Soy Reformado | Augustus Nicodemus

Soy Reformado

Augustus Nicodemus

Me considero reformado, pero eso sólo significa que tengo la Reforma Protestante del siglo XVI como mi marco histórico de fe. Para mí, ser llamado «reformado» significa identificarse con las doctrinas y prácticas adoptadas por los reformadores. Sin embargo, entiendo que la Reforma fue esencialmente un regreso a las fuentes, en este caso, un regreso a las Escrituras.
Antes de verme como reformado, me veo como cristiano. Los reformadores fueron instrumentos de Dios en un momento específico y crítico de la historia de la iglesia para mantenerla en el camino de la verdad. No los idolatro, pero reconozco humildemente que fueron personas extraordinariamente utilizadas por Dios, y sus escritos nos ayudan a comprender mejor el mensaje de la Biblia.
Me gusta pensar en la fe reformada como la mejor expresión de ese conjunto de doctrinas reveladas en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, no considero que la fe reformada sea la única fe legítima y aceptable. Conozco a muchos queridos hermanos que no son reformados, pero son creyentes dedicados y comprometidos con el Señor Jesucristo.
Busco la verdadera comunión con quienes profesan los puntos centrales de la fe cristiana, aunque no sean necesariamente partidarios de los puntos centrales de la Reforma protestante, como los 5 puntos del calvinismo, por ejemplo.

Comprender la Reforma Protestante es fundamental, porque nos permite profundizar en la historia cristiana, y fortalecer nuestra propia fe a la vez. Profundizar nuestra comprensión de las raíces de nuestra fe nos inspira a comprometernos más profundamente con el Evangelio.
Además, la Reforma sirve como un recordatorio constante de la importancia de valorar y defender la libertad religiosa. Muchos reformadores enfrentaron persecución por sus creencias, dejando un poderoso testimonio sobre la necesidad de proteger la libertad de practicar nuestra fe.

Ladrones del alma | Peter Masters

Ladrones del alma
By Dr Peter Masters

Jesús, hacia el final del discurso más famoso que jamás dio, dijo estas asombrosas e importantes palabras: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”.

El discurso más famosos que jamás se ha dado ha sido el Sermón del Monte, el cual fue dado a miles por Jesucristo en la ladera de una montaña de Galilea. Hacia el final del discurso, Jesús pronunció estas asombrosas e importantes palabras: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15).

“¡Guardaos!” significa estar atento a los peligros. Nos insta o exhorta a vigilar inteligentemente. ¿Acaso analizamos las ideas que hoy en día se nos imponen acerca de la vida? ¿Acaso analizamos los diferentes estilos de vida y valores que se nos ofrecen?

 Lo que Cristo realmente está diciendo es: “No seas descuidado con respecto a la vida, e indiferente a su propósito. No seas ingenuo y aceptes sin cuestionar todas las ideas con las que nos topamos y más bien piensa hacia dónde te diriges en la vida”. ¿Qué es lo que creemos acerca de esta vida, o acerca de la naturaleza humana o de los valores morales, o respecto de Dios?

La gente que promueve ideas erróneas al respecto de la vida viene con vestidos de ovejas, lo cual significa que su mensaje no es amenazante. Nos ofrecen cualquier cosa que queramos.

Cuando Cristo advirtió acerca de los falsos profetas, no solo se refería a maestros religiosos, sino también a no religiosos. Incluyó gente que hoy en día reta y contradice la moral y el mensaje de la Biblia. Dijo que la gente que promueve ideas erróneas al respecto de la vida viene con vestidos de ovejas, lo cual significa que su mensaje no es amenazante. Nos ofrecen cualquier cosa que queramos.

Cristo dijo que las falsas ideas son como una puerta ancha y un camino espacioso. Son ideas populares que llaman multitudes, como lo son un estilo de vida tratando de obtener cosas materiales y satisfaciendo cada pasión o cosa que codiciemos. Muchas falsas ideas nos dicen que nos olvidemos acerca de Dios y de la moral, que olvidemos que tenemos que saldar cuentas ante Dios al final de nuestra vida. Se dice: “Haz todo para complacerte. Libera tu naturaleza animal y haz lo que quieras en la vida”.

¿Quiénes son las personas que enseñan estas cosas? Pues son aquellos que hoy en día guían la sociedad, controlan los medios de entretenimiento, y promueven y legislan la abolición de los valores morales.

Pero ¿cómo podemos reconocer quiénes son estos falsos maestros? Cristo dio esta regla infalible: “Por sus frutos los conoceréis”, lo cual quiere decir sus resultados. Mira los resultados de las ideas populares de hoy en día acerca de la vida. ¿Hacia dónde nos han llevado y qué han producido?

 Se nos dice que nos deshagamos de estándares morales con excepción de algunos que protegen a otras personas de daños y pérdidas, tales como el asesinato, la violencia interpersonal, abuso de menores y robo. Todos los demás estándares deben desaparecer. Las distinciones de género son ridiculizadas, la homosexualidad es aprobada (en la mayor parte de la Unión Europea pronto será un crimen desaprobarla) y el sexo libre fuera del matrimonio es fuertemente promovido (con anticonceptivos regalados a adolescentes con objeto de eliminar las consecuencias y el aborto ofrecido como remedio si las cosas salen mal).

 El orgullo está bien visto (la idea de sentirse bien acerca de uno mismo), la codicia, la avaricia, la embriaguez y otros excesos también son aceptados. Esto es “disfrutar”. La televisión está saturada de lenguaje bajo al por mayor y de ropa ligera que incita a la sexualidad y sensualidad. El egoísmo (llamado hoy en día “cuidarse a uno mismo”) es el estilo de vida ideal.

 Pero ¿qué han logrado los promotores y defensores (principalmente humanistas anticristianos) de estas ideas? ¿Han producido la sociedad sofisticada y liberal que clamaban resultaría? !El resultado es que no ha habido tanto engaño, robo, fraude, violencia, crueldad, vulgaridad, falta de respeto, pornografía, abortos, lujurias, adicciones, separaciones y divorcios, embriaguez, vandalismo, egoísmo, y miseria en la sociedad como lo hay hoy en día! ¡Qué desastre! Y la sociedad empeora cada día. Esto no se dice por el placer de quejarse, sino porque prueba que los oponentes de la moralidad se han equivocado y sus ideas han fallado.

 No hace mucho leí en un artículo de un periódico que decía que las cosas siempre han estado así de mal. El autor mencionaba una banda de criminales de Elephant de los cincuenta con sus navajas, cadenas de bicicleta y puños de hierro. Noté por la fotografía del autor que no era lo suficientemente viejo como para haber estado en el tiempo de esa banda, pero todos los que si estuvimos, decimos que las cosas no estaban tan mal, ni siquiera una décima parte de lo que hoy es. Los atracos, por ejemplo, eran raros en esos días, y eran “llamados robos con violencia” y traían al infractor duras sentencias en prisión. Ahora es algo tan habitual que los malhechores casi nunca son atrapados. La sociedad se ha deteriorado de una manera irreconocible.

Las personas que han destruido los estándares bíblicos han producido una ola de matrimonios rotos, caos y dolor y las cosas empeorarán mucho más.

Las personas que han destruido los estándares bíblicos han producido una ola de matrimonios rotos, caos y dolor y las cosas empeorarán mucho más. En su arrogancia han desechado los estándares centenarios y la sociedad está cosechando las consecuencias.

 Cristo dice que esas personas son como “espinos y abrojos”, pero son tan orgullosos que no aceptan su fallo, y son tan egoístas que no les importa el daño que eso hace a la gente. Parecen ser llevados por una pasión irracional de promover el pecado y atacar la fe cristiana.

No hace mucho tiempo, le fue dado a un ateo eminente una serie de televisión para presentar su odio hacia la fe en Dios. Dijo que la religión es la causa de todas las guerras y que se debería deshacer de ella. ¿Es que nunca escuchó de los millones que Stalin asesinó y de todas las otras matanzas por ideologías comunistas? ¿Acaso no sabía acerca de la larga lista de guerras territoriales que han dominado la historia y que no tienen nada que ver con religión? ¿Acaso era ignorante de las dos tan terribles guerras mundiales? ¿Qué lo obligó a decir esa tontería tan grande e incorrecta? A pesar de ser un científico muy capaz, parecía haber olvidado la historia, y su prejuicio contra Dios fue llevado a tal extremo como para decir cosas tan tontas. 

 De hecho las guerras prueban las enseñanzas Bíblicas acerca de la depravación humana, que mientras todos son capaces de hacer algún bien, todos son débiles y pecaminosos al mismo tiempo. Las constantes guerras crueles sólo prueban que la Biblia está en lo cierto y los ateos no. Los ateos jamás serán moralmente constructivos, y sus ideas jamás producirán vidas decentes ni comunidades estables.

 El maestro supremo es Cristo mismo, Quien es tanto Dios como hombre. Sus enseñanzas son perfectas y sus estándares son puros. Vivió una vida perfecta en la tierra y luego murió en terrible agonía cuando Dios Padre cargó en Cristo Jesús la culpa de todo aquél que confiaría en Él a través de la historia de este mundo, castigando a Cristo en su lugar.

 Jesús vino a traer bendición eterna a hombres y mujeres y a dar un cambio interno, profundo y espiritual a todos aquéllos que crean en Él. Se levantó de los muertos y desde entonces ha cambiado la vida de millones de personas alrededor del mundo.

 No confíes en los maestros dominantes actuales que moldean la sociedad y que están opuestos a Cristo y a sus estándares morales. No te dejes moldear por el ateísmo. Averigua todo lo que puedas acerca de Cristo y búscale. 

El Dr. Peter Masters ha sido pastor del Tabernáculo Metropolitano de Londres desde 1970, la cual es una iglesia conocida por su énfasis evangelístico, por tener una congregación multiétnica y por haber sido la iglesia que pastoreó Charles Spurgeon durante 38 años.

Sus libros con bases en la teología reformada, defienden los caminos antiguos y presentan ayuda bíblica frente a los desafíos vitales de nuestros días. Algunos de ellos han sido traducidos a más de veinte idiomas y son ampliamente leídos por miles de personas.

Arrepiéntete o perecerás | A.W. Pink

ARREPIÉNTETE O PERECERÁS

A.W. Pink

(1886-1952)
“Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3).

Estas fueron las palabras del Hijo de Dios encarnado. Nunca han sido canceladas, ni lo serán mientras exista este mundo. El arrepentimiento es absolutamente necesario si el pecador ha de hacer paz con Dios (Isa. 27:5), porque arrepentirse es echar a tierra las armas de rebelión contra Él. El arrepentimiento no salva, sin embargo ningún pecador jamás fue ni será salvado sin el mismo. Sólo Cristo salva, pero un corazón no arrepentido no lo puede recibir.

Un pecador no puede creer verdaderamente hasta que se arrepiente. Esto es visto claramente en las palabras de Cristo respecto a su precursor: “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; y los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mateo 21:32). Es evidente también en su llamado autoritario, (claro y fuerte como eran las órdenes que se pregonaban a son de trompeta), que hizo en Marcos 1:15: “Arrepentíos y creed en el evangelio.” Es por esto que el apóstol Pablo testificaba “acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). No te equivoques en este punto, estimado lector; Dios “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).

Al exigirnos el arrepentimiento, Dios reclama sus derechos justos sobre nosotros. Él es infinitamente digno de amor y honor supremo, y de obediencia universal. Maliciosamente se lo hemos negado. Nos requiere tanto un reconocimiento del mismo, como un cambio al respecto. Es necesario confesar y acabar con nuestro desapego para Él y nuestra rebelión contra Él. Así que, el arrepentimiento es darnos cuenta sinceramente de haber fracasado espantosamente, a través de toda la vida, en darle a Dios su puesto legítimo en nuestro corazón y vida cotidiana.

La justicia de la demanda de Dios para mi arrrepentimiento es evidente si consideramos la naturaleza infame del pecado. El pecado es una renuncia de Aquél que me formó. Es negarle su derecho de gobernarme. Es mi determinación de agradarme a mi mismo, y por lo tanto es rebeldía contra el Todopoderoso. El pecado es anarquía espiritual, y menosprecio total por la autoridad de Dios. Es decir en mi corazón: “No me importa lo que Dios requiere; voy a hacer todo a mi manera. No me importan cuales sean sus derechos en mi vida; voy a ser mi propio señor.” Lector, ¿te das cuenta que has vivido así?

El arrepentimiento verdadero surge cuando, por la obra del Espíritu Santo en el corazón, nos damos cuenta sinceramente de que el pecado es sobremanera pecaminoso, y de lo terrible que es ignorar las demandas y desafiar la autoridad de Aquél que nos formó. Por lo tanto, consiste en un odio y horror santo por el pecado, y en una tristeza profunda por él. Además, consiste en la confesión honesta de él delante de Dios, y en un abandono sincero y completo del mismo. Dios no nos perdona hasta que esto se realiza. “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Prov. 28:13). En el verdadero arrepentimiento el corazón se vuelve a Dios y confiesa: “He ido en pos de un mundo vano que no puede satisfacer las necesidades de mi alma. Te abandoné a tí, la Fuente de Aguas de vida, yendo tras cisternas rotas que no retienen agua. Ahora reconozco y lamento mi necedad.” Y además, dice: “He sido un sujeto desleal y rebelde, pero ya no lo seré más. Ahora deseo y me propongo servirte y obedecerte con todas mis fuerzas, como mi único Señor. Dependo de tí como mi Porción presente y eterna.”


Lector, profese ser cristiano o no, la opción es: arrepentirte o perecer. Para cada uno de nosotros, seamos miembros de alguna iglesia o no, no hay otra alternativa más que volverme o quemarme. Tienes que apartarte de caminar conforme a tu propia voluntad y gusto, y volverte a Dios con el corazón quebrantado, buscando su misericordia en Cristo. Tienes que volverte con el corazón plenamente decidido a agradarle y servirle a Él. De lo contrario, serás atormentado día y noche por los siglos de los siglos en el lago de fuego. ¿Cuál de los dos será? ¡Oh! arrodíllate ahora mismo y ruégale a Dios que te dé el espíritu de verdadero arrepentimiento.

Aquellos cuyo corazón esté endurecido por el pecado descubrirán, a su pesar, que “la ira del Cordero” existe (Apocalipsis 6:16). | RYLE J.C.

Mateo 18:1–14. Lo primero que se nos enseña en estos versículos es la necesidad de la conversión, y de que esta se manifieste por una humildad como la de un niño. Los discípulos fueron a nuestro Señor con la pregunta: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”.

Hablaron como hombres cuyo entendimiento estuviera solo a medias, y llenos de expectativas carnales. Recibieron una respuesta calculada para despertarlos de su fantasía, una respuesta que contiene una verdad fundamental del cristianismo: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (LBLA).

Dejemos que estas palabras penetren muy profundamente en nuestros corazones. Sin conversión, no hay salvación. Todos necesitamos un cambio radical de nuestra naturaleza: tal y como es, no tiene ni fe en Dios, ni temor a Él, ni amor por Él. “Nos es necesario nacer de nuevo” (cf. Juan 3:7). Tal y como somos, estamos absolutamente incapacitados para habitar en la presencia de Dios. El Cielo está cerrado para nosotros a menos que nos “convirtamos”. Y esto es así para todos los grupos, clases y rangos de la Humanidad: todos nacen en pecado y son hijos de ira, y todos ellos, sin excepción, necesitan nacer de nuevo y ser hechos criaturas nuevas. Tiene que hacérsenos entrega de un corazón nuevo, y tiene que ponerse en nuestro interior un espíritu nuevo; las cosas viejas tienen que pasar, y todas han de ser hechas nuevas. Es bueno haber sido bautizado y haber entrado a formar parte de la Iglesia cristiana, y hacer uso de los medios de gracia cristiana, pero, con todo, ¿“nos hemos convertido”?

¿Queremos saber si nos hemos convertido de veras? ¿Queremos saber cuál es el método con el que debemos ponernos a prueba? El indicio más seguro de una conversión auténtica es la humildad. Si de verdad hemos recibido el Espíritu Santo, se verá en que nuestra actitud es mansa y parecida a la de un niño. Como los niños, tendremos una opinión humilde respecto a nuestra sabiduría y nuestras fuerzas, y dependeremos mucho de nuestro Padre en los cielos. Como los niños, no buscaremos grandes cosas en este mundo, sino que teniendo sustento y abrigo, y el amor de un Padre, estaremos contentos con eso. ¡Es, ciertamente, una prueba que llega hasta lo más hondo de nuestros corazones! Pone al descubierto la irrealidad de muchas presuntas conversiones. Es fácil convertirse de un partido político a otro, de una secta a otra, de tener una opinión a tener otra distinta, pero tales “conversiones” no salvan el alma de nadie. Lo que todos necesitamos es una conversión del orgullo a la humildad, de tener un alto concepto de nosotros mismos a tener uno más bajo, de la presunción a la modestia, de pensar como el fariseo a pensar como el publicano. Es una conversión de ese tipo la que tenemos que experimentar, si deseamos ser salvos. Esas son las conversiones que proceden del Espíritu Santo.
La siguiente cosa que se nos enseña en estos versículos es el grave pecado de poner obstáculos en el camino de los creyentes. Las palabras del Señor Jesús respecto a este punto son particularmente solemnes: “¡Ay del mundo por los tropiezos! […] ¡Ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”.

Ponemos “tropiezos” u obstáculos en el camino de las almas de los hombres siempre que hacemos algo que los aparta de Cristo, o que los desvía del camino de la salvación, o que les hace sentir repulsión por la verdadera religión. Puede que lo hagamos directamente, al perseguir, ridiculizar, rebatir o disuadir su voluntad de servir a Cristo; o puede que lo hagamos indirectamente, al vivir de una forma que no concuerda con nuestra profesión de fe, o al hacer con nuestra conducta que el cristianismo no sea atractivo ni agradable. Siempre que hagamos algo así, estaremos cometiendo, según se deduce claramente de las palabras de nuestro Señor, un pecado grave.

Hay algo realmente temible en la doctrina que aquí se expone; debería despertarnos el deseo de someternos a un exhaustivo examen de conciencia. No basta con desear hacer el bien en este mundo: ¿estamos completamente seguros de no estar haciendo algún daño? Quizá no persigamos abiertamente a quienes sirven a Cristo, ¿pero estamos perjudicando a alguien con nuestra actitud o nuestro ejemplo? Es horrible pensar en el daño que puede llegar a hacer una sola persona cuya vida no concuerde con su profesión religiosa. Tal persona le da un buen pretexto al infiel, le da al hombre mundano una excusa para mantenerse en su indecisión, pone freno a quienes andan buscando la salvación y causa desánimo a los santos. Es, en definitiva, un sermón vivo, pero un sermón del diablo. Solo cuando llegue el día final se revelará la tremenda perdición de almas que los “tropiezos” habrán producido en la Iglesia de Cristo. Una de las acusaciones que Natán presentó contra David fue esta: “Has dado ocasión de blasfemar a los enemigos del Señor” (2 Samuel 12:14 LBLA).

La siguiente cosa que se nos enseña en estos versículos es la realidad del castigo futuro, después de la muerte. Nuestro Señor utiliza dos expresiones muy duras al hablar de esto. Habla de “ser echado en el fuego eterno” y también de “ser echado en el infierno de fuego”.

El significado de esas palabras es claro, inconfundible. En el mundo venidero existe un lugar de indescriptible sufrimiento, al que serán enviados para siempre quienes hayan muerto sin haberse arrepentido y sin haber creído. En la Escritura se revela un “hervor de fuego” que antes o después devorará a todos los adversarios de Dios (Hebreos 10:27). La misma fiable Palabra que ofrece un Cielo para todos aquellos que se arrepientan y se conviertan declara con total claridad que habrá un Infierno para todos los impíos.

No nos dejemos engañar por nadie que nos venga con palabras vanas acerca de tan terrible cuestión. En estos últimos días se han levantado hombres que niegan la eternidad de ese castigo futuro, repitiendo el viejo argumento del diablo de que no moriremos (cf. Génesis 3:4). No cedamos ante sus razonamientos, por muy convincentes que suenen. Mantengámonos firmes en “las sendas antiguas”. El Dios de amor y de misericordia es también un Dios de justicia: Él, con toda certeza, “dará la paga”. El diluvio en tiempos de Noé y la destrucción de Sodoma por el fuego tenían por objeto mostrarnos lo que Dios hará un día. Ninguna otra boca ha hablado con tanta claridad acerca del Infierno como la de Cristo. Aquellos cuyo corazón esté endurecido por el pecado descubrirán, a su pesar, que “la ira del Cordero” existe (Apocalipsis 6:16).

Lo último que se nos enseña en estos versículos es el valor que Dios da aun al más pequeño y humilde de los creyentes. “No es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”.
El propósito de estas palabras es alentar a todos los verdaderos cristianos, no solo a niños pequeños. El contexto en el que se encuentran —la parábola de las noventa y nueve ovejas y una que se descarrió— parece indicárnoslo sin dejar lugar a dudas. Su propósito es mostrarnos que nuestro Señor Jesús es un Pastor que cuida con mucho amor a cada una de las almas que se le han confiado. Él quiere tanto a la más joven, a la más débil y a la más enclenque de su rebaño como a la más fuerte; no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de su mano. Él las guiará con cuidado por el desierto de este mundo, y no las fatigará ni un solo día, para que no muera ninguna de ellas (cf. Génesis 33:13). Él las llevará en sus brazos al atravesar todas las dificultades, y las defenderá de todos sus enemigos. Aquello que dijo una vez se cumplirá literalmente: “De los que me diste, no perdí ninguno” (Juan 18:9).

Teniendo semejante Salvador, ¿quién temerá comenzar a esforzarse por ser un buen cristiano? Teniendo semejante Pastor, ¿quién, que haya comenzado a hacerlo, temerá perderse?

Ryle, J. C. (2001). Meditaciones sobre los Evangelios: Mateo (P. E. González, Trad.; pp. 243-248). Editorial Peregrino.

¿Qué dice la biblia acerca de la hipocresía?

¿Qué dice la biblia acerca de la hipocresía?

En esencia, la «hipocresía» se refiere al acto de afirmar creer en algo, pero actuar de una manera diferente. La palabra bíblica se deriva del término griego que se usa para «actor» (literalmente, «uno que usa una máscara»), en otras palabras, alguien que finge ser lo que no es.

La biblia considera la hipocresía un pecado. Hay dos formas en que se puede presentar la hipocresía: La hipocresía que dice creer en algo y luego actuar de manera contraria a esa creencia, y la hipocresía de mirar por encima del hombro a los demás sabiendo que nosotros mismos somos imperfectos.

El profeta Isaías denunció la hipocresía en su tiempo: «Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado» (Isaías 29:13). Siglos más tarde, Jesús citó este versículo, apuntando a la misma condenación de los líderes religiosos de Su día (Mateo 15:8-9). Juan el Bautista llamó «generación de víboras» a las multitudes hipócritas que venían a él para ser bautizadas, y les advirtió que «produjeran frutos dignos de arrepentimiento» (ver Lucas 3:7-9). Jesús igualmente tomó una postura firme contra la santurronería; llamó a los hipócritas «lobos vestidos de ovejas» (Mateo 7:15), «sepulcros blanqueados» (Mateo 23:27), «serpientes» y «generación de víboras» (Mateo 23:33).

No podemos decir que amamos a Dios si no amamos a nuestros hermanos (1 Juan 2:9). El amor debe ser «sin fingimiento» (Romanos 12:9). Un hipócrita puede parecer justo externamente, pero es una fachada. La verdadera justicia proviene de la transformación interna del Espíritu Santo y no de un ajuste externo a un conjunto de reglas (Mateo 23:5; 2 Corintios 3:8).

Jesús abordó la otra forma de hipocresía en el sermón del monte: «¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano» (Mateo 7:3-5). Jesús no está enseñando en contra del discernimiento o de ayudar a otros a vencer el pecado; al contrario, Él nos está diciendo que no seamos tan orgullosos y convencidos de nuestra propia bondad, al punto de criticar a los demás desde una posición de arrogancia. Deberíamos hacer una introspección primero y corregir nuestros propios defectos antes de ver la «paja» en los demás (cf. Romanos 2:1).

Jesús en Su ministerio terrenal tuvo muchos enfrentamientos con los líderes religiosos de la época, los fariseos. Estos hombres eran bien versados en las escrituras y celosos para cumplir cada letra de la ley (Hechos 26:5). Sin embargo, al adherirse al cumplimiento de la ley, buscaban activamente deficiencias que les permitía quebrantar el espíritu de la ley. Asimismo, mostraron una falta de compasión hacia sus semejantes y a menudo demostraban en exceso su supuesta espiritualidad con el fin de recibir elogios (Mateo 23:5-7; Lucas 18:11). Jesús denunció su comportamiento en términos muy claros, señalando que «la justicia, la misericordia y la fe» son más importantes que buscar una perfección basada en estándares incorrectos (Mateo 23:23). Jesús dejó en claro que el problema no era con la ley, sino con la forma en que los fariseos la implementaron (Mateo 23:2-3). Hoy en día, la palabra fariseo se ha convertido en sinónimo de hipócrita.

Debe notarse que la hipocresía no es lo mismo que tomar una posición contra el pecado. Por ejemplo, no es hipocresía enseñar que la embriaguez es un pecado, a menos que el que enseña contra la embriaguez se emborracha todos los fines de semana, eso sería hipocresía.

Como hijos de Dios, estamos llamados a esforzarnos por la santidad (1 Pedro 1:16). Debemos «aborrecer lo malo» y «seguir lo bueno» (Romanos 12:9). Nunca debemos insinuar una aceptación del pecado, especialmente en nuestras propias vidas. Todo lo que hacemos debe ser coherente con lo que creemos y lo que somos en Cristo. La actuación es para el teatro, no para la vida real.

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Existe falta de piedad intensa en muchas de las iglesias | Charles Spurgeon

Existe falta de piedad intensa en muchas de las iglesias

Charles Spurgeon

Otra de nuestras dificultades estriba en la falta de piedad intensa en muchas de las iglesias. Gran número de hermanos y hermanas viven hoy día, en alto grado, para la gloria de Dios. Doy gracias a Dios de que hay actualmente tanta actividad santificada y consagración del corazón como en cualquier período anterior de la historia de la Iglesia cristiana. Entre nosotros hay hombres y mujeres cuyos nombres pasarán a la posteridad como ejemplos de devoción. Dios no se ha dejado a sí mismo sin testimonio.

Pero, ¿os dais cuenta de cuán superficial es la religión de la casa de los que la profesan? ¿Cuántos siervos podrían vivir en familias que se llaman cristianas sin percibir diferencia alguna entre estas casas y las de los del mundo? ¿No es cierto que la oración en familia se descuida en muchos casos? ¿No es cierto que tenemos miembros que jamás son vistos en las reuniones de oración? Al hacer preguntas, ¿no descubrís que los acomodados no pudieron asistir porque la hora de la cena es la misma que la de la reunión de oración? Sin duda serán más cuidadosos en adorar a su dios favorito. En otros casos, descubriréis que las personas ocupadas, que no pudieron ir a orar, no tuvieron dificultades para asistir a un concierto.

Las cenas en restaurantes y las reuniones musicales son ceremonias más importantes para muchos que la ofrenda de oración a Dios. ¿Acaso no nos encontramos con oficiales de iglesia que dicen abiertamente no sentir interés por algo tan anticuado como las reuniones de oración?Éste es un lamentable signo de decadencia, y se observa frecuentemente. Nuestras iglesias podrán causar muchas penas a sus pastores; pero, en la mayor parte de los casos, los pastores mismos se han rebelado tanto que no les importa tampoco.

En cuanto a los ministros, muchos miembros de iglesia son indiferentes tocante a la piedad personal del predicador; lo que desean es talento o inteligencia. Ya no importa lo que predica; ha de atraer una multitud, o complacer a la élite, y eso basta. La inteligencia es lo principal. Se diría que buscaban un prestidigitador y no un pastor. Tanto si predica la verdad como el error, el hombrees admirado en tanto que sepa hablar con locuacidad y conservar la reputación de orador. Si tuviéramos piedad más genuina en los miembros y los diáconos, los farsantes pronto se llevarían sus mercaderías a otros mercados.

Pero me temo que ha habido gran relajación en la admisión de miembros, y la calidad de nuestras iglesias se ha mancillado y quedado sin buenos fundamentos a causa de las «multitudes mixtas», en medio de las cuales toda clase de males encuentra asilo acogedor. ¡Desdichado el líder en cuyo campamento hay un Acán! ¡Mejor fuera que Demas nos abandonase, y no que viviera con nosotros, e importara el mundo a la iglesia! ¡Cuántos ministros son débiles para la guerra por no estar sostenidos por una congregación piadosa, y sus manos no pueden ser ayudadas por hermanos que oran!

Fragmentos tomados del libro “Un ministerio ideal” p. 313 – 314 el cual recopila varios sermones del pastor Spurgeon dictados en la Conferencia Anual de ministros.

¿Puede un cristiano tener una enfermedad mental?  

Este artículo es una adaptación de A Christian Guide to Mental Illness: Answers to 30 Common Questions (Guía cristiana para las enfermedades mentales: respuestas a 30 preguntas comunes)  de Tom Karel y David Murray. Traducido por el equipo Ezer con autorización de crossway.org

Causas de las enfermedades mentales

Algunos cristianos creen que los cristianos no pueden tener enfermedades mentales. Si un cristiano profesante está deprimido, ansioso o bipolar, piensa que es porque no es un verdadero cristiano, o que hay algún pecado terrible del que no se ha arrepentido, o que necesita arrepentirse de la depresión o cualquiera que sea el problema. Casi la mitad (48 por ciento) de los evangélicos creen que las enfermedades mentales graves se pueden superar solo con la oración y el estudio de la Biblia. 1

El resultado de esta condena de las enfermedades mentales como pecado es que muchos cristianos no admiten que tienen una enfermedad mental, no hablan de ello y no buscan ayuda. Si se acercan, a menudo se volverán al mundo secular en lugar de a la iglesia, porque sienten que allí obtendrán más comprensión, simpatía y ayuda. Sin embargo, los enfoques seculares a veces pueden conducir a más dificultades y complicaciones espirituales. Si queremos superar estos desafíos, necesitamos entender tres razones por las que los cristianos pueden sufrir de enfermedades mentales.

Los cristianos pueden tener enfermedades mentales simplemente porque son humanos

Los cristianos tienen cuerpos rotos. El cuerpo de un cristiano está tan caído y débil como el cuerpo de cualquier otra persona. Eso significa que pueden tener ataques cardíacos, diabetes, Alzheimer y, sí, enfermedades mentales. Sus cerebros pueden romperse, su química y electricidad pueden funcionar mal, sus hormonas pueden estar desequilibradas, etc.

Los cristianos viven en un mundo quebrantado. Los cristianos no están protegidos de los efectos de vivir en un mundo caído. Tenemos accidentes, nos maltratan, nos hacen daño, nos mienten. La gente nos lastima, algunos intencionalmente, otros sin querer. Vemos y escuchamos eventos e historias tristes y dolorosas que nos traumatizan. Perdemos a seres queridos. Nuestras familias se separan. Se ha demostrado que el trauma cambia la forma, el tamaño y la funcionalidad del cerebro y otros sistemas corporales que están relacionados con la forma en que pensamos y sentimos.

Los cristianos se estresan. Estamos diseñados para funcionar durante períodos cortos de tiempo bajo alto estrés y luego volver a un funcionamiento tranquilo y más relajado. Pero cuando nuestros cuerpos y mentes están bajo estrés durante largos períodos de tiempo, nuestro sistema de respuesta al estrés dado por Dios (nuestro «sistema de respuesta de lucha o huida», como se señaló anteriormente) puede funcionar mal. Cuando nos enfrentamos a algún tipo de amenaza (real o percibida, física o emocional), una pequeña estructura en la parte posterior de nuestro cerebro (la amígdala) toma el control para responder y sobrevivir a la amenaza percibida. Esto funciona muy bien cuando nos enfrentamos a una amenaza externa (por ejemplo, un animal peligroso). Nuestros cuerpos responden, como fueron diseñados, para eliminar o retirarse de la amenaza. O luchamos para ponernos a salvo o huimos de la amenaza. Una vez que hemos llegado a un lugar seguro, la función de supervivencia de la amígdala ya no es necesaria y se relaja; Ahora la parte frontal del cerebro (el pensamiento racional y tranquilo) puede volver a tomar el control; El cuerpo y el cerebro pueden relajarse.

Sin embargo, cuando una persona se siente bajo una amenaza constante, cuando no hay alivio de la amenaza, el estrés o la presión, la amígdala permanece activada. Se apodera de los centros de placer del cuerpo y el cerebro (sistema límbico), produciendo cantidades excesivas y continuas de las sustancias químicas del estrés, la adrenalina y el cortisol. Eventualmente, estas sustancias químicas atacan los órganos internos y la salud general de la persona. Si bien estos productos químicos están bien en dosis cortas y pequeñas, cuando se mantienen durante mucho tiempo pueden llegar a ser extremadamente peligrosos para nuestra salud física y mental.2 El estrés también puede desencadenar una vulnerabilidad subyacente a la enfermedad mental que puede no haberse activado en circunstancias más tranquilas.

Esperamos que estés empezando a ver que los cristianos son tan humanos como todos los demás y, por lo tanto, sufren y se estresan como todos los demás. Pero usted podría preguntarse, ¿alguna vez la enfermedad mental llega a los creyentes como resultado de un pecado personal?

Los cristianos pueden tener enfermedades mentales porque son pecadores

El pecado personal puede causar depresión a través del daño físico y espiritual. Pero hay dos razones adicionales por las que los cristianos en particular pueden experimentar enfermedades mentales. Primero, está el castigo divino que está reservado para los hijos de Dios, ¡como lo descubrió el rey David cuando cometió adulterio y asesinato!  El Salmo 32 y el Salmo 51 revelan la depresión y la ansiedad que David sintió mientras vivía en pecado no confesado. Si Dios nos castigara con enfermedades mentales cada vez que pecamos, ¡todos estaríamos deprimidos todo el tiempo! Afortunadamente, en su misericordia, no hace eso. Sin embargo, si nuestro pecado es especialmente grave o no nos arrepentimos obstinadamente de él, Dios puede afligir nuestras mentes y emociones para llamar nuestra atención y hacernos buscar su misericordia y gracia. La disciplina de Dios, entonces, es enseñarnos lo malo que es el pecado y atraernos de vuelta a Él. Así que, aunque doloroso en ese momento, en última instancia es por nuestro bien.

Los cristianos son tan humanos como todos los demás y, por lo tanto, sufren y se estresan como todos los demás.

En segundo lugar, la ausencia de virtudes y gracia cristianas también pueden dañar nuestro estado de ánimo y nuestra mente. Por ejemplo, si no estamos orando, si no estamos leyendo nuestras Biblias, si no estamos creciendo conscientemente en la fe, el amor, la esperanza, la paciencia, la confianza y la adoración centrados en Dios, estos déficits pueden eventualmente causar daño mental, emocional y espiritual. La preocupación y la ansiedad ocuparán el lugar de la confianza y la seguridad; la independencia y el dominio propio reemplazarán la dependencia y el control de Dios; trabajar para ser aceptado por Dios tomará el lugar de confiar en Cristo para ser aceptado por Dios; y una identidad secular reemplazará a una identidad cristiana. Todos estos reemplazos conllevan costos emocionales y mentales que, con el tiempo, pueden resultar en enfermedades mentales.

«Pero, seguramente», podría decirse, «¿los cristianos tienen menos enfermedades mentales que los no cristianos?» A veces, es todo lo contrario.

Los cristianos pueden tener enfermedades mentales porque son cristianos

Si bien los cristianos tienen más recursos para combatir las enfermedades mentales que los no cristianos, también pueden ser más vulnerables a ellas que los no cristianos. Podemos verlo de tres maneras.

Los cristianos son especialmente blancos del diablo. Aunque el diablo ataca a todas las personas, odia especialmente al pueblo de Dios (Génesis 3:15). Los odia porque solían ser suyos y quiere recuperarlos. Quiere destruir su felicidad en Cristo. Por lo tanto, los ataca con mayor ferocidad y hará todo lo que esté en su poder para dañarlos. Luchar contra tal guerra espiritual es caliente y estresante. Nos afecta de muchas maneras, incluso en nuestros pensamientos, emociones e incluso en nuestros cuerpos. El diablo nos tienta y nos prueba de maneras que no tienta ni prueba a los no cristianos.

Los cristianos son especialmente conscientes de su pecado. Uno de los efectos del Espíritu Santo en nuestras vidas es mostrarnos nuestra pecaminosidad. Vemos el mal en nuestros propios corazones más que nunca. Eso puede ser aterrador y deprimente, especialmente si no aplicamos el evangelio a estas experiencias oscuras y desalentadoras. También nos sentimos abatidos por nuestra debilidad frente a la tentación y por el poco progreso que estamos haciendo en la vida cristiana.

Los cristianos se ven especialmente afectados por todo el pecado y el sufrimiento en el mundo. Cuando somos llevados a Cristo por su gracia, y a medida que nos volvemos más como Cristo, somos enternecidos en nuestros corazones y hechos más sensibles al mal en el mundo. Vemos los pecados de las personas bajo una nueva luz, especialmente los pecados de los seres queridos, y nos afligimos por el desorden que causa el pecado. Vemos tragedias, guerras, terrorismo con mayor agonía debido al sufrimiento infligido, y especialmente porque la gente está siendo arrastrada a la eternidad sin el evangelio.

Notas:

1-«Salud mental: la mitad de los evangélicos creen que la oración puede curar las enfermedades mentales», Lifeway Research, 17 de septiembre de 2013, https://research.lifeway.com/2013/09/17/mental-health -la mitad de los evangélicos creen que la oración puede curar las enfermedades mentales/.
2-Anjali Chandra, «Lucha o huida: cuando el estrés se convierte en nuestro peor enemigo», Harvard Science Review 20, no. 1 (3 de diciembre de 2015), https://issuu.com/harvardsciencereview/docs /hsrfall15invadersanddefenders. https://harvardsciencereview.org/2015/12/03/fight-or-flight -cuando-el-estrés-se convierte-en-nuestro-peor-enemigo/.

¿QUIÉNES SON LOS PASTORES ASALARIADOS QUE MENCIONA EL SEÑOR? | Jack Fleming

¿QUIÉNES SON LOS PASTORES ASALARIADOS QUE MENCIONA EL SEÑOR?

Jack Fleming

El pasaje en cuestión dice: Jn. 10:11-14 “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen». El Señor ha declarado en este pasaje ser la puerta y el buen pastor, ambas cosas se refieren a la misma persona, porque esa descripción era muy familiar para los que estaban escuchando. Todos ellos conocían un redil, que era donde guardaban las ovejas, consistía en un semicírculo donde había un espacio abierto por el cual salían y entraban las ovejas.

Una vez que todas las ovejas estaban en su interior, no había más puerta que la persona misma del pastor, quien las protegía con su vida de todos los animales rapaces que quisieran arrebatarle alguna de esas tan amadas, que él las llamaba por nombre a cada una de ellas. Era el pastor quien se sentaba en ese único acceso al redil, pasando a ser literalmente la puerta de ese lugar. La disposición valiente y consagrada del pastor, no era por amor al dinero de un salario, sino por amor a las ovejas. Generalmente eran los hijos del dueño del rebaño quien le asignaba esa labor, y no era precisamente por un salario, sino por la responsabilidad que le implicaba ser parte de esa familia.

Los pastores asalariados que hace mención el Señor en este relato, corresponden a los pastores de nuestros días que viven indebidamente del diezmo, y no de las ofrendas voluntarias entregadas por los corazones alegres de quienes son favorecidos por los buenos pastos que el pastor debiera entregar a su congregación.

El Señor ha sido muy claro sobre esta materia 2Co 9:7 “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre».

1Co 16:2 » Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado». Porque las Escrituras dicen 1Ti 5:17 “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario». Pero el salario honesto asignado por Dios, es la ofrenda voluntaria entregada de corazón cada día Domingo, y no el diezmo y las primicias para la iglesia como han inventado los pastores asalariados que han adulterado la Palabra de Dios.

Cada uno de estos inescrupulosos que han corrompido y pervertido las Sagradas Escrituras, para satisfacer sus intereses mezquinos y están lucrando con las ovejas que son del Señor, no de ellos, éstos son los asalariados a que se refiere el Señor.

2Pd. 2:3 “por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme». 1Tim. 6:5 “hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales». 2Ti 3:1-5 “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita».