 

¿Por qué querría alguien ser cristiano? Los cristianos de la Iglesia primitiva eran marginados, despreciados y perseguidos. Lo mismo ocurre con muchos creyentes hoy en día: en la mayoría de los países, ser cristiano es, como mínimo, una pérdida social y económica. Pero a pesar de todas las aparentes desventajas, ser cristiano no solo es deseable, sino asombroso y glorioso. El apóstol Juan resume gran parte de la maravilla de ser cristiano cuando dice: «Nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo» (1 Jn 1:3). El cristiano tiene comunión con Dios.

A causa del pecado, ningún ser humano tiene comunión con Dios por sí mismo. Dios es luz; nosotros nacemos en oscuridad. ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? Dios es vida; nosotros estamos muertos. ¿Qué comunión tiene la vida con la muerte? Dios es amor; nosotros somos enemistad. ¿Qué amistad puede haber entre Dios y el hombre? En nuestra condición natural, estamos sin esperanza y sin Dios en el mundo (Ef 2:12). Estamos «excluidos de la vida de Dios» por la ignorancia que hay en nosotros (4:18). En nuestro estado caído, no solo somos incapaces de reconciliarnos con Dios, sino que además no queremos hacerlo.

Pero Dios (2:4) en Su gracia ha abierto el camino de vuelta a la vida con Él, por medio de Jesucristo. Dios actuó unilateralmente para mostrarnos gracia, misericordia y amor en Cristo. El Hijo, dado en el amor del Padre, es el restaurador y el reconciliador. Por medio de Él, los pecadores son acogidos en la santa presencia de Dios (Ef 3:12; He 10:19-20).

Cuando el Espíritu nos lleva a Dios por medio de Cristo, entramos en la comunión de amor del Dios trino. Somos cambiados para amarlo y deleitarnos en Su entrega a nosotros y deleitarnos en entregarnos a Él. Es una comunión pura, santa y buena. Es una comunión de paz entre Dios y Su pueblo a través de la sangre de Jesús. Pase lo que pase al cristiano, está bajo la voluntad del Padre; el cristiano está a salvo por toda la vida y la eternidad. Nada puede separarnos del amor de Dios (Ro 8:38-39).

Tener comunión con Dios significa que el cristiano tiene el privilegio de conocer a Dios y ser conocido por Él. Tiene el privilegio de hablar con Dios en oración y escuchar a su Creador y Redentor hablar por Su Palabra y Espíritu. El cristiano tiene el privilegio de tener la presencia de Dios con él y en él, y el gozo de saber que un día será llevado a la gloria plena y brillante de la presencia de Dios. Verá y tendrá comunión con el Dios encarnado: Cristo Jesús, el Salvador ascendido y Rey de gloria.

El cristiano tiene el privilegio de ser restaurado a su diseño original por Aquel que lo hizo a él y a todas las cosas. El cristiano tiene el privilegio de disfrutar de la creación de Dios, ahora y siempre. Tiene el privilegio de ser consolado y pastoreado en esta vida por el Padre, quien obra todas las cosas para su bien. El cristiano tiene el gran gozo de saber que incluso las cosas buenas de aquí son solo el principio de lo que está por venir. Estos son regalos de Dios para Sus hijos. ¿Puede haber algo mejor que ser cristiano?

Este artículo fue publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
William VanDoodewaard
El Dr. William VanDoodewaard es profesor de historia de la iglesia en The Puritan Reformed Theological Seminary en Grand Rapids, Mich. Es autor o editor de varios libros, incluyendo The Quest for the Historical Adam y Charles Hodge’s Exegetical Lectures and Sermons on Hebrews .

¿Qué dice la Biblia sobre la seguridad?

En un mundo cada vez más inseguro, la gente busca seguridad y protección. Los ejércitos se enfrentan entre sí en vastos desiertos, los países se equipan con armas nucleares, las ideas revolucionarias ponen en peligro a millones de personas. En nuestro entorno, nos enfrentamos cada vez más con amenazas a nuestra seguridad y a la de nuestras familias. La seguridad física es lo más importante para muchos. La Biblia tiene mucho que decir sobre la seguridad, tanto física como espiritual.

En el Antiguo Testamento, Dios prometió a los israelitas que vivirían en la tierra con seguridad si obedecían sus mandamientos (Levítico 25:18-19; 26:3-5; Deuteronomio 12:10). Cuando el pueblo de Dios se apartó de Él y siguió a otros dioses, su seguridad estuvo en peligro, lo que provocó un desastre. Los altibajos que se registran en el libro de los Jueces claramente relacionan la seguridad nacional del antiguo Israel con su obediencia a la Palabra de Dios. La palabra hebrea traducida como «seguridad» en el Antiguo Testamento significa «un lugar de refugio; seguridad, confianza, esperanza». Proverbios 18:10 describe el nombre del Señor como una torre fuerte a la que los justos corren y encuentran refugio. Según Proverbios 29:25, la seguridad también incluye la confianza en el Señor.

El Nuevo Testamento no pasa por alto la seguridad física. Jesús habló de llevar una espada para protegerse (Lucas 22:36), y Pablo se mantuvo a salvo de los que querían lastimarlo físicamente en varias ocasiones (Hechos 9:25; 17:10; 19:30; 23:10). Sin embargo, el Nuevo Testamento se centra más en la seguridad espiritual, es decir, en la salvación. Jesús y los escritores del Nuevo Testamento tuvieron mucho que decir sobre la seguridad. La seguridad espiritual se encuentra en un solo lugar: la fe en la sangre derramada de Cristo como pago por nuestros pecados y en Su resurrección (Juan 3:17; Hechos 2:21; 4:12; Romanos 10:9; Efesios 2:8). Jesús vino al mundo para dar seguridad espiritual y seguridad eterna a todos los que creen en Él. La necesidad de seguridad física es mínima en comparación con la necesidad universal de seguridad espiritual. Uno puede estar en gran peligro en este mundo de sufrir daños físicos y aun así tener la seguridad de una eternidad de seguridad en el cielo. No hay que temer a los que sólo pueden dañar el cuerpo, pero que no pueden tocar el alma (ver Mateo 10:28).

Desafortunadamente, muchos se engañan pensando que la verdadera seguridad proviene de las cosas del mundo: dinero, comodidades, posición y poder. Sin embargo, la seguridad que ofrecen estas cosas es temporal y pasajera. Las riquezas «abren las alas y salen volando» (Proverbios 23:5). Nada es seguro en este mundo: «No son los más veloces los que ganan la carrera, ni tampoco son los más valientes los que ganan la batalla. No siempre los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes tienen mucho dinero, ni todo el mundo quiere a la gente bien preparada. En realidad, todos dependemos de un momento de suerte» (Eclesiastés 9:11). Ningún argumento del mundo puede proveer seguridad espiritual en el cielo. Pablo habló de un tiempo que vendrá cuando el Señor regrese a la tierra. En ese momento, los que confían en cualquier cosa que no sea Cristo se darán cuenta de que no tienen ni paz ni seguridad: «Ustedes saben muy bien que el Señor Jesús regresará en el día menos esperado, como un ladrón en la noche. Cuando la gente diga: «Todo está tranquilo y no hay por qué tener miedo», entonces todo será destruido de repente. Nadie podrá escapar, pues sucederá en el momento menos esperado, como cuando le vienen los dolores de parto a una mujer embarazada. ¡No podrán escapar!» (1 Tesalonicenses 5:2-3).

Los que tienen la verdadera sabiduría tendrán temor del Señor, el único que puede dar la seguridad verdadera: «Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará. Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato. No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere, porque el Señor será tu confianza, y él preservará tu pie de quedar preso» (Proverbios 3:23-26).

Tomado del Ministerio Got Questions

¿Qué es la Soteriología y Por Qué es Importante Para Todos Los Cristianos? | Josué Barrios

¿Qué es la Soteriología y Por Qué es Importante Para Todos Los Cristianos?

Josué Barrios

“Debemos entender que la obra entera por la cual los hombres son salvados de su estado natural de pecado y de ruina, y son transportados al reino de Dios y hechos herederos de la felicidad eterna, es de Dios, y únicamente de Él. ‘La salvación es de Jehová’ (Jonás 2:9)” — Charles Spurgeon[1].

Antes de hablarte sobre las doctrinas de la gracia en la serie de artículos que estoy publicando en el blog, quiero hablarte sobre la soteriología y por qué importa demasiado para todo cristiano.

Sé que la palabra “soteriología” es rara, pero con ella se llama a la rama de la teología que estudia la salvación.

Todos los cristianos tienen una soteriología.
Los cristianos en teoría estamos de acuerdo en la verdad de que somos salvados sólo por fe, sólo en cristo, sólo para la gloria de Dios y sólo por gracia. Digo en teoría, porque en la práctica la historia es distinta debido a conceptos errados que manejan muchas personas. Por ejemplo, algunos dicen creer que la salvación es solo por gracia, pero en realidad no creen ni interpretan correctamente lo que dice la Biblia sobre la gracia de Dios. Sobre eso hablaremos un poco más adelante en esta serie de las doctrinas de la gracia, pero por ahora volvamos al tema de este artículo.

Por la fe en Jesús, y por tanto en Su obra, somos librados del justo castigo que merecemos (Romanos 3:25-26). También estamos de acuerdo en que hay un cielo y un infierno, y en varios otros puntos de nuestra fe.

Sin embargo, la Biblia habla mucho más sobre cómo Dios salva a pecadores. Prácticamente toda la Palabra está llena de información al respecto. Luego de leerla, pueden surgir en tu cabeza preguntas como estas:

¿Dios elige a personas para que ellas crean el evangelio y sean salvas?
¿Jesús murió por todas las personas de la misma manera?
¿Jesús vino a hacer posible la salvación de todas las personas sin asegurar la de nadie, o vino para salvar realmente a sus ovejas?
¿Podemos perder nuestra salvación?
¿La fe es algo que Dios nos regala?
¿Cómo las personas llegan a creer realmente el evangelio?
Y muchas preguntas más.
La soteriología tiene que ver con respuestas a esa clase de interrogantes… y todo cristiano, aunque tal vez no quiera admitirlo, posee alguna postura ante preguntas como las que muestro arriba.

Lee también: No cometas estos 4 errores cuando leas la Biblia.

La soteriología importa porque Dios importa.
Un cristiano ama realmente a Dios porque el amor ha sido derramado en Su corazón (Romanos 5:5). Ama a Dios porque Él le ha amado primero (1 Juan 4:10). Cuanto más ama a Dios, más lo quiere conocer y amarlo. Dios es aquello que Su alma desea por encima de todo lo demás (Salmos 63:1).

Este Dios único y glorioso se ha revelado en la forma en que Él salva a pecadores. En la manera en que Él nos salva, nos muestra atributos de Él (Su justicia, santidad, sabiduría, omnipotencia, misericordia, etc) y rasgos de Su gloria.

Por tanto, la soteriología importa porque Dios importa.

Si no queremos conocer más sobre cómo Dios salva a pecadores (y por tanto conocer más de Él), entonces deberíamos preguntarnos: “¿Realmente Dios me importa? ¿Realmente soy cristiano?» Es una contradicción ser cristiano y no querer conocer cada día más a Dios, ya que la vida cristiana consiste en conocerlo cada día más y más (Juan 17:3).

Es por eso que la soteriología es una parte esencial del conocimiento cristiano, y cuanto más sólida y bíblica es nuestra soteriología y reconocemos la verdad, más vamos a vivir como Dios quiere que vivamos ya que todo lo que Dios nos ha revelado en Su Palabra es con este fin (2 Timoteo 3:16-17).

Lee también: Jesús y el hombre que no sabía de matemáticas.

El impacto de la soteriología en nuestras vidas.
La soteriología afecta cada área de nuestras vidas porque el verdadero evangelio afecta cada área de nuestras vidas[2].

Un conocimiento profundo, no solo en nuestras mentes, sino en nuestros corazones, de cómo obra la gracia de Dios, tiene un gran impacto en la forma en que vivimos la vida cristiana. Espero mostrarte un poco de eso a lo largo de la serie.

“Cuanto más contemplamos a Dios y cómo Él nos salva, nuestros corazones son llenos de agradecimiento”
Cuanto más contemplamos a Dios y cómo Él nos salva, nuestros corazones son llenos de agradecimiento, crecemos en humildad, estamos más aptos para toda buena obra y descansamos más en Su amor y Soberanía. Vivimos para Su gloria y con un gozo más sólido.

El apóstol Pablo, dirigido por el Espíritu Santo, nos enseña:

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:3-6).

No ahondaré en los detalles de ese pasaje bíblico, pero quiero que notes las palabras que enfaticé: Dios nos salva para que le alabemos en agradecimiento… ¿Y cómo vamos a hacer eso si no conocemos y admitimos lo que Él ha revelado en Su Palabra sobre cómo Su gracia obra en nuestras vidas?

¿Cómo agradeceremos a Dios y confiaremos más en Él, si no sabemos todo lo que Él quiere que sepamos que hizo por nosotros y por lo cual necesitamos agradecerle?

La soteriología es más importante que lo que muchas personas piensan y espero haberlo dejado claro en este artículo introductorio.

A lo largo de la serie estaré hablando sobre las doctrinas de la gracia: Verdades inconmovibles e irrefutables de cómo Dios salva. ¡Así que te invito a seguir en sintonía!

En el próximo artículo de la serie, me gustaría aclarar algunas cosas más que nos serán de utilidad en nuestro viaje.

Josué Barrios

Sirve como Director Editorial en Coalición por el Evangelio. Ha contribuido en varios libros y es el autor de Espiritual y conectado: Cómo usar y entender las redes sociales con sabiduría bíblica. Es licenciado en comunicación y cursa una maestría de estudios teológicos en el Southern Baptist Theological Seminary. Vive con su esposa Arianny y su hijo Josías en Córdoba, Argentina, y sirve en la Iglesia Bíblica Bautista Crecer como líder de jóvenes. Puedes leerlo en josuebarrios.com, donde su blog es leído por decenas de miles de lectores todos los meses. También puedes seguirlo en Youtube, Instagram, Twitter y Facebook, y suscribirte gratis a su newsletter con contenido exclusivo

Pensar lógicamente es bíblico | R.C. Sproul

Pensar lógicamente es bíblico

R.C. Sproul

Hace varios años me pidieron dar un discurso en un importante seminario teológico estadounidense. Durante el discurso, hablé sobre el papel crítico de la lógica en la interpretación bíblica, y les pedí a los seminarios que incluyeran cursos de lógica en sus currículos obligatorios. En casi cualquier materia de seminario se exige que los estudiantes aprendan por lo menos algo de los idiomas bíblicos originales: hebreo y griego. Se les enseña a analizar el trasfondo histórico del texto, y aprenden principios básicos de interpretación.

Todas estas son habilidades importantes y valiosas para que los estudiantes sean buenos administradores de la Palabra de Dios. Sin embargo, la razón principal por la cual ocurren errores en la interpretación bíblica no se debe a que el lector carece de conocimiento del hebreo, o de la situación en la que se escribió el libro bíblico. La causa número uno de malentender las Escrituras viene por hacer inferencias ilegítimas del texto. Creo firmemente que estas inferencias erróneas serían menos probables si los intérpretes bíblicos fueran más hábiles en los principios básicos de la lógica.

La causa número uno de malentender las Escrituras viene por hacer inferencias ilegítimas del texto.

Permíteme darte un ejemplo del tipo de inferencias erróneas que tengo en mente. Dudo que yo haya tenido una discusión sobre la elección soberana de Dios sin que alguien me cite Juan 3:16 diciéndome: “¿Pero no dice la Biblia que ‘de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquél que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna’”? Inmediatamente concuerdo con ellos; la Biblia dice eso. Si tradujéramos esa verdad en proposiciones lógicas, diríamos que todos los que creen tendrán vida eterna, y que nadie que tenga vida eterna se pierde, porque perderse o tener la vida eterna son polos opuestos en términos de las consecuencias de ese creer. Sin embargo, este texto no dice absolutamente nada sobre la capacidad humana de creer en Jesucristo. No nos dice nada sobre quién creerá. Jesús dijo: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió” (Jn. 6:44). Aquí tenemos un negativo universal que describe el aspecto de la capacidad humana. Ninguna persona tiene la capacidad de venir a Jesús a menos que Dios cumpla con una condición en particular (a saber, “traerlos”); sin embargo, esto se olvida a la luz de Juan 3:16, que no dice nada sobre un requisito previo para la fe. Entonces, Juan 3:16, uno de los textos más famosos en toda la Biblia, se destroza rutinaria, regular, y sistemáticamente con inferencias e implicaciones erróneas.

¿Por qué ocurren tales inferencias ilegítimas? La teología cristiana clásica, particularmente la teología reformada, habla sobre los efectos noéticos del pecado. La palabra noético deriva de la palabra griega nous, que a menudo se traduce como “mente”. Entonces, los efectos noéticos del pecado son esas consecuencias de la Caída del hombre (Gn. 3) en el intelecto humano. Todos los humanos, incluyendo todas nuestras facultades, quedaron devastadas por la corrupción de la naturaleza humana. Nuestros cuerpos mueren a causa del pecado, la voluntad humana está en un estado de esclavitud moral (en cautividad a los deseos e impulsos del corazón), y nuestras mentes, igualmente, están caídas. La Caída ha debilitado severamente nuestra propia capacidad de pensar. Yo diría que Adán, antes de la Caída, tenía un coeficiente intelectual fuera de serie. Dudo que hacía inferencias ilegítimas cuando cuidaba el jardín. Por el contrario, su mente era ágil y aguda, pero él perdió eso cuando cayó, y nosotros lo perdimos con él.

Todos los humanos, incluyendo todas nuestras facultades, quedaron devastadas por la corrupción de la naturaleza humana.

Sin embargo, el hecho de que hayamos caído no significa que ya no tengamos la capacidad de pensar. Todos somos propensos al error, pero también podemos aprender a razonar de una manera ordenada, lógica, y persuasiva. Es mi deseo ver a cristianos pensando con la máxima fuerza y ​​claridad. Entonces, como cuestión de disciplina, nos beneficia mucho estudiar y dominar los principios elementales del razonamiento para que podamos, con la ayuda de Dios el Espíritu Santo, superar hasta cierto punto los estragos que el pecado causa en nuestro pensamiento.

No creo ni por un momento que, mientras el pecado esté en nosotros, podamos llegar a ser perfectos en nuestro razonamiento, porque el pecado nos predispone en contra de la ley de Dios mientras vivamos, y tenemos que luchar para vencer estas distorsiones básicas de la verdad de Dios. Pero si amamos a Dios no solo con todo nuestro corazón, alma, y fuerzas, sino también con nuestra mente (Mr. 12:30), seremos rigurosos al entrenar nuestras mentes.

Sí, Adán tenía una mente aguda antes de la Caída, pero creo que el mundo nunca ha experimentado un pensamiento tan sólido como se manifestó en la mente de Cristo. Pienso que parte de la humanidad perfecta de nuestro Señor se demostró en que nunca hizo una inferencia ilegítima, nunca saltó a una conclusión que no estuviera justificada por las premisas. Su pensamiento era coherente y claro como el agua. Nuestro Señor nos llama a imitarlo en todas las cosas, incluyendo su pensar. Por lo tanto, en tu vida, tu principal y sincera prioridad debe ser amarlo con toda tu mente.

Publicado originalmente en Ligonier. Traducido por Rachel Hannah.
Imagen: Lightstock.
R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation.

¿Qué es un líder bíblico? | Edgar Nazario

¿Qué es un líder bíblico?

Edgar Nazario

El liderazgo es un aspecto crucial en la vida del hombre cristiano. Como hombres que buscamos seguir a Cristo, estamos llamados a liderar con humildad e integridad, reflejando las cualidades demostradas por los líderes bíblicos. Al estudiar las vidas de estas personas, podemos obtener conocimientos valiosos y orientación sobre cómo cumplir eficazmente nuestros roles de liderazgo. En este artículo, exploraremos tres puntos principales que resaltan la importancia de estudiar ejemplos bíblicos de liderazgo fuerte y bíblico: las características de un líder bíblico, los beneficios de liderar con humildad y la importancia de liderar con integridad.

Características de un Líder Bíblico

La Biblia nos presenta numerosos ejemplos de líderes que demostraron cualidades excepcionales. Vamos a profundizar en tres características clave:

Fidelidad: Un líder bíblico permanece fiel a Dios y a Su Palabra, liderando a otros con el ejemplo. José, a pesar de enfrentar adversidades y tentaciones en Egipto, se mantuvo firme en su fidelidad a Dios (Génesis 39:2-4). Finalmente, llegó a ocupar una posición de liderazgo, guiando a Egipto a través de una severa hambruna y preservando muchas vidas.

Servicio abnegado: Un líder bíblico ejemplifica la humildad al servir a los demás desinteresadamente. Jesús, el ejemplo supremo de liderazgo servicial, lavó los pies de Sus discípulos, demostrando la importancia de la humildad y el servicio (Juan 13:3-5). Como hombres cristianos, estamos llamados a seguir el ejemplo de Cristo y liderar sirviendo a aquellos confiados a nuestro cuidado.

Un líder bíblico busca sabiduría de Dios y ejerce discernimiento en la toma de decisiones. El rey Salomón, conocido por su sabiduría, oró por discernimiento para liderar al pueblo de Dios de manera efectiva (1 Reyes 3:9). Como hombres que buscan ser líderes a imagen de Cristo, debemos esforzarnos por obtener una sabiduría piadosa y buscar orientación en las Escrituras y en el Espíritu Santo.

Liderar con Humildad

La humildad es un rasgo fundamental que distingue a los líderes bíblicos. Aquí hay tres razones por las cuales liderar con humildad es esencial:

Dios se opone a los soberbios, pero da gracia a los humildes (Santiago 4:6): Cuando abrazamos la humildad en nuestro liderazgo, nos alineamos con el favor y la bendición de Dios. Al reconocer nuestra dependencia de Él, afirmamos que nuestro liderazgo no se trata de gloria personal, sino de servir a los propósitos de Dios.

La humildad fomenta la unidad y la colaboración: Un líder humilde crea un ambiente donde las personas se sienten valoradas, lo que lleva a la unidad y el trabajo en equipo. El apóstol Pablo animó a los filipenses a adoptar una mentalidad humilde, considerando a los demás como más importantes que ellos mismos (Filipenses 2:3-4). Al valorar y capacitar a quienes lideramos, cultivamos un ambiente de cooperación y crecimiento.

La humildad fomenta el crecimiento personal: Cuando lideramos con humildad, demostramos una disposición para aprender y crecer. Proverbios 11:2 nos recuerda que la sabiduría viene con humildad. Al reconocer nuestras limitaciones y buscar aportes de otros, nos abrimos a mayores conocimientos, crecimiento personal y liderazgo efectivo.

Liderar con Integridad

La integridad es un aspecto innegociable del liderazgo bíblico. Aquí hay tres razones por las cuales liderar con integridad es crucial:

Es mejor elegir un buen nombre que grandes riquezas (Proverbios 22:1): Los líderes que priorizan la integridad cultivan confianza y respeto entre sus seguidores. Cuando lideramos con integridad, nuestras acciones se alinean con nuestras creencias, reflejando el carácter de Cristo. Este compromiso con la rectitud deja un impacto duradero y construye un legado que honra a Dios.

La importancia de la pureza moral: Los líderes están llamados a modelar la pureza moral y proteger sus corazones contra la tentación. El compromiso inquebrantable de José con la rectitud frente a los avances de la esposa de Potifar sirve como un poderoso ejemplo (Génesis 39:7-12). Liderar con integridad implica tomar decisiones que honren a Dios, incluso cuando enfrentamos circunstancias difíciles.

Rendición de cuentas y transparencia: Los líderes que lideran con integridad valoran la rendición de cuentas y operan con transparencia. Proverbios 27:17 nos anima a afilarnos mutuamente como el hierro afila el hierro. Al fomentar una cultura de rendición de cuentas, los líderes invitan a comentarios constructivos y se someten voluntariamente a escrutinio, promoviendo el crecimiento y la confianza dentro del equipo.

Conclusión:

Como hombres cristianos, nuestra búsqueda de ser como Cristo incluye desarrollar cualidades de liderazgo fuerte y bíblico. Al estudiar los ejemplos de líderes fieles en la Biblia, comprender la importancia de liderar con humildad y abrazar la importancia de la integridad, podemos crecer como líderes que impactan positivamente a nuestras familias, iglesias, lugares de trabajo y comunidades. Comprometámonos a buscar la guía de Dios, confiar en Su fortaleza y esforzarnos continuamente por ser líderes que reflejen el corazón y el carácter de Jesucristo.

Edgar Nazario
Edgar Josue Nazario nacido en San Jose, Costa Rica. Casado con Raquel por mas de 7 años y es padre de Isaias, Timoteo y Esther. Actualmente sirve como Director de Comunicaciones en su Iglesia local, Cornerstone Baptist Church en Oviedo. Está trazando una maestría en divinidades en el Reformed Baptist Seminary con la meta de ser parte del equipo pastoral. En su tiempo libre comparte con la juventud de su iglesia en varios eventos evangelísticos y sociales. Puedes seguirlo en Twitter: @EdgarNazario

¿Cómo debería ver el socialismo un cristiano?

¿Cómo debería ver el socialismo un cristiano?

La mayoría de los filósofos a través de los siglos, han creído que la historia está formada por ideas, la búsqueda de la realidad actual, o la razón humana. Pero hay un filósofo famoso que, por el contrario, sostuvo que el factor de impulso detrás de toda la historia humana, es la economía. Carlos Marx nació de padres judíos alemanes en 1818 y recibió su doctorado a la edad de 23 años. Entonces se embarcó en una misión para probar que la identidad humana está ligada al trabajo de una persona y que los sistemas económicos controlan totalmente a la persona. Argumentando que es por su trabajo que la humanidad sobrevive, Marx creía que las comunidades humanas son creadas por la división del trabajo.

Marx estudió historia y concluyó que la sociedad por cientos de años se había basado en la agricultura. Pero en la opinión de Marx, la Revolución Industrial cambió todo eso, porque aquellos que habían trabajado libremente para sí mismos, ahora eran forzados por la economía a trabajar en fábricas. Esto, consideró Marx, les despojó de su dignidad e identidad, porque su trabajo definía quiénes eran, y ahora, eran reducidos a meros esclavos controlados por un poderoso capataz. Esta perspectiva significaba que la economía del capitalismo era el enemigo natural de Marx.

Marx dedujo que el capitalismo enfatizaba la propiedad privada, y, por lo tanto, reducía la propiedad a unos cuantos privilegiados. Dos «comunidades» separadas surgieron en la mente de Marx: los empresarios, o la burguesía; y la clase trabajadora, o el proletariado. De acuerdo a Marx, la burguesía usa y explota al proletariado con el resultado de que una persona gana lo que otra persona pierde. Además, Marx creía que los empresarios influían en los legisladores para asegurar que sus intereses se defendieran a costa de la pérdida de dignidad y los derechos de los trabajadores. Por último, Marx consideraba que la religión era el «opio de las masas» que usaban los ricos para manipular a la clase obrera; al proletariado se le promete que un día tendrán recompensas en el cielo, si se mantienen trabajando diligentemente donde Dios los haya colocado (subordinados a la burguesía).

En la utopía terrenal que Marx visualizó, la gente colectivamente es dueña de todo y todos trabajan para el bien común de la humanidad. El objetivo de Marx era terminar con la posesión de la propiedad privada a través de otorgar al estado la propiedad de todos los medios de producción económica. Una vez que la propiedad privada era abolida, Marx consideraba que esto elevaría la identidad de una persona y el muro que supuestamente el capitalismo había construido entre propietarios y clase obrera, sería derribado. Todos se valorarían unos a otros, y trabajarían juntos por una meta compartida.

Hay al menos cuatro errores en el pensamiento de Marx. En primer lugar, su afirmación de que la ganancia de una persona se produce a expensas de otra, es un mito. La estructura del capitalismo deja suficiente lugar para que todos eleven su estándar de vida, a través de la innovación y la competencia. Es absolutamente factible para varias personas competir y tener éxito en un mercado de consumidores que solicite sus bienes y servicios.

Segundo, Marx estaba equivocado en su creencia de que el valor de un producto está basado en la cantidad de trabajo que se le ha invertido. La calidad de un bien o servicio, simplemente no puede ser determinada por la cantidad de esfuerzo invertido por un trabajador. Por ejemplo, un maestro ebanista puede hacer un mueble con más rapidez y belleza de lo que pudiera hacerlo un carpintero no calificado, y por tanto su trabajo tendrá mucho más valor (y justamente) en un sistema económico como el capitalismo.

Tercero, las teorías de Marx, necesitan un gobierno que esté libre de corrupción y niegue la posibilidad de un elitismo dentro de sus filas. Si la historia nos ha enseñado algo, es que el poder corrompe a la humanidad caída, y un poder absoluto corrompe absolutamente. Una nación o gobierno puede matar la idea de Dios, pero alguien más tomará el lugar de Dios. Ese alguien es a menudo un individuo o grupo que comienza a gobernar sobre el pueblo y busca mantener su posición privilegiada a cualquier costo.

Cuarto, y el más importante, Marx estaba equivocado en que la identidad de una persona está ligada al trabajo que desempeña. Aunque la sociedad secular ciertamente impone esta creencia en casi todos, la Biblia dice que todos tienen igual valor, porque todos fueron creados a la imagen de un Dios eterno. Es ahí donde radica intrínsecamente el verdadero valor humano.

¿Tenía razón Marx? ¿Es la economía el catalizador que impulsa la historia de la humanidad? No, lo que dirige la historia de la humanidad es el Creador del universo, quien controla todo, incluyendo el ascenso y caída de cada nación. Además, Dios también controla a quien pone a cargo de cada nación, como dice la Escritura, «… para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres» (Daniel 4:17). Más aún, es Dios quien le da a una persona la habilidad en el trabajo, y la riqueza que proviene de ello, no el gobierno: «He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios» (Eclesiastés 5:18-19).

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Cómo defenderse de Satanás el enemigo del cristiano | SINCLAIR FERGUSON

Cómo defenderse de Satanás el enemigo del cristiano

SINCLAIR FERGUSON

En su notable librito Towards Spiritual Maturity (Hacia la madurez espiritual), William Still describe lo que él llama “las tres dimensiones de la cruz”. Cristo, escribe Still, trata con el pecado en cuanto poder, con los pecados en cuanto obras que causan culpa, y con Satanás en cuanto enemigo del cristiano. A menudo yo solía oírlo hablar de “la Raíz” (el pecado), “el Fruto” (los pecados), y “el Bruto” (el diablo).

LA TERCERA DIMENSIÓN
Esta tercera dimensión es importante. Tendemos a ignorar o a exagerar la actividad del Diablo. La predicación y la consejería, por ejemplo, no siempre reflejan la enseñanza del Nuevo Testamento de que nuestra lucha fundamental es “contra fuerzas espirituales malignas” (Efesios 6:12, NVI). Por otra parte, demasiados cristianos confunden la enfermedad y el pecado con posesión demoniaca. ¡Qué diabólico es empujarnos hacia un extremo o el otro!

En el Nuevo Testamento, al enemigo espiritual se lo retrata de diversas formas. Por ejemplo, se lo denomina “mentiroso” (Juan 8:44) y el que entorpece la obra de Dios (1 Tesalonicenses 2:18). Pero una de las imágenes más bíblicas de él está en la visión de su expulsión en Apocalipsis 12-13. Aquí Juan lo ve como la serpiente del Jardín del Edén que ha devorado a tantas criaturas que ahora se ha convertido en un poderoso dragón (Apocalipsis 12:9). Juan nos ayuda a reconocer la estrategia del enemigo dándole títulos: engañador, diablo, Satanás, acusador. Él es estas cuatro cosas, en el sentido más literal en su máxima expresión.

EL ENGAÑADOR
Mediante el uso de sus agentes, el Maligno “engaña a los habitantes de la tierra” (Apocalipsis 13:13-14 RV95). Tiene aspecto de cordero, ¡pero su voz es la de un dragón (13:11)!

Desde el comienzo, esta ha sido su actividad. “La serpiente me engañó, y yo comí”, confesó Eva (Génesis 3:13; cf. 1 Timoteo 2:14). Como el dios de este siglo, ciega las mentes (2 Corintios 4:4). Es algo que experimentamos cada vez que caemos en pecado: la tentación llena nuestro horizonte y perdemos de vista lo que está más allá; dejamos de pensar con claridad. Más tarde, en nuestra angustia, decimos: “Si tan solo hubiera visto las consecuencias”. Pero fuimos engañados y cegados.

¿Cuál es la defensa? ¿Recuerdas cómo se defendió Jesús cuando el enemigo trató de convencerlo en las tentaciones del desierto? Nuestro Señor había escondido la Palabra de Dios en su corazón; él era capaz de pensar bíblicamente, es decir, claramente. Él vio a través del engaño.

EL DIABLO
Este nombre (a partir de un compuesto del verbo griego arrojar) comunica la idea de calumniar, de arrojar falsedades contra alguien; “enlodar”, podríamos decir: ¿Pero a quién le arroja su lodo el diablo? A Dios, en primer lugar.

El Maligno comenzó a hacerlo en el Jardín del Edén. Adán y Eva estaban rodeados de abundancia de bienes: ¡la creación, los animales, los ríos, los árboles, las flores, la fruta! Pero la serpiente dijo: “Dios los puso aquí para burlarse de ustedes. ¿Acaso dijo ‘no deben comer de ninguno de estos árboles?’” (ver Génesis 3:3). Dios no había hecho tal cosa. Dios les había dado todo para que lo disfrutaran (Génesis 2:16). Solo un árbol estaba prohibido (2:17).

¿Ves la difamación que hace el diablo? Estaba atacando el amoroso y generoso carácter de Dios y estaba acusándolo de ser un Creador cínico.

Esa es una de sus estrategias favoritas. “Mira tus circunstancias”, susurra, tratando de disimular su voz de dragón, “¡Dios en realidad no te ama!” No deberíamos ignorar sus “malignas intenciones” (2 Corintios 2:11).

¿Cuál es nuestra defensa? Esta es la de Pablo: “Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Que la cruz acalle las calumnias del diablo y te convenza de la maravilla del amor de Dios.

SATANÁS
Algunos comentaristas sugieren que aquí la idea en la raíz de la palabra incluye atacar a alguien en una emboscada. El ataque es inesperado y está oculto.

Pensemos en Job. La tensión creada al leer el libro de Job radica en el hecho de que nosotros —la audiencia— sabemos algo que el propio Job ignora. Nosotros sabemos que estos sufrimientos, si bien están bajo la mano soberana de Dios, son causados por Satanás. Pero Satanás está oculto de Job. Él no tiene idea de que Satanás está detrás de sus sufrimientos. Él fue víctima de una emboscada.

En otro ámbito, pensemos en Jesús cuando su querido amigo Pedro lo tomó para impedir que fuera a la cruz. Pero el Señor identificó la verdadera fuente del ataque, diciendo, en esencia: “Sal de mi vista, Satanás” (ver Marcos 8:33). Mientras sus ojos físicos solo veían a Simón, su vista espiritual detectó y expuso a Satanás.

Gracias a Dios que él nos protege de Satanás aun en ocasiones en las que no estamos conscientes de su protección. ¿Pero cómo podemos desarrollar un discernimiento como el de Jesús? Mediante una asimilación asistida por el Espíritu del sólido alimento de la sabiduría de Dios. Así nos ejercitamos en “la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo” (Hebreos 5:14 NVI).

EL ACUSADOR DE LOS HERMANOS
El enemigo mantiene un diario de nuestra culpa y nuestros fracasos. En la corte de Dios, él nos acusa (cf. Zacarías 3:1-2); en la corte de nuestra propia conciencia, oímos los ecos. John Newton sabía de esto. A veces él sentía estar:

Cargado por mi iniquidad, temores hay en mí;

luchando con la enemistad.

¿Cómo podemos derrotar a Satanás cuando susurra que no somos aptos para ser cristianos? Juan vio de qué manera lo logran los santos: “Ellos lo vencieron por la sangre del Cordero y por la palabra que ellos proclamaron” (Apocalipsis 12:11).

¿A qué proclamación se refiere? A esta: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” (Romanos 8:33-34). Así que podemos cantar con Newton:

Mi Escondedero, Escudo sé, me abrigo solo en ti;

Al que me acusa yo diré: “moriste tú por mí”.

Siempre es un primer principio de guerra que conozcamos la fuerza y tácticas de nuestro enemigo, como también nuestros propios recursos. ¡Eso es tan cierto del conflicto espiritual como lo es del combate militar!


Este artículo Cómo defenderse de Satanás el enemigo del cristiano Solo en Cristo, publicado por Poiema Publicaciones.

Yo seguí plenamente al Señor mi Dios.

Sábado 9 Septiembre
Yo seguí plenamente al Señor mi Dios.
Josué 14:8 NBLA
El poder de la fe
La fe es un principio poderoso. Purifica el corazón, obra por amor y vence al mundo. En una palabra, enlaza el corazón con Dios mismo y ese es el secreto de toda verdadera nobleza, santa benevolencia y divina pureza. No es extraño, pues, que Pedro diga que es “mucho más preciosa que el oro” (1 P. 1:7), ya que en verdad es preciosa, mucho más de lo que el pensamiento humano pueda alcanzar.

Véase cómo este poderoso principio actuó en Caleb, y el bendito fruto que produjo. Le fue permitido comprobar la verdad de aquellas palabras, empleadas siglos después: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Él creyó que Dios era capaz de hacerlos entrar en la tierra, y que todas las dificultades y obstáculos serían simplemente para ejercicio de la fe. Y Dios, como sucede siempre, contestó a su fe: “Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho” (Jos. 14:12).

¡Cuán reconfortantes son las expresiones de una cándida fe! ¡Cuán edificantes! ¡Cuán verdaderamente alentadoras! ¡Qué intenso contraste con la tenebrosa y depresiva incredulidad, con sus acentos deslucidos que deshonran a Dios! Caleb fue firme en la fe, dando gloria a Dios. Podemos decir, con la mayor certeza, que, como la fe siempre honra a Dios, él se complace a su vez en honrar la fe; y estamos convencidos de que, si el pueblo de Dios confiara más en él, si ellos extrajeran más abundantemente de Sus recursos infinitos, veríamos una situación muy diferente a nuestro alrededor. ¡Ah! ¡Si tuviéramos una más viva fe en Dios, asiéndonos más audazmente a su fidelidad, a su bondad, a su poder! Entonces podríamos esperar resultados más gloriosos en el campo de la evangelización; más celo, más energía, más intensa dedicación en la Iglesia, y más frutos de justicia en los creyentes individualmente.

C. H. Mackintosh
Danos la fe que dio poder
A los soldados de la cruz,
Que hasta la muerte por vencer,
Firmes, marcharon por Jesús;
Fe de los fieles, pura fe,
¡De nuestra vida el ancla sé!
F. W. Faber
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.

Viviendo como una iglesia – Clase 10: El estímulo

Viviendo como una iglesia

Clase 10: El estímulo

Serie:Viviendo como una Iglesia

  1. Introducción
    El estímulo es algo bueno. Como cristianos, sabemos que es algo que debemos hacer. Pero también es algo que puede ser vago. ¿Es solo otra palabra para «ser agradable»? Quiero iniciar la clase con una pregunta: ¿Cuáles son algunas de las metas del verdadero estímulo, de acuerdo con la Escritura? ¿Por qué deberíamos estimularnos unos a otros?

Escucha cuál era el objetivo de Pablo para el estímulo en Colosenses 1:28: «a quien Cristo anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre». Estamos llamados a la misma meta, presentar a otros perfectos en Cristo. Leemos en Hebreos 10:24-25: «Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca». Ese mismo sentimiento se refleja en nuestro pacto congregacional. «Caminaremos juntos en amor fraternal, como miembros de la iglesia de Cristo; nos cuidaremos y supervisaremos en amor, nos amonestaremos y oraremos fielmente los unos por los otros según la ocasión lo amerite». Por tanto, aquí tienes una definición de estímulo: Cuidar de otra persona lo que, por lo general, implica hablarle con la verdad bíblica, con el objetivo de que esa persona crezca en la piedad. Digo «por lo general» porque es posible que puedas estimular o animar a alguien sin palabras, compartiendo una comida, por ejemplo, pero, hablando bíblicamente, el estímulo generalmente tiene algo de contenido, y ese contenido debe provenir de la Palabra de Dios.

Qué responsabilidad tan grande: el estímulo en aras de la santidad. Estamos juntos en una lucha de vida o muerte contra el mundo, la carne y el diablo. Y nuestro llamado es ayudarnos mutuamente a cruzar la meta con la gracia de Dios. Dios es quien nos preserva, pero utiliza medios para hacerlo. Uno de esos medios es el cuerpo de Cristo.

Parte de cumplir con ese llamado implica confrontar el pecado explícito, como discutimos la semana pasada. Pero la vida cristiana abarca mucho más que eso. Conlleva miles de decisiones diarias que forman la trama de nuestras vidas. Necesitamos que nos den ánimo si esa historia va a ser una de gozosa confianza en Cristo hasta nuestro último día. Y, por tanto, el estímulo es trascendental para nuestra unidad como iglesia. Cuando nos alentamos unos a otros en Cristo, eso asegura que estamos unidos en torno a Cristo y no a otras cosas. Cuando nuestra unidad sufre, debemos estar bien capacitados en el arte del estímulo para que podamos recordarnos unos a otros lo que realmente importa, y ayudarnos a superar las semillas de la división.

Permíteme presentar un breve bosquejo para nuestro tiempo. Comenzaremos examinando lo que hace que el estímulo sea difícil de hacer bien. A continuación, veremos la clase de relaciones que se necesitan para hacer que esto suceda. Y, finalmente, una guía práctica acerca de cómo podemos expresar un estímulo empapado en el evangelio en las vidas de nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

  1. El desafío del estímulo
    Así que primero, ¿qué hace que esto sea difícil? Dos cosas que debemos saber cuando intentamos estimular a los demás:

Antes que todo:

A. Nuestra lucha es una del corazón: Implica los deseos centrales que motivan nuestras decisiones y acciones diarias. Y, como dijo el profeta Jeremías: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (17:9). Los deseos malignos del corazón son lo que Santiago señala como la causa de la tentación (1:14) y el conflicto (4:1). Entonces, cuando encontramos que nuestros hermanos y hermanas en la iglesia están tomando decisiones que no se alinean con su identidad en Cristo, sabemos que el problema no es principalmente externo, sino la consecuencia de los deseos pecaminosos de sus corazones.

Esto es importante porque con mucha frecuencia, cuando estamos en relaciones con otros cristianos y vemos cosas en sus vidas que deshonran a Cristo, nuestra meta a menudo es hacer que se comporten de manera diferente. «Si tan solo no pasara tanto tiempo con esas personas». «Si tan solo gastara su dinero de otro modo». «Si tan solo cambiara a un trabajo que le diera más tiempo con su familia». Pero como sabemos demasiado bien, la conducta no es la raíz del problema. Algunas implicaciones de esto son las siguientes:

Primero, solo Dios puede cambiar el corazón. Nosotros somos sus instrumentos. Así, al involucrarnos en la vida de otras personas, debemos recordar que la oración es nuestra mejor herramienta, que la culpa y la coerción no pueden corregir los profundos problemas del corazón, y que nuestra desesperación por que Dios actúe aumenta la gloria que merece. Puede haber momentos buenos y apropiados para ayudar a otros a cambiar su comportamiento; por ejemplo, responsabilizar a alguien por un pecado habitual. Pero un mejor comportamiento no es nuestra meta final. En última instancia, nos preocupamos por los problemas del corazón.
Otra implicación, cuando alentamos a los demás, debemos recordar que nuestros corazones también son propensos a divagar. No es coincidencia que inmediatamente luego de que Pablo nos exhorta a restaurar a quienes están atrapados en el pecado en Gálatas 6:1, nos advierte acerca de nuestro orgullo y nuestra autosuficiencia. Nuestros corazones son más oscuros y malvados de lo que podremos llegar a comprender.
Por último, la importancia del corazón nos recuerda que nuestra meta no es ayudar a otros a sentirse felices y realizados. Hay muchas maneras de lograr eso y, trágicamente, nunca llegar a los problemas de nuestro corazón. Nuestro objetivo al estimular a los demás es que sean transformados en sus deseos para buscar a Cristo por encima de todo lo demás, que al final, es lo que conduce al gozo verdadero y duradero.
Por tanto, el primer desafío que enfrentamos al luchar por animar a nuestros hermanos y hermanas es el engaño del corazón, de su corazón y el nuestro.

B. Filosofías huecas y engañosas
Un segundo enemigo es el pensamiento del mundo. Tengo en mente las palabras de Pablo en Colosenses 2:8: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo». Para emplear esta terminología, todos somos filósofos. Todos nosotros, todo el tiempo, estamos creando filosofías del significado de nuestras vidas. ¿Qué importa? ¿Por qué suceden estas cosas? ¿Para qué vale la pena vivir? Y aunque generalmente sabemos las respuestas a esas preguntas, somos fácilmente engañados por las filosofías humanas y mundanas en lugar de basarnos en la verdad.

Y las personas que tratamos de animar, por un lado, tienen al mundo gritando a través de un megáfono en su oído. Y nosotros también. Nuestra filosofía guía debería descansar en la verdad del evangelio, pero incluso como cristianos, nuestras vidas a menudo son inconsistentes con esta verdad. En su libro How People Change (Cómo cambia la gente), Timothy Lane y Paul Tripp llaman a esto la «brecha del evangelio». Una brecha entre lo que sabemos que es verdadero en el evangelio y nuestra manera de vivir.

Y ellos señalan que esa brecha no queda vacía. Nosotros, y las demás personas en nuestra iglesia, con frecuencia operamos con una mezcla de la verdad del evangelio y otras filosofías que, aunque suenan bíblicas, tienen en su núcleo los valores de este mundo. Los autores identifican siete de estas filosofías sustitutivas. Voy a examinarlas, y al hacerlo, quiero que pensemos en dónde podríamos reconocerlas como ciertas en nuestros corazones, o cómo otros que conoces podrían adoptar algunas de estas filosofías falsas.

La primera es el «formalismo». Participo en reuniones regulares y en ministerios de la iglesia, y siento que mi vida está bajo control. Puede que pasé mucho tiempo en la iglesia, pero eso tiene poco impacto en mi corazón y en mi estilo de vida. Es posible que me vuelva prejuicioso e impaciente con quienes no funcionan igual que yo. El cristianismo es estar en el lugar correcto, siguiendo las corrientes correctas.
El segundo es el «legalismo», primo cercano del formalismo. Vivo por las reglas, reglas que creo para mí, reglas que creo para otros. Me siento bien si puedo mantener mis reglas. Y me vuelvo arrogante y amargado cuando los demás no pueden cumplir con los estándares que establezco para ellos. No hay gozo en mi vida porque no hay gracia que ser celebrada.
El siguiente es el «misticismo», la incesante búsqueda de una experiencia emocional con Dios. Vivo por los momentos en los que me siento cerca de él. Pero si no tengo ningún éxtasis emocional, asumo que Dios no me ama o que él no es real.
El «activismo» es cuando me emociono con el cristianismo principalmente como una forma de arreglar este mundo roto. Baso mi relación con Dios en lo mucho que hecho para mitigar la pobreza, pero mi corazón está lejos.
Luego está el «biblicismo», que reduce el evangelio a un dominio del conocimiento bíblico y teológico. Conozco mi biblia de memoria, pero no dejo que me domine. Y me impaciento con quienes tienen menos conocimiento.
El sexto es el «evangelio terapéutico». Puedo hablar mucho acerca de cómo Dios es el único que sana y ayuda a quienes están heridos. Sin embargo, sin darme cuenta, he convertido a Cristo en un terapeuta más que en un salvador. Veo el pecado de las personas entre sí como un problema más grave que mi pecado contra Dios, y trato al cristianismo solo como una manera de solucionar mis problemas, para tener una vida feliz.
Por último, está lo que llamamos «socialismo». El compañerismo y las amistades íntimas que encuentro en la iglesia pueden convertirse en un ídolo, el cuerpo de Cristo reemplazando a Cristo. Y el evangelio queda reducido a una comunidad de relaciones cristianas.
Siete filosofías antievangélicas, todas ellas basadas en verdades a medias, las cuales somos propensos a creer, que es exactamente por lo que necesitamos ser alentados. El estimulo sirve para corregir filosofías defectuosas de lo que es el cristianismo. Recuerdo que, cuando era niño, recibí lecciones de piano, y a menudo mi profesora me detenía cuando la posición de mi mano no era la correcta. Cuando nos estimulos bíblicamente, actuamos como la profesora de piano que, con gentileza y regularidad, ayuda a su estudiante a reconocer y eliminar los malos hábitos teológicos que han entrado. Ella no solo corrige la mala postura, sino que modela la forma correcta de tocar. Como esa profesora, debemos exponer las concepciones falsas, y ayudarnos a deleitarnos en la verdad. Como dice Pablo: «Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5).

Ese es el desafío: luchar contra los deseos del corazón, reconociendo que nadamos en un mar de filosofías mundanas que desafían las verdades cristianas fundamentales de lo que somos. Si eso es a lo que nos enfrentamos, a continuación, deberíamos meditar en el contexto para el cambio, con lo que me refiero a las clases de relaciones que promueven el estimulo hacia la santidad.

  1. El contexto para el cambio
    Santiago 5:16: «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados». Hay dos cosas que necesitamos en la iglesia para tener una cultura de estimulo sana: la disposición de revelar nuestras luchas y la disposición de escuchar y ayudar cuando otros revelan sus luchas. Nada de lo que diga en esta clase será útil si no estás dispuesto a revelar tus luchas a los demás, y si no eres lo suficientemente cercano a otros para saber cuándo y cómo necesitan ayuda.

Aquí tienes algunos comentarios acerca de lo que podemos hacer para cultivar este tipo de contexto en la iglesia: Al compartir nuestras luchas, permíteme animarnos a aprovechar la oportunidad, siempre que sea apropiado, de abrazar el «ministerio de la dependencia». No hay nada piadoso en tropezarte solo con tus luchas porque eres demasiado orgulloso para dejar que otros te ayuden. Da a los demás la oportunidad de ministrarte. Una de las cosas más amables que podemos hacer por quienes están batallando y considerando unirse a nuestra iglesia, es dejar en claro que la iglesia está llena de personas iguales a ellos porque está llena de todos nosotros.

Y, al servir a quienes comparten sus luchas contigo, cuando alguien es honesto con nosotros, estamos llamados a tomarlo en serio. Algo que ayuda es abstenernos de ofrecer soluciones trilladas que hagan parecer que solo un completo tonto tendría ese problema. «¿Luchas con la depresión? Solo lee más tu Biblia, y pasa más tiempo en el sol, entonces te sentirás bien». Lo que podría parecerte simple podría ser la batalla de toda una vida para alguien más. Cuando alguien te habla acerca de una lucha, es como si te hubieran ofrecido una joya. Puede estar dura y sin forma, pero ahora tienes la mayordomía de escuchar y ayudar a pulir esa joya para que se convierta en un reflejo de la obra santificadora de Dios.

Esos son solo algunos pensamientos acerca del contexto de las relaciones que debemos construir. Relaciones que sean honestas y relaciones que reciban a personas con dificultades.

Y eso nos lleva al siguiente punto: 4. Cómo estimular a personas con luchas.

Los cristianos que nos rodean luchan contra la carne y luchan contra las filosofías huecas y engañosas que los rodean. Se nos exhorta a animarles y enseñarles. ¿Cómo hacemos eso?

La respuesta es que depende de la persona. Pero la Escritura nos enseña sabiamente cómo abordar este asunto. Escucha 1 Tesalonicenses 5:14: «Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos» (NVI).

Cuando encontramos la lucha de un hermano o hermana en Cristo, es útil repasar esas tres categorías en tu mente. ¿Son holgazanes, u ociosos como dice la Reina Valera 1960? ¿Están desanimados y desmotivados? ¿Son débiles y necesitan que alguien les ayude a llevar su carga? ¿Y cómo podemos hacer esto pacientemente?

Sin importar la categoría en la que se encuentren, quiero sugerir tres cosas que deberíamos hacer. Primero, muéstrales lo que dice la Escritura. Eso no significa simplemente arrojarles un versículo. Por lo general, para decir la verdad a alguien de una manera que pueda escuchar, primero debemos demostrar que lo amamos y necesitamos saber quién es y a qué se enfrenta. Entonces, una vez que lo hagamos, queremos comunicar la verdad de la Palabra de Dios, quizá recordándole un patrón en la historia de la salvación, tal vez de que Dios siempre demuestra ser fiel. O simplemente estudiando un pasaje de la Escritura con él o ella. Pero muéstrales lo que la Biblia dice.

Segundo, ayúdales a meditar en las buenas noticias. Háblales de los diferentes aspectos de lo que Cristo ha hecho, y sé específico. Para la persona que batalla con la culpa y la vergüenza, Cristo ha tomado nuestra culpa para que podamos disfrutar de la reconciliación con el Padre. Para alguien que experimenta la soledad, Cristo nos ha adoptado en la familia del Padre. Para la persona que lucha contra la tentación constante y el pecado que reside en nosotros, Cristo nos ha hecho nuevas criaturas y nos has llenado con su Espíritu Santo. Sabemos estas cosas como cristianos, pero muy a menudo necesitamos conectar estas verdades con las situaciones que enfrentamos cada día.

Tercero, identifica las evidencias de la gracia de Dios en sus vidas. Reconoce cualquier fruto que el Espíritu Santo esté obrando en ellos, y háblales acerca de ello. Si alguien siente la tentación de dudar si realmente es cristiano, esto puede ayudarle a asegurarse de que Dios verdaderamente lo está transformando. Esto es lo que hizo Pablo en muchas epístolas. Cuando le escribió a los corintios, aunque tenía mucho por lo que reprenderlos, inició su carta diciendo: «Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia» (1 Corintios1:4-5).

Lo que haremos ahora es examinar tres casos de estudio, ejemplos de cómo podría ser esto para cada una de las tres categorías que Pablo presenta en 1 Tesalonicenses 5:14. En cada uno, daré algunos antecedentes de la persona hipotética, y luego discutiremos juntos un par de preguntas.

A. Amonesta a los holgazanes
Empezaremos con esa primera categoría: letra A, «amonesten a los holgazanes».

Digamos que, para comenzar, estás hablando con Sue, que no se aparta del camino de la tentación. Ella ha encontrado que siente la tentación de amar las cosas de este mundo, y ver cierto programa de televisión parece dejarla siempre descontenta con la vida que Dios le ha dado. Pero realmente le gusta, y se divierte hablando con amigos en el trabajo la mañana siguiente después de que se transmite el programa. Le has advertido cómo es posible que ese programa esté desempeñando un rol más destructivo en su vida del que podría imaginar, y aunque confiesa que, por lo general, el programa la hace sentirse pecaminosamente descontenta, no ha dejado de verlo. Está ociosa y se siente indiferente para con su alma.

Dos preguntas: Primero, ¿dónde está la brecha en el entendimiento del evangelio de Sue? Está alrededor de lo que realmente significa arrepentirse verdaderamente. Como dijo Pablo: «Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Romanos 6:2). ¿Comprende ella cómo es el arrepentimiento para el cristiano? Lo que significa tomar las palabras de Jesús seriamente: «Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti» (Mateo 5:30).

Segundo, ¿qué le dirías a Sue? Habla con ella acerca de la diferencia entre la tristeza del mundo y la tristeza que es según Dios en 2 Corintios 7. Es posible que lamente ver el programa de televisión, pero que no esté arrepentida. «Pero la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte» (v. 10). Adviértele acerca de las consecuencias del pecado en su vida. Positivamente, anímala en la alegría y el contentamiento que proviene de buscar las cosas del Señor (Sal. 119:1-3), y de saber que es alguien que no merece el amor de Dios, pero que lo ha recibido por su gracia (Romanos 5:8).

B. Estimula a los desanimados
Ese fue un ejemplo de advertir a los que son ociosos. Pensemos en la letra B, «estimulen a los desanimados».

Para este ejemplo, piensa en Joe. Está en sus veintitantos, y todavía intenta descifrar qué hacer con su vida. Trabaja en un trabajo sin futuro, no se siente particularmente útil en la iglesia, le gustaría estar casado (algo así), pero no está ni cerca… y ha estado luchando durante varios años con los propósitos de Dios para su vida. Siente que está a punto de rendirse, aunque no sabe en realidad lo que significaría «rendirse». Pero suena dramático. Rara vez sirve a otros, pero dice que le gustaría, simplemente no cree que tenga algo con lo que contribuir. Pero cuando mira a todos los ancianos, siente que son todos «súper cristianos» y que él es solo un don nadie. Nadie realmente lo conoce, o se preocupa por él.

Discutamos las mismas preguntas. ¿Dónde está la brecha en el entendimiento del evangelio de Joe? Podría estar en varios lugares. De una manera extraña, podría haber caído en el legalismo, habiendo comenzado con el Espíritu, ahora piensa en su objetivo en términos de esfuerzos humanos. Considera que su valor está directamente relacionado con su productividad, o su falta de la misma, y eso lo ha desanimado. Así que recuérdale que su valor ante Dios se basa en la obra culminada de Cristo, no en la suya.

¿Qué le dirías a Joe para alentarlo? Ayúdale a entender que su responsabilidad está arraigada en las oportunidades que Dios le ha dado. Su valor no proviene de la aprobación de los demás. Comparte con él la gloriosa esperanza que Dios le ha dado a todos los que somos sus hijos: «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 Pedro 1:3). Háblale de cómo todos los cristianos en la iglesia tenemos dones para cuidarnos unos a otros (1 Corintios 12:25).

C. Ayuda a los débiles
Pasemos a la última de las tres partes de este versículo: «ayuden a los débiles». ¿Quiénes son los débiles? De cierto modo, todos los somos. Pero hay algunos entre nosotros que son débiles de formas que los hacen especialmente vulnerables espiritualmente. Esto podría venir a través de ciertas circunstancias en la vida que hacen que cada día sea difícil seguir confiando en Dios.

Para nuestro ejemplo, veamos a Max. Max ha sido diagnosticado con depresión clínica. Es incapaz de hacer la cantidad de bien que antes podía. Lucha terriblemente con su relación con Dios ahora que muchas de las emociones de la fe con las que contaba, sin darse cuenta, son pocas y distantes entre sí. Pero su mente es más susceptible a ese espiral descendente de depresión, y hay un lado físico de su condición que es difícil de escapar. En esta situación, aunque no siempre es necesario, su doctor le ayuda en el lado físico de las cosas con medicamentos, sin embargo, Max está desanimado y abatido de muchas maneras. Max está débil.

Primera pregunta: ¿Cuáles podrían ser algunas de las brechas en el entendimiento del evangelio de Max? Considera cuál es su debilidad. Podría estar débil en la fe. Parece que sus emociones presentes durarán para siempre y, por tanto, las promesas de Dios parecen tan distantes como inexistentes. Ayúdale a aprender a confiar en Dios más que en él mismo. Eso es, al fin y al cabo, una esencia del evangelio. O quizá la ayuda que necesita es el recordatorio constante de que hay cristianos en su vida que lo aman, y cuyo amor está arraigado en algo mucho más seguro, el amor de Cristo.

Segunda pregunta: ¿Cuáles son algunas de las cosas que harías o dirías para animar a Max? Comparte con él el evangelio de esperanza. Ayúdale a ver cómo sus sufrimientos están produciendo perseverancia, carácter y, finalmente, esperanza (Romanos 5:3-5). Recuérdale los motivos que tiene para confiar en la bondad de Dios aun cuando se pregunta por qué está sufriendo de esta manera (2 Corintios 12:8-10).

 Especialmente en esta categoría de los que son débiles, no podemos contentarnos con simplemente dispensar la verdad a las personas y sentir que nuestro trabajo está hecho. En ocasiones tenemos que estar tranquilos y escuchar, o simplemente estar presentes con ellos mientras sufren. Otras veces debemos orar por ellos, suplir sus necesidades físicas y brindar comunión. No solo debemos predicar la verdad, sino hacer estas cosas, y al hacerlas, crear oportunidades para predicar la verdad.

Sé paciente con todos
Por último, Pablo dice: «sean pacientes con todos». Ya sea alguien que está físicamente débil, alguien que está frustrantemente obstinado, alguien que piensa que está bien y que no necesita tu estímulo, nuestra postura es la paciencia. Tu trabajo nunca es condenar, o avergonzar a alguien por lo lento que es su crecimiento. Y la paciencia verdadera proviene de saber cuán paciente ha sido nuestro Padre celestial con nosotros. Ser paciente es deleitarte en servir a tus hermanos y hermanas porque son reflejos del carácter de Dios, y porque la gratitud por la paciencia de Dios se encuentra en lo más profundo de tu alma.

Amamos porque él nos amó primero. Nuestro amor proviene de su amor y debe reflejar su amor. Por eso, debemos trabajar para presentarnos perfectos en Cristo.

Por CHBC
Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos