Saúl, el rey conforme al corazón del hombre | 1 Samuel 8:4

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Todos los ancianos de Israel se juntaron… para ver a Samuel, y le dijeron: He aquí tú has envejecido… constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.
1 Samuel 8:4-5
Saúl, el rey conforme al corazón del hombre

En lugar de dejar que Dios siga gobernando sobre ellos (véase 1 S. 8:7), los hijos de Israel pidieron un rey que resuelva sus problemas. Dios les dio a Saúl, quien se ajustaba a sus gustos naturales. Sorprendentemente, lo primero que sabemos de él es que estaba buscando los asnos perdidos de su padre (1 S. 9:1-3). Mientras que David, el rey conforme al corazón de Dios, estaba al cuidado de las ovejas de su padre (1 S. 16:11). De hecho, Saúl no pudo hallar los asnos que se habían perdido, aunque eventualmente fueron encontrados (1 S. 9:20). David, en cambio, corrió grandes riesgos con el fin de salvar a sus corderos de la amenaza de un león y un oso (1 S. 17:37).

¡Qué lecciones tan instructivas! El asno representa la naturaleza humana débil y turbulenta (véase Job 11:12). El primogénito de los hombres en Israel es comparado con el primogénito de los asnos: ambos debían ser redimidos con el sacrificio de un cordero (véase Éx. 13:13). Mientras que, en toda la Palabra de Dios, las ovejas y los corderos representan a los verdaderos hijos de Dios. Saúl no tenía el corazón ni la capacidad de cuidar a los tales. Podía ser un capitán, pero no fue un pastor.

Además, Saúl era descendiente de Benjamín, una tribu reconocida por su obstinación en el mal (véase Jue. 20:13), motivo por el que se convirtió en la más pequeña de las tribus de Israel (véase 1 S. 9:21). “Saúl” significa ’pedido’, pues fue la respuesta a la demanda carnal del pueblo. Por lo tanto, representa simbólicamente a la carne. Sin embargo, ¿era Saúl realmente apto y capaz de frenar la maldad impetuosa de un pueblo rebelde? La historia de Saúl nos recuerda que la carne nunca podrá acabar con la carne. ¿Hemos aprendido esto en las dificultades de la Iglesia? Lo que nuestros esfuerzos carnales solo pueden agravar, el Espíritu Santo, con su poder y gracia, puede eliminarlo por completo. ¡Cuántas veces, esta ha sido la experiencia en la historia de la Iglesia de Dios en la tierra!

Simon Attwood
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Restauración (2) | Salmo 23:3-4, 6

Restauración (2)

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Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su nombre. Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento… Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días. Salmo 23:3-4, 6

La mayoría de los sindicatos, al negociar los nuevos contratos, tratan de incorporar muchos beneficios adicionales al paquete salarial. Entre ellos se encuentran la seguridad laboral, seguros de salud, vacaciones, prestaciones por enfermedad, pensiones de jubilación y seguros de vida. Todo esto parece apropiado e incluso necesario para la vida actual. Sin embargo, todo esto puede desaparecer en un instante. Nada es seguro en este mundo.

Sin embargo, las ovejas que siguen al Pastor tienen asegurada la presencia del Señor, y junto con ello reciben todos los beneficios adicionales que necesitan. Seguir al Señor es el único camino correcto, aunque me lleve por el valle de la sombra de muerte. Pero el salmista dice: “No temeré mal alguno”. ¿Por qué puede decir esto con tanta confianza? Porque el Pastor está con él, y no hay nada que temer. En los tres primeros versículos, el salmista habla del Pastor. Luego le habla directamente a él. Así de cerca está de su presencia.

Con el cayado, el Pastor atrapa a las ovejas para cuidarlas; con su vara aleja a los enemigos. Hay muchos enemigos al acecho para dispersar a las ovejas y devorarlas, pero el Señor es nuestra seguridad y fortaleza, nuestro consuelo y nuestra guía. Nada puede inquietar al creyente que camina en dulce comunión con el Pastor. Podemos mirar hacia atrás y contar innumerables muestras de su bondad y misericordia que nos han acompañado día tras día. ¿Y cuál es la esperanza que tenemos por delante? Estar con él. Después de haber disfrutado de su compañía aquí, ¡qué bello será morar con él eternamente, y no entristecer nunca más su corazón!

Jacob Redekop

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José de Arimatea (1) | Gálatas 3:13

José de Arimatea (1)
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Maldito el que es colgado en un madero. Gálatas 3:13
Cuando llegó la noche… José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Marcos 15:42-43

Ese mismo día, temprano por la mañana, la multitud había exigido que Jesús fuera crucificado -incitada por los principales sacerdotes. Quería que él, el bendito Hijo de Dios, fuera sometido a aquella muerte cruel y vergonzosa que lo pondría bajo la maldición de Dios. Mientras que Pilato, a pesar de estar convencido de la inocencia de Jesús, ordenó que fuera ejecutado de esa manera.

Después de la muerte de Jesús en la cruz, cuando todos lo habían abandonado, un hombre llamado José de Arimatea fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. La Palabra de Dios nos dice que José de Arimatea era un hombre rico, bueno y justo (véase Lc. 23:50; Mt. 27:27), y que también se había convertido en discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Él no había aceptado el veredicto del concilio judío, del cual formaba parte. Ahora este hombre rico y prominente reúne todo su valor para ir audazmente a Pilato y pedir el cuerpo de Aquel cuya muerte habían exigido los miembros del concilio, y que había sido condenado a la vergonzosa muerte por crucifixión.

Hoy en día, aquellos que poseen riquezas también pueden acceder fácilmente a hablar con algún funcionario político. Pero resulta inaudito que alguien de esta condición se posicione abiertamente del lado de uno que acaba de ser ejecutado como un criminal de la peor calaña. Además, según la ley mosaica, tocar un cuerpo muerto dejaba a alguien impuro. ¿Podemos imaginarnos a alguien haciéndose impuro justo antes de una fiesta muy importante, para la que Dios exigía que los participantes estuvieran limpios? Todo esto es exactamente lo que hizo José. Y Pilato, después de comprobar que Jesús había muerto realmente, le dio permiso para bajar el cuerpo de la cruz.

Dios no permitió que nadie, excepto a los que amaban a su Hijo, tocara su santo cuerpo después de haber consumado la obra que le fue encomendada.

Eugene P. Vedder, Jr.
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El testimonio del Espíritu | Hebreos 10:15

El testimonio del Espíritu
El Espíritu Santo también nos da testimonio.
Hebreos 10:15
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Muchos cristianos no entienden los pasajes de la Palabra que hablan acerca del testimonio del Espíritu Santo. Piensan que se trata de una experiencia emocional, o un sentimiento de felicidad, o un estado mental de éxtasis, o una visión de algún tipo que (suponen) les confirmará que han sido aceptados por Dios, desechando así el testimonio de la Palabra. Aunque algunas de estas experiencias subjetivas pueden ser fruto del testimonio del Espíritu, en ningún caso constituyen, ni individual ni conjuntamente, dicho testimonio.
Hace algunos años, me encontré con una mujer que ya no era la alegre creyente que había conocido con anterioridad. Su infelicidad se debía a que alguien le había enseñado y persuadido que, si no tenía «el testimonio del Espíritu», entonces no era salva. Y, aunque había orado fervientemente por recibir este «testimonio», no lo había obtenido. Entonces le dije que como cristianos tenemos un testimonio inconfundible, algo que era mucho mejor que una experiencia sobrenatural de parte de Dios: ¡Tenemos la Palabra de Dios!
La Epístola a los Hebreos establece en primer lugar que Cristo es superior a los ángeles, a los profetas y a los líderes del antiguo pacto, y luego muestra el carácter trascendente del nuevo pacto de gracia. Los numerosos sacrificios del antiguo pacto no podían justificar al pecador, pero en la cruz, Cristo justificó a todos los que creen en él. Todos por igual son justificados por la gracia de Dios “mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Ro. 3:24). “Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (He. 10:10).
El Espíritu Santo nos da testimonio de que Dios nunca más se acordará de nuestros pecados y transgresiones (He. 10:17; véase Jer. 31:33-34).
No necesita orar y suplicar para recibir este testimonio, pues el testimonio del Espíritu está en la Palabra de Dios. Solo debe creer en él.
H. A. Ironside
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Los misteriosos planes de Dios para su pueblo | Hechos 6:8

Los misteriosos planes de Dios para su pueblo

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Esteban, lleno de fe y poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. Hechos 6:8

Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él… Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Hechos 7:57, 59

Esteban fue capaz de realizar “grandes prodigios y señales” para ayudar a otros. ¿Por qué no pudo hacer lo mismo para liberarse de ser apedreado hasta morir? ¿Por qué no hizo como Elías, que hizo descender fuego del cielo sobre sus enemigos? ¿Por qué Dios permitió que lo mataran en la “cúspide” de su fidelidad en la tierra? ¿Por qué no llevarse a un cristiano que estuviese “lleno de sí mismo” en lugar de uno que estaba “lleno del Espíritu Santo”?

La respuesta a todas estas preguntas la hallamos en los propósitos soberanos de Dios. A Dios no le falta poder para salvar a los suyos cuando él lo desea. Véase, por ejemplo, a Sadrac, Mesac y Abed Nego en el horno de fuego, a Daniel en el foso de los leones o a Pedro en la prisión de Herodes. Por otro lado, tampoco podemos cuestionar la fe y el compromiso de Esteban. La primera vez que el libro de los Hechos habla de él, lo describe como un “varón lleno de fe y del Espíritu Santo”. Murió orando por los hombres violentos que lo apedrearon hasta que él perdió la vida.

De hecho, la verdad es que Dios no necesita nuestra aprobación ni comprensión para llevar a cabo sus propósitos en nuestras vidas. Sus operaciones para con los suyos no es principalmente nuestro bienestar corporal o nuestra supervivencia, sino para que su gloria se manifieste en ellos. Este es el motivo por el que Pablo pudo sanar a muchas personas durante sus viajes misioneros, pero no pudo liberarse de su aguijón en la carne. Si somos conscientes de ello, entonces podremos confirmar en nuestras vidas las palabras de 2 Samuel 22:31-33: “En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová. Escudo es a todos los que en él esperan. Porque ¿quién es Dios, sino solo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de fuerza, y quien despeja mi camino”.

Grant W. Steidl

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El Eclesiastés y el cristiano (1)

El Eclesiastés y el cristiano (1)

Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Eclesiastés 1:2-3

Escucha el devocional: https://podcasts.captivate.fm/…/44ac5929…/03-01-2024.mp3

El Eclesiastés, uno de los tres libros escritos por el rey Salomón, es un libro muy especial. Contiene algunas afirmaciones que parecen extrañas a primera vista. Y cabe preguntarse qué beneficio puede obtener el cristiano de este libro.

Al leer el Eclesiastés, hay que tener en cuenta el punto de vista que adopta el escritor al observar la vida. Una expresión clave en este libro es “debajo del sol”, la cual aparece 29 veces. El escritor observa las cosas tal y como están “debajo del sol”, es decir, ante los ojos del hombre. A partir de esto, saca conclusiones desde el punto de vista del hombre natural, quien no posee ninguna revelación de parte de Dios acerca de las cosas que no se pueden ver “debajo del sol”. En consecuencia, estas conclusiones no son correctas cuando se consideran a la luz de la revelación de Dios en el Nuevo Testamento. Citemos solo dos ejemplos para demostrarlo:

1. “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece” (Ec. 1:4). Ahora bien, sabemos gracias a 2 Pedro 3:10 (y otros pasajes) que la tierra no permanecerá para siempre. Pero así es como le parece al hombre natural: una generación sigue a la otra y la tierra sigue ahí. Es lo mismo que dicen los burladores de los últimos días (2 P. 3:3-4).

2. “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros… ni tiene más el hombre que la bestia” (Ec. 3:19). A la luz del Nuevo Testamento, debemos decir que hay una diferencia fundamental entre el hombre y la bestia: ¡el hombre tiene un alma viviente! “El Predicador” concluye que todo termina de la misma manera: con la muerte, pues “debajo del sol” no se sabe lo que viene después de la muerte.

Si tenemos en cuenta el punto de vista del Predicador, entenderemos mejor el Eclesiastés.

Michael Vogelsang

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Cristo vino a cumplir la ley | Mateo 5:17

No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
Mateo 5:17

Cristo vino a cumplir la ley
Debido a que el Señor Jesús trajo un mensaje que es diferente a la ley de Moisés, hay quienes piensan que él vino para anular la ley. Pero esto no es así. De hecho, la ley tenía un mensaje que era esencial que los hombres aprendieran. Romanos 3:19-20 lo deja muy en claro: “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” Solo Israel estuvo realmente bajo la ley; sin embargo, el mensaje de la ley era tal, que exponía la culpabilidad de toda la humanidad, tanto de gentiles como judíos. El Señor no dejó esto de lado. La ley se convirtió en nuestro “ayo” o tutor para llevarnos a Dios (Gá. 3:24).

Vino para cumplir la ley. Esto no significa que vino a guardar la ley, sino a cumplir las exigencias que la ley tenía en contra la humanidad. La ley exigía el castigo y la muerte para todos los que no la cumplían. Por lo tanto, si el Señor Jesús iba a cumplir la ley, él mismo debía sufrir y morir para llevar a cabo esta gran obra de recibir el castigo que la ley exigía.

Y lo hizo en perfección. No solo murió en la cruz, sino que “padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 P. 3:18). Esto nada tiene que ver con lo que sufrió de parte de sus crueles enemigos, no fue el sufrimiento que le infligieron sus crueles enemigos. Este padecimiento hace referencia a las tres horas de intensas tinieblas, cuando sufrió la insoportable agonía del juicio de Dios.

Cristo cumplió perfectamente la ley y satisfizo todas sus exigencias en favor de la multitud de pecadores redimidos, quienes lo alabarán durante la eternidad. Después de terminar esa gran obra, él resucitó y fue exaltado por encima de todos los cielos.

L. M. Grant
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¿Hacer buenos propósitos o confiar en el Señor?

Este mes os será principio de los meses; para vosotros será este el primero en los meses del año.
Éxodo 12:2

¿Hacer buenos propósitos o confiar en el Señor?
El primer día del año nuevo es un momento en el que a muchas personas les gusta tomar resoluciones de principio de año. Otros, como Jonathan Edwards, toman resoluciones en cualquier momento del año. Edwards fue una de las principales figuras del «Gran Despertar» en América del Norte durante el siglo 18. En su juventud elaboró una lista de setenta resoluciones. La primera resolución de su lista era: «Tomo la resolución de que voy a hacer todo aquello que piense que sea más para la gloria de Dios, y mi propio bien, beneficio y placer». Sin embargo, su tercera resolución decía: «Resuelvo que si alguna vez caigo o me vuelvo perezoso de tal manera que falle para no mantener estas resoluciones, me arrepentiré de todo lo que pueda recordar, cuando recupere mi sensatez». Evidentemente, sabía que existía una alta probabilidad de fallar en el cumplimiento de sus resoluciones.

Al comenzar un nuevo año, en lugar de tomar una resolución, sería mucho mejor dirigir nuestra vista hacia Cristo. En él no hay fracasos y todos los nuevos comienzos le pertenecen. Vemos un indicio de esto en la primera pascua en Egipto: “Este mes os será principio de los meses” (Éx. 12:2). Esa noche, el sacrificio de un cordero por casa dio paso a un nuevo comienzo para los israelitas. Estarían protegidos del juicio y comenzarían su viaje a una nueva tierra, la tierra prometida. Fue realmente un nuevo comienzo y el inicio como un nuevo pueblo. Todas sus necesidades serían satisfechas a lo largo de su viaje. Pero todo comenzó con la sangre derramada de un cordero.

No necesitamos buenas resoluciones. Necesitamos volver a mirar a Aquel que murió por nosotros. Las resoluciones se rompen con demasiada facilidad debido a la debilidad de nuestra carne. El “Predicador” nos advirtió: “Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas” (Ec. 5:5). Pero Cristo, que nos salvó con su sangre, también nos sostendrá y conducirá durante todos los días de nuestra vida.

Brian Reynolds
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